NO TIENES QUE PECAR
Copyright © 2008 por Trumpet Ministries, Inc. Todos los Derechos Reservados
Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. ©1999 por la Sociedad Bíblica Internacional
Traducido por Carmen E. Álvarez
Por lo general, antes de poder recibir una bendición de parte de Dios debemos saber que la promesa está en la Biblia. Esto es verdad de ser salvo. Es verdad de los dones del Espíritu, incluyendo hablar en lenguas. Es verdad de la sanidad Divina. Una vez que sabemos que Dios nos ha dado la promesa podemos elegir creer y orar hasta recibirla.
El Nuevo Testamento nos promete la victoria sobre el pecado. Una vez que vemos que esa victoria es bíblica podemos elegir creer, y luego orar hasta recibirla.
NO TIENES QUE PECAR
Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, porque ya no están bajo la ley sino bajo la gracia. (Romanos 6:14—NVI)
Por lo general, antes de poder recibir una bendición de parte de Dios debemos saber que la promesa está en la Biblia. Esto es verdad de ser salvo. Es verdad de los dones del Espíritu, incluyendo hablar en lenguas. Es verdad de la sanidad Divina. Una vez que sabemos que Dios nos ha dado la promesa podemos elegir creer y orar hasta recibirla.
Lo mismo es cierto de la victoria sobre el pecado. Una vez que vemos que esta victoria es bíblica podemos elegir creer y orar hasta recibirla.
Te diré lo que me puso a pensar sobre este tema. Sal Manoguerra me llamó y me dijo algo que sucedió en su estudio bíblico, una mezcla de personas Bautistas y Pentecosteses.
Sal enseña básicamente lo mismo que yo. Un hombre de su grupo dijo algo como esto, “Nadie me había dicho anteriormente que podía lograr la victoria sobre el pecado. Yo supuse que simplemente tenías que vivir con él. Yo he tenido mucho problema con mi enojo. Cada vez que me enojaba muchísimo me sentía condenado pero no sabía que podía lograr la victoria sobre eso. Ahora tengo la fe para lograr la victoria sobre el enojo y han pasado semanas desde que me he dejado llevar por este pecado.”
Cuando Sal me dijo esto, yo dije “¡Eso es! ¡Ahí está la respuesta y es tan simple y práctica! “
Quizá te preguntes de mi deleite sobre este episodio. La historia es la siguiente.
Hace poco más de treinta años yo estaba escribiendo sobre el Tabernáculo de la Congregación, un capítulo titulado “La Santidad del Tabernáculo.” Yo siempre había sido enseñado la sabiduría convencional Cristiana que todos nosotros somos pecadores y que Cristo vino para perdonarnos y llevarnos al Cielo. Que no podemos obedecer los mandamientos del Nuevo Testamento debido a nuestra naturaleza pecaminosa. Los mandamientos fueron escritos para mostrarnos la necesidad de un Salvador. Somos salvos por la gracia y no por las obras. Esta es la diferencia entre el pacto nuevo y los pactos anteriores. Mientras estemos en este mundo tenemos que pecar. Nadie es perfecto, etc., etc.
Algo hizo clic en mi cerebro conforme estaba escribiendo. Comencé a buscar en el Nuevo Testamento para ver lo que realmente decía. Para mi asombro era obvio que el Nuevo Testamento no enseñaba lo que yo estaba enseñando, que muy poco se decía sobre la justicia imputada pero mucho sobre el comportamiento justo.
Entonces, me llamaron la atención los dos machos cabríos que se ofrecían durante el Día del Perdón. Uno de los machos cabríos era sacrificado y su sangre rociada sobre el Lugar Santísimo, ejemplificando el perdón hecho por la sangre del Señor Jesús sobre la cruz, el perdón de pecados.
El segundo macho cabrío, también un macho cabrío de perdón, era dejado en libertad y llevado al desierto, ejemplificando la eliminación del pecado.
Después de entender esto el sexto capítulo de la Carta a los Romanos tuvo sentido para mí.
Desde ese tiempo hasta la fecha la jornada ha sido larga y tortuosa tratando de entender con claridad el papel que tiene la liberación del pecado en la salvación Cristiana, tratando de comprender lo que no es bíblico sobre la enseñanza tradicional del “estado de gracia”.
La llamada de Sal me lo hizo muy claro. La razón por la que los Cristianos no son liberados de sus pecados es porque no saben que esta promesa está en el Nuevo Testamento y que es una característica distintiva del pacto nuevo.
Sé que han habido maestros que promueven la santidad enfocando su enseñanza en la santificación instantánea de la raíz y la rama. Hasta donde yo he observado, esto no funciona. Otros han dicho que la santificación es progresiva, y esto parece más práctico. Pero, por lo menos en nuestra generación, no parecen haber en muchos lugares una declaración clara de que nuestra salvación incluye la liberación de pecados o un programa factible para que venzamos el pecado.
Antes de que tratemos de vencer nuestra naturaleza pecaminosa debemos saber con certeza que la Biblia enseña que los creyentes no tienen que seguir cometiendo actos que saben que son pecaminosos.
El pacto nuevo no permite que sigamos en comportamiento pecaminoso.
- El pacto nuevo incluye liberación de la conducta pecaminosa.
- El pacto nuevo incluye un plan factible de liberación de la conducta pecaminosa.
- La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.
- No recibimos la salvación hasta que sabemos que está en la Biblia. Entonces tenemos fe para lograrla.
- No hablamos en lenguas ni practicamos otros dones hasta que sabemos que se encuentran en la Biblia. Entonces tenemos la fe para obtenerlos.
Lo mismo es verdad de la liberación de la conducta pecaminosa. No logramos la victoria sobre ella hasta que aprendemos que esta victoria está en la Biblia. Entonces tenemos la fe para buscar la victoria sobre los pecados del cuerpo hasta lograrla.
Hasta aquí ¿puedes entender mi razonamiento?
No estamos hablando de una experiencia inesperada en la que la naturaleza pecaminosa será eliminada de ti. Lograr a final de cuentas sojuzgar la naturaleza pecaminosa es algo que está incluido en el pacto Nuevo, pero para ello es necesaria toda una vida de obediencia al Señor portando nuestra cruz personal conforme la naturaleza pecaminosa es puesta a morir y Cristo logra madurar en nosotros. Esta liberación de la naturaleza pecaminosa, la transformación a la imagen moral de Cristo, el reposo tranquilo en la Persona del Padre por medio de Cristo, y el cuerpo nuevo libre de pecado, todos son parte del pacto nuevo.
Pero en este breve ensayo sólo vamos a tratar con la victoria sobre comportamientos específicos, como la lujuria, el enojo, la mentira, el chisme, la difamación, el egoísmo, el odio, el no poder perdonar, el rencor, el maldecir, la perversión sexual, la embriaguez, el uso de drogas, y otras cadenas demoníacas que destruyen a la gente incluyendo a los Cristianos.
¿El pacto nuevo incluye la victoria sobre estos? Claro que sí. Veamos lo que la Biblia dice sobre la victoria sobre el pecado.
Quizá nos ayude el comprender que el pecado en nuestra personalidad no es infinito. Cada uno de nosotros tiene tendencias específicas que son pecaminosas. La lista no es ilimitada. Es completamente posible obtener la victoria sobre este montón de comportamientos desordenados mientras todavía estamos en este mundo. No tienes que tratar con ellos todos al mismo tiempo. El Espíritu Santo te guiará de ciudad en ciudad.
También debemos mantener en mente la sangre del Cordero, de Jesús. Mientras estemos avanzando en la conquista del pecado, la sangre de Jesús sigue cubriendo la diferencia. Nos ayuda a mantenemos justos y santos ante Dios.
Uno de los grandes errores del pensamiento Cristiano contemporáneo, y de sus enseñanzas, es que seguimos siendo justos y santos ante Dios aunque no estemos luchando y avanzando en la batalla contra el pecado. Esto gracias a nuestra creencia de que Jesús nos salva sin ningún esfuerzo de nuestra parte. Pero esto no es verdad. Somos considerados justos y santos sólo conforme estamos peleando la buena batalla de la fe. Si no nos juzgamos a nosotros mismos y si no seguimos al Espíritu en poner a morir los actos de nuestro cuerpo, Dios nos juzgará. El resultado quizá sea enfermedad o quizá hasta la muerte.
En primer lugar, debemos tener muy en claro que el pacto nuevo no permite que sigamos cometiendo actos que sabemos que son pecaminosos. Hay numerosas declaraciones en cuanto a este hecho en el Nuevo Testamento. Citaré sólo dos.
Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. (Gálatas 5:19-21—NVI)
Pero ustedes saben que Jesucristo se manifestó para quitar nuestros pecados. Y él no tiene pecado. Todo el que permanece en él, no practica el pecado. Todo el que practica el pecado, no lo ha visto ni lo ha conocido. (1 Juan 3:5,6—NVI)
- “Los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.”
- “Todo el que permanece en él, no practica el pecado.”
Yo no creo que agregar otros diez pasajes de la Biblia le daría más claridad a los dos anteriores. ¡Son tan claros e inequívocos! Nadie que permanece en Él sigue practicando el pecado. Si decimos que estamos en Cristo no seguimos practicando el pecado. Tan sencillo como eso.
A veces le pregunto a la gente, “¿Puede Jesucristo liberar a alguien de mentir?” Generalmente afirman que sí puede.
“¿Puede Jesucristo liberar a alguien de robar?”
Generalmente la respuesta será, “Sí, sí puede.”
Luego pregunto, “¿Qué pecado es demasiado grande para que Cristo pueda conquistarlo?”
Generalmente la respuesta es, “No hay ningún pecado demasiado grande que Cristo no pueda conquistar.”
Sabemos que esto es verdad, sin embargo Satanás nos ha convencido de que tenemos tanto pecado que es inútil comenzar a vencerlos uno a la vez.
Un día yo estaba manejando rumbo al trabajo. Había estado nevando y las calles estaban llenas de nieve medio derretida. Iba a llegar tarde. Había un camión grande frente a mí que estaba avanzando muy lento.
Yo pensé, “El tráfico está tremendo esta mañana. No me animo a pasar este camión porque quizá ocasione un accidente. Las calles están resbalosas.”
Finalmente percibí mi oportunidad y rebasé al camión. ¿Qué crees que vi? No había ningún coche adelante del camión. El camino estaba libre por un largo tramo.
Así mismos sucede con el pecado. Existe este gran obstáculo frente a nosotros (eso es lo que Satanás quiere que creas). No nos atrevemos a salirnos para tratar de rebasarlo. Pero cuando lo hacemos nos damos cuenta de que la situación era bastante diferente de lo que habíamos supuesto.
Cristo no vino para perdonar los pecados del diablo sino para destruir los pecados del diablo.
Decimos que esto nos parece bien y bueno. Pero, ¿acaso el Nuevo Testamento dice que no tenemos que estar atados al pecado?
Sí lo dice. La razón por la que el pacto nuevo es superior al antiguo es porque el pacto antiguo simplemente perdonaba el pecado mientras que el pacto nuevo perdona y elimina el pecado.
Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, porque ya no están bajo la ley sino bajo la gracia. (Romanos 6:14—NVI)
El Nuevo Testamento enseña que el pecado ¡no tendrá dominio sobre nosotros! ¡Amén!
El versículo anterior es interpretado hoy en día como que debido a que no estamos bajo la Ley de Moisés no tenemos que preocuparnos del pecado porque Cristo nos ha perdonado.
En primer lugar, el sexto capítulo de Romanos no permite esta interpretación. Esto sería aislar el versículo del resto del capítulo.
En Segundo lugar, el versículo dice “el pecado no tendrá dominio sobre ustedes.” No dice que no importa si pecamos o no, dice “el pecado no tendrá dominio sobre ustedes”; “el pecado no se enseñoreará de ti”; “el pecado no ejercerá control sobre ti.”
¿No es esto lo que dice?
Esto no sucedía bajo la Ley de Moisés. La Ley de Moisés no hizo ninguna provisión para lograr la victoria sobre el pecado. La Ley le dijo a la gente lo que era el pecado y luego los dejó a que por su propia cuenta cambiaran su comportamiento. En algunos casos esto era posible. En otros casos, como en el caso del Apóstol Pablo con el pecado de la codicia, esa malvada inclinación era de naturaleza espiritual y no podía ser conquistada con el simple poder de la voluntad humana.
La gracia del pacto nuevo nos ha dado la sangre del perdón para perdonar nuestros pecados, y luego el poder del Espíritu Santo para vencer nuestros pecados. Esta es la razón por la que el pacto nuevo es un pacto superior. La sangre de toros y machos cabríos nunca podría eliminar nuestras tendencias pecaminosas. Pero el poder del Espíritu de Dios obrando por la sangre de la cruz tiene suficiente poder para darnos la victoria sobre todo acto pecaminoso que nos mantiene atados. ¡Aleluya!
Nuevamente:
Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. (Romanos 8:12—NVI)
¡No tenemos la obligación de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa! ¡Amén! Esto es lo que el Nuevo Testamento declara.
¿Por qué es que no tenemos la obligación de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa? Porque nosotros por la fe hemos puesto nuestra naturaleza pecaminosa sobre la cruz con el Señor Jesucristo. Nuestro cuerpo está muerto debido al pecado. Por ello no le debemos nada como para obedecer sus pasiones.
A veces la razón por la que no logramos la victoria sobre el pecado es porque sentimos que merecemos no ser tan estrictos en el asunto de resistir el comportamiento pecaminoso. Este sentimiento se debe al hecho de que no reconocemos que nuestra naturaleza de Adán está sobre la cruz con Jesús. A nuestra naturaleza caída no le debemos nada—absolutamente nada—¡como para obedecer sus deseos carnales!
En esta época no existen suficientes predicaciones ni enseñanzas sobre el hecho de que cuando somos bautizados en agua somos bautizados en la muerte de Jesucristo y en Su resurrección. Simplemente no comprendemos que somos uno con Él en Su resurrección. Por ello cuando consideramos la posibilidad de ser libres del comportamiento pecaminoso tememos perder algo de importancia. ¡No comprendemos que estamos muertos! ¡Muertos! ¡Muertos! Y que seguir pecando niega el estado de vida que hemos adoptado por la fe.
Antes de quitarle las plumas a una gallina en preparación para comernos la gallina primero debemos matarla. De otra manera habrá una conmoción en el gallinero.
Si la enseñanza con respecto a la liberación de la conducta pecaminosa ocasiona una conmoción en la iglesia es porque las gallinas no están muertas.
Como hemos visto, el Nuevo Testamento enseña con suma claridad que el pacto nuevo no tolera que sigamos pecando, y además que ser libres de la compulsión de pecar está incluido bajo el pacto nuevo.
Ahora bien, ¿cómo le hacemos para ser liberados del comportamiento pecaminoso? ¿Qué enseñan las Escrituras?
La postura general que debemos tomar con respecto a la victoria sobre el comportamiento pecaminoso es la que tomamos con cualquier promesa de Dios. Debemos leerla, comprenderla, aceptarla por fe, y luego aspirar a ella con paciencia y esperanza hasta que la comprendamos en su totalidad.
Tú, en cambio, hombre de Dios, huye de todo eso, y esmérate en seguir la justicia, la piedad, la fe, el amor, la constancia y la humildad. Pelea la buena batalla de la fe; haz tuya la vida eterna, a la que fuiste llamado y por la cual hiciste aquella admirable declaración de fe delante de muchos testigos. (1 Timoteo 6:11,12—NVI)
No sean perezosos; más bien, imiten a quienes por su fe y paciencia heredan las promesas. (Hebreos 6:12—NVI)
Cuando leemos las promesas en la Biblia, ya sea de salvación, o de bautismo con el Espíritu Santo, o de sanidad Divina, le decimos a Dios que creemos en ellas y le damos las gracias por ellas. Luego aspiramos a ellas. Nunca, nunca, nunca nos damos por vencidos. Lo mismo debe suceder con la conducta justa, con la victoria sobre el comportamiento pecaminoso. Algunas victorias son ganadas fácilmente y con rapidez. Otras quizá requieran de muchos años. Pero nunca dejamos de hacerle saber al Señor que no aceptaremos el pecado en nuestra vida ahora que Él nos ha prometido la liberación.
Una gran parte de la conquista tiene que ver con nuestra determinación. Digamos por ejemplo que hay alguien a quien no podemos perdonar. La habilidad de perdonar puede venir sólo por medio de la virtud en la sangre de Jesucristo. Pero nosotros tenemos que hacer lo que está de nuestra parte.
Nuestra parte es confesar a Dios claramente que tenemos pecado en nuestro corazón. Luego tenemos que renunciar a este pecado con todas las fuerzas que poseamos. No forcejeamos con él, sino que lo confesamos y renunciamos a él como el pecado que es, útil sólo para el Lago de Fuego. Decidimos en el futuro acercarnos a Dios y resistir este pecado, no forcejear con él, y no darle más lugar en nuestra vida del que podamos evitar.
Frecuentemente tal confesión y renuncia, seguida por una determinación de resistir, es todo lo que se necesita.
Observa lo siguiente:
Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. (Romanos 8:13—NVI)
“Dan muerte a los malos hábitos del cuerpo.”
No estamos en una competencia deportiva en contra del pecado, estamos en una guerra en contra del pecado.
Si estamos luchando o boxeando o jugando fútbol no intentamos matar a nuestro oponente. Tratamos de superarlo en la competencia.
Esto no es lo que hacemos con el pecado. El pecado es un monstruo malo, vicioso, sutil, astuto y malvado que mora en nuestro cuerpo. ¡Debemos matarlo! ¡Golpearlo hasta que esté muerto! Pablo dice que el Dios de paz aplastará a Satanás bajo sus pies.
No puedes tratar a los demonios con gentileza. No puedes engatusarlos. A los demonios les gusta razonar y están más que gustosos que te la pases platicando con ellos. Jesús no dejó que los demonios hablaran. Él no tenía el tiempo para escuchar sus interminables argumentos.
Tienes que decidir de una vez y por todas que todo lo que estás haciendo que sea condenado por la Palabra de Dios debe salir. Puedes gritarle si quieres—cualquier cosa que te probará a ti y al pecado que en realidad estás hablando en serio.
Si le dices a tu perro, “Chiquito, ¿no te gustaría quitarte de la cama de mamá? Que bonito perrito.” ¿Qué crees que hará el perro? Se quedará ahí acostado mirándote.
Si le frunces el ceño al perro, te le acercas de forma amenazante y le dices, “¡Fuera de la cama ahora!” el perro probablemente hará lo que dices.
Lo mismo sucede con el pecado. No puedes dirigirte al pecado con frases dulces. Tampoco puedes decir “Yo sé que no debería hacer esto.” Debes tratar tu pecado como el perro que es. Generalmente te obedecerá una vez que decidas en tu corazón que quieres deshacerte de él.
¡Tienes que asesinarlo!
Claro que nuestro esfuerzo no aleja de nosotros aquello que es espiritual. Sólo el Espíritu de Dios puede hacer eso. Pero el reino espiritual está esperando que juzgues clara y decisivamente tu comportamiento.
Frecuentemente las personas no son liberadas de su pecado porque están justificando su conducta por una razón u otra. Dicen que quieren ser liberados. Quizá se acerquen para que oren por ellos y piden liberación. Pero no reciben liberación porque no están convencidos. Quieren, pero a la vez no quieren ser liberados. Quieren porque saben que es malo seguir en pecado. No quieren porque en lo profundo de su corazón no están convencidos de que una liberación total sea requerida. Ellos sólo quieren írsela llevando.
Sin embargo, todas las recompensas que asociamos con la salvación Cristiana son para los vencedores.
¡Podemos vencer el pecado por medio del Señor Jesucristo! Cristo tiene suficiente poder para ayudarnos a alejarnos de cada uno y de todos los comportamientos. Él posee suficiente sabiduría y autoridad para llevarnos a la victoria total.
¿Es necesaria la victoria total?
El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha estado pecando desde el principio. El Hijo de Dios fue enviado precisamente para destruir las obras del diablo. (1 Juan 3:8—NVI)
¿Acaso la Biblia nos promete que bajo el pacto nuevo podemos lograr la victoria sobre la conducta pecaminosas?
Así que les digo: Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa. (Gálatas 5:16—NVI)
- “Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa.”
- ¡Pero mientras vivamos en el mundo tenemos que pecar!
- “Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa.”
- Cuando vaya al Cielo voy a dejar de pecar.
- “Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa.”
- Nadie es perfecto.
- “Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa.”
- Dios quiere que peque para que pueda manifestar Su gran amor y gracia hacia mí.
- “Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa.”
- Jesús lo hizo todo así que no tenemos que preocuparnos por el pecado.
- “Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa.”
- Dios me ve sólo por medio de Cristo así que Él no sabe si estoy pecando o no.
- “Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa.”
Le hemos permitido a Satanás que nos convenza de que Cristo no tiene el poder para ayudarnos a vencer el pecado. Toda clase de doctrinas ha invadido el pensamiento Cristiano que tiene como su fundamento el concepto de que el pacto nuevo no incluye la liberación de la conducta pecaminosa: - Estamos bajo una dispensa de gracia diferente a la de los pactos anteriores de Dios, especialmente al de la Ley de Moisés. Mientras que antes de la dispensa de gracia la gente tenía que vivir con justicia, amar la misericordia y vivir humildemente ante Dios, ahora todo lo que tiene que hacer es creer en Jesucristo.
- Los mandamientos de Cristo y de Sus Apóstoles se aplican sólo a los Judíos. Los Gentiles van al Cielo por la gracia.
- Jesús terminó nuestra salvación sobre la cruz así que todo lo que tenemos que hacer es creer esto e iremos al Cielo cuando fallezcamos.
- Dios nos ve por medio de Cristo así que como nos comportemos no es de gran importancia.
- Somos salvos por la soberana acción de Dios así que cómo nos comportamos no es de suma importancia.
- No somos salvos manteniéndonos firmes hasta el final, aunque esto es lo que el Señor dijo. Somos salvos por una amnistía incondicional.
- Somos salvos por la gracia y no por obras para que ningún hombre se jacte.
- Cuando intentamos vivir con justicia somos legalistas, Fariseos.
- No existe ningún mandamiento en el Nuevo Testamento excepto que nos amemos unos a otros.
Todo lo anterior es falso y engañoso. Es una ceguera espiritual que reposa sobre la gente Cristiana. No pueden ver lo que está claramente escrito en el Nuevo Testamento.
Existe mucha gente Cristiana buena entre los Evangélicos. Pero viven vidas justas, no por su doctrina sino a pesar de ella.
Por razones que sólo el Señor conoce Él está comenzando a levantar el velo para que podamos ver lo que está escrito. Estamos comenzando a comprender que la salvación en sí es el cambio de presentar comportamiento pecaminoso a presentar la imagen moral de Cristo y reposar tranquilamente en la voluntad del Padre. Y no es que si vivimos con justicia iremos al Cielo. El Cielo no es la meta. La meta es complacer a Dios para tener comunión con Él.
La liberación del pecado y el crecimiento en la imagen moral de Cristo es la salvación. La salvación es la liberación del pecado y el crecimiento en la imagen moral de Cristo.
La salvación no es un boleto al Cielo. El concepto del boleto no tiene base en las Escrituras.
Dios siempre busca fruto donde Cristo ha sido sembrado. El fruto que Dios desea es justicia, santidad y obediencia a Dios. En otras palabras, la imagen moral de Jesucristo. Cuando Dios encuentra esto Él envía bendición. Dios está reclamando a la humanidad del desastre del Jardín del Edén.
Dios nunca bendecirá la conducta pecaminosa. Quizá podamos creer que podemos continuar pecando y luego que Dios por Su gracia nos llevará a una mansión en el Cielo, pero esta no es una enseñanza bíblica. Es una tradición Evangélica. Está en contra de lo que enseña el Nuevo Testamento. Es un engaño, una ceguera espiritual.
El pacto nuevo no acepta comportamiento pecaminoso.
Ninguno que haya nacido de Dios practica el pecado, porque la semilla de Dios permanece en él; no puede practicar el pecado, porque ha nacido de Dios. Así distinguimos entre los hijos de Dios y los hijos del diablo: el que no practica la justicia no es hijo de Dios; ni tampoco lo es el que no ama a su hermano. (1 Juan 3:9,10—NVI)
El pasaje anterior es la Palabra de Dios. No podemos hacer de cuenta que no está en la Biblia.
El pacto nuevo incluye la gracia que nos ayudará a vencer el pecado y a volvernos los esclavos de la conducta justa.
Pero ahora que han sido liberados del pecado y se han puesto al servicio de Dios, cosechan la santidad que conduce a la vida eterna. (Romanos 6:22—NVI)
El pasaje anterior revela que la vida eterna es el resultado de ser libres del pecado, de ser esclavos de Dios, y de tener santidad de personalidad y conducta. ¡Qué diferencia de lo que comúnmente se ensaña en nuestros días!
El pacto nuevo incluye todos los mandamientos de Cristo y de Sus Apóstoles. Estos deben ser obedecidos hasta que la ley moral eterna de Dios esté inscrita en nuestra menta y en nuestro corazón.
Éste es el pacto que después de aquel tiempo haré con la casa de Israel—dice el Señor—: Pondré mis leyes en su mente y las escribiré en su corazón. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. (Hebreos 8:10—NVI)
El resultado final de obedecer todos los mandamientos del Nuevo Testamento es la liberación del pecado y el crecimiento de Cristo en nosotros.
Muchas iglesias Cristianas en Norteamérica están en un estado de apostasía. Esto se debe a que no nos damos cuenta de que la meta es vencer el pecado y crecer en la imagen de Cristo.
Como siempre sucede, cuando no comemos del árbol correcto terminamos comiendo del árbol equivocado.
La gente Pentecostés-Carismática está saliendo disparada hacia todo tipo de actividades y búsquedas que no son bíblicas, como las equivocadas enseñanzas de la fe y la prosperidad, la proyección de imágenes, y el reconstruccionismo. No estamos anhelando justicia y rectitud en las personalidades del pueblo de Dios así que cualquier novedad y actividad sin provecho llaman nuestra atención.
Últimamente se ha suscitado un énfasis en reclutar por la fuerza al Espíritu Santo, intentando usar el Espíritu de Dios para hacer milagros, para producir reuniones donde asisten miles de personas, para “salvar un mundo perdido y moribundo.” Cuánto de esto proviene de Dios está por verse.
Todo lo que yo sé es que el énfasis de los Evangelios, de las Epístolas, y del Libro del Apocalipsis se encuentra en el comportamiento del pueblo de Dios. Esta parece ser el área descuidada a favor de una variedad de novedades—búsquedas religiosas que tienden a pasar por alto el crecimiento que pacientemente se da en el creyente en cuanto a su justicia, su santidad, y su obediencia a Dios.
Yo creo que el espíritu del Falso Profeta está entre nosotros. Yo creo que deseamos mantener nuestra personalidad tal y como es e intentamos usar el Evangelio para nuestro propio beneficio. Un Cristianismo obstinado como este es el Falso Profeta en el reino religioso y el Anticristo en el reino socio-político.
Si queremos conocer al Señor debemos ir a Jesús, dejar nuestra vida a Sus pies, y pedirle que entre a nosotros y que nos vuelva agradables para Él. Sólo conforme nos neguemos a nosotros mismos, tomemos nuestra cruz, y sigamos a Jesús en todas las áreas de nuestra vida, es que escaparemos ser engañados por los espíritus que están trabajando en nuestros días.
(“No Tienes Que Pecar”, 4320-1)