QUITÁNDONOS EL PECADO; PONIÉNDONOS A CRISTO

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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional

Traducido por: Carmen Alvarez


Dos maneras de considerar el problema del pecado en la vida del Cristiano son las siguientes: el Cristiano está en un estado de gracia en el que Dios no ve su pecado; o Cristo en el Cristiano vencerá el pecado, el Cristiano no necesita poner ningún esfuerzo para lograr la victoria sobre el pecado. Desde nuestro punto de vista, ninguna de estas dos maneras se encuentran en las Escrituras y además son destructivas al carácter moral del creyente.


QUITÁNDONOS EL PECADO; PONIÉNDONOS A CRISTO

Con respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos; ser renovados en la actitud de la mente; y ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad. (Efesios 4:22-24—NVI)

“Quitarse el ropaje de la vieja naturaleza.”

“Ponerse el ropaje de la nueva naturaleza.”

Dos maneras de considerar el problema del pecado en la vida del Cristiano son las siguientes: el Cristiano está en un estado de gracia en el que Dios no ve su pecado; o Cristo en el Cristiano vencerá el pecado, el Cristiano no necesita poner ningún esfuerzo para lograr la victoria sobre el pecado. Desde nuestro punto de vista, ninguna de estas dos maneras se encuentran en las Escrituras y además son destructivas al carácter moral del creyente.

Hay numerosos mandamientos en el Nuevo Testamento que debemos obedecer. En ellos no se insinúa que a Dios no le importa si los obedecemos o no porque somos salvos por Su gracia soberana. Tampoco se insinúa en ellos que sólo hay que esperar a que Cristo venza el pecado que se encuentra en nosotros.

Los mandamientos que Cristo y Sus Apóstoles nos dieron deben ser obedecidos. Cristo nos ha dado el Espíritu Santo, Su propio cuerpo y Su propia sangre, la experiencia de volver a nacer, y el testimonio de los Apóstoles para que podamos obedecer Sus mandamientos. Si amamos a Cristo obedeceremos Sus mandamientos y los de Sus Apóstoles. Si no los obedecemos estamos eludiendo el programa de la salvación.

La verdad es que las iglesias Cristianas, quizá en su mayoría, están enseñando algo erróneo. El resultado de este error es que millones de bebés Cristianos no tienen la menor idea de que Dios espera que ellos se esfuercen cada día para vencer su mundanería, su lujuria y las pasiones de su cuerpo y alma, y su voluntad propia. En Norteamérica es bastante débil el testimonio de las buenas obras de las iglesias. Por ello, el gobierno y el reino secular están llenos de depravaciones morales. Las personas con integridad se están volviendo cada vez más escasas. El temor de Dios se ha alejado de la tierra, y la sabiduría junto con ella.

Muchas de las Epístolas del Nuevo Testamento contienen exhortaciones para vivir con rectitud y justicia. Los Apóstoles estarían horrorizados si supieran que llegaría el día en que los eruditos de la Biblia dirían que los creyentes no deben hacerle caso a estas exhortaciones porque son “salvos por la gracia”.

El Libro de Efesios habla sobre nuestro avance en la madurez conforme a la plena estatura de Cristo.

De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo. (Efesios 4:13—NVI)

El Libro de Colosenses menciona que nos manifestaremos con Cristo cuando Él regrese.

Cuando Cristo, que es la vida de ustedes, se manifieste, entonces también ustedes serán manifestados con él en gloria. (Colosenses 3:4—NVI)

A cada una de estas promesas, en Efesios y en Colosenses, le sigue una lista de exhortaciones para mantener una conducta justa y santa. Las exhortaciones son para que hagamos alguna acción de nuestra parte, no son solamente sugerencias que no tienen importancia para nuestra salvación. De hecho los cambios mismos, en nuestra conducta, son la salvación; así que si no le hacemos caso a las exhortaciones ignoraremos nuestra salvación y nos provocaremos un castigo –¡o algo peor!

Veamos primeramente las exhortaciones a vivir con santidad que le siguen al anuncio de que por medio de los dones y ministerios del Espíritu llegaremos a la plena estatura de Cristo.

Así que les digo esto y les insisto en el Señor: no vivan más con pensamientos frívolos como los paganos. (Efesios 4:17—NVI)

A estos paganos convertidos a los que Pablo les está escribiendo, él los considera miembros de Israel. Esto lo podemos observar porque se refiere a las otras personas como “los paganos”. Es decir, a quienes él les está escribiendo ya no los considera paganos sino miembros elegidos de Dios, de la familia de Dios.

Observa su exigencia ¡“No vivan más”! “Les insisto en el Señor.”

Ahora compara esta poderosa exhortación con lo que escuchamos estos días: “No tenemos que obedecer los mandamientos apostólicos para ser salvos.” O, “Debemos simplemente dejar que Cristo lo haga por nosotros.”

¿Estaba Pablo insistiendo esto en Cristo, o no?

¿Estaba Pablo ordenando a sus lectores que dejaran de pecar como los paganos?

¿Estaba Pablo sugiriendo que si los creyentes sólo confiaban en Cristo, que Cristo produciría comportamiento justo en ellos?

Claro que no. Pablo como un apóstol de Cristo Jesús estaba ordenándoles a estas personas, que anteriormente eran paganas, que siguieran buscando la conducta justa y santa.

Han perdido toda vergüenza, se han entregado a la inmoralidad, y no se sacian de cometer toda clase de actos indecentes. (Efesios 4:19—NVI)

El versículo anterior refleja la sociedad Norteamericana de estos tiempos. La gente en gran manera se ha entregado a actos indecentes. ¿Por qué han hecho esto? Porque los Cristianos en muchos casos no están poniendo un buen ejemplo sino que ellos mismos están cediendo a las lujurias y pasiones de su cuerpo y alma.

¿A qué se debe que los Cristianos no están poniendo un buen ejemplo para los que no son salvos? A que los Cristianos se les ha enseñado que el comportamiento justo no es un aspecto primordial para su salvación.

Quizá hace unos cien años o más el problema de los Estados Unidos no era tan grave. Había considerable presión por parte de los miembros de cada comunidad para actuar en forma decente.

En estos días, cuando la televisión de la comunidad presenta programas que promueven actos inmorales, codicia, violencia, perversiones sexuales y toda otra clase de obras de maldad, y cuando los creyentes están escuchando que cualquier intento de su parte de vivir una vida justa es legalismo, el resultado es lo que cualquier persona razonable predeciría: los Cristianos no están viviendo una vida santa. Por ello, las personas salvas no tienen una luz moral para guiarlos.

La razón por la que los Estados Unidos están avanzando hacia una severa disciplina Divina es porque los pastores y evangelistas Cristianos están predicando tradiciones que no están en las Escrituras. Ellos están haciendo hincapié en una gracia soberana bajo la cual ningún individuo que haya tomado los cuatro pasos de la salvación necesita temer al Trono de Justicia de Cristo. También están poniendo énfasis en un “arrebato” que sucederá en cualquier momento y éste énfasis evita una preparación conciente para las calamidades que están por llegar a Norteamérica.

¿Qué motivo tiene el pueblo de Dios para humillarse y orar, y abandonar su mala conducta, cuando ya son perfectos en Cristo? Si Dios ve nuestra conducta sólo a través de Cristo, ¿cómo podemos ser culpables de hacer el mal?

Algunos están diciendo que si confesamos nuestros pecados y nos arrepentimos de ellos que entonces estamos nuevamente crucificando a Cristo. Ya que Norteamérica sólo puede ser sanada por el arrepentimiento del pueblo Cristiano, el futuro realmente se ve terrible.

Es hora de que los ministros de Dios comiencen a predicar las Escrituras en lugar de las tradiciones actuales que no son bíblicas.

Con respecto a la vida que antes llevaban, se les enseñó que debían quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos; ser renovados en la actitud de su mente, y ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad. (Efesios 4:22-24—NVI)

“Quitarse el ropaje de la vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos.”

Por medio de Su apóstol, Cristo nos ha ordenado que nos “quitemos” nuestra naturaleza vieja, corrupta y engañosa. ¿Cómo hacemos esto? Primero debemos reconocer que nuestra personalidad original de Adán es corrupta y engañosa. Ninguno de los programas utópicos que se han intentado durante los últimos cientos de años, incluyendo el Comunismo, ha funcionado, ni funcionará, en la práctica. ¿Por qué? Porque la naturaleza básica del hombre no es buena sino corrupta y engañosa.

Ahora que reconocemos que el individuo más justo, si su justicia no está procediendo de una creación nueva de Cristo en él, es básicamente corrupto, ¿qué podemos hacer?

Podemos vivir ante el Señor arrepintiéndonos abiertamente y a diario. El Espíritu Santo es fiel en seguir señalándonos las áreas de nuestra vida que necesitan ser vencidas. Nosotros debemos confesar nuestros pecados y usar todas nuestras fuerzas para alejarnos de ellos. Debemos entrar valientemente al Trono de Gracia para pedir ayuda. Cuando estemos decididos a lograr la victoria sobre algún comportamiento pecaminoso específico, Cristo nos ayudará. La voluntad del Señor jamás es que un Cristiano viva sabiendo que está pecando.

“Ponerse el ropaje de la nueva naturaleza, creada a imagen de Dios, en verdadera justicia y santidad.”

¿Cómo nos ponemos la nueva naturaleza? Lo hacemos orando todos los días, leyendo nuestra Biblia todos los días, asistiendo a la iglesia de manera regular (quizá hasta con discípulos fervientes), siendo ministrados y ministrando, dando de nuestros recursos materiales, y haciendo todo lo demás relacionado con un discipulado saludable.

Es de suma importancia que constantemente tengamos nuestra vista en el Señor. Debemos buscar en Cristo la respuesta a toda decisión que tomemos. Debemos negarnos a nosotros mismos, llevar nuestra cruz cada día, y seguir a Cristo. Nos ponemos el ropaje de la nueva naturaleza, un instante a la vez conforme el Espíritu de Dios nos guíe.

Permíteme enfatizar que esto es lo que es la salvación. La salvación es el programa de poner a un lado la naturaleza pecaminosa y ponernos a Cristo. Cuando no estamos haciendo esto cada día entonces no estamos siendo un discípulo; no estamos siendo Cristianos; no estamos siendo salvos.

¿Cómo podemos decir que estamos siendo salvos si no estamos siguiendo a Cristo a cada momento? ¿Acaso la salvación es un boleto que nos lleva al Cielo sin importar cómo nos comportemos? Escudriña las Escrituras. No encontrarás ningún plan de salvación como este. Lo que se está predicando en estos días es otro Evangelio, y la maldición de Pablo está sobre él.

Por lo tanto, dejando la mentira, hable cada uno a su prójimo con la verdad, porque todos somos miembros de un mismo cuerpo. Si se enojan, no pequen. No dejen que el sol se ponga estando aún enojados, ni den cabida al diablo. El que robaba, que no robe más, sino que trabaje honradamente con las manos para tener qué compartir con los necesitados. (Efesios 4:25-28—NVI)

Dejando la mentira, hable la verdad.

No permanezcan enojados.

No den cabida al diablo.

No roben.

Trabaja duro y comparte tus ganancias con los necesitados.

¿Acaso podemos ser salvos y seguir mintiendo, seguir enojados, seguir dando cabida al diablo, seguir robando, seguir sin trabajar o rehusándonos a asistir al pobre?

La enseñanza moderna dice que sí, porque no somos salvos por las obras.

Las Escrituras y el sentido común dicen que no. Cuando la rama no da el fruto de asemejarse a Cristo entonces es cortado de la Vid, de Cristo.

Debemos lograr la victoria sobre la mentira, la ira, el deseo de robar, la flojera, el egoísmo, y todas las demás tentaciones de Satanás. Por medio de Cristo, lo podemos lograr. Si queremos ser merecedores del Reino de Dios, ¡debemos absolutamente hacerlo!

Un problema que afecta a numerosos Cristianos es el de sentirse ofendidos. Las iglesias están llenas de creyentes ofendidos. No existe una manera más rápida de destruir una asamblea que tener a miembros que se sienten ofendidos por otros miembros.

A mí me gusta pensar que las ofensas son como cucarachas en nuestra avena. Si notas la cucaracha en tu avena, no creo que te comerías la cucaracha. De hecho, probablemente echarías fuera todo el plato de avena, a excepción de que fueras muy pobre.

De igual manera, cuando percibes que estás a punto de ser ofendido, trata tu sentimiento como tratarías a una cucaracha en tu avena. Échalo de ti. Deshazte de él. Es feo y nauseabundo.

Preséntate ante el Señor y quédate ahí ante Él hasta que regrese tu paz. Esfuérzate por lograr la paz y la armonía en la asamblea. Nuestra naturaleza corrupta y engañosa se ofende fácilmente. Es difícil ofender a nuestra nueva naturaleza en Cristo, así como es difícil ofender a Dios. Dios puede aguantar con nosotros todo el día, pero mientras no hayamos dejado a un lado nuestra vieja naturaleza nos ofendemos con facilidad por situaciones insignificantes.

Si mientes, confiesa tu pecado a Dios y pídele que te ayuda a deshacerte de esta conducta demoníaca. La mentira merece estar en el Lago de Fuego.

Cuando te enojes, ora hasta que logres el control de ti mismo. No es un pecado enojarte, pero es pecado permitir que el enojo te controle a ti. Ora hasta que logres recuperar tu paz. Luego pregúntale a Dios cómo puedes responder a la situación que te molesta.

Si hemos robado algo debemos confesar nuestro pecado al Señor y pedirle Su ayuda para que no vuelva a suceder. Una vez que tengamos paz en nuestra oración quizá sintamos que es la voluntad del Señor que regresemos lo que hayamos robado. Debemos orar cuidadosamente sobre esto.

Robar es una forma de mentir, y todos los mentirosos están avanzando hacia el Lago de Fuego, sean Cristianos o no. Uno de los grandes errores en la mentalidad Cristiana es que el Cristiano no está sujeto al juicio Divino debido a que cree en Cristo, debido a la gracia. La verdad es que cuando Dios nos perdona, Él tiene en mente liberarnos completamente de la mentira. Si no aprovechamos las provisiones de Dios y continuamos mintiendo, finalmente iremos a estar con todos los mentirosos.

La confusión en la mentalidad Cristiana tiene que ver con lo que la gracia reemplaza. La gracia, bajo el pacto nuevo, no reemplaza la necesidad de ser hechos en la imagen moral de Dios. La gracia reemplaza la Ley de Moisés. La Ley fue dada por Moisés. La gracia y la verdad vinieron del Señor Jesucristo.

La Ley de Moisés siempre se vio como algo temporal. Su propósito fue controlar el pecado hasta que arribara la Simiente prometida. Ahora que la Simiente, Jesucristo, ha sido crucificado por nuestros pecados y ha sido resucitado para nuestra justificación, la Ley ya no es válida.

Por esto es tan engañoso y destructivo el concepto de que la gracia y la verdad de Jesucristo reemplazan la necesidad de que nosotros debemos cambiar para ser a la imagen de Dios. Al ver la gracia como un boleto para ir al Paraíso, como una alternativa a la necesidad de quitarnos la naturaleza pecaminosa y ponernos el ropaje de la nueva naturaleza creada para ser como Dios en justicia y santidad verdaderas, hemos arruinado todo lo que Dios está buscando lograr.

Cuando usamos la no-bíblica solución “estado de gracia” para el problema del pecado en la vida Cristiana, o cuando adoptamos el punto de vista de que cualquier cosa que Cristo quiera cambiar en nosotros que Él la cambiará sin una batalla diligente de nuestra parte, sin que peleemos en la buena batalla de la fe, entonces muy poco cambio moral ocurrirá en nuestras vidas. Esto es especialmente verdad si se nos enseña, en conjunción con estos dos errores anteriores, que cómo conduce un creyente su discipulado no determinará lo que experimentará en el Día de la Resurrección.

Los Cristianos Norteamericanos van a enfrentar un futuro terrible debido a sus creencias en estas doctrinas que no están en las Escrituras. En un futuro no muy lejano, el juicio de Dios caerá sobre Norteamérica debido a su tibieza. Norteamérica está enfrentando la posibilidad de una guerra tan devastadora que la nación será reducida a un estatus de segunda clase mientras que una nación más disciplinada asumirá el liderazgo del mundo. En un futuro más lejano, los Cristianos Norteamericanos van a recibir del Trono de Justicia de Cristo tanto el bien como el mal que hayan practicado mientras vivieron sobre la tierra.

No podemos comprobar el segundo terror hasta morir, pero el primer terror será confirmado en el futuro. Muchos de nosotros que vivimos en estos tiempos experimentaremos la guerra. Si estoy escuchando correctamente del Señor, los Estados Unidos sobrevivirán la guerra que está por venir pero nunca más estará en una posición de liderazgo entre las naciones.

¿Qué más dice Pablo?

Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes escuchan. No agravien al Espíritu Santo de Dios, con el cual fueron sellados para el día de la redención. Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo. (Efesios 4:29-32—NVI)

Si queremos que nuestra conversación sólo contenga palabras de edificación para los que nos escuchan en Cristo, entonces vamos a tener que orar en todo momento. Nunca debe existir el momento en que no tengamos espiritualmente levantada nuestra guardia. Sólo viviendo en el Espíritu de Dios en todo momento podemos proteger a este grado lo que sale de nuestra boca.

Pero si siguen mordiéndose y devorándose, tengan cuidado, no sea que acaben por destruirse unos a otros. Así que les digo: Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa. (Gálatas 5:15,16—NVI)

Para vivir por el Espíritu debemos cumplir cada día todas las actividades Cristianas que se esperan de nosotros. Además de esto debemos constantemente buscar en el Señor la respuesta a cada decisión que debemos tomar.

La vida es en realidad una serie de deseos y del cumplimiento de estos deseos. Hay una jerarquía de deseos en nuestra vida de tal manera que cada deseo puede ser definido como la fuente de un deseo menor mientras que éste es gobernado por una fuente mayor.

Por ejemplo: deseamos alimento, y ese deseo se cumple al comer. Para obtener alimento, primero debemos desear dinero. Pero el deseo por alimento es parte de un deseo mayor, el cual es vivir. El mayor de los deseos, y la fuente de todos los deseos menores, es tener gozo.

Así que la vida en realidad consiste de una serie de decisiones y una serie de deseos y del cumplimiento de esos deseos. Vivir en y por el Espíritu es ser guiado por Cristo en todas las decisiones y en todos los cumplimientos de esos deseos. Este es el reposo de Dios.

En breve, si queremos quitarnos el pecado y ponernos a Cristo debemos orar sin cesar. Cada decisión tomada, cada opción elegida, de hecho, cada deseo que tengamos, debe ser llevado a Cristo. Esto es lo que significa vivir por el Espíritu de Dios.

“No agravien al Espíritu Santo de Dios, con el cual fueron sellados para el día de la redención.”

El Día de la redención está en el futuro. Será una época en la que el Señor Jesús vendrá a quienes lo estén esperando. Él los liberará de todo vestigio de pecado y finalmente los vestirá con su hogar del Cielo de carne y hueso resucitado, libre de pecado y militantemente justo.

La expresión “fueron sellados” significa que en ese momento tuvimos en nosotros una porción del Espíritu Santo y por eso fuimos reconocidos como candidatos a la plenitud de la redención.

Una redención así de gloriosa y completa es condicional. Debemos estar viviendo como santos victoriosos. Debemos estar poniendo a morir los actos pecaminosos de nuestro cuerpo conforme el Espíritu Santo nos los señale.

Esta es la razón por la que el Apóstol Pablo nos advirtió que si vivimos según nuestra naturaleza pecaminosa moriremos. Con esto quiso decir que si no escogemos vivir como santos victoriosos entonces en el Día de Cristo recibiremos nuevamente nuestro cuerpo de carne y hueso pero no habrá una morada libre de pecado que revista nuestra forma resucitada. Seremos encontrados espiritualmente desnudos. Cosecharemos corrupción.

Podemos ver inmediatamente lo mortal que es esta doctrina Cristiana.

Afligimos al Espíritu de Dios cuando nos comportamos de manera injusta e impía porque la comisión del Espíritu es presentarnos ante Cristo como una virgen casta.

Se nos ha ordenado abandonar toda amargura, ira, enojo, gritos, calumnias y toda las demás formas de maldad. “Abandonen” todo esto nos ordena el Apóstol. ¿Crees que esto parece como que la salvación funciona independientemente de nuestro comportamiento? ¿Acaso parece como si tuviéramos que esperar hasta que Cristo lo haga por nosotros?

Todas estas expresiones de maldad agravian al Espíritu, quien ha sido puesto a cargo de nosotros.

Debemos ser bondadosos y compasivos unos con otros, y perdonarnos mutuamente. Es imposible ser un santo victorioso mientras haya alguien a quien no hayamos perdonado. Sabemos que quien odia a su hermano no tiene vida eterna dentro de si, sin importar con cuánta vehemencia cree en Cristo.

Cuando no perdonamos a las personas, Dios no nos perdona a nosotros. Si Dios no nos perdona entonces no hay forma de que seamos resucitados cuando el Señor Jesús se manifieste.

Por tanto, imiten a Dios, como hijos muy amados, y lleven una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios. (Efesios 5:1,2—NVI)

Se nos ha dado la orden de imitar la Personalidad y el comportamiento de Dios. Nosotros en nuestra naturaleza de Adán debemos hacer todo lo que está en nuestro poder para lograrlo. Al mismo tiempo debemos orar continuamente a Cristo para recibir Su ayuda.

Si hacemos esto, si obedecemos los mandamientos de Cristo lo mejor que podamos, con la sabiduría y la fuerza del Espíritu Santo, llegará el momento en que Cristo habrá crecido tanto en nuestra personalidad que la Personalidad y el comportamiento de Dios serán característicos de nosotros. Primero guardamos la Palabra. Luego la Palabra nos guarda a nosotros.

Pero nada sucede hasta que estemos dispuestos a obedecer lo mejor que podamos los mandamientos del Nuevo Testamento.

Entre ustedes ni siquiera debe mencionarse la inmoralidad sexual, ni ninguna clase de impureza o de avaricia, porque eso no es propio del pueblo santo de Dios. Tampoco debe haber palabras indecentes, conversaciones necias ni chistes groseros, todo lo cual está fuera de lugar; haya más bien acción de gracias. Porque pueden estar seguros de que nadie que sea avaro (es decir, idólatra), inmoral o impuro tendrá herencia en el reino de Cristo y de Dios. Que nadie los engañe con argumentaciones vanas, porque por esto viene el castigo de Dios sobre los que viven en la desobediencia. Así que no se hagan cómplices de ellos. (Efesios 5:3-7—NVI)

La inmoralidad sexual y la avaricia no deben existir entre los santos de Dios. El que hayamos sido salvos por la gracia y no por las obras de justicia que hayamos hecho no quiere decir que no importa si somos inmorales o avariciosos. Aquí se encuentra el gran error en la enseñanza Cristiana de nuestros días.

En varias ocasiones Pablo habla en contra del adulterio y la inmoralidad sexual. Estos actos producen muerte espiritual confesemos o no el nombre de Cristo.

El hombre rico fue echado al Infierno por su avaricia egoísta. No quiso ayudar a Lázaro. Aquel que no es generoso no es conocido por el Señor Jesús.

Entre los Cristianos es común encontrar palabras indecentes, conversaciones necias y chistes groseros. Quien habla de esta manera manifiesta que no está viviendo en el Espíritu de Dios. Dios nos dará la victoria sobre nuestra lengua si vamos ante Él con suficiente determinación.

El Apóstol Pablo dice que la persona inmoral, impura o avariciosa es un idólatra. Además, tales personas no tienen herencia en el Reino de Cristo y de Dios.

Recuerda que Pablo les está escribiendo a los Cristianos. Les está advirtiendo claramente que si continúan en inmoralidad, impureza o avaricia que no tendrán herencia en el Reino de Dios.

¿Cómo es entonces que un líder Cristiano puede enseñar que somos salvos por una gracia soberana independiente de nuestra conducta?

O el Nuevo Testamento, tal y como está, es la Palabra de Dios o no lo es.

O el Apóstol Pablo escribió por el Espíritu de Dios o no lo hizo.

¿Acaso estamos diciendo que si un Cristiano continúa en inmoralidad o avaricia que no tendrá herencia en el Reino de Dios?

Exactamente. No tiene herencia en el Reino de Dios.

¿Por qué?

Porque la inmoralidad y la avaricia no son permitidos en el Reino. Quien practique tales actos no tiene participación en el Reino.

Pero ¿no es verdad que la gracia hace posible que nosotros participemos en el Reino aun cuando practiquemos la inmoralidad y la avaricia?

No, no es verdad. El propósito de la gracia no es el de disculpar los pecados de los Cristianos. El propósito de la gracia Divina es hacer posible que nosotros seamos liberados de la inmoralidad y la avaricia.

¿Cuándo seremos liberados?

Cuando el Espíritu Santo nos esté señalando que estamos pecando, entonces Él está listo para liberarnos. Nosotros debemos confesar nuestro pecado y alejarnos de él. Si lo hacemos, el Espíritu nos dará la victoria sobre él.

El capítulo trece del Evangelio de Mateo nos informa que en los últimos días los mensajeros de Dios quitarán de Su Reino todo lo que ofende a Dios, y luego a todos los que ofenden a Dios. Yo creo que la hora de quitar lo que ofende a Dios ha comenzado.

He leído sobre santos que han batallado durante años con su naturaleza pecaminosa, y luego repentinamente reciben garantía de que han sido liberados. Ya no parece suceder así. Ahora, cuando vamos a Dios y confesamos un comportamiento específico, recibimos la fuerza en ese momento para alejarnos de él. Quizá hemos llegado a una nueva era en lo que se refiere a la liberación del pecado.

El punto que debemos recordar es que no podemos seguir pecando y seguir en el Reino. El propósito de la gracia Divina no es el de llevarnos al Reino de Dios mientras seguimos repitiendo los actos que sabemos que son pecaminosos.

Alguien preguntará, “¿pero qué hay del ladrón sobre la cruz?”

Cristo llevó a ese ladrón al Paraíso, al lugar de los muertos. El Paraíso no es el mismo lugar que el Reino de Dios. Para poder entrar al Reino de Dios debemos volver a nacer. Luego debemos seguir al Espíritu de Dios en la victoria sobre el pecado.

Nuestra meta no es el Paraíso sino el Reino de Dios.

Nosotros los Cristianos ciertamente hemos sido engañados con palabras vacías. La ira de Dios cae sobre el desobediente, así que no debemos actuar como uno de ellos.

Porque ustedes antes eran oscuridad, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de luz (el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad) y comprueben lo que agrada al Señor. No tengan nada que ver con las obras infructuosas de la oscuridad, sino más bien denúncienlas, porque da vergüenza aun mencionar lo que los desobedientes hacen en secreto. Pero todo lo que la luz pone al descubierto se hace visible, porque la luz es lo que hace que todo sea visible. Por eso se dice: “Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo.” (Efesios 5:8-14—NVI)

“Porque ustedes antes eran oscuridad, pero ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de luz.”

Antes de que recibiéramos a Cristo éramos oscuridad, moralmente hablando. Ahora debemos vivir como hijos de luz.

¿Qué significa vivir como hijos de luz?

“El fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad.”

Bondad, justicia y verdad. Quienes practican tales comportamientos son hijos de luz. Quienes practican la maldad, la injusticia, y la mentira, son hijos de la oscuridad profesen o no fe en Jesucristo.

No debemos ser engañados. Quienes practican la maldad son del diablo.

Queridos hijos, que nadie los engañe. El que practica la justicia es justo, así como él es justo. El que practica el pecado es del diablo, porque el diablo ha estado pecando desde el principio. El Hijo de Dios fue enviado precisamente para destruir las obras del diablo. (1 Juan 3:7,8—NVI)

“Comprueben lo que agrada al Señor.” Debemos ir constantemente ante el Señor Jesús para descubrir qué es lo que le agrada. Esta es la razón por la que las Escrituras nos ordenan buscar al Señor. Debemos hacer un esfuerzo continuo si queremos entrar a ese reposo de Dios en el que nuestra voluntad se alinea con la voluntad de Dios.

“Porque da vergüenza aun mencionar lo que los desobedientes hacen en secreto.”

Ciertamente el comportamiento de las personas de hoy en día ni siquiera puede mencionarse debido a su vileza. Nosotros los Cristianos debemos evitar ser manchados por el mundo.

“Pero todo lo que la luz pone al descubierto se hace visible, porque la luz es lo que hace que todo sea visible.”

Quienes están pecando se esconden de Dios. Quienes están buscando al Señor corren hacia la luz para que sus obras puedan probar que fueron forjadas en Dios.

“Por eso se dice: ‘Despiértate, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo’.”

El significado del enunciado anterior no es que estemos en un estado de gracia de tal manera que no importa cómo nos comportemos. Tampoco sugiere que sólo debemos esperar hasta que Cristo nos perfeccione.

¡Debemos despertarnos! ¡Debemos despertarnos a la conducta justa! Debemos presentarnos ante el Señor con todo nuestro vigor y con toda diligencia, especialmente en la hora actual cuando parece que las multitudes del Infierno están intentando atraernos a las maneras del mundo.

Así que tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan como necios sino como sabios, aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos. Por tanto, no sean insensatos, sino entiendan cuál es la voluntad del Señor. No se emborrachen con vino, que lleva al desenfreno. Al contrario, sean llenos del Espíritu. Anímense unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales. Canten y alaben al Señor con el corazón, dando siempre gracias a Dios el Padre por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Sométanse unos a otros, por reverencia a Cristo. (Efesios 5:15-21—NVI)

Debemos tener cuidado de nuestra manera de vivir. No debemos ser necios sino debemos comprender la voluntad de Cristo. Me gusta decir que debemos estar en guardia. Esto significa que sin importar dónde nos encontremos o qué estemos haciendo, siempre debemos estar conscientes de la voluntad de Cristo.

A los Cristianos les gusta ir de vacaciones e ir a fiestas. Es muy fácil bajar nuestra guardia durante esas ocasiones. En el momento en que lo hacemos, Satanás puede engañarnos hacia ciertas acciones o palabras que no deben hacerse o decirse. Debemos orar aun cuando estemos de vacaciones; aun cuando estemos en una fiesta. Si no entramos instantáneamente en oración, podemos sufrir serias heridas espirituales y físicas.

Encuentro que el modelo Americano de trabajar treinta años y luego jubilarse no es de beneficio para el pueblo Cristiano.

En primer lugar, en el momento en que nos relajemos pensando que tenemos suficiente dinero guardado para poder descansar y disfrutar lo que tenemos, en ese mismo momento el Señor puede venir y demandar un informe de nuestra vida.

Los Cristianos viejos y con experiencia tienen mucho que dar. Está bien si un individuo trabaja para una empresa y luego se jubila de ese trabajo. Pero nunca, nunca, nunca debe establecerse en esa relajación. La verdad es que la persona jubilada está ahora en una muy buena posición para edificar al Cuerpo de Cristo.

Será tratado como un siervo flojo y desobediente si no usa todo lo que Dios le ha dado para edificar el Reino de Dios.

Debemos servir a Cristo con todas nuestras fuerzas hasta que nos llame a nuestro hogar. Aun en el Reino de Dios no existe la jubilación.

Debemos indudablemente continuar haciendo lo mejor que podamos con cada oportunidad que se nos presente hasta que el Señor nos diga que nuestra tarea ha concluido. Si no lo hacemos, al morir no nos vamos a encontrar con un Cristo sonriente.

En lo que se refiere al consumo de bebidas alcohólicas, existen diferencias culturales de nación en nación y de raza en raza. En Norteamérica, el individuo que desee vivir como un santo victorioso mostraría sabiduría si no tiene nada que ver con el alcohol. El efecto del alcohol y el efecto del Espíritu Santo sobre nuestro sistema nervioso son similares. Por lo tanto, el individuo con alcohol en su sistema no puede estar seguro si lo que está diciendo y haciendo es del espíritu del alcohol o del Espíritu de Dios.

El individuo que está decidido a ser un vencedor, y a recibir las recompensas asignadas al vencedor, no debe tener nada que ver con el alcohol. ¿Qué necesidad tiene para el alcohol cuando puede escoger ser lleno con el Espíritu de Dios?

Después de informarnos que vamos a manifestarnos con Cristo a Su regreso, Pablo nos dice qué tipo de conducta se espera de nosotros:

Cuando Cristo, que es la vida de ustedes, se manifieste, entonces también ustedes serán manifestados con él en gloria. Por tanto, hagan morir todo lo que es propio de la naturaleza terrenal, inmoralidad sexual, impureza, bajas pasiones, malos deseos y avaricia, la cual es idolatría. Por estas cosas viene el castigo de Dios. Ustedes las practicaron en otro tiempo, cuando vivían en ellas. Pero ahora abandonen también todo esto: enojo, ira, malicia, calumnia y lenguaje obsceno. Dejen de mentirse unos a otros, ahora que se han quitado el ropaje de la vieja naturaleza con sus vicios, y se han puesto el de la nueva naturaleza, que se va renovando en conocimiento a imagen de su Creador. En esta nueva naturaleza no hay griego ni judío, circunciso ni incircunciso, culto ni inculto, esclavo ni libre, sino que Cristo es todo y está en todos. (Colosenses 3:4-11—NVI)

En Colosenses Pablo dice casi lo mismo que dice en su epístola a los Efesios. Debemos hacer morir la inmoralidad sexual, la impureza, las bajas pasiones, los malos deseos y la avaricia. Hacemos morir estos comportamientos confesándolos como pecado, denunciándolos como perversos, declarando que no van a tener nada que ver con nosotros, y luego presentándonos ante Dios para certificar y validar nuestra declaración.

Al renunciar vehementemente a nuestros pecados saldrán de ellos el furor y la vida. Luego podremos vivir en victoria sobre ellos.

Observa nuevamente: “ahora abandonen también todo esto: enojo, ira, malicia, calumnia y lenguaje obsceno”.

Nosotros debemos abandonar todo esto. Algunos de ellos podemos simplemente dejar de hacerlos, ejerciendo un poco de voluntad propia. Otros requieren que busquemos fervientemente a Dios para poder lograr la victoria total sobre ellos.

“Dejen de mentirse unos a otros, ahora que se han quitado el ropaje de la vieja naturaleza con sus vicios, y se han puesto el de la nueva naturaleza, que se va renovando en conocimiento a imagen de su Creador.” Quitándose el ropaje de la vieja naturaleza y poniéndose el de la nueva naturaleza. ¿Dónde escuchamos esto con anterioridad?

Observa que Pablo dijo, “la nueva naturaleza, que se va renovando en conocimiento a imagen de su Creador”.

Pablo nos dijo en Romanos que hemos sido predestinados a ser conformados a la imagen del Hijo de Dios, la cual es, claro, la imagen de Dios. ¿Acaso no era esta la autorización original de que el hombre debía ser a la imagen de Dios?

Pues bien, ¿cómo llegamos a ser a la imagen de Dios? Quitándonos la vieja naturaleza pecaminosa y poniéndonos la nueva naturaleza de Cristo. ¡Tan sencillo como eso!

Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes. Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo perfecto. (Colosenses 3:12-14—NVI)

“Revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia.”

“Se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes.”

“Vístanse de amor, que es el vínculo perfecto.”

Nos propusimos en este breve ensayo demostrar que las dos maneras actuales de ver el pecado en la vida del Cristiano son engañosas y destructivas. El pecado no se disculpa por la “gracia”. También es verdad que no debemos solamente de esperar hasta que Cristo nos perfeccione. Nosotros debemos buscar a Dios continuamente y diligentemente para crecer en la imagen de Cristo.

Alguien puede preguntar, “¿Y qué pasa si no hacemos lo que ordenó Pablo? ¿Seremos ‘salvos’ de todos modos?”

Lo que esta pregunta realmente quiere saber es, ¿iremos al Cielo aun si desobedecemos a Cristo y a Sus Apóstoles?

El problema con esta pregunta es que estamos pensando en términos de la definición convencional de la salvación –ser salvo es vivir eternamente libre de toda preocupación y dolor en una mansión en el Cielo.

La verdad es que la cuestión en el Nuevo Testamento, como puede verificarse con facilidad, no es obtener residencia en el Cielo sino heredar el Reino de Dios.

La salvación es el programa de cambiarnos de ser a la imagen de Satanás a ser a la imagen de Dios para que podamos heredar el Reino de Dios.

Las obras de la naturaleza pecaminosa se conocen bien: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje; idolatría y brujería; odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia; borracheras, orgías, y otras cosas parecidas. Les advierto ahora, como antes lo hice, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. (Gálatas 5:19-21—NVI)

¿Iremos al Cielo si profesamos a Cristo aunque no obedezcamos los mandamientos encontrados en el Nuevo Testamento?

Yo no lo creo.

¿Heredaremos el Reino de Dios si continuamos obedeciendo los impulsos de nuestra naturaleza pecaminosa?

Absolutamente no, según las Escrituras.

Entonces ¿qué debemos hacer?

Esta es la respuesta de Pablo:

Que gobierne en sus corazones la paz de Cristo, a la cual fueron llamados en un solo cuerpo. Y sean agradecidos. Que habite en ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza: instrúyanse y aconséjense unos a otros con toda sabiduría; canten salmos, himnos y canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón. Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él. (Colosenses 3:15-17—NVI)

¿Puedes decir Amén al Apóstol Pablo?

(“Quitándonos El Pecado; Poniéndonos a Cristo”, 4318-1)

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