EL GRUPO DE LOS "SOLTEROS"
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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional
Traducido por: Carmen Alvarez
El evangelio de la gracia de Pablo está resumido en Romanos 7:4: estamos muertos a la Ley de Moisés para pertenecerle a Cristo, con la meta de que surja el fruto de una conducta justa ante Dios. Estamos muertos para poder casarnos, no para que Dios nos considere sin culpa sin importar lo que hagamos.
Los “solteros” espirituales están viviendo en un estado de maldad. Ellos no están bajo la Ley de Moisés, ni están viviendo según la voluntad de Cristo resucitado. Ellos no le pertenecen. Son Cristianos en nombre solamente y suponen que su asentimiento a la doctrina correcta les asegura ser justificados ante Dios. Ellos creen en una gracia que los salva sin importar sus obras. Este es un malentendido sobre la salvación Cristiana.
EL GRUPO DE LOS “SOLTEROS”
En aquel día, siete mujeres agarrarán a un solo hombre y le dirán: “De alimentarnos y de vestirnos nosotras nos ocuparemos; tan sólo déjanos llevar tu nombre: ¡Líbranos de nuestra afrenta!” (Isaías 4:1—NVI)
Muchas iglesias de nuestra época tiene un “grupo de solteros”. El grupo de solteros consiste de hombres y mujeres que no están casados o que han estado casados y que ahora están divorciados. Los miembros conviven con aquellos que comparten sus mismos intereses y problemas.
Sin embargo, existe otro tipo de “grupo de solteros”. Se compone de Cristianos que están divorciados de la Ley de Moisés pero que no están casados con el Señor Jesús.
El grupo de los “solteros”, que es el tema de este ensayo, consiste de los “creyentes” en Cristo, los Cristianos-de-nombre, los feligreses que piensan que han muerto a la Ley de Moisés pero que no le pertenecen a Cristo.
En ellos se cumple Isaías 4:1 (citado anteriormente). Ellos desean ocuparse de alimentarse (su alimento espiritual preferido) y vestirse (comportarse como ellos deseen sin importarles ningún señor ni ninguna autoridad). Sin embargo, ellos toman el nombre de Cristo para aparentar tener algún tipo de respeto moral y espiritual.
Isaías no pudo haber descrito mejor a los “solteros” espirituales si hubiera estado vivo en esta época.
Los “solteros” espirituales están viviendo en un estado de maldad. No están viviendo bajo la Ley de Moisés, ni están viviendo según la voluntad de Cristo resucitado—no le pertenecen a Cristo.
Son Cristianos de nombre solamente, suponen que un asentimiento mental de una doctrina correcta es la gracia que les asegura ser justificados ante Dios. Creen que la gracia que salva sin importar las obras de la Ley Judía, de lo cual habló el Apóstol Pablo, consiste principalmente de una declaración de fe en Cristo. Nuevamente repetimos que este es un malentendido de lo que es la salvación Cristiana.
Romanos 7:4 describe el corazón del pacto nuevo. El corazón del pacto nuevo es pertenecerle al Señor Jesús—es unión con Él en Su muerte y Su resurrección.
Así mismo, hermanos míos, ustedes murieron a la ley mediante el cuerpo crucificado de Cristo, a fin de pertenecer al que fue levantado de entre los muertos. De este modo daremos fruto para Dios. (Romanos 7:4—NVI)
Anteriormente le pertenecíamos a la Ley de Moisés. Estábamos casados con tablas de piedra.
Anteriormente buscábamos en la palabra escrita de Dios ser justificados. Ahora no estamos buscando en la ley escrita. Ahora estamos buscando en una Persona—en el Hombre, en Cristo—para ser justificados. Ahora hemos muerto a la Ley de Moisés y le perteneceremos a Cristo.
El problema en esto es que muchos Cristianos no se consideran a sí mismos obligados a obedecer la Ley de Moisés, pero tampoco buscan pertenecerle a Cristo. No están dando el fruto de la Ley ni el fruto de Cristo en sus vidas.
El Apóstol Pablo nunca enseñó que podíamos declarar nuestra fe en Cristo y luego permanecer “sin casarnos”.
Es obligatorio que todas las personas obedezcan en todo tiempo los Diez Mandamientos hasta el día que mueran y resuciten con Cristo, esto es especialmente cierto para el Israel de Dios.
Romanos 10:9,10 puede ser interpretado que para ser salvo es necesario sólo confesar a Cristo y profesar que creemos que Dios lo resucitó de entre los muertos. Pero esta interpretación requiere que ignoremos el resto del Libro de Romanos. El Capítulo Seis de Romanos nos enseña que debemos, si queremos lograr la vida eterna, escoger ser siervos de la justicia.
La costumbre de construir nuestra salvación de uno o dos versículos “clave” requiere que separemos estos versículos del resto de los escritos de Pablo y que los interpretemos aisladamente del equilibrio que Pablo hace sobre la explicación de la gracia. Un análisis de todas las Epístolas revela que Pablo enseñó comportamiento justo tan firmemente como lo hizo el Apóstol Santiago.
El evangelio de la gracia de Pablo se resume en Romanos 7:4. Estamos muertos a la ley de Moisés para poder pertenecerle a Cristo, con la meta de dar fruto de justicia para Dios. Estamos muertos para poder pertenecerle, no para que Dios nos considere sin culpa sin importar lo que hagamos.
¡Estamos muertos a la Ley de Moisés para poder pertenecerle al Señor Jesucristo!
Morir a Moisés por medio de la fe en Cristo y ser bautizado en agua, y luego no proceder a la unión con Cristo resucitado, es morar en un estado de maldad. El “soltero” espiritual es un individuo que no vive siendo justificado. No está bajo la autoridad de los Diez Mandamientos ni la de Cristo.
El matrimonio con Cristo es el tema más importante de la salvación Cristiana. Si no estamos casados con Él en una comunión vital y diaria, si no estamos morando en Su Presencia, pensando Sus pensamientos, obedeciendo todos Sus deseos, entonces no estamos guardando nuestra parte del pacto nuevo. No daremos fruto. Seremos quitados de la Vid, nos secaremos y moriremos. Nuestro destino será el fuego (Juan 15:6; Hebreos 6:8).
Consideremos por un momento la naturaleza del pacto nuevo—el medio de la redención a través de la fe en Cristo.
El pacto nuevo es el plan de Dios para crear al hombre a Su imagen, para hacer al hombre realmente justo, realmente santo y obediente a Dios.
El pacto antiguo, la Ley de Moisés, incluye muchas leyes y ordenanzas justas. Pero el pacto antiguo está limitado por la debilidad de la carne humana. Nosotros los humanos tenemos una naturaleza pecaminosa. La Ley de Moisés enfatiza nuestro pecado pero la Ley de Moisés no tiene ningún poder para liberarnos de nuestra naturaleza pecaminosa.
El pacto nuevo es el Señor Jesucristo.
El Señor Jesús viene a un individuo. Cristo le dice, “Déjame tomar tu personalidad—lo malo y lo bueno. Estoy listo para tomar completa responsabilidad por ella. Tengo la autoridad, basada en Mi muerte sobre la cruz, para perdonar todos tus pecados pasados. Además, estoy dispuesto a tomar la responsabilidad de todo lo que eres y de todo lo que hagas desde este momento en adelante.”
“Ya que Mi Padre me ha hecho tu Juez ya no tienes que preocuparte con ningún otro estándar de justicia. Ningún hombre ni ningún espíritu puede acusarte de algo. Desde ahora en adelante tú eres Mi responsabilidad. Yo, y sólo Yo, soy tu Juez.”
Las enseñanzas Cristianas actuales proceden hasta este punto y luego se alejan del pacto nuevo. Mantienen que Cristo toma toda la responsabilidad por nuestros pecados—pasados, presentes y futuros, y luego nos deja esperando para morir e ir al Cielo para vivir por siempre en una mansión.
La enseñanza actual no pone suficiente énfasis en lo que sigue después de recibir a Cristo.
El Señor Jesús continúa diciendo, “Ahora que eres Mi responsabilidad, quiero que vivas en Mí, Conmigo y para Mi. Quiero que busques Mi rostro con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Quiero que comas de Mi cuerpo y bebas de Mi sangre. Quiero que vivas en Mí en todo lo que eres y en todo lo que hagas.”
“Quiero que te cases Conmigo. Ya no te perteneces a ti mismo. Me perteneces a Mi y yo requiero de obediencia estricta a Mi voluntad.”
“No estoy interesado en tener parte de tu corazón. Yo exijo todo tu corazón. Si no me das todo tu corazón y toda tu vida, Yo no habitaré en ti ni contigo.”
“¡Yo soy Dios! No compartiré tu amor con nadie. Yo seré primero en tu corazón o no permaneceré en tu corazón. Mientras tú realmente desees que yo sea tu Señor permaneceré contigo. Pero echaré abajo cualquier otro trono que encuentre en tu personalidad. No tendrás ningún otro Dios delante de Mí.”
Estamos muertos a la Ley de Moisés para pertenecerle al Señor Jesucristo. Nuestro casamiento con el Señor Jesús siempre hace surgir Su imagen en nosotros.
Jesús no vino simplemente para perdonar la culpa del pecado del mundo. El Señor Jesús vino para quitar el pecado del mundo. Cristo destruye las obras del diablo (1 Juan 3:8).
El Señor Jesús nos perdona para que pueda salvarnos.
El ser salvo es ser “liberado” del pecado. La salvación es la liberación—no sólo ni principalmente perdonado, sino ¡liberado!
Cuando venimos al Señor Jesús y nos damos a Él, Él nos perdona nuestros pecados. Cristo nos perdona nuestros pecados con la intención de liberarnos de nuestros pecados.
El Reino de Dios nos llega conforme Cristo entra a nosotros y el diablo es echado de nosotros. Habremos entrado plenamente al Reino de Dios cuando Satanás no pueda encontrar ningún rastro de sí mismo en nosotros, y cuando todo lo que haya dentro de nosotros haya nacido de Cristo y esté en unión con Cristo.
En el momento en que el Señor Jesús nos recibe a Sí mismo en el acto inicial de la salvación, en ese momento nos da Su Espíritu. Él comienza a alimentarnos con Su cuerpo y Su sangre.
Él conoce nuestra naturaleza pecaminosa. Cristo hace que Su Vida nazca en nosotros y luego nos ayuda con varios dones y ministerios, aquellos que nos son dados y aquellos que nos son ministrados por otros, para que Su sabiduría y virtud puedan ser impartidas a nosotros. Él comienza a crear Su Vida en nosotros.
Ya que para nosotros es difícil ver al Señor o escuchar Su voz, Él nos ha dado los escritos en el Nuevo Testamento como una guía para nosotros. Los escritos en el Nuevo Testamento no son el pacto nuevo. El pacto nuevo es el Señor Jesucristo.
Los escritos del Nuevo Testamento sirven como guía para controlar nuestro comportamiento hasta el Día en que el Señor haya surgido en nuestro corazón a tal grado que podamos verlo y escucharlo. Porque Cristo mismo es quien será nuestra Ley. Cristo es la gloriosa y maravillosa Ley de Dios (Isaías 42:21; Romanos 10:4).
Pablo discute la relación entre Moisés y Jesús, en el segundo capítulo del Libro de Gálatas, versículos 16-20. Pablo declara que somos justificados (declarados justos) por la fe en Jesús y no por las obras de la Ley.
Luego Pablo añade, si continuamos pecando estamos implicando que Cristo está al “servicio del pecado.” Si nosotros seguimos pecando, si volvemos a construir la estructura de comportamiento pecaminoso que fue destruido cuando recibimos a Jesús, nos volvemos transgresores de los caminos justos y santos de Dios.
Estamos muertos a la Ley de Moisés, no para poder quebrantar las leyes morales eternas de Dios sino para vivir ante Dios en comportamiento realmente justo.
¿Cuál es la provisión de Dios para nuestra malvada naturaleza? Crucificarnos con Cristo para que Cristo, quien es el Pacto Nuevo, pueda expresar Su amor por la justicia en nosotros y a través de nosotros.
Si interpretamos el pacto nuevo como algo que nos cubre mientras seguimos viviendo en nuestra naturaleza de Adán, destruimos todo lo que Dios deseó lograr al dar a Su Hijo. Bajo el pacto nuevo, Adán debe ser crucificado, no salvado.
Hay numerosas dificultades durante el camino que nos llevan a conocer a Cristo como nuestra Ley (Señor). Los escritos del Nuevo Testamento sirven como nuestra guía y ley infalibles hasta que el Día del Señor nazca en nosotros y el Lucero de la Mañana, Cristo, surja en nosotros y nos guíe desde el trono de nuestra personalidad (2 Pedro 1:19).
Estamos muertos a la Ley de Moisés para que podamos pertenecerle al Señor Jesucristo. El término pertenecerle significa justamente lo que la palabra implica. Nuestra vida va a unirse a Jesús en una verdadera y viva experiencia de morar en Él.
Jesús está vivo hoy. Él está listo para unirse a nosotros conforme vivamos en los caminos de la justicia. Pero debemos mirar hacia Él y orar frecuentemente. El santo verdadero ama orar porque ama a Jesús. Él le pertenece a Jesús. Él es el Cuerpo de Cristo. Cristo muestra plena responsabilidad por todo lo que el santo verdadero es y hace.
Si el santo se tropieza y cae, el Señor Jesús lo levanta. Jesús perdona a Su santo caído. Luego el Señor Jesús lo corrige severamente y a fondo. El Señor es nuestro Salvador y nuestro Juez al mismo tiempo.
… y a cada uno de ustedes [Cristianos] lo trataré de acuerdo con sus obras. (Apocalipsis 2:23—NVI)
En nuestra época tenemos a varios “creyentes” que son miembros del grupo de los “solteros” espirituales. Tienen poca fe en la Ley de Moisés y en cualquier otra ley. Ellos se imaginan la salvación Cristiana como la eliminación de las leyes de conducta. Se consideran a sí mismos “libres” en Cristo.
La verdad es que no son libre para nada. Son esclavos del pecado, de su propia autoridad y de su amor propio. Son los más miserables de toda la humanidad porque tienen una forma de la verdad pero no están viviendo en la verdad.
Ellos son el grupo de los “solteros” espirituales y no le son de utilidad a Dios ni al hombre.
La salvación Cristiana es recibir al Señor Jesús. Solamente Él tiene la autoridad para declararnos justificados. Él nos corrige cuando estamos mal, y manda muchas bendiciones, muchas enseñanzas, y muchos fuegos para nuestra transformación a Su imagen.
La tarea del santo es mirar única y exclusivamente al Señor Jesús. Nuestra justicia viene sólo de Él. Cristo es nuestro Señor, nuestro Salvador, nuestro Juez, nuestro Pastor, nuestro Sacerdote y nuestro Maestro. Vivimos para complacerlo a Él, y sólo Él decide si somos aceptables a Dios.
Un Cristiano puede encontrarse con problemas espirituales serios si no camina cerca de Cristo. Somos considerados justificados sólo conforme le “pertenecemos” a Cristo. En el momento que escojamos vivir nuestra propia vida, sin buscar al Señor, sin hacer Su voluntad, nos volvemos candidatos para el juicio Divino.
Mientras moremos en Cristo no tenemos por qué temer el juicio Divino. El único juicio que recae sobre nosotros es aquel que está diseñado para transformarnos a la imagen de Cristo.
Si decidiéramos “alimentarnos” y “vestirnos”, sin tener cuidado de vivir y andar en Jesús, la Ley de Moisés nos condena a la muerte espiritual debido a nuestra lujuria y rebelión.
La redención Cristiana es el casamiento con Jesús. No es un plan para entrar al Paraíso aceptando los hechos teológicos con respecto a la muerte expiatoria y la triunfante resurrección de Cristo. Tener el nombre de Cristo sin tener la Presencia de Cristo no es la salvación.
La época actual es una de las más trascendentales de toda la historia en lo que se refiere a la Iglesia, al verdadero Israel de Dios. Todo lo que pueda ser sacudido será sacudido. La tierra y el cielo serán sacudidos. Todo lo que no sea del Señor Jesucristo será quitado de su lugar de “seguridad”.
Dentro de la Iglesia, del Reino de Dios, hay todo tipo de criaturas. Hay santos que le “pertenecen” a Jesús.
También, hay Cristianos muy dedicados que han creído en Jesús pero que están relacionados con su iglesia en particular y con sus principios a un grado mayor del que están relacionados con Cristo.
Uno podría referirse a estos como “Cristianos de iglesia”, o Cristianos de denominación. Están casados con su grupo y no con el Señor Jesús. Ellos están familiarizados con la casa de Dios pero conocen poco del Dios de la casa de Dios.
Además, también hay verdadera “mala hierba” en el Reino—individuos malvados que han llevado al Reino de Dios, a las asambleas Cristianas, el libertinaje de su gobierno propio:
El problema es que se han infiltrado entre ustedes ciertos individuos que desde hace mucho tiempo han estado señalados para condenación. Son impíos que cambian en libertinaje [inmoralidad] la gracia de nuestro Dios y niegan a Jesucristo, nuestro único Soberano y Señor. (Judas 1:4—NVI)
No hay duda de que toda asamblea Cristiana tiene su porción de estos creyentes falsos. Ellos serán removidos del Reino cuando llegue el fin del mundo.
Así será al fin del mundo. Vendrán los ángeles y apartarán de los justos a los malvados, (Mateo 13:49—NVI)
El resto de los miembros de las iglesias son los tibios, los que viven tanto en el mundo como en el Reino de Dios. Se sienten condenados por la predicación de la Palabra pero no son lo suficientemente fuertes para salirse del mundo y recibir completamente a Cristo.
Los “Cristianos de la iglesia”, los que llevan libertinaje y los tibios todos son “solteros” espirituales. Ellos no le pertenecen a Cristo. ellos practican la fornicación con los diversos espíritus demoniacos del mundo.
Son malvados porque han dejado la Ley de Moisés pero no se han casado con Cristo. No tienen ley más que la suya propia por la que son gobernados. Estas reglas no son aceptables para Dios. Quienes no estén casados con el Señor Jesús no podrán mantener su estándar moral en los días malos que aun ahora están sobre nosotros.
Ellos se han contaminado con “mujeres”, es decir, con personas, grupos, cosas y espíritus que no son de Dios. Ellos adoran y sirven a la criatura en lugar de servir al Creador.
La verdadera Esposa del Cordero no se contamina con tales “mujeres”:
Éstos se mantuvieron puros, sin contaminarse con ritos sexuales … (Apocalipsis 14:4—NVI)
Estamos viviendo en la época en que el Señor comenzará a separar a los “casados” de los “solteros”, al trigo de la mala hierba.
Así como se recoge la mala hierba y se quema en el fuego, ocurrirá también al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los que pecan y hacen pecar. (Mateo 13:40,41—NVI)
Observa que la mala hierba es arrancada del Reino de Cristo, implicando que en algún momento ellos se consideraron parte del Reino de Dios. Observa también que la mala hierba no son aquellos que no creyeron la teología correcta ni los que hicieron una profesión de fe correcta en Cristo. La mala hierba son aquellos que “pecan”, que son malvados. Sin lugar a duda, numerosos Cristianos que asisten a iglesias evangelistas serán eliminados del Reino de Dios en el Día del Señor aunque sus Pastores los hayan reconfortado con la noción de que si profesan fe en Cristo, nunca podrán perderse a los propósitos de Dios.
“No es cierto, no van a morir” fue lo que dijo la serpiente. “No es cierto, no van a morir” está siendo dicho por la serpiente en estos días a numerosos pastores Cristianos y a sus seguidores. “Aunque las Escrituras te ordenan que practiques la justicia, la santidad y la obediencia estricta al Padre, no es cierto, no vas a morir si no haces lo que la Palabra te ordena porque eres salvo por la gracia.” Así va la enseñanza y la predicación actual.
El trigo del Señor consiste de quienes le pertenecen al Señor Jesucristo. La mala hierba son la gente malvada de la tierra. Quienes se encuentran “en medio”, por así decirlo, los “Cristianos de la iglesia” y los que tienen una relación casual con Dios, tendrán que tomar la decisión de pertenecerle a Jesús o de volverse mala hierba. Hay mucha gente en el valle de la decisión, mientras tanto, el Día del Señor se acerca.
En la época actual el trigo y la mala hierba están creciendo lado a lado. Continuarán creciendo de esta manera hasta que llegue el Día del Juicio.
En el Día del Señor los mensajeros de Cristo irán y separarán del Reino de Dios a todos los que no están realmente casados con el Señor Jesús. Habrá una división muy clara entre aquellos que realmente le pertenecen a Jesús, que están viviendo en y por Él, y aquellos que llevan el nombre de Cristo pero que no viven en y por Él. Éstos son los “creyentes” que reciben el nombre de Cristo pero que comen su propio alimento y usan su propia vestimenta.
El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los que pecan y hacen pecar. Los arrojarán al horno encendido, donde habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán en el reino de su Padre como el sol. El que tenga oídos, que oiga. (Mateo 13:41-43—NVI)
Hay muchos factores que están operando hoy en día que están designados a separar la mala hierba del trigo, a los “solteros” de los que están casados con el Señor. El Señor le está hablando a Su verdadera Esposa para que se levante y se vista de su hermoso atuendo de justicia y alabanza. La Esposa está siendo reprendida por el Señor y se le está ordenando que pelee la buena batalla de fe.
Los “solteros” no aceptarán el concepto de que la Esposa debe ser reprendida. Rápidamente se alejarán del fuego santo del Señor y se unirán a aquellos que encuentran su fortaleza y ayuda en su hermano. La “unidad” es el clamor de los “solteros”. Pero la Esposa está siendo guiada al “desierto” para perfeccionar su relación con su Señor.
El Señor empleará la persecución para separar a los “solteros” de la verdadera Esposa del Cordero. La Esposa siempre está dispuesta a sufrir y morir por el Señor. Los “solteros” espirituales buscan lo que el Señor puede hacer por ellos, buscan cómo pueden beneficiarse de llevar Su nombre. Cuando llegan la persecución y las ofensas, los “solteros” verán la conveniencia de poner a un lado el nombre de Jesús por un tiempo.
Nos parece a nosotros que hay verdaderos santos en todas las denominaciones Cristianas. Aman al Señor Jesús por encima de su grupo en particular. Ellos le pertenecen al Señor Jesucristo. Ellos están casados con Él. Ellos escuchan Su voz. Ellos son Su Esposa, Su Cuerpo, Su Iglesia verdadera, Su ciudad santa, Su Sión, Su verdadero Israel.
Hoy en día el trigo y la mala hierba están mezclados en el Reino de Dios. Por esto sabemos que Cristo no regresará en este momento. El camino del Señor no ha sido preparado. Lo santo y lo impío está mezclado en las iglesias del Señor.
En la Esposa del Cordero no hay defecto alguno. Ella es “la hija consentida de su madre.” Es la más bella de todas. Su hermosura le da el mayor gozo al corazón de Cristo.
Esto no sucede en la época actual. Hay “manchas” sobre nosotros y entre nosotros. Éstas deben ser eliminadas.
El fuego Divino que aun ahora está cayendo sobre nosotros pondrá a prueba las obras de todo hombre para revelar lo que le falta. Sólo aquello que puede vivir en Jesús, quien es el Fuego consumidor de Dios, sobrevivirá. La madera, el heno y la paja serán quemados.
Dios tiene muchos artífices para reducir los rangos de Su “ejército de Gedeón”. Después de que Dios haya quitado a la gran mayoría de Su Iglesia, refinará al remanente que permanecerá hasta que sean perfectos ante Sus ojos:
Las dos terceras partes del país serán abatidas y perecerán; sólo una tercera parte quedará con vida—afirma el Señor –. Pero a esa parte restante la pasaré por el fuego; la refinaré como se refina la plata, la probaré como se prueba el oro. Entonces ellos me invocarán y yo les responderé. Yo diré: “Ellos son mi pueblo”, y ellos dirán: “El Señor es nuestro Dios.” (Zacarías 13:8,9—NVI)
Se acerca la hora para quitar del Reino de Dios a quienes profesen fe en Cristo pero que no están dispuestos a ser parte de Él. Son hacedores de maldad, de injusticia. El nombre de Cristo está en sus labios pero su corazón está en el mundo.
Ellos están acostumbrados a lo que se hace en las iglesias Cristianas y se consideran a sí mismos verdaderos siervos de Dios. Ellos dicen ser “Judíos” pero realmente pertenecen a la sinagoga de Satanás (Apocalipsis 2:9). Ellos no conocen a Dios. El Espíritu de Cristo no está abundando en ellos. En los días que se aproximan los “solteros” espirituales no podrán permanecer firmes. El amor de Cristo no estará en ellos.
Todos nosotros debemos hacerle caso a nuestra alma. ¿Realmente somos de Cristo? ¿Le pertenecemos? ¿O acaso estamos estancados espiritualmente, anhelando la falsa esperanza del “arrebato” para ser llevados al Cielo para vivir en una mansión y usar zapatillas doradas?
Los santos verdaderos están comenzando a saber en sus espíritus que es falsa la enseñanza de ser “arrebatados al Cielo”. No se encuentra en las Escrituras. La enseñanza del “arrebato” es atractiva para los que no le pertenecen a Cristo porque es otra manera de obtener comodidad y placer sin tener que vivir una vida justa, santa y estrictamente obediente portadora de la cruz.
Aquellos que tienen la esperanza de irse volando al Cielo no logran entender el concepto del Evangelio del Reino, es decir, del regreso de Cristo y Sus santos para liberar a los prisioneros de la tierra. El deseo de tener comodidad oscurece la necesidad de traer el Reino y deja a Satanás para que herede la herencia de Cristo—la tierra y su gente (Salmo 2:8; Daniel 7:14,22; Romanos 8:19).
El Señor le está hablando hoy en día a Sus santos verdaderos, a quienes le pertenecen a Cristo, a quienes viven cada día en el amor ferviente de Jesús, a quienes se reúnen con otros Cristianos fervientes y hablan de su primer amor, que es el Señor Jesús. Ellos son las joyas de Dios y Él los conoce por nombre.
Como hemos mencionado, están por ser sacudidos la tierra y el cielo (Hebreos 12:26). De hecho, la sacudida ya ha comenzado. Muchos Cristianos con experiencia están descubriendo que están siendo probados por fuego a un grado que jamás creyeron que sucedería.
Sólo aquellos que están viviendo en Jesús, aquellos que le pertenecen, podrán mantenerse firmes en los días que se aproximan. El juicio está sobre nosotros. Ha comenzado con la casa de Dios (Ezequiel 9:6).
El camino del Señor todavía no se ha enderezado. La mala hierba y el trigo están entremezclados. No es posible que los justos brillen en el Reino de su Padre porque hay “cosas que ofenden” en los corazones de los justos y todavía hay personas que “pecan” juntándose con los justos.
Ya es hora de que los mensajeros de Dios separen la mala hierba del trigo. Primeramente, el pecado y la rebelión deben ser eliminados de los santos. Luego la gente malvada debe ser quitada de entre los santos. Dios tiene la sabiduría y el poder suficientes para quitar a los Cristianos falsos, a los Cristianos “solteros”, de entre los verdaderos Cristianos.
El Reino de Dios ha sido una red que ha recogido todo tipo de personas. Es hora de que aquello que es malo y perverso, oscuro e impuro, sea quitado del Reino de Dios.
El camino del Señor debe enderezarse. Lo santo debe ser claramente santo y lo impuro debe ser claramente impuro. La mezcla actual es una abominación para Dios. La división será entre lo justo y lo malvado. Luego, el justo brillará en el Reino. Entonces, el Señor regresará por una Novia sin defecto alguno.
Los días de juicio, de separación, están aquí en este momento. La oscuridad se está acomodando. Es hora de que el verdadero Jerusalén de Dios se levante y se vista con su hermosa vestidura de justicia y alabanza. El poder de la redención está presente para limpiar a los santos de su pecado y de querer gobernarse a sí mismos.
Cada uno de nosotros que es Cristiano debe poner su casa en orden. Sólo los puros, los verdaderos, podrán estar firmes en la época actual. Que el lector mire hacia el Señor Jesús en fe. “Señor, ¿qué quieres que yo haga?”
¡Sión está dormido! Los pecadores están tranquilos y se entretienen en la casa de Dios. Predominan el egocentrismo y la lujuria del hombre. La espada del Señor está ceñida sobre las iglesias Cristianas y sobre las naciones que están titubeando con la lujuria, la violencia y la embriaguez. Tales no pueden contemplar a Cristo, justo y santo, brillando en Sus iglesias.
El testimonio de Cristo en las iglesias no es lo suficientemente fuerte para guiar a las naciones de la tierra a una conducta santa que resulte en su aceptación por Cristo, que los guíe hacia la vida eterna en el Reino de Dios (Mateo 28:19,20).
Los pecadores estarán aterrados en Sión con lo que contemplarán en el futuro cercano. Los hipócritas estarán asombrados. Será la hora de oscuridad justamente antes de que despunte el Día del Señor. Sólo quienes estén verdaderamente viviendo en matrimonio, en unión, con el Señor Jesucristo podrán resistir la engañosa oscuridad espiritual que aun ahora se está acomodando sobre nosotros.
Nuestra cultura de la iglesia Cristiana contemporánea y espiritualmente débil ya no será suficiente para defendernos de los ataques de un enfurecido Satanás y sus demonios. Se aproxima el Día del cual hablaron los Profetas Hebreos.
¿Quién de nosotros puede vivir con el Fuego consumidor de Israel?
Sólo el que procede con justicia y habla con rectitud, el que rechaza la ganancia de la extorsión y se sacude las manos para no aceptar soborno, el que no presta oído a las conjuras de asesinato y cierra los ojos para no contemplar el mal. (Isaías 33:15—NVI)
Dios nunca cambia el estándar necesario para tener comunión con Él. Los “solteros” espirituales no pueden llegar a este estándar de comportamiento. Sólo aquellos que están casados con el Señor Jesús, en quienes Él está obrando constantemente, son los que están siendo transformados para que los caminos justos y santos del Señor sean obedecidos. Los que le pertenecen hacen la voluntad de Dios por naturaleza porque el Justo, Cristo, está siendo creado en ellos y está morando en ellos. El comportamiento justo, santo y obediente es el fruto de pertenecerle al Señor.
Cuando ponemos nuestra fe en Cristo para la salvación y somos bautizados en agua, Dios nos considera muertos a la Ley de Moisés. Cristo cumplió la Ley de Moisés a la perfección y luego se ofreció a Sí mismo sobre la cruz para llevar a cabo la expiación de los pecados de la humanidad. Cuando nosotros ponemos nuestra confianza en Jesús, Su justicia nos es adjudicada.
Todo esto se ha hecho para que podamos ser libres para hacer a un lado los requerimientos de la Ley de Moisés y casarnos con Cristo. Si no le pertenecemos a Cristo, el plan de la redención es abortado en nosotros.
Dios nunca tuvo la intención de liberarnos de la Ley de Moisés para que pudiéramos vivir sin ninguna ley. Sin embargo, este es el entendimiento que en muchos casos se transmite por las enseñanzas Cristianas actuales.
Los ministros dicen, “No hay ninguna ley más que la ley del amor,” sin tener, aparentemente, ninguna idea específica de lo que están afirmando. ¿Cómo puede el amor Divino salir de la naturaleza carnal del creyente?
Los Apóstoles que escribieron el Nuevo Testamento declararon clara y enfáticamente que estamos obligados a vivir una vida justa y santa ante Cristo: primero, adhiriéndonos a los numerosos mandatos que nos dieron; y luego, obedeciendo por naturaleza las leyes de justicia conforme Cristo es formado en nosotros y llegue a vivir en nosotros como en un verdadero matrimonio espiritual (1 Juan 3:4-9).
Ciertamente, nuestra justicia debe exceder la justicia de los escribas y Fariseos si queremos entrar al Reino del Cielo.
El día de hoy una multitud de personas están en el valle de la decisión. Cuando el Día del Señor esté cerca del Cristiano, éste es obligado a tomar una decisión. “¿Debo entregarme a Jesús? ¿O acaso es esta una prueba que pronto pasará para que yo pueda seguir en mi acostumbrada vida egocéntrica?”
Los creyentes que sigan evadiendo la cruz serán alejados del Reino de Dios, sin darse cuenta de que esto es lo que está sucediendo. Ellos son la iglesia de Laodicea. No le sirven de nada a Dios ni al hombre, sólo sirven para ser vomitados de la boca del Salvador.
Aquellos que escojan ser parte de Cristo serán corregidos severamente y pasarán por pruebas de fuego. Sin embargo, la reconfortante voz del Señor les llegará y Su Presencia los sostendrá. Ellos son Su Esposa. Brillarán como el sol en el Reino de su Padre.
Que se regocije la Esposa, la virginal hija de Sión. Su Señor se acerca, saltando por los montes de bálsamo cubiertos.
… En aquel día no habrá más mercaderes en el templo del Señor Todopoderoso. (Zacarías 14:21—NVI)
(“El Grupo de los “Solteros””, 4167-1)