LIBRADO DE ESTE CUERPO MORTAL
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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional.
Traducción de Carmen E. Álvarez.
Pablo estaba considerando el Evangelio desde un punto de vista algo diferente al nuestro. Nosotros aceptamos a Cristo para poder ser perdonados y luego poder ir al Cielo al morir. En cambio Pablo estaba buscando lograr la justicia verdadera en su comportamiento que la Ley de Moisés no le ayudaba a lograr. Mientras no entendamos que tenemos un punto de vista diferente al de Pablo seguiremos con nuestra destructiva interpretación de su doctrina de que somos salvos por la fe y no por las obras.
LIBRADO DE ESTE CUERPO MORTAL
¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal? (Romanos 7:24—NVI)
Generalmente cuando uno comienza a hablar sobre el Evangelio de Cristo con alguien que no es Judío se le dice que él es pecador; que el alma que peca morirá; que no puede salvarse a sí mismo; que si acepta a Cristo todos sus pecados serán perdonados y podrá ir al Cielo al morir.
Yo pienso que Pablo y los Judíos a quienes él les estaba predicando estaban considerando el Evangelio desde un punto de vista algo diferente. Los Judíos habían sido enseñados que cualquier trasgresión a la Ley de Moisés era pecado y que debían obedecer la Ley si querían que Dios siguiera siendo su Dios. No creo que ellos estuvieran pensando en querer ir al Cielo. Por lo menos en el Antiguo Testamento, pero también en el Nuevo, se dice muy poco sobre que la salvación de Dios tiene que ver con lograr la residencia eterna en el Cielo al morir.
En el capítulo séptimo del Libro de Romanos Pablo razona, con quienes conocen la Ley, sobre el conflicto entre la naturaleza pecaminosa del cuerpo y la Ley de Moisés. Pablo concluye que la Ley produce muerte porque hace hincapié en el pecado sin proporcionar una alternativa para ser librados del pecado.
Pablo estaba buscando una salvación que lo librara de su cuerpo pecaminoso, del cuerpo que le ocasionaba muerte por no obedecer la Ley de Moisés.
“¿Quién me librará de este cuerpo mortal?”
Observa cuidadosamente que Pablo no estaba buscando ser perdonado. Él estaba buscando ser librado del poder del pecado.
Por dos mil años el Cristianismo ha sido predicado como el medio por el cual logramos ser perdonados del pecado. El Cordero de Dios es presentado como el que puede perdonar el pecado del mundo en lugar del que puede quitar el pecado del mundo.
Por supuesto que se pueden perdonar los pecados por medio del Señor Jesucristo. Pero también podemos ser librados del poder del pecado, y esto no es tan comúnmente sabido.
Perdonar los pecados de la gente no resuelve el problema de la gente ni el problema de Dios.
Si lo único que Dios va hacer por nosotros es perdonarnos, entonces cuando Él nos regrese a todos al Jardín del Edén seguirá estando presente el mismo problema. La gente todavía seguirá siendo pecadora.
Dios quiere personas que sean justas. Yo creo que todos estamos de acuerdo con esto. La gente quiere personas que sean justas. Yo creo que todos estamos de acuerdo con esto también.
Dios no querría caminar en el Jardín del Edén si a todo Su alrededor hubieran personas difamándose unas a otras. Ni tampoco tú y yo querríamos estar en el Jardín del Edén si todas las personas a nuestro alrededor estuvieran difamándose entre sí.
Una de nuestras más anheladas esperanzas sobre el Cielo es que la gente será justa y estará viviendo en amor y paz. ¿Opinas lo mismo que yo?
Esto es a lo que me refiero diciendo que perdonar los pecados de las personas no resuelve el problema de Dios ni el problema de las personas.
Si todo creyente sobre la tierra repentinamente fuera elevado al Cielo, nada se resolvería. Eso sólo lograría llevar a millones de naturalezas pecaminosas al Paraíso; a excepción, claro, de que el pecado fuera automáticamente removido de nosotros por virtud de que fallezcamos y vayamos al Cielo.
Pero no existe base en las Escrituras para que suceda automáticamente una transformación moral como esta. Una transformación moral que no causa dolor y que se produce simplemente por morir sería una maravillosa idea, excepto que no le proporcionaría a Dios los reyes y los sacerdotes expertos que gobernarán las eras por venir.
El Apóstol Pablo hizo la pregunta: “¿Quién me librará de este cuerpo mortal?” ¿Quién me librará de la naturaleza pecaminosa que habita en mi cuerpo?
Una vez que fallezcamos y dejemos nuestro cuerpo en el suelo, ¿acaso no seremos librados de nuestra naturaleza pecaminosa? No. Nuestra naturaleza pecaminosa, aunque mora en nuestro cuerpo, es espiritual en sustancia. La ira, la embriaguez, los celos, el orgullo, la mentira, la traición, el engaño, la voluntad propia, la búsqueda de preeminencia, la pereza y la indiferencia a Dios abundan entre los ángeles y demonios rebeldes. Esta es la razón por la que los espíritus impuros intentan habitar en la gente. Es para que puedan gratificar la lujuria que arde dentro de ellos. El morir no nos libra del pecado. Somos lo que somos, y así es como entramos al reino espiritual.
¿Pero acaso no nos librará Jesús cuando venga? Sólo si realmente lo hemos estado sirviendo, si hemos tomado nuestra cruz y si lo hemos estado siguiendo. Podemos ver en la parábola de las monedas de oro y en la de las diez jóvenes solteras que los insensatos no fueron cambiados cuando Él regresó. Más bien, a Su regreso ellos fueron juzgados y castigados.
La Biblia dice que está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y que después vendrá el juicio, no dice que después vendrá la liberación.
Y es así como el Apóstol Pablo, después de clamar que quiere liberación de su naturaleza pecaminosa, procede, en el Capítulo Ocho, a decirnos cómo nos puede llegar la liberación por medio del Evangelio.
Primero Pablo nos asegura que aunque no estemos obedeciendo la Ley de Moisés no tenemos condenación, no sentimos culpabilidad. Pero esta asignación de justicia nos llega sólo conforme obedecemos al Espíritu de Dios en lugar de obedecer nuestra naturaleza pecaminosa. El error monumental de la predicación Cristiana de esta época es que Cristo nos asigna justicia simplemente porque creemos en Él. La cosa no es así. Pablo nos enseñó que la justicia imputada se basa en que obedezcamos al Espíritu Santo en lugar de obedecer a nuestra naturaleza pecaminosa.
A fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. (Romanos 8:4—NVI)
Las justas demandas de la ley de Moisés se cumplen en nosotros sólo con la condición de que no estemos viviendo según nuestra naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu de Dios.
Así que el primer paso para ser rescatados del cuerpo de muerte es recibir el perdón que depende de que vivamos según el Espíritu de Dios.
Después de declarar esta verdad fundamental, Pablo procede a discutir la idea de vivir conforme al Espíritu de Dios en lugar de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa.
Los que viven conforme a la naturaleza pecaminosa fijan la mente en los deseos de tal naturaleza; en cambio, los que viven conforme al Espíritu fijan la mente en los deseos del Espíritu. (Romanos 8:5—NVI)
Entrar al Reino de Dios es muy difícil para los que somos Norteamericanos. Nuestra cultura es demasiado abundante en riqueza material y en objetos y situaciones de interés. Especialmente dañina es la variedad de información con la que somos bombardeados diariamente.
Por el versículo anterior podemos darnos cuenta de que la batalla está en la mente. ¿Dónde está fijada nuestra mente? ¿Está fijada en los deseos de la naturaleza pecaminosa o está fijada en los deseos del Espíritu?
Me parece a mí que a un nativo en algún pueblito, ya sea en el África o en la India, le sería más fácil fijar su mente en las cosas del Espíritu que a nosotros en Norteamérica. Quizá esté incorrecto en esto ya que nunca he vivido en una pueblito remoto.
Esta es la razón por la que la gente entra a monasterios y conventos. Están tratando de alejarse de las tentaciones y distracciones del ambiente material.
La voluntad de Dios es que algunos de nosotros vivamos y trabajemos en medio de esta muerte material. Debemos orar continuamente durante el día para mantener nuestra mente en el Señor, para mantener nuestro cariño y nuestros intereses fijos en cosas celestiales.
Hoy en día, el mundo se encuentra todo alborotado. Es muy, pero muy fácil fijar la mayor parte de nuestros pensamientos en lo que está sucediendo en los diferentes países. Qué fácil es olvidarnos de que estamos en este mundo pero que no somos del mundo. Qué fácil es preocuparnos por la variedad de confrontaciones y tácticas políticas que están sucediendo.
Uno de los peores problemas que tenemos es el de juzgar según nuestro propio entendimiento. El Señor Jesús nunca juzgó según lo que Él vio o escuchó sobre la tierra. Jesús juzgó según lo que Él vio y escuchó de parte del Padre. Esto lo tenemos que aprender también nosotros si queremos hacer la voluntad de Dios. Es señal de madurez si oramos sobre todo juicio que hacemos hasta que tengamos la paz de Dios.
¿En qué se está fijando tu mente? ¿Está en las cosas de la tierra o en las cosas del Cielo? Si oras, Dios te ayudará.
Recuerda, estamos contestando la pregunta de ser librados del cuerpo mortal.
Hemos sido perdonados por medio de la sangre de Cristo, hemos dejado la Ley de Moisés, y ahora estamos aprendiendo a vivir bajo la ley del Espíritu de vida en Cristo.
La mentalidad pecaminosa es muerte, mientras que la mentalidad que proviene del Espíritu es vida y paz. (Romanos 8:6—NVI)
Cuando pensamos continuamente en las cosas del mundo, cuando somos excesivamente influenciados por los medios de comunicación, estamos morando en muerte espiritual. En los Estados Unidos estamos rodeados de muerte espiritual. El énfasis en éxito material y en la adquisición de grandes cantidades de dinero es muerte espiritual. El exceso en entretenimiento es muerte espiritual. Mucha de la programación televisiva es muerte espiritual. La pornografía en el Internet es muerte espiritual. Mucho de lo que se enseña en las escuelas y universidades públicas es muerte espiritual.
Como nos exhorta Pablo, nosotros debemos salirnos del mundo y no tocar lo que es impuro. Nosotros podemos trabajar en el mundo e ir a la escuela en el mundo, aun en los Estados Unidos, y en nuestro corazón y en nuestra mente estar separados. No es fácil pero es posible si nos acercamos al Propiciatorio que está en el Cielo y pedimos ayuda en nuestra hora de necesidad.
El mundo está buscando vida y paz. El mundo nunca obtendrá vida y paz—¡nunca! El único camino a la vida y a la paz es por medio del Espíritu de Dios. Cuando nuestra mente sea controlada por el Espíritu de Dios, entonces tendremos vida y paz.
Esa vida y esa paz ciertamente es un paso hacia ser librados del cuerpo mortal.
La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo. (Romanos 8:7—NVI)
Las escuelas públicas de los Estados Unidos surgieron por un esfuerzo de educar a los ciudadanos, muchos de los cuales en ese tiempo no podían leer. Se creía que si los ciudadanos eran educados el crimen y la pobreza serían eliminados.
El resultado no es lo que había sido esperado. Si quieres que te roben tu bicicleta estaciónala en las instalaciones de una universidad. A pesar de los billones de dólares derramados en la educación pública, el crimen y la pobreza no han sido eliminados de los Estados Unidos, ni tampoco lo serán, por este medio.
La razón por la que esto sucede es que la mente pecaminosa es hostil hacia Dios y no puede ser conformada a las leyes de Dios. La educación fortalece aquello que es hostil a Dios. Más de un joven Cristiano se ha ido a la universidad como Cristiano y ha regresado como un agnóstico o un rebelde en contra de los valores Cristianos.
Las naciones más altamente educadas no son las más Cristianas. Sucede muy a menudo, especialmente en los Estados Unidos, que uno puede encontrar más fe en los pobres y en los que no tienen educación.
La vida y la paz, y ser librados de este cuerpo mortal no pueden ser encontrados por medio de la educación.
Los que viven según la naturaleza pecaminosa no pueden agradar a Dios (Romanos 8:8—NVI)
Recuerda, Pablo en los capítulos séptimo y octavo de Romanos se está dirigiendo al Judío. Está intentando convencerlo de la superioridad del pacto nuevo. Pablo está mostrando que el comportamiento justo no se logra tratando de obedecer la Ley de Moisés sino evitando, por medio de la vida y la justicia encontrada sólo en el Espíritu de Dios, la naturaleza pecaminosa que reside en nuestro cuerpo. La Ley de Moisés no puede vencer la naturaleza pecaminosa. El Espíritu de Dios sí puede vencer la naturaleza pecaminosa.
Sin embargo, ustedes no viven según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios vive en ustedes. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. (Romanos 8:9—NVI)
El versículo anterior es un buen ejemplo de cómo la evidencia a primera vista es usada en la interpretación de la Biblia.
A primera vista el versículo parece decir que si somos verdaderamente Cristianos el Espíritu de Cristo, de Dios, está viviendo en nosotros y nosotros no estamos siendo controlados por la naturaleza pecaminosa. Si sacamos este versículo fuera de su contexto, y le añadimos otros cuantos versículos sacados de su contexto, entonces podemos “probar” que simplemente tomando los “cuatro pasos de la salvación” automáticamente estamos viviendo en el Espíritu; automáticamente somos vencedores.
Después de todo, ¿no es eso lo que el versículo está diciendo?
Pero ya que Pablo, comenzando con el Capítulo Seis, le está exhortando a los Cristianos a que vivan en el Espíritu entonces sabemos que no estamos automáticamente en el Espíritu sólo por haber “aceptado a Cristo”. Si esto fuera verdad, los versículos anteriores y posteriores no tendrían sentido.
Entonces ¿a qué se está refiriendo Pablo? Pablo se está refiriendo a que si Cristo está viviendo en nosotros entonces nosotros debemos estar siendo controlados por el Espíritu de Dios en lugar de por nuestra naturaleza pecaminosa. Esta interpretación le queda a la perfección al contexto.
El problema con la enseñanza y la predicación Cristiana de esta época es que los versículos están siendo sacados de su contexto y usados como axiomas de donde ciertas doctrinas son deducidas. Y frecuentemente estos versículos son usados como “textos de corroboración”. Pablo no escribió “textos de corroboración”. Él escribió cartas, así como lo hacemos tú y yo. ¿Cómo te gustaría que alguien tomara una de tus cartas, sacara un enunciado, y luego lo usara como “texto de corroboración” deduciendo la intención que tuviste al escribir ese enunciado?
Si quieres comprender cualquier versículo de las Epístolas, lee toda la Epístola y trata de captar el sentido que tiene. Luego interpreta el versículo. Si haces esto descubrirás que muchas doctrinas Cristianas contemporáneas quizá sean sólo “sospechas” de la intención de los autores.
No, no es verdad que automáticamente vivamos según el Espíritu de Dios sólo porque en algún momento hicimos una profesión de fe en Cristo. Pero sí podemos vivir según el Espíritu si esto es lo que deseamos por sobre todo lo demás. Y lo estaremos si siempre consideramos a Jesús, y Le llevamos toda decisión para obtener Su sabiduría y poder.
Buscando siempre en Jesús Su ayuda para cada área de la vida, por grande o pequeña que sea, es un gigantesco paso hacia ser librado de este cuerpo mortal.
Pero si Cristo está en ustedes, el cuerpo está muerto a causa del pecado, pero el Espíritu que está en ustedes es vida a causa de la justicia. (Romanos 8:10—NVI)
Aquí tenemos algo para considerar. Nuestro cuerpo físico está espiritualmente muerto debido a la naturaleza pecaminosa que mora en él. Está separado de la Vida de Dios.
Nosotros tenemos que hacer que nuestro cuerpo sirva a Dios. Tenemos que hacerlo nuestro esclavo. La naturaleza del cuerpo es estar en contra de la ley de Dios. Nosotros traemos arrastrando un cuerpo de muerte. ¿Cómo vamos a ser rescatados de él?
Pero nuestra naturaleza espiritual, nuestra naturaleza interior está viva debido a que la justicia de la Ley de Moisés nos ha sido adjudicada. Además, Cristo ha sido concebido en nuestra naturaleza interior. Por estas dos razones, nuestra naturaleza interior espiritual es justa, y la vida eterna siempre es consecuencia de la justicia.
Pero ahora que han sido liberados del pecado y se han puesto al servicio de Dios, cosechan la santidad que conduce a la vida eterna. (Romanos 6:22—NVI)
Ser librado del sentido de culpabilidad y de la compulsión de pecar, más aparte ser puesto al servicio de Dios, conduce a la santidad. El resultado de esta justicia y de esta santidad es la vida eterna. El regalo de Dios para nosotros es ser librados del pecado y tener la habilidad de ponernos al servicio de Dios. Esto conduce a la santidad. La vida eterna es el resultado.
Esta es la razón por la que nuestra naturaleza interior se aviva con la Vida de Dios.
Con esto podemos ver que tenemos vida eterna en el interior pero muerte en el exterior.
Ahora hemos llegado a la respuesta a la pregunta, “¿Quién me rescatará de este cuerpo mortal?
Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. (Romanos 8:11—NVI)
Si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes. Este es un importante “si es que”, y todo depende de él.
¿Cómo sabemos si el Espíritu de Dios está viviendo en nosotros? Si el Espíritu de Dios está viviendo en nosotros, nosotros estaremos mostrando el fruto del Espíritu: amor, alegría, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio.
Si estamos viviendo según los malos hábitos de nuestro cuerpo estaremos mostrando el fruto de la carnalidad: inmoralidad sexual, impureza y libertinaje, idolatría y brujería, odio, discordia, celos, arrebatos de ira, rivalidades, disensiones, sectarismos y envidia, borracheras, orgías, y otras cosas parecidas.
Actualmente en las predicaciones Cristianas estamos poniendo demasiado énfasis en aceptar una doctrina. El énfasis debe estar en nuestra personalidad y en nuestro comportamiento. Si nuestra personalidad se caracteriza por amor, alegría y paz, y estamos adorando a Jesús, entonces podemos estar seguros de que el Espíritu de Dios está viviendo en nosotros.
Pero si nuestra personalidad se caracteriza por inmoralidad sexual, impureza, libertinaje, envidia, brujería, odio, discordia, celos, arrebatos de ira, ambición personal, disensiones, envidia, y borracheras, entonces el Espíritu de Dios no está viviendo en nosotros.
Podemos hablar en lenguas, ir a la iglesia, “conducir almas a Cristo”, cantar en el coro, servir, dar, hablar sobre el Señor, decir palabras de profecía, orar por los enfermos, y hacer todo lo demás que consideremos parte de la vida Cristiana. Pero si estamos ocasionando discordia y división a nuestro paso, si somos unos chismosos inmorales, dados a arrebatos de ira, buscando preeminencia, ocasionando problemas cuando no logramos que se haga nuestra voluntad, entonces no estamos viviendo en el Espíritu de Dios. Entonces no somos Cristianos. Somos hijos de Satanás y estamos haciendo sus obras. No existe vida eterna en nosotros.
Nadie que odie a su hermano tiene vida eterna en él.
La vida eterna no es existencia sin fin. Satanás tiene existencia sin fin. La vida eterna es vida vivida en la Presencia de Dios y Cristo.
Regresemos a nuestro versículo clave, el versículo que da la respuesta a la pregunta “¿Quién me librará de este cuerpo mortal?”
Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. (Romanos 8:11—NVI)
Ser librado de este cuerpo mortal depende de que vivamos y crezcamos en el Espíritu de Dios, en la Vida de resurrección que levantó a Jesús de entre los muertos. Si “aceptamos a Cristo” y luego no vivimos en el Espíritu, podemos olvidarnos de ser rescatados del cuerpo mortal.
Si el Espíritu está viviendo en nosotros, el Espíritu dará vida a nuestro cuerpo mortal.
¿Cuándo sucederá esto? ¿Cuándo dará el Espíritu vida a nuestro cuerpo mortal rescatándonos del cuerpo de muerte?
El rescate sucederá cuando el Señor regrese. Esta liberación es la resurrección de entre los muertos, la resurrección que sucederá por adelantado de la resurrección de los muertos, que ocurrirá al final de la Era del Reinado de los mil años. La resurrección avanzada es la redención del cuerpo, de la cual habló Pablo.
Sé que he escrito mucho sobre el tema de la primera resurrección de entre los muertos. Pero si me pusiera a escribir todo el día y parte de la noche para expresar la urgencia de esta verdad, aun así no sería suficiente tiempo.
La resurrección de los muertos está dividida en dos partes. La primera resurrección en realidad es una resurrección de entre los muertos. Esta resurrección debe ser alcanzada. Es la resurrección a la que el Apóstol Pablo buscaba alcanzar.
La segunda resurrección incluirá a todos los demás. Ésta no tiene que ser alcanzada. Sucederá la queramos o no.
Aquí es donde la división se anuncia.
Entonces vi tronos donde se sentaron los que recibieron autoridad para juzgar. Vi también las almas de los que habían sido decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios. No habían adorado a la bestia ni a su imagen, ni se habían dejado poner su marca en la frente ni en la mano. Volvieron a vivir y reinaron con Cristo mil años. Ésta es la primera resurrección; los demás muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron los mil años. Dichosos y santos los que tienen parte en la primera resurrección. La segunda muerte no tiene poder sobre ellos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años. (Apocalipsis 20:4-6—NVI)
¿En lo anterior puedes ver que la resurrección de los muertos está dividida en dos partes? La primera parte viene antes de la Era del Reinado de los mil años. La segunda viene después de la Era del Reinado de los mil años.
Aquí tienes la segunda parte, la resurrección general de los muertos.
Vi también a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono. Se abrieron unos libros, y luego otro, que es el libro de la vida. Los muertos fueron juzgados según lo que habían hecho, conforme a lo que estaba escrito en los libros. (Apocalipsis 20:12—NVI)
Si comprendo correctamente nuestra enseñanza Cristiana, se cree que la primera resurrección es la resurrección de los salvos y la segunda resurrección es la de los perdidos.
Yo no creo que esto sea verdad. No concuerda con las Escrituras. El énfasis que encontramos en las Escrituras sobre la primera resurrección está en las bendiciones y en la santidad del real sacerdocio. Obviamente es para los santos victoriosos de Dios, para aquellos que gobernarán con Cristo durante la Era del Reinado de los mil años. No se menciona nada sobre ser salvo, sólo sobre reinar. Sabemos por los capítulos segundo y tercero del Libro del Apocalipsis que sólo los santos victoriosos, los que logren vencer, reinarán.
Considerando el mismo énfasis de las Escrituras, no existe declaración en cuanto a que en la segunda resurrección todos se perderán. De hecho, lo opuesto se implica.
Así que no hay base bíblica clara para la enseñanza de que todas las personas salvas participarán en la primera resurrección, la resurrección que sucederá cuando el Señor aparezca en el Cielo. Lo opuesto es lo que se implica—que la primera resurrección es para los santos victoriosos, no para los que son “salvos como quien pasa por el fuego” debido a que sus obras han sido quemadas.
No existe base bíblica clara para la enseñanza de que todas las personas resucitadas en la resurrección general, en la segunda resurrección, serán arrojadas al Lago de Fuego. Lo opuesto es implicado.
Ahora bien, piensa en lo siguiente. Si sólo el sacerdocio gobernante va a ser salvo, entonces todas las demás personas que nazcan sobre la tierra serán arrojadas al Lago de Fuego. ¿Puedes apreciar lo ridículo que es esa doctrina? No habría gente a quien el sacerdocio pudiera gobernar y servir. No habría herencia para Cristo y Sus coherederos.
Pídeme, y como herencia te entregaré las naciones; ¡tuyos serán los confines de la tierra! (Salmos 2:8—NVI)
El concepto de que todos los creyentes gobernarán con Cristo debido a la gracia de Dios, y de que todos los que nunca han escuchado sobre Cristo serán echados al Lago de Fuego, está basado en el punto de vista actual extremoso de la gracia—que gracias a una fórmula mágica nos volvemos sacerdotes reales; y qué lastima para los que nunca han tenido la oportunidad para ser salvos por la gracia. Al Lago de Fuego irán para ser atormentados para siempre porque nunca escucharon sobre el Evangelio.
Tú puedes creer esto si eso es lo que quieres hacer. Pero yo te diré una cosa. La idea de que la gente que nunca ha escuchado el Evangelio sea echada al Lago de Fuego porque nunca creyeron el Evangelio va en contra del sentido de justicia de toda persona razonable. Pero así es como la religión pervierte la razón y la justicia.
Dijimos que Pablo se estaba esforzando para alcanzar la resurrección de entre los muertos, no de los muertos sino de entre los muertos.
Así espero alcanzar la resurrección de entre los muertos. (Filipenses 3:11—NVI)
Sin embargo Jesús dijo que todos serían resucitados así que no hay necesidad para alcanzar la resurrección.
No se asombren de esto, porque viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz, y saldrán de allí. Los que han hecho el bien resucitarán para tener vida, pero los que han practicado el mal resucitarán para ser juzgados. (Juan 5:28,29—NVI)
Compara:
“Así espero alcanzar la resurrección de entre los muertos.”
“Todos los que están en los sepulcros oirán su voz, y saldrán de allí.”
Obviamente existe aquí una diferencia.
Si tomamos en cuenta el Apocalipsis, donde la primera mitad de la resurrección está sucediendo al comienzo de la Era del Reinado de los mil años, es decir, cuando el Señor aparece, y la segunda mitad está sucediendo al final de la Era del Reinado de los mil años, entonces es razonable pensar que la primera, con su énfasis en reinar y en el sacerdocio santo, tendría que ser alcanzado y la segunda se compondría del resto de los muertos.
Ahora bien, enlacemos estos pensamientos nuevamente al capítulo octavo del Libro de Romanos y a la respuesta a la pregunta, “¿Quien me librará de este cuerpo mortal?”
Hemos encontrado en los primeros versículos del Capítulo Ocho de Romanos que Pablo enfatizó el rechazar la naturaleza pecaminosa y seguir al Espíritu de Dios.
Luego observamos que si el Espíritu está habitando en nosotros Dios dará vida a nuestro cuerpo muerto rescatándonos de esta manera del cuerpo mortal.
En el versículo doce de Romanos Ocho, Pablo nos dice que debido a que nuestro rescate vendrá por medio de que vivamos por el Espíritu de Dios, entonces no le debemos nada al cuerpo espiritualmente muerto. Entonces no estamos obligados a vivir según sus malos hábitos. Nuestro cuerpo está muerto y nos está alejando de Dios. Nos está alejando de la justicia y de la vida eterna.
Luego en el versículo trece, Pablo dice que si nosotros como Cristianos seguimos viviendo según los malos hábitos de nuestro cuerpo muerto entonces moriremos.
Ya que nuestro cuerpo ya se encuentra espiritualmente muerto, ¿a qué se refiere Pablo cuando dice que moriremos si seguimos viviendo según los deseos de nuestro cuerpo físico?
Pablo dice, también en el versículo trece, que si escogemos mejor dar muerte a los malos hábitos de nuestro cuerpo por medio del Espíritu de Dios, entonces viviremos. Ya que nuestra naturaleza interior ya está viva, ¿a qué se refiere Pablo diciendo que viviremos?
Yo creo que la respuesta se encuentra en el versículo once. Si elegimos vivir por el Espíritu de Dios edificaremos nuestra vida interior. Luego, en el Día del Señor, el Espíritu que está en nosotros dará vida a nuestro cuerpo, rescatándonos de esta manera del cuerpo de muerte.
Pero si elegimos vivir según los deseos de nuestro cuerpo de muerte, perderemos nuestra vida interior. En este caso no habrá Espíritu en nosotros que le dé vida a nuestro cuerpo mortal. De esta manera habremos destruido nuestra propia resurrección.
¡Qué tremendo asunto! Estamos diciendo que si el creyente no vive según el Espíritu de Dios su cuerpo no recibirá vida cuando Jesucristo regrese. Estamos diciendo que multitudes de Cristianos Norteamericanos no recibirán inmortalidad a la venida del Señor. Por ello, no podrán encontrarse con el Señor en el aire.
¿Qué les sucederá a ellos? No lo sé. Lo que sí sé es que en cuanto los santos victoriosos, los testigos de todas las épocas, sean reunidos para encontrarse con el Señor en el aire, la ira de Dios caerá sobre los malvados de la tierra, especialmente sobre los Cristianos hipócritas. Judas nos dice esto. Quizá aquí sea donde algunos serán salvos como quien pasa por el fuego.
Me doy cuenta perfectamente de lo que estoy declarando. Comprendo lo diferente que es esto del pensamiento actual. Estoy sonando la trompeta en Sión. Estoy diciendo que nuestra enseñanza sobre la gracia, el arrebato y el Cielo han dejado a multitudes de creyentes sin preparación para el regreso de Jesucristo.
Es imposible imaginarnos que la mayoría de los que asisten a las iglesias en Norteamérica está viviendo en el Espíritu de Dios. Muchos de ellos están viviendo en su carnalidad. Y según el Libro de Romanos ellos no están preparados para ser rescatados del cuerpo de muerte.
El versículo catorce dice que todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son los hijos de Dios. ¿A qué son guiados los hijos de Dios? Son guiados a poner a morir las obras de su cuerpo de muerte en preparación para la redención de sus cuerpos, como se discute en los versículos once y veintitrés de Romanos, Capítulo Ocho.
Una de las doctrinas principales de las iglesias Cristianas de Norteamérica es sobre el arrebato de los santos antes de la tribulación. Sin embargo, algunas personas ponen el arrebato en medio de la tribulación mientras que otros insisten que será al final de la tribulación.
¿Sabes qué? No importa cuándo seamos reunidos en el aire porque no tiene nada que ver con la gran tribulación ni con el Anticristo. El concepto en sí del arrebato es lo que es destructivo.
En primer lugar, no deberíamos de usar el término “arrebato”. El término Griego significa reunidos. La palabra en Inglés “arrebato” principalmente es usada como una emoción noble o un sentimiento de éxtasis. Nos recuerda a la doctrina Católica de la “Concepción Inmaculada”. Términos especializados como éste comienzan a tener vida propia.
La doctrina de la Concepción Inmaculada no se encuentra en las Escrituras Protestantes. Tampoco se encuentra el arrebato como es predicado en la actualidad.
Si usáramos el término reunidos quizá sería más fácil considerar regresar a la tierra con este evento.
La palabra Griega traducida “reunidos” sólo es usada unas cuantas veces en el Nuevo Testamento, y sólo una vez refiriéndose a los creyentes. Por la manera en que se predica creerías que es una de las principales doctrinas del Nuevo Testamento. Esta no es una de las principales doctrinas del Nuevo Testamento.
De hecho, en el pasaje del “arrebato” de Primera de Tesalonicenses, el énfasis se encuentra en el regreso de Jesucristo con Sus santos, no en que los creyentes vayan al Cielo.
¿Acaso no creemos que Jesús murió y resucitó? Así también Dios resucitará con Jesús a los que han muerto en unión con él. (1 Tesalonicenses 4:14—NVI)
La doctrina del “arrebato” de los creyentes, en donde los creyentes escapan al Cielo, no se encuentra en las Escrituras. No es ejemplificado por ninguno de los principales ejemplos del Antiguo Testamento. Ni siquiera es mencionado en el “capítulo de la resurrección” de la Biblia, el capítulo quinceavo de la Primera Carta a los Corintios.
El origen de la doctrina del arrebato ciertamente es sospechoso. ¿Por qué es sospecho su origen? Es sospechoso porque la doctrina está fuera de las Escrituras y es destructiva. Es destructiva porque hace a un lado la doctrina importante de la resurrección.
La resurrección es ejemplificada en el Antiguo Testamento en el episodio referente a Gedeón donde las vasijas de barro son rotas y surge el resplandor de la lámpara interior. La historia de Gedeón es una de las principales ejemplificaciones de la primera resurrección.
Si no crees que el énfasis no bíblico del arrebato de los creyentes haya eliminado la doctrina bíblica sobre la resurrección entonces pregunta sobre la resurrección a cualquiera que crea en el arrebato. Lo más probable será que encontrarás que esta persona entiende muy poco sobre la resurrección de los muertos, o cómo ésta está relacionada con reunirse con los santos en el aire para encontrarse con el Señor Jesús a Su regreso.
Pregúntale si nuestro cuerpo será resucitado de los muertos o si esto siquiera es de importancia.
Pregúntale si tenemos que ser resucitados o cambiados antes de que seamos reunidos.
La salvación tiene que ver con el cambio del individuo. La salvación no tiene nada que ver con trasladar a una persona de un lugar a otro.
El evento principal de la redención es la resurrección del cuerpo de la tumba y su revestimiento con una vida eterna. Esto marca la conquista del último enemigo, la muerte física. Éste es el clímax de la redención.
Pero ¿qué no tenemos que ser arrebatados para ir al Cielo?
No. Nosotros vamos al Cielo por el hecho de morir.
Pero ¿qué no seremos resucitados para que podamos ir al Cielo? No. Después de que hayas sido resucitado podrás ir a dondequiera que Dios ponga en tu corazón que vayas.
Pero ¿acaso escaparé del Anticristo y de la gran tribulación?
¿Acaso crees que después de haber sido resucitado de los muertos y cubierto con vida eterna podrás ser lastimado por el Anticristo o por la gran tribulación?
¿Acaso crees que los millones de santos que regresarán con Jesús para reclamar sus cuerpos de la tumba podrán ser lastimados por el Anticristo o por la gran tribulación?
¿Puedes ver que un arrebato para escapar del Anticristo y de la gran tribulación no solo está fuera de las Escrituras sino que además no tiene sentido?
Pero todos lo creen. No todos, muchos eruditos Cristianos distinguidos han rechazado éste énfasis no bíblico. De cualquier manera, ¡todos solían creer que la tierra era plana!
Pero quizá seamos arrebatados antes del día de la resurrección.
Esto es erróneo por dos motivos.
En primer lugar, no podríamos reunirnos en el aire para encontrarnos con Jesús antes de que nuestro cuerpo fuera cambiado de alguna manera. Y no habría necesidad de que Jesús viniera para sólo llevarse nuestro espíritu al Cielo. Él puede hacer eso matándonos. La semana pasada los espíritus de miles de personas de Nicaragua y Honduras pasaron del reino físico al reino espiritual. Ningún arrebato fue necesario.
Además, el concepto de que sólo nuestro espíritu es arrebatado no es bíblico.
El Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán primero. (1 Tesalonicenses 4:16—NVI)
Los muertos en Cristo resucitarán primero. Esto no significa elevarse al cielo, significa resucitar de los muertos así como Jesús resucitó de los muertos al tercer día.
Los muertos en Cristo no son reunidos primero, son levantados de los muertos.
¿Puedes ver que no hay necesidad de que los muertos en Cristo asciendan al Cielo? Ellos acaban de venir del Cielo. Sólo un relativamente pequeño puñado de testigos de Dios estará sobre la tierra en ese momento. La gran multitud que será resucitada serán los santos muertos de todas las épocas anteriores, incluyendo los parientes muertos de los Tesalonicenses afligidos.
En ningún lado en la Biblia, en ninguno, encontrarás un pasaje que diga que Dios liberará del Anticristo y de la gran tribulación a los santos vivos y muertos llevándoselos al Cielo. Esto no está en las Escrituras y no es lógico.
La doctrina de suma importancia es la de la resurrección.
Pablo estaba buscando alcanzar la resurrección. ¿Puedes imaginarte a Pablo buscando alcanzar la reunión en el aire?
Lee cuidadosamente el capítulo quinceavo de la Primera Carta a los Corintios. Ve si puedes encontrar alguna indicación que diga que sea importante que seamos reunidos en el aire, que sea una doctrina principal de la redención que merezca ser predicada todos los Domingos.
¿Es importante nuestra resurrección?
Si la esperanza que tenemos en Cristo fuera sólo para esta vida, seríamos los más desdichados de todos los mortales. Lo cierto es que Cristo ha sido levantado de entre los muertos, como primicias de los que murieron. (1 Corintios 15:19,20—NVI)
¿Puedes ver que en los versículos anteriores Pablo no enfatiza nuestra vida en el Cielo? Pablo está diciendo que nuestra esperanza en Cristo se extiende de la vida actual a la vida que tendremos cuando hayamos sido levantados del sueño de la muerte. No estamos aquí tratando de desarrollar el tema del sueño del alma, sólo estamos señalando que Pablo está diciendo aquí que si no vamos a resucitar de los muertos entonces somos los más desdichados. No hace ninguna referencia a que seamos reunidos en el Cielo.
De hecho, ya que la muerte vino por medio de un hombre, también por medio de un hombre viene la resurrección de los muertos. Pues así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos volverán a vivir. (1 Corintios 15:21, 22—NVI)
El énfasis de Pablo aquí es que realmente no tendremos vida eterna hasta que seamos resucitados de la muerte por medio de Cristo Jesús. Por ello podemos ver que la resurrección del cuerpo físico es de lo que se trata la salvación. La promesa de vida eterna es la restauración de lo que se perdió en el Jardín del Edén, es decir, la inmortalidad.
Nosotros hemos construido una gran escena mitológica de cómo será el Cielo. Pero el énfasis de la Biblia está en la redención del cuerpo y en reasumir la vida en la forma en que Dios quiso que fuera: espíritu, alma y cuerpo.
Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; después, cuando él venga, los que le pertenecen. (1 Corintios 15:23—NVI)
Pablo sigue en este capítulo hablando sobre la resurrección de nuestro cuerpo. No menciona la reunión en el aire, lo cual hubiera hecho si fuera una doctrina principal.
El cambio en nosotros es lo que es la salvación, es la redención, es nuestro rescate del cuerpo de muerte.
Así sucederá también con la resurrección de los muertos. Lo que se siembra en corrupción, resucita en incorrupción; lo que se siembra en oprobio, resucita en gloria; lo que se siembra en debilidad, resucita en poder; se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual. (1 Corintios 15:42-44—NVI)
Resucita en incorrupción. Resucita en Gloria. Resucita en poder. Resucita un cuerpo espiritual.
¿Realmente creemos que esas personas pueden ser lastimadas por el Anticristo o por la gran tribulación?
¿Acaso realmente podemos creer que el Señor Jesucristo, así como surgió en un cuerpo glorificado, podrá ser lastimado por el Anticristo o por la gran tribulación?
Porque lo corruptible tiene que revestirse de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad. Cuando lo corruptible se revista de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: “La muerte ha sido devorada por la victoria.” (1 Corintios 15:53,54—NVI)
Lo anterior tiene que suceder antes de la reunión en el aire. Los muertos serán resucitados y transformados y los vivos serán transformados. Entonces todos serán reunidos para encontrarse con el Señor en el aire. No existe base bíblica para que regresen al Cielo. La mayoría de ellos ha estado en el Cielo por cientos o miles de años. No tendrían ningún deseo de regresar. Dios los ha hecho reyes y ellos están esperando pacientemente su oportunidad de gobernar la tierra.
De ellos hiciste un reino; los hiciste sacerdotes al servicio de nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra. (Apocalipsis 5:10—NVI)
Ellos no están reinando en el Cielo. Su reino está sobre la tierra.
Quizá deseemos escapar al Cielo, pero tengo el presentimiento de que estos reyes futuros están ansiosos por comenzar su trabajo sobre la tierra. ¿Qué piensas tú al respecto?
Nuevamente permítenos enfatizar que en el único capítulo de la resurrección de la Biblia, la reunión en el aire no es mencionada ni implicada. Este no sería el caso si la reunión en el aire fuera un aspecto principal de la resurrección. Debemos dejar la reunión como lo que es, un traslado de los santos de un lugar a otro después de que han alcanzado el clímax de la redención. Nada más que esto; y ciertamente, ya que no es enfatizado en las Escrituras, no debe ser predicado Domingo tras Domingo como una forma de escapar las dificultades o como una desviación que aleja a la gente de la tarea de suma importancia de vivir en el Espíritu de Dios.
¿Pero qué problema hay en que la gente crea que está a punto de viajar al Cielo para escapar de los problemas de la tierra y de que encuentren consolación en esta idea? El problema está en que no se están preparando para la resurrección alejándose de la naturaleza pecaminosa y siguiendo al Espíritu de Dios. Ellos se imaginan que Dios está a punto de alejarlos de las escenas problemáticas de la tierra y que no hay necesidad de cambiar sus formas descuidadas e indisciplinadas de vida para participar en el viaje. De hecho, no sienten la apremiante necesidad de alcanzar la redención de sus cuerpos. Ellos no gimen, como lo hizo Pablo, para lograr la redención de sus cuerpos.
Además, la idea de que Dios alejará a los Cristianos Norteamericanos del sufrimiento es ridícula. A través de la historia, y hoy como nunca antes, los Cristianos están siendo torturados y asesinados por el Evangelio. ¿Por qué ellos no son arrebatados? ¿Qué tienen de especial los Cristianos carnales de Norteamérica para que sean llevados al Cielo para que no tengan que sufrir? Sin embargo, muchos creyentes igual de merecedores han sufrido terriblemente y están sufriendo hoy en día. Sácale sentido a esto si puedes.
Lo importante es lo siguiente, Dios nos está advirtiendo en Norteamérica que nos alejemos de nuestra naturaleza pecaminosa y comencemos a vivir en el Espíritu de Dios. Esto significa salir de una cultura extremadamente próspera y colorida para tomarnos el tiempo para orar diariamente y consultar con el Señor nuestras decisiones. El camino Norteamericano es el camino de la muerte. David Wilkerson dijo recientemente que el Señor le dijo que Estados Unidos, debido a su pecado, ha perdido su posición como la nación líder del mundo. Según Dios ya está muerta. Yo me puse en oración sobre esto y creo que recibí confirmación de que ésta es realmente la Palabra del Señor.
Tú y yo sabemos cómo los Norteamericanos se están comportando. Dios nunca ha tolerado tal comportamiento por mucho tiempo y tampoco lo tolerará en los Estados Unidos.
Más vale que nos preparemos y que preparemos a nuestros seres queridos para lo que se presente, ya sea hambre, o persecución, o catástrofes climáticas, o guerra, o colapso económico, o cualquier otra cosa.
Dios no quiere que tengamos miedo a morir. Pero más nos vale tener miedo de morir si estamos viviendo según la naturaleza pecaminosa; si se nos está acabando el aceite; ¡si no estamos usando los talentos que se nos han dado para construir el Reino de Dios! Las Escrituras dicen que cosecharemos corrupción si sembramos al cuerpo.
Si elegimos vivir en el Espíritu de Dios, entonces al morir regresaremos con el Señor y recogeremos nuestro cuerpo de la tierra. Encontraremos en ese día que ya no es un cuerpo de muerte sino un cuerpo de vida. Luego seremos arrebatados juntos con los santos que estén vivos en ese tiempo y seremos llevados a reunirnos con el Señor en el aire. Descenderemos con Él, apareciendo para el mundo como los hijos manifestados de Dios, listos para ayudar con el establecimiento del Reino de Dios sobre la tierra.
Esta es la respuesta al clamor de Pablo: “¿Quién me librará de este cuerpo mortal?”
(“Librado de Este Cuerpo Mortal”, 4166-1)