NO HAGO NADA POR MI PROPIA CUENTA
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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. ©1999 por la Sociedad Bíblica Internacional
Traducido por Carmen E. Álvarez
La Carta a los Hebreos emite varias advertencias a los “hermanos que han sido santificados” a quienes está dirigida. Los creyentes a quienes se les estaba escribiendo eran Cristianos Judíos que habían recibido a Cristo, habían sido bautizados en agua, habían sido llenos con el Espíritu Santo, y habían sido perseguidos. Podrías suponer que ellos tenían su boleto para ir al Cielo. Pero el autor de Hebreos les advierte rigurosamente que ellos están descuidando avanzar hasta el reposo de Dios.
NO HAGO NADA POR MI PROPIA CUENTA
Cuidémonos, por tanto, no sea que, aunque la promesa de entrar en su reposo sigue vigente, alguno de ustedes parezca quedarse atrás. (Hebreos 4:1—NVI)
La Carta a los Hebreos está dirigida a los creyentes Judíos, a los “hermanos que han sido santificados”.
Por lo tanto, hermanos, ustedes que han sido santificados y que tienen parte en el mismo llamamiento celestial, consideren a Jesús, apóstol y sumo sacerdote de la fe que profesamos. (Hebreos 3:1—NVI)
Que la gente a quienes se estaba dirigiendo eran Cristianos maduros se muestra por algunos de los pasajes de la Carta a los Hebreos.
Por eso, dejando a un lado las enseñanzas elementales acerca de Cristo, avancemos hacia la madurez. No volvamos a poner los fundamentos, tales como el arrepentimiento de las obras que conducen a la muerte, la fe en Dios, la instrucción sobre bautismos, la imposición de manos, la resurrección de los muertos y el juicio eterno. Así procederemos, si Dios lo permite. Es imposible que renueven su arrepentimiento aquellos que han sido una vez iluminados, que han saboreado el don celestial, que han tenido parte en el Espíritu Santo y que han experimentado la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero, (Hebreos 6:1-5—NVI)
Estos Judíos Cristianos habían sido iluminados por maestros que habían escuchado a Jesús mismo, habían saboreado el don celestial de la vida eterna, habían tenido parte en el Espíritu Santo, y habían experimentado la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero.
Ellos no eran novatos.
Además, ellos habían soportado persecución.
Recuerden aquellos días pasados cuando ustedes, después de haber sido iluminados, sostuvieron una dura lucha y soportaron mucho sufrimiento. Unas veces se vieron expuestos públicamente al insulto y a la persecución; otras veces se solidarizaron con los que eran tratados de igual manera. También se compadecieron de los encarcelados, y cuando a ustedes les confiscaron sus bienes, lo aceptaron con alegría, conscientes de que tenían un patrimonio mejor y más permanente. (Hebreos 10:32-34—NVI)
Hay aquí una gran lección para nosotros. Nosotros supondríamos que ya estaría camino al Cielo cualquier Cristiano con los antecedentes que tenían estos creyentes Judíos. Todo lo que tendría que hacer ahora sería esperar hasta morir para ir a su mansión.
Sin embargo, el autor de la Carta a los Hebreos en varias ocasiones en su epístola les advierte de severas consecuencias si ellos no avanzan en Cristo y entran al reposo de Dios.
Los que vivimos en esta época ni siquiera hemos oído hablar del reposo de Dios.
La verdad es que no entendemos siquiera la salvación Cristiana. Nosotros pensamos que es un boleto que recibimos cuando hacemos una profesión de fe en Cristo. La salvación Cristiana no es un boleto, es un programa que comienza cuando estamos en el reposo de Satanás y termina cuando estamos en el reposo de Dios.
Puedes recibir a Cristo, arrepentirte de tus pecados, ser bautizado en agua, recibir vida eterna, ser bautizado con el Espíritu Santo, volver a nacer, hablar en lenguas, profetizar, recibir sanidad, orar para que alguien más sea sanado, todo en una sola tarde. Sin embargo, no eres considerado un Cristiano maduro en ese momento. Más bien, a penas has comenzado a atravesar el desierto. Acabas de dejar Egipto. Aun no te encuentras en la tierra prometida.
La salvación siempre es hoy. No puedes ser salvo ayer o mañana. No existe el mañana. Cuando llegues a mañana entonces será hoy. Lo que fuiste ayer eso eras. Quizá hayas estado en un estado de salvación en ese momento.
Hoy enfrentas el reto de habitar en Cristo. Si estás habitando en Cristo el día de hoy entonces estás sin condenación, estás avanzando de gracia en gracia y de gloria en gloria. Estás siendo cambiado a la imagen moral de Cristo.
Si no estás habitando en Jesús hoy, entonces estás en camino hacia la condenación y la muerte espiritual. No estás pasando por ningún cambio. Tu salvación está siendo abortada.
En este momento pregúntale al Señor Jesús si estoy en lo correcto en esto.
Los Cristianos Hebreos tenían todas las experiencias que nosotros los Cristianos Pentecosteces tenemos, y probablemente algunas adicionales. Pero el autor los regaña severamente en varios versículos, advirtiéndolos que si se echan para atrás será para su destrucción.
A estas personas se les habían confiscado sus posesiones. Ahora ellas estaban afanosamente estableciendo nuevos hogares. Temporalmente, no tenían presiones. Y por ello, con su boleto de salvación en la mano (según ellos) estaban descuidando reunirse entre sí. No se estaban alentando unos a otros a avanzar hasta el reposo de Dios.
Pero qué es el reposo de Dios. Veamos si podemos encontrarlo.
Cuidémonos, por tanto, no sea que, aunque la promesa de entrar en su reposo sigue vigente, alguno de ustedes parezca quedarse atrás. (Hebreos 4:1—NVI)
Regresa en tu mente a la descripción que acabamos de dar de los antecedentes espirituales del creyente Judío. ¡Piénsalo! El autor está preocupado de que no están teniendo cuidado en entrar y permanecer en el reposo de Dios.
¿Qué es el “reposo de Dios” que estos veteranos de la cruz parecían estar descuidando? ¿Acaso nosotros también estaremos descuidando avanzar hasta el reposo de Dios?
Porque a nosotros, lo mismo que a ellos, se nos ha anunciado la buena noticia; pero el mensaje que escucharon no les sirvió de nada, porque no se unieron en la fe a los que habían prestado atención a ese mensaje. (Hebreos 4:2—NVI)
¡Aquí tenemos algo increíble! La “buena noticia” fue anunciada a los Judíos que habían salido de Egipto. El pensamiento de Dispensación ha tenido un efecto no deseado. Nos ha dejado con la impresión de que el pacto nuevo es completamente diferente al antiguo, con metas Divinas nuevas; nuevos caminos Divinos. De hecho nos imaginamos que Jesús es diferente del “Dios del Antiguo Testamento”.
Nada podría estar más alejado de la realidad. La obra de Dios, el Reino que opera por medio de la fe, es la mismo desde Abel hasta la hora actual. Nos damos cuenta de este hecho por los héroes de la fe en el onceavo capítulo de la Carta a los Hebreos.
El Evangelio del Reino les fue enseñado a ellos así como nos está siendo enseñado a nosotros. No existen dos religiones, el Judaísmo y el Cristianismo, excepto en la mente de las personas. Sólo existe una intervención Divina de Dios. El Dios que habló por medio de los Profetas es el mismo que está hablando hoy. Cristo Jesús es el mismo ayer, hoy y siempre.
Jesucristo es el “Yo Soy” del Antiguo Testamento. No es el Yo fui, Él es el Yo Soy. La salvación siempre es para hoy. Uno de los grandes errores de la enseñanza actual es que puedes ser “salvo ayer” y ya tienes un boleto para ir al Cielo.
¿Recuerdas lo que le pasó al maná de ayer? Si tu relación con el Señor Jesucristo no es diaria, entonces las fuerzas de deterioro y muerte espiritual ya están logrando su obra en tu personalidad.
Los incidentes y las instituciones de Israel, como el Altar, el Candelabro, y la Tienda, son símbolos de la realidad que existe en Cristo. Hoy tenemos el cumplimiento espiritual de los incidentes y de las instituciones, pero todavía somos Israel, todavía somos la familia de Dios, todavía somos el olivo con su raíz en Abraham y Sarah.
Lo que les fue predicado a los Judíos fue la Vida y el poder de Dios Todopoderoso. Pero ellos no mezclaron fe con lo que se les dijo. Lo mismo sucede ahora. Es muy sencillo hacer del Cristianismo un acto inútil, como el acto de los “cuatro pasos a la salvación” que no exige un real arrepentimiento, ni una real trasformación del converso.
Los justos han vivido por su fe desde los tiempos de Abel. La salvación por medio de la fe no es nada nuevo, sólo que hoy en día tenemos mayores exigencias sobre nosotros de lo que tenían en épocas anteriores los miembros del Israel de Dios, y a nosotros se nos ha dado mucha más gracia con la que podemos ser conformados a esas nuevas exigencias.
Pero la meta de Dios nunca cambia. La meta es que Su pueblo, Sus elegidos, vivan en justicia de hierro, santidad ferviente y obediencia estricta a Dios.
En tal reposo entramos los que somos creyentes, conforme Dios ha dicho: “Así que, en mi enojo, hice este juramento: ’Jamás entrarán en mi reposo’.” Es cierto que su trabajo quedó terminado con la creación del mundo, (Hebreos 4:3—NVI)
El reposo de Dios es ese lugar en el centro de la voluntad de Dios donde está sucediendo todo lo que Él ha declarado con respecto a nosotros como individuos. En ese lugar nosotros hemos dejado a un lado nuestras propias obras y estamos confiando en Dios para que Él desee y haga aquello que le agrada.
El reposo de Dios es representado en tres dimensiones:
Debido a que Dios terminó Su obra de la creación en seis días y descansó en el séptimo. La obra de la creación se extiende hasta el reinado de Cristo en el cielo nuevo y la tierra nueva. Todo se ha cumplido, incluyendo nuestro papel en el Reino. Nosotros debemos dejar de hacer nuestras propias obras para entrar al reposo de Dios.
El día de reposo de Dios.
La tierra prometida.
Si queremos entrar al reposo de Dios debemos comprender que todo se concluyó hace dos mil años. Esto no significa que vayamos a adoptar un espíritu de inevitabilidad, de no hacer nada, esperando con fatalidad que suceda lo inevitable. El reposo de Dios no funciona de esa manera.
Lo que sí significa es que debemos de volvernos hacia Dios para descubrir Su voluntad para nuestra vida. Mientras oramos para que Dios nos abra caminos a nosotros y a nuestros seres queridos, y nos conceda los deseos de nuestro corazón, nuestra oración principal es que podamos descubrir lo que debemos ser y hacer en todo momento. Nosotros no tenemos que crear otro cielo y otra tierra ni tampoco planear nuestra propia vida.
Piensa cuidadosamente en lo siguiente:
Mis huesos no te fueron desconocidos cuando en lo más recóndito era yo formado, cuando en lo más profundo de la tierra era yo entretejido. Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya escrito en tu libro; todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía uno solo de ellos. (Salmo 139:15,16—NVI)
“Todo estaba ya escrito en tu libro; todos mis días se estaban diseñando.” Observa que el verbo está en tiempo pasado—“estaba ya escrito”.
¿Qué es lo que tú entiendes por esta expresión? Parece ser que nuestros días fueron decididos antes de que comenzaran.
Uno de mis versículos preferidos es el siguiente:
Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. (Romanos 8:29—NVI)
Sé que hay quienes protestan que no hay predestinación porque no es democrático. Además, en tiempos pasados se han dado excesos.
Pero sólo porque no es democrático y porque se han dado excesos no significa que podamos simplemente echar fuera de la Biblia lo que no nos gusta.
El versículo no dice que hemos sido predestinados a ser salvos. Dice que hemos sido predestinados a ser transformados según la imagen de Cristo. De hecho, ser la imagen moral de Cristo, pensando como Él piensa, hablando como Él habla, y actuando como Él habla, es el reposo de Dios.
¿Cómo sabemos a quién conoció Dios de antemano? No lo sabemos. De hecho, no sabemos con certeza si a nosotros mismos nos conoció de antemano. Esta es la razón por la que debemos ser diligentes en lograr que sean seguros nuestro llamado y nuestra elección.
Nosotros debemos predicar el Evangelio a toda criatura. Si hacemos esto, el Espíritu de Dios llamará a los que han sido predestinados a la vida eterna. Esto es lo que la Biblia declara.
Jesús no nos dijo que salváramos a todos, Él nos dijo que predicáramos el Evangelio a todos, que diéramos testimonio del Reino de Dios a todas las naciones. Si nosotros hacemos lo que se nos ha ordenado que hagamos, siguiendo de cerca al Espíritu, entonces Dios puede obrar según Su propósito predeterminado. Pero si nos apresuramos en nuestras propias fuerzas y en nuestra propia sabiduría tratando de construir el Reino por nosotros mismos entonces sólo crearemos Babilonia, el reino de la confusión y el asesino de los santos de Dios.
Nuestra tarea es presentar nuestro cuerpo como sacrificio vivo para que sepamos con certeza cual es la voluntad de Dios para nosotros. La tarea de Dios es que Sus propósitos se cumplan en nosotros. Éste es el reposo de Dios.
El cuarto capítulo de Hebreos también hace referencia al Sábado. El día Sábado era un pacto que Dios tenía con los Judíos bajo la Ley de Moisés. El pacto del Sábado ordenaba que se evitara trabajar un día de los siete.
El reposo de Dios es un Sábado eterno. Nosotros debemos permanecer en el reposo de Dios en todo momento, no sólo en uno de los siete días.
El siguiente pasaje muestra la razón del Sábado:
Si dejas de profanar el sábado y no haces negocios en mi día santo; si llamas al sábado “delicia”, y al día santo del SEÑOR, “honorable”; si te abstienes de profanarlo, y lo honras no haciendo negocios ni profiriendo palabras inútiles, entonces hallarás tu gozo en el SEÑOR; sobre las cumbres de la tierra te haré cabalgar, y haré que te deleites en la herencia de tu padre Jacob. El SEÑOR mismo lo ha dicho. (Isaías 58:13,14—NVI)
Hoy en día los Ortodoxos observan el día Sábado de varias maneras. Una manera es que no pueden apretar el botón en un elevador el Sábado. Tienen que esperar a que un Gentil se suba al elevador para que apriete el botón. Otra manera es absteniéndose de prender o apagar un apagador de luz.
Ahora compara tales acciones con el pasaje anterior.
Si no haces negocios en mi día santo.
Si llamas al Sábado delicia, santo y honorable.
Si te abstienes de profanarlo.
Si honras el Sábado no profiriendo palabras inútiles.
¿Puedes notar que esto tiene mucho más que ver que el sólo apretar el botón del elevador o prender un apagador de luz?
Esta es la manera en que debemos vivir todo el tiempo, no sólo en uno de los siete días. Esta es la manera en que el Señor Jesús siempre vive.
Él sólo hace lo que le agrada al Padre.
Él siente que su relación con el Padre es una delicia, es santa y es honorable.
Jesús no profana los caminos de Su Padre.
Jesús no profiere palabras inútiles, sólo aquellas que el Padre le dice que diga.
Este es el Sábado eterno. Este es el reposo de Dios.
Entonces Jesús afirmó:—Ciertamente les aseguro que el hijo no puede hacer nada por su propia cuenta, sino solamente lo que ve que su padre hace, porque cualquier cosa que hace el padre, la hace también el hijo. Pues el padre ama al hijo y le muestra todo lo que hace. Sí, y aun cosas más grandes que éstas le mostrará, que los dejará a ustedes asombrados. (Juan 5:19,20—NVI)
¿Cómo te gustaría vivir de esta manera? A mí me encantaría. Este es el Sábado eterno, el reposo de Dios.
Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta; juzgo sólo según lo que oigo, y mi juicio es justo, pues no busco hacer mi propia voluntad sino cumplir la voluntad del que me envió. (Juan 5:30—NVI)
¿Cuántas veces juzgamos incorrectamente a las personas o las situaciones? El Señor Jesús siempre juzga con justicia porque Él busca complacer a Dios en lugar de a Sí mismo.
Y si lo hago, mis juicios son válidos porque no los emito por mi cuenta sino en unión con el Padre que me envió. (Juan 8:16—NVI)
Me gusta este versículo en particular porque revela que nosotros nunca tenemos por qué estar solos. Si vamos a donde Dios nos envía entonces Él siempre está con nosotros y tomamos decisiones correctas y fructíferas.
Son muchas las cosas que tengo que decir y juzgar de ustedes. Pero el que me envió es veraz, y lo que le he oído decir es lo mismo que le repito al mundo. (Juan 8:26—NVI)
El Señor Jesús no vino al mundo y luego decidió que decir. El Señor se mantuvo constantemente en oración para que pudiera declarar sólo aquello que Él estaba escuchando del Padre.
Qué diferente sería la historia de la Iglesia si las diversas organizaciones y los diferentes líderes repitieran al mundo sólo aquello que hubieran oído de Dios. Oír a Dios es una parte importante del reposo de Dios hacia lo que la Carta a los Hebreos nos está exhortando.
Por eso Jesús añadió:—Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, sabrán ustedes que yo soy, y que no hago nada por mi propia cuenta, sino que hablo conforme a lo que el Padre me ha enseñado. (Juan 8:28—NVI)
Éste es el eterno Sábado de reposo.
El que me envió está conmigo; no me ha dejado solo, porque siempre hago lo que le agrada. (Juan 8:29—NVI)
Podemos ver en lo anterior que para vivir en el Sábado eterno se requiere de estar en constante oración. Si queremos siempre hacer lo que le place a Dios entonces debemos estar constantemente en contacto con Él. La Biblia nos da una guía general pero no nos dice qué hacer en cada caso en particular. Pero el Espíritu de Dios nos dirá qué hacer si lo estamos escuchando.
Si no hago las obras de mi Padre no me crean. (Juan 10:37—NVI)
“Si honras el Sábado no yendo por tu propio camino ni haciendo lo que te plazca.”
¿Acaso no crees que yo estoy en el Padre, y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les comunico, no las hablo como cosa mía, sino que es el Padre, que está en mí, el que realiza sus obras. Créanme cuando les digo que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí; o al menos créanme por las obras mismas. (Juan 14:10,11—NVI)
Si te pones a considerarlo, nosotros en realidad nunca “vimos” al Señor Jesús ni escuchamos Sus palabras. Lo que el Señor predicó desde la ladera de la montaña en realidad no salió de Él sino del Padre en el Cielo. Quien ve a Jesús está viendo al Padre. Quien escuche las palabras de Jesús está escuchando las palabras del Padre.
Éste es el cumplimiento espiritual de la fiesta Judía de las Enramadas, la convocación principal que es después de la fiesta de las Semanas o Pentecostés.
Pablo estaba morando en la fiesta de las Enramadas. La vida que Pablo estaba viviendo era la de Cristo viviendo en él. Éste es el reposo de Dios.
¿Puedes ver ahora por qué el autor de la Carta a los Hebreos estaba tan preocupado? Él sabía que los creyentes Judíos, aunque eran salvos y estaban llenos del Espíritu como nosotros usamos el término, no estaban avanzando hasta poder vivir en el eterno Sábado de reposo de Dios.
Realmente hay mucho más de Dios para los que hemos llegado hasta Pentecostés.
Hemos discutido dos dimensiones del reposo de Dios, como es presentado en el cuarto capítulo de la Carta a los Hebreos. La primera dimensión tiene que ver con el hecho de que Dios terminó todas Sus obras cuando Él creó el mundo. La segunda dimensión tiene que ver con el eterno Sábado de reposo de Dios.
La tercera dimensión del reposo de Dios se refiere a Canaán, a la tierra prometida.
Nosotros descansamos en el hecho de que Dios terminó todas Sus obras en seis días. Descansamos en el hecho de que no tenemos que hablar nuestras propias palabras ni hacer nuestras propias obras. Podríamos referirnos a estos dos aspectos como el reposo que sentimos mientras llegamos al reposo.
Canaán es nuestra meta, nuestra tierra prometida, nuestro reposo. Pero, ¿qué simboliza Canaán?
Tradicionalmente el Cielo, el Paraíso espiritual, es considerado como nuestro Canaán, como nuestra tierra prometida, como la meta de nuestra salvación. Somos salvos para ir al Cielo. Pero si te pones a pensarlo un poco el Cielo realmente no da cumplimiento al simbolismo. ¿Acaso tenemos que pelear de ciudad en ciudad para entrar al Cielo? ¿Está el Cielo lleno de tribus que adoran demonios? A pesar de nuestra antigua tradición, el Nuevo Testamento no presenta el Paraíso espiritual como la meta de nuestra salvación.
Debemos buscar un cumplimiento más bíblico del simbolismo de Canaán, un simbolismo más apropiado espiritualmente si consideramos éste como el reposo de Dios.
Existe un Cielo donde Dios, Jesús, los santos, y los santos ángeles residen. No estoy seguro de que el Cielo espiritual sea como nos lo hemos imaginado pero tengo la confianza de que excederá en gloria cualquier cosa que nos podamos imaginar en este momento.
Sin embargo, hacer que la residencia eterna en el Cielo sea la meta de nuestra salvación ocasiona problemas cuando estamos discutiendo el reposo de Dios. En primer lugar, no existe pasaje en el Antiguo Testamento ni en el Nuevo que presente la residencia eterna en el Cielo como la meta de la salvación.
En segundo lugar, la idea de descansar por siempre en una mansión en el Paraíso realmente nos quita el celo de avanzar hacia la plena estatura de Cristo. ¿De qué nos servirá en el Cielo soportar los rigores que estamos pasando de volvernos una nueva creación si no hay tentaciones o problemas a donde vamos?
Lo principal que se muestra en ambos testamentos es el Reino de Dios, el gobierno de Dios que está por llegar a la tierra, no una mansión en el Cielo.
El Nuevo Testamento presenta dos principales logros como la meta de nuestra salvación. El primer logro es la conformación a la imagen de Jesucristo en nuestro espíritu, nuestra alma, y en nuestro cuerpo. El segundo logro es reposo tranquilo en el centro de la Persona y la voluntad de Dios.
Nuestra habilidad de ejercer exitosamente el papel eterno en el Reino de Dios para el que hemos sido predestinados, depende de que seamos conformados a la imagen de Cristo y de que vivamos en reposo tranquilo en la voluntad de Dios.
Estas son las dos grandes metas de la redención de los elegidos de Dios.
El arrepentimiento, el ser bautizados en agua, el volver a nacer, el ser bautizados con el Espíritu Santo—éstos son la autoridad y el poder para lograr la meta Divina de transformación a la imagen moral de Cristo y de reposo en la voluntad de Dios.
En cuanto a ser transformados según la imagen de Cristo:
Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. (Romanos 8:29—NVI)
En cuanto a reposar en la voluntad de Dios:
Para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí. Permite que alcancen la perfección en la unidad, y así el mundo reconozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos tal como me has amado a mí. (Juan 17:21-23—NVI)
No es suficiente sólo parecernos a Cristo, sólo tener el amor que Él tiene, sólo tener el poder que Él tiene. Satanás mismo desea ser como Cristo, como Dios.
La segunda parte de la meta es a la que Satanás se resiste. Él nunca consentiría en vivir en el centro de la Persona y voluntad de Dios.
Así que tenemos imagen, pero no sólo imagen. Tenemos que considerar la imagen y la unión—la imagen de Cristo y la unión con Dios por medio de Cristo.
Tener la imagen a solas no es suficiente. Nosotros debemos estar reposando en el centro de la Persona y voluntad de Dios.
Tener unión a solas no es suficiente. Debemos tener el carácter y el comportamiento moral de Cristo.
Cuando tenemos el carácter y el comportamiento moral de Cristo, y estamos descansando en la Persona y voluntad de Dios, entonces estamos listos para ejercer el papel en el Reino de Dios para el cual fuimos predestinados. Entonces estaremos listos para ser resucitados de entre los muertos cuando el Señor aparezca, para ser reunidos y encontrarnos con Él en el aire, y descender con Él para ayudar a establecer el Reino de Dios sobre la tierra.
El movimiento Carismático de hoy en día está en una encrucijada. Los creyentes Carismáticos tienen mayor conocimiento de las Escrituras y mayor familiaridad con los dones y ministerios del Espíritu de lo que ha sido verdad con anterioridad.
Muchos de los líderes están buscando poder. Se esfuerzan por dar órdenes al Espíritu de Dios para que se presenten milagros.
Esto es un intento de ser como Cristo, de tener el poder del Cordero.
Ahora bien, lo importante es: ¿le regresaremos todo esto a Dios para que Dios pueda usarnos según le plazca, o acaso intentaremos salir para liberar al mundo nosotros mismos? Cuando intentamos usar las cosas de Dios para salvar al mundo nos volvemos parte del Profeta Falso que apoyará al Anticristo. Esta es una gran tentación para un ambicioso ministro del Evangelio.
¿O acaso nos volveremos al Señor Jesús, pondremos nuestras vidas a Sus pies, y esperaremos hasta que Él nos diga qué hacer? ¿Estaremos dispuestos a volvernos nada, a permanecer en la prisión en la que hemos sido puestos, a permanecer colgados sobre la cruz? ¿Estaremos dispuestos a humillarnos, no considerando el ser hijos algo a qué aferrarnos?
¿Estaremos listos para ser como Jesús en el sentido de no hablar o no actuar más que cuando Él nos dirija, así como Él no habló ni actuó sin que el Padre se lo instruyera?
Yo creo que la mayoría de los creyentes escogerán intentar salvar al mundo sin escuchar de Dios, asumiendo que esta comisión viene de las Escrituras y que no necesitan esperar en Dios. Sólo haz lo que dice la Biblia. Entonces cambiarán la Gran Comisión de ir a todo el mundo para hacer discípulos, enseñándoles a obedecer los mandamientos de Cristo, a ir a todo el mundo para “salvar” a la gente, construir iglesias, y enseñarles a las personas que debido a la gracia no tienen que obedecer los mandamientos de Cristo.
Yo creo que esto es lo que la mayoría seguramente hará.
Yo creo además que habrá un remanente santo que regresará a Jesús e ignorará la levadura religiosa de los proselitistas. Ellos orarán y esperarán hasta que sepan la voluntad de Dios. Seguirán haciendo lo que se les presente, pero en sus corazones ellos estarán viviendo sobre la cruz, esperando el poder de Su resurrección, listos para compartir en Sus sufrimientos.
Parece ser que siempre ha existido un remanente santo y una enorme Babilonia. A veces, Babilonia intenta eliminar al remanente, considerando a estos humildes creyentes una amenaza para la denominación.
Israel siempre asesina a sus profetas.
La Carta a los Hebreos nos dirige hacia el reposo de Dios. Estamos en el reposo de Dios cuando sabemos en el fondo de nuestro corazón que no podemos hacer nada por nosotros mismos.
Dios terminó todo desde el principio y nuestros días fueron destinados por Él desde entonces. Debemos entender esto desde lo profundo y esforzarnos para averiguar quién se supone que debemos ser y qué debemos hacer.
Nosotros estamos en un pacto mejor que el de Moisés. El reposo del Sábado opera cada segundo de nuestra vida. Nosotros siempre buscamos la voluntad y los caminos del Señor y nos regocijamos poderosamente en ellos. Nos deleitamos en alejarnos de nuestros propios pensamientos y planes para reposar en Su voluntad poderosa.
Y tenemos una meta clara—madurar en el carácter de Jesús y estar en unión con Dios por medio de Jesús; finalmente, que el Padre y el Hijo vengan para hacer Su morada eterna en nosotros conforme nos preparamos para ponernos un cuerpo redimido.
Luego tendremos toda la eternidad para cumplir el papel para el cual hemos sido predestinados, mientras revelamos a toda la creación de Dios la Persona, la voluntad, los caminos, y el propósito eterno de Dios en Cristo.
Dijimos anteriormente que la residencia en el Cielo no es un cumplimiento apropiado del simbolismo de la tierra prometida porque no tenemos que pelear de ciudad en ciudad para entrar al Cielo. Sin embargo es verdad que el cumplimiento del simbolismo de la tierra prometida es el reposo de Dios. Cuando decidimos entrar al reposo de Dios, es decir, ser según la imagen de Cristo Jesús y estar en reposo tranquilo en el centro de la voluntad de Dios, reposando en la Persona de Dios por medio del Señor Cristo Jesús, descubrimos que el enemigo resistirá cada paso que tomemos. Pero cada paso que demos, conforme somos guiados por el Espíritu Santo, será nuestra posesión para la eternidad.
Tal como le prometí a Moisés, yo les entregaré a ustedes todo lugar que toquen sus pies. (Josué 1:3—NVI)
Si queremos entrar al reposo de Dios debemos darnos cuenta de que los enemigos que se nos oponen también son enemigos de Dios. No podríamos conquistarlos con nuestras propias sabiduría y fuerzas. Son mucho más sabios y fuertes que nosotros.
Pero cuando comprendemos que no podemos hacer nada por nosotros mismos, que la batalla le pertenece al Señor, que Su sabiduría y poder son muy, pero muy superiores al de nuestro enemigo en común, entonces podemos descansar en Dios mientras avanzamos hacia el descanso que es nuestra meta.
El SEÑOR tu Dios expulsará a las naciones que te salgan al paso, pero lo hará poco a poco. No las eliminarás a todas de una sola vez, para que los animales salvajes no se multipliquen ni invadan tu territorio. El SEÑOR tu Dios entregará a esas naciones en tus manos, y las llenará de gran confusión hasta destruirlas. Pondrá a sus reyes bajo tu poder, y de sus nombres tú borrarás hasta el recuerdo. Ninguna de esas naciones podrá resistir tu presencia, porque tú las destruirás. (Deuteronomio 7:22-24NVI)
Hemos sido llamados desde la fundación del mundo a ser los testigos de Dios y a ser Su pacto con la humanidad. Ahora Dios está descansando mientras el poder de Su Palabra está haciendo que se cumpla Su voluntad. Esforcémonos por entrar a ese reposo.
(“No Hago Nada Por Mi Propia Cuenta”, 4165-1)