HUEVOS CON JAMÓN
Copyright © 2007 por Trumpet Ministries, Inc. Todos los Derechos Reservados
Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. ©1999 por la Sociedad Bíblica Internacional
Traducido por Carmen E. Álvarez
Cuando una gallina da un huevo este es un acto de dedicación. Cuando un puerco da jamón este es un acto de consagración. El Señor exige tanto dedicación como consagración. El Señor quiere huevos con jamón.
HUEVOS CON JAMÓN
He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí. (Gálatas 2:20—NVI)
Cuando una gallina da un huevo este es un acto de dedicación. Cuando un puerco da jamón este es un acto de consagración. El Señor exige tanto dedicación como consagración. El Señor quiere huevos con jamón.
La expresión del Apóstol Pablo en Gálatas 2:20 refleja una consagración que excede lo que está siendo enseñado hoy en día. ¿Me pregunto a qué se debe eso? ¿Estamos realmente predicando el Evangelio de Cristo Jesús? ¡Lo que Pablo está diciendo ciertamente parece más como un puerco dando jamón que como una gallina dando huevos!
Recientemente estuve en una iglesia grande y escuché el sermón dado por el pastor. El pastor sólo hizo hincapié en la gracia. No enseñó que Dios nos perdona; que Él nos ama; que Él nos ayudará a través de las dificultades de la vida si clamamos a Él.
Parecía ser un hombre amable y todo lo que dijo fue razonable, y supongo que todo lo que dijo fue bíblico. Su mensaje fue reconfortante y realmente no puso demasiadas exigencias en sus oyentes, a excepción de que continuaran creyendo en el amor de Dios.
Yo creo que este es el mensaje Cristiano que prevalece en nuestro día, y quizá el que ha prevalecido durante siglos. Dios nos ama. Dios nos ha perdonado por medio de Cristo. Dios nos ayudará a tener una buena vida si lo buscamos.
No tengo nada malo que decir sobre este mensaje y veo mucho de valor en él.
Pero ¿dónde está el Reino de Dios? ¿Dónde está la venida de Cristo a la tierra con Sus santos para establecer la justicia entre las naciones?
¿Dónde está la solución al problema de Dios de la rebelión en Sus criaturas?
Y ¿dónde se aplican las siguientes palabras?
El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí, el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí. (Mateo 10:37,38—NVI)
Si alguno viene a mí y no sacrifica el amor a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun a su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14:26,27—NVI)
De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14:33—NVI)
Así que llego a la conclusión de que Dios ama a quienes Le temen y que por lo menos intentan hacer el bien, especialmente a aquellos que creen en Cristo y que han sido bautizados en agua.
Y sin embargo existe otro mensaje hoy en día que aparentemente parecen haber olvidado los Cristianos, incluyendo los ministros. Es el Evangelio del Reino de Dios.
¿Por cuántos siglos han estado orando los creyentes, Católicos y Protestantes: “Venga Tu Reino; hágase Tu voluntad en la tierra como en el Cielo”?
Decimos esto en oración pero no ponemos atención a lo que estamos orando. ¿Acaso creemos realmente que el Reino de Dios va a venir a la tierra? Yo no lo creo. Siempre hablamos de ir al Cielo y vivir ahí para siempre. Así que ¿por qué estamos orando “Venga Tu Reino, hágase Tu voluntad en la tierra”?
¿Qué es el Reino de Dios? El Reino de Dios es Dios en Cristo en los santos gobernando las naciones de la tierra.
¿Qué hace el Reino de Dios? El Reino de Dios obliga a toda la creación a que haga la voluntad de Dios. El hombre fue creado para hacer justamente esto—para gobernar sobre las obras de las manos de Dios—¡y hacerlo con puño de hierro!
Al que salga vencedor y cumpla mi voluntad hasta el fin, le daré autoridad sobre las naciones—así como yo la he recibido de mi Padre— y “él las gobernará con puño de hierro; las hará pedazos como a vasijas de barro”. (Apocalipsis 2:26,27—NVI)
Es difícil imaginarnos a nuestro amable y bondadoso ministro y a su congregación gobernando sobre las naciones con puño de hierro. Yo creo que más bien aman a las naciones, excepto cuando las naciones se vuelvan revoltosas, como la gente es propensa a volverse. Luego—¿quién sabe?—quizá nuestra querida gente y su ministro comiencen a colocarse entre las naciones con su puño de hierro, rompiendo algunas cabezas en el proceso.
El amor de Adán no es muy fuerte, ¿no es así?
Dios tiene un problema. Sus criaturas están en rebelión. La solución de Dios a Su problema es crear una Iglesia, un Reino a través del cual Él pueda gobernar a Sus criaturas.
Ahora bien, comparemos las dos versiones del Cristianismo. Una nos está diciendo que Dios nos ama incondicionalmente, que nos perdona, que nos incita a hacer el bien, y que nos ayuda a sobrellevar los problemas de la vida.
La segunda versión, la versión del Reino, es que los santos deben volverse el lugar donde habita el Trono de Dios para que por medio de los santos Dios pueda gobernar a las naciones de personas que Él ha creado.
¿Qué tipo de exigencias tiene sobre nosotros la primera versión? Debemos recibir a Cristo como nuestro Salvador, ser bautizados en agua, amar y temer a Dios, comportarnos tan bien como podamos, asistir regularmente a la iglesia, dar de nuestro dinero, servir donde se requieran de nuestros servicios, y esperar pacientemente hasta que vayamos a nuestra mansión en el Cielo. Estas exigencias realmente son moderadas y no evitan que el creyente continúe con su vida secular como él considere mejor.
¿Qué tipo de exigencias tiene sobre nosotros la segunda versión, la versión del Reino? Debemos rendir nuestra vida para que Cristo pueda vivir en nosotros. Esta es una exigencia total y absoluta. Para nosotros vivir es Cristo y morir es ganancia. Nuestra meta principal en la vida es que todo pensamiento, toda acción y toda palabra estén sujetos a la voluntad de Dios en Cristo. Se requiere el esfuerzo de toda la vida para obtener a Cristo, conocer el poder de Su resurrección y compartir en Sus sufrimientos.
Personalmente, yo creo que Cristo ama a todos los que profesan creer en Él. Quizá sea cierto, quizá no, que nosotros sólo podemos ver la versión tradicional excepto cuando el Espíritu nos invita a ver más allá. Quizá la experiencia del Reino no sea algo que esté disponible para todos. Ciertamente hemos encontrado al hablar con algunos Cristianos que ellos sienten repulsión al pensar que tienen que ceder sus vidas completamente a Cristo. Quizá un ejército de Gedeón, un remanente guerrero, está siendo formado en nuestro día, y es el Señor el que está llevando a cabo la selección.
¿Qué más puede uno concluir por el abismo que separa las dos presentaciones del mensaje Cristiano?
Yo sé que todas las promesas de Dios son para “cualquiera”. Todo individuo está invitado a llegar a la plenitud de Cristo. Sin embargo está muy claro que nadie puede llegar a Cristo a excepción de que el Padre lo atraiga, y yo creo que esto es verdad a todos los niveles de desarrollo.
Jesús mismo dijo que algunos cosecharían a Cristo al treinta, otros al sesenta, y otros al ciento por ciento. Supongo que la cantidad de Cristo que cosecharemos dependerá de la severa podada que estemos dispuestos a aceptar sin refunfuñar y sin quejarnos.
Existen tres dimensiones de la única salvación, dimensiones que resultan en que logremos vencer al acusador de los hermanos.
Ellos lo han vencido por medio de la sangre del Cordero y por el mensaje del cual dieron testimonio; no valoraron tanto su vida como para evitar la muerte. (Apocalipsis 12:11—NVI)
Aquí tenemos las tres áreas en las que los santos deben vencer al acusador.
La primera área es la de la sangre del Cordero. La sangre expiatoria es la base legal de toda la obra del Reino, es decir, la obra de vencer al acusador. Nacemos criaturas pecaminosas y Dios no puede aceptarnos a excepción de que pongamos nuestra fe en la sangre de la cruz.
Ya que nuestro trabajo es juzgar al acusador, debemos estar bajo la sangre si queremos triunfar. Debemos poseer completamente esta autoridad.
La segunda área en la que los santos deben vencer al acusador es por el mensaje de su testimonio. El Espíritu Santo es el que crea el testimonio en nosotros. Nuestros pensamientos, nuestras palabras, y nuestras acciones deben estar en línea con las Escrituras si queremos vencer al acusador. Las Escrituras manifiestan la Persona, la forma de Ser, la voluntad, y el propósito eterno de Dios en Cristo. Si queremos vencer al acusador debemos manifestar en nuestras palabras y acciones al Dios verdadero.
El Espíritu Santo crea el testimonio en nosotros formando en nosotros la imagen moral de Cristo. El Espíritu Santo también da testimonio por medio de nosotros conforme hacemos milagrosas obras de poder. El comportamiento santo y el poder espiritual son el testimonio que vence al acusador.
Pero cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra. (Hechos 1:8—NVI)
La tercera área en la que los santos vencen al acusador es no valorando su vida como para evitar la muerte. Este es el área de consagración, del “jamón” por así decirlo.
Este es el área que está en juego hoy en día. ¿Dónde están los creyentes que se mantendrán firmes por la sangre de la cruz, que cooperarán con el Espíritu Santo conforme Él crea el testimonio en ellos, y que luego darán sus vidas para que Cristo pueda revelar el poder y la justicia de Su propia Persona en ellos?
Estos son los que podrán vencer al acusador, permitiendo a Dios que le dé poder al arcángel Miguel para echar a Satanás de su posición en los cielos, logrando así dar por concluida la batalla.
La salvación final no puede suceder hasta que Satanás haya sido quitado de su posición en el aire y que los santos victoriosos se hayan reunido en el aire para asumir las posiciones de control que están vacantes.
Y él os dio vida a vosotros, y cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, (Efesios 2:1,2 versión Reina Valera)
¡“Al príncipe de la potestad del aire”!
Luego los que estemos vivos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados junto con ellos en las nubes para encontrarnos con el Señor en el aire. (1 Tesalonicenses 4:17—NVI)
¡“Para encontrarnos con el Señor en el aire”!
Luego oí en el cielo un gran clamor: “Han llegado ya la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios; ha llegado ya la autoridad de su Cristo. Porque ha sido expulsado el acusador de nuestros hermanos, el que los asechaba día y noche delante de nuestro Dios. (Apocalipsis 12:10—NVI)
Así que ¿dónde nos encontramos ahora?
Confiamos en la autoridad de la sangre. Estamos cooperando con el Espíritu de Dios conforme nos transforma moralmente y nos guía a los milagros que Él quiere que se hagan.
Pero ¿acaso cargaremos pacientemente con nuestra cruz hasta que todo vestigio de voluntad propia y egocentrismo hayan sido destruidos de nosotros? Si no estamos dispuestos a permanecer en la prisión en la que Dios nos ha puesto entonces no hay forma de vencer al acusador, aunque estemos confiando en la autoridad de la sangre y estemos proclamando con nuestras palabras y acciones al Dios verdadero.
El “yo” debe ser removido del trono de nuestras vidas. Cristo debe ser puesto en ese trono.
Cuando Cristo está en ese trono comenzamos a cantar: “Me deleito haciendo Tu voluntad, oh Dios. Tu ley está en mi corazón.” Este es el canto del Reino de Dios.
Los santos en Galacia habían sido salvos y llenos con el Espíritu Santo. Pero estaban regresando a la Ley de Moisés. ¿Por qué? Porque Cristo no había sido formado en ellos.
El Apóstol les dijo que una vez más él estaba sufriendo dolores de parto para que Cristo pudiera ser formado en ellos.
Queridos hijos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes, (Gálatas 4:19—NVI)
En la Biblia tenemos una imagen de cómo será el nacimiento del Príncipe de las naciones. Se encuentra en el Capítulo Doce del Libro del Apocalipsis.
La mujer es la Iglesia. Satanás se encuentra ante la Iglesia, esperando asesinar a Cristo antes de que nazca. Pero el Hijo varón que gobernará las naciones fue arrebatado y llevado al Trono de Dios.
Ella dio a luz un hijo varón que gobernará a todas las naciones con puño de hierro. Pero su hijo fue arrebatado y llevado hasta Dios, que está en su trono. (Apocalipsis 12:5—NVI)
Aquí tenemos una imagen de lo que está sucediendo en nuestra propia época. Existen creyentes fieles que están sufriendo dolores de parto en el espíritu. Han estado cargando su cruz detrás de Jesús pero ahora están entrando a situaciones que les son nuevas y a veces estresantes. Éstas son aguas nuevas para ellos.
¿Qué está sucediendo? ¿Acaso Dios se ha olvidado de ellos? ¡No! Cristo está siendo formado en ellos. El gobernador de las naciones está siendo formado en ellos.
Conforme Cristo es formado Él busca el Trono de Dios. El efecto que esto tiene sobre nosotros, conforme entramos a los dolores de parto, es que sentimos la necesidad de poner nuestras esperanzas en las cosas de arriba. Es una batalla diaria. Satanás hace todo lo que puede para que nos interesen las cosas de la tierra—aun las cosas de la religión. Pero conforme Cristo es formado en nosotros, Él pertenece, en la hora actual, a la derecha de Dios en el Cielo. Por lo tanto, nosotros debemos poner nuestras esperanzas y tesoros en el Cielo.
Si nosotros mantenemos nuestra posición a la derecha de Dios, entonces, cuando Cristo regrese, nosotros regresaremos con Él y ayudaremos a la instalación del Reino de Dios sobre la tierra.
Pero si nosotros, como Cristianos, permitimos que Satanás nos haga bajar de nuestra alta posición en Dios, entonces perderemos el derecho de levantarnos en la primera resurrección para regresar a la tierra con Cristo. No tendremos el derecho de gobernar las naciones con puño de hierro si no hemos obtenido la victoria sobre los esfuerzos de Satanás de echarnos abajo.
Está escrito que Dios sacudirá la tierra y los cielos. También está escrito que en los últimos días Dios permitirá que la maldad alcance hasta el ejército de los cielos y que eche abajo algunas de las “estrellas”.
Creció hasta alcanzar al ejército de los cielos, derribó [echó por tierra] algunas estrellas y las pisoteó, (Daniel 8:10—NVI)
Hemos visto esto en nuestra época cuando ministros sobresalientes que han estado a la derecha de Dios en Cristo han sido engañados por Satanás. Han sucumbido a la lujuria y han sido arrojados al suelo.
Una de las herejías actuales más peligrosas es la que presenta que “una vez salvo, siempre salvo”. Más bien, la verdad es que podemos perder nuestro lugar en Cristo si somos descuidados. Algunos pasajes se refieren a la persona que en alguna ocasión fue parte de Cristo y que luego fue vencido por el pecado morando en su cuerpo.
Seremos cortados de la Vid, de Cristo, si no damos el fruto de la conducta justa y santa.
Si habiendo escapado de la contaminación del mundo por haber conocido a nuestro Señor y Salvador Jesucristo, vuelven a enredarse en ella y son vencidos, terminan en peores condiciones que al principio. Más les hubiera valido no conocer el camino de la justicia, que abandonarlo después de haber conocido el santo mandamiento que se les dio. (2 Pedro 2:20.21—NVI)
Debemos tener cuidado de que nadie nos quite nuestra corona.
Vengo pronto. Aférrate a lo que tienes, para que nadie te quite la corona. (Apocalipsis 3:11—NVI)
El pecado está tan accesible en nuestra época que algunos ministros y creyentes están perdiendo su amor por Cristo. Están viendo pornografía por el Internet. Están fornicando y cometiendo adulterio. Están siendo echados de sus posiciones en Cristo a la derecha de Dios.
¡En qué increíble día estamos viviendo! ¡Las oportunidades son increíbles! ¡Los peligros son enormes!
El trigo y la mala hierba están llegando a la madurez. La justicia, que es Cristo, está llegando a la madurez en los santos. La maldad, que es el Anticristo, está llegando a la madurez en la gente del mundo. Por ello podemos ver cosas terribles que les suceden a las personas conforme Satanás y sus demonios intentan saciar la ardiente lujuria por medio del cuerpo humano (del polvo), con lo que Dios los maldijo en el principio.
Podemos considerar que los esfuerzos que hicieron los Cristianos anteriormente fueron como campos de instrucción básica. Ahora, en nuestra época, tenemos la cumbre a la vista. Está ahí para todos a los que les interese lo suficiente como para hacer el esfuerzo de subir hasta arriba. La cumbre es el lugar donde nos hemos vuelto “uno” con Cristo en Dios así como el Padre y el Hijo son Uno.
Ya no seremos compañeros con Dios. Nos habremos convertido, por medio de Cristo Jesús, en una parte íntegra de Dios. Debido a esto, Dios puede darnos la plenitud de Su Gloria.
¿Qué hay de ti? ¿Estás dispuesto a rendir tu derecho de ser un individuo para volverte uno con Jesucristo? Esta muerte y resurrección son absolutamente necesarias si quieres ser un soldado en el ejército del Señor y regresar con Él para echar a Satanás de la tierra.
Tus esfuerzos religiosos muestran dedicación. El que estés dispuesto a morir para que Cristo pueda vivir muestra consagración. Dios requiere de huevos con jamón.
Yo creo que nuestra época es única en lo que se refiere a la formación de Cristo en nosotros. No hay duda de que han existido santos a través de la historia de la Iglesia que han sido llevados más allá de la experiencia básica Cristiana a la unidad con Cristo. Pero tal plenitud parece haber estado fuera de la experiencia de la mayoría de la gente Cristiana. Aun en esta época la idea de entrar al Reino de Dios por medio de la consagración total de nuestra vida no parece ser predicada ni enseñada con ninguna profundidad.
Lo que escuchamos, como he señalado, es que Dios nos ama; ha perdonado nuestros pecados; y está listo para ayudarnos a sobrevivir las dificultades de la vida sobre la tierra. Nuestra meta es vista como la residencia eterna en el Cielo. La idea de que debemos ceder nuestra vida para poder vencer al acusador quizá sea nueva para algunos.
Existe evidencia en las Escrituras de que el surgimiento de Cristo en la Iglesia parece estar reservado para los últimos días, para los días en los que estamos viviendo.
Por eso Dios los entregará al enemigo hasta que tenga su hijo la que va a ser madre, y vuelva junto al pueblo de Israel el resto de sus hermanos. (Miqueas 5:3—NVI)
“Hasta que tenga a su hijo la que va a ser madre.”
¿Quién está a punto de ser madre [con dolores de parto]? Los santos.
¿Quiénes están naciendo? Los hermanos de Cristo.
¿Qué harán los hermanos de Cristo? Volverán “junto al pueblo de Israel”.
Aun en ésta época vemos entre los Cristianos el deseo de regresar a la tierra de Israel para ayudar al pueblo Judío. Este es un precursor del día señalado en el que un remanente militar de la Iglesia traerá salvación a la tierra física y al pueblo de Israel.
Hermanos, quiero que entiendan este misterio para que no se vuelvan presuntuosos. Parte de Israel se ha endurecido, y así permanecerá hasta que haya entrado la totalidad de los gentiles. De esta manera todo Israel será salvo, como está escrito: “El redentor vendrá de Sión y apartará de Jacob la impiedad.” (Romanos 11:25,26—NVI)
Nuevamente en Isaías podemos observar el momento en que Cristo surge de la Iglesia.
¿Quién ha oído cosa semejante? ¿Quién ha visto jamás cosa igual? ¿Puede una nación nacer en un solo día? ¿Se da a luz un pueblo en un momento? Sin embargo, Sión dio a luz sus hijos cuando apenas comenzaban sus dolores. (Isaías 66:8—NVI)
Nuevamente en el Libro de Apocalipsis podemos observar un indicio de que el misterio del Evangelio, que es Cristo en nosotros, será completado cuando llegue el fin.
En los días en que hable el séptimo ángel, cuando comience a tocar su trompeta, se cumplirá el designio secreto de Dios, tal y como lo anunció a sus siervos los profetas. (Apocalipsis 10:7—NVI)
La referencia es al Libro de Zacarías:
Así que el ángel me dijo: “Ésta es la palabra del SEÑOR para Zorobabel: ‘No será por la fuerza ni por ningún poder, sino por mi Espíritu—dice el SEÑOR Todopoderoso’—. ¿Quién te crees tú, gigantesca montaña? ¡Ante Zorobabel sólo eres una llanura! Y él sacará la piedra principal entre gritos de alabanza a su belleza.” (Zacarías 4:6,7—NVI)
La Piedra Angular del Templo eterno de Dios, que es la Iglesia Cristiana, es el Señor Jesucristo. Cristo también es la Piedra principal.
En los últimos días Dios completará Su obra de formar a Cristo en Su Iglesia, y no será por la fuerza ni por ningún poder, sino por Su Espíritu.
En nuestra época la revelación de “Cristo en ti” casi no es conocida. El énfasis siempre es Cristo con nosotros: el Cristo de la historia; el Amigo de hoy; y el Señor del futuro. Todos estos están basados en el concepto de que Cristo está con nosotros. Esperamos verlo en el Cielo.
Pero la idea de Cristo en nosotros es totalmente diferente. Parece ser que sólo recientemente el concepto de que Cristo está en nosotros ha tomado una forma más sólida y bíblica para que podamos buscarlo.
Pero Cristo en nosotros es el Reino de Dios. El Reino no se trata de Dios amándonos, perdonándonos, y ayudándonos a pasar las presiones de la vida. El Reino de Dios es Dios en Cristo siendo formado en y morando en los miembros de Su Cuerpo, de Su Iglesia. El Reino resulta en alejar a Satanás de todos los puntos en donde se encuentra atrincherado. ¿Puedes ver cómo esto es diferente de que Dios nos ama, nos perdona, y nos ayuda a sobrevivir las presiones de la vida? El punto de vista contemporáneo está enfocado en el bienestar de la gente. El punto de vista del Reino está enfocado en el bienestar de Dios y Su Cristo.
El punto de vista contemporáneo pone relativamente pocas exigencias sobre nosotros. El punto de vista del Reino exige total consagración a la Persona y voluntad de Dios.
Así es como obtenemos huevos con jamón. La gallina da huevos como una parte natural de su vida. Pero el puerco tiene que morir si queremos tener jamón.
La religión Cristiana puede ser quizá una parte natural de nuestra ocupada rutina diaria conforme intentamos ganar dinero.
Pero para que Cristo pueda surgir en poder del Reino nosotros debemos ser crucificados con Cristo al grado de que Cristo esté viviendo en nosotros. Esta es la posición suprema de poder y fructificación, la autorización original que Dios ordenó con respecto al hombre.
La fiesta solemne de la Pascua en el Antiguo Testamento nos habla de la necesidad que tenemos de la sangre del Cordero.
La fiesta solemne de Pentecostés que se encuentra en el Antiguo Testamento nos habla de que después de recibir la sangre del Cordero debemos enfrentar la ley moral de Dios en la forma del Espíritu Santo.
La tercera fiesta, la fiesta de las Enramadas, es la que es el Reino de Dios.
La sangre nos da la autoridad necesaria para entrar al Reino.
El Espíritu Santo de Pentecostés nos da la sabiduría y el poder necesarios para entrar al Reino.
Pero el que realmente entremos al Reino depende de que estemos dispuestos a ceder el trono de nuestra vida al Padre de nuestro Señor Jesucristo.
Nosotros obtenemos salvación por medio de la sangre del Cordero.
Nosotros obtenemos la sabiduría y el poder para llevar una vida santa por medio del Espíritu Santo.
El tercer nivel, el de la consagración total, tiene que ver con obediencia estricta al Padre.
¿Acaso estamos dispuestos a clamar “Más no se haga mi voluntad sino hágase la Tuya”?
Hasta el Señor Jesús mismo fue probado en el área de la obediencia extrema a Dios.
A veces me pregunto cómo el envejecido Abraham pudo encontrar la fuerza para ofrecer a Isaac como sacrificio, lo cual realmente tenía la intención de hacer. El acto ya había sido ejecutado en el corazón del obediente Abraham.
Sin embargo, Abraham no había vuelto a nacer. Él no poseía la diversidad de virtudes Divinas que nosotros poseemos. Cristo no estaba viviendo en él.
¿Alguna vez te has preguntado cómo logró Abraham demostrar tal obediencia estricta a Dios? El comportamiento de Abraham hace que nos avergoncemos de nosotros mismos, ¿no crees?
Y sin embargo fue a través de este acto de obediencia que Abraham recibió la promesa con respecto a su descendencia.
Mucho énfasis se pone en ésta época en el uso que Pablo le da a la fe de Abraham para probar que Dios podía considerar a las personas justas sin que tuvieran que obedecer la Ley de Moisés y sólo en base a su fe.
Pero un estudio más cuidadoso de las Escrituras nos mostrará que la herencia vino también por la obediencia de Abraham a los mandamientos de Dios.
Multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo, y les daré todas esas tierras. Por medio de tu descendencia todas las naciones serán bendecidas, porque Abraham me obedeció y cumplió mis preceptos y mis mandamientos, mis normas y mis enseñanzas. (Génesis 26:4,5—NVI)
Podemos observar por el versículo anterior que cuando ponemos énfasis en sólo lo que Abraham creyó, sin tomar en cuenta que obedeció los mandamientos de Dios, entonces no tenemos un entendimiento balanceado de la manera en que Dios trata con nosotros.
Huevos con jamón. ¿Le ofreceremos a Dios sólo un servicio de dedicación? ¿O le daremos nuestra vida completa? Nada menor a esto nos ayudará a permanecer victoriosos durante la era de horrores morales que está por llegar sobre nosotros.
(“Huevos Con Jamón”, 4160-1)