SALVO Y DESPUES PERDIDO
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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional, © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional
Traducción de Carmen Alvarez
Aunque ustedes ya saben muy bien todo esto, quiero recordarles que el Señor, después de liberar de la tierra de Egipto a su pueblo, destruyó a los que no creían. (Judas 1:5-NVI)
Querido hermano,
Gracias por tu pregunta clara y directa: “¿Quieres decir que una vez que eres salvo por la gracia de Jesús puedes perder tu salvación?”
Mi respuesta es, “Sí”.
Ya que esta pregunta se ha hecho con anterioridad voy a desarrollarla un poco y quizá ponga la explicación en nuestra base de datos para que después aparezca como un ensayo. Así que no te sorprenda si se te hace familiar alguna parte de este texto en el futuro.
Yo creo que Dios me ha recalcado que Él quiere que Sus mandamientos sean guardados por los Cristianos en América. Yo creo que una de las principales razones por las que los Cristianos no guardan los mandamientos de Cristo y Sus discípulos es la creencia que no puede haber ninguna consecuencia terrible al no guardar los mandamientos encontrados en el Nuevo Testamento. Las personas no se quitan rápidamente de una vía al menos que venga un tren detrás de ellos.
El concepto de “una vez salvo siempre salvo” no proviene del Nuevo Testamento. Tanto en Judas como en Hebreos los escritores usan la analogía de las personas que han salido de Egipto y luego mueren en el desierto. El Espíritu Santo no hubiera permitido esta analogía si fuera posible que los Cristianos comenzaran su viaje hacia Dios y luego perecieran.
Muchos pasajes en el Nuevo Testamento son exhortaciones para morar en Cristo y vivir una vida santa. Estas exhortaciones son acompañadas por horribles advertencias respecto a las consecuencias de no morar en Cristo y vivir una vida santa (siendo cortados de la vid; perdiendo nuestra herencia en el Reino; y otros).
La razón por la que las palabras mismas del Nuevo Testamento no son percibidas por el creyente inteligente y devoto es porque el concepto de una amnistía abstracta, impuesta soberanamente, e incondicional, operando independientemente de nuestra conducta, ha sido mejorado por los teólogos. Es una burbuja del acero más duro, separado de la realidad, no fácilmente penetrada por el texto del Nuevo Testamento. Esta fortaleza mental, que para nada está basada en las Escrituras, sirve para prevenir que el creyente vea lo que está escrito.
Las palabras de Cristo y Sus Apóstoles son exhortaciones simples, duras, y directas hacia vidas santas. Moramos en Cristo o somos desprendidos. Cargamos aceite extra o se nos cerrará la puerta. Usamos nuestro talento o nos encontramos en las tinieblas de afuera. Aguantamos hasta el final o estamos perdidos. Ponemos a morir las obras de nuestro cuerpo o morimos espiritualmente. Mostramos el fruto de la justicia o estamos cerca de las maldiciones y las llamas. Trabajamos diligentemente en nuestra salvación o no escapamos. Nos aferramos a nuestra confianza hasta el final o no tomamos parte en Cristo. Nos abstenemos de pecar voluntariamente o nos volvemos el enemigo de Dios. Somos vencedores o estamos en peligro de ser dañados por la segunda muerte y de tener nuestro nombre tachado del Libro de la Vida.
Dios desea que toda persona se arrepienta y sea salva. Dios ha elegido a algunos para que sean conformados a la imagen de Su Hijo. Un individuo puede escoger deshacerse del pecado y convertirse en una vasija de honor. Hay un balance que debe de mantenerse entre la intensión soberana de Dios y nuestra respuesta. Es la espada del Señor y de Gideón. No podemos hacerlo solos. Dios no lo hará solo. Dios nos llama a salir del mundo y luego debemos de escoger a quien serviremos. Podemos escoger ser esclavos a la justicia y vivir, o esclavos al pecado y morir.
Cuando la persona mala se aleja de su maldad y practica la justicia él vivirá, su maldad no le será mencionada. Cuando el justo se aleja de su justicia y practica la maldad, su justicia no le será mencionada. Él morirá. Este es un principio eterno.
La gracia ayuda a cambiar lo que sembramos, no lo que cosechamos. Los hombres y los ángeles cosechan lo que siembran.
Dios nos perdonará a través de Cristo y echará nuestros pecados atrás de Su espalda. Su intención es que nos aprovechemos de Su gracia y comencemos a servirle. Si nosotros, habiendo sido perdonados, habiendo experimentado vida eterna y la alegría del Señor, volvemos hacia la suciedad del mundo, entonces destruimos nuestra comunión con Dios. Esto no sólo está en las Escrituras, lo he visto suceder en la vida real. Es una experiencia que deja mucho que pensar el entrar en contacto con alguien que conocía al Señor y que ahora ha perdido Su Presencia, causa absoluto terror cuando recordamos lo que las Escrituras declaran.
Ya que he tenido una pequeña experiencia con el terror del Señor estoy tratando de persuadir a los hombres.
Espero que esto ayude.
Tu amigo,
Bob T.
(“¿Salvo Y Despues Perdido?”, 4159-1)