APOCALIPSIS 3:10
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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia versión Reina-Valera 1960
Traducido por Carmen E. Álvarez
Las Escrituras en el Antiguo Testamento y en el Nuevo nos enseñan con declaraciones y con ejemplos que Dios permite que seamos expuestos a pruebas; pero también que si cumplimos Sus condiciones, Él nos protegerá para que no seamos dañados espiritualmente, para que nunca seamos separados de Su amor. Nuestra responsabilidad consiste en guardar y obedecer cuidadosamente la palabra de Su paciencia.
La instrucción de ser pacientes significa que debemos permanecer constantes mientras estamos bajo presión; que debemos seguir morando en Cristo y seguir haciendo Su voluntad hasta que la libertad y el gozo nos sean entregados. El Reino de Dios y la paciencia van de la mano.
Nosotros los Cristianos debemos portar con paciencia el fruto del Espíritu. Logramos poseer nuestras almas conforme esperamos pacientemente en el Señor. Cristo guarda cuidadosamente a cada persona que guarda la palabra de Su paciencia y promete guardarlo durante la hora de la tentación.
APOCALIPSIS 3:10
Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba [la hora de la tentación] que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra. (Apocalipsis 3:10)
El versículo anterior es interpretado hoy en día como sigue: “Todos los que son salvos serán llevados al Cielo para que no tengan que sufrir debido al Anticristo o a la gran tribulación.”
Esta interpretación ni siquiera se parece al versículo. No es lo que el versículo dice. Ni es lo que el versículo significa.
La promesa no está dirigida a los que son “salvos” sino a los que han guardado la palabra de paciencia de Cristo.
El Señor no nos promete que nos llevará al Cielo sino que nos guardará. Esa misma palabra Griega (“guardado”; “guardaré”) es usada en tanto la condición como la promesa. El verbo significa proteger.
La promesa no es que Cristo nos guardará de la gran tribulación sino de “la hora de la prueba”.
La palabra “prueba” en este versículo es la misma palabra Griega usada en el Padre Nuestro, “y no nos dejes caer en tentación”. Tiene que ver con que seamos puestos a prueba, con probar lo que hay en nosotros, lo que haríamos bajo ciertas formas de presión.
El enemigo del Cristiano no es la tribulación, sino el pecado—la tentación a pecar, a alejarnos de la Presencia y la voluntad de Dios. En los últimos días el amor de la mayoría se enfriará no por la abundancia de sufrimiento sino por la abundancia de pecado.
Y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará, (Mateo 24:12)
Las tribulaciones son la disciplina del Señor y deben ser deseadas por esa razón. Las dificultades nos enseñan justicia y rectitud. Es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar al Reino de Dios. Las dificultades perfeccionan nuestra fe y paciencia.
Las dificultades se vuelven fuente de maldad sólo cuando permitimos que los diversos dolores y las diversas presiones logren que pequemos, que seamos dañados espiritualmente.
Confirmando los ánimos de los discípulos, exhortándoles a que permaneciesen en la fe, y diciéndoles: Es necesario que a través de muchas tribulaciones [dificultades] entremos en el reino de Dios. (Hechos 14:22)
Cuando ministros prometen un escape de la tribulación mediante una huida al Cielo están apelando a quienes están viviendo en su carnalidad, no a los santos que están aprendiendo a vivir en la crucifixión y resurrección del Señor Jesús. Los santos verdaderos conocen el valor de las dificultades y no están buscando huir de ellas. Han aprendido por experiencia que Dios los guiará victoriosamente a través de las tribulaciones y por medio de esas dificultades el oro de su fe será refinado.
Como hemos dicho, las palabras “guardado” y “guardaré” significan cuidar; guardar en un lugar seguro; protegido; guardar de pérdida o daño manteniéndolo a la vista. La idea tiene que ver con protegernos evitando que nos haga daño la hora de la prueba, la hora de la tentación.
Juan usa la misma expresión en su Evangelio. Emplea la palabra que significa proteger, cuidar. “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal” (Juan 17:15). Juan, el autor de Apocalipsis 3:10, usa la frase “te guardaré de la hora de la prueba” en comparación con que los “quites del mundo”. “No ruego que los quites del mundo sino que los guardes del mal”.
Observa también, “Y les echaron mano, y los pusieron en la cárcel…” (Hechos 4:3). “Los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con seguridad.” (Hechos 16:23). “Los pusieron” y “que los guardase con la mayor seguridad” vienen de la misma palabra Griega “guardar”, que en Apocalipsis 3:10.
En su Evangelio, Juan usa el término guardar como el obedecer cada palabra que Jesús nos dirigió. “El que me ama, mi palabra guardará;…” (Juan 14:23).
Por ello, Apocalipsis 3:10 puede traducirse de la siguiente manera:
Ya que has guardado y cuidado la palabra de mi paciencia, yo por mi parte también te guardaré y cuidaré, manteniéndote sano y salvo de la hora de la tentación, que vendrá sobre el mundo entero para poner a prueba a los que viven en la tierra.
El Señor nos guarda advirtiéndonos cuando estamos siendo atraídos al pecado y nos da la fuerza para resistir al diablo, para no involucrarnos de ninguna manera con Satanás. El Señor nos guarda dándonos la fuerza para seguir sirviéndolo aun cuando estamos en graves dificultades. Ni el pecado ni dificultades ni presiones ni dolor pueden lograr que nos alejemos de la Presencia de Dios cuando el poder y el amor del Señor Jesús nos están guardando.
En los últimos días habrá oportunidades sin precedente para que la gente dé rienda suelta a la inmoralidad. Las lujurias y los deseos del cuerpo se volverán tan fuertes que sólo los creyentes consagrados podrán resistir las tentaciones. Los “creyentes” mundanos serán engañados a creer que el Señor está aceptando su comportamiento aun cuando éste está en contra de las Escrituras. Los Cristianos caerán en pecado a excepción de que Cristo los guarde de ser engañados y de pecar.
La frase guardarlos de la hora de la prueba indica que estaremos expuestos a la hora de la tentación pero estaremos protegidos de sus efectos dañinos.
Dios mismo es nuestro Escudo.
Mas tú Jehová, eres escudo alrededor de mí; Mi gloria, y el que levanta mi cabeza. (Salmos 3:3)
Dios no evitó que Daniel fuera expuesto a los leones pero sí protegió a Daniel de los leones. Dios guardó y cuidó a Daniel, evitando que fuera dañado por los leones.
Ciertamente pasaremos por el fuego y pasaremos por las aguas, pero el fuego no nos quemará y las aguas no nos cubrirán.
Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti. (Isaías 43:2)
No dice si pasamos por las aguas sino cuando pasemos por las aguas.
Las Escrituras en el Antiguo Testamento y en el Nuevo nos enseñan con declaraciones y con ejemplos que Dios permite que seamos expuestos a pruebas, pero que Él nos protege para que no seamos dañados espiritualmente; para que nunca seamos separados de Su Presencia y voluntad.
Nuestra responsabilidad consiste en guardar y obedecer la palabra de la paciencia de Cristo, asegurándonos de que ninguna parte sea lastimada o perdida.
La instrucción de ser pacientes significa que debemos permanecer constantes mientras estamos bajo presión; que debemos seguir morando en Cristo y seguir haciendo Su voluntad hasta que la liberación y el gozo nos sean entregados. La paciencia, como es usada aquí, se refiere a seguir fielmente a Cristo a través de cualquier desilusión y frustración, así como por toda bendición y gozo, hasta que Él nos lleve a la plenitud de la libertad y la gloria del Reino de Dios.
El Reino de Dios y la perseverancia van de la mano.
Yo, Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo. (Apocalipsis 1:9)
El Apóstol Juan había sido exiliado a la isla de Patmos porque predicó la Palabra de Dios, por dar testimonio de la muerte, resurrección y regreso a la tierra de Cristo como Rey de reyes y Señor de señores. Dios engrandeció increíblemente el testimonio de Juan dándole el Libro del Apocalipsis.
Juan tuvo que esperar pacientemente en el Señor. Él, como discípulo de Cristo, estaba obligado a soportar su exilio tan alegremente como le fuera posible, morando en Cristo, sin intentar liberarse a sí mismo, sin culpar a la gente por su sufrimiento. Juan estaba viviendo bajo condiciones de tribulación, de sufrimiento y de prueba.
Juan guardó y cuidó la palabra de paciencia de Cristo; no se volvió impaciente e intentó hacer que las circunstancias mejoraran para él. Como resultado le fue dada la maravillosa revelación de Cristo.
Cuando confiamos nuestra seguridad y bienestar a Jesús en la hora de la prueba, guardando la palabra de Su paciencia, Cristo no sólo nos protege de todo daño real y eterno, también nos bendice en abundancia para salir del campo de la prueba con un entendimiento y una posesión mayor de Él.
El creyente que pacientemente persevere hasta el final de sus pruebas es el que será guardado de ser herido espiritualmente en la hora de la tentación. Nosotros los Cristianos debemos dar el fruto del Espíritu con paciencia. Logramos poseer nuestras almas conforme esperamos pacientemente en el Señor.
Las tribulaciones por las que pasamos nos ayudan a desarrollar paciencia. Perseverar en la paciencia ayuda a desarrollar madurez en el carácter, carácter que abunda en confianza y esperanza. La esperanza nunca nos lleva a la desilusión porque Cristo guarda cuidadosamente a cada persona que guarda cuidadosamente la palabra de Su paciencia.
Por medio de la fe y la paciencia heredamos las promesas de Dios. Después de hacer todo lo que sabemos hacer en el Señor, debemos permanecer pacientes, sabiendo que el cumplimiento de todas las promesas de Cristo es más certero que el amanecer.
La carrera Cristiana debe ser competida con paciencia. Si guardamos la paciencia en Cristo, sin permitir que desfallezca de ninguna manera, y sin perder nuestra propia paciencia, entonces el Señor Jesús nos guardará de cerca y ninguna circunstancia estresante podrá entrar a nuestra alma y a nuestro espíritu para hacernos daño espiritual.
Santiago nos habla sobre perseverar pacientemente en la voluntad de Cristo:
Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor. (Santiago 5:10)
Cuando reflexionamos sobre las experiencias que tuvieron los profetas podemos ver que tuvieron que soportar muchas tribulaciones. Sin embargo, ellos siempre estuvieron guardados cuidadosamente por el Señor para que ningún daño espiritual (y a veces ningún daño físico) les sucediera. Ellos fueron guardados durante sus vidas y llevados con toda seguridad a la Presencia del Señor.
Daniel me viene a la mente. Aunque Daniel fácilmente pudo haber evitado dificultades orando en secreto en lugar de abiertamente, no lo hizo. Su fidelidad a Dios no le permitía negarle a Dios el derecho de ser adorado públicamente. Daniel tenía una posición alta en el gobierno de Babilonia pero él eligió sufrir pacientemente la aflicción en lugar de negar a Dios. Daniel estaba anticipando una gloriosa resurrección.
Debido a que Daniel guardó la palabra de paciencia de Cristo, Cristo guardó a Daniel así que los leones no pudieron lastimarlo. Daniel fue “guardado de los leones”, por así decirlo.
Podemos pensar en Sadrac, Mesac y Abednego. Ellos pudieron haberse liberado de sufrir daño orando sin sinceridad a una imagen de oro erigida por el Rey Nabucodonosor. En lugar de hacer eso, eligieron el camino de perseverar pacientemente en el Señor.
Esta fue su hora de prueba, de tribulación, de tentación. ¿Se liberarían a sí mismos cooperando con el mundo? ¿O guardarían la palabra de paciencia de Cristo?
Debido a que estos tres jóvenes Hebreos eligieron esperar pacientemente a Dios, el Señor Jesús los bendijo y engrandeció su comprensión y posesión de Él caminando con ellos en las llamas, evitando así ser quemados.
Nuestra mente se torna al paciente y sufrido Jeremías. Él soportó muchos años de persecución por quienes decían ser el pueblo del Señor, por quienes creían ser de la descendencia de Abraham pero quienes en realidad eran de la “sinagoga de Satanás” (compara Jeremías, Capítulo 20 y 28; Apocalipsis 3:9).
Pero Jeremías guardó la palabra de paciencia de Cristo. Por ello el Señor lo guardó y protegió cuando los Babilonios entraron a Jerusalén.
También Abraham, José, David, Ezequías, el Apóstol Pablo, y todos los demás profetas y apóstoles del Señor guardaron pacientemente la Palabra de Dios. Ellos son ejemplo para nosotros de lo que es sufrir pacientemente durante la aflicción. Pero ellos moraron con toda seguridad “bajo la sombra del Altísimo”.
Guardar la palabra de paciencia de Cristo significa que nos mantenemos firmes día tras día, semana tras semana, año tras año en circunstancias que no siempre nos son deseables ni placenteras.
Debemos permanecer firmes y con ánimo (lo mejor que podamos) en el camino de la disciplina y la paciencia de Cristo. Si buscamos vivir con placeres en el mundo nos vamos a alejar de la voluntad de Cristo, nos vamos a alejar de la palabra de Su paciencia.
Si nos cansamos de esperar pacientemente en la voluntad del Señor, entonces dejamos a un lado a Cristo e intentamos lograr nuestros propios deseos a nuestra propia manera, con nuestra propia sabiduría y con nuestras propias fuerzas. Si nos volvemos impacientes y tomamos las riendas nos volvemos inelegibles para la protección de Cristo cuando venga la hora de la prueba “que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra”.
Aguantar pacientemente en la voluntad de Cristo es uno de los aspectos más importantes del discipulado Cristiano.
¿Pero cómo somos guardados de la hora de la prueba?
Observa lo siguiente:
Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; (Lucas 22:31)
El Señor Jesús no le prometió a Pedro que a Satanás no se le permitiría probarlo, zarandearlo.
Pero he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos. (Lucas 22:32)
El Señor rogó por Pedro que su fe no le fallara en la hora de la prueba. Y lo mismo hace con todos nosotros. Estamos protegidos de la hora de la prueba por la intercesión que Cristo hace por nosotros ante el Trono de Dios.
Somos guardados por el poder de Dios Altísimo. Él ordena a Sus ángeles que nos protejan en todos nuestros caminos. Debido a que le tememos Él envía a Su ángel a que se interponga entre nosotros y el enemigo.
Más que eso, el Señor usa las dificultades, la aflicción y la persecución para nuestro bien. Dios hace que cada obstáculo se vuelva un escalón para cada persona que pone su fe en la Palabra de Dios, en la fidelidad de Dios.
Cristo nos atiende en nuestra enfermedad y aflicción. A veces perdemos una gran oportunidad de aumentar nuestra comprensión y posesión de Cristo porque peleamos en contra de lo que Él está haciendo en nuestra vida.
Nos preocupamos tanto en ser liberados, en ser sanados, en cambiar nuestras circunstancias para que estén en lo que creemos que es la voluntad de Dios para nosotros, que no nos beneficiamos de la hora de la prueba. No mantenemos nuestra mirada en el Señor ni comprendemos lo que está haciendo conforme Él “prepara nuestro lecho”. Estamos tan ocupados tratando de usar fórmulas religiosas para salvarnos que no podemos ver lo que Cristo está haciendo.
Dios es el Dios de las montañas y también de los valles. Existen bendiciones en las montañas y también en los valles, si es que estamos al pendiente de ellas.
Las dificultades y las calamidades que llegan sobre el mundo, así como la inmoralidad, la violencia, la perversión, la embriaguez, y la brujería pueden ser nuestra mejor oportunidad para volver a hombres y mujeres, a niños y niñas, hacia Cristo. Debemos estar al pendiente en la oración buscando las puertas que continuamente están siendo abiertas para nosotros.
No existe agua que Cristo no pueda convertir en vino, en gozo, en una bendición. No existe sufrimiento que Cristo no pueda usar como el medio para expresar Su vida de resurrección eterna e incorruptible.
No existe persecución, ni aflicción, que Él no pueda transformar en una manifestación de gloria.
No existe tentación al pecado que el Señor no pueda usar para fortalecer nuestra armadura en contra del pecado, para enseñarnos a pelear en la guerra, y para darnos una idea de lo que hay en nuestra propia personalidad. Todas las cosas obran para bien para nosotros, todas las cosas nos conforman a la imagen moral de Cristo, todas las cosas nos hacen hermanos de Cristo, cuando guardamos la palabra de Su paciencia.
Enormes y terribles alborotos están por llegar a la tierra asociados con el aumento de maldad. Aumentarán en violencia, en fuerza e intensidad conforme nos acercamos a la venida de Cristo. Pero Cristo camina sobre todos estos disturbios como si estuviera sobre suelo sólido. Él siempre está sentado como Rey de la inundación. Si elegimos poner nuestra fe en Él, obedeciendo pacientemente Su palabra, a nosotros también se nos dará la habilidad para caminar sobre las aguas de las pruebas y de las tribulaciones.
Qué maravilla y gloria es darnos cuenta de que siempre somos guardados por el poder de Dios. Que lleguen el hambre, la guerra y la persecución a su antojo. Los santos están guardados bajo la protección Divina así que ninguna de estas dificultades puede dañar o moverlos de ninguna manera.
El ángel del Señor está acampado alrededor de cada persona que teme a Dios. Continuamente estamos siendo liberados de todo lo que puede separarnos del amor de Cristo. No temeremos aunque las montañas sean eliminadas y echadas al mar; aunque toda ley y todo orden sean destruidos y la humanidad egocéntrica comience a gobernar el mundo.
A través de la historia del mundo el Señor ha sido un muro de protección alrededor de Su pueblo. Él nos libera de la maldad. Él nos libera de la hora de la tentación, de la hora de la prueba.
No debemos temer a la oscuridad ni a la maldad espiritual que rápidamente está llenando la tierra. Las Escrituras nos enseñan a no temer aunque una multitud de adversarios se levanten en contra de nosotros.
Podrán caer mil a nuestra izquierda, y diez mil a nuestra derecha, pero nosotros no seremos afectados. Estaremos perfectamente seguros siempre y cuando sigamos habitando en el Señor Cristo Jesús, guardando la palabra de Su paciencia.
¿Cómo nos protege Cristo de la hora de la prueba? De la misma manera en que nos protege del maligno (Juan 17:15). Cristo nos protege para que el diablo no pueda afectarnos, y Cristo nos protegerá para que la hora de la prueba no pueda afectarnos. Ni uno solo de los cabellos de nuestra cabeza se perderá (Lucas 21:16).
Sabemos que los santos sufren todo tipo de problema y sufrimiento imaginable. Pero ninguna tentación, ningún problema, ningún sufrimiento, ninguna persecución y ninguna aflicción jamás nos separarán del amor de Dios en Cristo siempre y cuando perseveremos pacientemente, tomando nuestra cruz detrás del Maestro.
El creyente que persevere pacientemente, siguiendo a Cristo durante toda su vida, será guardado por Cristo. No temerá ningún mal porque Cristo estará con él continuamente, guardándolo y protegiéndolo del mal hasta la conclusión de esta era de maldad actual.
Si estamos morando en la paciencia de Cristo veremos con nuestros propios ojos la recompensa que recibirá el malvado pero nosotros tendremos confianza plena en el Día del Juicio.
Con Cristo podemos seguir cantando por el camino, aún por la noche más oscura. Nosotros podemos bailar con Él sobre las aguas de la prueba y de la tribulación si le permitimos que sea Él el que dirija. Este es el testimonio consistente de los santos que han sufrido a través de la historia de la Iglesia Cristiana. Cristo estaba con ellos en las llamas, en los astilleros, en la prisión y en el lecho de la aflicción.
Sin importar cuál sea el problema, Cristo nos guardará con toda seguridad y nos llevará con gozo a la Gloria a estar con Él donde Él esté.
¿Qué problema en particular estaba requiriendo de paciencia y fidelidad por parte de los santos de Filadelfia?
He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado. (Apocalipsis 3:9)
Pablo habló sobre “peligros entre falsos hermanos”, aquellos que dicen ser “Judíos” pero que no lo son.
Durante cualquier era los verdaderos profetas y el remanente del Señor han sido perseguidos por quienes dicen ser el pueblo del Señor.
Como Jesús señaló, muchos de los Israelitas de Su día no eran “Judíos”. No eran realmente hijos de Abraham. Su comportamiento manifestaba que Satanás era su padre. Cristo fue asesinado por tales “Judíos”. Los Romanos fueron simplemente el instrumento de asesinato que usó Satanás obrando a través de la envidia de los líderes de Israel.
El mismo Satanás, logrando entrar por medio de la envidia y el deseo de poder que tienen los líderes de organizaciones Cristianas, ha torturado y matado a los verdaderos creyentes que estaban guardando fielmente la palabra de paciencia de Cristo.
Estos torturadores y asesinos consistentemente han dicho ser “Judíos”, es decir, el pueblo del Señor, pero son de la sinagoga de Satanás; no son miembros de Cristo.
Durante la “era de Filadelfia” multitudes serán alejadas de la verdad, ya que Filadelfia simboliza la era de gran decepción. Esta es la razón por la que Cristo vendrá a nosotros como “el Verdadero”. Miles de personas incontables—quizá cientos de miles—creen ser del pueblo del Señor. Pero no conocen al Señor.
La palabra Filadelfia significa “amor fraternal”. La era de Filadelfia se caracteriza por un énfasis continuo en que las personas deben amarse unas a otras. El énfasis en el “amor” se encontrará tanto en el mundo como en las iglesias. Frecuentemente no es un amor verdadero sino un amor que procede del alma de Adán. El amor de Adán es egocéntrico y puede cambiar en un instante de “amor” apasionado a odio con deseos de matar. Hoy en día los actos más perversos y destructivos son llamados “amor”.
Estamos amontonando a nuestro alrededor maestros que están dispuestos, por una módica cantidad de dinero, a decirnos cosas bonitas. Si alguien nos enseña que el pueblo Cristiano debe disfrutar de las comodidades materiales del mundo, le creemos. Si alguien nos enseña que ser salvo por la gracia significa que no es esencial que nos comportemos bien, le creemos.
Si alguien nos enseña que Jesús nunca permitiría que alguien que le pertenece sufra tribulación, le creemos aunque tal doctrina sea contraria a las Escrituras y a las experiencias que ha pasado el pueblo de Dios durante todas las épocas.
Pero si alguien nos enseña que para poder ser Cristianos, para poder ser discípulos de Cristo, debemos rechazar todo lo que tiene que ver con esta vida, debemos tomar nuestra cruz y seguir a Jesús como un soldado dedicado sigue a su comandante en jefe, entonces no le hacemos caso a ese maestro. Preferimos ser engañados. Cristo sabe que preferimos ser engañados y por lo tanto nos lo permite (2 Tesalonicenses 2:11).
No continuaremos en nuestro engaño por mucho tiempo. Ya se acerca la hora en que el Señor Jesucristo vendrá y hará que adoremos a Dios a los pies de los creyentes que han guardado pacientemente la palabra de paciencia de Cristo. Cuando eso suceda comprenderemos que Jesús ama a los que han sido menospreciados por salir de la arena de la popularidad para compartir Su reproche.
Los “Cristianos” que hoy están viviendo en los placeres de este mundo no disfrutan estar con los santos verdaderos de Cristo. Ellos no comprenden por qué el santo verdadero se mantiene alejado con tanta diligencia del mundo y de las lujurias del cuerpo. Pero los amantes del placer, Cristianos o no, fallarán en la hora de la prueba que ya está sobre nosotros. Los santos verdaderos serán guardados por el Señor Jesús.
El Señor Jesús nos advirtió:
Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre. (Lucas 21:36)
Si nos mantenemos en oración, fielmente guardando la palabra de paciencia de Cristo, seremos guardados de daño espiritual sin importar lo que suceda sobre la tierra. A su tiempo seremos llevados a la Presencia de Cristo con un gozo excedentemente grande.
A los elegidos:
“El Señor Jesús los ama con amor eterno. Su mirada está sobre ustedes continuamente. No existe pensamiento en sus mentes, ni motivo en sus corazones que al Señor no le interese.”
“Él los llevará a través de las aguas de la tribulación pero éstas no pasarán por encima de sus cabezas. Él los guiará por las llamas de persecución pero el fuego no destruirá nada a excepción de sus ataduras.”
“Contemplen sólo al Señor. No se preocupen por quienes estén practicando la maldad. No se vuelvan ansiosos cuando vean el juicio de Dios caer por todos lados. No quiten ni por un momentos sus ojos de Cristo.”
“Pacientemente soporten su cruz como Cristo soportó la Suya. Mantengan sus ojos fijos en el gozo que ha sido preparado para ustedes, en los placeres eternos a la derecha del Padre. Así es como Jesús pudo soportar la cruz.”
“El enemigo fue vencido sobre la cruz del Calvario. Sólo unas cuantas horas más, sólo unos cuantos pasos más, y estarán en la Presencia del Señor con gozo y gloria que ni siquiera pueden llegar a comprender en estos momentos. Si pelean la batalla a Su lado, comerán en Su mesa cuando venga a Su Reino.”
“Anímense. ¡Jesús está por venir!”
(“Apocalipsis 3:10”, 4154-1)