TRAIGO CONMIGO MI RECOMPENSA

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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional

Tomado de: La Causa Principal

Traducido por Carmen E. Álvarez


Cuando el Señor regrese Él traerá Consigo nuestras recompensas. Él le dará a cada persona según lo que él o ella haya hecho. ¡Qué época de alegría será ésta para los que han puestos sus tesoros en el Cielo! Pero también ¡qué época de agonía y desesperación para quienes han desobedecido a Cristo aferrándose a las cosas del mundo actual!


Contenido

El Ejercicio de Nuestra Propia Voluntad
El Tipo de Persona que Somos
El Uso de Nuestro Cuerpo
Nuestro Comportamiento Moral
Vida
Autoridad y Poder
Relaciones
Estatus
Oportunidades para Servir
Alegría
Habilidades


TRAIGO CONMIGO MI RECOMPENSA

¡Miren que vengo pronto! Traigo conmigo mi recompensa, y le pagaré a cada uno según lo que haya hecho. (Apocalipsis 22:12NVI)

Cuando el Señor regrese Él traerá Consigo nuestras recompensas. Él le dará a cada persona según lo que él o ella haya hecho. ¡Qué época de alegría será ésta para los que han puestos sus tesoros en el Cielo! Pero también ¡qué época de agonía y desesperación para quienes han desobedecido a Cristo aferrándose a las cosas del mundo actual!

Podemos comprender que cuando Jesús regrese cada uno de nosotros, Cristiano y no-Cristiano, recibirá los resultados de lo que él o ella haya practicado sobre la tierra.

Porque es necesario que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho mientras vivió en el cuerpo. (2 Corintios 5:10NVI)
A los hijos de esa mujer los heriré de muerte. Así sabrán todas las iglesias que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y a cada uno de ustedes lo trataré de acuerdo con sus obras. (Apocalipsis 2:23
NVI)
No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra. El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna. (Gálatas 6:7,8
NVI)

Me doy cuenta de que entre nosotros los Cristianos se enseña que la gracia de Dios evitará que cosechemos lo que sembremos y que no se nos pague según nuestras obras. Esta es nuestra tradición pero el Nuevo Testamento dice lo contrario—¡y con suma claridad!

El Señor Jesús nos ordenó que pusiéramos nuestros tesoros en el banco del Cielo. Si lo hacemos, el Señor traerá Consigo nuestros tesoros cuando Él aparezca. Si no lo hacemos, Él nos traerá sólo aflicción cuando aparezca.

No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. (Matero 6:19,20NVI)

Cada uno de nuestros tesoros tiene una réplica terrenal y una réplica celestial. Si nos aferramos a lo terrenal, no se nos dará lo celestial cuando el Señor regrese. Él dará a cada uno según lo que hayamos hecho.

Algunos de los tesoros a los que podemos aferrarnos, o que podemos acumular en el Cielo, son los siguientes:

  • El Ejercicio de Nuestra Propia Voluntad
  • El Tipo de Persona que Somos
  • El Uso de Nuestro Cuerpo
  • Nuestro Comportamiento Moral
  • Vida
  • Autoridad y Poder
  • Relaciones
  • Estatus
  • Oportunidades de Servicio
  • Alegría
  • Habilidades

El Ejercicio de Nuestra Propia Voluntad

Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta. (Romanos 12:1NVI)

Solo existe una voluntad legítima en el universo, y esa voluntad es la del Padre.

Mientras el Señor Jesucristo estuvo sobre la tierra Él aprendió, por medio del sufrimiento, a obedecer la voluntad del Padre. La lección más importante que podemos aprender durante nuestra estancia sobre la tierra es la obediencia estricta al Padre.

Como dice el versículo anterior, nosotros debemos ofrecer nuestro cuerpo como sacrificio vivo a Dios, alejándonos de las imágenes y de las filosofías del espíritu del mundo. Debemos ser transformados por la renovación de nuestra mente.

Cuando somos transformados por la renovación de nuestra mente somos capaces de determinar la voluntad de Dios y luego de hacerla.

Nuestra voluntad debe poder gobernar las decisiones que tomamos. Cuando perdemos el control de nuestras decisiones, al ser arrasados por las pasiones y los deseos de nuestro cuerpo, entonces estamos en el camino que conduce a la destrucción. Si queremos servir al Señor nuestra voluntad debe mantenerse afilada como una navaja.

Si se lo permitimos, Dios obrará en nosotros de tal manera que Su voluntad y Sus deseos se efectuarán en nosotros.

Pues Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad. (Filipenses 2:13NVI)

El Humanismo y la Democracia nos enseñan que el hombre es su propio dios, es decir, que debe pensar y actuar independientemente de cualquier otro dios. Éste es el espíritu del Anticristo. El espíritu del Anticristo es muy fuerte hoy en día en los Estados Unidos. Estados Unidos fue fundado en parte como una reacción en contra de las fuerzas tiránicas en Europa. Aunque quizá la rebelión fue necesaria en esos tiempos, permanece en nosotros el no querer someternos a ninguna autoridad.

La idea de que debemos ser esclavos o siervos del Señor Cristo Jesús no es aceptado por los Norteamericanos—aun para muchos de nosotros que somos Cristianos. Parece ser que la voluntad propia frecuentemente gobierna las actividades Cristianas.

Debemos absolutamente morir a la voluntad propia si queremos agradar a Dios.

Dios nos ha dado la cruz para destruir nuestra voluntad propia. Nosotros debemos negarnos a nosotros mismos, tomar nuestra cruz, y seguir al Señor Jesús a dondequiera que Él nos dirija.

Si queremos entrar al Reino de Dios debemos sufrir mucha tribulación. Debemos ser castigados una y otra vez para que nuestra mente, nuestro cuerpo, y nuestra alma puedan llegar a estar bajo la voluntad de Dios.

Los Cristianos Judíos, hacia quien el Libro de Hebreos estaba dirigido, habían sido salvos y llenos con el Espíritu de Dios. Esto lo sabemos por las declaraciones hechas en el libro mismo.

Pero luego ellos dejaron de buscar el Reino de Dios. Ellos dejaron de presionar hacia el reposo de Dios.

Cuidémonos, por tanto, no sea que, aunque la promesa de entrar en su reposo sigue vigente, alguno de ustedes parezca quedarse atrás. (Hebreos 4:1NVI)

El reposo de Dios es la posición en el Señor en donde dejamos nuestras propias obras y hacemos lo que Dios desea que hagamos en cada momento de cada día. No buscamos nuestro propio placer sino buscamos agradar a Dios. No ejercemos nuestro propio juicio sino que buscamos en Dios la respuesta a toda decisión que tomamos.

Continuamente avanzamos hacia ese lugar en Cristo en Dios en el que nosotros estamos morando en el reposo tranquilo de la voluntad de Dios. No es que nosotros perdamos nuestra propia voluntad. Nuestra voluntad debe conservarse fuerte y decidida si queremos servir al Señor. Pero la meta es la unión con Dios por medio de Jesucristo para que la voluntad del Padre reine en todo tiempo.

Para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. (Juan 17:21NVI)

Nosotros nunca debemos detenernos en nuestra búsqueda de Cristo hasta que logremos la unidad con todos los santos en Cristo en Dios. Este es el reposo de Dios, el cual es una porción considerable de nuestra tierra prometida.

En este momento, en nuestra vida actual, debemos buscar vivir en la voluntad de Dios. Si lo hacemos, entonces, cuando el Señor regrese, seremos una parte integral de Dios por medio de Cristo. Seremos para siempre una columna en el templo de Dios. Habremos puesto en el Cielo el “tesoro” de nuestra voluntad, por así decirlo, y en el Día de Cristo se nos regresará. Por fin estaremos en paz perfecta.

Pero si no obedecemos a Cristo poniendo el tesoro de nuestra voluntad en el Cielo, insistiendo en preservar nuestro derecho de ejercer nuestra propia voluntad, cuando el Señor regrese Él nos dejará atado a nuestra voluntad propia. Estaremos en un estado de tormento como en el que está Satanás, quien está horrorosamente atado a su voluntad propia.

No seremos parte de Cristo en ese día. Habremos escogido ser una criatura obstinada, otro dios en el universo. Así es exactamente como seremos tratados—como un pequeño dios en rebelión con el Padre. Ciertamente caminaremos por lugares áridos.

Quizá nunca se nos dé otra oportunidad de ser un siervo de Dios. ¡Imagínate eso!

¿Están ustedes dispuestos a obedecer? ¡Comerán lo mejor de la tierra! ¿Se rehúsan y se rebelan? ¡Serán devorados por la espada! El SEÑOR mismo lo ha dicho. (Isaías 1:19,20NVI)

Si estás teniendo dificultades para poner tu voluntad en el banco del Cielo como un tesoro que se te dará cuando el Señor regrese, pídele ayuda a Dios. Él tiene fuegos suficientemente ardientes para quemar de ti y de mí la voluntad propia. Quédate en la prisión en la que el Señor te ponga. Permanece fiel hasta la muerte, y se te dará el mejor de los regalos—la habilidad de estar en paz en el centro de la Persona y voluntad de Dios.

El Tipo de Persona que Somos

Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. (Romanos 8:29NVI)

Está de moda decir “Quiero ser yo mismo”.

Pídele a Dios con fervor que este destino no te suceda a ti—que no sigas siendo “yo” cuando el Señor regrese.

Nuestra vida como un alma adánica nunca estuvo destinada a permanecer por la eternidad. Por ello, nuestra vida hoy en día es un campo de prueba. Somos llevados por el desierto de los problemas y de las tentaciones para que Dios pueda saber lo que haremos cuando seamos llevados a nuestra herencia como hijos de Dios.

Dios conoce de antemano a cada individuo que es llamado a ser miembro del real sacerdocio, del Israel de Dios. El Señor nos predestinó a ser transformados a la imagen de Jesucristo—no a permanecer lo que somos sino a ser radicalmente transformados hasta que pueda decirse de nosotros que somos una creación nueva en Cristo, habiendo dejado atrás toda nuestra personalidad anterior y dejando que la nueva sea de Dios.

Esto no significa que perderemos nuestra originalidad como persona. Más bien significa que la parte de nosotros que Dios quiere conservar estará sometida a la muerte y resurrección de Cristo Jesús al grado que Dios podrá decir de nosotros: “¡Yo hago nuevas todas las cosas!”

Una gran parte de nuestra vida como Cristianos nos la pasamos resistiendo los cambios que Dios desea que hagamos. Nos resistimos, como una rata acorralada, tratando de conservar los trapos sucios de nuestro pecado, de nuestra naturaleza carnal. Dios nos guía pacientemente al cambio.

La Personalidad del Señor Jesucristo consiste, en parte, de los siguientes atributos:

En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condone estas cosas. (Gálatas 5:22,23NVI)

Ninguno de estos atributos es verdad de la naturaleza de Adán. Ciertamente es verdad que algunas personas son más amorosas, más alegres, o tienen más paz que otras. Pero si su amor, alegría y paz no vienen del Espíritu de Dios en ellos sino de su personalidad de Adán, entonces estos atributos fracasarán cuando sean puestos bajo suficiente presión.

El amor de Adán se puede volver odio. Pero el amor Divino es más fuerte que todas las demás fuerzas.

La alegría de Adán se puede volver miseria. Pero la alegría Divina florece en las circunstancias más difíciles.

La paz de Adán se puede volver temor e intranquilidad. Pero el Señor Jesucristo demostró paz Divina mientras estuvo rodeado de suma maldad, malicia, perversidad y envidia.

Nosotros no queremos permanecer siendo un “yo”. Ya que si permanecemos siendo un “yo” durante esta vida entonces no seremos cambiados a ser semejantes a Él cuando Él aparezca.

Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que habremos de ser. Sabemos, sin embargo, que cuando Cristo venga seremos semejantes a él, porque lo veremos tal y como él es. (1 Juan 3:2NVI)

Si ponemos en el Cielo el “tesoro” del tipo de persona que queremos ser, entonces cuando el Señor regrese seremos tal y como Él es.

Pero si insistimos en seguir siendo un “yo”, sin permitirle al Señor que nos transforme desde ahora, entonces seguiremos siendo un “yo” cuando el Señor regrese. Seremos objeto de reproche conforme el pueblo del Señor vea la maldad y el egoísmo de nuestra personalidad.

Y del polvo de la tierra se levantarán las multitudes de los que duermen, algunos de ellos para vivir por siempre, pero otros para quedar en la vergüenza y en la confusión perpetuas. (Daniel 12:2NVI)

¡En la confusión perpetua! ¿Realmente deseas permanecer como estás ahora por toda la eternidad? Si no, permítele a Dios que te transforme desde ahora, aunque a veces el proceso sea doloroso y atemorizante. De esta manera, cuando el Señor regrese tú estarás complacido con la nueva creación que Él ha hecho de ti.

El Uso de Nuestro Cuerpo

Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. (Romanos 8:23NVI)

Tantísimo de nuestra vida gira en torno de nuestro cuerpo—¡quizá más de lo que nos demos cuenta!

Cuando somos niños casi todo lo que somos es un cuerpo. Conforme maduramos debemos comenzar a darnos cuenta de que nuestro cuerpo es el vehículo que lleva de un lugar a otro a quien realmente somos. ¿No es así?

Aunque somos hijos de Dios, destinados algún día a gobernar a los ángeles y al resto de la creación, hemos sido puestos en cuerpos animales para hacernos humildes. El cuerpo humano es una prisión y un instrumento muy efectivo con el que Dios puede probarnos.

El Señor dijo que pusiéramos todos nuestros tesoros en el Cielo, incluyendo nuestro cuerpo. No debemos ceder a la continua insistencia de nuestro cuerpo a que sigamos sus lujurias y deseos. Debemos proponernos en Cristo que el cuerpo no nos dictará lo que debemos hacer sino que nosotros, como dijo Pablo, debemos golpear nuestro cuerpo hasta someterlo y hacerlo esclavo del Señor.

Yo no quiero decir con esto que debemos darnos de latigazos físicamente. Más bien lo que quiero decir es que por medio de la oración y el ejercicio de nuestra voluntad en Cristo debemos obligar a nuestro cuerpo a hacer lo que es bíblico y razonable.

Nosotros debemos mantener dominio sobre nuestro cuerpo en todo momento. Cuando estemos sintiendo que nuestro cuerpo está logrando dominar nosotros debemos orar con desesperación hasta que nuestra voluntad recobre el dominio. ¡Nunca, nunca, pero nunca debemos ser guiados por la lujuria de nuestro cuerpo! El hacerlo invita a que tengamos años de angustia, y hasta de enfermedad y muerte.

El Apóstol Pablo estaba angustiado por el pecado que estaba morando en su cuerpo y gemía por un cuerpo nuevo.

Mientras tanto suspiramos, anhelando ser revestidos de nuestra morada celestial, porque cuando seamos revestidos, no se nos hallará desnudos. Realmente, vivimos en esta tienda de campaña, suspirando y agobiados, pues no deseamos ser desvestidos sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. (2 Corintios 5:2-4NVI)

La “morada celestial” mencionada en los versículos anteriores es un manto de justicia que es creado por nuestra conducta sobre la tierra. Cuando hacemos la voluntad del Señor, confesando nuestros pecados y alejándonos de ellos, mantenemos nuestro manto celestial blanco y brillando con justicia.

Si nosotros no estamos sirviendo al Señor en nuestro cuerpo actual, nuestro manto se encuentra sucio, o hasta quizá sea verdad que no haya manto en el Cielo que nos pertenezca a nosotros.

Cuando el Señor regrese Él resucitará nuestro cuerpo de carne y hueso de dondequiera que haya sido enterrado. Luego nuestro cuerpo resucitado de carne y hueso será revestido con un manto del Cielo. En otras palabras, seremos revestidos con nuestra propia conducta.

Aquí tenemos representada a la perfección la ley del Reino de que cada uno cosecha lo que siembra.

Y se le ha concedido vestirse de lino fino, limpio y resplandeciente. (El lino fino representa las acciones justas de los santos). (Apocalipsis 19:8NVI)

Una de las recompensas más maravillosas que se nos dará cuando el Señor aparezca es un cuerpo inmortal que no tendrá morando en él ninguna compulsión de pecar.

Porque lo corruptible tiene que revestirse de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad. (1 Corintios 15:53NVI)

El poder del Señor Jesucristo transformará nuestro humilde cuerpo hasta que sea como el cuerpo de Él.

En cambio, nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo miserable para que sea como su cuerpo glorioso, mediante el poder con que somete a sí mismo todas las cosas. (Filipenses 3:20-21NVI)

Pero si queremos tener un cuerpo nuevo maravilloso debemos poner nuestro cuerpo actual en el Cielo, por así decirlo. Debemos ofrecer nuestro cuerpo como sacrificio vivo a Dios, dejando de obedecer sus lujurias y deseos pero manteniéndolo bajo el control estricto de nuestra voluntad. Nunca debemos dejar que nuestro cuerpo dicte lo que debemos hacer. Podemos lograr dominar nuestro cuerpo si oramos continuamente, si meditamos en las Escrituras, si nos reunimos con santos fervientes, si buscamos los dones de Dios para que podamos edificar al Cuerpo de Cristo, si servimos, damos, y hacemos todo lo demás consistente con la vida Cristiana saludable.

Éste dominio del cuerpo es extremadamente difícil en los Estados Unidos de Norteamérica debido al énfasis en las riquezas materiales y en el placer. Se nos convence continuamente a ceder a los deseos del cuerpo.

Pero si no mantenemos nuestro cuerpo como un sacrificio a Dios en el Cielo, si mejor escogemos darnos por completo a la lujuria insaciable de nuestro cuerpo, entonces, cuando el Señor regrese y nuestro cuerpo de carne y hueso sea resucitado, seremos revestidos en la corrupción de la carne. No estoy seguro de qué es lo que esto implique, pero es lo que las Escrituras dicen. Si sembramos a la carne cosecharemos corrupción y no vida eterna.

Isaías habla sobre aquellos que no han obedecido los mandamientos de Cristo.

Entonces saldrán y contemplarán los cadáveres de los que se rebelaron contra mí. “Porque no morirá el gusano que los devora, ni se apagará el fuego que los consume: ¡repulsivos serán a toda la humanidad!” (Isaías 66:24NVI)

Observa en el versículo anterior, el énfasis que se pone en el cuerpo. Claro que no podemos salir y contemplar la naturaleza espiritual interior de aquellos que se han rebelado en contra de Cristo. Sin embargo, no siempre se considera que el castigo de los rebeldes será tormento sin fin en un cuerpo que continuamente es comido por gusanos. Quizá esto sea lo que signifique cosechar corrupción.

Sabes, las declaraciones de la Biblia son mucho más rigurosas que las declaraciones en las predicaciones y enseñanzas de ésta época en los Estados Unidos. Parece ser que entre nosotros los Cristianos sentimos que la Biblia es mucho más rigurosa de lo que en realidad Cristo desea que sea; que todas las sentencias rigurosas sobre la gente realmente pertenecen al Antiguo Testamento. Nosotros sentimos que “en realidad no puede suceder que un miembro amable de una iglesia Cristiana pueda terminar siendo el punto de interés en una excursión; un hombre caído en algún pozo con gusanos eternamente alimentándose de su cuerpo”.

Quienquiera que predique tal cosa en esta época en Norteamérica más vale que esté preparado ha ser resistido y despreciado.

Sin embargo, si las declaraciones rigurosas de la Biblia no son verdaderas, entonces tampoco lo son las promesas. La Biblia es la Palabra de Dios o no lo es. Si realmente es la incambiable Palabra del Dios Todopoderoso del Cielo, y si el Señor Jesús, el Hijo de Dios, dijo que ni la más mínima parte de la Palabra pasará—entonces algo está mal con los “sentimientos” que nosotros los Cristianos tenemos con respecto al Evangelio del Reino.

Por mi parte, desde un principio fui instruido por los Navegantes a tratar cada palabra de la Biblia como la Palabra eterna de Dios. Yo todavía las veo de esta manera después de cincuenta y cuatro años de ser Cristiano. Toda mi experiencia testifica que la Biblia en su totalidad realmente es la Palabra de Dios y se puede confiar en ella.

Si este es el caso, nosotros los Cristianos estamos en dificultades. No estamos presentando la rigurosidad del Evangelio, solo la bondad de Dios. De esta manera somos ciegos guiando a ciegos. ¿Escaparemos el Día de Cristo? ¿No es verdad que el Señor regresará para recompensar a cada individuo según sus obras? Y si esto es verdad, ¿qué le sucederá a la mayoría de los creyentes Cristianos en Norteamérica que viven en la época actual?

Yo estoy convencido de que Dios va a juzgar rigurosamente a los Estados Unidos y de esta manera muchos Cristianos se alejarán de sus búsquedas carnales y comenzarán a servir a Dios. Yo no disfruto la idea de tener dificultades, pero si esto es lo que se requiere, mejor sufrir ahora que en el Día de Cristo.

Nuestro Comportamiento Moral

La mayoría de nosotros los Cristianos somos Gentiles. Por esta razón, en muchos casos, en realidad no escuchamos lo que el Apóstol Pablo está diciendo.

Nosotros no vemos el Evangelio como lo vio Pablo. Pablo era un Judío justo que vio el Evangelio como un medio para obtener perdón, y finalmente la redención de su cuerpo para que pudiera ser liberado de su cuerpo pecaminoso.

Nosotros los Gentiles no nos acercamos a Cristo para adquirir justicia. Nos acercamos porque alguien nos dijo que si no aceptábamos a Cristo iríamos al Infierno. Esta es la razón por la que ponemos demasiado énfasis en la justicia imputada. Tenemos poco interés en comportarnos con justicia, y, de hecho, enseñamos que el comportamiento justo no es un aspecto esencial de nuestra salvación. Nosotros sólo queremos ir al Cielo. Si algún día llegamos a volvemos justos en comportamiento no es importante—no tan importante como obtener nuestra “mansión” en el Cielo.

Pablo no sabía nada sobre mansiones en el Cielo. Si lo sabía, él nunca las mencionó. ¡Pablo deseaba ser justo!

¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal? (Romanos 7:24NVI)

Pablo dijo en más de una ocasión que él estaba buscando la redención de su cuerpo. Los que vivimos en ésta época quizá deseemos un cuerpo redimido para que nos sintamos mejor—para que nos la pasemos mejor. Pablo estaba buscando tener un cuerpo redimido para que pudiera comportarse con rectitud y justicia.

Se nos ha ordenado que pongamos a morir, por medio del Espíritu Santo, las lujurias y demás acciones pecaminosas de nuestro cuerpo. Después de que confesemos y renunciemos a nuestros pecados todavía quizá tengamos áreas en nuestra vida en las que Satanás esté interesado, pero nosotros mantenemos el control sobre ellas orando continuamente y sirviendo al Señor como lo sirve un discípulo.

Mientras nos rehusemos a vivir conforme a nuestra naturaleza pecaminosa, la Naturaleza de Cristo será formada en nosotros. La nueva naturaleza que está siendo creada en nosotros no peca porque ha nacido de Dios. Si confesamos nuestros pecados y nos alejamos de ellos, y nutrimos la Vida nueva formada en nosotros, podemos vencer los engaños y las tentaciones del enemigo.

Luego, cuando el Señor regrese, seremos por siempre liberados del pecado.

También Cristo fue ofrecido en sacrificio una sola vez para quitar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, ya no para cargar con pecado alguno, sino para traer salvación a quienes lo esperan. (Hebreos 9:28NVI)

¡Qué maravilloso será el ser libre de pecado en espíritu, alma y cuerpo! ¡Qué increíblemente maravilloso! Y esta es la promesa de Dios.

Pablo batalló con el pecado toda su vida. Él peleó la buena batalla de la fe.

Más bien, golpeo mi cuerpo y lo domino, no sea que, después de haber predicado a otros, yo mismo quede descalificado. (1 Corintios 9:27NVI)

¿Cuál será la recompensa de Pablo por haber puesto su comportamiento moral como un tesoro en el Cielo?

Por lo demás me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que con amor hayan esperado su venida. (2 Timoteo 4:8NVI)

La corona de justicia. Esta es la recompensa que obtenemos al lograr vencer, por medio de Jesucristo, el pecado que tan fácilmente puede controlarnos si no estamos sumamente atentos.

Pero ¿qué hay de esos Cristianos que no logran la victoria sobre el pecado?

No serán liberados del pecado cuando el Señor regrese. No recibirán la corona de justicia. No han sido fieles en lo poco así que no se les confiará lo mucho.

No recibirán las recompensas asignadas al santo victorioso. No han vencido la muerte espiritual que los presiona, así que esas recompensas que nosotros asociamos con la salvación Cristiana no serán de ellos.

Algunos serán salvos como quien pasa por el fuego, queriendo decir que serán despojados de toda recompensa y sujetos a sufrimiento intenso hasta que estén listos para entrar al Reino de justicia de Dios. Ningún individuo inmoral jamás heredará el Reino de Dios. No lo heredará ni por gracia, ni por misericordia, ni por ningún otro medio. El Reino es un Reino de justicia, y todos los que son parte de él están completamente llenos de justicia de hierro, santidad ferviente y obediencia estricta al Padre.

Entre los profetas no se ha levantado nadie más grande que Juan el Bautista. Sin embargo, el más pequeño en el Reino es más grande que él.

No permitas que mis palabras te desanimen. Estoy diciendo la verdad. Pero también es verdad que el Señor Jesús trabajará con interminable paciencia con el creyente más débil, si esa persona realmente desea estar en el Reino justo de Cristo.

Pero los que hoy en día se comportan con altanería, arrogancia y excesiva confianza en su seguridad de que porque han tomado los “cuatro pasos de la salvación” experimentarán nada más que la más maravillosa recepción cuando vayan al Cielo o cuando el Señor regrese, a éstos les espera un brusco despertar. A excepción de que se humillen, oren, y se alejen de su pecado, ellos enfrentarán el fuego Divino aunque hayan tomado los cuatro pasos de la salvación.

No hay razón para que ninguna persona sincera se sienta desanimada porque, como dije, Cristo tratará con los creyentes más débiles hasta que logren la victoria. Pero aquellos que sólo quieren seguir haciendo las cosas a su propia manera, aunque sean cosas “Cristianas”, tienen mucho que temer si no se arrepienten y se vuelven al Señor.

Dios no está complacido con que los Estados Unidos e Inglaterra, ostensiblemente países Cristianos, sean centros de inmoralidad—dando mala representación de la Persona y la voluntad de Dios a los Musulmanes, Judíos, y otros grupos semejantes de la humanidad. ¡Yo creo que Dios está listo para hacer algo al respecto!

No nos engañemos tanto como para creer que cuando Cristo regrese Él regará con bendiciones Divinas a aquellos que no han peleado la buena batalla de la fe. Tampoco hay que creer que bendecirá a los que no se han aferrado a las provisiones que Él nos ha dado y con las que podemos vencer involucrarnos en el mundo espiritual del Anticristo, en las lujurias e injusticias de nuestra naturaleza carnal, y en nuestra voluntad propia y rebelión en contra de Dios. Él nos recompensará según nuestro comportamiento en el mundo.

Vida

El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, de esa misma naturaleza cosechará destrucción; el que siembra para agradar al Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna. (Gálatas 6:8NVI)

Generalmente no pensamos en la vida eterna como algo que debemos cosechar. De hecho, yo creo que vemos la vida eterna como un estado legal que se deriva de que pongamos nuestra confianza en Jesucristo para la salvación.

Sin embargo, la vida eterna en realidad es una forma de vida. Cuando Adán y Eva pecaron, ellos perdieron su acceso al Árbol de la Vida. La humanidad ha seguido en ese estado de muerte espiritual desde entonces. Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna.

Esto no significa que al aceptar a Cristo vamos al Cielo en lugar de ir al Infierno. Más bien significa que los que estamos espiritualmente muertos quizá podamos, al poner nuestra fe en Cristo, tener acceso al Árbol de la Vida. Podemos lograr una medida de vida espiritual ahora, pero adquiriremos mucha más cuando el Señor regrese.

Les asegurorespondió Jesús que todo el que por causa del reino de Dios haya dejado casa, esposa, hermanos, padres o hijos, recibirá mucho más en este tiempo; y en la edad venidera, la vida eterna. (Lucas 18:29,30NVI)

Recibirá vida eterna en la “edad venidera”. Generalmente no consideramos la vida eternal como Vida Divina que se nos dará cuando el Señor regrese. Sin embargo, en términos del Nuevo Testamento, no volveremos a vivir hasta que la vida eterna llene nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo. Observa este hecho en el siguiente párrafo:

Pues así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos volverán a vivir. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; después, cuando él venga, los que le pertenecen. (1 Corintios 15:22,23NVI)

Volveremos a vivir cuando el Señor regrese si es que hemos puesto el tesoro de nuestra vida en el Cielo en obediencia a Jesucristo.

Nosotros tenemos que luchar para aferrarnos a la vida eterna. La vida eterna no es un boleto que recibimos cuando creemos en Cristo.

Pelea la buena batalla de la fe; haz tuya la vida eterna, a la que fuiste llamado y por la cual hiciste aquella admirable declaración de fe delante de muchos testigos. (1 Timoteo 6:12NVI)

En estos momentos vivimos por la vida que hay en este cuerpo de carne y sangre. Pero la vida del cuerpo es temporal y corruptible. Lo que deseamos es Vida Divina, energía Divina para que podamos vivir y movernos y tener nuestro ser sin enfermedad, ni cansancio, ni ninguna otra fuerza incapacitante.

Nosotros queremos ser llenados con vida; queremos ser coronados con vida.

Pero si cuando Jesús regrese queremos recibir de sus manos la recompensa de la vida eterna entonces debemos estar dispuestos a ceder nuestra propia vida ahora.

El que procure conservar su vida, la perderá; y el que la pierda, la conservará. (Lucas 17:33NVI)

Nuestra vida nos ha sido dada para hacer con ella lo que queramos. Si escogemos salvar nuestra vida ignorando las exigencias de Jesucristo, entonces, cuando Él venga, no recibiremos vida eterna.

Pero si cedemos nuestra vida a Cristo, dándonos completamente a Su voluntad para que Él pueda usarnos y hacer con nosotros lo que le plazca, cuando Él regrese nos llenará con Vida Divina incorruptible. Tendremos vida en abundancia si estamos dispuestos a poner nuestra vida actual en el banco del Cielo.

No tengas miedo de lo que estás por sufrir. Te advierto que a algunos de ustedes el diablo los meterá en la cárcel para ponerlos a prueba, y sufrirán persecución durante diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida. (Apocalipsis 2:10NVI)

Permanecer pacientemente en la cárcel en la que hemos sido puestos significa para nosotros perder la vida—perder la habilidad de ir a donde deseemos; de hacer lo que deseemos.

Cuando somos puestos en una cárcel no debemos tratar de escapar, si para hacerlo tengamos que perder nuestra integridad; tengamos que romper las leyes de Dios; tengamos que traicionar a aquellos que confían en nosotros.

Y de esta manera permanecemos en nuestra cárcel, así como cuando Cristo estaba colgado sobre la cruz, nos negamos nuestros deseos más fervientes, año tras año, dejando que la vida nos pase de largo. Permaneciendo allí de todos modos debido a nuestra fidelidad a Dios.

Si estamos dispuestos a perder de esta manera nuestra vida poniéndola sobre la cruz con Cristo, entonces cuando Él regrese nos llenará con Su Vida. ¡Entonces realmente estaremos vivos para siempre!

Los que serán parte de la Nueva Jerusalén estarán tan llenos de la Vida de Dios que no tendrán necesidad del sol ni de la luna para que les de luz—ni siquiera necesidad de dormir. Ellos estarán tan vivos en la Presencia de Dios así como lo está el Señor Jesús. ¡Que gloriosa expectativa es esta!

Cuando somos jóvenes no estamos tan concientes del valor de la vida. Estamos llenos de energía—en realidad, más de la que necesitamos. Pero cuando somos viejos tenemos justamente la suficiente fuerza del Señor para hacer lo que se debe hacer. Es entonces cuando podemos apreciar lo que significará estar tan gloriosamente vivos que no necesitaremos dormir.

La ciudad no necesita ni sol ni luna que la alumbren, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera. (Apocalipsis 21:23NVI)

Si perdemos nuestra vida ahora por el bien de Cristo y del Evangelio, cuando Él regrese recibiremos la plenitud de la vida eterna.

Pero si escogemos salvar nuestra vida ahora, y no la ponemos en el banco del Cielo, cuando el Señor regrese no se nos dará vida eterna. Cómo será el ser levantado de los muertos y que no se nos de vida eterna no lo sé. A decir verdad, ¡no me interesa averiguarlo! ¿Y tú?

Autoridad y Poder

Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo. Al que salga vencedor le daré el derecho de sentarse conmigo en mi trono, como también yo vencí y me senté con mi Padre en su trono. (Apocalipsis 3:20,21NVI)

La historia del mundo ha sido en su mayoría de hombres y mujeres ambiciosos que han buscado poder. Aun en esta época los ambiciosos, aunque a veces trabajan para el mejoramiento de otros, dejan a su paso tremenda tristeza y agonía. Son responsables de las guerras, del hambre, y de menospreciar los derechos de los pobres.

Cuando Cristo regrese lo hará con los santos que gobernarán a las naciones salvas con justicia y misericordia. Los gobernantes serán los siervos de todos.

Ya que hemos sido creados para gobernar las obras de las manos de Dios, es de suma importancia que le permitamos a Dios hacernos el tipo de gobernante que Él desea.

Sentarnos con Cristo en Su trono es una de las mejores promesas en la Biblia. Pero antes de que esto sea posible, debemos vencer así como Él venció.

El que Cristo haya tenido que vencer para poder sentarse con Su Padre en el trono del Padre quizá sea un nuevo concepto para nosotros. ¡Pero es un hecho! Cristo fue tentado y golpeado toda Su breve vida terrenal, comenzando con las tres tentaciones en el desierto y terminando con Getsemaní y el Calvario.

Cristo tuvo que vencer para poder gobernar. Nosotros también tenemos que vencer al mundo, a Satanás, y a nuestras propias lujurias y nuestra propia obstinación si queremos estar preparados para gobernar con Cristo Jesús.

Sólo aquellos que han logrado vencer así como Cristo venció serán miembros de la Esposa del Cordero. El Cordero no incorporará como parte de Sí mismo a quienes no puedan pasar la prueba. De ser así el matrimonio estaría condenado al fracaso porque la Esposa no sería una morada donde Él pudiera morar, es decir, en la ardiente Presencia del Padre.

En referencia al pasaje anterior, observamos que antes de que seamos invitados a sentarnos con Cristo sobre Su trono primero debemos abrirle a Él la puerta de nuestra personalidad. Debemos vivir comiendo de Su carne y bebiendo de Su sangre, así como Él recibe nutrición del amor y la adoración que nosotros le ofrecemos de regreso.

De la misma manera en que nosotros vivimos por medio de Él así como Él vive por medio del Padre, el Padre y Cristo toman su posición sobre el trono de nuestra personalidad. Ellos no harán esto hasta que nosotros estemos gustosamente dispuestos a dejar que asuman el centro de nuestra voluntad que es donde se toman las decisiones.

Si seguimos viviendo dejando que el Padre y Cristo gobiernen en nosotros, entonces cuando el Señor regrese seremos invitados a sentarnos con ellos sobre el trono de nuestra personalidad. Desde este punto de ventaja la creación será gobernada.

Al que salga vencedor y cumpla mi voluntad hasta el fin, le daré autoridad sobre las nacionesasí como yo la he recibido de mi Padre y “él las gobernará con puño de hierro; las hará pedazos como a vasijas de barro”. (Apocalipsis 2:26,27NVI)
Lo hiciste un poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra; ¡todo lo sometiste a su dominio! (Hebreos 2:7
NVI)

Dios creó al hombre para que fuera el trono de Dios. Pero antes de que el hombre pueda ser el trono de Dios él tiene que aprender muchas cosas; tiene que volverse muchas cosas. El aprender y el volverse pueden suceder sólo conforme él ceda su derecho de controlar su propia vida y su propio destino y se da a sí mismo a Cristo, Quien a solas posee, bajo Dios, toda autoridad y poder en los cielos y sobre la tierra.

El Anticristo es el intento del hombre de volverse como Cristo sin volverse parte de Cristo. Muchos creyentes Cristianos de hoy en día están en peligro de volverse el Anticristo. Ellos buscan ser como Cristo, tener Su poder y Su autoridad, sin ceder su voluntad a Él. Ellos están buscando poder, fama y éxito pero no para glorificar a Cristo con sus vidas o con sus muertes.

Los Estados Unidos son una nación claramente egocéntrica. Las iglesias Cristianas de Norteamérica están afectadas por un intenso interés en los derechos de la gente a que sean su propio dios. Es importante notar que la petición de abrirle al Señor la puerta de nuestra personalidad le es hecha a la iglesia de Laodicea.

El significado de la palabra “Laodicea” quizá esté relacionado con la idea de una democracia. Los ciudadanos de Norteamérica de hoy en día están intentando gobernarse a sí mismos por sus encuestas, sus promesas, y su voluntad, siendo que los Estados Unidos originalmente fueron concebidos como una república, y no una democracia. Por ello no nos sorprende que las iglesias Cristianas en los Estados Unidos sean parte de este egocentrismo, de este énfasis exagerado en los derechos de la gente.

Si queremos recibir la corona y el cetro que los Cristianos frecuentemente consideran como la recompensa de todo creyente, debemos comprender que a quienes no han aprendido a gobernar en Dios en éste mundo actual jamás se les dará esa autoridad y ese poder irresistibles a Su venida. ¡Simplemente no va a suceder!

Siempre y cuando insistamos en pensar, en hablar y en actuar según nuestros propios deseos entonces seremos gobernados por aquellos que se han rendido a Jesús—y esto, ¡si se nos permite siquiera entrar al Reino!

Relaciones

El amor, la alegría y la paz, que son tres de las recompensas mayores que Cristo puede darle a cualquier individuo, vienen sólo por medio de una relación correcta con Dios y una relación correcta con la gente. Las relaciones son la consideración más importante de todas. Ningún aspecto de la vida puede ser conducida de manera satisfactoria si nuestras relaciones no son lo que deberían ser.

Cuando pensamos en el mundo de esta época podemos apreciar que el problema principal que se tiene es el de las relaciones. Las guerras y la violencia se suscitan debido a relaciones destruidas. El crimen resulta de relaciones inadecuadas. El divorcio procede de relaciones rotas.

¿Qué tipo de mundo sería este si todos se relacionaran adecuadamente a Dios y al resto de la gente? ¡Sería el paraíso!

La única manera por la cual un ser humano puede relacionarse adecuadamente con Dios y con otras personas es por medio del Señor Cristo Jesús.

Ya sea la relación hombre con Dios, esposa con esposo, padre con hijo, empleado con jefe, pastor con congregación, o doctor con paciente, ninguna relación será constructiva y edificante si la relación no es adecuada. Sólo por medio de Cristo pueden existir las relaciones que dan el resultado deseado. Siempre y cuando nosotros seamos el capitán de nuestro propio barco, por así decirlo, lo mejor que puede hacer la mejor de nuestras relaciones es desmoronarse.

A veces nos imaginamos el Cielo como un lugar con mansiones, con jardines llenos de diamantes, y con calles de oro. Esas cosas nunca podrían darnos alegría duradera. Lo único que tiene valor verdadero es el amor, la alegría, y la paz que resultan de tener relaciones satisfactorias. Todo lo demás sólo es adorno de aparador.

Algunos individuos se alegran mucho con la idea de visitar otros planetas después de morir. Esto no es realista. Hay más amor, más alegría y más paz estando en casa con los que amas que explorando otros planetas.

Si finalmente tenemos éxito en colonizar la luna o Marte encontraremos que no hay verdadera alegría allá. Llevaremos allá con nosotros nuestras guerras, nuestro odio, nuestros celos, y nuestras difamaciones. De hecho, habrá amargura en la nave espacial desde el momento en que nos dirijamos a esa colonia debido a los coqueteos adúlteros que estarán presentándose.

Estamos realmente engañados si creemos que el amor, la alegría y la paz se encuentran en cosas o en lugares. Se encuentran sólo en las relaciones que han sido establecidas en el Señor Cristo Jesús.

Una de las mayores recompensas que se nos dará cuando el Señor regrese es gente para amar. Heredar una persona es mejor a que se nos den diez mil cielos.

Alza los ojos, mira a tu alrededor: todos se reúnen y acuden a ti. Tus hijos llegan desde lejos; a tus hijas las traen en brazos. (Isaías 60:4NVI)

Como he dicho muchas veces, “te intercambio mi mansión por tu gente”.

En realidad, no haría eso porque yo sé la gran pérdida que sufrirías intercambiando a tu gente por cualquier cosa.

¡Imagínate! Durante la era que está por venir las naciones de personas salvas traerán a sus familias a nosotros para ser amadas y bendecidas. La riqueza de las naciones, es decir, su gente, vendrá a nosotros. No hay ningún otro tipo de riqueza que merezca ser mencionada.

Las naciones caminarán a la luz de la ciudad, y los reyes de la tierra le entregarán sus espléndidas riquezas. (Apocalipsis 21:24NVI)

Pero existe otra clase de relaciones que tiene aun mayor valor, y esa tiene que ver con la unidad de los miembros del Cuerpo de Cristo unos con otros y con el Señor Dios.

Para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. (Juan 17:21NVI)

Toda la Iglesia está destinada a volverse parte de Dios por medio de Jesucristo. Quizá nosotros experimentemos ahora una millonésima parte de esa unidad cuando tenemos comunión con otros discípulos verdaderos del Señor. Pero la plenitud de esas relaciones no se realizará hasta que el Señor regrese y todos seamos llenados con la misma Gloria que Dios le ha dado a Cristo Jesús. Cristo nos ha dado esa Gloria para que todos seamos uno así como Él y el Padre son Uno.

Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno: (Juan 17:22NVI)

Si seguimos por la vida, aun como Cristianos, conservando nuestra propia manera de ser, sin hacer el esfuerzo de volvernos uno con Cristo así como Él es Uno con el Padre, entonces cuando el Señor regrese nosotros no seremos llevados a la Unidad del Cuerpo de Cristo. No cabríamos. Nosotros romperíamos el manto sin costuras de Cristo.

Si ahora no tenemos relaciones sin dificultades con discípulos fervientes, no seremos obligados a tener esas relaciones a la venida del Señor. Permaneceremos solos, sin relacionarnos correctamente con Dios, con Cristo, o con los santos. Esto es lo que habremos escogido, y esto es lo que se nos dará cuando el Señor regrese.

¡Miren que vengo pronto! Traigo conmigo mi recompensa, y le pagaré a cada uno según lo que haya hecho. (Apocalipsis 22:12NVI)

Estatus

Para algunas personas, ser importante y ser prominente son de gran valor. Quizá esta sea la razón por la que la gente entra a la política o por la que busca llegar a ser la cabeza de esta organización o de aquel proyecto. Frecuentemente tienen que trabajar más arduamente que los demás y están enterrados bajo responsabilidades y preocupaciones de todo tipo.

Uno se pregunta: “¿Por qué están tan desesperados en llevar tal carga?” Quizá den como razón que están tratando de lograr algún propósito justo. Y quizá en algunos casos esto sea verdad. Pero con qué frecuencia la verdadera razón es que ellos quieren ser importantes y prominentes.

¡Vaya esclavitud!—pero que fuerte razón para los que son ambiciosos.

El Señor Jesucristo es Rey de reyes y Señor de señores. Pero mira cómo se humilló a Sí mismo mientras estuvo sobre la tierra.

Quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! (Filipenses 2:6-7NVI)

Debido a que estaba dispuesto a ponerse en el lugar más bajo, Dios ha exaltado a Cristo por sobre cualquier otro gobernante en el universo.

Mientras no estemos alegremente dispuestos a barrer detrás de los caballos en el desfile real no tenemos ningún derecho de viajar en el carruaje que está hasta adelante.

Los discípulos realmente discutieron quien de ellos sería el mayor en el Reino. Jesús les dijo que debían ser transformados.

No sean así entre ustedes. Al contrario, el mayor debe comportarse como el menor, y el que manda como el que sirve. (Lucas 22:26NVI)

Gracias a que Él estuvo dispuesto a humillarse a Sí mismo bajo la mano poderosa de Dios, el Señor Jesucristo ha sido exaltado más allá de lo que podemos comprender.

Si nosotros escogemos exaltarnos a nosotros mismos en esta vida, entonces seremos humillados cuando el Señor regrese. Pero si estamos dispuestos a ser humillados ahora, logrando que otros sigan el comportamiento de justicia gracias a nuestro ejemplo de buenas obras, entonces, cuando el Señor regrese, nosotros seremos exaltados a un grado jamás antes alcanzado o siquiera imaginado por ningún emperador de la tierra.

Los sabios resplandecerán con el brillo de la bóveda celeste; los que instruyen a las multitudes en el camino de la justicia brillarán como las estrellas por toda la eternidad. (Daniel 12:3NVI)

Oportunidades para Servir

Por eso, yo mismo les concedo un reino, así como mi Padre me lo concedió a mí, para que coman y beban a mi mesa en mi reino, y se sienten en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. (Lucas 22:29,30NVI)

Una de las recompensas que el Señor traerá Consigo serán oportunidades para servir en la era que vendrá.

A menudo nos imaginamos el Cielo como un gran hogar en el cielo para personas jubiladas. Cuando estamos cansados o enfermos, es atractiva la idea de no hacer nada más que acostarnos en un sofá en nuestra mansión sin tener una sola responsabilidad. Pero cuando estamos bien y llenos de energía, nosotros queremos hacer algo.

Para muchos de nosotros, la idea de no hacer nada por toda la eternidad es difícilmente una promesa de alegría.

No, nosotros queremos una tarea o una responsabilidad que resulte en algo de valor para los que amamos.

Pero el trabajo que no está fundamentado en Cristo producirá sólo bien temporal. Los resultados no traerán la satisfacción duradera que esperamos—especialmente si hemos roto las leyes de Dios o si hemos dañado a otras personas en nuestra prisa por lograr nuestra realización.

Una de las maldiciones de una sociedad industrial es la cantidad de tiempo que tenemos para gastarlo en asuntos que no tienen valor duradero. Muchos de nosotros trabajamos tan arduamente que perdemos a nuestra familia o nos provocamos un ataque al corazón o una embolia. Esto no tiene mucho sentido y Dios no nos recompensará por matarnos para complacer a los dioses de nuestra cultura.

¿Cuántas personas de las naciones Occidentales están demasiado ocupadas para pasar tiempo en oración y meditando en las Escrituras? Quizá respondan que están “ganándose el pan de cada día”. Esto quizá sea cierto. Pero ¿acaso le están pidiendo a Dios que les de el tiempo necesario para pasar tiempo con Él orando y estudiando Su Palabra? ¡Probablemente no! Pero esta es una buena oración para todos nosotros.

Pasar por la vida preocupándonos por cumplir las incesantes exigencias y seducciones de una próspera sociedad es perdernos de todo lo que tiene valor. Cuando el Señor regrese Él dirá, “No tuviste tiempo para Mí y ahora yo no tengo tiempo para ti. Ve y entretente en las tinieblas de afuera”. ¡Lo que sembremos, eso cosecharemos en el Día del Señor!

Pero para aquellos que se han tomado el tiempo de esperar pacientemente en el Señor, aunque estén tratando de sobrevivir en una sociedad bajo presión y que siempre está de prisa, recibirán por toda la eternidad encantadoras oportunidades para servir a Dios y a las personas de todas las maneras beneficiosas imaginables.

Reconstruirán las ruinas antiguas, y restaurarán los escombros de antaño; repararán las ciudades en ruinas, y los escombros de muchas generaciones. (Isaías 61:4NVI)

Cuando el Señor regrese, las instituciones del mundo estarán en un estado de desolación. Cuando el hombre está ascendiendo existe desolación religiosa, educacional, financiera, militar, social, y artística. El hombre egocéntrico siempre está esforzándose pero nunca puede arribar a soluciones duraderas. Todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento están contenidos en Jesucristo, desde el álgebra hasta la zoología.

Muchos de los problemas que enfrenta la sociedad de hoy en día, como por ejemplo el hambre y las inundaciones, podrían resolverse rápidamente si quienes están a cargo le pidieran a Dios la solución. Dios está más que dispuesto en proveer la sabiduría que necesitamos para toda situación.

Pero cuando el Señor regrese sucederá otra destrucción, otra desolación. Los santos del Señor recorrerán la tierra quemando toda civilización que no agrade a Dios.

Antes de que llegue, devora el fuego; cuando ya ha pasado, las llamas lo inflaman todo. Antes de que llegue, el país se parece al jardín del Edén, cuando ya ha pasado, queda un desolado desierto; ¡nada escapa su poder! (Joel 2:3NVI)

Será el mismo fuego que destruyó a Sodoma y Gomorra, y que vaporizó los sacrificios y el agua cuando Elías oró en el Monte Carmelo.

Judas se refiere a él como el “fuego eterno”.

Así también Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas son puestas como escarmiento, al sufrir el castigo de un fuego eterno, por haber practicado, como aquellos, inmoralidad sexual y vicios contra la naturaleza. (Judas 1:7NVI)

Piensa en la ciudad de Nueva York (y lo mismo podría decirse de cualquiera de las ciudades principales del mundo). No es un lugar apropiado para vivir o trabajar. Es una odiosa jungla llena de gente frenética que siempre está de prisa logrando muy poco de valor eterno. Uno arriesga su vida si camina de noche por las calles.

Puedes comprar cualquier tipo de pecado ahí. Puedes rentar un esclavo sexual, masculino o femenino. Los que tienen SIDA piden ayuda. Los que viven en los lugares oscuros del metro se están volviendo ciegos por falta de luz—algunos de ellos por intentar leer una Biblia.

Las Naciones Unidas se encuentran cerca—los ciegos dirigiendo a los ciegos, seguidores de dioses falsos.

La ciudad de Nueva York será destruida por fuego—ahora, o cuando el Señor regrese. No es un medio ambiente apropiado para seres humanos. Lo mismo es verdad, como dije, de Paris, Londres, San Francisco, y otras grandes ciudades. Ellas no son lo que Dios tiene en mente como lugares habitables para la gente. Todas ellas sufrirán el destino de Sodoma y Gomorra.

El Anticristo ya habrá corrompido las instituciones sociales, así como la vida humana está siendo arruinada en la ciudad de Nueva York. Pero cuando los hijos de Dios pasen por la tierra, a la venida del Señor, ellos destruirán las impresionantes estructuras así como los antros de pornografía y de sadomasoquismo.

Las junglas de asfalto en las que las personas nacen, viven y mueren como ratas enjauladas, serán destruidas. Éstas no son ejemplos de cómo Dios quiere que Sus hijos vivan sobre la tierra.

Los gritos alocados de la gente que es poseída por demonios serán silenciados, como si el océano hubiera venido y cubierto la tierra, y luego se hubiera retirado, dejando silencio y paz—como quizá sucedió en los días de Noé.

Luego el pueblo del Señor comenzará a reconstruir. Se volverá a practicar la agricultura y ésta llenará el mundo en lugar de las fábricas para que haya abundancia de comida para todos. Ya no habrá niños Africanos muriendo por falta de proteína—un recordatorio continuo de la maldad del hombre egocéntrico.

Pero sí habrá ciudades—maravillas de la arquitectura y la tecnología. En Cristo se encuentran escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento, los cuales Él dará en abundancia a Sus santos para que puedan construir una civilización maravillosa. Los secretos de la luz y de la gravedad serán revelados para que las ciudades puedan ascender varias millas en el aire. La gente no será restringida al suelo, elevándose sólo si queman cantidades masivas de combustible, gastando tremenda energía.

Todo tipo de conocimiento será alentado. Habrá bibliotecas inmensas. Los talleres de arte y música abundarán. Toda actividad buena y que valga la pena prosperará bajo el reinado de Cristo y de Sus hermanos.

La maldición será suprimida y toda la tierra irrumpirá en alabanza a Dios.

Canten al SEÑOR un cántico nuevo, ustedes, que descienden al mar, y todo lo que hay en él; canten su alabanza desde los confines de la tierra, ustedes, costas lejanas y sus habitantes. Que alcen la voz el desierto y sus ciudades, y los poblados donde Cedar habita. Que canten de alegría los habitantes de Selá, y griten desde las cimas de las montañas. Den gloria al SEÑOR y proclamen su alabanza en las costas lejanas. (Isaías 42:10-12NVI)

Si gastamos nuestros días ocupados en nuestros trabajos, sin tomarnos el tiempo de orar y meditar en la Palabra del Señor, entonces seremos de muy poca o quizá ninguna ayuda durante la gloriosa Era del Reinado que vendrá. Los que gastan su tiempo y sus fuerzas ahora buscando al Señor, atendiendo simultáneamente sus tareas necesarias en el mundo, tendrán una eternidad para servir al Señor y a otras personas. Cada persona se ocupará de la tarea que le será asignada—aquello para lo que ha sido creada.

Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. (1 Pedro 2:9NVI)

Si las naciones de personas salvas de la tierra van a experimentar justicia y prosperidad entonces debe haber un sacerdocio gobernante—santos que pueden gobernar y también llevar la Presencia de Dios al pueblo. Esta es la razón por la que Dios llamó a la Iglesia a que se separara de entre los miembros de la humanidad.

El Paraíso estuvo sobre la tierra en alguna época, pero al poco tiempo se perdió debido a que las primeras personas no pudieron ocuparla obedeciendo al Señor. Cuando el Paraíso sea restituido a la tierra ésta vez no se perderá por segunda vez. La razón por la que no se perderá nuevamente será porque esta vez será gobernado por personas que el Señor ha puesto a prueba durante su discipulado sobre la tierra y han sido aprobadas.

Pero a ustedes los llamarán “sacerdotes del SEÑOR”; les dirán “ministros de nuestro Dios”. Se alimentarán de las riquezas de las naciones, y se jactarán de los tesoros de ellas. (Isaías 61:6NVI)

Alegría

Como dijimos anteriormente, el amor, la alegría y la paz están entre los mejores bienes que la gente puede experimentar. Cuando Jesús regrese Él traerá consigo amor, alegría y paz a toda persona que diligentemente haya estado cumpliendo Su voluntad. Pero a quienes no han obedecido Sus mandamientos, aunque hayan profesado fe en Él, no se les dará amor, alegría y paz. Ellos recibirán de Cristo exactamente según lo que han hecho durante sus vidas. Enseñar o creer de otra manera ciertamente es guiarnos a nosotros mismos y a otros a sufrir prolongadamente.

Su señor le respondió: “¡Hiciste bien, siervo bueno y fiel! En lo poco has sido fiel; te pondré a cargo de mucho más. ¡Ven a compartir la felicidad de tu señor!” (Mateo 25:21NVI)

Dios nos ha llamado a tener alegría. Dios desea que todos los hijos de Dios clamen continuamente de alegría. La creación está hecha para tener alegría. El pecado es el que trae miseria.

La razón por la que los Cristianos que estamos buscando al Señor pasamos por muchas tribulaciones, muchos castigos, es para que podamos recibir mayor alegría. Si queremos tener la alegría maravillosa y sin restricciones que Dios desea que tengamos, los ídolos que atan nuestra personalidad deben ser removidos de nosotros hasta que todas las cosas estén bajo nosotros y sólo Cristo sea nuestra Cabeza.

La búsqueda de la alegría, o del placer, es una de las principales fuentes de nuestra motivación. Algunos creyentes no escogerán volverse discípulos de Cristo porque temen que un compromiso como este ocasionará que ellos pierdan sus placeres. Otros no entrarán a la vida de victoria por la misma razón.

Esto es cierto de muchas de las personas de nuestra época que asisten a la iglesia. Nosotros en Norteamérica somos amantes del placer más que amantes de Dios. Por ellos seremos castigados severamente.

No es posible que recibamos las recompensas que estamos esperando hasta que estemos listos para posponer nuestros placeres y seguir la voluntad de Cristo. No hay manera de que la voluntad propia pueda ser destruida en nosotros más que por un aprisionamiento prolongado. Simplemente debemos negarnos a nosotros mismos y poner nuestros tesoros en el Cielo. Si no nos negamos a nosotros mismos, tomamos nuestra cruz y seguimos al Señor Jesús, no recibiremos amor, alegría y paz cuando el Señor regrese.

En ésta época existe una falsa predicación en los Estados Unidos. Tiene que ver con que ser salvo por la gracia significa que no tenemos que hacer nada más que creer para poder recibir las recompensas asignadas al vencedor. Si esto fuera verdad significaría que son falsas muchas otras declaraciones en el Nuevo Testamento.

El Señor Jesús nos ordenó que pusiéramos nuestros tesoros en el Cielo. Si desobedecemos al Señor, recibiremos la recompensa de desobediencia cuando Él regrese, aunque hayamos tomado los “cuatro pasos a la salvación”.

Se nos ha prometido alegría.

En vez de su vergüenza, mi pueblo recibirá doble porción; en vez de deshonra, se regocijará en su herencia; y así en su tierra recibirá doble herencia, y su alegría será eterna. (Isaías 61:7NVI)

Si en este mundo hemos aguantado el reproche que se tiene de Cristo entonces recibiremos alegría que será eterna a la venida del Señor. Si mejor hemos elegido aferrarnos a nuestros tesoros actuales, sin negarnos a nosotros mismos, sin tomar nuestra cruz y seguir al Señor, entonces no seremos llenados con alegría cuando el Señor regrese. No compartiremos Su felicidad porque no habremos sido un siervo bueno y fiel.

Nuestra meta es alegría por la eternidad. Esto es lo que obtendremos si estamos dispuestos a servir a Cristo en el mundo actual—no sólo creyendo en Él sino sirviéndolo fielmente hasta el día en que fallezcamos.

Me has dado a conocer la senda de la vida; me llenarás de alegría en tu presencia, y de dicha eterna a tu derecha. (Salmos 16:11NVI)

Habilidades

El último tesoro que mencionaremos son las habilidades, aunque indudablemente existen muchos más tesoros y muchas más recompensas si nos pusiéramos a pensarlo.

Nosotros sólo podemos hacer la obra de Cristo si Él nos da la habilidad para hacerla. Nuestras propias habilidades y nuestros propios talentos quizá sean presionados a servir al Señor, pero el Cuerpo de Cristo es edificado por los dones dados por el Cristo ascendido.

Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo. (Efesios 4:11,12NVI)

Cristo da dones y ministerios a la gente para que pueda estar preparada para edificar al Cuerpo de Cristo.

Dios le dio a Pablo el don del apostolado para que pudiera estar preparado para edificar al Cuerpo de Cristo.

Dios les ha dado a otros hombres y mujeres varios ministerios y dones para que puedan estar preparados para edificar el Cuerpo de Cristo.

Las Escrituras eternas dicen que los ministerios y dones del Cuerpo de Cristo deben seguir funcionando hasta que todos lleguemos a la madurez de acuerdo a la plena estatura de Cristo.

De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo. (Efesios 4:13NVI)

Ya que no mucha gente alcanza este estándar durante su vida sobre la tierra podemos asumir que varias habilidades y varios dones se nos darán cuando el Señor regrese para que podamos continuar con la obra del ministerio.

Pero sabemos por la parábola de los talentos que si no le sacamos ganancia a lo que Dios nos ha dado ahora (y la Biblia enseña que el Espíritu de Dios le ha dado dones a todo creyente), entonces se nos quitarán nuestras habilidades, le serán dadas o otra persona, y nosotros iremos afuera a la oscuridad.

El castigo para quienes no han hecho nada más que descuidar usar lo que el Señor les ha dado para edificar Su Reino es muy duro—mucho más duro de lo que supondríamos. Algunas veces la Biblia hace declaraciones que son contrarias a lo que asumimos que es verdad. Esta es la razón por la que debemos meditar en la Biblia en todo momento.

Si nosotros vamos a reconstruir un mundo destruido, y si vamos a servir como un sacerdocio gobernante, entonces vamos a necesitar sabiduría y habilidades del Señor. ¿No es así?

Ahora bien, hay diversos dones, pero un mismo Espíritu. (1 Corintios 12:4NVI)
Así, pues, Bezalel y Aholiab llevarán a cabo los trabajos para el servicio del santuario, tal y como el SEÑOR lo ha ordenado, junto con todos los que tengan ese mismo espíritu artístico, y a quienes el SEÑOR haya dado pericia y habilidad para realizar toda la obra del servicio del santuario. (Éxodo 36:1
NVI)

Si el Señor preparó con un espíritu artístico y con pericia a aquellos responsables para la construcción de la Tienda de Reunión, ¡cuánto más necesitaremos de habilidades especiales del Señor los que queremos servirle en la instalación de Su Reino sobre la tierra!

La parábola de las monedas de oro nos advierte claramente del peligro en descuidar servir al Señor con las habilidades que tenemos ahora, por grandes o pequeñas que sean. Si decimos que no tenemos habilidades, entonces el Apóstol Pablo nos dice que deseemos fervientemente los dones necesarios para la edificación del Cuerpo de Cristo.

Observa lo que sucederá cuando Él regrese si no somos diligentes en el asunto de usar nuestras habilidades:

Pero su señor le contestó: “¡Siervo malo y perezoso! ¿Así que sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido? Pues debías haber depositado mi dinero en el banco, para que a mi regreso lo hubiera recibido con intereses. Quítenle las mil monedas y dénselas al que tiene las diez mil. Porque a todo el que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia. Al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese siervo inútil échenlo afuera, a la oscuridad, donde habrá llanto y rechinar de dientes.” (Mateo 25:26-30NVI)

Pero ¿qué hay de la “gracia”? ¿Acaso no somos salvos por la gracia?

La gracia del perdón no nos ayudará si hemos enterrado nuestro talento. Por medio de la gracia Divina se nos han perdonado nuestros pecados y esta misma gracia Divina nos permite servir al Señor. La gracia no es una alternativa a obedecer los mandamientos de Cristo y de Sus Apóstoles. La gracia es la Persona de Dios por medio de Jesucristo capacitándonos para conformarnos a la imagen moral—y ultimadamente a la imagen corporal—de Cristo, y para llevarnos a una unión tranquila en la Persona de Dios por medio de Cristo. Esto es lo que es la gracia. ¡No es un pretexto para dejar de hacer la voluntad de Dios!

Yo no creo que exista una base bíblica para estar esperanzados en que podemos descuidar usar nuestras habilidades que tenemos hoy en día y luego ser tratados como siervos buenos y fieles cuando el Señor regrese.

¿Qué piensas tú de esto?

Yo no sé cómo veas tú la venida del Señor. En cuanto a mí, yo creo que el Señor quiso decir exactamente lo que dijo cuando declaró que traerá Consigo Su recompensa para dar a cada persona según la tarea que han hecho.

Con esto en mente, yo prefiero poner todos mis tesoros en el Cielo donde no se oxidarán y donde nadie podrá robarlos. Cuando el Señor regrese yo creo que Él me regresará aquellos tesoros que me darán amor, alegría y paz. Yo no quiero los demás.

En realidad no confío en las enseñanzas actuales sobre la gracia, sobre el arrebato, y todo eso. Yo sé que la Biblia está en lo correcto, pero ¡no estoy tan seguro de nuestras tradiciones Cristianas!

¿Qué hay de ti?

En conclusión, me permito recordarle al lector que la primera resurrección, la resurrección que sucederá cuando Jesús regrese, es una recompensa por haber vivido una vida victoriosa. Si vamos a ser resucitados para asumir los tronos que gobiernan la tierra, tronos que en la hora actual están ocupados por Satanás y sus seguidores, tuvimos que haber estado en la búsqueda de la vida que logra vencer. La primera resurrección es para el real sacerdocio, no para quienes no han seguido a Cristo diligentemente durante sus vidas.

Como dijo Pablo, “Si nosotros como Cristianos escogemos vivir siguiendo los deseos pervertidos de nuestra carnalidad, moriremos.” Pablo no está hablando de morir físicamente. Morimos físicamente vivamos o no siguiendo los deseos de nuestra carnalidad y alma.

Más bien, lo que Pablo quiso decir es que si no nutrimos la vida de resurrección que nos fue dada cuando recibimos a Cristo, sino que escogemos mejor poner nuestro énfasis en la vida de nuestro cuerpo y de nuestra alma, cuando el Señor regrese no habrá “aceite”, no habrá vida de resurrección que nos elevará para encontrarnos con Él en el aire. Éste es el significado de la parábola de las diez jóvenes solteras.

Yo sé que es comúnmente creído que profesar fe en Cristo nos califica para participar en la primera resurrección. Yo no creo que esto sea verdad. Participar en la primera resurrección es una recompensa que nos será dada por haber decidido poner a morir las obras del cuerpo, poniendo nuestras alegrías y esperanzas en el gran banco del Cielo.

Por favor dale una cuidadosa atención a mis palabras. Es tu futuro el que estamos discutiendo. Yo ya he elegido poner a un lado todo lo demás para lograr la resurrección de entre los muertos.

(“Traigo Conmigo Mi Recompensa”, 4140-1)

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