ALGO SOBRE QUE PENSAR
Copyright © 2006 por Trumpet Ministries, Inc. Todos los Derechos Reservados
Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional, © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional
Traducción de Carmen Alvarez
El usar la confianza en Jesús como el único aspecto de la vida Cristiana victoriosa, sin seguir la guía del Espíritu para usar los demás métodos que Dios ha provisto para vencer al mundo, a nuestra naturaleza lujuriosa, y a nuestro egocentrismo nos llevará a la confusión, a la pasividad, a la desesperación, y finalmente, a la destrucción espiritual –una pérdida completa de herencia.
Ni las Escrituras del Antiguo Testamento ni del Nuevo Testamento promueven una confianza en Dios separada de la búsqueda diaria, activa, diligente, intensa, y decidida de la voluntad de Dios en todas las áreas de la personalidad y del comportamiento.
¡ALGO SOBRE QUÉ PENSAR!
Pero ahora que han sido liberados del pecado y se han puesto al servicio de Dios, cosechan la santidad que conduce a la vida eterna. (Romanos 6:22-NVI)
La Vida eterna es el resultado de la santidad. Nos volvemos santos conforme obedecemos las enseñanzas de los Apóstoles.
Es de Dios que nos dirijamos a Jesús como Señor. También es de Dios que hagamos lo que Jesús dice. Todo es en vano si llamamos a Jesús, Señor, y luego no hacemos lo que Él nos dice.
Jesús no obedecerá los mandamientos por nosotros, aunque Él ciertamente está listo para asistirnos conforme venimos a Él por ayuda. Debemos de obedecer a Dios en todo lo que los Apóstoles han dicho. Cuando obedecemos la Palabra, Dios nos libera del pecado. Cuando no obedecemos la Palabra no somos libres del pecado. El resultado de la esclavitud al pecado es la muerte espiritual.
Quizá el lector esté sopesando las dos alternativas. ¿Debo yo de descansar en Jesús y esperar a que Él viva en mí la vida Cristiana o debo de obedecer los numerosos mandamientos de los Evangelios y las Epístolas, orando siempre a Dios para que me ayude a vencer el amor al mundo, el amor al pecado, y el amor a mi propia voluntad?
¿Debo yo de vencer o es que Jesús venció todo por mí?
Si estás tomando esta decisión ahora te sugerimos que vuelvas a leer el Nuevo Testamento y descubras por ti mismo si enseña que Jesús lo hará todo por ti y dentro de ti o si debes de hacer el esfuerzo de meditar continuamente en la Palabra escrita, teniendo cuidado de hacer todos sus mandamientos.
La mayoría de los pasajes de las epístolas de Pablo hablan de la absoluta necesidad de una conducta recta, santa, y obediente si uno va a heredar el Reino de Dios. Escoge al azar cualquier epístola de Pablo. Comprueba por ti mismo cuánto está dedicado a la conducta recta, santa, y obediente. Observa si Pablo presenta tales obras sólo como deseables pero no esenciales para que entremos en el Reino de Dios.
El contexto del capítulo tres de Filipenses tiene que ver con las verdaderas obras del santo.
Pablo desacredita las “obras muertas” del Judaísmo como “pérdida por causa de Cristo”.
Pablo se refiere a todas las otras “cosas” que ganamos para Él como estiércol.
Sin embargo, Pablo asocia ciertas obras con “la justicia de Dios mediante la fe”.
Examinemos estas “obras”, ya que ellas son las verdaderas obras que nos llevarán a la primera resurrección de entre los muertos.
- El incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor.
- El sufrimiento de perder todo.
- El tener todo por estiércol.
- El ganar a Cristo (y esto hacia el final de su vida –¡quizá seis años antes de su martirio!).
- El ser encontrado unido a Cristo.
- El experimental el poder que se manifestó en la resurrección de Cristo.
- El participar en los sufrimientos de Cristo.
- El llegar a ser semejante a Cristo en su muerte.
- El olvidar las cosas que quedaron atrás.
- El esforzarnos por alcanzar lo que está delante.
- El seguir avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús.
Estas obras constituyen el verdadero andar Cristiano. Pablo fue un gigante de la rectitud, la santidad, y la obediencia a Dios porque siempre siguió avanzando hacia la meta del llamamiento celestial de Dios –al llamamiento a la primera resurrección.
El que estas actitudes y acciones sean obras puede observarse en los siguientes versículos:
En todo caso, vivamos de acuerdo con lo que ya hemos alcanzado. Hermanos, sigan todos mi ejemplo, y fíjense en los que se comportan conforme al modelo que les hemos dado. (Filipenses 3:16,17-NVI)
La “justicia de Dios mediante la fe” incluye un andar, una búsqueda de Cristo.
Se ha supuesto que Pablo, cuando contrasta la fe y las obras, compara creer en Cristo con el vivir una vida de rectitud. Este no es el caso.
Mas bien Pablo estaba comparando el intento de obtener rectitud por las obras dirigidas por nosotros mismos, específicamente, en el caso de Pablo, las obras de la Ley de Moisés, con el solo propósito de buscar a Cristo.
Hay un enorme abismo entre la interpretación de las enseñanzas de Pablo a que signifiquen que debemos de buscar a Cristo en lugar de nuestro propio programa de buenas acciones, y de interpretar su doctrina como que Dios nos está salvando en base a la justicia de Cristo y que tenemos bastante libertad para vivir nuestras vidas como mejor nos plazca mientras que estamos esperando ir al cielo.
La única vida Cristiana verdadera es la vida con el solo propósito de la consagración. El nivel actual de la experiencia Cristiana está muy por debajo del estándar de las Escrituras.
Las cuatro doctrinas destructivas que mencionamos anteriormente, el concepto de que la gracia Divina es como no hacer caso a los pecados de los creyentes, estén o no sirviendo al Señor, el énfasis excesivo en el amor y la piedad de Dios mientras que se minimiza el fuego consumidor de Su ira, el juicio del trono de Jesús en donde sólo recibiremos recompensas, y la evacuación de todos aquellos que se dicen Cristianos para que no puedan ser dañados por el Anticristo o por la gran tribulación reflejan la influencia del humanismo en el pensamiento Cristiano. El común denominador parece ser el uso que Pablo le da a la palabra “fe” como la afirmación de la teología correcta con respecto a Cristo, y su uso del término “obras” como el comportamiento santo.
Pablo nunca dijo, ni insinúo, que realmente no importaba la conducta de los santos, que no serían recompensados de acuerdo a sus comportamientos. Nuestra consciencia, las exhortaciones de Pablo y su comportamiento personal, y todas las Escrituras nos dicen que esto no puede ser cierto.
Pablo enseñó que debíamos de dar nuestra vida para obtener el conocimiento de Dios. Ahora que Cristo, el Hijo de Dios, ha bajado del Cielo y ha muerto en la cruz por nuestros pecados, y ha sido resucitado para nuestra justificación, no debemos de emprender nuestro propio programa de buenas acciones y querer agradar a Dios realizándolo.
Debemos de abandonar nuestros planes para obtener la aprobación de Dios y poner nuestra desesperadamente sincera atención a la búsqueda perseverante, intensa, y ferviente unión con nuestro Señor Jesús. Esto es lo que significa el ser salvo por fe y no por obras.
Cuando estamos buscando a Cristo con esmero, con un espíritu ferviente, somos considerados justos ante los ojos de Dios. Cristo nos está cubriendo con Su sangre expiatoria.
Cristo es el Hijo amado de Dios. Dios desea que lo escuchemos a Él, no que construyamos por nuestra cuenta algún plan de redención o que regresemos a la Ley de Moisés.
Cristo es nuestra Justicia cuando estamos morando en Él, cuando estamos viviendo por Su cuerpo y sangre, cuando Lo estamos buscando de noche y de día. No nos causan ansiedad nuestros pecados pasados. Estos han sido echados a la espalda de Dios. Nuestra búsqueda de Cristo es la justicia que Dios desea y seremos recompensados como nos corresponde.
Aparentemente la mayoría de los creyentes Cristianos de hoy en día no están buscando a Cristo con todo su corazón. Ellos están viviendo con un pie en la tierra. Portan la imagen del mundo en sus acciones y pensamientos. Viven como el mundo.
Todos ellos serán recompensados de acuerdo a sus obras.
Como las Escrituras nos dicen, cada persona será recompensada de acuerdo a sus acciones.
Hemos declarado anteriormente que la Vida eterna que proviene de Cristo siempre se refleja en conducta recta, santa, y obediente. Donde hay comportamiento perverso, sucio, y desobediente no existe la Vida eterna de Dios. Es tan simple y claro como eso.
Debemos de aferrarnos a la Vida eterna. Cada momento durante toda nuestra vida debemos de aferrarnos a nuestra unión con Cristo. Si no lo hacemos estamos invitando a las fuerzas del pecado, de la corrupción, y de la muerte a entrar a nuestra personalidad. Siete espíritus inmundos peores que el anterior entrarán a la casa que ha sido barrida.
La salvación no es un boleto al Cielo. La salvación es la transformación del individuo para que ya no tenga más algo que ver con Satanás o las obras de Satanás, sino que en su lugar ha entrado la Vida eterna que hay en Cristo y el Padre. Aquel que está experimentando esta transformación no está bajo condenación Divina sino que está pasando de la muerte de Satanás a la plenitud de la vida que es en el Señor Jesús.
La transacción comienza en el momento que realmente recibimos a Cristo. Pero debemos de caminar diligentemente en gracia cada día para que tengamos suficiente “aceite” (Mateo 25:24); para que la Palabra en nosotros no sea ahogada por las cosas del mundo (Lucas 8:14); para que ningún hombre tome nuestra corona, nuestro lugar para gobernar en la primera resurrección (Apocalipsis 3:11); para que nuestro nombre no sea borrado del Libro de la Vida (Apocalipsis 3:5).
Nuestros nombres fueron escritos en el Libro de la Vida del Cordero, no cuando oímos y creímos en el Evangelio sino desde la creación del mundo (Apocalipsis 17:8). Ahora nuestra misión es la de mantener nuestro nombre ahí. Esto lo logramos, de acuerdo con Apocalipsis 3:5, viviendo la vida victoriosa en Cristo; siguiendo el andar Cristiano de acuerdo a las direcciones que nos fueron dadas por el Apóstol Pablo.
La actitud y conducta recta y santa que la Vida eterna de Cristo obra en nosotros demuestra nuestra liberación de la segunda muerte, del Lago de Fuego. Aun con esto la lengua de algunos creyentes está “encendida por el infierno” (Santiago 3:6)
Si marchamos hacia adelante en el Espíritu Santo, obteniendo la victoria sobre el mundo, sobre Satanás, y sobre nuestra lujuria y voluntad propia ganaremos el Reino. Nos elevaremos para darle la bienvenida al Señor cuando aparezca. Pero si después de haber creído en Cristo continuamos en los caminos del mundo, segaremos corrupción en el Día de Cristo. Todos los Apóstoles enseñaron esto.
No hay vida eterna sin la conducta recta y santa. La cantidad de Vida eterna que poseemos se refleja en nuestro comportamiento. Es imposible que la Vida eterna y el pecado habiten juntos (1 Juan 3:15). El fruto de la libertad del pecado y esclavitud a Dios es santidad de personalidad y comportamiento. El resultado final de la santidad de la personalidad y del comportamiento es la Vida eterna (Romanos 6:22).
Sin santidad ninguna persona jamás verá al Señor ni será recibida por Él (Hebreos 12:14; 2 Corintios 6:17).
En los capítulos dos y tres del Apocalipsis se describen a las siete iglesias “en Asia”, las iglesias Cristianas sobre la tierra, los candelabros dorados del testimonio Divino.
Es claro al leer estos dos capítulos que cada una de las iglesias tenía problemas de comportamiento. Muchos de los miembros no daban con el estándar del discipulado del Señor. Jesús prometió recompensas a cada creyente que superara los problemas de conducta en las iglesias.
En la hora en que estamos viviendo los que enseñamos la Palabra de Dios debemos de comenzar a enfatizar el papel que la vida de rectitud juega en la determinación de los destinos eternos de tanto los Cristianos como de los no Cristianos.
Es importante notar en los capítulos dos y tres del Apocalipsis que el Señor Jesús no habló como si la fe Cristiana de los creyentes causara que Dios pasara por alto sus pecados y faltas. Cristo estaba juzgando sus obras y advirtiendo a los creyentes de las consecuencias de no vivir una vida de rectitud, santidad, y obediencia ante Él.
Parece evidente que sólo una minoría de cada una de estas asambleas Cristianas calificaba como santo victorioso, teniendo derecho a las recompensas prometidas al vencedor. Este hecho da un fuerte golpe a la doctrina de que todos los santos participarán en la primera resurrección, la resurrección que sucederá cuando el Señor aparezca.
Para aquellos que no están familiarizados con el concepto de las dos resurrecciones permítanos interponer que hay una resurrección cuando regrese el Señor, al comienzo de la Era del Reinado de los mil años, y uno al final, frecuentemente referido como el juicio del “trono blanco”. La enseñanza común es que todos los que son salvos participarán en la primera resurrección y todos aquellos que sean elevados en la segunda resurrección serán echados al Lago de Fuego.
Nuestro punto de vista es que la primera resurrección es para los miembros del sacerdocio real, que es una resurrección especial por adelantado, y que es esta resurrección la que el Apóstol Pablo se esforzaba por obtener.
Nosotros creemos también que la mayoría de aquellos que ascenderán en la segunda resurrección se salvarán dentro del nuevo reinado del Señor Jesús en el nuevo cielo y tierra. Pero ellos serán juzgados de acuerdo a sus obras e igualmente recompensados. Esto es lo que las Escrituras nos enseñan y el decir que todos se perderán en la segunda resurrección es salirse de la Palabra escrita.
De acuerdo con nuestra percepción de las dos resurrecciones estamos exhortando a todos los Cristianos a que paren de pecar y que comiencen a guardar los mandamientos de Dios. A nosotros nos parece que aquellos que regresarán con Cristo son los santos victoriosos. El propósito de que regresen con Cristo es el de llevar a la salvación a una multitud de personas y liberar la creación material.
Si estamos en lo correcto, podemos ver inmediatamente que el Cristiano tibio verdaderamente está jugando un juego peligroso con su futuro. La gracia Divina no es la cuestión aquí sino las obras del creyente, las obras de rectitud y justicia que siempre acompañan la vida victoriosa en Cristo.
Las muchas recompensas para el Cristiano que sí llega hasta la victoria están enumeradas en los capítulos dos y tres del Libro del Apocalipsis. Comprendemos que estos dos capítulos son de suma importancia ya que revelan las consecuencias de nuestro comportamiento como Cristianos. También se debe de hacer notar que estas recompensas no son las que comúnmente asociamos con la salvación, tales como residencia eterna en una mansión del Cielo, sandalias de oro, arpas, una reunión cerca del río, y muchos más. Mientras que todas estas bendiciones quizá estén disponibles, los capítulos dos y tres del Apocalipsis, tienen que ver con la vida eterna, con gobernar en el eterno templo de Dios, con sentarnos con Cristo en Su trono.
Nuestra opinión es que las recompensas al vencedor descritas en estos dos capítulos son pasos para obtener la primera resurrección de los muertos, la resurrección y ascensión que sucederá cuando aparezca nuestro Señor.
La iglesia de Sardis es el ejemplo de una congregación Cristiana. Esta era una asamblea con la reputación de estar viva. Esto sugiere que era una congregación o grupo de congregaciones con vida, y que estaba creciendo. Sin duda que la iglesia de Sardis, al igual que las otras seis iglesias de Asia, representaba a muchos creyentes Cristianos.
¿Qué dijo Cristo respecto a la iglesia de Sardis? ¿Acaso dijo (como a veces se dice o se implica en las Iglesias Cristianas de nuestros días) que las obras de los miembros no importan porque son salvos por la gracia, siendo llenos con justicia imputada? Esta es la suposición que se ciñe bajo el concepto de que todas las personas salvas participarán en la primera resurrección.
Cristo habló de diferentes cosas a cada una de las siete iglesias en Asia. Pero una declaración fue hecha a todas: “Yo conozco tus obras”.
Las Iglesias Cristianas de hoy hacen hincapié en la profesión de fe. Cristo insiste en las obras de los Cristianos. Esta diferencia en énfasis tiene las implicaciones más profundas imaginables para las personas Cristianas de nuestros días.
Cristo dijo a los Cristianos en Sardis: “pues no he encontrado que tus obras sean perfectas delante de mi Dios”.
Y les repito: “sin embargo, tienes en Sardis a unos cuantos que no se han manchado la ropa. Ellos, por ser dignos, andarán conmigo vestidos de blanco”.
“Tienes a unos cuantos”.
¿Podemos deducir de esto que la mayoría de los Cristianos en Sardis no eran dignos de andar con Cristo vestidos de blanco? ¿Podemos también deducir que en las iglesias en Asia se hizo una separación clara entre aquellos que vencieron la maldad y aquellos que no?
¿Debemos de entender que las recompensas están basadas en la conducta justa y recta, en el comportamiento santo, en la actitud y en la práctica de obediencia a Dios?
Cada capítulo del Libro de Apocalipsis está ligado a una maldición porque el Señor sabía que la severidad del discipulado Cristiano sería cuestionada en los últimos días, como verdaderamente está sucediendo, y que abundaría la decepción.
Hemos dicho hasta ahora que sólo los santos victoriosos en Sardis son dignos, debido a sus conductas como Cristianos, de andar con Cristo vestidos de blanco. También hemos dicho que ninguna promesa del Apocalipsis, capítulos dos y tres, está basada en una profesión de fe en Cristo. Todas las promesas se basan en obras justas y rectas llenas de Cristo por parte del creyente en Cristo.
Quizá el malentendido más grande que jamás haya afectado el pensamiento Cristiano es la definición de gracia Divina como anteojos mágicos que Dios usa para que nuestra maldad contínua sea vista como la rectitud de Cristo; nuestra suciedad moral aparece como la pureza de Cristo; y nuestra terquedad es transformada en la humildad y obediencia de Cristo.
Mientras que lo anterior es cierto hasta cierto punto cuando el pecador llega a Cristo, la prolongación de este concepto más allá de cuando el pecador sube a bordo, de tal manera que estamos tratando con una dispensa de gracia mística y no basadas en las Escrituras, es alborotar todo lo que Dios se ha propuesto lograr bajo el nuevo pacto.
Había un creyente en Corinto que se estaba portando inmoralmente con la esposa de su padre. De acuerdo a la enseñanza actual Pablo debió de haber dicho: “No hay problema aquí. Todo lo que Dios está viendo en nuestro hermano es la pureza moral de Cristo. Él es salvo por la gracia, no por las obras de rectitud que ha hecho”.
Señores, hemos sido engañados majestuosamente. El enemigo está probando ser un personaje de habilidad considerada en la guerra por la justicia y la rectitud.
¡Estos son comentarios bastante fuertes! ¿Pero cómo cuadran con las enseñanzas de Pablo en el principio del libro de Romanos?
Pablo, reaccionando en contra de los Judíos que intentaban hacer que la expiación de la sangre de Cristo fuera parte de la Ley de Moisés, habló elocuentemente sobre la disposición de Dios para asignarnos justicia y rectitud cuando no tenemos justicia y rectitud propia que llevar ante Él. Nosotros los Gentiles hablamos mucho de asignarnos esta justicia, justicia dada a nosotros a través de Cristo mientras que todavía somos pecadores.
Pero si observamos más de cerca Romanos, capítulos tres al cinco, veremos que Pablo no nos estaba enseñando una manera de ir al Cielo sin tratar de hacer el bien, como una “traducción” contemporánea lo indica, sino que estaba buscando convencer a los Judíos que podían recibir justicia poniendo su fe en Cristo sin tener que observar la Ley de Moisés.
Pero ahora, sin la mediación de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, de la que dan testimonio la ley y los profetas. Esta justicia de Dios llega, mediante la fe en Jesucristo, a todos los que creen. De hecho, no hay distinción, (Romanos 3:21,22-NVI)
“Sin la mediación de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios”, ¡no la justicia de Dios sin comportamiento justo y recto!
Los Judíos, habiendo sido instruidos en el comportamiento moral desde la infancia, comprenderían que el recibir a Cristo no significaba que ya no tendrían que hacer justicia, que amar la piedad, y que andar humildemente con Dios. Esto sería inconcebible para cualquiera que tuviera algo de conocimiento del Señor.
El tema era la circuncisión, los días festivos, y hasta los Diez Mandamientos, siempre y cuando se entendiera que los Diez Mandamientos abarcarían mucho más bajo el pacto nuevo de lo que era posible bajo el antiguo pacto.
Nosotros los Gentiles, que no estamos llegando al nuevo pacto desde la perspectiva Judía, ¡hemos perdido el punto!
Soltar al Judío de las obligaciones de la Ley de Moisés verdaderamente está muy alejado de la idea de que una vez que aceptemos a Cristo ya no se nos requiere vivir una vida justa y recta. Esto contradiría mucho de lo que Pablo escribió en las Epístolas. También anularía el propósito de Dios bajo el nuevo pacto.
La razón por la que Dios está dispuesto a recibirnos es porque Cristo Jesús, quien guardó perfectamente la Ley de Moisés, murió por nosotros, comprándonos con Su propia sangre. La sangre del Cordero de Dios nos ha dado expiación. Hemos sido aceptados en el Amado.
El propósito de Dios en lavarnos en la sangre de Cristo y permitirnos entrar a su morada santa en la oración es para que ahora podamos, teniendo un corazón y una conciencia libre de toda condenación, recibir la habilidad para vivir una vida justa y recta. Dios nos ha dado vida eterna, el Espíritu Santo, el cuerpo y la sangre de Jesús, el perdón perfecto, ¡para que podamos aprender a vivir en justicia y rectitud!
Parece ser que nosotros los Evangélicos hemos malentendido casi completamente a Dios. Hemos postulado una dispensa por gracia (un concepto y término que no se encuentra en las Escrituras y que además es destructiva) a significar que Dios ya no exige comportamiento justo, santo, y obediente. Somos aceptados de Dios (decimos) en base a una amnistía incondicional, un estado legal que no se relaciona con nuestro comportamiento. Cuando pecamos Dios sólo ve la justicia y rectitud de Cristo.
No parece ser posible que un esquema más astuto haya podido ser inventado por el enemigo para destruir el propósito de Dios bajo el pacto nuevo.
Es absolutamente cierto que conforme emprendemos nuestro discipulado el Espíritu Santo no trata con toda nuestra naturaleza pecaminosa de una sola vez. La mayoría de nuestra mundanería, lujuria, y voluntad propia está cubierta de la vista de Dios, o de otra manera estaríamos bajo condenación todo el tiempo.
Pero siempre hay un punto de crecimiento en la justicia y rectitud que el Espíritu está tratando con cada individuo. Dios siempre nos juzga en este punto. Ya sea que estemos morando en Cristo en el reto bajo consideración y estemos portando el fruto de la justicia, o que no estemos morando en Cristo y no estemos creciendo en justicia y rectitud. Cuando esto es verdad, estamos bajo juicio Divino. Estamos comenzando a retroceder hacia la destrucción
Piensa en tu propia vida. ¿No es cierto que Dios está tratando contigo en el presente con respecto a alguna área de mundanería, pasión corporal, o voluntad propia? Si no lo está, ¿podemos ser tan audaces en decir que no eres un discípulo? ¿Que no estas creciendo en Cristo? Quizá tengas un conocimiento mental de la salvación (también los demonios lo tienen) pero no la estás experimentando.
Somos libres de condenación solamente mientras estamos morando en Cristo, fielmente siguiendo el Espíritu de Dios, adquiriendo la victoria a través de Cristo sobre cada pecado que el Espíritu nos señala.
Con esto podemos observar el grave error que verdaderamente es el concepto de la dispensa por gracia. El concepto de dispensa por gracia presenta un nuevo tipo de trato Divino con el hombre de tal manera que Dios se relaciona con el hombre en un plano teórico, teniendo poca referencia a la realidad de su personalidad. Dios ve al hombre en Cristo sin ver lo que en realidad es. ¡Esto es terrible, terriblemente incorrecto!
¡No existe tal cosa como la dispensa por gracia!
Ciertamente hay un pacto nuevo. El pacto nuevo crea en el ser humano mucha, mucha más justicia y rectitud, santidad, y obediencia de personalidad que jamás pudo ser cierto de la Ley de Moisés. Bajo el pacto nuevo Dios escribe Sus leyes en el corazón y la mente.
El perdón sirve para mantener al creyente sin condenación mientras que los mandamientos Divinos están siendo escritos en el corazón y la mente. Entonces uno puede ver que concebir la gracia del perdón como una alternativa al programa de la transformación moral en la imagen de Cristo es la negación de todo lo que Dios ha planeado y esperado en Cristo.
El Reino de Dios es justicia, paz, y gozo en el Espíritu Santo. El Reino no es justicia atribuida, paz atribuida, ni gozo atribuido, pero sí verdadera justicia, paz, y gozo en la personalidad humana que ha vuelto a nacer.
Por esto Pablo repetía que aquellos que viven de acuerdo a sus impulsos carnales no podían heredar el Reino de Dios. ¿Por qué no? Porque no hay pecado en el Reino de Dios. Entrar en el Reino de Dios es cesar el pecado por el poder de Cristo. Entrar a la vida eterna es cesar del pecado por el poder de Cristo. El ser salvo es cesar del pecado por el poder de Cristo.
No somos salvos del pecado por el poder de Cristo para poder ir al Cielo sino para que podamos tener comunión con el Padre. Cristo no se presentó como el camino al Cielo sino el camino al Padre. Hoy en día necesitamos pensar más en ir al Padre. La salvación Cristiana se está viendo como la manera en que el hombre obtiene lo que el hombre quiere ahora y después en el plano espiritual.
Pero la Biblia es un registro de cómo Dios va a obtener lo que Dios quiere, esto es, hijos que lo obedezcan minuciosamente, que le teman, que lo amen, y que disfruten de Su santa Presencia por siempre.
¿Cómo te suena todo esto?
Cuando nosotros comenzamos a hablar sobre el hecho de que nuestra salvación es válida sólo cuando nos volvemos una nueva creación de justicia y rectitud deberían de escuchar los comentarios con los que nos los discuten.
“Tenemos que pecar mientras que estamos en este mundo.”
Esto debe de estar en el Libro de Hezekías porque te aseguramos que no está en la Biblia. De hecho la Biblia dice que el pecado no tendrá dominio sobre nosotros. También dice que tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa (Romanos 8:12).
“Cristo lo hizo todo así que no hay nada que nosotros tengamos que hacer.”
Si esto es cierto, ¿por qué en las páginas del Nuevo Testamento hay cientos de mandamientos que nos guían hacia la justicia y la rectitud?
Hay numerosos mandamientos que debemos de obedecer, tal como el no permitir que conversación obscena proceda de nuestra boca. Si Cristo lo hizo todo y no hay nada que debamos de hacer ¿por qué la Biblia nos ordena evitar toda conversación obscena y que sólo digamos palabras que contribuyan a la edificación del oyente? ¿Por qué nos ordena preferir uno al otro? ¿Por qué nos ordena trabajar calladamente con nuestras propias manos? ¿Por qué nos ordena llevar a cabo nuestra salvación con temor y temblor? ¿Por qué nos ordena ofrecer nuestro cuerpo en sacrificio vivo?
¿Por qué estos cientos de mandamientos están en las Escrituras si no debemos de obedecerlos? El libro de Primera de Juan nos advierte que si no estamos cumpliendo los mandamientos de Dios, y aun así profesamos conocerlo a Él, somos mentirosos y la verdad no está en nosotros.
Y luego escuchamos:
“No necesitamos esforzarnos. Él lo hará en nosotros”
Intenta aletear como una medusa fuera del agua y observa ¡qué tan lejos llegas en el Reino!
Verdaderamente es cierto que conforme Cristo se está formando en nosotros, comenzamos a mostrar Su Naturaleza en nuestra personalidad. Pero Cristo jamás será formado en nosotros hasta que nos neguemos a nosotros mismos, llevemos nuestra cruz cada día, y lo sigamos. Si no hacemos lo que se nos ha mandado, si no despertamos a la justicia y rectitud y dejamos de pecar como Pablo nos exhorta, Cristo nunca será formado en nosotros.
He visto a algunas personas que han sido aconsejadas que Cristo lo ha hecho todo, que no tienen que pelear la buena batalla de fe porque Cristo lo hará todo en ellos. Desde todos los aspectos ¡no está funcionando!
“Somos Fariseos y legalistas si intentamos guardar los mandamientos de Cristo y Sus Apóstoles”
He escuchado esta táctica usada por creyentes que quieren ir al cine donde exhiben películas que incluyen suciedad moral, violencia, y obscenidades. Cuando protestamos que no debemos de hacer tales cosas la reacción es “eres un legalista”.
¿Qué es un legalista –alguien tratando de obedecer a Cristo y vivir una vida santa? Si este es el caso puedes llamarme legalista todo lo que quieras.
“¡Pero no eres perfecto!” Vaya que si lo sabré. Pero estoy guardando cuentas cortas con Dios y me estoy abriendo paso. ¡Aleluya!
“Estás tratando de ganarte el Cielo.”
Primeramente, nosotros los Cristianos debemos de regresar a la Biblia y descubrir que el ir al Cielo no es la meta de la redención. El Cielo es el lugar del Paraíso en el reino espiritual, el lugar donde está Dios, Cristo, y los santos y ángeles celestiales. Si somos salvos iremos ahí al morir.
Pero el ir al Cielo no es la meta. La meta es la recompensa que recibiremos en el día de la resurrección. El Reino de Dios vendrá a la tierra cuando aparezca el Señor. Nuestro lugar en el Reino no será determinado por gracia o misericordia sino sólo por lo que hemos sembrado durante nuestra vida en la tierra.
Si hemos sufrido con Cristo, obedeciéndole fielmente, gobernaremos con Él.
Si hemos sido descuidados, sufriremos una increíble pérdida de herencia. ¡Escúchame! Sufriremos una increíble pérdida de herencia en ese día y la misericordia y la gracia no tendrán nada que ver. ¡Ignora esta advertencia bajo tu propio riesgo!
El Cielo tiene poco que ver con nuestra meta. El Cielo es el área de estacionamiento para el ejército del Señor que regresará con Jesús y alejará al pecado de la creación.
¿Dónde estarás tú en ese día?
Es irónico que las religiones y filosofías Hindúes de la Nueva Era tienen como meta principal quitar la idea del pecado y de la culpa. Puedes hacer lo que tú quieras. Tú tomas la decisión ya sea buena o mala. El concepto del “pecado” es arcaico y debe de ser eliminado si el hombre va a realizarse.
No es sorprendente que nosotros los Cristianos hemos llegado a la misma conclusión aunque hayamos llegado de manera diferente. ¡Ya no importa si pecamos!
Ya sea que sea determinado por creencias de la Nueva Era o por Cristianismo Evangélico, el resultado es el mismo. Las personas son liberadas de pelear la buena batalla de fe, la verdadera batalla Cristiana, la determinación de purificarnos de toda suciedad de la carne y del espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.
La verdad eterna es, Dios nunca recibirá a alguien que esté caminando en la oscuridad, excepto al principio para perdonarlo y elevarlo nuevamente al camino para que pueda luchar hacia adelante en Dios.
Los pastores y los maestros de hoy están presentando una fe que tiene muy poca conexión con la realidad. Ellos están diciendo que obtenemos justicia y rectitud creyendo ciertas cosas y haciendo ciertas declaraciones. Enseñan que si una persona cree que lo que la Biblia dice es cierto, la justicia fluirá del Trono Divino ya sea o no que la persona esté viviendo una vida en Dios.
Además está la teoría de creer que el señorío de Jesús trae al que alaba a un estado de justicia y rectitud que produce toda la transformación moral y de carácter necesaria aparte de cualquier esfuerzo por parte del creyente. Jesús ha vencido a todos los enemigos, y al poner nuestra fe en Él también vencemos a todo enemigo. Nuestra parte es descansar en el trabajo terminado de Cristo. Ninguna resistencia, ni esfuerzo de nuestra parte es requerido. Jesús lo ha hecho todo. Cualquier cosa que hemos de hacer, el Señor lo hará en nosotros y a través de nosotros.
(Jesús y los Apóstoles se deben de volver locos al escuchar las cosas que se enseñan ¡en sus nombres!).
Es una gracia soberana, una salvación incondicional no afectada por esfuerzo humano. Muchos proceden a reclamar que una vez que esta gracia soberana ha sido aceptada, nunca puede ser cambiada o perdida. Es solamente de Dios y las acciones del hombre no pueden agregar ni sustraer nada.
Este concepto elimina la “buena batalla” de fe. Es un engaño demoniaco diseñado por Satanás para destruir la fortaleza moral de la Iglesia.
Conforme seguimos al Señor en la guerra Cristiana, aprendemos como depender del Señor. No podemos obtener la victoria por nuestros propios esfuerzos para vencer al pecado. De ser así, pronto perderíamos la esperanza. Es “la espada del Señor y de Gideon”. Nosotros no debemos de ser los que peleamos pero siempre es el Señor Jesús quien nos da la fuerza y la sabiduría necesarias.
Aprendemos a movernos con el Señor y a descansar con el Señor. Él es el vencedor con “V” mayúscula. Nosotros somos los vencedores con “v” minúscula. No podemos pelear la buena batalla de fe por nuestra cuenta y el Señor Jesús no la peleará por nosotros.
Al que salga vencedor le daré el derecho de sentarse conmigo en mi trono, como también yo vencí y me senté con mi Padre en su trono. (Apocalipsis 3:21-NVI)
“Al que salga vencedor… como también Yo vencí”.
El camino a la victoria incluye saber cómo descansar en Jesús mientras que estamos obteniendo la victoria sobre Satanás, sobre el espíritu del mundo, sobre nuestras lujurias carnales, y sobre nuestra voluntad propia y egoísmo. Obtenemos la victoria total sobre estos adversarios por la guía y la fortaleza del Espíritu, conforme oramos, leemos, esperamos y confiamos en las Escrituras, conforme confesamos nuestros pecados, conforme resistimos al diablo, conforme nos reunimos con santos fervientes, conforme ministramos y somos ministrados por otros miembros del Cuerpo de Cristo, y por todos las demás formas que Dios ha provisto.
El usar la confianza en Cristo como el único aspecto de la vida Cristiana victoriosa, sin seguir la guía del Espíritu para usar las demás métodos que Dios ha provisto para obtener la liberación del mundo, para conquistar nuestras lujurias carnales, y para vencer nuestro egocentrismo conducirá a la confusión, a la pasividad, a la desesperación, y finalmente a la destrucción espiritual –una pérdida total de herencia.
La enseñanza actual de que Jesús venció todo por nosotros es una mentira. Esta mentira fue diseñada para destruir el carácter moral de la Iglesia. Satanás sabe que Dios no puede usar una Iglesia injusta y sin rectitud para traer el Reino de Dios a la tierra.
Ni las Escrituras del Antiguo Testamento ni las del Nuevo Testamento promueven una confianza en Dios separada de la búsqueda diaria, activa, diligente, intensa, y decidida de la voluntad de Dios en todas las áreas de la personalidad y el comportamiento
Usualmente Dios no nos mueve a leer las Escrituras. Él nos ayuda, y luego nos habla cuando hacemos el esfuerzo constantemente.
Usualmente Dios no nos mueve a orar. Él nos ayuda y nos habla cuando hacemos el esfuerzo consistentemente.
Usualmente Dios no nos mueve a ofrecer nuestro cuerpo en sacrificio vivo. Él nos ayuda cuando hacemos el esfuerzo día con día.
Usualmente Dios no nos mueve a resistir al diablo. Resistimos al diablo de acuerdo al mandamiento en la Palabra, y luego Dios nos fortalece.
Usualmente Dios no nos mueve para que lo escojamos a Él en tiempos de prueba. Nosotros hacemos la elección y luego Dios nos bendice. Dios provee una manera para que escapemos y podamos salir sin heridas.
Usualmente Dios no nos mueve para negarnos a nosotros mismos, a tomar nuestra cruz, y seguir al Señor. Pero Dios nos bendecirá si lo hacemos.
Decimos “usualmente” porque a veces en nuestro discipulado el Señor sí nos incita o recuerda hacer algo. También hay épocas cuando Dios nos “toma sobre alas de águila”, ayudándonos por un periodo difícil. Las épocas en que el Señor nos “toma sobre alas de águila”, elevándonos fuera de nosotros mismos por un tiempo, son intervenciones extraordinarias, no la experiencia normal Cristiana. No crecemos durante tales tiempos. Crecemos cuando estamos usando nuestros propios “músculos” espirituales.
Los anteriores son algunos de los mandamientos encontrados en las Escrituras del Nuevo Testamento. Si nos esforzamos por obedecerlos, Dios nos liberará del pecado y de la rebelión, y entraremos a la vida eterna.
Pero gracias a Dios que, aunque antes eran esclavos del pecado, ya se han sometido de corazón a la enseñanza que les fue transmitida. En efecto, habiendo sido liberados del pecado, ahora son ustedes esclavos de la justicia. (Romanos 6:17,18-NVI)
“Sometido de corazón a la enseñanza que les fue transmitida”. La clave es el sometimiento.
Los creyentes Evangélicos han sido engañados por las equivocaciones actuales porque ya no son “personas del Libro”. La gente de Dios se ha alejado de la confianza en la Palabra escrita y están siguiendo las variadas tradiciones y errores en las iglesias Evangélicas de hoy. El peor de estos errores es que somos salvos incondicionalmente e iremos al Cielo sin importar cómo nos comportemos.
Algunos pastores se han vuelto sicólogos intentando quitar las presiones sobre la gente. Hay un lugar para los sicólogos en el mundo así como para los médicos. Pero es la unción del Espíritu Santo de Dios la que finalmente rompe las cadenas del pecado.
Alejémonos del “evangelio” suave, centrado en las personas, agradable al oído que estamos escuchando en nuestro día. ¿Qué es lo que la Palabra dice?
Recita siempre el libro de la ley y medita en él de día y de noche; cumple con cuidado todo lo que en él está escrito. Así prosperarás y tendrás éxito. (Josué 1:8-NVI)
Pero su señor le contestó: “¡Siervo malo y perezoso! ¿Así que sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido? Pues debías haber depositado mi dinero en el banco, para que a mi regreso lo hubiera recibido con intereses. (Mateo 25:26,27-NVI)
Por lo tanto, hermanos, esfuércense más todavía por asegurarse del llamado de Dios, que fue quien los eligió. Si hacen estas cosas, no caerán jamás, (2 Pedro 1:10-NVI)
“Si hacen estas cosas”.
¡Amén!
(“¡Algo Sobre Qué Pensar!”, 4139-1)