DOS TIPOS DE FE
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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional, © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional
Una de las decepciones de los tiempos modernos tiene que ver con el énfasis que se pone en la fe desde el alma. La fe desde el alma puede conducir a la asistencia demoniaca y al orgullo de Satanás. La verdadera fe Bíblica viene de Dios hacia el espíritu del creyente. La fe desde el alma procede desde el alma del creyente. Aquellos que practican la verdadera fe Bíblica son guiados por el Espíritu de Dios. Aquellos que practican la fe desde el alma son guiados por su conocimiento mental de las Escrituras.
Una de las decepciones de los tiempos modernos tiene que ver con el énfasis que se pone en la fe desde el alma. La fe desde el alma puede conducir a la asistencia demoniaca y al orgullo de Satanás.
Permítenos señalar algunas diferencias entre la verdadera fe Bíblica y la fe desde el alma.
La verdadera fe Bíblica puede operar únicamente en el contexto de un discipulado Cristiano consagrado. La fe desde el alma, el pensamiento positivo, las imágenes proyectadas, la confesión verbal, llámalo como quieras, puede ser practicado por aquellos que no están viviendo como discípulos fieles al Señor Jesús. De hecho, la fe desde el alma puede ser ejercida por personas que no son Cristianas y hasta por adoradores de demonios.
La verdadera fe Bíblica alaba a Dios y presenta su petición a Dios. Después espera y confía en Dios para recibir la respuesta. La fe desde el alma pronuncia sus deseos y luego exige una respuesta inmediata.
La verdadera fe Bíblica siempre aceptará un cambio o una respuesta negativa a lo que se está pidiendo. La verdadera fe Bíblica siempre dice, “No mi voluntad, más hágase la Tuya”. La fe desde el alma atribuye a Satanás cualquier obstáculo a la respuesta de su petición específica.
La verdadera fe Bíblica mira hacia el Señor y continúa a Su tiempo, esperando que Dios abra las puertas. La verdadera fe Bíblica espera al Señor (a veces por muchos años) para que la respuesta llegue en el tiempo de Dios y a la manera de Dios. La fe desde el alma encuentra una promesa en las Escrituras y exige su cumplimiento en ese momento. La fe desde el alma está cegada al Señor y no sabe nada del tiempo de Dios.
La verdadera fe Bíblica busca objetivos que valen la pena. La fe desde el alma busca frecuentemente objetivos egoístas.
La verdadera fe Bíblica reconoce que debemos de estar dispuestos a sufrir y a quedarnos en “prisión” hasta que Dios esté listo para darnos lo que nuestro corazón desea. La fe desde el alma rechaza todo sufrimiento y toda “prisión” como si fuera de Satanás.
El meollo de la redención es nuestra participación en la muerte de Cristo y la resurrección de Cristo. Dios tiene muchas “prisiones” que provocan la muerte de nuestra naturaleza de Adán (pecaminosa) y nos presionan hacia la resurrección de Cristo.
La meta suprema del Señor es que seamos crucificados con Cristo y que vivamos de ese momento en adelante como parte de Su Vida de resurrección.
La forma que Dios usa para destruir nuestra personalidad de Adán es una cruz, una aflicción para nosotros. A veces se nos pide andar con Dios por muchos años antes de que se nos concedan los deseos de nuestro corazón.
La persona que escoja quedarse “viva” en su naturaleza de Adán se rehusará a aceptar los dolores y las presiones a las que Dios la somete. Muchas veces el Señor usa a Satanás para molestarnos, como en el caso del “aguijón” de Pablo, y a veces el Señor usa a personas para lastimarnos. El creyente que rechaza el camino de la cruz de Dios y luego busca poder de Dios es miembro del Profeta Falso. Es parte del espíritu de seducción religiosa y apoyará al sistema mundial del Anticristo de los últimos días.
La única manera en que podemos escapar de ser engañados, de ser parte del Profeta Falso y del Anticristo, de ser parte de Babilonia (el Cristianismo dirigido por el hombre) es aguantando pacientemente nuestra cruz tras el Señor Jesús.
La cruz personal del creyente es la respuesta de Dios al engaño y a la anarquía de nuestra naturaleza pecaminosa.
El Profeta Falso, el espíritu de decepción, es una imitación falsa del santo Cristiano. La única diferencia es que las obras del Profeta Falso son dirigidas por el alma del creyente y las obras del santo Cristiano son dirigidas por el Espíritu de Dios, ya que su alma ha sido presionada a la muerte de Cristo.
El espíritu de seducción grita, “En el nombre de Jesús”, y luego sale a establecer un reino “Cristiano” sobre la tierra.
El santo verdadero clama, “No mi voluntad, más hágase la Tuya”, y sigue fielmente tras de su Maestro a pesar de las dificultades.
Hoy en día, sólo aquellos que esperan en el Señor con suma fidelidad pueden distinguir entre la voz de Satanás y la voz de Dios.
Grande tribulación y tentación vienen sobre la tierra. Las únicas personas que podrán escapar ser dañadas espiritualmente por las tinieblas de los últimos días serán aquellas que hayan muerto en Cristo y que ahora son parte de Su Vida de resurrección.
Por esto, entendemos que la fe arrogante desde el alma es lo opuesto a la meta de la redención Divina. Es de Satanás, no de Dios.
La verdadera fe Bíblica viene de Dios hacia espíritu del creyente. La fe desde el alma viene del alma del mismo creyente.
Aquellos que practican verdadera fe Bíblica son guiados por el Espíritu de Dios. Aquellos que practican fe desde el alma son guiados por su conocimiento mental de las Escrituras.
La verdadera fe Bíblica conduce a la confianza, humildad, valentía, y paciencia. La fe desde el alma lleva a la arrogancia y al orgullo satánico.
La verdadera fe Bíblica se mantiene firme creyendo que la respuesta vendrá de Dios en Su tiempo. La fe desde el alma presuntuosamente dice que ya posee lo que ha declarado y exigido, que el objetivo de la petición ya es una realidad porque “la Biblia lo dice así”.
La verdadera fe Bíblica es tranquila y confiada. La fe desde el alma frecuentemente es insolente, jactanciosa, arrogante, exigente, egocéntrica, y fanfarronera.
La verdadera fe Bíblica confía y espera en las promesas personales y Bíblicas de Dios. La verdadera fe Bíblica es una parte normal de la vida justa y es la base para vivir con rectitud. La oración se convierte en el método para probar y llevar a cabo la voluntad de Dios en nuestra vida. La verdadera fe Bíblica está expuesta por nuestra obediencia a Dios y porta nuestro testimonio de la fidelidad del carácter de Dios.
La fe desde el alma nos conduce a las ciencias ocultas. Es de la religión, de la magia. Las personas que no son Cristianas practican pensar positivamente para obtener lo que quieren. La fe desde el alma es la aplicación de fuerzas sobrenaturales (dirigidas por el creyente, no por el Señor) para manipular personas, cosas, y circunstancias de acuerdo a los deseos y al entendimiento del creyente. Es una forma de hechicería.
La verdadera fe Bíblica fluye desde una vida crucificada. La fe desde el alma rechaza la cruz personal del creyente y cualquier otra circunstancia que niegue la realización de los deseos personales.
La verdadera fe Bíblica considera los síntomas físicos como reales y acepta estas limitaciones hasta que Dios los quite, o que nos diga qué hacer con ellos, o que nos diga que los ignoremos. La fe desde el alma dice que los síntomas físicos son de Satanás, o a una ilusión, o debido a nuestra incredulidad,. La fe desde el alma y “pensar positivamente” son similares a misticismos Orientales y a la Ciencia Cristiana.
El resultado lógico de creer que nuestros síntomas físicos son debido a nuestra incredulidad o a una ilusión, o de que cualquier otro problema en el mundo material es debido a nuestra incredulidad o que es una ilusión, es que podamos rehacer la realidad escogiendo llamar en existencia lo que deseamos.
Declaramos lo que queremos que sea cierto, nos lo imaginamos, y luego actuamos como si ya hubiera sucedido. Si deseamos que este proceso sobrenatural sea aceptable a las personas Cristianas agregamos el nombre de Jesús a lo que estamos proyectando con imágenes. Sin embargo, la voluntad de Dios no entra en el proceso (a excepción de que estemos bajo el engaño o la ilusión de que lo que queremos automáticamente es la voluntad de Dios debido a que lo deseamos).
Los pasajes sobre la “fe” en las Escrituras enfatizan que sucederá, no que ya han sucedido porque lo decimos o exigimos.
Una fe que obra milagros es un don del Espíritu Santo (1 Corintios 12:9).
Han existido Cristianos a quienes el Espíritu de Dios les ha impartido un don especial de fe y han podido hacer milagros extraordinarios. Pero para la mayoría de nosotros, la impartición de fe Divina con el propósito de obrar milagros dramáticos sucede raramente. Sin embargo, sí sucede en ocasiones y entonces podemos hacer milagros.
Aquellos que han experimentado tales imparticiones de fe Divina, ya sean para la sanación del cuerpo o para remediar cualquier otro tipo de problema, saben la diferencia entre la fe impartida Divinamente, y los esfuerzos del alma por creer. El autor ha experimentado sanación Divina al igual que otros milagros, y tal intervención de Dios realmente cambia el reino físico. Es bastante diferente del esfuerzo inútil del alma para “creer”.
El Señor Jesús hizo algunos comentarios que aparentan invitar a creer desde el alma y a la presunción. Permítenos considerar este aspecto del problema.
Los discípulos del Señor no pudieron sacar a un demonio de un niño.
Ellos le preguntaron a Jesús porqué no pudieron sacarlo. La respuesta del Señor fue:
Porque ustedes tiene poca fe –les respondió-. Les aseguro que si tienen fe tan pequeña como un grano de mostaza, podrán decirle a esta montaña: “Trasládate de aquí para allá”, y se trasladará. Para ustedes nada será imposible. (Mateo 17:20-NVI)
Esto parece ser una invitación para que los seres humanos manipulen la naturaleza a su conveniencia. Sin embargo, no es nada por el estilo. Es un comentario del Señor refiriéndose al estado caído del hombre. El pecado del hombre en el principio lo cortó de una comunión normal y amorosa con su Padre en el Cielo. La realidad material que alguna vez fue jovial murió bajo la maldición Divina.
Siempre ha sido la voluntad de Dios que el hombre gobierne la naturaleza y que la naturaleza responda a las necesidades y la voluntad del hombre. Es normal y natural caminar sobre el agua, obtener dinero de la boca de un pez, y multiplicar la comida. Ahora estamos aprisionados por el reino material muerto y existimos en una condición subnormal y antinatural. Nuestra fe ha sido destruida a tal grado que el Señor Jesús se maravilla continuamente por nuestra incredulidad.
No, esta no es una invitación a la presunción. Pero sí es un comentario sobre nuestro estado caído.
¿Podemos crecer a una fe normal en la que los milagros son cosa de todos los días? Sí podemos. Para poder hacerlo tres cosas deben de ser verdaderas de nosotros. Primero, el Señor Jesús debe de ser Rey sobre el trono de nuestras vidas. El rey “yo” debe de ser destronado. Segundo, nuestra posición siempre debe de ser, “No mi voluntad, mas hágase la Tuya”. Siempre debemos de estar listos para sufrir y para ser encarcelados por el Evangelio, así como fue cierto de nuestro Señor.
Tercero, debemos de estar viviendo nuestras vidas como siervos de Jesús y no de acuerdo a nuestros propios deseos. Cuando estos tres aspectos son ciertos de nosotros en todo tiempo, entonces estamos listos para crecer a la fe que mueve montañas, y ejercer tal fe cuando los obstáculos se presenta para impedir nuestro servicio al Señor.
Hoy en día los creyentes tibios que son gobernados por su voluntad propia son retados a mover montañas por fe para que puedan conseguir lo que quieren. Esta doctrina es una abominación. El Señor Jesús nunca viene a creyentes tibios, egocéntricos, y mundanos para invitarlos a usar su fe para obtener lo que quieren de ganancia material. Tal perversidad está sucediendo en nuestro día y es de Satanás, no de Dios.
El capítulo once del Libro de Hebreos es conocido como el capítulo de “fe” de la Biblia. La fe desde el alma moderna, al igual que el esfuerzo por “hacer grandes cosas por Dios”, el “obtener cosas de Dios”, no aparecen en este capítulo. Más bien se hace notar que la fe de estos santos no siempre les trajo prosperidad material sino que frecuentemente les produjo “burlas y azotes”, y los otros sufrimientos descritos en Hebreos 11:35-38. Si permitimos que Jesús gobierne en nuestras vidas, si estamos dispuestos a seguirlo a pesar del sufrimiento y hasta la muerte, si lo servimos fielmente saliéndonos del mundo, negándonos a nosotros mismos, tomando nuestra cruz, y pacientemente aceptando Sus decisiones con respecto a nosotros, podemos pedir lo que deseemos y será hecho.
Quizá no recibamos la respuesta inmediatamente. Pero cuando lo pedimos en el nombre de Jesús ya sea que Dios nos conceda nuestra petición (en minutos o hasta que hayan pasado cuarenta años), o que nos enseñe que lo que hemos pedido no es Su mejor para nosotros.
Después de que hayamos hecho la petición debemos de mantener una actitud de esperanza y de anticipación, esperando la respuesta de Dios. Él inmediatamente pone en movimiento la maquinaria que responderá a nuestra petición de la mejor manera posible y en el mejor tiempo posible. Para vivir la vida de fe victoriosa tenemos que poner nuestros tesoros en el Cielo, nuestras esperanzas más allá de la tumba. A veces morimos en la fe sin haber recibido la promesa al igual que los héroes de la fe descritos en el capítulo once del Libro de Hebreos. Pero estamos absolutamente convencidos de que nuestras esperanzas serán realizadas. Esta es la verdadera fe Bíblica.
Durante el tiempo de intervalo entre nuestra petición y su cumplimiento es que se forma el carácter del santo. El carácter divino no se forma en el practicante de la “enseñanza de fe” moderna porque nunca ha aprendido la paciencia que es necesaria del Reino de Dios.
Las Escrituras no pueden ser cambiadas. Si estamos morando en Cristo, cualquier cosa que pidamos al Padre en el nombre de Jesús, Dios nos la dará.
En aquel día (el día en que Jesús ha sido formado en nosotros y nos está gobernando) ya no me preguntarán nada. Ciertamente les aseguro que mi Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre. Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre. Pidan y recibirán para que su alegría sea completa. (Juan 16:23,24-NVI)
Las Escrituras no pueden ser rotas, serán materializadas.
El mensaje llamado “de fe” está conduciendo al orgullo de Satanás.
Algunos de los predicadores están diciendo que somos iguales a Jesús, que somos dioses, que se nos puede cumplir cualquier deseo, que podemos ser ricos y exitosos en el mundo actual, que por fe podemos instalar el Reino de Dios sobre la tierra ahora antes de que el Señor aparezca. Esto, por supuesto, es lo opuesto al Evangelio del Reino de Dios.
Más bien, fíjate en la actitud que debemos de estar adoptando.
La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz! (Filipenses 2:5-8-NVI)
La verdadera fe Bíblica conduce a una unión amorosa con Jesús y el Padre. La fe desde el alma conduce al reino del Anticristo en el cual un yo satisfecho y todopoderoso gobierna la creación.
La verdadera fe Bíblica es el camino al Trono de Dios. La fe desde el alma es el camino al trono de Satanás.
Nuestra única protección de la decepción es la cruz personal que nos ha sido dada. Cuando la cargamos fielmente y con paciencia, siguiendo al Señor Jesús, estamos protegidos contra la decepción. Este es el significado del siguiente versículo:
Ya que has guardado mi mandato de ser constante, yo por mi parte te guardaré de la hora de tentación, que vendrá sobre el mundo entero para poner a prueba a los que viven en la tierra. (Apocalipsis 3:10-NVI)
La fe desde el alma tiene fe en la “fe”. La verdadera fe Bíblica tiene fe en el Señor Jesús.
Es la diferencia entre el Profeta Falso y Cristo.
(“Dos Tipos de Fe”, 4137-1)