LA ORACION DEL GUERRERO

(El Salmo Dieciocho)
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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional

Traducción de Carmen Alvarez


Este libro incluye treinta y una lecturas diarias de devoción del Salmo 18. Los guerreros de Cristo aman a Cristo con todo su corazón. Cristo prueba el amor que le tienen haciéndolos pasar por muchas pruebas difíciles hasta que no quede la menor duda acerca del amor que ellos le tienen a Él. Después, Él está dispuesto a compartir con ellos el botín.

Dios es nuestra Roca, nuestra Roca personal. El mundo se caracteriza por el cambio y la conmoción constante. La gente corre de aquí para allá. Los malvados son como el mar enfurecido, siempre están en movimiento, siempre en un estado de cambio. En un momento parecen estar quietos y en paz. En el siguiente momento están alborotados, enojados, tumultuosos, y amenazantes. No existe una paz realmente duradera para los malvados, ni para quienes están en contacto con ellos.

Los guerreros de Dios no son hombres y mujeres que cambian continuamente. Así como su Padre y Señor, ellos no cambian. El Señor invulnerable es su Roca. Ellos son valientes ante el peligro. Ellos no sostienen a la Roca, la Roca los sostienen a ellos. Ellos son como el Monte Sión: no pueden ser movidos. Ellos hacen la voluntad de Dios. Ellos viven para siempre.

“El Señor es mi fuerza.” Que rápido y con qué ligereza decimos esto cuando empezamos como Cristianos. es bueno que nuestro testimonio esté en línea con la Palabra escrita de Dios. Pero hasta que se nos permite hacerle frente al enemigo es cuando podemos comenzar a apreciar lo que realmente significa tener al Señor como nuestra fuerza.


Indice

Día Uno
Día Dos
Día Tres
Día Cuatro
Día Cinco
Día Seis
Día Siete
Día Ocho
Día Nueve
Día Diez
Día Once
Día Doce
Día Trece
Día Catorce
Día Quince
Día Dieciséis
Día Diecisiete
Día Dieciocho
Día Diecinueve
Día Veinte
Día Veintiuno
Día Veintidós
Día Veintitrés
Día Veinticuatro
Día Veinticinco
Día Veintiséis
Día Veintisiete
Día Veintiocho
Día Veintinueve
Día Treinta
Día Treinta y uno


Día Uno

¡Cuánto te amo, Señor, fuerza mía! (Versículo uno).

David amaba al Señor con todo su corazón. A pesar de los defectos que David haya tenido, Dios estaba siempre primero en sus pensamientos. La vida de David demostró este hecho.

Los guerreros de Cristo aman a Cristo con todo su corazón. Cristo prueba el amor que le tienen haciéndolos pasar por muchas pruebas difíciles hasta que no quede la menor duda acerca del amor que ellos le tienen a Él. Después, el Señor está dispuesto a compartir con ellos el botín.

“El Señor es mi fuerza.” Qué rápido y con qué ligereza decimos esto cuando empezamos como Cristianos. es bueno que nuestro testimonio esté en línea con la Palabra escrita de Dios.

Pero hasta que se nos permite hacerle frente al enemigo es cuando podemos comenzar a apreciar lo que realmente significa tener al Señor como nuestra fuerza.

El ser humano es inflexible. Tenemos muy arraigado el instinto de la supervivencia. Nos toma algo de tiempo darnos cuenta de que nuestros propios recursos no son suficientes para la batalla que se nos presenta (algunos nunca llegan a darse cuenta de esto). Pero las olas crecen, somos golpeados de un lado a otro, y el oleaje amenaza con taparnos.

Entonces comprendemos que nuestra inteligencia, nuestra fuerza, nuestra determinación, y nuestro fervor religioso ya no nos son suficientes. Invocamos el nombre del Señor. Esperamos pacientemente en Él. Él renueva nuestras fuerzas con Su propio Ser, con Su propia Presencia. El Señor mismo se convierte en nuestra fuerza.

Una cosa es ser “salvo”. Otra cosa es estar lleno del Espíritu Santo e iniciar el aprendizaje sobre los caminos del Espíritu. El santo devoto sigue adelante hasta que sus propias fuerzas comienzan a fallarle y el Señor se convierte en su fuerza, en su inteligencia, en su dicha, en su salvación

No es posible ahora, ni lo será en el futuro, pelear las guerras del Señor con nuestras propias fuerzas. El guerrero aprende cómo esperar en el Señor y cómo confiar en Él para la liberación y la victoria.

Para poder vencer a un santo que está reposando en Cristo, el enemigo tendría que vencer el poder de la resurrección de Cristo. Tendría que vencer a Dios mismo.

Día Dos

El Señor es mi roca, mi amparo, mi libertador; es mi Dios, el peñasco en que me refugio. Es mi escudo, el poder que me salva, ¡mi más alto escondite! (Versículo dos)

Dios es nuestra Roca, nuestra Roca personal. El mundo se caracteriza por el cambio y la conmoción constante. La gente corre de aquí para allá. Los malvados son como el mar enfurecido, siempre están en movimiento, siempre en un estado de cambio. En un momento parecen estar quietos y en paz. En el siguiente momento están alborotados, enojados, tumultuosos, amenazantes. No hay una paz realmente duradera para los malvados, ni para los que están en contacto con ellos.

Las civilizaciones surgen y caen. Las economías se fortalecen y luego caen. Hay personas que se vuelven famosas, sus nombres son conocidos por todos, y luego se desvanecen como el humo. No hay descanso ni tranquilidad de espíritu para quienes ponen su confianza en el mundo.

Dios afirmó al mundo sobre los mares y lo estableció sobre los ríos (Salmo 24:2). Pero los hombres de fe buscan una ciudad con cimientos sólidos.

Los guerreros de Dios no son hombres y mujeres que cambian constantemente. Así como su Padre y Señor, ellos no cambian. El Señor invulnerable es su Roca. Ellos son valientes ante el peligro. Ellos no sostienen a la Roca, la Roca los sostiene a ellos. Ellos son como el Monte Sión: no pueden ser movidos. Ellos hacen la voluntad de Dios. Ellos viven para siempre.

El Señor es nuestra fortaleza. ¡Cuántos Cristianos son supersticiosos! Ellos no le temen lo suficiente a Cristo pero sí le temen al diablo y a sus demonios. Cuando estamos sirviendo al Señor y estamos moramos en Cristo, no tenemos la más mínima razón para temerle a Satanás. El ángel del Señor está acampando alrededor de quienes temen a Dios y los libera de todo peligro físico y espiritual.

Siempre que hay una confrontación entre el Arca de Dios y las potestades del diablo, los demonios son los que caen postrados de terror. Los guerreros del Señor entienden bien este hecho.

Ellos no tienen miedo en la noche, ni en las tempranas horas de la mañana cuando se despiertan los hombres aterrorizados por la opresión de los demonios. Ellos no entran en pánico. Ellos no se acobardan atemorizados. Ellos claman al Señor. Ellos descansan en la majestad inconquistable de Cristo Todopoderoso. El Señor mismo es su fortaleza.

Día Tres

El Señor nos libera de los enemigos más poderosos. Quizá tengamos ataduras a la lujuria, a la voluntad propia, o a algún mal físico. Muchas son las angustias del justo, pero el Señor lo libera de todas ellas (Salmo 34:19).

El Señor siempre nos liberará de las esclavitudes del pecado y del egoísmo cuando lo busquemos con sinceridad. Si al pecado lo llamamos pecado, si lo rechazamos con toda nuestra determinación y si estamos dispuestos a vivir sin este “placer”, entonces el Señor nos liberará de esa esclavitud en particular. (A veces son necesarias las oraciones de los líderes espirituales para que podamos lograr la victoria.) Los guerreros del Señor no pueden seguir adelante si están conscientes de algún pecado en sus vidas.

No es un pecado estar enfermo. A veces los guerreros del Señor tienen que seguir marchando aun cuando están enfermos (2 Timoteo 4:20).

Pero sí es la voluntad de Dios que Sus santos sean saludables, perfectos y completos en espíritu, alma y cuerpo. Nunca debemos dejar de confiar que Dios nos liberará completamente. Dios nos irá sanando siempre y cuando estemos viviendo en rectitud, en santidad y en obediencia estricta a Él.

Dios es nuestra fuerza. ¡Cuántos años nos lleva aprender esto! Finalmente llegamos al punto en que comprendemos que cualquier cosa que podamos hacer por nuestras propias fuerzas es una pérdida para Cristo y para nosotros también. Cristo desea ser el Todo en nuestras vidas. Él quiere que confiemos en Él para todo. Entrar al reposo de Dios es llegar al punto en que confiamos en Dios hasta para el más mínimo detalle de nuestra vida.

La fe es la victoria que vence al mundo. Confiar plenamente en Dios es la meta del santo maduro. Por medio de la fe podemos mover montañas. Mediante la confianza aprendemos a morar en Cristo, a voltear hacia Él en cada instante.

Cuando el Padre y el Hijo entran en nosotros, en el cumplimiento espiritual de la Fiesta de los Tabernáculos, aprendemos a confiar totalmente en Dios (Isaías 12:2). El guerrero confía en el Señor y no en su propia habilidad para luchar.

El Señor es nuestro escudo. El enemigo nos lanza flechas ardientes durante todo el día. Si nos descuidamos y dejamos caer nuestra defensa, esas flechas ardientes penetran hasta nuestro espíritu prendiéndole fuego a nuestra personalidad. La aprehensión, el temor, el odio, la preocupación y la amargura nos queman por dentro. Es culpa nuestra, ya que sabemos que el soldado de Cristo no debe de mezclarse con el mundo, exponiéndose así al enemigo.

El soldado diligente está alerta a toda hora. Su escudo está listo y ungido con el aceite del Espíritu Santo. Las flechas ardientes dan contra el escudo, son extinguidos y caen sin causar daño. No es fácil andar en esta diligencia total; no es fácil estar siempre listo para el combate espiritual. Para estar siempre listo para un ataque requiere de oración, de experiencia y de conocimiento de la Palabra.

Todo esto es necesario si vamos a ser victoriosos en la batalla de la fe, especialmente en estos últimos días en que vemos el clímax del conflicto de los siglos que esta ya sobre nosotros.

Lo que los Cristianos hayan podido hacer en otras épocas y en otros lugares quizá sea muy diferente a hoy en día. Actualmente estamos siendo movilizados para formar un ejército espiritual. Debemos de salir de este mundo para vivir como guerreros de Cristo. Si no lo hacemos, caeremos derrotados.

El Señor es el “cuerno” de nuestra salvación. Muchos animales usan los cuernos para pelear. El cuerno es un arma formidable.

El cuerno es una arma tanto defensiva como ofensiva. El Señor es nuestro cuerno. Cuando el santo entiende la voluntad de Dios y por medio de la oración “empuja” en esa dirección, entonces ceden las fuerzas del Infierno.

Satanás no le teme a las actividades de las iglesias Cristianas. Muchas de las cosas que hacen las iglesias y las denominaciones, proyectos que cuestan varios cientos de miles de dólares, no son mas que una pequeña molestia para Satanás. De hecho, estos programas se pueden convertir en una ventaja para las fuerzas del Infierno ya que toman las energías y los recursos de los Cristianos para emplearlos en proyectos ambiciosos que giran alrededor del hombre y que no tienen la guía del Espíritu Santo.

Hay tres personas a quienes le teme el Infierno: al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Día Cuatro

Cuando nosotros los Cristianos estamos ocupamos en las obras de la iglesia quizá sí o quizá no estemos realmente construyendo el Reino de Dios. Pero cuando pasamos tiempo invocando el nombre del Señor, esperando que Él nos dé la victoria, el Señor mismo se convierte en nuestro cuerno. Él embiste y hiere a Sus enemigos hasta que salen huyendo.

Una cosa que el enemigo siempre trata de prevenir es que el Cristiano entre en tal unión con Cristo que sea Cristo y no el creyente el que está peleando las batallas.

A través de la historia el enemigo ha empleado una multitud de artimañas para que los Cristianos pongan su atención en alguna cosa, alguna doctrina, algún proyecto, o lo que sea, con tal que no pongan su atención en Cristo. A menudo son programas y obras de valor pero no presentan la menor amenaza al Infierno.

Según las Escrituras, llegará el día en que los santos serán uno en Cristo, en Dios. Cuando eso suceda, Dios en Cristo morará en toda Su plenitud en los creyentes. Cuando llegue ese día será el fin del enemigo. Y lo podemos lograr desde ahora conforme estemos dispuestos a arrepentirnos de nuestras obras muertas y a darle toda nuestra atención al Señor Cristo Jesús.

Los programas y los esfuerzos del hombre no pueden construir la Iglesia. Únicamente el Señor Cristo Jesús puede construir Su Iglesia. Las puertas del Infierno no pueden triunfar contra lo que Cristo ha construido, pero siempre triunfarán sobre lo que construyan los hombres religiosos.

El Señor es nuestro “más alto escondite”. Cuando volvemos a nacer, el Espíritu eleva nuestro hombre interno nuevo a la diestra de Dios. Ya hemos sido puestos más alto que el enemigo. Nosotros ahora, con la ayuda del Espíritu de Dios, tenemos que someter a toda nuestra personalidad a la obediencia de la voluntad de Dios en Cristo.

El ejército que ocupa el lugar más elevado es el que tiene la ventaja. Nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Tendemos la ventaja siempre y cuando mantengamos nuestros corazones fijos en las cosas celestiales y no en las cosas de este mundo.

Nuestro cuerpo y nuestra alma se encuentran aún en la tierra. Pero Dios nos ha dado un “más alto escondite” en el Cielo. Ahí se está cumpliendo la voluntad de Dios. Ahora es la voluntad de Dios que también se le obedezca en la tierra. Mediante la oración debemos de traer la vida de Cristo a nuestro cuerpo y a nuestra alma para que la voluntad de Dios se cumpla en la tierra como en el Cielo.

Si somos fieles en la lucha hasta lograr la victoria aquí en la tierra ahora, entonces, cuando venga Jesús del Cielo, regresaremos con Él y con Él gobernaremos la tierra. Como ya estamos en el Cielo a la derecha del Padre, ya tenemos la victoria ganada. Pero seremos derrotados si mientras estamos en la tierra escogemos vivir en la carne en lugar de en Cristo en el Espíritu.

Pues ustedes han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, que es la vida de ustedes, se manifieste, entonces también ustedes serán manifestados con él en gloria. (Colosenses 3:3,4-NVI)

Nunca podremos ir más alto de lo que ya nos encontramos. El reto es traer a la tierra nuestra vida que está a la derecha del Padre para que así se haga la voluntad de Dios en la tierra como se está haciendo en el Cielo.

Día Cinco

Invoco al Señor, que es digno de alabanza, y quedo a salvo de mis enemigos (Versículo tres).

Durante las últimas décadas, los Cristianos han aprendido muchos principios espirituales. Se han propagado el hablar en lenguas y los dones del Espíritu Santo. Se están estudiando las relaciones entre las esclavitudes espirituales y las físicas. Se discute y se práctica más la autoridad del creyente y el poder de la fe. No hay la menor duda de que nunca antes en la historia tantos Cristianos se habían vuelto tan sofisticados en fenómenos espirituales.

Hay un gran peligro en toda esta sofisticación. Estamos perdiendo de vista al Señor. El hombre esta ascendiendo al trono. De hecho, se le está preparando el camino al Anticristo. El poder espiritual que no esté en unión con Cristo sólo nos puede llevar al Profeta Falso y al Anticristo.

No estamos invocando al Señor que es digno de ser alabado. Estamos intentando obtener poder para echar fuera a los demonios, para sanar a los enfermos, para ejercer fe y hacernos ricos, para recibir discernimiento y sabiduría para así poder guiar las vidas de otros. Tenemos fe en la fe en lugar de fe en el Señor.

El guerrero del Señor sabe como invocar al Señor. Él busca al Señor para lograr la victoria de toda situación, y no depende de sus propias habilidades espirituales. Él se acuerda que la única derrota de Josué fue cuando este se volvió descuidado, cuando estaba tan seguro de que sabía qué hacer que no buscó la voluntad del Señor.

Necesitamos regresar a la fe sencilla y simple en el Señor Cristo Jesús. El conflicto se volverá cada vez más reñido. Llegará el punto en que nos fallarán nuestros conocimientos sobre principios espirituales. Si no conocemos al Señor en ese momento seremos derrotados.

Qué maravilloso es entregarle al Señor nuestro yugo. No necesitamos saber todos los principios espirituales que han sido descubiertos en el movimiento Carismático. Basta con saber cómo invocar al Señor.

Cuando el Señor llega, toda necesidad es satisfecha. Él recibe toda la gloria y la alabanza. Nosotros no recibimos ni la gloria ni la alabanza. Nosotros seguimos nuestro camino regocijándonos en las obras maravillosas del Señor.

Cuando fielmente invocamos al Señor, Él nos salva de todo enemigo.

Día Seis

Los lazos de la muerte me envolvieron; los torrentes destructores me abrumaron. Me enredaron los lazos del sepulcro, y me encontré ante las trampas de la muerte (Versículos cuatro y cinco).

Cuando empezamos como Cristianos, el Señor nos resguarda del poder total de la maldad. A medida que aumenta nuestra experiencia en batallas espirituales, el Señor nos lleva a lugares más difíciles. Sin embargo, Su mano siempre está sobre nosotros para que no seamos destruidos.

Repentinamente, el Señor comienza a exponer al santo a las profundidades de la maldad que están dispuestas en contra del Señor. Los espíritus del pecado, de la muerte, y de la sepultura se vuelven hacia el peregrino. Lo aterrorizan. Él no se daba cuenta del poder de la maldad ni de su intensidad en el universo.

Se siente enfermo y atormentado por los espíritus espantosos que están a su alrededor. Está atemorizado y pierde la fe y la confianza. Le pide ayuda a los santos con más antigüedad sólo para darse cuenta de que ellos no comprenden qué es lo que tanto le atemoriza. Puede llegar a creer que su causa está perdida, que Dios va a permitir que sea destruido. Hasta que no hayamos pasado por experiencias como estas, las palabras de David no tienen ningún sentido para nosotros.

Todo guerrero del Señor tiene que ser probado en batalla. Se nos está preparando para la batalla de Armagedón, para la confrontación entre Cristo y el Anticristo, entre Dios y Satanás. Los que cabalgarán con Cristo en ese día serán los llamados, los escogidos, y los fieles. Ellos están bajo la protección de la sangre del Cordero. El mensaje del cual dieron testimonio es la Palabra de Dios. Ellos son fieles menospreciando la muerte.

El Señor permite que seamos probados por el poder del maligno hasta que Él esté satisfecho de que no fallaremos en tiempo de guerra, cuando tanto dependerá de nosotros. Cristo está creando la muralla de la nueva Jerusalén. Está siendo formada en los corazones de los santos. La muralla de la nueva Jerusalén está destinada a durar para siempre. Ella debe, por lo tanto, ser perfecta en todo detalle.

Hemos conocido a Cristo Jesús como el buen Pastor. Ahora lo estamos conociendo como el Señor fuerte y poderoso en la batalla. La única forma de poder llegar a conocer a Cristo como el Señor de los Ejércitos es permitiéndole que nos libere de los ataques furiosos del Infierno.

Es importante que el santo comprenda que no importa qué tan poderosas aparenten ser las fuerzas que lo atacan, que no importa qué tan oscura se vuelva la noche, que no importa qué tan violenta se vuelva la tormenta, Cristo nunca lo abandonará. Cristo posee toda la autoridad y todo el poder tanto en el Cielo como en la tierra. Ningún demonio puede prevalecer en contra de la Palabra de Jesús. Él llevará al santo asediado hasta la luz de la victoria y de la dicha.

No importa que tan grande sea el miedo y el terror que nos ataque, debemos de reunir toda la fe y la confianza que podamos y estar firmes en Cristo. Tarde o temprano la oscuridad se retirará ya que no puede prevalecer contra Cristo y contra quienes están morando en Él. Cristo ha vencido al mundo y por medio de la fe nosotros participamos en Su victoria absoluta.

Día Siete

En mi angustia invoqué al Señor; clamé a mi Dios, y él me escuchó desde su templo; ¡mi clamor llegó a sus oídos! (Versículo seis).

No necesitamos comprender principios espirituales ni orar oraciones complicadas. En el momento de la angustia invocamos al Señor. Gritamos, “¡Jesús! ¡Sálvame!” Los guerreros del Señor comprenden el valor de esta sencilla oración. Son muchas las ocasiones en las que ellos la han clamado. Ellos conocen la realidad de Cristo resucitado. Ellos conocen bien Su rapidez y Su poder en llegar al auxilio del santo asediado. Cuando los santos son atacados ellos inmediatamente llaman al Señor. Ellos “suenan la trompeta” cuando el peligro acecha (Números 10:9).

Dios escucha nuestra voz desde Su Templo en el Cielo. Hoy en día existe cierta confusión entre el Cristo interno y el Cristo externo. Algunos Cristianos han llegado a la conclusión de que como tienen a Cristo adentro, entonces Su poder emana desde ellos. Esto quizá parezca lógico pero no es verdad. El error de busca que el poder de Cristo salga de nosotros puede resultar en que no clamemos a Dios en oración, en que no Lo busquemos diligentemente.

Cristo estaba (y está) lleno con toda la plenitud del Padre. Sin embargo, cuando oró levantó los ojos al Cielo y le oró al Padre que está en el Cielo.

Es verdad que Cristo está siendo formado en nosotros. También es verdad que el Padre y el Hijo vienen por medio del Espíritu Santo para hacer su morada en la nueva creación que se está formando dentro de nosotros. Nuestro hombre interno está siendo moldeado según la Naturaleza Divina y a la imagen de la Naturaleza Divina. Dios y Cristo están habitando en este hombre interno que ha sido recreado.

También es verdad que el Padre y el Hijo están en el Cielo que está arriba. Nunca oramos al Padre que está dentro de nosotros sino al Padre que está en el Cielo. No ponemos nuestra confianza en Dios que está dentro de nosotros sino en Dios que está en el Cielo.

Es un hecho que el Espíritu Santo está morando dentro de nosotros. El Espíritu de Verdad evita que seamos engañados por el espíritu del engaño religioso que procede del Profeta Falso. El Espíritu de Verdad es más grande que el espíritu de error.

No obstante, siempre oramos al Padre y al Hijo que están en el Cielo.

Muchos creyentes de nuestros días no pasan suficiente tiempo orando porque están confiados de que la Divina Trinidad que mora en ellos los socorrerá en un momento de crisis. Esta es una mala interpretación del Reino de Dios. Hoy en día, el Padre y el Hijo están a punto de hacer Su morada eterna en nosotros en cumplimiento espiritual de la fiesta de los Tabernáculos del Antiguo Testamento. Pero, por lo menos por ahora, le oramos a nuestro Padre que está en el Cielo. Nuestra plegaria le llega a Él en Su Templo en el Cielo.

El guerrero no invoca a Cristo quien está morando dentro de él sino a Cristo quien está en el Cielo a la derecha del Padre. Dios en el Cielo siempre oye las súplicas de los que están haciendo Su voluntad. Jesús nos señaló que el Padre siempre está con Él porque Él siempre hace la voluntad del Padre (Juan 8:29). Lo mismo sucede con nosotros (Juan 9:31).

La Luz que mora dentro de nosotros será revelada desde adentro de nosotros en el Día del Señor. Todas las naciones de la tierra verán la Gloria que está en los santos, y al verla creerán en Cristo. Hasta qué grado Dios y Cristo se mantendrán externos a nosotros en las eras que vienen se dará a conocer en ese tiempo.

Día Ocho

La tierra tembló, se estremeció; se sacudieron los cimientos de los montes; ¡retemblaron a causa de su enojo! (Versículo siete).

Cuando oramos con toda sinceridad en el nombre de Jesús, el Dios del Cielo escucha nuestras oraciones. Pero a menudo no vemos en qué forma están siendo contestadas nuestras oraciones. Más bien, quizá experimentamos diferentes tipos de incertidumbres y de sacudidas. No siempre podemos darnos cuenta de que los sucesos que ocurren después de que oramos son precisamente las respuestas a nuestras súplicas.

David pedía la liberación de sus enemigos, de las penas del Infierno y de las trampas de la muerte. Como resultado “la tierra tembló, se estremeció“. El medio ambiente de David se perturbó, se afligió, se volvió inestable. Las cosas que parecían sólidas y bien establecidas empezaron a moverse y a cambiar.

A veces “los montes” representan poderíos dentro del simbolismo de las Escrituras. Debido a la oración de David, Dios empezó a tratar con los diferentes poderíos que eran factores en la vida de David.

Cuando los santos son oprimidos por el enemigo y le imploran al Señor que los libere, el Señor se molesta. “Le causa enojo.” Dios no se quedó sin hacer nada y trató el asunto de una forma despreocupada. Dios se “involucró emocionalmente”. Dios se enfadó.

Cuanto más seguimos al Señor más nos damos cuenta de que el Señor no es un grupo de principios establecidos y de fórmulas religiosas. Dios es una Persona-la más grande de todas las personas. Dios ama, y odia, y escoge a Sus amigos. Cuando Sus hijos lo llaman, Él baja para ver qué está pasando. Cuando los malvados atacan a los santos del Señor, ellos le están haciendo daño a los que son preciados para Él. A Él le importa. Él responde con enojo.

Como los hombres se están volviendo amadores de sí mismos, están representando a Dios como a un viejecito tierno y amoroso. Esta no es una representación verdadera del Dios del Cielo. El Dios del Cielo es un Espíritu. Su amor y su bondad son muchísimo más grandes en magnitud y muchísimo más puros en calidad de lo que jamás pudiéramos describir. Pero la ira de Dios es tan terrible como es maravilloso Su amor.

Cuando oramos con sinceridad en el nombre de Jesús, empiezan a suceder cosas que no siempre entendemos. Tenemos que creer que Dios nos escucha y que nos está contestando, y tenemos que mantenernos firmes hasta que tengamos lo que nuestro corazón desee.

Día Nueve

Por la nariz echaba humo, por la boca, fuego consumidor; ¡lanzaba carbones encendidos! (Versículo ocho).

Aquí tenemos una imagen de uno los aspectos verdaderos de la Personalidad del Señor. Si verdaderamente queremos conocer a Cristo tenemos que llegar a comprender su terror al igual que su misericordia sin límite. ¡Tantos hoy en día son engañados! En un momento determinado han “aceptado” a Cristo y ahora no sienten la menor convicción por su mundanería o su pecado. Ellos se imaginan que van a recibir una bienvenida de reyes en la Jerusalén celestial cuando mueran. Pero a no ser que estén viviendo en este mundo como santos victoriosos, totalmente en obediencia, y con la cruz a cuestas es posible que se encuentren cara a cara con el enojo de Cristo.

Parece ser que son pocos los Cristianos de nuestra época que han verdaderamente dejado sus vidas para cargar su cruz y seguir a Cristo. Sin embargo, el Señor nos enseñó que ninguna persona puede ser Su discípulo a no ser que menosprecie su vida.

Los que vivimos en esta época no estamos obedeciendo la Palabra de Cristo. Pero como el amor de Dios ha sido enfatizado demasiado, nosotros no podemos concebir que en realidad vayamos a ser castigados. No conocemos el terror del Señor. Los demonios sí conocen el terror del Señor pero los creyentes de hoy en día desconocen este aspecto de la Personalidad del Señor.

Nuestros predicadores y maestros nos han engañado. Han presentado un testimonio falso, una visión falsa. Ellos serán responsables por sus palabras y nosotros seremos responsables si los seguimos.

Debido al grito de auxilio de David, salió humo de la nariz del Dios del Cielo. Dios no es un ser humano. Él es un Espíritu. Dios requiere del derramamiento de sangre para aplacar Su ira. Cristo nació como ser humano. Pero Dios Padre es un Espíritu. Su amor es total. Su ira es total. Su estándar de justicia es absoluto.

A un ser humano no le sale humo de la nariz. Un gobernante humano tampoco requiere que se le hagan ofrendas de sangre y de grasa. Antes de descartar el concepto de que a Dios le salió humo de la nariz como algo “imaginado por los Hebreos”, consideremos el hecho de que Dios es un Espíritu y no un ser humano-y temblemos con temor divino.

El fuego del juicio procede de la boca de Dios y con este se enciende la lumbre. Cuando los santos oran, el juicio le sigue. El fuego del juicio y de la convicción hace que la madera, el heno, y la paja en la vida de los hombres comience a quemarse. Fuego cae sobre las cabezas de quienes han perseguido a los santos y que luego han sido perdonados por ellos. Los adúlteros llevan el fuego en su seno. Los hipócritas son sorprendidos por el temor. Todo lo que no puede habitar en el fuego Divino es consumido.

Un hombre santo o una mujer santa representa un terror para el Infierno y es motivo de condena y de tormento para quienes están a su alrededor. El espíritu que quema es contagioso. Aquel que habita en el fuego de Dios prueba, por medio del fuego, las obras de la carne revelando así los pensamientos de todo corazón.

Hemos sido escogidos para habitar en el Fuego Consumidor de Israel, y debido a esta elección somos probados con fuego todo el día. Nuestras pruebas y mortificaciones no concluirán hasta que todas nuestras imaginaciones, nuestros motivos, nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones hayan sido examinadas por el fuego de los juicios de Dios. Si aguantamos hasta el final poseeremos nuestra alma, que habrá sido purificada por el fuego Divino.

Cuando los justos oran, rogándole a Dios que los libere de sus enemigos, toda criatura, toda cosa, y toda circunstancia de su medio ambiente recibe la visita del fuego de Dios. Todo lo que sea “carbón”, o combustible, arderá en llamas.

Día Diez

Rasgando el cielo, descendió, pisando sobre oscuros nubarrones (Versículo nueve).

El poder le pertenece a Dios. Cuando Él se mueve, todos los cielos se inclinan. El pueblo de Dios le teme demasiado al diablo y no lo suficiente a Dios. Dios es el que tiene el poder, no Satanás ni el Anticristo.

Es la opinión del autor que muy pronto caerán sobre la tierra tiempos peligrosos. Cuando esto pase, muchos de los creyentes perderán su fe en Dios. Pero los guerreros del Señor, aquellos que están cumpliendo con Su voluntad aquí en la tierra, invocarán al Señor para que los libere. Entonces Dios rasgará el Cielo y descenderá para liberarlos del maligno. Ningún poder de Satanás, ningún Anticristo, es tan grande como Dios.

Aquellos que están promoviendo la “mentalidad del arrebato” están llenando a los creyentes de temor hacia el Anticristo. No están haciendo énfasis en el Salmo Noventa y uno, ni en el Salmo Treinta y Cuatro, ni en ninguno de demás pasajes que revelan que Dios tiene el poder de liberarnos de tiempos peligrosos. Más bien ellos nos están aconsejando (sin base en las Escrituras) que Dios sacará a Sus santos de la tierra para que el “Anticristo todopoderoso” no nos pueda hacer daño.

Sin embargo, tanto las Escrituras como la historia de Israel y de la iglesia Cristiana muestran el desdén total que el Señor le tiene al enemigo ya que lleva a Su pueblo con seguridad a través de toda dificultad sin daño alguno (observa a Noé y su familia en el diluvio; a Israel en Gosén; a Sadrac, Mesac y Abed-nego en el horno de fuego; a Daniel en el pozo de los leones).

Dios no tiene la costumbre de huir de sus enemigos ni de tener a Sus santos huyéndole al enemigo. La trompeta del Día del Señor no tocará la retirada. La trompeta anunciará el ataque de Armagedón.

Dios desciende. Él no se sienta en los Cielos desinteresadamente mientras que nosotros somos asaltados por todos lados. Él mismo viene a liberarnos de la mano del enemigo. Y en cuanto quienes están predicando el Evangelio del Reino a todas las naciones, el Señor estará con ellos hasta el fin del mundo.

Estamos acostumbrados a asociar al Señor Jesús con la luz, con una visión clara, con la plenitud de conocimiento, de sabiduría y de entendimiento. Cuando Jesús viene, todo se vuelve claro.

¡Pero Dios es Dios! A menudo escoge darnos perplejidad, escondiendo Sus métodos y Sus propósitos. Una de las mayores pruebas de nuestra fe es cuando Dios nos pide que estemos por mucho tiempo sin comprender lo que nos está pasando. El Señor insiste que continuemos con toda fidelidad-hasta la muerte si es necesario. ¡Sería mucho más sencillo si tan sólo supiéramos lo que está pasando en nuestras vidas y el resultado final a que se llegará!

Por lo general, el Señor no nos habla en una voz audible, dándonos instrucciones en cuanto a Su voluntad. Generalmente tenemos que luchar en la oscuridad para salir adelante. Se nos prohíbe echar chispas y caminar a la luz de nuestro propio fuego. Debemos de confiar en el Señor, esperando pacientemente que Él está cumpliendo nuestros deseos. Esperamos que Él esté cuidando todo lo que Le hemos confiado.

Muy pocas veces Dios nos dice lo que tenemos que hacer; Su forma de hacer las cosas es dirigiendo nuestros pasos. Al hacer esto, Él permanece como Dios-sin ser juzgado por nosotros.

Dios permite que tengamos hambre, que tengamos sed. Él nos da agua de la Roca. Él nos envía maná desde el Cielo-sólo lo suficiente para un día. Él nos vuelve humildes en el desierto y nos hace saber que el hombre no vive sólo de pan sino de toda Palabra que procede de Dios.

Dios escoge obrar en la oscuridad. Los santos más maduros saben esto. Los Cristianos nuevos se espantan cuando se enfrentan por primera vez a la oscuridad Divina. Ellos piensan que su mundo se les ha acabado. Tienen miedo. Ellos están acostumbrados a las cosas ligeras, a las situaciones alegres. Pero cuando les llega la hora de crecer, Dios empieza a acostumbrarlos a la oscuridad. Aprenden a caminar con Dios sin saber a donde van. Experimentan cosas extrañas. Dios usa la oscuridad para confundir a Sus enemigos y para enseñarle a Su pueblo a confiar en Él implícitamente.

El creyente nuevo quizá sirva a Dios siempre y cuando comprenda todo lo que está pasando. El guerrero sirve a Dios aún cuando no sabe bien a donde lo llevan ni por qué lo llevan ahí.

Benditos son los que han visto y han creído. Más benditos son los que no han visto y aún así han creído.

Los justos corren hacia la luz de Dios cuando la pueden ver. Pero también están dispuestos a estar silenciosos y pacientes en la oscuridad hasta que la luz verdadera del Señor se ilumine ante ellos.

Día Once

Montando sobre un querubín, surcó los cielos y se remontó sobre las olas del viento. (Versículo diez)

Dios tiene la habilidad de moverse a una velocidad que la mente humana no logra comprender. Sin embargo, las respuestas a nuestras oraciones son frecuentemente demoradas. A veces se demoran tanto que queremos darnos por vencidos, queremos retirarnos. En otras ocasiones, se nos da la respuesta inmediatamente.

La paciencia es una de las piedras fundamentales del Reino de Dios. Todo santo verdadero sabe lo que significa esperar pacientemente a Dios-habiéndolo hecho todo, seguir aguantando.

Las Escrituras nos enseñan que algunas demoras son causadas por la resistencia del enemigo:

Entonces me dijo: “No tengas miedo, Daniel. Tu petición fue escuchada desde el primer día en que te propusiste ganar entendimiento y humillarte ante tu Dios. En respuesta a ella estoy aquí. Durante veintiún días el príncipe de Persia se me opuso, así que acudió en mi ayuda Miguel, uno de los príncipes de primer rango. Y me quedé allí, con los reyes de Persia. (Daniel 10:12,13-NVI)
Sí, deseábamos visitarlos-yo mismo, Pablo, más de una vez intenté ir-, pero Satanás nos lo impidió. (1 Tesalonicenses 2:18-NVI)

Qué maravilloso es saber que nuestras oraciones son escuchadas desde el primer día. Pero quizá haya batalla espiritual así que la llegada del mensajero puede demorar.

Observa que la hora para recibir la contestación a esta oración no era crucial. No era una emergencia. Cuando Daniel estaba en la cueva de los leones, la respuesta fue inmediata. Ningún poder puede contra Dios cuando uno de Sus santos está en peligro.

Otras demoras en recibir la respuesta a nuestras oraciones se deben a que todavía no ha llegado el tiempo preciso. Quizá Dios nos revele lo que tiene planeado para nosotros pero el cumplimiento de la visión puede llegar unos veinte o treinta años después. Esto nos aflige pero así es como Dios opera. Siempre debemos de permitir que el Señor interprete y cumpla a Su propio tiempo y a Su propia manera las visiones que Él nos da.

Toda palabra que Dios haya pronunciado será cumplida a su debido tiempo.

Pues la visión se realizará en el tiempo señalado; marcha hacia su cumplimiento, y no dejará de cumplirse. Aunque parezca tardar, espérala; porque sin falta vendrá. (Habacuc 2:3-NVI)

Día Doce

Hizo de las tinieblas su escondite, de los oscuros y cargados nubarrones un pabellón que lo rodeaba (Versículo once).

A Dios le gusta esconderse, esconder Sus propósitos y Sus acciones. Nuestro deber es buscar al Señor. Nosotros no lo podremos encontrar hasta que lo busquemos con todo nuestro corazón.

Gloria de Dios es ocultar un asunto, y gloria de los reyes el investigarlo. (Proverbios 25:2-NVI)
Tú, Dios y salvador de Israel, eres un Dios que se oculta. (Isaías 45:15-NVI)
Me buscarán y me encontrarán, cuando me busquen de todo corazón. (Jeremías 29:13-NVI)

Por lo general, Dios no se muestra abiertamente a Sí mismo ni tampoco Sus propósitos. Él esconde Su gloria. Sólo quienes lo dejan todo para dedicarse a buscar al Señor logran descubrir los tesoros que Dios tiene guardados para los que Lo aman.

Pidan, y se les dará, busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá. (Mateo 7:7-NVI)

Nosotros debemos de buscar el Reino de Dios y Su justicia.

Muchos de los creyentes de hoy son amantes de sí mismos. Ellos se vanaglorian, son arrogantes, orgullosos y altaneros. Ellos exigen que Dios respete todos sus derechos, que les asegure su comodidad y su placer en toda circunstancia-¡ahora mismo! ¿Acaso esta gente está buscando el Reino de Dios y Su justicia o está buscando su propia felicidad e importancia?

Dios conoce el corazón del hombre, sabe que es orgulloso. Por esto, Dios ha escondido Su gloria para que únicamente los humildes y los sinceros puedan entrar el Reino.

A veces se dice que Jesús enseñó con parábolas para que la gente pudiera entender y recordar lo que Él estaba diciendo en cuanto al Reino del Cielo. Esta no es la razón por la que Jesús enseñó con parábolas. Jesús enseñó en parábolas para que el Reino del Cielo pudiera estar escondido de todos menos de quienes Dios encuentre merecedores de heredarlo.

Día Trece

A ustedes se les ha concedido que conozcan los secretos del reino de Dios-les contestó-; pero a los demás se les habla por medio de parábolas para que “aunque miren, no vean; aunque oigan, no entiendan”. (Lucas 8:10-NVI)

Estamos tan ansiosos por ganar conversos y por convertir al mundo entero que se nos hace difícil aceptar el concepto que Dios deliberadamente le esté impidiendo a la gente entender el Evangelio del Reino del Cielo. Pero esto es lo que dice la Palabra de Dios.

La razón por la que tenemos problemas con este concepto es porque estamos centrándonos en el hombre en lugar de centrarnos en Dios. Juzgamos las cosas desde el punto de vista del hombre en lugar del punto de vista de Dios.

Dios es el Poseedor de gloria infinita y de tesoros ilimitados. Él tiene mucho cuidado escogiendo a quien le permite entrar en Su gloria y obtener Sus tesoros.

Únicamente quienes escojan humillarse como un niño pequeño podrán ver el Reino y entrar en el Reino. Quienes sean orgullosos, quienes crean que Dios les debe algo, a ellos nunca se les permitirá entrar al Reino.

Dios hace de la oscuridad Su lugar secreto y se esconde de toda criatura excepto de quienes Él encuentra merecedores de conocerlo y de recibir Sus dones.

¡Cómo seguimos laboriosamente, año tras año, tratando de conocer al Señor, tratando de agradarle y guardando Sus mandamientos! Son pocos y esparcidos los momentos que logramos tener una visión breve de Él, pero estas pruebas de nuestra fe bien que valen la pena.

La mayor parte del tiempo nos vemos ante “aguas oscuras y nubes espesas del Cielo”, y por esto existe la tentación de vivir en el mundo lo más cómodos posibles y no presionamos hacia las cosas de Dios.

Aguas oscuras y nubes espesas hoy. Mañana, una feliz bienvenida a la tierra donde el día nunca se acaba, siempre y cuando logremos llegar hasta el final. Sabemos que Dios premia a los que Lo buscan. Nuestros ojos físicos contemplan la oscuridad. Nuestro espíritu gime debido al pecado y a la opresión que abundan por todos lados. Pero nuestros ojos de fe contemplan la tierra lejana y al Señor Jesús a la derecha de Dios.

Aún ahora se abre ante nosotros la puerta del jardín de Dios y al echarle un vistazo quedamos encantados. Gloria y alegría sin fin es lo que les espera a quienes son fieles hasta la muerte en buscar al Dios de Israel, al Dios que se esconde a Sí mismo.

Día Catorce

De su radiante presencia brotaron nubes, granizos y carbones encendidos (Versículo doce).

Dios está rodeado por el esplendor de Su propia gloria. Pero Su radiante Presencia está escondida detrás de nubes. Conforme Dios responde a la oración de un guerrero, granizos y carbones encendidos salen de la radiante Presencia Divina y atraviesan las nubes.

Podemos pelear hasta llegar a la victoria cuando nos damos cuenta de que Dios está castigando y afligiendo a nuestros enemigos. Las oraciones de los santos llevan sufrimiento a las fuerzas de la oscuridad que tratan de engañarnos y de robarnos la Presencia del Señor.

Nuestros enemigos no permanecen ilesos cuando clamamos al Señor. Ellos enfrentan a un Señor de los Ejércitos enojado que pelea en su contra en nombre de los justos.

El granizo es un arma que Dios usa en el día de batalla. Manifiesta la indignación del Señor.

Mientras los amorreos huían de Israel, entre Bet Joron, y Azeca, el Señor mandó del cielo una tremenda granizada que mató a más gente de la que el ejército israelita había matado a filo de espada. (Josué 10:11-NVI)
¿Has llegado a visitar los depósitos de nieve de granizo, que guardo para tiempos azarosos, cuando se libran guerras y batallas? (Job 38:22,23-NVI)

A veces, el enemigo está dentro de nuestra propia personalidad.

Día Quince

Nuestro Dios es un Fuego consumidor. Su Naturaleza es como la del fuego. La carne y las obras del hombre son madera, heno y rastrojo. No son de calidad eterna. No pueden pasar por el fuego sin ser consumidos.

A través de los siglos de la civilización, el hombre ha intentado tratar con Dios, evadir a Dios y complacer a Dios. Con la excepción de esos momentos y lugares en donde el “conocimiento” ha obstaculizado nuestra habilidad de percibir la Presencia de Dios en la creación, el hombre ha reconocido que Dios es el punto más importante de nuestra existencia. El ser humano separado de Dios está incompleto, está desprovisto de recursos y del propósito de su existencia.

Nosotros somos barro. Dios, Cristo y el Espíritu Santo son Divinos, eternos, Fuego santo. Ellos son Dios. Nosotros somos el polvo de la tierra. Somos polvo y al polvo regresaremos.

Si fuéramos llevados ante la Presencia ardiente del Dios Todopoderoso seríamos consumidos. Somos polvo y sin embargo somos orgullosos, arrogantes, y estamos listos para igualar nuestro ingenio y nuestra rectitud con nuestro Creador. Con razón Dios se ríe de nosotros (Salmo 2:4).

Pero cuando Dios deja de reírse envía carbones encendidos desde Su Presencia. Estos carbones encendidos consumen todo aquello que no ha sido forjado en Él. Llevan el juicio Divino a todo lo que es maldad.

Los ojos del Señor Jesús resplandecen “como llama de fuego” (Apocalipsis 1:14). Conforme Cristo camina entre las iglesias de la tierra va probando cada una de nuestras obras. Todo lo que no sea de Su agrado lo expone y lo somete a juicio. Nosotros debemos de arrepentirnos y dejar nuestros malos caminos o ser castigados severamente por el Señor.

Cuando uno de los guerreros de Dios es atacado y clama para ser liberado, granizo y carbones encendidos proceden de la Presencia del Señor. Los enemigos son abatidos por la granizada. Los carbones encendidos caen sobre aquello que no le agrada al Señor y lo quema. Se rompe todo yugo. Se destruye toda obra de injusticia.

Todo aquel que quiera tratar con Dios deberá reconocer que Dios es un Fuego que consume y que las imaginaciones y las obras de los seres humanos serán quemadas.

Día Dieciséis

En el cielo, entre granizos y carbones encendidos, se oyó el trueno del Señor, resonó la voz del Altísimo (Versículo trece).

Cuando Dios trata con Sus enemigos no usa la voz dulce y suave de la razón y de la súplica. Dios “ruge” en contra de Sus enemigos.

Rugirá el Señor desde Sión, tronará su voz desde Jerusalén, y la tierra y el cielo temblarán. Pero el Señor será un refugio para su pueblo, una fortaleza para los israelitas. (Joel 3:16-NVI)

Dios tiene enemigos y trata con ellos severamente. Dios les habla suave y amorosamente a Sus hijos, a los que Él está guiando y enseñando. Pero cuando el Señor se lanza a la guerra, lo hace con enfado ardiente. Los demonios le temen a Dios, al Espíritu de Dios, al Señor Cristo Jesús. Nosotros los Cristianos no comprendemos aún el terror del Señor; pero a medida que se aproxime el Día del Señor, Él comenzará a revelarnos este aspecto de Su Personalidad.

Pongamos en contraste el rugido y el trueno de Dios con la callada atmósfera de la iglesia tradicional, con un órgano tocando suavemente como música de fondo. En un futuro no muy distante, llegará el Día en el que los pecadores en Sión se aterrorizarán. El temor sorprenderá a los hipócritas. El Señor de la iglesia Cristiana aparecerá tal y como Él Es. La mayoría de los que profesan fe en Cristo quedarán estupefactos con lo que verán en esa hora tan espantosa.

Debido a la ignorancia que tenemos en cuanto a la Persona de Dios, nosotros los Cristianos le hemos estado dando al mundo un testimonio falso de Dios. En nuestro esfuerzo por “ganar almas para Cristo” no hemos enseñado el propósito total de Dios. Estamos tratando de que las Escrituras le sean agradables a la gente para que se hagan miembros de nuestras iglesias.

Ya que las iglesias Cristianas no le han enseñado al mundo el temor al Señor, Dios, en Su gran amor, ha preparado un avivamiento tremendo para los últimos días. Este es el avivamiento de las lluvias tardías representado simbólicamente en los “dos testigos” del Apocalipsis, Capítulo Once. Además de dar testimonio de la pronta venida del Reino de Dios de justicia a la tierra, los dos testigos (los santos ungidos) harán caer calamidades sobre las naciones (así como lo hicieron Moisés y Elías). Con sus oraciones y sus testimonios, los santos atormentarán a los pueblos de la tierra.

A través de estas calamidades y tormentos será que las naciones empezarán a comprender la verdadera Naturaleza de Dios y de Su Reino que pronto vendrá con violencia a la tierra.

La voz de Dios es granizos y carbones encendidos.

Se habla mucho hoy en día sobre la paz y la justicia. Lo vemos constantemente en la radio, en la televisión y en la prensa.

Pero la gente sigue igual. Todo el mundo trata de aprovecharse de cada situación mientras que trata de explicar con palabras que lo que hace es para el bien de la humanidad. Los hombres son mentirosos e intrigantes. Todos buscan su propio bien y no las cosas del Señor.

Dios sabe que las exhortaciones para decir la verdad y para practicar la justicia frecuentemente son una pérdida de tiempo. Cuando Dios desea que algo pase, habla con granizo y carbones encendidos. Cuando a una persona le empieza a caer granizo sobre la cabeza y comienza a quemarse por el fuego, entonces quizá considere cambiar su comportamiento (algunas no cambiarán ni aún bajo estas circunstancias). Quizá hasta entonces comience a considerar seriamente las Palabras del Señor.

Dios comprende muy bien lo engañoso del corazón humano. Él sabe que la gente no cambiará hasta que no se vea abatida, hasta que tengan dolor o miedo. El Señor sí cuenta con algunos hijos obedientes que le obedecerán rápidamente y con diligencia. Pero quizá sea cierto que hayan aprendido esta rapidez y diligencia a través del lenguaje del granizo y de los carbones encendidos.

Dios derrama granizo y carbones encendidos sobre Sus enemigos. Entonces ellos se dispersan ante Su Presencia.

Día Diecisiete

Lanzó sus flechas, sus grandes centellas; dispersó a mis enemigos y los puso en fuga. (Versículo catorce).

Sabemos que el diablo lanza flechas encendidas a los santos. Pero el Señor tiene Sus propias flechas.

Nosotros no podemos ver el dolor del enemigo. Podemos de cierta manera darnos cuenta de su sufrimiento basándonos en el terror que los demonios experimentaban cuando Jesús se les acercaba. Ellos temían que Jesús los atormentara.

De pronto le gritaron:-¿Por qué te entrometes, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí a atormentarnos antes del tiempo señalado? (Mateo 8:29-NVI)

Si pudiéramos ver lo que nuestras oraciones en contra del enemigo están realmente logrando, quizá pasaríamos mas tiempo sobre nuestras rodillas. Nosotros nos damos de nuestras propias angustias. De lo que no nos percatamos es que cuando una persona justa clama al Señor para que lo libere, ¡Dios aflige a los demonios! Dios ataca a Sus (y a nuestros) enemigos con Sus centellas. Él los hace padecer dolor hasta que se retiran del campo de batalla.

Satanás no le teme a las actividades de las iglesias Cristianas. Nuestros himnos, nuestros planes de construcción, aún en algunos casos nuestras enseñanzas, no son más que una pequeña molestia para él. De hecho, el Anticristo va a subsidiar a las iglesias de Laodicea. Cuando las iglesias estén siendo ayudadas por el gobierno, los miembros de las iglesias se adormecerán confiando en su riqueza material.

Sin embargo, hay Personas a quienes Satanás teme con terror mortal. Le teme al Padre. Le teme al Hijo. Le teme al Espíritu Santo.

Nuestras actividades religiosas son motivo de poca preocupación para las fuerzas del Infierno. Pero cuando un guerrero Cristiano empieza a invocar al Señor, el Infierno se aterra.

El día en que la iglesia de Cristo comprenda que no puede hacer nada por sí misma sino que tiene que confiar para todo en la sabiduría y en el poder de Cristo-ese mismo día Satanás habrá sido derrocado.

Pero debido al pecado y al egoísmo existente en los creyentes en Cristo, parece ser que esa hora de dependencia en Cristo no llegará hasta que la tribulación, la persecución y la maldad hayan alcanzado proporciones espantosas, de tal manera que el hombre religioso bien intencionado no pueda ya hacer uso de las cosas del Señor para su propio beneficio.

Esa hora de presión ya está sobre nosotros, además de un derramamiento de la Gloria de Dios de proporción nunca antes vista. Tanto los vientos del norte como los del sur han comenzado a soplar sobre el jardín del Señor. El resultado será una novia bellísima que confía plenamente en su Señor y que Le es sumamente obediente.

Día Dieciocho

A causa de tu reprensión, oh Señor, y por el resoplido de tu enojo, las cuencas del mar quedaron a la vista; ¡al descubierto quedaron los cimientos de la tierra! (Versículo quince).

El corazón humano es engañoso por sobre todas las cosas (Jeremías 17:9). Es perverso. Es corrupto. Se asemeja a muchos canales de agua, cambiando continuamente de curso; capaz de esconder sutilmente lo que verdaderamente motiva nuestras palabras y acciones. No es posible que una persona pueda comprender sus intenciones más profundas ni las de los demás.

Pero Dios escudriña la mente y pone el corazón a prueba. Dios nos comprende completamente-por dentro y por fuera.

Cuando el Señor llega con Sus granizos, Sus carbones encendidos, Sus flechas, Sus truenos y Sus centellas, estas aguas que nos esconden se separan y comenzamos a comprender qué es lo que nos está causando conflicto. La verdadera naturaleza de toda persona y de toda cosa se manifiesta. Los cimientos de la tierra quedan al descubierto. Todo lo que ha sido escondido es revelado. Esto es lo que ocurre cuando el Señor se acerca a nosotros.

A veces, seguimos nuestras ideas religiosas durante muchos años. Asumimos que Dios acepta nuestras ofrendas, y que está contento con nuestra persona. No comprendemos nuestra propia personalidad.

Luego llega el momento para que Dios nos atraiga más hacia Él. Para hacerlo tiene que purgarnos de esas características de nuestra personalidad que Le son desagradables. Es importante que cada santo comprenda que el Señor nunca hace concesiones con Sus deseos. Él sabe cómo quiere que sea cada persona. Él nunca hará concesiones. Él nunca se conformará con menos de lo que tiene previsto, y el individuo que se resista a Cristo perderá el rango que le corresponde en el Reino de Dios.

Debemos estar dispuestos a cambiar. Si Cristo se ha propuesto obtenernos y si hay cosas en nuestra personalidad que no le parecen bien, Él nos castigará severamente para ayudarnos a hacer los cambios necesarios. Pero si insistimos en salirnos con la nuestra no seremos aceptados.

El guerrero implora liberación de sus enemigos y el Señor deja al descubierto los abismos de las aguas y los cimientos del mundo. Él lo hace con una fuerte reprensión. No debemos de desmayar cuando el Señor nos reprende ya que Él reprende al que ama. Él azota a todo hijo que recibe. Cuando somos reprendidos debemos de confesar nuestros pecados y nuestro egoísmo y renunciar a ellos.

Tan pronto le confesemos al Señor nuestros pecados, arrepintiéndonos de nuestro orgullo y de nuestra voluntad propia, el Señor trata muy enfadado con quienes nos están afligiendo. Con esto podemos notar que la oración del guerrero resulta no solamente en su liberación del problema sino también en su propia purificación ante Dios. Es un hecho que cuando los caminos del hombre le son agradables al Señor, el Señor lo lleva a la paz y al reposo (Proverbios 16:7).

Día Diecinueve

Extendiendo su mano desde lo alto, tomó la mía y me sacó del mar profundo (Versículo dieciséis).

Dios contesta nuestras oraciones “desde lo alto”. Nosotros no tenemos que contestar nuestras propias oraciones. Qué alivio es saber que nuestro cansancio y nuestras perplejidades no afectan el resultado de nuestras plegarias. Dios no está ni cansado ni confundido. Toda fuerza y sabiduría se encuentran en el Señor Jesús. Él envía fuerza desde su santuario en el Cielo.

Él nos levanta a cada uno-personalmente. Dios conoce cada detalle de nuestra vida. La liberación, la transformación, la resurrección-todos son logrados de manera personal e individual. El Señor siempre se dirige a los vencedores, a los guerreros de Dios, uno a la vez. Él nunca se dirige a los que salgan vencedores sino “al que salga vencedor” (Apocalipsis 2:7).

No habrá un “mar” de gente sobre la tierra nueva. En la tierra nueva que está por venir no habrá una masa de humanos, no habrá una muchedumbre de personas, no habrá una multitud que pueda ser llevada de un lado hacia otro por vientos espirituales. Cada individuo será conocido por el Señor y por los santos gobernantes del Señor.

Cuando oramos por la liberación, Dios nos saca de muchas aguas. Hay ocasiones durante nuestro peregrinaje cuando un sinnúmero de problemas nos caen encima. El futuro parece ser lúgubre y sin alegrías.

Entonces clamamos al Señor. No nos rendimos ni cedemos a las voces que nos aconsejan tomar diversas acciones. Nosotros clamamos al Señor. Oramos hasta que Él viene. Cuando Jesús aparece Él nos saca de muchas aguas. Nos libera de todos nuestros temores. Nos libera de todas nuestras aflicciones (aunque quizá deje una o dos por algún tiempo para nuestro perfeccionamiento).

Debemos acordarnos de no medir la habilidad que tiene Dios para liberarnos con nuestra propia habilidad de lo que es posible y lo que no es posible. Dios creó el universo y Él hace Su voluntad tanto en el Cielo como en la tierra. Con Dios, todas las cosas son posibles. Si todos los mares del mundo fueran a cubrirnos, para Dios no sería ningún problema secarlos. Nosotros no tenemos que convocar a las fuerzas y a la sabiduría para contestar nuestras propias oraciones. Confiemos en Dios Todopoderoso.

Día Veinte

Me libró de mi enemigo poderoso, de aquellos que me odiaban y eran más fuertes que yo (Versículo diecisiete).

Aparentemente, muchos si no es que la mayoría de los Cristianos tienen un concepto muy pobre de la habilidad de su enemigo o de la intensidad del odio que él le tiene a cada uno de los Cristianos. Satanás conoce a todo Cristiano, a todo seguidor de Cristo, y se está dedicando a la destrucción de cada uno de ellos. El odio es personal y más depravado de lo que jamás pudiéramos concebir.

La batalla no es de poder sino de engaño. Cristo destruyó la autoridad de Satanás cuando murió en la cruz del Calvario. Satanás no tiene la autoridad de tocar a ningún creyente en Cristo. Somos libres para escoger servir a la rectitud si así lo deseamos.

Pero Satanás es el maestro del engaño. Él es demasiado astuto para nosotros. Con su sabiduría, Él nos aleja de la verdad que esta en Cristo y de esta manera logra que perdamos nuestra herencia.

Él es demasiado hábil para nosotros. Por esto el Señor Jesús nos aconsejó que oráramos continuamente para que Dios nos librara del maligno.

La época en que vivimos es un ejemplo excelente. A los Cristianos de las naciones ricas y educadas de nuestra época se les está enseñando estar al pendiente del Anticristo. Pero el espíritu del Anticristo ya los ha vencido. El testimonio de la Persona justa de Dios y de Su voluntad ya ha sido casi eliminado en Europa, en los Estados Unidos, y en Escandinavia. Los países que en otros tiempos habían sido centros de justicia y de actividad misionera ahora son los anfitriones de iglesias Cristianas sin justicia, sin santidad, sin poder, sin temor a Dios. El Anticristo, por la sabiduría de Satanás, ya los ha vencido-y ellos ni cuenta se han dado.

El Anticristo ha logrado esto por medio del amor que tiene el hombre hacia sí mismo. Se ha corrompido la doctrina Cristiana por el énfasis exagerado de la gracia; por la doctrina de la evacuación de los creyentes antes de la tribulación (lo cual ha sido muy aceptado porque las personas creen que Dios los ama demasiado como para permitirles sufrimiento); por el énfasis exagerado en el amor de Dios; por el uso de la música en las iglesias como sustitución a la obra del Espíritu Santo; por el énfasis en edificios bien decorados; por enseñarles a los creyentes que Dios quiere, por sobre todas las cosas, que ellos sean ricos y felices; por la sustitución del “pensamiento positivo” en lugar de la fe; por la enseñanza de que como Cristo ya está en nosotros entonces no hay necesidad para la oración continua y constante; por la corrupción del ministerio que ha producido dirigentes dados a la codicia, a la inmoralidad, y al agrandamiento propio. El Anticristo ya ha vencido a los santos, y ha logrado su victoria mediante la comodidad, el entretenimiento y la prosperidad material.

Mientras tanto, las naciones del mundo siguen a oscuras, esperando que llegue el día en que Dios y Cristo entren en la Iglesia y le den a toda la humanidad verdad, justicia y paz (Isaías 42:4).

Día Veintiuno

Hemos subestimado al enemigo. No nos hemos dado cuenta de que es demasiado astuto para nosotros. No hemos invocado desesperada y continuamente al Señor de los Ejércitos.

El Espíritu Santo que está en nosotros es más grande que el Anticristo y siempre nos permite vencer las mentiras del Anticristo. Pero como hemos caminado en la carne y no en el Espíritu el Anticristo ha podido vencer el testimonio.

Jesús nos advirtió cuidadosamente que si le pertenecemos a Él, el mundo nos odiará. No somos del mundo, por lo tanto, el mundo nos odia. Satanás es el dios de esta época y su odio hacia nosotros prevalece.

A través de los siglos, el odio de Satanás se ha expresado en la tortura y en la muerte de los santos. Pero estas persecuciones sólo han logrado purificar al Cuerpo de Cristo.

En los últimos días, Satanás continuará persiguiendo a los Judíos, una raza que él odia con furia salvaje porque ha sido escogida por el Señor.

Pero la estrategia de Satanás para la destrucción de los Cristianos es de un tipo diferente. Tratará de destruir a la Iglesia por medio de la prosperidad. Este es un golpe maestro. Está teniendo bastante éxito. La gente que oraría y buscaría a Dios cuando hay persecución está dispuesta, cuando no está siendo amenazada, a descuidar a Cristo para adquirir riquezas materiales.

La intención de Satanás es “amar” a la Iglesia hasta conducirla al Lago de Fuego. El Anticristo va a subsidiar a las iglesias Cristianas. Los creyentes no comprenden la importancia tan grande que es la separación total del mundo. Si el mundo “acepta a Cristo”, así es como debería de ser (piensan ellos). ¿Por qué no debe de ser amigable el gobierno hacia las iglesias de Cristo?

Después de todo ¿acaso no debe Israel de ser la “cabeza” en lugar de la “cola”?

Verdaderamente que Israel está destinada a ser la cabeza y no la cola. Pero no en riquezas materiales en la época actual. Nuestro reino no es de este mundo. Cuando el Señor aparezca, Israel será exaltada como el gobierno central de todas las naciones.

Día Veintidós

Cristo es el único Señor y Rey legítimo de todos los pueblos sobre la tierra. Él no le está pidiendo a las naciones de la tierra que apoyen a Sus iglesias. Él está más bien exigiendo que todas las naciones de la tierra se arrepientan y sean bautizados, reconociéndolo como el único Rey verdadero. A Jesús no le basta con que las naciones dejen en paz a las iglesias; Él exige que las personas de las naciones se conviertan en sus discípulos (Mateo 28:19).

No hay ninguna nación grande hoy en día que esté dispuesta a arrepentirse y aceptar la soberanía de Cristo. Una nación quizá esté dispuesta a otorgar libertad religiosa si sintiera que era lo que más le convenía hacer. Cristo no está buscando “libertad religiosa” para Sus iglesias. Él está exigiendo obediencia incondicional hacia Él de parte de todos los ciudadanos de todas las naciones de la tierra.

Siempre que nuestro “evangelio” aparente estar sirviendo para el bienestar del pueblo, el gobierno del Anticristo será amable con nosotros. Los dirigentes mundiales endosarán y apoyarán nuestros esfuerzos para alimentar y vestir a la humanidad.

Pero en el momento que anunciemos que Cristo exige que todas las personas de la tierra se arrodillen ante Él-en ese momento contemplaremos la furia del Infierno.

Dios le ha dado a Cristo las naciones de la tierra como Su (y nuestra) herencia. Satanás desea que las naciones de la tierra le sirvan a él. Será en el área de la soberanía, del gobierno, donde se llevará a cabo la batalla.

Siempre y cuando las iglesias hablen de huir al cielo, el Infierno no estará muy preocupado. Pero cuando mostremos nuestra resolución de que se haga la voluntad de Dios en la tierra como en el Cielo, entonces estamos desafiando los propósitos de Satanás para la tierra y para la humanidad. A Satanás le encantaría que Dios evacuara a los odiados santos para llevárselos al Cielo y mantenerlos ahí por toda la eternidad-¡cualquier cosa con tal de sacar a Cristo de la tierra!

El Reino, o el dominio, del Cielo está cerca. Ahora hemos llegado al conflicto de las épocas, a la batalla por el control de las multitudes del mundo. Cristo será el victorioso según el deseo de Dios Todopoderoso. Pero en estos días climáticos contemplaremos la furia de Satanás y la ira de Dios. Ningún ser humano podrá aguantar solo en la hora que se aproxima. Si no somos parte de Cristo seremos arrasados por el torbellino junto con los demás escombros. ¿Dónde estará entonces toda la vanagloria del hombre?

Día Veintitrés

En el día de mi desgracia me salieron al encuentro, pero mi apoyo fue el Señor (Versículo dieciocho).

Tarde o temprano el guerrero aprende esta lección. Nuestro enemigo espera hasta el día de nuestra desgracia para echársenos encima.

Vamos hacia adelante por un tiempo en nuestra vida Cristiana. Poco a poco se va carcomiendo nuestra consagración. Nos volvemos descuidados en la oración, en la lectura de las Escrituras, en reunirnos con los santos. Pequeños pecados y engaños empiezan a brotar en nuestra personalidad pero no los notamos. Nosotros “sentimos” como si Dios estuviera con nosotros y como si estuviera complacido de nuestra personalidad y de nuestro comportamiento. No parece haber ninguna prueba de que Él esté disgustado con nosotros. Y sin embargo, no estamos presentando nuestros cuerpos como sacrificio vivo. Nos estamos olvidando de que Dios espera que obedezcamos la Palabra ya sea que tengamos o no señales y direcciones Divinas de que debemos de hacerlo.

El enemigo se da cuenta de que nuestra vida espiritual se está debilitando, y aguarda el momento oportuno. Con gran cuidado, con sigilo y con astucia nos prepara una trampa.

Y de repente nos la tiende. La hora de nuestra calamidad ha llegado.

Esta es la hora de Satanás. Se nos echa encima. Ahora tenemos que luchar por conservar nuestra vida misma. Tratamos de sacudirnos como lo hizo Sansón. Pero nuestras fuerzas se han ido. Todas esas horas que hemos pasado recibiendo al mundo dentro de nuestra personalidad a través de la televisión y de otros medios, descuidándonos en la oración, abandonando el estudio de la Palabra de Dios, y olvidándonos de reunirnos con creyentes fervientes, nos ha dejado débiles e indefensos. Las aguas del mundo están adentro de nosotros y nos estamos hundiendo.

Si en esta hora crítica invocamos al Señor, Él nos ayudará. Pero es posible que suframos mucho en las manos del enemigo. Se nos hizo creer que nuestro medio ambiente era seguro. Si nuestros ojos espirituales hubieran estado abiertos hubiéramos visto las fuerzas tan terribles que azotaban a nuestro alrededor y que sólo gracias a la mano protectora de Dios es que no fuimos arrasados por ellas.

Después de una experiencia como esta aprendemos a caminar diligentemente con el Señor en todo momento. Le damos poca importancia al mundo y mantenemos el alma fuerte a través de la oración constante, de la meditación en la Palabra de Dios y de la comunión con creyentes fervientes. No basta con asistir a una iglesia grande, aún si es evangélica, donde no se nos ponen exigencias. Debemos de tener comunión constante con discípulos fervientes del Señor (si esto es posible). Debemos de exhortarnos los unos a los otros cada día si queremos evitar ser atrapados en una de las trampas de Satanás.

Día Veinticuatro

Me sacó a un amplio espacio; me libró porque se agradó de mí (Versículo diecinueve).

A veces, se van acumulando en el guerrero las presiones hasta que parece que está encerrado en una pequeña prisión. Se siente acorralado por las circunstancias. No se puede mover en ninguna dirección. Está afligido, cansado y es obligado a depender totalmente en el Señor. En estos momentos es difícil mantenerse firme en el Señor.

Debemos de seguir esperando pacientemente en el Señor y al mismo tiempo estar atentos en oración. Si hacemos esto llegara el día de la liberación. El Señor nos llevará a un lugar amplio. ¡Cuánto nos regocijaremos y alabaremos al Señor en esa hora porque las bendiciones del Señor nos enriquecen y Él no le añade ningún dolor! El Señor no le negará nada bueno a quien camine con rectitud.

Dios liberó a David de sus enemigos porque Él se deleitaba en David. A pesar de que David pecó en ocasiones, Dios lo consideró un hombre que siempre buscaba agradar al Señor. Dada la conducta de David, es posible que algunos de nosotros quizá no pensemos que David era un hombre que buscaba agradarnos en todo. Pero el estándar de Dios no siempre es nuestro estándar.

Cuando Abram tenía noventa y nueve años, el Señor se le apareció y le dijo:-Yo soy el Dios Todopoderoso. Vive en mi presencia y sé intachable. (Génesis 17:1-NVI)

El mandato de “ser intachable” es causa de tropiezo para muchos creyentes. El motivo de esto es que ellos tienen su propio estándar de perfección que no es el mismo estándar de Dios. Ellos saben que nunca podrán lograr sus propios estándares, así que se desesperan. Pero Dios no nos ha llamado para lograr nuestro propio estándar de perfección sino Su estándar de perfección.

Muchos de los héroes de la fe no tenían las personalidades que podríamos llamar intachables. De hecho, probablemente no nos hubiera gustado asociarnos con algunos de ellos. Pero el Señor se deleita en Su variedad de guerreros porque cumplen Su estándar.

Dios tiene un estándar único para cada uno de nosotros. Si nosotros, por la gracia del Señor Cristo Jesús, hacemos precisamente aquello que Dios nos pone por delante, entonces Él nos considerará intachables, perfectos. Él se deleitará en nosotros. Ya que se deleita en nosotros, Él nos liberará de todas nuestras aflicciones y de todos nuestros problemas.

Si damos el fruto que Dios ha dispuesto que demos y que nos está permitiendo dar, entonces Dios nos dará todo lo que le pidamos en el nombre de Jesús (Juan 15:16). En este caso, Dios no nos oye por ser inoportunos, o por nuestra insistencia en la oración, sino porque Él se deleita en nosotros. El guerrero lleva a cabo la voluntad de Dios en la tierra. Por lo tanto, Dios se complace en él y lo libera.

Día Veinticinco

El Señor me ha pagado conforme a mi justicia; me ha premiado conforme a la limpieza de mis manos (Versículo veinte).

Uno de los errores más grandes de la teología evangélica actual es la enseñanza que nosotros los Cristianos no cosechamos lo que sembramos. Siempre ha sido cierto y siempre será cierto que Dios nos premia de acuerdo a nuestra rectitud, de acuerdo a como Él ve la limpieza de nuestras manos.

Hablándole al candelabro de oro, a la iglesia Cristiana de Tiatira, Jesús le advierte: A los hijos de esa mujer los heriré de muerte. Así sabrán todas las iglesias que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y a cada uno de ustedes lo trataré de acuerdo con sus obras. (Apocalipsis 2:23-NVI)

Es difícil comprender como es que ha ocurrido esta perversión tan grande en la doctrina de Pablo sobre la gracia, sobretodo dada la devoción y a la habilidad de los eruditos Cristianos. Pero ha ocurrido y el resultado ha sido destructivo en cuanto al testimonio Cristiano se refiere.

¿De dónde sacamos el concepto que ser salvo por la gracia significa que Dios no se fija en nuestra conducta? ¿Habrá sido acaso por los argumentos de Pablo contra los Judaizantes, en donde Pablo explicaba que el hombre no puede salvarse observando la Ley de Moisés sino que debe de recibir la redención de Dios por medio de Cristo? ¿Acaso esta reacción en contra de los Judaizantes es la que ha sido estirada y jalada hasta lo máximo ha tal grado que hace aparecer a Pablo como si estuviera diciendo que los Cristianos Gentiles, a diferencia de los demás santos de la historia, pueden andar en pecado sin tener que pagar la penalidad?-¿Sin morir espiritualmente?

Aún el repaso más superficial de los escritos de Pablo revelaría, sin la menor duda, que Pablo enseñó que el creyente que continúe pecando después de haber recibido a Cristo acarrea sobre sí mismo el juicio de Dios y no puede heredar el Reino de Dios.

El guerrero Cristiano que tenga las manos sucias llevará la derrota a todo el ejército y el juicio sobre sí mismo, como le pasó a Acán. Nuestro enemigo vive en la injusticia, en la impureza y en la desobediencia a Dios. Cuando nos conducimos de una forma injusta, o impura, o desobediente y rebelde, ya nos hemos pasamos al lado del enemigo. Nos hemos rendido. Hemos sido derrotados.

El Reino de Dios es Dios en Cristo en los santos haciendo la voluntad de Dios. El propósito de la guerra Cristiana es llevar a cabo la voluntad de Dios en la tierra como en el Cielo. Cuando el santo desobedece las leyes del Reino de Dios, él cae bajo el juicio de Dios. La única oración que Dios escuchará en ese caso es la oración del arrepentimiento.

El Señor oyó la oración de David y lo liberó porque, ante los ojos de Dios, David tenía las manos limpias.

Día Veintiséis

Pues he andado en los caminos del Señor; no he cometido mal alguno ni me he apartado de mi Dios (Versículo veintiuno).

David fue un hombre justo. Abraham fue un hombre justo. Noé fue un hombre justo. Daniel fue un hombre justo.

Las Escrituras tienen esto que decir en cuanto a los padres de Juan el Bautista:

Ambos eran rectos e intachables delante de Dios; obedecían todos los mandamientos y preceptos del Señor (Lucas 1:6-NVI)

La fórmula evangélica de la salvación se basa en parte en el concepto de que ningún ser humano es justo y de que cualquier intento hacia la justicia es un esfuerzo vano. Este concepto está fundado en pasajes como los siguientes:

Pero todos se han descarriado, a una se han corrompido. No hay nadie que haga lo bueno; ¡no hay uno solo! (Salmo 14:3-NVI)
Todos somos como gente impura; todos nuestros actos de justicia son como trapos de inmundicia. Todos nos marchitamos como hojas: nuestras iniquidades nos arrastran como el viento. (Isaías 64:6-NVI)

Este es el problema de construir una doctrina tomando versículos de aquí y de allá. Si leyéramos Isaías 64:5, el versículo anterior al citado, nos daríamos cuenta que el Espíritu de Dios está presentando un contraste, como lo hace en tantos otros pasajes, entre los justos y los malvados:

Sales al encuentro de los que, alegres, practican la justicia y recuerdan tus caminos. Pero te enojas si persistimos en desviarnos de ellos. ¿Cómo podremos ser salvos? (Isaías 64:5-NVI)

Si tomamos juntamente los versículos cinco y seis, encontramos que el profeta está hablando del estado deplorable en el que se encontraba Israel en aquel entonces. El texto no dice que jamas haya existido persona justa sino que Dios sale al encuentro de los que con alegría practican la justicia. La idea es que Dios se ha alejado porque hemos pecado, no que no haya gente justa en el mundo.

En cuanto el Salmo 14:3, no tiene como intención hacernos creer que no existe tal cosa como una persona justa. Muchos pasajes de los Salmos presentan un contraste entre el justo y el malvado:

Porque el Señor cuida el camino de los justos, mas la senda de los malos lleva a la perdición. (Salmo 1:6-NVI)
Muchas son las angustias del justo, pero el Señor lo librará de todas ellas. (Salmo 34:19-NVI)

Pero ¿acaso no dijo Pablo que todos hemos pecado y que hemos quedado cortos de la Gloria de Dios? Claro que sí enfatizó este hecho.

¿A qué conclusión llegamos? ¿Acaso los judíos somos mejores? ¡De ninguna manera! Ya hemos demostrado que tanto los judíos como los gentiles están bajo el pecado. (Romanos 3:9-NVI)

Toda persona que nace sobre la tierra nace en un estado pecaminoso debido a la desobediencia de Adán y de Eva. Ningún individuo puede pelear exitosamente en contra de su naturaleza pecaminosa y salir vencedor. Dios ha perdonado nuestros pecados mediante la expiación de la sangre hecha por Jesús sobre la cruz del Calvario. Después, Dios nos ha impartido Su Naturaleza Divina para que podamos volver a nacer y por esa Naturaleza Divina poder vencer el pecado.

La Ley de Moisés no puede perdonarnos hasta este grado ni puede darnos la autoridad y el poder para volvernos una creación nueva y justa.

Pero también es cierto que numerosas personas sobre la tierra han vivido vidas justas en cuanto a su habilidad y a las circunstancias que prevalecían. Dios honra estos intentos de hacer lo que es correcto. Este hecho no invalida el argumento de Pablo en contra de los Judaizantes.

Sino que en toda nación él ve con agrado a los que le temen y actúan con justicia. (Hechos 10:35-NVI)

Día Veintisiete

En nuestro fervor y en nuestra prisa por crear una teología evangélica que logre “salvar a la gente”, hemos metido a la fuerza unos cuantos versículos de las Escrituras dentro de un molde sencillo. Aprendemos donde se encuentran y luego se los mostramos a los que no son Cristianos.

Por lo menos un problema, y bastante grande, ha surgido de este enfoque simplista. En nuestro esfuerzo por probar que las obras del hombre son inútiles y que sólo Cristo es digno, hemos exagerado nuestro caso. Hemos dejado a la gente con la impresión de que es inútil intentar de llevar una vida santa y de que no podemos volvernos merecedores del Reino de Dios. Ninguna de estas dos ideas pueden pasar por la prueba de las Escrituras. Como Cristianos, se nos exige vivir una vida santa y debemos ser encontrados merecedores del Reino de Dios (Gálatas 5:19-21; 2 de Tesalonicenses 1:5; 1 de Pedro 4:18).

En el Capítulo Siete del Libro de Romanos, Pablo lamenta el hecho de que el bien que deseamos hacer no lo hacemos y lo que no deseamos hacer lo seguimos haciendo. Esto no significa que sea un caso perdido intentar vencer el pecado. Más bien significa que el hombre tiene una naturaleza básicamente rebelde que rehúsa conformarse a la Ley de Moisés.

Pablo dice más adelante en el Capítulo Ocho del Libro de Romanos que el Cristiano no debe de continuar en el pecado. Si por medio del Espíritu damos muerte a los malos hábitos del cuerpo entraremos a la vida eterna y nos prepararemos para la primera resurrección. Si no escogemos vencer por medio del Espíritu la lujuria de nuestro cuerpo animal, entonces matamos nuestra propia resurrección hacia la vida eterna.

Nosotros los Evangélicos no hemos seguido un camino recto en la Palabra de la verdad. No hemos predicado el propósito total de Dios. El resultado de esto es que las iglesias del Señor han perdido su testimonio de santidad y de poder.

¡Uno no puede apartarse de las Escrituras para luego prosperar!

El Señor Cristo Jesús es la única Persona que vive en la justicia pura de Dios. En comparación con Él, todos nosotros estamos perdidos en nuestros pecados y en nuestro egoísmo.

Sin embargo, Dios espera que hagamos lo que podamos. El Espíritu de Cristo en David, refiriéndose a la conducta de David, dijo:: “Pues he andado en los caminos del Señor; no he cometido mal alguno ni me he apartado de mi Dios.” (Salmo 18:21). David siguió en el conocimiento que él tenía sobre el Señor y prosperó. Dios lo describió como a un hombre que buscaba siempre agradar a Dios. Cualquiera de nosotros se alegraría si Dios dijera esto de nosotros.

Bajo el pacto nuevo se nos ha dado gracia que no estaba disponible para el Rey David. ¡Cuánto más debemos caminar ante Dios en justicia, santidad, y obediencia! ¿Es acaso Dios un capataz tan imposible de complacer que no importa cuánto nos esforcemos no podemos complacerlo? Para nada. Sus mandamientos no son dolorosos.

¿Vino Cristo para hacernos ver nuestra condición deplorable? ¡No! Esa fue la función de la Ley de Moisés. Cristo vino para liberarnos de las obras de Satanás.

La fórmula evangélica está haciendo que la gente llame a Jesús “Señor” pero no a que haga lo que Él dice. Razonan que sólo Él es digno. Sólo Él es justo. Todos nosotros estamos condenados a ser pecadores y a no ser merecedores. Así que ¿para qué intentarlo?

Ningún boxeador se subiría a un cuadrilátero si supiera que su derrota era certera. Ningún corredor agotaría cada uno de sus nervios en una carrera si supiera que era imposible que él ganara.

Una teología como esta producirá una iglesia derrotada, una iglesia que espera vivir victoriosamente en el Cielo ya que ha sido destinada al fracaso en la tierra, aunque no haya ninguna Escritura que apoye esto.

Los guerreros de Cristo comprenden todos los propósitos de Dios. Se dan cuenta de que sólo por medio del Señor Jesús podemos recibir el perdón por nuestros pecados y la habilidad para servir a Dios. Ellos saben que aparte del Señor Jesús no podemos hacer nada pero por medio del Señor Cristo Jesús podemos lograr aquí y ahora la victoria sobre el pecado. Por medio de Cristo podemos hacer la voluntad de Dios en la tierra como en el Cielo. Por medio de Cristo podemos conducirnos rectamente, podemos ser considerados merecedores del Reino del Cielo. Podemos guardar los caminos del Señor y no apartarnos malamente de nuestro Dios.

Que así lo proclamen los redimidos del Señor, a quienes Él ha redimido de la mano del enemigo.

Día Veintiocho

Presentes tengo todas sus sentencias; no me he alejado de sus decretos (Versículo veintidós).

Observa la declaración de David en cuanto a su conducta justa. David no se está vanagloriándose. David está declarando su intención de agradar al Señor. Se está poniendo del lado del Señor. Cada vez que un santo toma su posición, que hace esta resolución, inspira a otros a hacer lo mismo. Deberíamos de tener más testimonios como este en las iglesias Cristianas.

En muchos casos, los creyentes de hoy en día están esperando que el Señor los santifique, que Él haga todo el trabajo. Debido al ministerio de liberación que el Señor ha dado en nuestro tiempo, algunos de los creyentes están intentando obtener la santidad sin ningún esfuerzo de su parte.

Ellos quieren acercarse al altar y que el ministro eche fuera su naturaleza malvada.

Los ministerios de liberación ocupan un lugar importante en el Cuerpo de Cristo. Pero uno de los factores esenciales de la vida Cristiana victoriosa es la voluntad del creyente. Nosotros tenemos que escoger servir al Señor. Debemos forzarnos por hacer la voluntad del Señor. Debemos de usar hasta lo último de las fuerzas que el Señor nos da para resistir al diablo y para servir a Dios pacientemente.

Debemos de vestirnos con el Señor Cristo Jesús. No debemos de hacer ninguna provisión para que nuestra carne logre sus lujurias. Debemos de tomar la decisión de hacer lo que es correcto en el Reino de Dios. El ministro de liberación no puede lograr esta parte de la santificación por nosotros.

La clave de la santificación, de obedecer los juicios y los estatutos del Señor, se presenta en el sexto capítulo del Libro de Romanos. Debemos rehusarnos a que el pecado reine en nuestro cuerpo. Debemos de utilizar los miembros de nuestro cuerpo únicamente como instrumentos de justicia para Dios.

Por lo tanto, no permitan ustedes que el pecado reine en su cuerpo mortal, ni obedezcan a sus malos deseos. No ofrezcan los miembros de su cuerpo al pecado como instrumentos de injusticia; al contrario, ofrézcanse más bien a Dios como quienes han vuelto de la muerte a la vida, presentando los miembros de su cuerpo como instrumentos de justicia. (Romanos 6:12,13-NVI)

Los que no son salvos no pueden escoger servir a la justicia porque están atados al pecado. Nosotros los Cristianos podemos resistir al pecado y obedecer a la justicia porque hemos vuelto a nacer; porque el Espíritu Santo de Dios está morando en nosotros y nos da el poder y la sabiduría que necesitamos para lograr la victoria sobre el pecado.

Durante la lucha contra el pecado es cuando la personalidad dominante es creada en nosotros.

Día Veintinueve

He sido íntegro con él y me he abstenido de pecar (Versículo veintitrés).

Si David, que estaba bajo el antiguo pacto, pudo abstenerse de pecar, ¡cuánto más nosotros estamos obligados a hacer lo mismo!

Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir conforme a la naturaleza pecaminosa. (Romanos 8:12-NVI)
Así que les digo: Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa. (Gálatas 5:16-NVI)
Vuelvan a su sano juicio, como conviene, y dejen de pecar. En efecto, hay algunos de ustedes que no tienen conocimiento de Dios: para vergüenza de ustedes lo digo. (1 Corintios 15:34-NVI)

Decir que los miembros del Cuerpo de Cristo pueden ser obligados a pecar es disminuir grandemente el prestigio espiritual del Señor Jesús. ¿Acaso Satanás es tan grande que puede vencer al Cristo de Dios?

La razón por la que los creyentes pecan es porque escogen hacerlo. Pero el creyente que sigue al Espíritu de Dios obtendrá la victoria sobre el pecado. Cristo vino para romper el yugo de Satanás. Él hará eso para cada persona que lo siga con fe y con obediencia. No logramos la victoria sobre el pecado instantáneamente, pero poco a poco sí logramos la victoria total. Cristo nos está guiando hacia la victoria total. La plenitud de la herencia es para los conquistadores.

Los guerreros del Señor logran la victoria sobre el acusador. Lo logran por medio de la sangre del Cordero, por el mensaje del cual dieron testimonio, y por menospreciar su vida hasta la muerte. ¡Ellos sí logran la victoria!

El concepto de ser merecedores necesita ser predicado más. Las Escrituras son un registro de hombres y mujeres que encuentran favor ante Dios, y de Dios liberándolos y bendiciéndolos debido a Su amor por ellos. Dios nos premia según como Él vea nuestra justicia y santidad. Esto es lo que las Escrituras enseñan pero ha sido ignorado debido al énfasis exagerado que se le ha dado al papel que tiene la “gracia” en la redención.

Sabemos que Dios se encontrará con el hombre únicamente en la cruz. Nosotros no podemos sustituir con nuestro propio programa de salvación el lugar que le corresponde al Cordero que Dios ha provisto.

Pero concluir de esto que es imposible que un creyente se muestre merecedor de su llamado no es bíblico. Muchas veces Pablo nos exhortó y nos amonestó para que nos condujéramos de una manera digna de nuestra vocación como santos. De no hacerlo estamos incurriendo en el desagrado del Señor Quien nos ha llamado a la justicia, a la santidad y a la obediencia.

Por eso yo, que estoy preso por la causa del Señor, les ruego que vivan de una manera digna del llamamiento que han recibido, (Efesios 4:1—NVI)
Todo esto prueba que el juicio de Dios es justo, y por tanto el los considera dignos de su reino, por el cual están sufriendo. (2 Tesalonicenses 1:5—NVI)

Día Treinta

Los eventos que se suscitaron antes y después de la liberación de Lot de la ciudad Sodoma revelan el amor de Dios por el justo de Abraham y el punto hasta el que llegó Dios por Su amigo y siervo. Dios nunca cambia ni tampoco cambia su forma de ser con Sus hijos. Bajo el pacto nuevo hemos recibido más gracia por la cual podemos agradar a Dios, y podemos mostrarnos dignos de Su protección y de Su bendición.

Dios contesta las oraciones de aquellos que hacen Su voluntad.

Y recibimos todo lo que le pedimos porque obedecemos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. (1 Juan 3:22-NVI)
Cuando nos habló de los peligros y terrores horrorosos que acecharán la tierra inmediatamente antes de Su aparición, el Señor Jesús le advirtió a los elegidos “Estén siempre vigilantes, y oren para que puedan escapar de todo lo que está por suceder, y presentarse delante del Hijo del hombre.” (Lucas 21:36-NVI)

David habló sobre ser recompensado de acuerdo a su justicia, de ser salvado de sus enemigos porque sus manos estaban limpias ante los ojos de Dios.

Esto es precisamente lo que Jesús nos está diciendo en Lucas 21:36. Estén alertas y siempre oren para que puedan ser dignos ante los ojos de Dios de escapar la maldad de los últimos días y para quedar triunfantes delante del Señor Jesús, oyéndole decir “Bien hecho, siervo bueno y fiel.”

Únicamente Dios tiene el poder de guardarnos del engaño. Sólo Dios puede guardarnos de ser derrotados espiritualmente cuando la espada de guerra ronde sobre nosotros; cuando se nos acerquen las llamas de la persecución; cuando seamos llevados al cautiverio por causa del Evangelio; cuando seamos despojados de nuestros bienes.

Ya sea o no que seamos encarcelados, torturados, o martirizados por causa del Evangelio, lo importante es cómo sobrevivimos espiritualmente. Nuestro único temor es no permanecer fiel al Señor. Lo peor que el enemigo puede hacer es matarnos, lo cual nos mandaría al Paraíso de Dios.

Debemos de seguir sirviendo al Señor y confiar en Él ya sea que estemos viviendo en la tierra de la comodidad o que estemos siendo perseguidos por causa de Cristo. Entonces nos pararemos triunfantes ante el Señor junto con todos Sus demás héroes de la fe. Dios ha prometido estar con nosotros y ayudarnos en el día de la dificultad si ponemos nuestro amor en Él.

Día Treinta y uno

Sólo Dios nos puede proteger para que no seamos tocados por la calamidad, como en el Salmo Noventa y uno.

Pero Dios ofrecerá esa protección y fuerza únicamente a quienes Él cree merecedores de tal intervención-aquellos que sean dignos ante Él.

Todas las Escrituras señalan el hecho de que Dios oye las oraciones de los santos y los libera porque son agradables ante Él. Se le ha dado demasiado énfasis a la doctrina de la salvación “únicamente por la gracia” hasta el punto de que se ha ignorado grandemente el concepto bíblico tan importante de que la salvación se logra agradando a Dios. Al escuchar los sermones de hoy en día uno llega a pensar que no importa si tratamos o no de agradar al Señor.

Si por nuestra conducta le agradamos a nuestro Padre, Él se asegurará de velar por nosotros cuando nos amenace el peligro. Él contestará nuestras oraciones porque estamos haciendo lo que es agradable ante Él. Es importante que todo Cristiano comprenda esto, y que vele y ore para que Dios lo encuentre a él y a su hogar dignos de salvación cuando caigan sobre el mundo las plagas de los últimos días.

Dios amará y habitará en quienes guarden los mandamientos de Cristo.

Le contestó Jesús:-El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra vivienda en él. (Juan 14:23-NVI)

Si el plan de Dios para el creyente funciona mejor siendo encarcelado y matado, entonces el Señor estará con Su santo y le dará paz y victoria.

El guerrero comprende que si hace la voluntad de Dios se le dará de comer del maná escondido. Será sustentado por el Señor. Será protegido del enemigo. Permanecerá por siempre, como el Monte Sión. Pero esto no será para aquellos que, profesando ser creyentes de Cristo, lleven una vida espiritual descuidada y que poco les importe las cosas del Reino de Dios.

El guerrero de Cristo no confía en sí mismo sino en Dios que resucita a los muertos. Cuando el enemigo acecha, él invoca sin cesar y con toda determinación el nombre del Señor. Entonces el Dios del Cielo y de la tierra inclina los Cielos y desciende para socorrer a su siervo que confía en Él, y que guarda todos Sus mandamientos. Dios lo libra de todas sus dificultades.

Yo lo libraré, porque él se acoge a mí: lo protegeré, porque reconoce mi nombre. Él me invocará, y yo le responderé: estaré con él en momentos de angustia; lo libraré y lo llenaré de honores. Lo colmare con muchos anos de vida y le haré gozar de mi salvación. (Salmo 91:14-16-NVI)

(“La Oración Del Guerrero”, 4123-1)

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