LO QUE SATANAS MAS TEME
Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional
Traducción de Carmen Alvarez
Lo que Satanás más teme es el testimonio de dos testigos—el del elefante y el del ratón. Durante la mayoría de los dos mil años de la Era de la Iglesia se ha experimentado el testimonio de uno de los testigos—el del ratón. Durante el cierre de la Era, el testimonio caerá sobre dos testigos—sobre el elefante y el ratón.
Contenido
Introducción
Dar Testimonio Verdadero
Dos Testigos
El Señor Jesús y El Padre Son Nuestro Ejemplo
Cultivando la Presencia del Señor
Conclusión
LO QUE SATANÁS MÁS TEME
Introducción
En la ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Uno de mis testigos soy yo mismo, y el Padre que me envió también da testimonio de mí. (Juan 8:17, 18—NVI)
Pero si no, lleva contigo a uno o dos más, para que “todo el asunto se resuelva mediante el testimonio de dos o tres testigos”. (Mateo 18:16—NVI)
Escribe al ángel de la iglesia de Laodicea: Esto dice el Amén, el testigo fiel y veraz, el soberano de la creación de Dios. (Apocalipsis 3:14—NVI)
“El testigo fiel y veraz.”
Había una vez, según se cuenta, un enorme elefante que trabajaba para una compañía maderera. Aunque por lo general a los elefantes no les gustan los ratones, este elefante estaba muy solitario y le pidió a un ratoncito que lo acompañara y le ayudara con su trabajo.
Un día, al elefante y al ratón se les asignó jalar hasta el río un gigantesco árbol para que pudieran mandarlo flotando hasta el aserradero. El elefante y el ratón se pusieron sus arneses y comenzaron a jalar con todas sus fuerzas. Lentamente el gran árbol comenzó a moverse hacia el río.
Cuando llegaron ahí el ratón se limpió el sudor de la frente y exclamó: “Fue un trabajo difícil pero logramos hacerlo”.
Cuando terminó el día, el elefante y el ratón cruzaron por un puente que colgaba sobre un abismo para llegar al cuartel donde dormirían por la noche. Después de que llegaron del otro lado, el ratón miró para atrás y vio que el puente se movía de un lado a otro debido al peso de los dos animales que acababan de atravesarlo. El ratón dijo, “¡Mira cómo sacudimos el puente!”
¿Crees que es ridículo?
Pero esta, frecuentemente, ha sido la actitud de las iglesias Cristianas.
Durante los últimos dos mil años, en muchos casos, las iglesias no se han dado cuenta de que el Elefante es el que hace el trabajo. Muchas veces ellas han tratado de jalar el tronco sin el Elefante, suponiendo que la obra del Reino se efectúa gracias a sus propios planes, programas, dinero y talentos.
Ellos han sido como un sólo testigo. A veces, el otro Testigo ha estado presente, a veces no.
Cuando estén por concluir los días de la Era de la Iglesia, habrá dos testigos. Esto es lo que Satanás más teme—que los Cristianos dejen a un lado sus propios planes y programas y busquen la Presencia del Señor. Satanás permitirá cualquier tipo de actividad religiosa (aunque los esfuerzos de los Cristianos quizá le causen irritación). Pero él teme mortalmente que los creyentes dejen sus propias obras y le permitan al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo que hagan la obra del Reino en su ministerio, en ser un testigo veraz de Dios, en su crecimiento personal en Cristo—en todo lo que son y hacen.
Dar Testimonio Verdadero
Dios necesita testigos hoy. Existe abundante ministerio pero poco testimonio de Dios. El propósito del ministerio es instruir y sanar personas para ayudarles a encontrar a Cristo y que luego vivan en Él. El propósito del testigo, por el otro lado, es presentar claramente la Persona de Dios, Su plan de salvación, Su santidad, Sus exigencias para las personas, y la naturaleza del Reino que Él está a punto de instalar sobre la tierra.
Los dones del ministerios son dados por el Espíritu Santo y aumentan la efectividad del creyente conforme él o ella opera los dones que le han sido dados.
Sin embargo, se requiere de un periodo de tiempo, mucho dolor, muchas pruebas y prisiones, e instrucción interminable para formar un verdadero testigo de Dios.
Ustedes son mis testigos—afirma el Señor –, son mis siervos escogidos, para que me conozcan y crean en mí, y entiendan que Yo soy. Antes de mí no hubo ningún otro dios, ni habrá ninguno después de mí. (Isaías 43:10—NVI)
Antes de poder llegar a ser testigos, el individuo debe llegar a conocer a Cristo, debe escuchar Su voz y ver Su santidad y majestuosidad.
Ahora, ponte en pie y escúchame. Me he aparecido a ti con el fin de designarte siervo y testigo de lo que has visto de mí y de lo que te voy a revelar. (Hechos 26:16—NVI)
Durante el transcurso del siglo pasado, han habido muchos excelentes ministerios, pero frecuentemente se ha dado un testimonio falso de Dios y Cristo. Dios ha sido presentado como un tierno viejo caballeroso quien continuamente perdona y bendice a las personas que presenten o no su cuerpo a Él como sacrificio vivo, entierren o no su moneda de oro. Su ira consumidora, Su exigencia por conducta justa y santa por parte de quienes vayan a tener comunión con Él y Su actitud hacia los miembros de las iglesias que no son diligentes en su búsqueda del Señor no están siendo presentados claramente.
Debido al gran amor que Dios le tiene a las personas, y debido a que ni las iglesias ni el mundo están preparados para el poder, la furia y la destrucción que acompañará la instalación del Reino de Dios sobre la tierra, Dios le dará poder a dos testigos para que toda la gente pueda ver y comprender lo que pasará en el futuro cercano.
Dos Testigos
Por mi parte, yo encargaré a mis dos testigos que, vestidos de luto, profeticen durante mil doscientos sesenta días. (Apocalipsis 11:3—NVI)
Durante la Era de la Iglesia, el testimonio que se refiere a la venida del Reino de Dios frecuentemente ha sido dado por “un sólo testigo”. Creyentes bien intencionados han salido a salvar almas, a construir iglesias, a operar escuelas Cristianas y a construir denominaciones. Los trabajadores Cristianos siempre han buscado que el Señor bendiga sus esfuerzos pero a menudo han operado ciegamente, es decir, la obra no ha sido iniciada por el Señor ni ha sido conducida estando constantemente conscientes de Su Presencia y voluntad.
A veces el ministerio sigue adelante por algún ímpetu. Dios le da una carga a alguien o a un grupo de personas para que hagan algo. Después de que la obra ha sido cumplida los trabajadores continúan planeando y operando una continuidad o engrandecimiento de la comisión original, asumiendo que esto es lo que Dios desea.
Después de algún tiempo, quizá se adquiera un fuerte compromiso económico y ciertamente considerable envolvimiento del ego. El prestigio y los salarios están en juego. Aquello que fue puesto en movimiento rueda y rueda por cientos de años hasta que las instituciones y los edificios son poco más que sepulcros llenos de reliquias.
El segundo Testigo, el Elefante, el Señor Jesucristo, hace mucho tiempo que se fue. La denominación se ha convertido en un negocio y sus líderes son oficiales ejecutivos. Su meta es aumentar miembros a sus rangos, persuadiéndolos para que adopten las creencias de la institución. La frescura de la Presencia del Señor está ausente. “Icabod” (sin gloria) está escrito sobre la corporación.
El ímpetu también puede ocurrir en nuestra vida personal. Es bueno que cada creyente (y cada denominación) haga una pausa y espere para ver si el segundo Testigo todavía está con nosotros, para permitirle que proporcione una guía nueva—quizá hasta para hacernos a un lado para descansar por algún tiempo. En este caso no le estamos pidiendo al Señor que bendiga lo que estamos haciendo sino que estamos tratando de saber ¡lo que Él está haciendo! De otra manera, sólo habrá un testigo, el ratón; y aunque puede haber mucha actividad (el ratón corriendo alrededor del tronco), realmente no está sucediendo nada de valor eterno en el Reino de Dios.
La razón por la que instituciones Cristianas han torturado y asesinado a “herejes”, por la que se han involucrado en la política, y por la que se han peleado unos contra otros, buscando por su ambición y envidia exceder a otros grupos Cristianos, es porque no han conducido su negocio en la Presencia del Señor sino en su propio celo carnal.
¡El Señor no pelea contra Sí mismo!
No será así en los días antes de la venida del Reino. Dios le dará poder a dos testigos quienes presentarán a las iglesias, así como a toda nación sobre la tierra, un verdadero testimonio de la Persona y voluntad de Dios. Después de que el testimonio se haya dado, Dios le permitirá al Anticristo que venza el testimonio para que la Esposa del Cordero por medio del sufrimiento pueda alistarse para el Novio, así el pecado y la maldad podrán llegar a la madurez en preparación para el juicio Divino.
La descripción simbólica, en el Apocalipsis, Capítulo Once, del testigo de los últimos tiempos como dos candelabros y dos olivos se toma del cuarto capítulo del Libro de Zacarías.
Y me preguntó: ¿Qué es lo que ves? Yo le respondí: Veo un candelabro de oro macizo, con un recipiente en la parte superior. Encima del candelabro hay siete lámparas, con siete tubos para las mismas. Hay también junto a él dos olivos, uno a la derecha del recipiente, y el otro a la izquierda. (Zacarías 4:2,3—NVI)
La razón por la que un candelabro se presenta en Zacarías y dos en Apocalipsis es que el segundo candelabro, la Iglesia Cristiana, no había sido creada en la época de Zacarías.
Los candelabros de las Escrituras siempre son de oro macizo, representando a Cristo. En las Escrituras, sólo Cristo y las iglesias Cristianas se muestran como candelabros. Las iglesias son candelabros de oro porque Cristo ha nacido en ellas. La razón por la que la Iglesia se muestra como un sólo candelabro en el onceavo capítulo de Apocalipsis, en lugar de siete como en Apocalipsis, Capítulo Dos, es porque será la iglesia dentro de la iglesia la que dará testimonio con Cristo. La única y verdadera Iglesia dentro de las siete iglesias consiste en los que salgan vencedores, en los santos victoriosos—aquellos que realmente siguen al Señor Jesús y que no son descuidados con las cosas del Señor.
Los dos olivos que fluyen hacia el candelabro de Zacarías nos dan a entender que el Señor Jesucristo posee el Espíritu de Dios sin medida. El Sumo Sacerdote no tenía que llenar las copas de aceite cada veinticuatro horas porque el candelabro estaba recibiendo el aceite directamente del olivo.
Los dos olivos del onceavo capítulo del Libro de Apocalipsis representan el remanente guerrero de santos que dará testimonio junto con el Señor Jesús del Reino de Dios y que tendrá una doble porción del Espíritu de Dios (la unción de Eliseo) para poder efectuar las obras de poder necesarias para abrir las puertas y captar la atención de las naciones de la tierra.
Los dos testigos se vestirán de luto. Los espectáculos sofisticados de líderes eclesiásticos con sus trajes costosos y automóviles lujosos ya no existirán. El testimonio de los últimos días será dado por gente común y corriente que ha sido mostrada durante muchos años que la gloria le pertenece sólo a Dios.
Ya no existirá que se le dé gloria a las personas en lugar de a Dios, como sucede tan frecuentemente en nuestros días. El segundo testigo, el santo fiel y veraz, siempre guiará con veracidad y fidelidad hacia el Señor Jesús en lugar de hacia sí mismo. Los ministerios de hoy en día frecuentemente dicen estar dándole la gloria al Señor Jesús, pero las circunstancias de sus ministerios indican lo contrario.
Los testigos de los últimos días estarán tan cercanos al Señor Jesús, tan llenos de Su Presencia, que mostrarán Su gloria naturalmente y hasta inconscientemente—porque ellos realmente estarán buscando Su gloria.
El ratón comprenderá que es un ratón y que el Elefante es el que está jalando el tronco y sacudiendo el puente.
El Señor Jesús y El Padre Son Nuestro Ejemplo
En la ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Uno de mis testigos soy yo mismo, y el Padre que me envió también da testimonio de mí. (Juan 8:17, 18—NVI)
Una examinada a la relación del Señor Jesús con el Padre en Personalidad y en obra nos ayudará a comprender lo que el Señor espera de Sus santos testigos durante el testimonio que se dará en los últimos días de la Era de la Iglesia.
El Señor Jesús nunca intentó hacer la obra de Dios por Sí mismo. Él nunca estuvo solo.
Y si lo hago, mis juicios son válidos porque no los emito por mi cuenta sino en unión con el Padre que me envió. (Juan 8:16—NVI)
“No los emito por mi cuenta.”
¡Qué maravilloso es saber que no estamos solos sino que la Presencia del Señor Jesús está con nosotros!
¿Acaso no crees que yo estoy en el Padre, y que el Padre está en mí? Las palabras que yo les comunico, no las hablo como cosa mía, sino que es el Padre, que está en mí, el que realiza sus obras. (Juan 14:10—NVI)
El Padre también hablará por medio de nosotros.
Porque no serán ustedes los que hablen, sino que el Espíritu de su Padre hablará por medio de ustedes. (Mateo 10:20—NVI)
En otras ocasiones el Señor nos hizo notar que el Padre estaba trabajando con Él—que Él hacía lo que Él veía que el Padre estaba haciendo. El Padre trabajaba entonces Él trabajaba.
Entonces Jesús afirmó: –Ciertamente les aseguro que el hijo no puede hacer nada por su propia cuenta, sino solamente lo que ve que su padre hace, porque cualquier cosa que hace el padre, la hace también el hijo. Pues el padre ama al hijo y le muestra todo lo que hace, Sí, y aun cosas más grandes que éstas le mostrará, que los dejará a ustedes asombrados. (Juan 5:19, 20—NVI)
¿Puedes ver en los versículos anteriores que el Señor no está poniendo énfasis en el Padre que está trabajando en Él, como si el Padre estuviera actuando en Jesús, sino que pone énfasis en que Jesús busca al Padre y luego hace lo que Él ve que el Padre está haciendo?
Nosotros también no debemos esperar que Jesús haga todo en nosotros sino que debemos mirar hacia Jesús para ver lo que Él está haciendo para que luego nosotros hagamos lo mismo.
Observa también lo siguiente:
Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió, y yo lo resucitaré en el día final. (Juan 6:44—NVI)
El versículo anterior nos revela que el Padre trabajaba con Jesús, habilitando las circunstancias en cooperación con lo que Jesús estaba haciendo. Jesús no está solo sino que el Padre está trabajando con Él.
El que me envió está conmigo; no me ha dejado solo, porque siempre hago lo que le agrada. (Juan 8:29—NVI)
“El que me envió está conmigo.”
Podemos notar que el Padre estaba tanto en el Señor Jesús como con Él.
Además se debe hacer notar claramente que cuando el Señor Jesús oraba, Él siempre oraba al Padre en el Cielo, no al Padre que moraba en Él.
Entonces quitaron la piedra. Jesús, alzando la vista, dijo: –Padre, te doy gracias porque me has escuchado. (Juan 11:41—NVI)
Después de que Jesús dijo esto, dirigió la mirada al cielo y oró así: Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. (Juan 17:1—NVI)
El Señor Jesús dirigió la mirada a Su Padre en el Cielo.
El Señor Jesús vino del Padre y regresó al Padre.
Ya no voy a estar por más tiempo en el mundo, pero ellos están todavía en el mundo, y yo vuelvo a ti. (Juan 17:11—NVI)
El Padre vive en el Señor Jesús y el Señor Jesús vive por la Vida del Padre.
Así como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, también el que come de mí, vivirá por mí. (Juan 6:57—NVI)
El Padre trabajaba con el Señor y el Señor hizo lo que Él vio que el Padre hacía.
Pero el Señor Jesús siempre oró al Padre en el Cielo.
Nunca debemos cometer el error de orar a Cristo adentro de nosotros ni pensar que porque Cristo está en nosotros que podemos hacer obras maravillosas. Este error se está cometiendo hoy en día en algunos casos.
Jesús vive en el Padre y el Padre en Él. Jesús siempre hace lo que Él ve que el Padre está haciendo y obedece cada orden del Padre. Jesús está sentado a la derecha de Dios en el Cielo.
Las tres relaciones, en, con, y en el Cielo, trabajan juntos. Cada uno tiene su papel necesario en la Vida y el Ministerio de Jesús de Nazaret.
Lo mismo es cierto de nosotros.
El Señor Jesús está siendo formado en nosotros y Jesús y el Padre habitan en nosotros. Nosotros vivimos por la Vida de Jesús.
Queridos hijos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes. (Gálatas 4:19—NVI)
Los creyentes de Galacia habían sido salvos y llenos con el Espíritu. Ahora debían aferrarse a su confianza hasta que Cristo fuera formado en ellos.
Así como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, también el que come de mí, vivirá por mí. (Juan 6:57—NVI)
Nosotros debemos vivir conscientemente por la Vida del Señor Jesús así como Él vive conscientemente por la Vida del Padre. Debemos buscar a Jesús en cada momento para recibir la fortaleza y sabiduría para hacer lo que se nos presente.
Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo. (Apocalipsis 3:20—NVI)
Cuando abrimos la puerta de nuestra personalidad, Jesús entra en nosotros y cenamos juntos. Tomamos de Su cuerpo y Su sangre, ya que estos son nuestra vida y nuestra luz.
Le contestó Jesús: –El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra vivienda en él. (Juan 14:23—NVI)
El mayor logro de nuestra redención es cuando nos volvemos la vivienda eterna del Padre y del Hijo.
Entonces, podemos ver que Cristo se forma en nosotros y que mora en nosotros y que vivimos por Él así como Él vive por el Padre. Este es el Reino de Dios interior (existe un Reino exterior) y debemos vivir siempre consciente de él.
Luego podemos ver que el Señor Jesús trabaja con nosotros.
Enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo. (Mateo 28:20—NVI)
Los discípulos salieron y predicaron por todas partes, y el Señor los ayudaba en la obra y confirmaba su palabra con las señales que la acompañaban. (Marcos 16:20—NVI)
Podemos comprender por los versículos anteriores que el Señor está con nosotros conforme salimos a predicar el Evangelio del Reino. Sin embargo, esto es verdad siempre y cuando estemos buscando al Señor y haciendo Su voluntad. Siempre debemos tener encuentros con Él, no sólo intentar ciegamente cumplir con la Gran Comisión en nuestra propia sabiduría y fuerza.
En cuanto a la oración, siempre debemos orar al Padre en el Cielo o a Jesús en el Cielo, no al Jesús que está adentro de nosotros. Poner mucho énfasis en “Dios” que está en nosotros es la marca del religioso falso, del Profeta Falso.
Ustedes deben orar así: Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre. (Mateo 6:9—NVI)
Mientras lo apedreaban, Esteban oraba. –Señor Jesús –decía–, recibe mi espíritu. (Hechos 7:56—NVI)
Observa que Esteban (antes mencionado) no estaba buscando adentro de sí mismo la fortaleza para soportar el martirio sino que estaba clamando al Señor Jesús en el Cielo.
–¡Veo el cielo abierto—exclamó –, y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios! (Hechos 7:56—NVI)
Siempre debemos orar y buscar a nuestro Señor en el Cielo, no a “Dios” que está en nosotros.
Si queremos dar un testimonio fiel y veraz del Señor Jesús debemos atender la formación de Cristo adentro de nosotros. Debemos obedecer los mandamientos de Cristo para que Dios nos ame y para que Dios y Cristo hagan su morada eterna en nosotros.
Siempre debemos cultivar la Presencia de Cristo para que conforme hagamos la obra del Reino, Cristo esté realizando la obra con nosotros. Cuando Cristo no esté realizando la obra con nosotros, el ratón está tratando de mover el tronco por sí mismo.
Siempre debemos buscar a Dios en el Cielo y a Jesús a la derecha de Dios. Si hemos sido bautizados en la crucifixión de Cristo, entonces hemos sido resucitados con Él a la derecha del Padre, para que ahí triunfemos diariamente sobre el poder del enemigo.
Y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales. (Efesios 2:6—NVI)
Hemos sido resucitados con el Señor Jesús a la derecha del Padre. Esto es verdad hoy en día conforme vivimos en la tierra. Pero llegará la hora cuando literalmente ascenderemos para estar con el Señor en el Cielo. Como dijo Pablo, estar ausente del cuerpo es estar presente con el Señor. Cristo regresó al Padre después de ser crucificado. Algún día nosotros iremos a estar con el Señor Jesús.
Así que nos mantenemos confiados, y preferiríamos ausentarnos de este cuerpo y vivir junto al Señor. (2 Corintios 5:8—NVI)
Cultivando La Presencia Del Señor
La Presencia del Señor debe ser cultivada. Debemos hacer un esfuerzo para lograr y mantener Su Presencia en todo tiempo y bajo toda circunstancia.
Conforme andamos por la vida buscando crecer en Cristo y buscando hacer nuestra parte en la construcción del Cuerpo de Cristo para dar testimonio al mundo de la muerte expiatoria y resurrección triunfante de Cristo nos llegan muchas y variadas ideas. “Quizá deba intentar esto. Quizá deba hacer esto otro. Quizá este sea un buen plan. Esto me ayudará a lograr mis objetivos.”
Pero no debemos actuar sobre estos impulsos. No debemos ir por la vida siguiendo nuestras ideas, las ideas de otros, ni nuestros entusiasmos carnales.
Los hijos de Dios son aquellos que son guiados en toda manera por el Espíritu de Dios.
Uno de nuestros esfuerzos principales como Cristianos debe ser invitar la Presencia del Señor a cada pensamiento que tengamos, a cada motivo, a cada palabra, a cada acción, a cada plan, a cada objetivo. Al principio, las presiones de la vida hacen que practicar la Presencia del Señor sea bastante difícil. Conforme hagamos el esfuerzo de dejar entrar a Cristo a todo lo que somos y hacemos, se volverá más fácil hacerlo—se volverá un hábito que llegará a ser bastante fuerte.
Debemos meditar continuamente en los siguientes conceptos:
La formación de Cristo en nosotros.
Vivir por la Vida de Cristo.
Cristo trabajando con nosotros en ministerio.
Orar al Padre y a Cristo en el Cielo.
Cristo en y con nosotros dando testimonio fiel y veraz del Padre.
Cuando nacemos de Dios entramos al Reino de Dios y el Reino de Dios entra a nosotros. El Reino de Dios es Dios en Cristo en nosotros.
Después de que hemos vuelto a nacer en Cristo, los dones y ministerios dados por el Espíritu Santo sufren dolores de parto para que lo que ha nacido en nosotros crezca hasta llenar cada área de nuestra personalidad.
Cuando uno planta césped y lo riega, las semillas de las plantas silvestres en la tierra saldrán antes que el césped. El jardinero debe seguir quitando la hierba, mientras fertiliza y riega la semilla del césped.
Este proceso debe ser repetido hasta que el césped haya madurado. Una vez que se ha formado un tepe de césped la hierba disminuye y se puede quitar fácilmente.
El Apóstol Pablo sufrió dolores de parto por los creyentes en Galacia quienes no estaban convencidos sobre su relación con la Ley de Moisés. Pablo sabía que cuando Cristo estuviera fuerte adentro de ellos que ellos no estarían tan susceptibles a errores (la hierba sería menor y se podría quitar fácilmente).
La Semilla de Dios, de Cristo, ha nacido en cada creyente. Ahora debemos asegurarnos que las cosas de este mundo, las lujurias de nuestra naturaleza pecaminosa, nuestras ambiciones personales, y otros factores y presiones no tengan éxito en excluir y matar la recién plantada Semilla. Si seguimos confesando nuestros pecados, conforme el Espíritu Santo nos guíe, y le permitimos al Espíritu que riegue y fertilice la Semilla nueva, Cristo en nosotros se volverá tan fuerte que no seremos engañados fácilmente.
Conforme obedecemos los mandamientos de Cristo, el Padre nos ama y el Padre y el Hijo vienen para hacer su vivienda en nosotros eternamente. Dios manda muchas tribulaciones sobre nosotros con el propósito de debilitar y finalmente matar nuestra naturaleza de Adán. La debilidad de nuestra naturaleza de Adán hace que dependamos en la fuerza de Cristo hasta que podamos decir con Pablo:
He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí. (Gálatas 2:20—NVI)
Nosotros debemos disminuir para que Él aumente. Cada día somos llevados a la muerte y cada día la Vida de resurrección de Jesús nos resucita. De esta manera cultivamos la Presencia de Cristo en todo lo que somos y hacemos.
Ya sea que nuestro don sea el de ser apóstol, o el de mostrar misericordia, o el de cualquier otra cosa, debemos buscar al Señor Jesús para cada esfuerzo que hagamos. El ministerio debe ser iniciado por el Señor Jesús. Nosotros a veces sentimos como que ministros Cristianos están operando ciegamente con la esperanza de que el Señor Jesús bendiga sus esfuerzos. Esta ceguera no la presentaba el Señor Jesús y no debemos presentarla nosotros.
El Señor Jesús siempre sabía la voluntad del Padre y hacía exactamente lo que el Padre le decía que hiciera—nada más ni nada menos. Una comunión tan cercana con el Padre requería que el Señor estuviera en oración continua, siempre buscando al Padre y esperando escuchar Su voz.
Lo mismo debe ser verdad de nosotros. No debemos apresurarnos sobre cualquier plan nuevo que se nos presente como si Cristo le hubiera dejado la construcción de Su Reino a la habilidad del hombre para que Él se pudiera ir a los cielos hasta que el trabajo estuviera concluido. Más bien, debemos ir al Señor en oración sobre cada detalle de todo lo que estamos haciendo. Debemos aprender a orar continuamente.
Buscar a Jesús para cada aspecto de la vida y del ministerio es entrar en el reposo de Dios. Entrar al reposo de Dios requiere de fe. El resto de la iglesia mundana nos ve y se pregunta por qué no nos estamos moviendo de una actividad a otra para “salvar almas del Infierno”. Cuando decimos que estamos esperando la voluntad del Señor se nos considera soñadores poco prácticos o se nos acusa de ser pasivos.
Desde la invitación de arrojarse desde el tejado del Templo hasta el desafío sarcástico de bajar de la cruz, Satanás continuamente estuvo tentando al Señor Jesús para que actuara en Su propia sabiduría y fuerza, para tomar el asunto en Sus propias manos.
Pero el Señor Jesús esperó hasta que el Padre le mostrara cada detalle de Su vida y ministerio. Él siempre cultivó la Presencia del Padre. Él no se perturbaba por el chillidos frenéticos de los demonios—demonios que comprenden perfectamente que el individuo que espera la Presencia de Dios debe ser muy temido.
¿Qué sería verdad hoy en día si las iglesias Cristianas hicieran sólo lo que vieran a Cristo hacer?
Nosotros no somos un testigo fiel y veraz cuando sacamos conclusiones. El testigo debe decir lo que ha visto y escuchado, no lo que él o ella haya concluido que es cierto.
Tú le serás testigo ante toda persona de lo que has visto y oído. (Hechos 22:15—NVI)
Lo que ha sido desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado, lo que hemos tocado con las manos, esto les anunciamos respecto al Verbo que es vida. Esta vida se manifestó. Nosotros la hemos visto y damos testimonio de ella, y les anunciamos a ustedes la vida eterna que estaba con el Padre y que se nos ha manifestado. (1 Juan 1:1, 2—NVI)
Uno de los énfasis de los últimos días será el “dios” que está en nosotros. Este énfasis frecuentemente es parte importante de la doctrina metafísica, de la enseñanza del New Age. El énfasis en el “dios” que está en nosotros contiene un elemento de verdad pero está tan alejado de la verdad como sería posible estarlo.
Nosotros los que somos testigos fieles y veraces de Dios hablamos sobre el Padre en el Cielo y sobre Cristo que está a Su derecha y quien regresará en las nubes de gloria. Este no es el Cristo que está en nosotros sino el Cristo externo—el Señor de la Gloria.
Sin embargo, de alguna manera el Cristo que está en nosotros, el Cristo por quien vivimos, el Cristo que trabaja con nosotros y el Cristo en el Cielo a quien oramos todos son Uno. Pero cada aspecto debe considerarse y relacionarse de la manera apropiada según las Escrituras así como el Señor Jesús estaba relacionado con el Padre de la manera apropiada según las Escrituras.
No debemos intentar “hablar la palabra de fe”. Nosotros debemos orarle a Jesús. No debemos tener fe en la fe sino fe en Jesús. Clamamos al Señor que es digno de adoración.
Cuando Josué le ordenó al sol que se detuviera, él le oró al Señor, no al sol.
Ese día en que el Señor entregó a los amorreos en manos de los israelitas, Josué le dijo al Señor en presencia de todo el pueblo: “Sol, deténte en Gabaón, luna, párate sobre Ayalón.” (Josué 10:12—NVI)
“Josué le dijo al Señor.”
Nosotros debemos clamar al Señor que es digno de adoración, no debemos ordenarle al mundo metafísico ni orarle a “Cristo en nosotros”.
¿Pero acaso no debemos “decirle a esta montaña”, etcétera? Sí, pero sólo cuando el Señor nos invite a hacerlo. ¿Acaso no debemos caminar sobre el agua? Sí, pero sólo cuando el Señor nos invite a hacerlo.
–Señor, si eres tú –respondió Pedro–, mándame que vaya a ti sobre el agua.—Ven—dijo Jesús. Pedro bajó de la barca y caminó sobre el agua en dirección a Jesús. (Mateo 14:29—NVI)
Conclusión
El mundo está esperando ver dos testigos, el Elefante y el ratón. El Elefante es el importante y el que puede hacer el trabajo. El mundo quiere ver a Jesús, pero Jesús se aparecerá (con algunas excepciones) sólo en Sus santos. Esta es la manera que Él prefiere para aparecerse. Pero los ratones están tan ocupados confiando que pueden mover troncos que el Elefante no se encuentra ni a la vista.
Dios está preparando a personas el día de hoy que se volverán parte de los dos testigos de Apocalipsis, Capítulo Once. Ellos pasarán por muchas prisiones, por muchos rechazos, por muchas esperanzas diferidas. Ellos sufrirán hambre. Ellos padecerán sed. Ellos cargarán su cruz con mucho sufrimiento en el lugar secreto de las escaleras. Ellos estarán llegando a conocer a Dios.
Ellos estarán vestidos de luto. Ellos nunca tomarán la gloria de Dios para sí mismos. Ellos no practicarán el comportamiento inmoral. Ellos no estarán interesados en adquirir dinero.
Así como Elías, ellos harán que haya sequía (quizá sequía espiritual). Como Eliseo, ellos actuarán sin temor al hombre, aunque el poder del testimonio se suspenderá cuando el testigo verdadero haya sido completado así como cuando Eliseo cayó enfermo. Sin embargo, como el hombre muerto que fue arrojado en la cueva donde Eliseo había sido sepultado, ellos se pararán sobre sus pies en el último trompetazo y serán llamados al cielo, dando así el testimonio más grande que jamás se haya visto sobre la tierra.
El mundo está esperando ver dos testigos. Dos testigos no pueden aparecer hasta que algunos de los creyentes estén dispuestos a ceder sus propias vidas para que el Señor Jesús pueda vivir en ellos.
El temor más grande que Satanás tiene es que una Iglesia que alguna vez estuvo ciega y que hoy juega en el mundo se aferre a los pilares del reino de Satanás y por su propia muerte le dé fin a la maldad.
Luego Sansón palpó las dos columnas centrales que sostenían el templo y se apoyó contra ellas, la mano derecha sobre una y la izquierda sobre la otra. Y gritó: “¡Muera yo junto con los filisteos!” Luego empujó con toda su fuerza, y el templo se vino abajo sobre los jefes y sobre toda la gente que estaba allí. Fueron muchos más los que Sansón mató al morir, que los que había matado mientras vivía. (Jueces 16:29, 30—NVI)
Habían dos columnas centrales. Una ejemplifica la sangre del Cordero. La otra representa el testimonio con poder de los dos testigos. Sansón despreció su vida hasta la muerte.
Ellos lo han vencido por medio de la sangre del Cordero y por el mensaje del cual dieron testimonio; no valoraron tanto su vida como para evitar la muerte. (Apocalipsis 12:11—NVI)
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo están listos para preparar a la Iglesia y al mundo para la venida a la tierra del Reino de Dios. ¿Estamos dispuestos a buscar fielmente Su Presencia hasta que todo lo que somos, todo lo que pensamos, todo lo que decimos y todo lo que hacemos sea un reflejo de la Presencia y voluntad de Dios?
(“Lo Que Satanás Más Teme”, 4115-1)