LA VENIDA DEL SEÑOR

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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional
Traducción de Carmen E. Álvarez

La visión que tengamos del regreso de Cristo a la tierra afectará la sinceridad con la que nos prepararemos para hacer la voluntad del Señor. La esperanza que tienen los Cristianos de la actualidad es confusa y el enfoque parece estar en satisfacer los deseos de las personas en lugar de estar en ser un testimonio verdadero de la Persona y la voluntad del Dios todopoderoso.

Nuestro entendimiento actual está errado. Está dejando a los creyentes sin preparación para la desolación espiritual que se aproxima en el horizonte. El grande y terrible Día del Señor se aproxima. Sin demora dejemos a un lado nuestros mitos y nuestras tradiciones y metámonos en las Escrituras. Oremos para que seamos considerados dignos de escapar la destrucción espiritual y de presentarnos ante Cristo victoriosos.


Contenido

Prólogo
Escrituras de Introducción
Eventos Asociados con la venida del Señor
El Templo de Herodes, símbolo de la glorificación de uno mismo
Tres preguntas
Los engañadores y cristos falsos
La solución Divina al problema de Dios
Nuestras aflicciones están conduciendo a la redención
Los santos no son de este mundo
La persecución tiene un efecto de purificación
Los pastores falsos
El peligro de la maldad
Esperando pacientemente en el Señor
El avivamiento de la lluvia tardía
El horrible sacrilegio en el lugar santo
Motivos para huir
Extranjeros sobre la tierra
Protección en el día de la angustia
Los elegidos
Los días de la venganza
El espíritu engañoso del Anticristo
La revelación de Cristo a plena vista de todos
El poder de Su venida
Los buitres se reúnen
Las señales de Su venida
El grande y terrible Día del Señor
La reunión de los elegidos
La higuera
Esta generación
La Palabra eterna
Dios es soberano
Listos para el Día del Señor
A quién se le permitirá la entrada al Reino?
Diligentemente manténganse despiertos y en oración
Una repentina entrega de cuentas
Las recompensas son para los santos victoriosos
Lo que significa recibir a Cristo
Una Visión
Una Reflexión
La primera resurrección incluirá sólo a los vencedores
Alcanzado la primera resurrección
El fundamento de la primera resurrección
El Día del Perdón y la primera resurrección
La resurrección del real sacerdocio


Prólogo—El Día del Señor

La visión que tengamos del regreso de Cristo a la tierra afectará la sinceridad con la que nos prepararemos para hacer la voluntad del Señor. Es necesario que las personas Cristianas estudien las Escrituras con respecto a este evento sumamente importante y que no simplemente acepten las tradiciones que les han sido transmitidas. Existen doctrinas populares entre los Cristianos que son contrarias a los mensajes del Señor Jesús y de los Apóstoles del Cordero.

Muchos de nosotros hemos confiado en que los santos no serán llamados a sufrir la tribulación. Sin embargo, esto no es soportado por la historia de la iglesia ni por las Escrituras. Una de las áreas de confusión tiene que ver con la gran tribulación. La diferencia entre la tribulación y la ira Divina no siempre se presenta con claridad.

Pablo nos enseña en la Segunda Carta de Tesalonicenses que el Día de Cristo no llegará sino hasta después de la rebelión contra Dios y después de la manifestación del hombre de maldad. El Señor Jesús dijo claramente que Él no vendría en secreto sino que Su aparición brillaría como relámpagos “inmediatamente después de la tribulación de esos días”.

Ningún versículo de las Escrituras habla sobre la desaparición de los santos. Cristo ascendió a plena vista de los espectadores, Él llamará a Sus santos hacia las nubes a plena vista de los espectadores, y Él descenderá al Monte de los Olivos a plena vista de los espectadores.

Las Escrituras no enseñan ni insinúan que cuando seamos reunidos para encontrarnos con el Señor que regresaremos al Cielo con Él. Y sin embargo, una multitud de Cristianos ha sido enseñada que este es el caso sin tantito apoyo bíblico para esta creencia.

Hasta donde sabemos no existe versículo en el Nuevo Testamento que nos diga que el Señor se llevará a Su Iglesia al Cielo cuando Él regrese. El regreso del Señor no tiene el propósito de llevar a Su Iglesia al Cielo sino de traer justicia, rectitud, y adoración verdadera a las naciones de la tierra.

Nosotros debemos huir con Dios a la montaña de oración si observamos que la injusticia va en aumento. Cuando nosotros los Cristianos hayamos sido expulsados de las ciudades de la tierra, Dios proveerá para nosotros en el desierto hasta que Cristo regrese y destruya al Anticristo con el poder y la gloria de Su Presencia.

El regreso de Cristo para establecer Su Reino sobre la tierra es la antigua esperanza que tenían los santos. Esa esperanza original se está actualizando por la carga provocada por el Espíritu Santo.

Escrituras de Introducción

Y a ustedes que sufren, les dará descanso, lo mismo que a nosotros. Esto sucederá cuando el Señor Jesús se manifieste desde el cielo entre llamas de fuego, con sus poderosos ángeles, para castigar a los que no conocen a Dios ni obedecen el evangelio de nuestro Señor Jesús. Ellos sufrirán el castigo de la destrucción eterna, lejos de la presencia del Señor y de la majestad de su poder, el día en que venga para ser glorificado por medio de sus santos y admirado por todos los que hayan creído, entre los cuales están ustedes porque creyeron el testimonio que les dimos. (2 Tesalonicenses 1:7-10 NVI)
Más tarde estaba Jesús sentado en el monte de los Olivos, cuando llegaron los discípulos y le preguntaron en privado:—¿Cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo? (Mateo 24:3 NVI)

Eventos asociados con la venida del Señor

Veremos las declaraciones de Jesús en el Libro de Mateo como la base para nuestro estudio de Su venida. Marcos y Lucas también incluyen la profecía del Señor sobre los últimos tiempos y nos referiremos a ellos conforme sea necesario.

Examinemos los eventos asociados con la venida de nuestro Señor como Él los propuso en Su elocución profética.

Jesús salió del templo y, mientras caminaba, se le acercaron sus discípulos y le mostraron los edificios del templo. Pero él les dijo:—¿Ven todo esto? Les aseguro que no quedará piedra sobre piedra, pues todo será derribado. (Mateo 24:1-2 NVI)

El Templo de Herodes, símbolo de la glorificación de uno mismo

El Templo de Herodes era una estructura magnífica de piedra color crema y de oro. Fue iniciada en el año 19 A.C. y el trabajo continuó por más de ochenta años. Fue demolida, como Jesús lo predijo, en el año 70 D.C. Tito, un general Romano, ordenó la destrucción del Templo y de la ciudad de Jerusalén también. Las vasijas santas del Templo fueron llevadas a Roma.

El espectacular Templo de Herodes y su subsecuente destrucción simbolizan la historia del mundo, que Jesús comenzó a predecir, y también la vida de cada uno de nosotros.

El Templo era costoso, increíblemente impresionante, casi impenetrable en su fortaleza, y profesaba un propósito noble—darle una casa a Dios y a Su obra. Pero fue construida para glorificar al Rey Herodes, no al Señor Dios del Cielo.

El Templo de Salomón fue construido para la Gloria de Dios. La restauración del Templo por Esdras y Nehemías también fue conducido de acuerdo a la voluntad de Dios.

El Templo de Herodes glorificaba sólo a Herodes y a aquellos líderes Judíos que estaban asociados con su edificio glamoroso.

Cuando Cristo se detuvo a ver el Templo de Herodes fue un caso del verdadero Templo de Dios juzgando una estructura erigida para glorificar al hombre.

Todo el mundo, así como cada uno de nosotros como individuos, desea construir un edificio tanto duradero como impresionante. Además, deseamos mostrar que es para Dios (o para cualquier otro beneficio aceptado) para el que estamos trabajando.

De hecho frecuentemente es verdad del mundo, así como de cada uno de nosotros (Cristianos y no Cristianos por igual), que el Rey Yo está en el trono de nuestro edificio. Nuestro “edificio” no es ni tantito para la Gloria de Dios sino para la gloria del “yo”.

Cuando los ojos humanos contemplan algún gran logro hay aprobación y alabanza. Pero Dios ve el corazón. El Señor declara, “Les aseguro que no quedará piedra sobre piedra”.

Por ello, todas nuestras obras son probadas por el fuego de los ojos de Cristo.

Los engaños nos invitan a descarriarnos. Las guerras y los rumores de guerras se escuchan uno tras otro. Llegan el hambre, los terremotos, las pestilencias y las inundaciones. Para cuando el Señor haya terminado de sacudirnos, todo lo que hayamos erigido “para la Gloria de Dios” habrá sido derribado. Sólo permanecerán las verdaderas riquezas que Dios nos haya dado.

La única porción de la obra de nuestra vida que perdurará será lo que haya sido forjada en Dios.

El Templo de Herodes era símbolo del mundo y de los logros de cada persona en el mundo. Todo lo que haya sido construido para nuestra gloria será derribado. Entonces, el verdadero Templo de Dios, Cristo, nos señalará hacia otro edificio que tendrá cimientos eternos. El edificio que Él nos revelará será magníficamente impresionante. Poseerá fuerza eterna y Divina. Realmente albergará a Dios y al Cordero.

Estamos hablando de la ciudad santa, de la nueva Jerusalén, de la Esposa del Cordero. ¿Acaso estamos volviéndonos una parte integral de la ciudad eterna? La respuesta es sí, si el Rey Yo ha sido removido del trono de nuestra vida y el Rey Jesús ha tomado en nuestro corazón el lugar que le corresponde.

Aquí, en pocas palabras, el Espíritu Santo ha representado toda la historia de la humanidad, desde la construcción de la Torre de Babel—ese primer “Templo de Herodes”—hasta el día de hoy.

Más tarde estaba Jesús sentado en el monte de los Olivos, cuando llegaron los discípulos y le preguntaron en privado:—¿Cuándo sucederá eso, y cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo? (Mateo 24:3 NVI)

Tres preguntas.

Jesús, Pedro, Santiago, Juan, y Andrés estaban sentados desde una posición desde la que podían ver la ciudad de Jerusalén. Observen las tres preguntas que hicieron:

“¿Cuándo sucederá eso?”—evidentemente refiriéndose al arrase del Templo de Herodes.

“¿Cuál será la señal de tu venida?”

“¿Cuál será la señal del fin del mundo [fin de la era]?”

Lo que sigue en el Capítulo Veinticuatro de Mateo es la respuesta a estas tres preguntas. Mateo, Capítulo 24 revela cuándo sucederán estas cosas, cuáles son las señales de la venida de Cristo, y cuál es la señal del fin de la era. El regreso de Cristo es el Día del Señor del cual hablaron los Profetas Hebreos.

La venida de nuestro Señor es el Día del Señor, el Día de Cristo—la bendita esperanza de la Iglesia de Cristo. El Día del Señor incluye la resurrección de los santos y el que sean elevados para encontrarse con el Señor en el aire, la otorgación de las recompensas a los santos, el establecimiento por la fuerza de la voluntad del Rey Jesús sobre la tierra y sus habitantes, el perfeccionamiento de la Esposa del Cordero, la rebelión de los habitantes de la tierra contra el reinado de Cristo y Sus santos, y la eliminación de la tierra y el firmamento por medio del fuego.

En un sentido más amplio el Día del Señor abarca la Era Reino-Iglesia. El propósito de los primeros dos “días” (periodos de mil años) es para formar la Iglesia, el Cuerpo de Cristo). El propósito del tercer “día” (la Era del Reinado de mil años) es el matrimonio del Cordero—es decir, la reconciliación perfecta de todos los elegidos a Cristo; y también el rompimiento de la rebeldía de las naciones de personas salvas.

El Cristo completo, el Reino de Dios, la Iglesia, la nueva Jerusalén, será perfeccionado durante el tercer periodo de mil años.

…“Mira, hoy y mañana seguiré expulsando demonios y sanando a la gente, y al tercer día terminaré lo que debo hacer [seré perfeccionado].” (Lucas 13:32 NVI)
—Tengan cuidado de que nadie los engañe—les advirtió Jesús—Vendrán muchos que, usando mi nombre, dirán: “Yo soy el Cristo”, y engañarán a muchos. (Mateo 24:4,5 NVI)

Los engañadores y cristos falsos

Más de una vez en este capítulo el Señor Jesús nos advierte sobre los engañadores y cristos falsos. Habrá grandes intentos por parte del adversario de engañar al pueblo de Dios con respecto al regreso de Cristo a la tierra. Nosotros sabemos que Satanás no tiene ningún poder sobre los elegidos. Su autoridad le fue quitada en la cruz del Calvario. Él intenta seducirnos para que creamos una mentira, para alejarnos de la verdad y de la Presencia de Cristo.

Cada uno de nosotros debe orar, “No me dejes caer en tentación más líbrame del maligno”. Debemos orar esto todos los días de nuestra vida.

Ninguno de nosotros está a salvo de ser engañado, sólo el Espíritu Santo puede protegernos de las trampas del enemigo.

Una fuerte falsa ilusión y un severo engaño caracterizará los últimos días de la Era de la Iglesia. Tengamos cuidado de no ser descarriados (2 Tesalonicenses 2:9-12).

¡“Y engañarán a muchos”! La gente se descarría fácilmente. Debemos—cada uno de nosotros—mantenernos en oración y estudiar diariamente la Palabra de Dios. De ser posible debemos reunirnos con Cristianos fervientes y sujetarnos en el Señor a los líderes a quienes Dios ha puesto sobre nosotros.

Siempre existirán aquellos que estarán construyendo su propio templo, así como lo hizo Herodes. Parece ser que a personas egocéntricas como a esas no les faltarán seguidores que estén dispuestos a ser engañados.

Cristo nos advirtió que Él no regresará en secreto sino a plena vista de todos. ¿Estamos dispuestos a ser engañados con respecto a esto cuando Jesús nos ha hablado con tanta claridad?

Ustedes oirán de guerras y de rumores de guerras, pero procuren no alarmarse. Es necesario que eso suceda, pero no será todavía el fin. (Mateo 24:6 NVI)

La solución Divina al problema de Dios.

¡Con cuánta certeza profetizó Cristo sobre la historia del mundo! Guerras y rumores de guerras han existido desde el día de Su resurrección. No han existido muchos periodos en la historia de la tierra en los cuales no haya habido alguna guerra en alguna parte de la tierra.

Líderes y maestros seculares frecuentemente han presentado algún plan que pretende terminar con la guerra y la violencia. El tiempo ha probado que son falsos profetas. La Palabra del Señor Jesús permanece.

“Pero no será todavía el fin”. Tantas veces escuchamos decir que esta o esa gran guerra seguramente es la indicación de que Cristo llegará mañana. Pero las guerras y los rumores de guerras no son la señal del final. De hecho, son señales de que “no será todavía el fin”. Esto es lo que dijo el Señor.

La señal del fin es que el Evangelio del Reino será predicado como testimonio a todas las naciones. A este testimonio sin precedente le seguirá el establecimiento de una “paz” mundial en la que las iglesias se unirán al gobierno con la intención de mejorar la calidad de vida de la gente.

Podemos ver esta tendencia el día de hoy al ver que el Evangelio del Reino de Dios es presentado como un programa Divino para resolver los problemas del hombre sobre la tierra. Las iglesias están intentando ser agencias sociales en lugar de candelabros. Están ocupadas con las necesidades de la gente en lugar de estar portando un verdadero testimonio de la Persona y de la voluntad del Dios todopoderoso.

El Anticristo será lo suficientemente astuto como para conseguir el apoyo de los líderes de las iglesias. Estos Cristianos eminentes se sentirán alagados y pensarán que esa invitación es una oportunidad para reformar el gobierno desde adentro, sin darse cuenta de que estarán siendo engañados por Satanás para alejarse de su verdadero llamado a ser testigos de Dios.

Hoy, Lunes, 23 de Septiembre de 1997, mientras estamos modificando este folleto, observamos en un artículo del periódico; “La administración de Clinton está formando un consejo de 20 miembros de líderes religiosos y eruditos prominentes para que formen parte del Departamento del Estado, reportó ayer el Washington Post”.

Se citó que los oficiales de la Casa Blanca dijeron, “el panel aconsejará al secretario de estado sobre los problemas de opresión e intolerancia religiosa”.

Predijimos hace muchos años, cuando escribimos La Venida del Señor por primera vez que esto sucedería. El anuncio se hizo hoy.

En estos tiempos el comité profesa un propósito noble. Nuestra siguiente predicción es que los siguientes presidentes dejarán este comité y antes de que pase mucho tiempo veremos a este mismo comité unirse al gobierno en la persecución del remanente santo al que Dios le está hablando en la hora actual.

Los líderes religiosos Cristianos serán cegados al hecho de que la Iglesia del Señor Jesús no es una agencia social que trabaja para el mejoramiento de la humanidad. La Iglesia es la reprensión de Dios dirigida hacia el espíritu de este mundo. La Iglesia no es de este mundo. El mundo siempre odió a Jesús y a quienes son realmente de Jesús.

La Iglesia tiene poder sólo mientras esté separada del mundo. Dios no morará ni trabajará con personas que estén asociadas con el mundo. Dios desea que salgamos de entre la gente del mundo y que seamos santos a Él como real sacerdocio. Sólo mientras nos mantengamos separados para Dios es cómo podremos ser de utilidad a la humanidad.

Los líderes de las iglesias, aún los del movimiento Cristiano, si se vuelven culpables de egocentrismo y si les falta la obediencia portadora-de-la-cruz a Cristo, pueden ser engañados a creer que su presencia en la administración del gobierno mundano resultará en cambios santos, que estarán “dando testimonio” y estarán asistiendo al programa de Dios de alguna manera. El Anticristo, comprendiendo la insensatez de la gente Cristiana que no está morando en Cristo, con esto podrá hacer que las iglesias Cristianas sean espiritualmente impotentes.

A Satanás no le atemorizan los planes y los programas de las iglesias Cristianas. Pero Satanás se ve en dificultades cuando las iglesias abandonan sus propios recursos y se vuelven a Cristo en humillación y arrepentimiento, buscando hacer Su voluntad en todo detalle.

El Evangelio del Reino de Dios no es la solución Divina para los problemas de la gente. El Evangelio del Reino de Dios es la solución Divina para el problema de Dios, el cual es dar lugar a la obediencia amorosa por parte de las criaturas de Dios y al establecimiento de Cristo como Cabeza, Centro, y Significado de toda criatura y de todos los demás aspectos de la creación.

Cuando la gente esté clamando “paz y seguridad”, una paz y una seguridad llevada a cabo por medio de sus propios recursos, entonces vendrá el fin.

Se levantará nación contra nación, y reino contra reino. Habrá hambres y terremotos por todas partes. Todo esto será apenas el comienzo de los dolores. (Mateo 24:7,8 NVI)

Nuestras aflicciones están conduciendo a la redención

Ciertamente el sufrir dolor ha sido la porción de la humanidad desde el primer siglo. Aun en nuestros días el hambre, la pestilencia, los terremotos continúan. Las enfermedades cardiacas y el cáncer son dos de las principales pestilencias de nuestra época y en algunos casos logran vencer los esfuerzos más capaces de la ciencia de la medicina para combatirlos.

“Todo esto será apenas el comienzo de los dolores.” La palabra “dolores” puede ser traducida como “dolores de parto”, y algunas ediciones han adoptado esta traducción. Las guerras, el hambre, las pestilencias, los terremotos, y las demás aflicciones del mundo no son los dolores de muerte sino de parto. La creación no se está preparando para morir sino para vivir. La redención de los justos se está acercando.

Toda la creación material se encuentra ansiosa y esperanzada aguardando la manifestación de los hijos de Dios porque la creación misma—la tierra y los que serán salvos para morar en ella—serán liberados de las ataduras del pecado y la muerte bajo el ministerio de los hijos de Dios.

Porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. (Romanos 8:20,21 NVI)

No estamos llegando al final de nada excepto del pecado y la rebelión en contra de Dios y de Su Cristo. Estamos ante el umbral de la consumación gloriosa de todo lo que Dios ha previsto desde que planeó la creación

Todo lo que Dios ha sembrado en la tierra está casi listo para ser cosechado. El Señor Jesucristo regresará con Sus santos para comenzar el Reino de Dios, ese maravilloso reinado de Dios en Cristo sobre las naciones de la tierra.

La tierra y sus recursos le pertenecen a Cristo, así como cada individuo que ha nacido. Las guerras, el hambre, las pestilencias, los terremotos—todos son necesarios porque nosotros construimos “Templos de Herodes”. Con mucha frecuencia, los santos y los pecadores por igual construyen para la gloria de sí mismos. Dios en Su bondad envía varias aflicciones sobre nosotros y sobre la demás humanidad para que las obras de uno mismo y de la carne sean echadas abajo antes de que hagan mucho daño al plan que Dios tiene para el mundo.

Dios interviene en nuestras vidas antes de que nuestra voluntad sea tan fuerte que no podamos ser llevados a estar bajo el señorío de Cristo. La única libertad que existe le llega al hombre cuando acepta sobre sí el señorío absoluto de Cristo. Sólo entonces es libre.

La bondad de Dios es la que echa abajo toda piedra de nuestra vida hasta que no quede piedra sobre piedra. Todo lo que hayamos construido para nuestra propia gloria será destruido. Luego, Dios en Cristo vendrá a nosotros y construirá Su propio lugar de reposo. Encontraremos nuestro verdadero reposo en Su reposo.

Las guerras, las pestilencias, los terremotos no son los dolores de la muerte, excepto la muerte al pecado y a la rebelión. Más bien son los dolores de la vida—los dolores de parto de la creación material para que nazca el Reino de Dios sobre la tierra.

La Gloria está en camino. El que perdure hasta el final en Cristo será salvo al Reino eterno de Dios.

Entonces los entregarán a ustedes para que los persigan y los maten, y los odiarán todas las naciones por causa de mi nombre. (Mateo 24:9 NVI)

Los santos no son de este mundo.

Gracias a la historia de la Iglesia Cristiana sabemos que millones de discípulos de Cristo han sido afligidos y asesinados debido a su testimonio Cristiano. Hasta en nuestra época existen muchos lugares sobre la tierra en los que aquellos que portan el nombre y el testimonio de Cristo son encarcelados, martirizados y perseguidos.

Algunas naciones han tolerado la adoración de Cristo. Otras se han propuesto activamente destruir a quienes sirvan al Señor Jesús. Si nosotros fuéramos del mundo el mundo nos amaría. Debido a que nosotros los Cristianos no somos de la era actual, sino que Cristo nos ha escogido para salir de esta era, es por lo que el espíritu del mundo nos odia.

Quien quiera ser amigo del mundo es enemigo de Dios. Nosotros no somos del mundo sino que hemos sido llamados por el Señor a salir del mundo. Tengamos eso siempre presente y no nos sorprenda cuando el mundo se vuelva contra nosotros e intente destruirnos.

En aquel tiempo muchos se apartarán de la fe; unos a otros se traicionarán y se odiarán; (Mateo 24:10 NVI)

La persecución tiene un efecto de purificación

Cuando la Iglesia no está siendo perseguida los discípulos del Señor conducen sus servicios de adoración según sus preferencias culturales. Muchas personas de las comunidades de su alrededor pueden ser atraídas por los diferentes programas y comenzar a asistir.

Cuando surja una persecución, los que nunca fueron llamados por el Señor se sentirán ofendidos. Si les conviene, traicionarán a los creyentes con quienes en alguna ocasión tuvieron comunión. Estarán llenos de sospecha y odio.

La persecución tiene un efecto de purificación sobre la Iglesia de Cristo.

Atenderán el servicio Divino siempre y cuando a la gente no le cause inconveniencia el Evangelio. Cuando el seguir a Cristo resulte en ser privados de comodidades, de alimento, de libertad, de la aprobación del mundo, y hasta de sus deseos personales, aquellos que nunca fueron tocados por Cristo se irán alejando. Nosotros no sabemos quiénes son realmente de Cristo hasta que el mundo le muestre su odio a la Iglesia o hasta que la gente tenga privaciones de algún otro tipo.

¿Cuántas personas de tu congregación podrían permanecer firmes en Cristo si significara perder su hogar, su dinero, su libertad, su posición social, la separación de los miembros de su familia, o ser martirizado?

Aquellos que podrían permanecer firmes son los miembros del Cuerpo de Cristo. El resto son los que han sido atraídos por la vida social de la iglesia.

Y surgirá un gran número de falsos profetas que engañarán a muchos. (Mateo 24:11 NVI)

Los pastores falsos.

Nuevamente el Señor Jesús nos advierte sobre el engaño asociado con Su regreso a la tierra. Declara que muchos serán engañados. Todo creyente que desee permanecer firme debe permanecer firme ante el Señor en oración y en el estudio de Su Palabra. Vivir despreocupadamente en la hora actual es correr el riesgo de descarriarse.

¿Cuántos “profetas” de nuestra época están informándoles a las ovejas de Dios (a pesar de la exhortación directa del Señor en Mateo, Capítulo 24) que su comportamiento no es crucialmente importante, que no hay forma de que puedan ser engañados, y que si han profesado creer en Cristo que se encontrarán con Él en el aire antes de que el sufrimiento los alcance?

¿Crees que éste sea el mensaje de Cristo a Su pueblo en la época actual? Nosotros no lo creemos.

Habrá tanta maldad que el amor de muchos [la mayoría] se enfriará, (Mateo 24:12 NVI)

El peligro de la maldad.

Cuando abunda la persecución nuestro amor por Jesús se vuelve caliente puro. El sufrimiento logra que dejemos el pecado y que las iglesias se purifiquen.

La maldad y no la persecución es la que arruina a los que profesan ser Cristianos y a sus iglesias.

El enemigo más temible que enfrentará la iglesia de los últimos tiempos (Laodicea) será la maldad egocéntrica, egoísta y hedonista.

Algunos traductores prefieren: el amor de “la mayoría” se enfriará. Aquí se encuentra la deserción (apostasía; amotinamiento) de la Segunda Carta de Tesalonicenses 2:3. La maldad llegará a su horrenda finalización en los últimos días. Si nosotros no estamos viviendo una vida dedicada, disciplinada y vencedora seremos descarriados por el ofrecimiento de una vida Cristiana fácil y cómoda—una forma de santidad que no contiene nada de la Presencia del Espíritu Santo de Dios. Estaremos reposando en Sión mientras que la gente del mundo se estará hundiendo aún más en las cadenas del pecado.

Hay tres principales causas de aflicción que están por llegarnos. La primera es la hora de tentación; la segunda es la gran tribulación; la tercera es el día de la ira (el furor) de Dios. El santo verdadero sólo necesita temerle a la primera aflicción—la hora de tentación.

La tribulación logra la redención. Obra paciencia en nosotros. Nosotros debemos entrar al Reino de Dios por medio de mucha tribulación. No hay necesidad de temer la tribulación—por grande o pequeña que sea.

El Cristiano que ha sido lavado en la sangre y que está sirviendo al Señor no tiene motivo para temer la ira de Dios. Jesús nos ha liberado de la ira de Dios, y si lo seguimos con fidelidad seremos librados en el Día del Señor.

La hora de tentación es la que nos dará problemas. Nosotros pensamos que esa hora está muy cercana, si no es que ya ha comenzado. La lujuria sexual, el amor al dinero, la comodidad, el placer, la ambición personal y la obstinación predominan mucho el día de hoy. Sólo los creyentes más consagrados y diligentes podrán permanecer libres de la lujuria sexual, del amor al dinero y a la comodidad, y de la ambición personal. Muchos líderes espirituales se están alejando de Cristo debido a alguna de estas tentaciones principales.

Hoy en día una multitud de los que son pueblo del Señor está siendo alejada por la doctrina que dice que podemos permitirnos todos los placeres de este mundo y luego reinar con Cristo cuando Él regrese. ¿Acaso es éste el Evangelio antiguo del Reino de Dios? ¿Acaso sientes las huellas de los clavos ensangrentados en esta doctrina? Nosotros no. Nosotros creemos en tomar nuestra cruz y seguir a Cristo, esperando sólo la aprobación de Dios.

El Señor Dios nos da todas las cosas buenas para que las disfrutemos. Pero aún no estamos “en casa”. Nosotros somos extranjeros y peregrinos en el mundo actual.

¿Acaso tu amor por Cristo es caliente puro? ¿O acaso un estilo de vida fácil y cómoda ha logrado que tu celo se vuelva tibio? ¿Estás listo para dar tu vida al servicio de Cristo si Él te lo pide?

Pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo. (Mateo 24:13 NVI)

Esperando pacientemente en el Señor.

A pesar de que algún día heredaremos la tierra junto con Cristo los santos somos llamados a vagar sobre la tierra como si estuviéramos en una tierra extranjera. Entretanto pasamos por mucho pesar, por muchas dificultades. Participamos en los sufrimientos de Cristo—el rechazo, la humillación, la carga, el retraso en la contestación de las oraciones y los malos entendidos que los santos verdaderos conocen tan bien. Aún no estamos en la plenitud del Reino de Dios. En este mundo tendremos aflicciones.

Después de que nos convertimos en Cristianos existe una vida de crecimiento en la justicia de Dios por la que debemos pasar. A veces esa vida está llena con la Presencia manifestada del Señor y con bendiciones de muchos tipos, pero con mayor frecuencia es un seguimiento fiel y diario de hacer la voluntad del Señor. Algunas veces es difícil percibir la voluntad de Dios.

El aburrimiento puede ser un enemigo formidable. Nosotros debemos ser fieles y pacientes, fieles y pacientes, fieles y pacientes. Por ser perseverantes en la espera fiel y paciente de conocer la voluntad de Cristo es que ganamos nuestras propias almas.

Si perseveramos hasta el final de nuestro peregrinaje, permaneciendo fieles al curso al que Cristo nos ha llamado, aguantando tan alegremente como podamos las tribulaciones y aflicciones que nos lleguen, seremos salvos a la eterna Presencia del Cordero de Dios.

Ser un Cristiano conquistador requiere de mucha paciencia y fidelidad.

Y este evangelio del reino se predicará en todo el mundo como testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin. (Mateo 24:14 NVI)

El avivamiento de la lluvia tardía

Si nosotros pudiéramos ver el Capítulo Veinticuatro de Mateo como un tapiz de tiempo, nuestra opinión es que ahora nos encontramos en el versículo catorce. Las señales principales del regreso de nuestro Señor—el oscurecimiento del sol y la luna, el sacudimiento de los cuerpos celestes, la caída de las estrellas del cielo—aún no han ocurrido.

Además, también primero tiene que llegar la rebelión contra Dios y la manifestación de la plenitud del Anticristo. Pablo declara: “…porque primero tiene que llegar la rebelión contra Dios y manifestarse el hombre de maldad, el destructor por naturaleza” (2 Tesalonicenses 2:3).

Las guerras, los rumores de guerras, el hambre, la pestilencia y los terremotos no son la señal del fin de la era. Más bien son los dolores de una creación a punto de ser parida.

Nosotros pensamos que el Espíritu Santo nos está diciendo que ahora estamos en las primeras etapas del más grande avivamiento de todos los tiempos. Es época de la lluvia tardía (de la cosecha). Todos los dones del Espíritu (1 Corintios, Capítulo 12) deben ser restituidos y estar en operación. Las señales y las maravillas poderosas y de una variedad sin precedente deben seguir la predicación de las Buenas Nuevas de la pronta venida del Reino de Dios.

Todo a nuestro alrededor podemos escuchar que se está moviendo el Espíritu de Dios como nunca antes. Enormes iglesias están siendo construidas—quizá las más grandes en la historia del Cristianismo. Milagros se están efectuando. Cristo Mismo se está apareciendo a personas y las está comisionando a trabajar en varias áreas de Su viñedo.

La tarea de traducir las Escrituras está avanzando. La lluvia del Espíritu de Dios está aumentando su alcance. Se escucha, “Jesús vendrá pronto. Trabaja ya que se acerca la noche en la que ningún hombre podrá hacer el trabajo del Reino.”

Además de estos logros y estas bendiciones, el avivamiento de la lluvia tardía crecerá a su plenitud en pureza y poder hasta incluir increíble energía de destrucción—la de los dos testigos del capítulo onceavo de la Carta del Apocalipsis—como testimonio de la pronta venida del Reino de Dios a la tierra.

El Reino de Dios será instalado sobre la tierra con violencia, con el aplastamiento de la oposición con puño de hierro. Por ello, el testimonio del Reino venidero deberá incluir actos similares de destrucción—demostrado en la obligación de obedecer el juicio Divino efectuado sobre el pecado y la desobediencia (Apocalipsis 11:5,6).

Ahora es el momento de que cada uno de nosotros nos apartemos para servir a Cristo con mayor perfección.

En cuanto el Evangelio del Reino haya sido predicado a todo el mundo como testimonio a las naciones, las tinieblas del Anticristo se asentarán sobre la tierra y el testimonio de Cristo será alejado de las ciudades del mundo. El remanente de santos esperará en el desierto hasta que el Señor regrese del Cielo.

Aun se engrandeció frente al príncipe de los ejércitos; por él fue quitado el sacrificio continuo, y el lugar de su santuario fue echado por tierra. A causa de la prevaricación le fue entregado el ejército junto con el sacrificio continuo; echó por tierra la verdad e hizo cuanto quiso, y prosperó (Daniel 8:11,12 VRV)
Y aun llegó a sentirse más importante que el jefe del ejército de los cielos. Por causa de él se eliminó el sacrificio diario y se profanó el santuario. Por la rebeldía de nuestro pueblo, su ejército echó por tierra la verdad y quitó el sacrificio diario. En fin, ese cuerno hizo y deshizo (Daniel 8:11,12 NVI)

En la versión Reina Valera no se entienden muy bien los dos versículos anteriores. La idea parece ser que el Anticristo se engrandecerá hasta considerarse igual que Cristo y que el jefe de los ejércitos será entregado a manos del Anticristo (así como el Apóstol Pedro fue probado por Satanás) y que el pueblo adorará (hará su ofrecimiento diario) al Anticristo en lugar de al Señor Jesús. Esos serán días terribles. Nosotros siempre debemos mirar al Cielo para conocer la verdad de Dios. Pero en esos días la verdad será echada por tierra. Entonces Dios y Su salvación serán encontrados sólo en el remanente.

Y todo el que invoque el nombre del Señor escapará con vida, porque en el monte Sión y en Jerusalén habrá escapatoria, como lo ha dicho el Señor. Y entre los sobrevivientes estarán los llamados del Señor (Joel 2:32 NVI)

Desde nuestro punto de vista, el “monte Sión” y “Jerusalén” que se mencionan anteriormente son los que se encuentran en el Cielo, mientras que el remanente guerrero estará tanto en el Cielo como también protegido en alguna parte sobre la tierra. En esos días el Trono de Dios Todopoderoso estará en proceso de transición desde Su Templo en el Cielo a los corazones de aquellos quienes estén listos para experimentar el cumplimiento espiritual de la fiesta de Tabernáculos del Antiguo Testamento.

Observa cuidadosamente como Mateo 24:14 no dice que todos serán salvos. Más bien que el Evangelio será predicado como testimonio en todas las naciones. Antes de que Jesús regrese los santos recibirán poder para dar testimonio a toda la tierra sobre Dios, sobre Su santa Persona, sobre Sus caminos justos, y sobre el juicio que vendrá.

En los últimos tiempos los santos serán vestidos con el espíritu y el poder de Elías y de Eliseo—la doble porción. Portarán testimonio de Cristo en poder, como se declara en Hechos 1:8. Así como un hombre, Juan el Bautista, fue el “Elías” quien dio testimonio de la primera venida del Señor, así sucederá que el remanente de creyentes preparará el camino del regreso de Cristo a la tierra. El remanente (Romanos 11:5) consiste de todo hombre, toda mujer, todo niño, y toda niña quien acepta a Cristo como su Señor y Salvador y que le está sirviendo de todo corazón.

Multitudes de personas han aceptado a Jesús como su Salvador. ¿Cuántos han recibido a Jesús como su Señor personal?

Nos encontramos en el avivamiento más grande de todos los tiempos—la lluvia de la cosecha de la cual hablaron los profetas (Joel 2:23; Oseas 6:3; Zacarías 10:1). La lluvia de la cosecha debe llegar para que la plantación del Señor llegue a la madurez. La plantación del Señor es Cristo en los corazones de la gente.

Primero la lluvia de la cosecha (tardía). Luego el sol abrasador de la tribulación hasta que las “cabezas de trigo” estén listas para ser cosechadas. Se requiere tanto de lluvia como de sol para madurar el trigo.

El trigo y la mala hierba llegarán a la madurez creciendo lado a lado (Mateo 13:30). Luego llegará la hora final en la que los mensajeros del Señor quitarán del Reino de Dios todo lo que sea ofensivo al Señor, incluyendo a aquellas personas que se han rehusado a apartarse de sus pecados y su rebelión.

Procedamos con la obra de dar testimonio de la pronta venida del Reino de Dios a toda nación sobre la tierra. Al hacerlo estamos apresurando el regreso de Aquel a quien amamos por sobre todas las cosas.

Así que cuando vean en el lugar santo “el horrible sacrilegio”, de la que habló el profeta Daniel (el que lee, que lo entienda), (Mateo 24:15 NVI)

El horrible sacrilegio en el lugar santo.

Daniel profetizó sobre el horrible sacrilegio en el lugar santo, una situación que sucederá antes de que el Señor Jesús regrese.

Somos de la opinión que el horrible sacrilegio en el lugar santo es el Anticristo. El espíritu del Anticristo ha estado con nosotros desde el primer siglo.

Queridos hijos, ésta es la hora final, y así como ustedes oyeron que el anticristo vendría, muchos son los anticristos que han surgido ya. Por eso nos damos cuenta de que ésta es la hora final (1 Juan 2:18 NVI)

Justo antes de que el Señor regrese, el espíritu del Anticristo llegará a expresarse plenamente en un solo individuo. Durante ese mismo periodo de tiempo el Espíritu de Cristo llegará a la madurez en los santos verdaderos.

El Anticristo quizá salga de entre aquellos que se reúnen con los creyentes verdaderos, así como sucedió con Judas Iscariote.

Aunque salieron de entre nosotros, en realidad no eran de los nuestros; si lo hubieran sido, se habrían quedado con nosotros. Su salida sirvió para comprobar que ninguno de ellos era de los nuestros (1 Juan 2:19 NVI)

El espíritu del Anticristo es el espíritu de maldad. El “misterio de la iniquidad” es el misterio de la “maldad”. La maldad es el espíritu del Anticristo. El Anticristo es la maldad.

¿Acaso podemos ver en los últimos siglos, y en especial en nuestros días, el aumento de la maldad? El aumento de la maldad es el aumento del Anticristo. Como quizá podamos observar en muchos países en donde hay maldad, la maldad produce el horrible sacrilegio en el lugar santo.

En la hora final la maldad estará personificada en una persona. Este individuo desobedecerá toda ley del Dios del Cielo. Estará tan lleno de Satanás que será la expresión visible de Satanás durante los últimos días, así como los santos serán la expresión visible de Cristo en los últimos días. Este hombre malvado, el Anticristo, será la personificación de la maldad.

Sabemos que el Día de Cristo aún no ha llegado porque la gran apostasía, el día en que la maldad sea adoptada mundialmente, no ha ocurrido. Además, el hombre de maldad tampoco ha tomado su lugar en el Templo de Dios.

No se dejen engañar de ninguna manera, porque primero tiene que llegar la rebelión contra Dios y manifestarse el hombre de maldad, el destructor por naturaleza. Éste se opone y se levanta contra todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de adoración, hasta el punto de adueñarse del templo de Dios y pretender ser Dios (2 Tesalonicenses 2:3,4 NVI)

El espíritu de maldad ha estado con nosotros desde el primer siglo. El espíritu de maldad rechaza a Cristo, quien es la ley de Dios en forma humana. Cristo es la ley de Dios, es el pacto de Dios llevado a la perfección y a la plenitud gloriosa. El hombre de maldad desprecia el Cristo de Dios, el pacto de Dios, la ley de Dios.

El Anticristo hace sus propias leyes según su propia voluntad. Se pone a sí mismo sobre Dios y desea ser adorado. El Anticristo representa la exaltación del hombre sobre su Creador.

¿Puedes ver que se glorifique esta obstinación, esta autodeterminación, en los principales centros de aprendizaje de hoy en día? Desde la primaria hasta la universidad estamos escuchando que a la gente no se le debe poner obstáculo para que haga lo que le plazca. Este es el espíritu del Anticristo, el espíritu de la maldad.

Escapemos al “desierto”, por así decirlo, y escojamos vivir con Dios así como lo hizo Elías hace mucho tiempo. Huyamos del espíritu de la maldad, del hombre buscando hacerse Dios, que está corrompiendo las mentes y los corazones de la gente de todas partes.

El Día de Cristo, el regreso del Señor del Cielo, no sucederá hasta que el “hombre de maldad”, el “destructor por naturaleza” haya sido manifestado.

Judas, quien traicionó a Cristo, “nació para perderse” (Juan 17:12). Judas despreciaba a Cristo y escogió seguir su propia voluntad. Judas vendió a su Cristo por dinero. El Anticristo siempre venderá a Cristo por dinero. El reino del Anticristo, de maldad, se caracterizará por la adoración del dinero. Muchas de las grandes naciones de hoy en día adoran el dinero. El dinero es su dios.

El espíritu del amor al dinero y el de la maldad ya están obrando en el mundo. La levadura envenenada, engañosa y corrupta que contiene está en esta época fermentando nuestro pensamiento y nuestras acciones.

Huyamos de la búsqueda de la maldad, de la búsqueda del dinero, antes de que el “666” haya envenenado nuestras mentes y nuestras acciones. El número 666 (Apocalipsis 13:18) indica que el Anticristo intentará hacer del hombre un dios que ocupe el lugar del Dios del Cielo.

El seis es el número del hombre, en cuanto a que el hombre fue creado en el sexto día. El tres es el número de la Divinidad. Por ello 666 representa la deificación del hombre.

La marca en la “mano derecha” o las “frentes” (Apocalipsis 13:16) habla sobre la conformidad de nuestras acciones y mentes al espíritu económico—la interminable compra y venta del mundo. Conformemos nuestras acciones y nuestros pensamientos a Cristo, no al espíritu de maldad en el mundo.

Además de la interpretación simbólica creemos que también habrá una marca literal en la mano derecha y en la frente.

Pablo dijo sobre el Anticristo, “Éste se opone y se levanta contra todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de adoración, hasta el punto de adueñarse del templo de Dios y pretender ser Dios” (2 Tesalonicenses 2:4 NVI).

Podríamos espiritualizar un poco el pasaje anterior y enseñar que ya que la gente es el templo de Dios, el pasaje se refiere al espíritu de maldad conquistando nuestro corazón—el cual es el trono legítimo de Cristo.

No hay duda de que esta aplicación sea verdadera. Sin embargo, somos de la opinión que habrá una persona verdadera, ya sea hombre o mujer, quien usará el Lugar Santísimo del Templo de Jerusalén como el lugar de su trono. Esto asume que el Trono será reconstruido, ya sea por los Judíos o por el Anticristo.

Según lo que nosotros entendemos el Anticristo será un Cristiano de increíble habilidad política y extremadamente carismático y encantador que reclutará la ayuda de las fuerzas sobrenaturales. Al final será poseído por completo por Satanás. Luego será la encarnación de Satanás, de la maldad, del amotinamiento en contra del reinado del Todopoderoso.

En su ambición por reinar el mundo, el Anticristo percibirá las ventajas políticas de asociarse con Dios, ya que multitudes de personas de la tierra creen en Dios y Le temen. Además debemos recordar que el surgimiento del Anticristo habrá sido precedido por un derramamiento sin precedente en gloria y poder del Espíritu de Dios. Por ello la gente del mundo estará lista para aceptar como su líder a alguien que esté (según lo creen ellos) asociado con el Dios del Cielo.

Se puede observar que desde la primera vez que se editó este libro ha habido un aumento en la maldad. Quizá aun más significativa ha sido la tendencia del movimiento Carismático, en asociación con las enseñanzas de la “fe” y la “prosperidad”, a enfatizar que los creyentes son como dioses y poseen el poder de Dios.

De esta manera un Cristiano quizá pueda ser engañado. Quizá aprenda a usar su “fe” sin tener que obedecer a Jesús. Quizá desarrolle los conceptos de la fe-que-obra-milagros y del hombre que es como Dios en el área de la política. Después de pasar por esto, Satanás podrá diluirlo en el exceso que caracteriza al Anticristo.

Se dice que algunos de los maestros de la Nueva Era enfatizan la divinidad del hombre, esto manifiesta que el día del Anticristo está sobre nosotros.

Sólo alguien que haya hecho un estudio sobre la Tienda de Reunión puede apreciar la abominación que es para el ser humano que entre más allá del velo sagrado hasta el Lugar Santísimo y que se siente sobre el propiciatorio entre las alas de los Querubines de Gloria.

¿Acaso no dirá que él es el Shechinah, la Gloria de Israel?

Quizá nos quedemos boquiabiertos en horror. Pero ¿no es verdad que en las grandes universidades de hoy en día los jóvenes están siendo enseñados que el hombre debe gobernar el mundo sin considerar a Dios? ¿No es un hecho que aún en las escuelas primarias y secundarias se está dando la impresión que el mayor valor de la vida es la búsqueda de nuestra propia voluntad y de nuestras propias ambiciones, que el mayor daño que le podemos hacer a un individuo es negarle el derecho de seguir su propia voluntad?

Estamos siendo llenados con el espíritu de una falsa ilusión aún cuando el Señor Jesús nos lo advirtió repetidas veces. Estamos entronando al hombre entre las alas doradas del Querubín de Gloria.

Huyamos al “desierto” de la oración y del arrepentimiento y presentémonos ante el Dios del Cielo.

Pablo dijo, “Éste se opone y se levanta contra todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de adoración, hasta el punto de adueñarse del templo de Dios y pretender ser Dios”.

Que el señor Jesucristo tenga misericordia de nosotros y nos abra los ojos antes de que también seamos arrasados por la adoración al dinero y a nuestra voluntad propia. Salgamos del campamento con Cristo, alejémonos del descanso y del placer que la maldad nos ofrece, y volvámonos esclavos de Cristo.

Es cierto que el misterio de la maldad ya está ejerciendo su poder; pero falta que sea quitado de en medio el que ahora lo detiene (2 Tesalonicenses 2:7 NVI)

Según nosotros, la influencia que está deteniendo la expresión total de la maldad es el poder del Espíritu Santo. La Presencia del Espíritu en el mundo y en la Iglesia está previniendo la manifestación del hombre de maldad. El Espíritu está convenciendo al mundo de su error en cuanto al pecado, a la justicia, y al juicio. Él no permitirá en estos momentos la plena expresión de la maldad.

Si un líder político de hoy en día se entronara a sí mismo en el Propiciatorio entre las alas de los querubines y dijera ser Dios Todopoderoso, el pueblo Judío se levantaría indignado ante tal blasfemia. Los Cristianos condenarían a esa persona malvada. Todo creyente verdadero se pondría de rodillas en oración. Desde todo púlpito Judío y Cristiano en toda la tierra se escucharía la Palabra de Dios con respecto al increíble error del hombre querer hacerse Dios.

El Espíritu de Dios no está listo para que alguien se declare ser el Dios de los Cielos. El Espíritu de la Iglesia es como la levadura que afecta los pensamientos y las acciones de la gente del mundo. La levadura del testimonio y de la influencia Cristiana restringe este tipo de abominación. Los santos de esta época tienen el poder del Espíritu en sus oraciones que evitaría un avance tan grande de Satanás sobre la tierra.

El Señor Dios no permitirá una demostración prematura de un hombre que pretenda ser Dios mismo:

El día señalado, Herodes, ataviado con su ropaje real y sentado en su trono, le dirigió un discurso al pueblo. La gente gritaba: «¡Voz de un dios, no de hombre!» Al instante un ángel del Señor lo hirió, porque no le había dado la gloria a Dios; y Herodes murió comido de gusanos (Hechos 12:21-23 NVI)

El Rey Herodes es ejemplo de lo que sucedería a cualquiera que se atreviera a tomar su lugar en el Templo de Dios y clamar ser Dios. Pero llegará el día en el que la maldad llegará a la madurez sobre la tierra. Entonces el Señor Jesús permitirá que esa horrible abominación exista por una temporada para que se cumpla el propósito Divino.

El Anticristo no puede manifestarse en esta época debido a las restricciones que Dios ha puesto sobre él. Pero el espíritu de maldad está obrando por todos lados para socavar el testimonio Cristiano y la influencia espiritual y para preparar los corazones de la gente para que acepten la ascensión de un hombre al Trono de Dios.

Como podemos notar al estudiar la historia mundial, mucho se ha logrado durante los últimos dos o trescientos años en torno a esta socavación. Hoy en día se está haciendo cada vez más hincapié en la virtud que tiene la libertad ilimitada y sin dirección de cada persona—la anarquía.

Además de la inclinación hacia la anarquía existe un énfasis importante en la programación televisiva, especialmente en la programación para los niños, en la brujería y en la familiarización con los espíritus, en héroes con dones sobrenaturales que logran que el “bien” triunfe sobre el “mal”.

¿Cuánto ha sido modificado el pensamiento y la actitud mundial en esta dirección los últimos trescientos años? ¿Cuánto los últimos quince años? ¿Acaso está el hombre volviéndose Dios? ¿Vemos un aumento de anarquía en la tierra? ¿Cuál será el punto de vista del público para el año 2020?

Lentamente y poco a poco las restricciones sobre la maldad están siendo removidas en preparación para que el Anticristo sea entronado. ¿Estamos nosotros los Cristianos viviendo suficientemente cerca de Cristo para evitar ser descarriados? ¿Estamos verdaderamente atentos a lo que está pasando a todo nuestro alrededor? ¿O acaso estamos poco a poco siendo impregnados con la levadura del espíritu de maldad y del amor al placer?

¿Cómo será “quitada de en medio” la influencia de Cristo al final?

Como hemos dicho anteriormente, ahora estamos dirigiéndonos hacia una gran manifestación del poder de Dios. El Evangelio del Reino será predicado a todo el mundo como testimonio a todas las naciones.

En cuanto el testimonio haya sido presentado a la satisfacción de Dios, el Espíritu de poder y de profecía será quitado de los santos para que el fruto logrado por el avivamiento de la lluvia tardía pueda ser seleccionado.

Entonces aumentará considerablemente la maldad, el pecado y la rebelión en contra de Dios y Su Cristo. El espíritu del Anticristo comenzará a hacer que la gente se aleje de Dios. Tan extraordinario será el florecimiento de la maldad sobre la tierra que el amor a Dios de la mayoría se volverá frío. Habrá una rebelión mundial en contra de Cristo.

En ese tiempo habrá gran aflicción. Los santos del Señor serán perseguidos. Serán hostigados por toda la tierra. Serán obligados a esconderse. Muchos serán asesinados. No habrá ninguna metrópoli sobre la tierra que tenga un verdadero discípulo de Cristo.

Habrá iglesias “Cristianas” en la ciudad del Anticristo (probablemente muchas ciudades unidas por la telecomunicación). Estas iglesias tendrán una forma de santidad y quizá sean fundamentales en su doctrina pero el poder del Espíritu Santo no estará presente en ninguna de ellas.

Esta es la forma en que nosotros comprendemos que será quitada la restricción, la restricción que previene la manifestación del hombre de maldad. Ni un solo Cristiano verdadero permanecerá en las grandes ciudades sobre la tierra. Los santos estarán escondidos en lugares desérticos, siendo nutridos por el Señor; siendo ayudados también por algunas de las naciones de la tierra que decidirán asistir a los santos y que al hacerlo se salvarán a sí mismas y a sus familiares—como sucedió con Rajab.

La influencia de la Iglesia Cristiana en las áreas civilizadas será destruida y luego el Señor aparecerá.

Primero la “mujer”, la Iglesia, tendrá dolores de parto hasta formar a Cristo en los miembros del Cuerpo de Cristo (Gálatas 4:19). Luego los santos serán perseguidos hasta que se haya cumplido todo lo que Dios ha tenido en Su mente.

Cuando el dragón se vio arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al varón. Pero a la mujer se le dieron las dos alas de la gran águila, para que volara al desierto, al lugar donde sería sustentada durante un tiempo y tiempos y medio tiempo, lejos de la vista de la serpiente. La serpiente, persiguiendo a la mujer, arrojó por sus fauces agua como un río, para que la corriente la arrastrara. Pero la tierra ayudó a la mujer: abrió la boca y se tragó el río que el dragón había arrojado por sus fauces. Entonces el dragón se enfureció contra la mujer, y se fue a hacer guerra contra el resto de sus descendientes, los cuales obedecen los mandamientos de Dios y se mantienen fieles al testimonio de Jesús (Apocalipsis 12:13-17 NVI)

“El resto de sus descendientes” son los santos que permanecerán en Cristo durante la hora de oscuridad que se aproxima. La doble porción del Espíritu Santo estará sobre ellos. Ellos darán testimonio, como lo dieron Elías y Eliseo, y reinarán con Dios mientras que Israel estará en apostasía.

Observa en especial el siguiente versículo:

También se le permitió hacer la guerra a los santos y vencerlos, y se le dio autoridad sobre toda raza, pueblo, lengua y nación (Apocalipsis 13:7 NVI)

Sabemos, por las declaraciones de Cristo, que la Iglesia está forjada sobre Cristo y que el poder el Infierno no puede destruirla. Pero Dios permitirá que el testimonio de la Iglesia sea vencido por una temporada para que la Iglesia pueda ser purificada por medio de la persecución y la aflicción.

¿Está lista la Iglesia de hoy en día para Su Señor? ¿O es cierto que las iglesias de Cristo están llenas de conflictos, amargura y discordia? ¿Somos amantes del pacer más que amantes de Dios? ¿Somos verdaderamente la gloriosa Esposa del Cordero, una Iglesia sin mancha ni arruga, uno con Dios en Cristo, ansiosamente esperando la venida de nuestro Novio celestial?

La Iglesia no está lista para la venida del Señor. Es tiempo ahora de que nos levantemos y nos pongamos nuestras hermosas prendas de justicia y alabanza. Alistémonos para recibirlo, lavando nuestras prendas y volviéndolas puras y blancas en la sangre del Cordero. Esto lo lograremos andando con Cristo, confesando continuamente nuestros pecados y siguiendo al Espíritu Santo hasta la completa santificación y obediencia a Dios.

En la hora de mayor oscuridad de la historia del mundo, cuando la paz y la seguridad hayan sido alcanzadas bajo el hábil liderazgo del Anticristo, la Luz de Cristo brillará en la Iglesia y la gente de la tierra vendrá a esa Luz (Isaías, Capítulo 60).

Primero debe haber un proceso de purificación:

Entonces tanto el que quede en Sión como el que sobreviva en Jerusalén serán llamados santos, e inscritos para vida en Jerusalén. Con espíritu de juicio y espíritu abrasador, el Señor lavará la inmundicia de las hijas de Sión y limpiará la sangre que haya en Jerusalén. (Isaías 4:3,4)

Es necesario que los santos sean aquejados con problemas pero ¡pobre de aquellos a través de quienes les lleguen las ofensas! Hubiera sido mejor para los ofendedores que nunca hubieran nacido.

Observa la Palabra de Cristo en Daniel con respecto a la purificación de los santos durante la época del Anticristo:

Corromperá con halagos a los que hayan renegado del pacto, pero los que conozcan a su Dios se le opondrán con firmeza. Los sabios instruirán a muchos, aunque durante algún tiempo morirán a filo de espada, o serán quemados, o se les tomará cautivos y se les despojará de todo. Cuando caigan, recibirán muy poca ayuda, aunque mucha gente hipócrita se les unirá. Algunos de los sabios caerán, pero esa prueba los purificará y perfeccionará, para que cuando llegue la hora final no tengan mancha alguna. Todavía falta mucho para que llegue el momento preciso. (Daniel 11:32-25 NVI)

Primero, los santos llegarán a la madurez en Cristo. Durante este periodo habrá mucha tentación y sufrimiento. Luego la Gloria de Cristo les será dada a ellos para que puedan ascender a las nubes a encontrarse con el Señor en el aire.

Yo pude ver y oír cuando el hombre vestido de lino, que estaba sobre las aguas del río, levantó las manos al cielo y juró por el que vive para siempre: “Faltan tres años y medio. Todo esto se cumplirá cuando el poder del pueblo santo no vuelva a ser destruido.” (Daniel 12:7)

La destrucción del pueblo santo se refiere a vencer el testimonio Cristiano con una violenta oposición, con presión económica, y con el pecado al sucumbir los creyentes a la vida de placer sensual que estará tan accesible bajo el Anticristo.

Quienes se rehúsen a servir al Anticristo durante la gran tribulación, lavando sus prendas y volviéndolas blancas en la sangre del Cordero, serán llevados a la Presencia de Dios. Ya no volverán a sufrir sino que morarán en amor, gozo, y paz en el reino espiritual.

—Eso usted lo sabe, mi señor—respondí. Él me dijo:—Aquéllos son los que están saliendo de la gran tribulación; han lavado y blanqueado sus túnicas en la sangre del Cordero. Por eso, están delante del trono de Dios, y día y noche le sirven en su templo; y el que está sentado en el trono les dará refugio en su santuario. (Apocalipsis 7:14,15 NVI)

Jesús dijo, “Pero muchos de los primeros serán últimos.”

¡Qué justo es el Señor como para otorgar que los que han sufrido mucho sean los que Le sirvan en Su Templo!

A los que logren vencer en Cristo durante la peor de las épocas de la iglesia, la de Laodicea, serán a los que se les asignarán las más grandiosas recompensas:

Al que salga vencedor le daré el derecho de sentarse conmigo en mi trono, como también yo vencí y me senté con mi Padre en su trono. (Apocalipsis 3:21)

Cuando el hombre de maldad tome su asiento en el Templo de Dios, exhibiéndose como si fuera Dios, entonces esto—según lo entendemos nosotros—es “el horrible sacrilegio” en el lugar santo.

El que un ser humano intente tomar el lugar de su Creador es un horrible sacrilegio. El que alguien se siente en el Templo de Dios es una atrocidad tan horrible que todas nuestras sensibilidades sienten una profunda repugnancia con sólo pensarlo.

Cada lección que hemos aprendido del Señor nos ha enseñado que el hombre nunca debe usurpar la gloria que le corresponde a Dios. Nosotros adoramos y servimos al Señor Jesucristo y somos Sus siervos por siempre.

El que un hombre se declare a sí mismo ser Dios es un sacrilegio. El Rey Herodes fue golpeado mortalmente debido a este tipo de blasfemia. Pero el Rey Herodes era una sombra pálida a la perversión y a la presunción que hoy en día están siendo formadas en las mentes y las acciones de las personas de todas partes.

Cuando el Anticristo tome su lugar en el Templo de Dios, le seguirá la desolación.

Cuando cualquier hombre está sobre el trono, inevitablemente le sigue la desolación. Lo que una vez fue hermoso y lleno de gozo se vuelve miserable, sintiéndose aplastado por las penas, arruinado, sombrío, infeliz, y lleno de discordia. El entorno se vuelve atrofiado, descuidado y en ruinas.

Los gobiernos de nuestra época hacen todo un espectáculo de tener interés sincero en el bienestar de la gente. Los líderes hablan con palabras ostentosas de la bondad de la humanidad y declaran que están listos para patrocinar una variedad de iniciativas que sean dignas. El resultado siempre es la desolación. Mira a tu alrededor y observa las condiciones a que se dan lugar debido a los gobiernos que no honran a Dios.

La religión del humanismo, el cual pone al hombre como Dios del universo, ha avanzado tanto en el mundo que muchos de los líderes que buscan poder se aseguran de representarse a sí mismos como liberadores del pueblo oprimido. En algunos casos, sí logran calmar algunas de las quejas e inequidades sociales y económicas.

Pero examina la calidad de vida vivida por la gente que labora bajo un gobierno que no teme al Señor. Compárala con la calidad de vida vivida donde el gobierno sirve en el temor de Dios—¡si es que puedes encontrar alguno en nuestros días!

Por calidad de vida no nos referimos a que la clase media posea una abundancia de bienes materiales. Nos referimos a que el crimen, la pobreza, la violencia, y la injusticia están dejando de existir. Existe integridad en todos los niveles del gobierno. La ciencia médica está venciendo la enfermedad. Los que tienen impedimentos físicos están siendo cuidados. Los ciudadanos están seguros en sus hogares y en las calles. Los ancianos están seguros. Los niños juegan gozosos sin ningún peligro.

Nosotros creemos que el Anticristo patrocinará esfuerzos humanitarios que aparentarán apoyar el bienestar de la gente de la tierra. El Anticristo posee “una boca que habla grandes cosas” (Daniel 7:20). Como consecuencia, muchos Cristianos desprevenidos caerán en su trampa.

Tengamos cuidado. Está escrito que “este cuerno hacía guerra contra los santos y los vencía” (Daniel 7:21; compara Apocalipsis 11:7; 13:7).

En nuestra época, aquellos que quieren establecerse como líderes mundiales deben pronunciar palabras humanitarias inspiradoras y prometer libertad y prosperidad para todos, así como habla siempre el Anticristo. Tales líderes siempre dan y siempre llevarán desolación y confusión educativa, moral, artística y económica.

Cuando un hombre está sobre el trono, inevitablemente le siguen conflictos, egoísmos y odio hacia los elegidos de Dios (especialmente al pueblo Judío). Pronto es aparente la maldición de Dios. La naturaleza misma se levanta en protesta. Reinan el conflicto y la amargura.

Lo que en alguna ocasión era exuberante y productivo se vuelve desolado y salvaje. Poco a poco, todo lo que había sido construido por gente temerosa de Dios se desmorona por todas partes. El resultado es un desierto inhóspito donde en alguna ocasión florecía la hermosura y la armonía.

Cuando un hombre está sobre el trono, le sigue la desolación. Cuando el Anticristo tome su lugar en el Templo de Dios, la desolación mundial le seguirá, junto con la persecución despiadada de los Judíos y de toda persona en quien Cristo esté morando.

“Pero”, quizá alguien pregunte, “¿cómo pueden clamar, ‘Paz y seguridad’ si hay desolación por todos lados?”

Lo podrán clamar porque la gente malvada y perversa estará más preocupada con escapar la obligación moral que tienen ante Dios de lo que estará de la serenidad y la productividad real de su entorno. Ellos estarán gozosos en medio de la desolación si se les puede asegurar que pueden hacer su voluntad sin interferencia.

Los demonios dan saltos y brincos de alegría cuando pueden destruir a una familia que en alguna ocasión estuvieran viviendo en decencia y honor, o si pueden destruir a una nación que en alguna ocasión había florecido en el temor de Dios. Los santos y los malvados piensan de forma diferente. Tienen diferentes valores.

Herodes, el precursor del Anticristo, intentó destruir a Jesús cuando era bebé. El Anticristo, esa imagen de Herodes multiplicado por mil, intentará quitar a Cristo de la tierra. Pero así como el ángel del Señor se le apareció a José en un sueño y le advirtió que tomara a su familia y que huyera, igualmente es que nosotros los Cristianos siempre debemos mantenernos listos ante Cristo porque Él nos advertirá en caso de que debamos tomar a nuestras familias y huir a un lugar de seguridad.

¡Pobre del creyente en Cristo que se permita a sí mismo estar tan involucrado en las cosas y las personas del mundo que ya no esté en posición de escuchar y obedecer la voz de Cristo que le llegue por medio del Espíritu Santo!

Cuando veamos a un hombre ascender al trono de Dios, los elegidos, los santos de Dios, deben huir a las montañas (ya sea figurativamente o literalmente). Ahí estaremos protegidos hasta que el Señor regrese y destruya al Anticristo con el fuego de Su Presencia (Isaías 26:20; Apocalipsis 12:6). En Su gloriosa aparición Cristo aplastará al hijo malvado de iniquidad y demostrará quien es el único y verdadero Rey sobre los reinos del mundo.

Los que estén en Judea huyan a las montañas. El que esté en la azotea no baje a llevarse nada de su casa. Y el que esté en el campo no regrese para buscar su capa. (Mateo 24:16-18 NVI)

Motivos para huir.

El pueblo de Dios siempre debe huir del espíritu del mundo, del espíritu de injusticia y de maldad. El engaño y el huir del espíritu de maldad son dos de los temas principales de la profecía del Señor con respecto a Su venida.

Hay tres diferentes ocasiones en las Escrituras en las que se describe que los elegidos son advertidos a huir de donde se encuentran para irse a un lugar nuevo con el Señor. La idea es que los santos de Dios siempre deben vivir en el mundo como peregrinos y extranjeros, siempre listos para moverse con el Señor en cualquier momento que Él lo indique.

¿Estás sujetando las cosas del mundo con tanta ligereza que podrías moverte cuando el Señor te lo indicara? Ésta es la exhortación profética que nos hace Jesús con respecto al final de la era.

Las tres ocasiones diferentes son las siguientes:

  • En la última parte del primer siglo.
  • Cuando esté el horrible sacrilegio en el lugar santo.
  • Cuando la trompeta del Señor suene y los elegidos sean reunidos para encontrarse con el Señor a Su venida.

La primera huida:

Ahora bien, cuando vean a Jerusalén rodeada de ejércitos, sepan que su desolación ya está cerca. Entonces los que estén en Judea huyan a las montañas, los que estén en la ciudad salgan de ella, y los que estén en el campo no entren en la ciudad. (Lucas 21:20,21 NVI)

Es posible que esta profecía se refiriera al asedio bajo Tito en el primer siglo. Algunos eruditos lo creen así y se nos informa que muchos Judíos huyeron de Jerusalén y que sus vidas fueron respetadas. Nosotros sugerimos que esta fue la primera ocasión en la que los elegidos de Dios tuvieron que huir.

Nos parece probable a nosotros que este pasaje se refiriera, por lo menos en parte, al General Tito. Sin embargo, todavía hay desolación adicional por llegar (Daniel 11:41; Zacarías 14:2) y falta que el Anticristo y los ejércitos de la tierra rodeen a Jerusalén en los últimos días. Quizá el asedio de Tito era un presagio de una desolación mayor por llegar, así como Judas y Herodes fueron un presagio del aún más grande Anticristo que vendrá.

Esto nos lleva al segundo motivo de huir. Es el que se describe en Mateo:

Así que cuando vean en el lugar santo “el horrible sacrilegio”, de la que habló el profeta Daniel (el que lee, que lo entienda), los que estén en Judea huyan a las montañas. El que esté en la azotea no baje a llevarse nada de su casa. Y el que esté en el campo no regrese para buscar su capa. ¡Qué terrible será en aquellos días para las que estén embarazadas o amamantando! Oren para que su huida no suceda en invierno ni en sábado. Porque habrá una gran tribulación, como no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá jamás. Si no se acortaran esos días, nadie sobreviviría, pero por causa de los elegidos se acortarán. (Mateo 24:15-22 NVI)

El pasaje anterior es la gran tribulación de la cual hablaron Daniel y Cristo.

Daniel profetizó:

Entonces se levantará Miguel, el gran príncipe protector de tu pueblo. Habrá un período de angustia, como no lo ha habido jamás desde que las naciones existen. Serán salvados los de tu pueblo, cuyo nombre se halla anotado en el libro, (Daniel 12:1 NVI)

¡“Habrá un período de angustia, como no lo ha habido jamás desde que las naciones existen”! ¡Una gran tribulación, como no lo ha habido jamás desde que las naciones han existido y existirán!

El asedio de Jerusalén en el primer siglo, a pesar de lo terrible que fue, no parece haber cumplido estas horribles predicciones. Además, Daniel parece asociar la gran tribulación con la resurrección de los muertos (Daniel 12:1,2).

Mateo, Capítulo 24 pone la gran tribulación después de que el Evangelio haya sido predicado como testimonio en todas las naciones. A nosotros se nos dice que huyamos cuando veamos en el lugar santo el horrible sacrilegio.

Cuando el Anticristo esté dispuesto a tomar su lugar sobre el Arca del Pacto y clame ser Dios Todopoderoso, la plenitud del juicio de Dios estará lista para golpear la tierra con aflicción—así como el presuntuoso Rey Herodes fue matado. Este será el Día de la Venganza de nuestro Dios.

El Día de la Venganza de nuestro Dios se efectuará en dos fases: (1) en la gran tribulación, en la que se demostrará el desagrado de Dios con que el hombre se crea el Dios de la tierra; y (2) en el derramamiento de la ira de Dios sobre todo pecado y sobre todo pecador.

La gran tribulación será la continuación, en una escala mayor, del dolor y la frustración que la gente ha experimentado desde la desobediencia de Adán y Eva. Pero el derramamiento de la ira sucederá sobre Satanás y sus obras. Esta ira ha sido almacenada en Dios desde el tiempo en que los ángeles se rebelaron.

La tribulación puede ser redentora si los rebeldes se alejan de sus caminos. En cambio la ira Divina no es redentora y sólo lleva destrucción a su objetivo.

Durante la gran tribulación, el hombre podrá seguir obstinadamente en su desobediencia si así lo decide, pero cuando sea derramada la ira de Dios, ésta destruirá todo pecado y desobediencia sobre la tierra.

Si la gran tribulación no fuera acortada en tiempo, toda persona sobre la tierra moriría. Pero los días de la tribulación serán acortados porque de lo contrario a los elegidos se les daría muerte junto con los malvados.

El remanente de los santos será escondido y protegido en la tierra mientras transcurre la gran tribulación. El ejército de santos victoriosos será resucitado de los muertos y llevado a encontrarse con Cristo antes de que la ira de Dios sea soltada sobre la tierra.

El enojo de Dios se está aproximando al punto de ebullición. La gran tribulación ofrecerá la oportunidad de que los creyentes huyan del pecado, lavando sus mantos con la sangre del Cordero. Los miembros de la Esposa del Cordero serán purificados durante el periodo de la tribulación. Ellos serán apartados de las organizaciones religiosas. Aprenderán a depender por completo en el Señor Jesús para cada aspecto de sus vidas.

Uno de los principales propósitos de la tribulación parece ser que la Esposa sea apartada de las iglesias apóstatas para que pueda ser santa ante el Señor.

Por el otro lado, el propósito del Día de la Ira es llevar a juicio a todo pecado y también destruir al pecado y a los pecadores de la tierra. La ira Divina está dirigida hacia Satanás y hacia los que se rehúsen apartarse de Satanás.

La maldad y la rebelión serán juzgadas y castigadas con una furia salvaje. Nosotros nos estremeceremos. Temblaremos así como lo hizo Habacuc. Sabremos que los justos con dificultad se salvarán—así de temible será cuando se desencadene el resultado de la maldad.

En cuanto observemos que un hombre se esté proclamando a sí mismo Dios deberemos huir de las ciudades de la tierra. No deberemos perder tiempo intentando llevar con nosotros nuestros tesoros de oro y plata. Éstos no nos serán de ningún valor en ese día. Deberemos huir de las áreas donde caerá el juicio.

Será tanta la urgencia que somos advertidos a huir inmediatamente—tan pronto como escuchemos la dirección de Dios. Debemos orar para que nuestra huida no suceda en el invierno ni durante el Día de reposo. Mientras que esta última advertencia quizá se aplique directamente al pueblo Judío, existe un concepto que se aplica a nosotros los Gentiles: debemos orar para que Dios nos asista y nos sustente en esa hora. Durante la peor de las épocas Dios nos escuchará y contestará nuestras oraciones.

Cristo previó el horrible juicio que vendrá a la tierra. Asegurémonos de que nos sujetemos a las cosas del mundo con tanta ligereza que podamos ponernos en marcha instantáneamente cuando y a donde el Espíritu nos dirija.

En la historia moderna han habido ocasiones en las que grupos completos de creyentes han sido instruidos por el Espíritu de Dios a que se pongan en marcha de un lugar a otro como grupo, porque el permanecer en sus hogares resultaría en su destrucción. Quienes obedecieron el Espíritu fueron preservados. Quienes permanecieron en sus hogares fueron dañados.

Nosotros somos extranjeros y peregrinos. No nos olvidemos de eso. Cuando Dios diga que nos pongamos en marcha debemos ponernos en marcha. Debemos vivir siempre como hombres y mujeres, niños y niñas, que estamos esperando el regreso de nuestro Señor para reunirnos con Él.

No somos de este mundo. Hemos sido llamados a salir del mundo.

Sabemos que conforme aumente la maldad una gran tribulación llegará a toda nación. El Espíritu de Dios nos protegerá de la destrucción siempre y cuando ya estemos poniéndonos en marcha cuando el Espíritu nos diga que nos pongamos en marcha. ¿Qué hubiera pasado si Noé y su familia no hubieran entrado al arca? ¿Si Lot se hubiera rehusado a salir de Sodoma? ¿Si José y María se hubieran rehusado a obedecer al ángel del Señor?

¿Estás listo? ¿O acaso estás tan involucrado en el orden social y económico actual que estarías obligado a traer contigo parte del mundo si fueras obligado a ponerte en marcha?

Jesús nos advirtió a todos: “Estén listos para dejar todo y obedecer la guía del Espíritu de Dios.”

La primera ocasión para huir fue el asedio de Jerusalén por el general Romano Tito. Los Judíos que huyeron se salvaron de la destrucción.

La segunda ocasión para huir ocurrirá cuando seamos testigos del horrible sacrilegio en el lugar santo.

La tercera ocasión para huir tiene que ver con la venida del Señor del Cielo.

Así será el día en que se manifieste el Hijo del hombre. En aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas dentro de la casa, que no baje a buscarlas. Así mismo el que esté en el campo, que no regrese por lo que haya dejado atrás, ¡Acuérdense de la esposa de Lot! (Lucas 17:30-32 NVI)

La esposa de Lot representa una advertencia eterna de que no nos involucremos tanto con las cosas del mundo como para no ponernos en marcha con Dios cuando el Espíritu nos lo indique.

Jesús nos enseñó que Su venida tendrá puntos en común con los días de Noé y los días de Lot.

Podemos aprender varias cosas de los episodios de Noé y de Lot:

  • No debemos mirar atrás cuando el Señor nos ordene que huyamos.
  • Tan pronto como se vayan los elegidos, el juicio de Dios caerá sobre el mundo.
  • Algunas personas no son parte del mundo, como fue cierto de Noé y de Abraham, y no serán tocadas por el juicio Divino.
  • Algunas personas están viviendo demasiado cerca al mundo, así como lo estaba Lot, y a penas escaparán la destrucción. Serán liberadas debido a las oraciones de los santos pero perderán su herencia, salvarán sólo sus propias vidas.
  • Si queremos ser salvos en el día de la destrucción debemos estar seguros de tomar ciertos pasos de fe.

El punto de vista del autor es que tanto los “Noés” como los “Lots” serán salvados de la destrucción durante los días de juicio que se aproximan. Ambos tendrán que tomar un paso de fe—huir cuando el Señor se los ordene.

Sin embargo, pensamos que los “Lots” serán dirigidos a ciertas partes de la tierra donde serán librados de la ira de Dios mientras que los “Noés” y los “Abrahames” serán resucitados de los muertos y llevados a encontrarse con el Señor en el aire para estar por siempre con el Señor.

Enseñar que los “Lots” serán resucitados en la primera resurrección y llevados hacia el Señor viola demasiados pasajes de las Escrituras, como pretendemos explicar más adelante cuando lleguemos a la aparición de Cristo.

Los “Lots” no son dignos de ser gobernantes durante el periodo de los mil años. Además, no tienen suficiente fe como para sostener el cambio de mortalidad a inmortalidad, como para pasar de la muerte a la vida eterna, estando parados sobre sus pies.

Nuestro punto de vista es que sólo los santos victoriosos poseerán suficiente fe en esa hora como para avanzar hacia la incorruptible vida eterna cambiando sus cuerpos de un metabolismo de carne y sangre a un metabolismo de espíritu.

A los santos victoriosos se les requerirá que dejen de vivir como mortales y que entren a la plenitud de la vida de resurrección sin haber tenido la ventaja del periodo de ajuste que ofrece la muerte física ordinaria y el periodo de tiempo pasado en el reino espiritual. No hay duda de que tal transición abrupta requerirá de gran fe. Además, el no mirar atrás ni siquiera una vez hacia los seres humanos que han quedado atrás requerirá de una fe y una obediencia encontrada sólo entre los discípulos más consagrados del Señor.

No volaremos al Cielo en el momento en que suene la séptima trompeta. Tendremos que tomar un paso de fe. El que podamos tomar ese paso final y decisivo dependerá de nuestra preparación anterior, de haber servido al Señor consistente y fielmente en intensa consagración.

¿Recuerdas a las cinco jóvenes solteras sabias y a las cinco jóvenes solteras insensatas? Las cinco jóvenes solteras insensatas, debido a su forma de vida anterior, no pudieron responder en el momento crucial. Lo mismo sucedió con la esposa de Lot.

Noé representa a los “Abrahames” por así decirlo. Existen los santos, los discípulos, los conquistadores, los santos victoriosos, llámalos como quieras, que viven cada día para Cristo y en Cristo. Ellos no serán sorprendidos cuando el Señor regrese. Como Noé y Abraham ellos sabrán por adelantado lo que Dios piensa hacer (1 Tesalonicenses 5:4).

Ellos estarán en el mundo pero no serán del mundo. Sus acciones y pensamientos se conformarán a la Palabra de Cristo, no al espíritu de la era actual. Cuando el juicio de Dios esté listo, el Señor irá a ellos. Él les aconsejará qué hacer sobre la angustia que se aproxima. Entonces ellos se prepararán a sí mismos y a sus familias.

Noé fue advertido sobre la inundación muchos años por adelantado. Desde ese momento en adelante Noé vivió anticipando la inundación, preparando el arca de acuerdo a las especificaciones precisas que le fueron dadas por el Espíritu de Dios. Nosotros también debemos vivir en anticipación de la venida del Día del Juicio, preparándonos a nosotros mismos y a nuestras familias de acuerdo con la Palabra de Cristo.

Cuando llegó el momento, Noé y su familia estaban listos. Su barco era hermético, cubierto por dentro y por fuera con brea. Cuando llegó el juicio, las aguas que destruyeron a la gente violenta y malvada del mundo elevaron a Noé y a su familia aún más alto. Entre más cayó la lluvia más alejados se vieron esas ocho personas de los humanos violentos y de la destrucción que ellos mismos se habían acarreado con sus acciones malvadas.

Por esto es que nosotros y nuestras familias nos salvaremos en el Día del Juicio que se aproxima siempre y cuando pongamos mucha atención a nuestra preparación y luego tomemos el paso de fe que se requiera cuando las manos del reloj Divino apunten a la media noche.

Pero como en los días de Noé…

¿Acaso tendremos una entrada abundante al Reino de Dios? ¿Seremos fructíferos? Noé y Abraham fueron los padres de muchas generaciones.

Nosotros también seremos los padres de muchas generaciones si servimos a Dios así como Le sirvieron Noé y Abraham. Luego, cuando la destrucción se aproxime, el Señor nos advertirá para que tomemos los pasos necesarios para ser preservados.

Noé no fue lento ni sordo de oído, ni tampoco lo fue Abraham, en lo que se refirió a hacer la voluntad de Dios. Por ello en la época de angustia ninguna plaga se acercó a su vivienda.

¿Cómo estás tú? ¿Estás viviendo como Noé? ¿Cómo Abraham? De ser así, no tienes que temer lo que se aproxima. No sólo serás gloriosamente salvo en esa hora sino que serás excesivamente fructífero en el Reino de Dios también.

La salvación de Lot fue una historia diferente. Lot era un hombre justo, las Escrituras nos lo dicen. Sin embargo, él montó su tienda de campaña hacia Sodoma. Lot estaba desconcertado—angustiado por la maldad de la que estaba siendo testigo por todos lados. Pero no estaba lo suficientemente desconcertado o angustiado como para alejarse de allí. Lot permaneció en la ciudad de Sodoma que tenía agua abundante y disfrutó de sus ventajas materiales. Y sin embargo sabemos que “los habitantes de Sodoma eran malos y cometían horribles pecados contra Jehová”.

A veces nosotros nos podemos encontrar en medio de una cultura malvada. En ese caso, debemos huir en oración a la montaña de Dios para que podamos ser como Noé y Abraham y mantenernos sin mancha por el mundo. En ocasiones quizá seamos dirigidos a mudarnos geográficamente.

Cuando se acercó la hora de la destrucción de Sodoma, Lot no fue advertido sino hasta el último momento. Él estaba ajeno a la catástrofe que llegaría. Él estaba siguiendo su vida diaria con un espíritu desconcertado, aguantando la mundanería de su esposa, sus hijas y sus yernos. Lot ignoraba la mente de Dios y tenía poco o ningún concepto de la ira humeante a punto de caer sobre los pecadores de Sodoma.

El testimonio de justicia y rectitud de Lot, aparentemente, significaba muy poco para su esposa e hijas. Sus yernos estaban listos para burlarse de cualquier demostración de santidad que Lot exhibiera, al igual que estaba el resto de los ciudadanos de Sodoma.

La familia de Lot tenía muy poca confianza en él. Este no era el caso con el justo y fiel de Noé cuyo testimonio era tan puro y consistente que su familia aguantó las burlas del mundo de esa época. Cuando la Palabra del Señor llegó a Noé, su esposa, hijos y nueras obedientemente lo siguieron al arca, sin duda entre el abucheo de sus vecinos.

Conforme se acercó el derrocamiento de Sodoma, Dios vio que Lot estaba viviendo ahí. El problema era que Lot era parte de Abraham, era el sobrino amado de Abraham. Hacerle daño a Lot era hacerle daño a Abraham. El amor de Dios hacia Abraham era tan grande que algo debía hacerse.

Dios se le apareció a Abraham. Dios le informó a Abraham de la ira cerniéndose sobre Sodoma. Como el Señor sabía que lo haría, Abraham comenzó inmediatamente a interceder por su sobrino Lot.

El resultado de la preocupación que expresó Abraham fue la promesa de Dios de que Él no destruiría la ciudad de Sodoma si diez personas justas fueran encontradas en ella. No había diez personas justas y por ello la ciudad fue destruida por fuego.

Pero Dios se acordó de Abraham y Lot se salvó del fuego de la destrucción, volviéndose una “ejemplificación” de quienes serán salvos como quienes pasan por el fuego (1 Corintios 3:15).

Existen muchos “Lots” hoy en día y, aparentemente, muy pocos “Abrahames” orando por ellos. ¡Qué maravilloso es el amor de Dios! Si nos mantenemos firmes el día de hoy las Escrituras nos dan la esperanza de que Dios salvará a quienes sean parte de nosotros y por quienes expresemos preocupación al Señor.

Toda la nación de Israel fue salvada de la destrucción en el desierto debido a la oración de Moisés para ellos. Nosotros, que tenemos seres queridos que no son salvos y que están “viviendo en Sodoma”, debemos mantenernos constantes en oración y en nuestro comportamiento recto. Sigamos creyendo que Dios en Su amor salvará a cada uno de ellos en el Día del Señor.

Lot fue salvado como quien pasa por el fuego. Perdió su herencia. Él y sus dos hijas huyeron a la montaña. Su esposa murió. Sus yernos murieron. Su ganado murió. Hablando en sentido figurado, Lot no tuvo una entrada abundante al Reino de Dios.

Lot y su familia se demoraron en Sodoma, tuvieron dificultad para decidirse a salir. Se tardaron y perdieron tiempo. Ellos hubieran sido consumidos junto con la ciudad si no hubiera sido por el amor de Dios hacia Abraham.

“Pero date prisa y huye de una vez”, le dijo el ángel del Señor a Lot. “Porque no puedo hacer nada hasta que llegues allí.”

“Porque no puedo hacer nada hasta que llegues allí.” Piénsalo. ¡Qué grandioso era el amor de Dios por Su amigo Abraham! ¡Qué maravilloso!

Los ángeles del Señor tuvieron que jalar a Lot, a su esposa y a sus hijas fuera de la ciudad porque ellos no podían decidirse a dejar su comodidad y lo que les era familiar.

Luego les ocurrió una tragedia. La esposa de Lot, por no poder o no querer desprenderse de sus yernos, su casa, su jardín, sus vecinos, miró atrás. Ella murió al instante. Aún la intercesión de Abraham no fue suficiente para alcanzar por medio de Lot a salvar a su esposa. Así de violenta era la ira de Dios sobre los pecados de Sodoma que la esposa sin nombre de Lot fue consumida a su lado por el fuego eterno. ¡Qué terrible!

¡Recuerda la esposa de Lot!

Así mismo será cuando Jesús venga.

El Cristiano puede elegir vivir en un lugar de pecado y mundanería, o en la montaña de la oración y la comunión con Dios.

Tener la esperanza de ser salvo como quien pasa por el fuego es una esperanza peligrosa. Quizá seamos salvos, como lo fue Lot. Quizá seamos destruidos, como la esposa de Lot. Cuánto mejor estar como Abraham—lejos de la ejecución de la venganza de Dios.

Escojamos vivir en la montaña con el Señor, en la montaña de oración y comunión con Él. También recordemos en oración a quienes hayan escogido montar su tienda de campaña hacia Sodoma. Oremos para que en el Día de la Ira que se aproxima el ángel del Señor los arranque de su entorno y los libre.

Parece ser que algunos de nuestros seres queridos no aman al Señor lo suficiente como para renunciar a las conveniencias del mundo. Quizá ellos se demoren por la indecisión y la confusión ocasionadas por sus posesiones mundanas al grado de ser demasiado tarde, a excepción de que alguien los quiera lo suficiente como para mantenerlos en sus oraciones ante el Señor para que puedan ser salvos de la esclavitud de Satanás.

Hemos dicho que existen lecciones que podemos aprender de las historias de Noé y de Lot. Podemos aprender que algunos de los que se salvan de la destrucción entran a una herencia abundante mientras que otros escapan sólo con sus vidas.

También podemos aprender que cuando suene la última trompeta debemos estar listos para tomar ciertos pasos de fe si deseamos ser resucitados de los muertos y reunidos juntos con los santos victoriosos para encontrarnos con el Señor en el aire. El Señor Jesús no nos advertiría “recuerda a la esposa de Lot” si no hubiera peligro de que titubeáramos incrédulos en el momento en que llame a Sus santos para encontrarse con Él en el aire.

Acabamos de discutir la primera lección. Tanto Noé como Lot fueron salvados de la destrucción. ¡Pero qué diferencia en su salvación! Noé volvió a poblar toda la tierra. Lot, después de una salida vergonzosa de Sodoma, se volvió el padre de Moab y Amón por medio de relaciones incestuosas con sus hijas. La bendición del Señor no reposó sobre las tribus de Moab ni de Amón:

No podrán entrar en la asamblea del Señor los amonitas ni los moabitas, ni ninguno de sus descendientes, hasta la décima generación. (Deuteronomio 23:2 NVI)

El punto de vista del autor es que los “Lots” de este mundo serán salvados de la destrucción por medio de la intercesión de los santos pero no serán resucitados en la primera resurrección como miembros del real sacerdocio. La forma en que Lot fue liberado no puede considerarse ejemplo de los que van a ser reyes y sacerdotes de Dios, vestidos en poder incorruptible, vida eterna y ascendiendo a los tronos de gloria.

Noé fue uno de los más grandes hombres de la historia. Lot es ejemplo de alguien mundano, que vive de forma comprometida con el mundo, y que como resultado permanece débil, temeroso, e indeciso.

La segunda lección tiene que ver con los pasos que se requerirán que tomemos cuando el Día de la Venganza se aproxime y el Señor regrese.

Noé y Abraham fueron advertidos por adelantado con respecto al juicio que vendría. Si nosotros vivimos a la luz de la Presencia y la voluntad de Dios entonces el Día del Señor tampoco llegará a nosotros como un ladrón.

Noé tuvo muchos años en los cuales se preparó para la ejecución del juicio Divino. Durante esos días él preparó un arca de seguridad para sí mismo y para sus seres queridos. Luego, cuando llegó la destrucción, él entró dignamente al arca con su familia y Dios cerró la puerta. Todos fueron salvados.

Aunque las Escrituras no describen qué pasó cuando las fuentes de lo profundo se abrieron y la lluvia comenzó a caer, es muy probable que la gente violenta de la tierra comenzara a golpear el arca y a maldecir y a hacerse pedazos unos a otros tratando cada uno de llegar a la tierra más alta. Pero Dios no permitió que Noé abriera la puerta.

Así mismo será en el Día de Cristo. Una vez que la trompeta haya sonado, los justos apenas podrán arreglárselas para afrontar exitosamente su propio reto Divino puesto ante ellos. No habrá suficiente gracia (aceite) en esos momentos como para compartir con los descuidados e incrédulos.

Cuando Dios cierre la puerta de oportunidad, cuando Cristo aparezca, nosotros debemos estar llenos del Espíritu Santo. No podremos darle gracia a otra persona en ese día. Quienes no tengan “vasijas de aceite puro con sus lámparas” no tendrán tiempo para “comprarlo”.

Los Cristianos que están viviendo victoriosos serán preparados para el Día del Señor. Dios les advertirá y ellos les advertirán a otros. Los santos “prepararán el arca” para salvar a sus familias.

Sus familias también serán liberadas en ese día si las familias entran al lugar de protección de Dios. Quizá lo logren, como hemos dicho, si los “Noés” son fieles en interceder por ellos en oración. Cuando el Señor “cierre la puerta” todos los que estén “en el arca” serán salvos. El juicio que se aproxima no encontrará desprevenidos a los santos verdaderos. Pero sí sorprenderá a los pecadores y a los miembros tibios de las iglesias.

Los pecadores están aterrados en Sión; el temblor atrapa a los impíos: ¿Quién de nosotros puede habitar en el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros puede habitar en la hoguera eterna? (Isaías 33:14 NVI)

“Los pecadores están aterrados en Sión”. ¡En Sión!

Noé tuvo que tomar algunos pasos de fe en el momento del juicio. Él tuvo que entrar al arca. Su experiencia de la vida hizo que fueran posibles esos cuantos pasos fatídicos al arca. Si Noé no hubiera estado viviendo una vida de santidad, él no hubiera sido advertido, él no hubiera construido un arca, él no hubiera tenido la fe ni el valor de entrar y llevar a su familia a entrar a un barco cuando no había ninguna nube en el cielo.

Lot también tuvo que tomar algunos pasos en el momento del juicio. Tuvo que atender y aceptar lo que dijeron los ángeles que llegaron a Sodoma en la tarde. La vida anterior de Lot con su tío, Abraham, le dejó a Lot un poco de entendimiento sobre la conducta justa y recta. Esto fue lo que lo salvó.

Si Lot se hubiera burlado de los ángeles ciertamente hubiera sido destruido. La justicia que le fue impartida mientras vivió con Abraham logró que Lot escuchara a los mensajeros del Señor.

Pero el testimonio de Lot en Sodoma era tan débil que sus yernos no tomaron en cuenta sus advertencias sobre la destrucción que se aproximaba.

Lot, su esposa y sus dos hijas tuvieron que salir de la ciudad de Sodoma mientras que el cielo todavía estaba despejado y no había ninguna señal de desastre inminente. El padre y las hijas siguieron caminando. La esposa de Lot se había involucrado con su hogar y con su vida social en Sodoma. Es probable que ella haya sido ama de casa y una buena vecina, y quizá hasta le haya tenido cariño a sus yernos. Quizá haya sido nativa de Sodoma.

Los ciudadanos condenados de Sodoma fueron hallados desprevenidos. Estaban comiendo. Estaban bebiendo. Estaban construyendo. Estaban vendiendo. Estaban plantando. Estaban comprando.

Era un día “como cualquier otro”, y luego—¡la destrucción total!

No hay duda de que la esposa de Lot y sus yernos habían estado comiendo, bebiendo, comprando, vendiendo, plantando, construyendo, junto con todas las demás personas en Sodoma. ¿Los destruiría Dios por eso? No por éstas actividades ya que éstas no son pecaminosas. Pero la diligencia de la gente de Sodoma había traído prosperidad material. Las personas tenían suficiente alimento y tiempo para buscar el placer, pero no les sobraba tiempo como para conocer la mente del Señor.

Dios no se encontraba en todos sus pensamientos. Como resultado se habían vuelto extremadamente pecaminosos. Esa misma transición al pecado extremo está sucediendo hoy en día en los Estados Unidos de Norteamérica y en otros países prósperos.

Dios no puso al hombre sobre la tierra para que comiera, bebiera, comprara, vendiera, plantara y construyera. Dios puso al hombre sobre la tierra para que sirviera y adorara a Dios.

Como sucede frecuentemente en las culturas adineradas, la gente de Sodoma, debido a que no se dedicaron al servicio y a la adoración de Dios, entonces dirigieron su atención a saciar sus lujurias. Dieron gusto sin restricción a los deseos de su carnalidad. Los alaridos dementes del desenfreno alocado se elevaron al Cielo, como está sucediendo en las ciudades prósperas de nuestros días. El asqueroso olor del Infierno se cernía sobre la ciudad.

Los ciudadanos de Sodoma supusieron que Dios (si es que realmente existía un Dios en los Cielos) estaba demasiado ocupado o imposibilitado de hacer algo sobre sus abominables deleites.

Cuando una nación peca desenfrenadamente se le pone en la balanza y no pesa lo que debe pesar, entonces aparece una mano que escribe sobre la pared. Desde ese momento los días son contados. El reino será divido y dado a una cultura más disciplinada. Esto sucederá sin lugar a duda. A excepción de que los líderes y la gente se arrepientan, así como Nínive, la destrucción es más segura que la salida del sol.

Debido a que las naciones prósperas de nuestros días se están entregando a la adoración de sus deseos corporales, la mano está escribiendo sobre la pared. El resto del siglo veintiuno quizá sea testigo de la destrucción de muchas naciones. Todo tipo de calamidad está por caer sobre el mundo debido a los pecados que se practican. A excepción de que haya arrepentimiento de parte de las naciones, la catástrofe está próxima. Los pecadores siempre se destruyen a sí mismos, a sus seres queridos, y a su entorno.

La esposa de Lot estaba tan absorta en la búsqueda ordinaria de la vida que cuando le llegó la orden de huir ella no pudo convencerse de que su mundo cambiaría.

No es pecado comer, beber, comprar, vender, ni construir a excepción de que se practiquen en exceso. Sin embargo, nuestro involucramiento en la búsqueda común de la vida puede destruir nuestra habilidad de responder a las realidades espirituales del Reino de los Cielos.

Matamos nuestra vida espiritual al no cultivar la oración y la lectura de la Palabra de Dios. Es casi imposible que un individuo rico entre al Reino de Dios debido a la habilidad que tienen las posesiones materiales de dar muerte a nuestra naturaleza espiritual.

El hombre no puede vivir sólo de pan ni su vida consistir de la abundancia de las cosas que posee.

Cuando el Señor Jesús descienda del Cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, todos nuestros comportamientos previos en el mundo definirán la manera en que reaccionaremos cuando Cristo aparezca.

Quizá pensemos ahora que tendremos la fe necesaria para salir y encontrarnos con Él en ese día. ¿Pero la tendremos? ¿Tenemos la suficiente fe hoy para salir del campamento con Él y vivir con Él, soportando el reproche que esa decisión conllevará? Si no la tenemos, ¿por qué suponemos que será diferente cuando un paso de fe mucho más difícil sea requerido?

En ese día no seremos llevados de forma sobrenatural. Más bien, tendremos que tomar en ese momento el paso obediente de fe, así como lo tuvieron que tomar Noé y Lot. Si nuestra historia pasada ha sido tal que hemos estado involucrados fuertemente en el mundo y si nuestra vida espiritual es débil o nula, no poseeremos la gracia y la fe necesarias para la resurrección y ascensión—sin importar cuáles sean nuestras creencias doctrinales.

La doctrina correcta nos salva sólo conforme actuamos según lo que ella nos indica.

Escucha la Palabra de Cristo:

Pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre y acabó con todos. Así será el día en que se manifieste el Hijo del hombre. En aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas dentro de la casa, que no baje a buscarlas. Así mismo el que esté en el campo, que no regrese por lo que haya dejado atrás. ¡Acuérdense de la esposa de Lot! El que procure conservar su vida, la perderá; y el que la pierda, la conservará. Les digo que en aquella noche estarán dos personas en una misma cama: una será llevada y la otra será dejada. Dos mujeres estarán moliendo juntas: una será llevada y la otra será dejada.—¿Dónde, Señor?—preguntaron.—Donde esté el cadáver, allí se reunirán los buitres—respondió él. (Lucas 17:29-37 NVI)

Según entendemos nosotros el último versículo citado anteriormente, Cristo es el Cadáver, el Cuerpo, el ensangrentado Cordero sacrificado. Nosotros los Cristianos somos los buitres que se alimentan del cuerpo y la sangre de Cristo, del Cordero de Dios.

Observa el siguiente versículo de Job:

Sus polluelos se regodean en la sangre; donde hay un cadáver, allí está el halcón. (Job 39:30 NVI)

Parece ser que el Señor Jesús se estaba refiriendo a este pasaje en Job.

Los Cristianos deben vivir comiendo la carne de Cristo y bebiendo Su sangre. Su cuerpo y Su sangre son nuestra vida. Cristo es nuestra vida. Cuando Él aparezca volaremos hacia Él donde Él esté y apareceremos con Él debido a que nosotros vivimos participando constantemente de Su vida.

Los creyentes que no estén viviendo por la vida de Cristo no serán resucitados y atraídos hacia Él, ya que la vida de resurrección no estará morando en ellos. Si el Espíritu de vida no está morando en nosotros, nuestro cuerpo mortal no recibirá vida en el Día de Cristo (Romanos 8:11).

Cuando el Señor sea manifestado (y las ejemplificaciones de Su aparición tiene que ver con el atardecer, o con oscuridad, o con la media noche porque Él aparecerá durante la mayor oscuridad que jamás haya habido sobre la tierra) no habrá, al principio, ninguna razón aparente para que alguien haga algún tipo de huida, así como no había ninguna razón aparente para que Lot dejara Sodoma, o que Noé y su familia entraran al arca.

Los santos tendrán que demostrar su fe obedeciendo al Señor según lo que la palabra específica del Espíritu los esté dirigiendo hacer. Esta es la manera en que obtenemos la salvación. Esta es la manera en que recibimos sanidad física. Esta es la manera en que obtenemos los dones del Espíritu y entramos a nuestro ministerio.

Una fe activa será requerida en el Día del Señor así como una fe activa es requerida para la salvación inicial.

En ese día, nosotros debemos estar preparados para ser guiados en cualquier momento por el Señor. Nuestra forma anterior de proceder determinará nuestra habilidad de ser guiados en el momento crucial. ¿Lo podremos hacer? Comencemos a prepararnos en este momento.

En ese momento se decidirá el tipo de destino eterno que tendremos. Si hemos estado involucrados con las cosas del mundo, no podremos movernos con suficiente prontitud. No será que el Señor evitará que entremos al Reino. Seremos nosotros mismos los que nos cerraremos la puerta debido a nuestra inhabilidad de responder con fe cuando suene la última trompeta.

Jesús nos ha advertido deliberada y repetidamente que nos mantengamos alertas debido a lo repentino y a lo decisivo de Su aparición. Si no nos mantenemos alerta y nos volvemos flojos y sordos, ciertamente somos insensatos y holgazanes.

Por esto comprendemos que ahora mismo estamos determinando nuestro destino eterno, nuestra posición en el Reino de Dios. O estamos saliendo de las cosas del mundo, huyendo a la montaña de Dios arrepentidos, orando, estudiando continuamente la Palabra de Dios, teniendo comunión consistente con santos fervientes, sometiéndonos a los líderes de la iglesia, compartiendo nuestra sustancia material con los necesitados y con la obra del Señor; o estamos comiendo, bebiendo, casando, dando en casamiento, comprando, vendiendo, plantando, y construyendo.

O estamos reuniendo hacia Jesús o estamos dispersando de Jesús. No existe posición intermedia. Si estamos reuniendo hacia Jesús tendremos suficiente fuerza espiritual para responder a la trompeta de Dios. Si estamos dispersando de Jesús, ocupándonos con las cosas del mundo, nosotros y nuestros seres queridos no podrán responder a la trompeta de Dios. Le echaremos una última y detenida mirada a nuestras posesiones y eso probará ser el acto final de desobediencia que nos traerá la destrucción.

¡Qué terrible será en aquellos días para las que estén embarazadas o amamantando! (Mateo 24:19 NVI)

Extranjeros sobre la tierra.

El día de angustia que se aproxima será difícil para las mujeres que estén embarazadas o que tengan bebés. Por esto es que Pablo aconseja que no nos involucremos con casarnos y con dar en casamiento más de lo necesario para conducir apropiadamente nuestra vida Cristiana.

Sin embargo, el Señor abrirá camino para cada individuo que esté haciendo Su voluntad, aunque tenga la responsabilidad de niños pequeños. El Señor Jesús tiene enorme poder. Él puede proteger a cualquier individuo bajo cualquier circunstancia.

Lo que quiero decir, hermanos, es que nos queda poco tiempo. De aquí en adelante los que tienen esposa deben vivir como si no la tuvieran; (1 Corintios 7:29 NVI)

Pablo nos enseña que debemos estar poniendo toda atención a nuestra habilidad y a la habilidad de quienes nos siguen a estar firmes en el Día del Señor, a poder vencer en la hora de la prueba para entrar triunfantemente en el Reino de Dios. Debemos permanecer en nuestro llamado, ya sea el de estar casados o el de estar solteros. Nuestra responsabilidad es mantenernos en espera del Señor hasta que sepamos exactamente lo que debemos hacer con respecto a nuestras relaciones con otros.

No estamos sugiriendo de ninguna manera que el santo ferviente ignore a su esposa o esposo e hijos. El creyente que ignore sus responsabilidades en estas áreas de la vida familiar nunca será encomendado con las riquezas del Reino. Estamos dando una advertencia a los peligros que tiene la tendencia actual de los Cristianos de poner demasiado énfasis en crear una vida ideal para nosotros y para nuestros seres queridos en el mundo actual.

Nosotros somos extranjeros y peregrinos sobre la tierra—nosotros y nuestros hijos. Nuestra atención debe estar enfocada en la venida del Reino de Dios. No debemos estar intentando usar al Señor Jesús para crear un medio ambiente familiar idílico para nosotros para que podamos relajarnos y vivir cómodamente y en paz en la era actual. Es momento ahora de que las iglesias de Cristo se arrepientan y se vuelvan al Señor decididos a una ferviente consagración.

Repetimos, no estamos sugiriendo que descuidemos a nuestras familias. A veces es necesario que por muchos años la mayor parte de nuestras oraciones, nuestra fe, nuestras fuerzas, y nuestras actividades estén dirigidas al bienestar de nuestros seres queridos. Simplemente estamos señalando que este mundo no es nuestro hogar y nuestros esfuerzos no deben estar dirigidos a volverlo nuestro hogar.

Debemos orar todos los días con diligencia para que el Señor Jesús haga que cada uno de nuestros seres queridos pueda ser parte de Su Reino. Debemos vivir cada día sabiendo que el juicio está cerniéndose sobre las naciones prósperas de nuestro día. Sólo quienes estén aprendiendo a caminar en el reino de lo espiritual así como en el de lo natural podrán sobrevivir en los días de angustia que aún ahora están cerca de nosotros.

No será de ayuda establecer exitosamente relaciones familiares si descubrimos en el Día de Cristo que nuestra familia no está preparada para caminar con fe en la hora de la angustia. La necesidad más urgente es prepararnos para la venida del Señor y para las batallas espirituales que están sucediendo en estos momentos. Si nunca dejamos de orar y de servir para este propósito, el Señor Dios del Cielo nos ayudará con esto y protegerá y fortalecerá a nuestras familias.

Oren para que su huida no suceda en invierno ni en sábado. (Mateo 24:20 NVI)

Protección en el día de la angustia.

Se aproximan tiempos difíciles, tanto para los elegidos como para el mundo. Si oramos y buscamos el Reino, la Palabra de Dios dice que tendremos alimentado y ropa. Seremos protegidos de ser dañados si vivimos en el centro de la voluntad de Cristo—un lugar muy agradable en donde morar.

Los Salmos Treinta y cuatro, Treinta y siete, y Noventa son, entre los pasajes de Escritura, los que tendrán su más completo cumplimiento durante el acortado periodo de desolación sin precedencia que está por suceder.

Si elegimos estar en Cristo continuamente, Dios nos protegerá de Satanás y saldremos librados de toda maldad.

No te pido que los quites del mundo, sino que los protejas del maligno. (Juan 17:15 NVI)

Durante el periodo de tribulación las promesas de las Escrituras con respecto a la guía, la protección y la provisión seguirán siendo ciertas y fieles para cada persona, joven o anciana, que siga morando en la voluntad y la Presencia de Cristo. Mantengamos una confianza y una fe perfectas en Él.

Mateo 24:20 (citado anteriormente) nos indica que no hay nada inevitable. Aún en los días terribles de venganza el Señor Dios escuchará el clamor de Sus elegidos con respecto a la privación del invierno; o, en el caso de los Judíos, con el conflicto y la ofensa que ocasiona el trabajo de viajar en el Sábado.

Dios acortará los días de la venganza por el bien de los elegidos. Si Dios no acortara este periodo de la peor tribulación de todas, nadie del planeta sobreviviría. La raza humana sobre la tierra se extinguiría, así de catastróficamente inimaginables serán las plagas del periodo de oscuridad que se aproxima.

Arrasaré con hombres y animales, con las aves del cielo, con los peces del mar, con ídolos e impíos por igual. Exterminaré al hombre de sobre la faz de la tierra—afirma el Señor—. (Sofonías 1:3 NVI)

El amor y la preocupación de Dios para Su pueblo siempre brillan durante las noches más oscuras y por ello encontramos la amorosa advertencia, “Oren para que su huida no suceda en invierno ni en sábado.”

Cualesquiera que sean nuestras necesidades o deseos en esos momentos, no debemos titubear en dirigirnos a Dios por medio de Cristo y presentar nuestros deseos ante el trono de gracia.

Mientras las puertas del Reino no se hayan cerrado y la hora de la ira no haya llegado, Dios siempre escuchará el clamor que llegue hasta Él en el nombre de Jesús,

Porque habrá una gran tribulación, como no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá jamás. (Mateo 24:21 NVI)

Los elegidos.

El general Tito se propuso sistemáticamente aplastar a los Judíos. Antes de detenerse, muchos ya habían sido asesinados. Se le puso fin a la resistencia Judía. Jerusalén y el Templo estaban en ruinas. Fue un periodo de mucho sufrimiento.

A pesar de lo fuerte que fue la tribulación que cayó sobre los Judíos en el primer siglo, ésta sólo fue una sombra de lo que sucederá en “la gran tribulación”. Según lo que entendemos nosotros, la gran tribulación afectará a toda la tierra gracias al sacrilegio de un humano poseído por Satanás que se sentará entre las alas de los Querubines de Gloria y declarará ser Dios.

Además, recuerda que Jesús no se estaba refiriendo principalmente a la historia futura de la raza Judía sino a la historia futura de los elegidos—a los creyentes tanto de padres Judíos como de padres Gentiles que han sido llamados a salir del mundo para que puedan glorificar a Dios (Juan 17:9,10 NVI).

La raza Judía todavía es reconocida y amada por Dios debido a los patriarcas y a los profetas. Pero los “elegidos” son aquellos a quienes Cristo ha llamado de entre todas las razas para Sí Mismo, especialmente a los Judíos.

Si no se acortaran esos días, nadie sobreviviría, pero por causa de los elegidos se acortarán. (Mateo 24:22 NVI)

Los días de la venganza.

Los días de la venganza revelarán el enojo que siente Dios contra la maldad, la rebelión y el comportamiento obstinado, desobediente y pecaminoso por parte de las criaturas de Dios, tanto angelicales como humanas. Será una época de destrucción tan terrible que no nos es concebible.

Si no fuera porque esos días serán acortados no quedaría sobre la tierra ningún ser humano vivo.

Debido a los elegidos de Dios, Sus escogidos que claman a Él de día y de noche, la raza humana se salvará de la extinción. Ciertamente, la Iglesia es la sal de la tierra, el único factor en el mundo evitando la destrucción total de la humanidad.

Entonces, si alguien les dice a ustedes: “¡Miren, aquí está el Cristo!” o “¡Allí está!”, no lo crean. Porque surgirán falsos Cristos y falsos profetas que harán grandes señales y milagros para engañar, de ser posible, aun a los elegidos. Fíjense que se lo he dicho a ustedes de antemano. (Mateo 24:23-25 NVI)

El espíritu engañoso del Anticristo.

Durante la época de angustia que se aproxima existirán falsos Cristos y falsos profetas. Debido a que la gente estará buscando desesperadamente alguna forma de librarse de los problemas de la tierra estarán listos para correr tras cualquiera que les ofrezca paz y prosperidad.

Cuando los maestros de las Escrituras guían al pueblo Cristiano a creer que Dios no permitirá que ellos sufran tribulación están preparando a sus oyentes para el engaño y para un desgarrador colapso espiritual.

es verdad que los siervos fieles de Dios nunca serán visitados por Su ira.

Pero también es verdad que nosotros los Cristianos tendremos tribulación en el mundo y que entramos en el Reino de Dios por medio de mucha tribulación. La tribulación obra en nosotros paciencia. Si aceptamos la tribulación correctamente tendrá éxito en hacernos más fuertes y más santos en el Señor.

La ira de Dios es diferente de la tribulación. La tribulación es una reprimenda y una amonestación a nuestra personalidad. La ira no conduce a la redención y es destructiva. Tengamos cuidado de distinguir entre la tribulación y la ira. Darle a los creyentes la impresión de que nunca sufrirán dolor y angustia es dejarlos expuestos a ser desanimados y confundidos cuando experimenten las realidades de la vida y del Reino de Dios.

La vida sobre la tierra está llena de sufrimiento de varios tipos. El pastor o maestro que es fiel no dejará vulnerable a los que le han sido encomendados dejando que sigan sus caprichos y diciéndoles sólo lo que desean escuchar. El ministro que hace esto está bajo engaño y está buscando su propia gloria.

Tenemos a maestros que nos dicen que habrá un arrebato secreto de los santos antes de la venida del Señor. Dicen esto a pesar del testimonio de Cristo que no habrá ninguna venida secreta; y a pesar de Su oración, en Juan, Capítulo 17 que le pide a Dios que no nos quite del mundo sino que nos libre del maligno.

No te pido que los quites del mundo, sino que los protejas del maligno. (Juan 17:15 NVI)

Debemos preparar nuestras mentes y darnos cuenta de que la gran tribulación está por llegar. Seremos protegidos durante el periodo de tribulación siempre y cuando estemos habitando “al abrigo del Altísimo”, en el centro de la voluntad de Cristo.

No sigamos a ninguna persona que nos ofrezca una salida fácil. Este es el espíritu engañoso del Anticristo que quiere alejar nuestros ojos de la espera paciente en Cristo para hacernos descarriar usando signos milagrosos, apelando a nuestro egocéntrico amor al placer, a las cosas facilitas, y a la ganancia material.

La influencia del humanismo se encuentra en la doctrina de numerosas iglesias. Cristo se ha vuelto el siervo de los creyentes, otorgándoles toda bendición espiritual, doméstica y material. Este tipo de mensajes es mucho más real en las naciones prósperas pero tiene su atractivo también en los países más pobres. El predicador presenta una imagen de éxito, bendición y felicidad. Le presta culto a la persona adámica próspera y conoce muy poco o nada sobre lo que significa ser una creación justa en Cristo.

El Gnosticismo es una herejía antigua que enfatiza lo malo que es el mundo material y lo bueno que es el reino espiritual. La influencia del Gnosticismo es lo que ha cambiado la meta de la redención del Reino de Dios y Su justicia a la residencia eterna en una mansión de oro en el paraíso espiritual.

La influencia del antinomianismo presenta la gracia Divina como una alternativa al comportamiento justo y recto y representa a la gracia como una amnistía eterna que opera independientemente de nuestro comportamiento. Este error ha destruido la fuerza moral del pueblo Cristiano.

El Dispensacionalismo es un concepto más nuevo. Dos de sus aspectos más cuestionables son: la división entre Israel y la Iglesia Cristiana, y el arrebato al Cielo de los creyentes antes de la tribulación para escapar del Anticristo y de la gran tribulación.

El elemento espiritual del Reino de Dios se compone de creyentes que han sido lavados en sangre, que han vuelto a nacer y que están buscando la vida Cristiana victoriosa. La naturaleza física del Reino de Dios es la tierra y el pueblo físico de Israel. El único Reino de Dios (no existen dos reinos) requiere tanto del aspecto espiritual como del físico. El tratar de dividirlos evita la instalación del Reino de Dios sobre la tierra, lo cual es precisamente lo que Satanás desea.

La enseñanza de que los creyentes en Cristo serán arrebatados al Cielo antes de la tribulación ha producido bebés espirituales que no podrán permanecer firmes en el día malo, lo cual es precisamente lo que Satanás desea.

Los “cuatro jinetes” que han confundido la interpretación de la Biblia son el humanismo, el Gnosticismo, el antinomianismo, y el Dispensacionalismo. Puede notarse que estos cuatro, de una u otra manera, obran en contra de la búsqueda del Reino de Dios y Su justicia. Hasta que estas cuatro influencias sean removidas de las predicaciones del Evangelio del Reino de Dios será imposible para el pueblo de Dios comprender a los Profetas de Israel o a los Apóstoles del pacto nuevo. La meta de la redención y la forma de adquirir la meta seguirán sin estar claros. No habrá luz moral que guíe a las naciones—¡lo cual es precisamente lo que Satanás desea!

Ten cuidado de cualquiera que promete una venida visible de Cristo aparte del regreso mundial en el cual brillará como un relámpago de horizonte a horizonte.

Él nos ha advertido por adelantado:

Por eso, si les dicen: “¡Miren que está en el desierto!”, no salgan; o: “¡Miren que está en la casa!”, no lo crean. (Mateo 24:26 NVI)

La revelación de Cristo a plena vista de todos.

La venida de Cristo no será un secreto. Él descenderá con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios. Cristo no llegará al mundo sigilosamente para “robarse” a una esposa débil y temerosa. Esto no es lo que las Escrituras quieren decir cuando dicen que Cristo llegará como un ladrón en la noche. Quiere decir que Él vendrá repentinamente sobre el mundo para juzgar el pecado y la rebelión y encontrará a los Cristianos tibios y al mundo sin preparación.

El Señor Jesucristo regresará con poder y majestuosidad impresionantes para ser glorificado a la vista del mundo y será acompañado por una nube de santos conquistadores, dedicados y llenos de fe. Esta es la verdadera venida del Señor.

Porque así como el relámpago que sale del oriente se ve hasta en el occidente, así será la venida del Hijo del hombre. (Mateo 24:27 NVI)

El poder de Su venida.

Cualquiera que haya vivido donde hay muchos relámpagos sabe que no hay nada sigiloso de uno de ellos. Las nubes oscuras hinchadas de lluvia ocultan el sol, la luna, y las estrellas. La tensión se incrementa conforme los electrones se acumulan en los puntos más altos del paisaje.

Repentinamente la electricidad se descarga, saltando de la tierra a las nubes. Tenedores de luz brillante que reflejan la enorme energía iluminan momentáneamente la oscuridad. Sabemos que la energía del Espíritu Santo que elevará a la Iglesia en el Día del Señor será enorme—suficientemente poderosa para arrancar a los santos de Dios de las fuerzas del Infierno.

Luego se escucha el estrepitoso estruendo del aire desplazado que vuelve a juntarse. Las ventanas vibran. La gente y los animales se aturden. Percibimos un poco la majestuosidad de Dios y los asuntos de la tierra se ven como las actividades débiles de hormigas escabulléndose en el polvo.

Así será en el Día del Hijo del Hombre. La luz del Espíritu Santo brillará repentinamente por medio de los santos—los santos sobre la tierra y los santos que vendrán del Cielo con el Señor Jesús. La luz de Dios en los santos, la misma luz que fue separada de la oscuridad en el comienzo de la creación, brillará de horizonte a horizonte. Esto sucederá cuando la oscuridad espiritual esté en su apogeo.

Luego llegará la voz poderosa de Cristo, la voz creadora de galaxias, y la voz del ángel más importante de Dios. La majestuosidad de Dios será revelada. La gente de la tierra, incluyendo los Cristianos descuidados, se tambalearán confundidos y temerosos. Su confusión y frustración se volverán un remordimiento insoportable al darse cuenta de que las puertas de la redención quizá estén cerradas para ellos por el resto de la eternidad.

El remordimiento se volverá ira conforme las almas perdidas enfrentan a sus líderes, a los que los han engañado—aquellos que les enseñaron que el hombre puede tener paz en la tierra sin tener nada que ver con Cristo.

Satanás atormentará a los creyentes tibios en esa hora. Los miembros de Babilonia (del Cristianismo dirigido por el hombre) buscarán a alguien a quien culpar. Los predicadores y maestros que les aseguraron que Dios y Jesús son amor y no un fuego consumidor, y que son demasiado amables como para hacerle daño a alguien, serán el objeto de su odio asesino.

Entonces, bajo la administración de los santos, serán vaciadas las copas de oro llenas de la ira de Dios—un castigo terrible para diablos y hombres.

Los que ya han sido juzgados serán los jueces. Los que persiguieron a los santos, los que fingieron ser uno de ellos, y hasta los individuos que no cuidaron de los discípulos cuando estaban pasando necesidad, ahora estarán a la merced de los fieles del Señor.

Los santos que se sentarán en los tronos de juicio no son los creyentes promedio y descuidados. Más bien serán los muertos-que-viven que han sido crucificados con Cristo. Su juicio no se basará en lo que sienten. Ellos juzgarán de acuerdo a lo que escuchen del Señor. La espada de doble filo estará en sus manos. Ellos serán la Esposa—tan terrible como un ejército con estandartes. Así como es Él, así son ellos en este mundo. Su juicio será certero y sus palabras no caerán al suelo.

A muchas personas se les da la oportunidad de ayudar a los testigos del Señor cuando están avanzando lentamente soportando la cruz de negarse a satisfacer sus propios deseos. Quienes los ayuden en el camino no perderán su recompensa. Quienes les hagan daño, o se rehúsen a hacerles un bien cuando se les presente la oportunidad, sufrirán gran pérdida en el Día del Señor. Quizá hubieran ayudado al Señor Jesús si hubieran sabido que era Él; pero al hacerle daño o al descuidar a los testigos del Señor han dañado o descuidado al Señor Mismo.

La Carta del Apocalipsis presenta la descripción de quienes han rechazado el amor de Dios y han sido obligados a soportar el escrutinio del Cordero sacrificado a manos de hombres malvados:

Los reyes de la tierra, los magnates, los jefes militares, los ricos, los poderosos, y todos los demás, esclavos y libres, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de las montañas. Todos gritaban a las montañas y a las peñas: ¡Caigan sobre nosotros y escóndannos de la mirada del que está sentado en el trono y de la ira del Cordero, porque ha llegado el gran día del castigo! ¿Quién podrá mantenerse en pie? (Apocalipsis 6:15-17 NVI)

En aquel día todas las naciones de la tierra estarán de luto. La raza Judía se dará cuenta de que Jesús de Nazaret, el que fue crucificado, es el Cristo—el Hijo amado de Dios.

Donde esté el cadáver, allí se reunirán los buitres. (Mateo 24:28 NVI)

Los buitres se reúnen.

Como dijimos anteriormente, entendemos que el “cadáver” es el Cordero sacrificado de Dios, es Cristo. Los “buitres” son los santos que viven de alimentarse del cuerpo y la sangre del Cordero sacrificado. No habrá denominaciones en esos momentos. La fuerza hacia arriba que nos reunirá con los elegidos de Dios es el cuerpo y la sangre del Cordero de Dios. Es el Cristo que ha sido partido y repartido a todos nosotros y que ahora se vuelve a reunir para formar una Unidad.

Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, “se oscurecerá el sol y no brillará más la luna; las estrellas caerán del cielo y los cuerpos celestes serán sacudidos”. (Mateo 24:29 NVI)

Las señales de Su venida.

Nosotros tendremos que soportar la gran tribulación y la hora de tentación desde principio a fin; no tendremos que soportar el Día de la Ira sino la tribulación y el aumento de maldad en los últimos días. Jesús regresará “inmediatamente después de la tribulación de aquellos días” pero antes de que la ira de Dios sea vertido sobre la tierra.

En cuanto “Noé entre al arca”, por así decirlo, la ira de Dios caerá sobre los malvados de la tierra.

Nosotros seremos salvados si nos mantenemos fieles a Cristo durante el transcurso de la tribulación de esos días y si no sucumbimos ante la hora de la tentación. Sí podemos y sí podremos aguantar gracias a las provisiones, al consuelo y al ánimo ofrecido por el Señor. A muchos santos, debido a su fidelidad, se les dará muerte. Ellos irán directo a la Presencia del Cordero y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos (Apocalipsis 7:9-17).

Los santos de Cristo siempre han podido aguantar épocas de tribulación y persecución y han salido más que conquistadores por medio de la gracia de Dios en Cristo.

Israel se mantuvo seguro en la tierra de Gosén cuando Dios estaba juzgando a los dioses de Egipto. Y sin embargo, Gosén estaba a un costado del área que iba a sufrir la destrucción. Dios no tiene ninguna dificultad en proteger a los que Le pertenecen, aún cuando el juicio esté cayendo por todos lados.

Nosotros aún no hemos visto que el sol se oscurezca. La luna aún no ha dejado de brillar ni se ha tornado roja como la sangre. Las estrellas no han caído del cielo. Las potencias de los cielos no han sido conmovidas. Estas son las señales principales del regreso de Cristo. Aún no han sucedido. Por ello es muy poco probable que Cristo regrese en cualquier momento.

La opinión del autor es que estamos en la época de la iglesia de Filadelfia (Apocalipsis 3:7-13). Cristo se está apareciendo a nosotros como el que tiene la llave de David, la llave del Reino de Dios—la autoridad para abrir y cerrar (Isaías 22:22).

Él está apareciendo como el que es santo, el que es verdadero. Estamos en la época, según lo entendemos nosotros, en que Cristo está listo para abrir la puerta a toda nación para que el Evangelio del Reino pueda ser predicado como testimonio. Ningún hombre o nación podrá cerrar la puerta que Cristo abra, y lo que Cristo cierre no podrá volver a ser abierto.

Nosotros poseemos “pocas fuerzas”. Se ha puesto ante nosotros una puerta abierta en el Espíritu. El Espíritu Santo está listo para ayudarnos a predicar el Evangelio del Reino con un poder y una autoridad sin precedente. Muchos están siendo preparados ahora para las inmensas oportunidades que pronto se les darán a los santos.

Quienes hoy en día están diciendo que son Cristianos pero que en realidad son amantes de sí mismos irán a adorar a los pies de los santos verdaderos. Tenemos a muchas personas hoy en día que profesan creer en Cristo pero que están intentando hacerse de dinero y lograr la fama con el Evangelio. Dicen “ser judíos pero que en realidad mienten” (Apocalipsis 3:9). A Su tiempo Dios mostrará quien está verdaderamente siguiendo a Cristo, y quien tiene al rey “Yo” sentado en el trono de su vida.

Ya que nosotros hemos guardado el mandato de Cristo de ser constantes, Él por Su parte nos guardará de la hora de “tentación” que vendrá sobre el mundo entero. Si nosotros nos mantenemos fieles en la oración, Dios no nos dejará caer en tentación sino que nos librará del espíritu del Anticristo y del Falso Profeta.

El espíritu del Anticristo es el espíritu del hombre haciéndose a sí mismo Dios, especialmente usando el sistema político-económico. El Falso Profeta es el espíritu de decepción religiosa. Podemos escuchar la voz del Falso Profeta en las enseñanzas actuales sobre la “gracia”, sobre el arrebato antes de la tribulación, sobre la “prosperidad”, sobre la doctrina de la reconstrucción, sobre la teología de sustitución, y en otras enseñanzas engañosas parecidas.

Los Cristianos han puesto mucho énfasis en que Jesús libere a Sus santos de la gran tribulación en lugar de que los libere del pecado. Ese tipo de énfasis no es de Dios sino del humanismo. Es de personas que buscan la forma de dejar de sufrir y no de personas que buscan servir a Dios más perfectamente.

El problema de los últimos días no será la gran tribulación, sino la hora de tentación. Ser librado de la hora de tentación debe ser enfatizado si los santos de Dios van a escapar los engaños de Satanás. La abundancia de pecado, y no la tribulación, será lo que hará que el amor de la mayoría se vuelva frío.

Cristo no nos sacará del mundo en la hora de tentación. Más bien, Él nos protegerá del maligno. Cristo nos guardará si nosotros guardamos el mandato de ser constantes, si Lo seguimos y soportamos pacientemente nuestra cruz, aguantando sus encarcelamientos.

Ya que has guardado mi mandato de ser constante, yo por mi parte te guardaré de la hora de tentación, que vendrá sobre el mundo entero para poner a prueba a los que viven en la tierra. (Apocalipsis 3:10 NVI)

Los Apóstoles del Señor estaban acostumbrados a la tribulación.

Yo, Juan, hermano de ustedes y compañero en el sufrimiento, en el reino y en la perseverancia que tenemos en unión con Jesús, estaba en la isla de Patmos por causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús. (Apocalipsis 1:9 NVI)

Juan en la isla de Patmos es ejemplo de lo que las Escrituras quieren decir con que los santos serán obligados a ir al desierto. Juan pudo haberse abstenido de predicar a Cristo y con ello se le hubiera permitido disfrutar de las circunstancias cómodas de la civilización de su época.

Debido a su testimonio de Cristo el Apóstol fue exiliado de las comodidades de la civilización. Como resultado de que estaba dispuesto a salir del campamento con Cristo, a Juan se le dio una revelación espectacular de la historia mundial desde su época hasta el regreso del Señor.

Si fuera la voluntad de Dios, nosotros con gusto iríamos al desierto para recibir una revelación similar a la de Juan. ¿Qué hay de ti?

Pero cada uno de nosotros debe morar en el llamamiento en el que Dios nos ha llamado.

Cristo vendrá pronto. Asegurémonos de que ningún hombre se lleve nuestra corona de autoridad y soberanía. Si seguimos siendo vencedores hasta el fin seremos hechos una parte integral del templo eterno de Dios. Entonces sí poseeremos “seguridad eterna”.

Cristo no regresará “en cualquier momento” aunque sí estamos convencidos de que Su venida está cerca y que ciertas preparaciones deben hacerse desde ahora.

Sin embargo, las señales preliminares aún no han aparecido en los cielos. La rebelión contra Dios no ha sucedido y el hombre de maldad no ha sido revelado.

Nosotros pensamos que otra iglesia está surgiendo en el futuro cercano—la iglesia tibia de Laodicea. Laodicea, según lo entendemos nosotros, es la iglesia que se encontrará sobre la tierra durante los días del Anticristo y que continuará hasta que el Señor regrese. Los creyentes de Laodicea deberán escoger entre comprar la fe Divina que ha sido probada en el fuego de la tribulación o unirse a la Babilonia apóstata—a la federación mundial de iglesias.

Observa que la promesa a los santos conquistadores de la época de Laodicea es que heredarán el trono de Cristo. Esta es la recompensa más increíble designada para los santos victoriosos (Apocalipsis 3:21; ver también Apocalipsis 20:4).

El Señor ha guardado “el mejor vino hasta ahora”. Ciertamente, muchos de los que son últimos serán los primeros.

Contentémonos con nuestra propia época, la de Filadelfia, y apresurémonos por la puerta abierta que Cristo ha puesto ante nosotros. Las naciones esperan la predicación del Evangelio del Reino. ¿Quién entre nosotros consagrará hoy su servicio al Señor de la cosecha?

Si marchamos en lágrimas portando la preciosa semilla de la Palabra de Dios, regresaremos con regocijo, trayendo una cosecha abundante de personas en quienes Cristo ha sido formado.

Guerras, pestilencias y terremotos no son las señales principales del regreso del Señor. Más bien son los dolores de parto de una creación que pronto será redimida cuando sean revelados los hijos de Dios (Romanos 8:19).

La señal más importante de la venida del Señor es el sacudimiento y oscurecimiento de los cuerpos celestes. Este oscurecimiento aún no ha sucedido, ni tampoco el amotinamiento mundial contra toda autoridad, ni tampoco ha tomado el Anticristo su lugar en el Templo de Dios.

Por esto, nuestra opinión es que el Señor Jesús no vendrá esta noche.

Nuestro entendimiento es que el Espíritu está dando testimonio de que ahora es el tiempo de la “lluvia de la cosecha” y que el aguacero del Espíritu de Dios llevará a la madurez tanto al trigo como a la mala hierba.

La justicia y el pecado llegarán simultáneamente a la plena estatura como resultado de la lluvia tardía del Espíritu de Dios. La lluvia tardía es Cristo viniendo a la tierra en el Espíritu para preparar el camino para el establecimiento de Su Reino (Oseas 6:3).

Nosotros, los que somos Cristianos, tenemos la oportunidad de pedirle a Cristo una unción plena del Espíritu Santo para que podamos dar testimonio de Su muerte, resurrección, y pronto regreso en Su Reino.

¡Pídanle al Señor que llueva en primavera! ¡Él es quien hace los nubarrones y envía los aguaceros! ¡Él es quien da a todo hombre la hierba del campo! (Zacarías 10:1 NVI)

Si nosotros oramos y somos obedientes al Señor en la época actual, serán salvas muchas almas que de otra manera no estarían preparadas para la hora de tentación que se aproxima ni para el regreso de Cristo. Seamos fieles a nuestra responsabilidad y sirvamos a nuestra generación según sea la voluntad de Dios. Las oportunidades son ilimitadas. ¿Serviremos al Maestro con todo nuestro corazón en ésta época?

Cuando el sol y la luna estén oscurecidos, cuando las estrellas caigan del cielo, y cuando los poderes del cielo sean sacudidos, sabemos que la señal del Hijo del hombre está próxima a aparecer en los cielos.

La señal del Hijo del hombre aparecerá en el cielo, y se angustiarán todas las razas de la tierra. Verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria. (Mateo 24:30 NVI)

El grande y terrible Día del Señor.

El testimonio que dio Cristo al Sumo Sacerdote revela que Él se aparecerá a la derecha de Dios.

—Tú lo has dicho—respondió Jesús—. Pero yo les digo a todos: De ahora en adelante verán ustedes al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y viniendo en las nubes del cielo. (Mateo 26:64 NVI)
Zacarías dijo, “…y entonces pondrán sus ojos en mí. Harán lamentación por el que traspasaron.” (Zacarías 12:10)

El mundo contemplará el descenso del Rey que está llegando para establecer Su Reino sobre la tierra. Los Judíos contemplarán al Cristo que rechazaron. Ellos “llorarán amargamente como quien llora por su primogénito.”

Los pecadores de la tierra gritarán a las montañas y a las peñas: “Caigan sobre nosotros y escóndannos de la mirada del que está sentado en el trono y de la ira del Cordero” (Apocalipsis 6:16).

El grande y terrible Día del Señor se aproxima. Preparémonos para no sentir vergüenza en Su Presencia cuando aparezca.

Y al sonido de la gran trompeta mandará a sus ángeles, y reunirán de los cuatro vientos a los elegidos, de un extremo al otro del cielo. (Mateo 24:31 NVI)

La reunión de los elegidos.

El Señor regresará y nosotros seremos resucitados cuando suene la última trompeta. La última trompeta es la séptima trompeta.

Tocó el séptimo ángel su trompeta, y en el cielo resonaron fuertes voces que decían: El reino del mundo ha pasado a ser de nuestro Señor y de su Cristo, y él reinará por los siglos de los siglos. (Apocalipsis 11:15 NVI)

Dos versículos paralelos son los siguientes:

El Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán primero. (1 Tesalonicense 4:16 NVI)
En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al toque final de la trompeta. Pues sonará la trompeta y los muertos resucitarán con un cuerpo incorruptible, y nosotros seremos transformados. (1 Corintios 15:52 NVI)

Observa cuidadosamente:

…y reunirán de los cuatro vientos a los elegidos, de un extremo al otro del cielo. (Mateo 24:31 NVI)

La nación de Israel como tal no es la elegida que será reunida. Los miembros de Cristo serán los reunidos “inmediatamente después de la tribulación de esos días”. Esto parece estar indicado por el siguiente versículo:

¿Qué concluiremos? Pues que Israel no consiguió lo que tanto deseaba, pero sí lo consiguieron los elegidos. Los demás fueron endurecidos. (Romanos 11:7 NVI)

El versículo anterior de Romanos nos sugiere que la palabra elegidos no se refiere a todos los que son Judíos por raza. Más bien se refiere a un remanente que se compone tanto de Judíos como de Gentiles y que constituyen a los elegidos de Dios.

Ésos somos nosotros, a quienes Dios llamó no sólo de entre los judíos sino también de entre los gentiles. (Romanos 9:24 NVI)

Considera en los siguientes ejemplos la manera en que la palabra elegidos se aplica a los creyentes Cristianos:

¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. (Romanos 8:33 NVI)
Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, (Colosenses 3:12 NVI)
Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, llamado para que, mediante la fe, los elegidos de Dios lleguen a conocer la verdadera religión. (Tito 1:1 NVI)

Claramente, los Apóstoles del Nuevo Testamento consideraban a los seguidores de Cristo, fueran Judíos o gentiles de nacimiento natural, elegidos de Dios.

No existen dos elegidos, unos que sean elegidos Judíos y otros que sean elegidos Cristianos. La enseñanza del Apóstol Pablo en Efesios 2:11-22 está en contra de que haya dos elegidos. Nosotros creemos que el verdadero santo de Dios sabe en su corazón que Mateo, Capítulo 24 está hablando de los Cristianos, de los miembros del Cuerpo de Cristo.

Mateo, Capítulo 24 describe la venida del Señor. La venida del Señor sucederá “después de la tribulación de esos días”. Enseñar otra cosa es una desviación seria de las Escrituras.

Los “elegidos”, los escogidos del Señor, se reunirán, “después de la tribulación de esos días”, después del oscurecimiento del sol y la luna, de la caída de las estrellas del firmamento, del sacudimiento de los poderes de los cielos, y de la aparición de la señal del Hijo del Hombre en los cielos.

¿A qué se refiere con la “señal del Hijo del hombre”? Nosotros no lo sabemos. Quizá será una gran cruz rodeada de ángeles. En lo que ha transcurrido de la historia la cruz ha sido la señal del Cristianismo. Nosotros no podemos estar seguros porque no lo especifican las Escrituras.

Un toque de trompeta de Dios que hizo temblar a la tierra se escuchó cuando los Diez Mandamientos fueron dados en el Monte Sinaí.

A la venida del Señor Jesucristo del Cielo la trompeta de Dios nuevamente tocará una tremenda fanfarria, anunciando la venida del único Rey verdadero y el establecimiento de Su Reino sobre la tierra.

Bajo el mando de Moisés el pueblo no pudo obedecer la terrible Palabra. Bajo el mando de Cristo, Quien es más grande que Moisés, la Palabra de Dios podrá ser obedecida. Todas las naciones obedecerán las leyes del Reino de Cristo. Las leyes del Reino de Dios se harán cumplir con “puño de hierro”—con la fuerza irresistible del Espíritu de Dios.

Aprendan de la higuera esta lección: Tan pronto como se ponen tiernas sus ramas y brotan sus hojas, ustedes saben que el verano está cerca. Igualmente, cuando vean todas estas cosas, sepan que el tiempo está cerca, a las puertas. (Mateo 24:32,33 NVI)

La higuera.

“Todas estas cosas” a las que se refieren (el versículo anterior) son el oscurecimiento del sol, la disminución de luz de la luna, la caída de las estrellas del cielo, y el sacudimiento de los poderes de los cielos. Cuando veamos todas estas cosas sabremos que la venida del Señor está cerca.

Les aseguro que no pasará esta generación hasta que todas estas cosas sucedan. (Mateo 24:34 NVI)

Esta generación.

Esta “generación” es la generación que será testigo de las cuatro mayores señales del fin de los tiempos que acabamos de mencionar. La generación de personas que verán estas maravillas en los cielos no morirá hasta que el Señor Jesús haya regresado a la tierra. Las cuatro manifestaciones en los cielos anunciarán el fin de la era actual.

El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras jamás pasarán. (Mateo 24:35 NVI)

La Palabra eterna.

Según lo que entendemos en la Carta del Apocalipsis al final del periodo de los mil años la tierra y el cielo huirán y no dejarán rastro alguno (Apocalipsis 20:11). Pero la Palabra de Cristo será tan perfecta y completa en aquel día como lo era cuando la pronunció en el Monte de los Olivos y como lo es en la época actual.

Cuando sostenemos las Escrituras en nuestras manos estamos sosteniendo un registro eterno. Las Escrituras permanecerán tan verdaderas como siempre lo han sido y lo seguirán siendo hasta cuando el universo en existencia en la hora actual sea una vaga memoria.

Pero en cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre. (Mateo 24:36 NVI)

Dios es soberano.

Dios no consultó a nadie cuando hizo el plan de redención. Su plan fue terminado hasta el último detalle antes de la creación del mundo. El nombre de cada uno de los redimidos de Dios fue escrito en el libro de la vida del Cordero. Todos los tiempos señalados fueron establecidos. Verdaderamente, Dios es Dios.

El mundo puede intentar vivir sin Dios tanto como le plazca. Pero cuando llegue ese día y esa hora, la era de la maldad actual llegará a su fin y Cristo reinará como Rey de reyes y Señor de señores.

La venida del Hijo del hombre será como en tiempos de Noé. Porque en los días antes del diluvio comían, bebían y se casaban y daban en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca; y no supieron nada de lo que sucedería hasta que llegó el diluvio y se los llevó a todos. Así será en la venida del Hijo del hombre. (Mateo 24:37-39 NVI)

Listos para el Día del Señor.

El trigo y la mala hierba crecerán juntos hasta el final de la era. Luego los mensajeros de Dios vendrán y recogerán la mala hierba y la atarán en manojos para ser quemada. El trigo será recogido y guardado en el granero del Señor (Mateo 13:30).

Sabemos que los justos no serán “arrebatados” antes de la gran tribulación porque el trigo y la mala hierba llegarán a la madurez uno al lado del otro.

Cuando suene la trompeta del Señor anunciando el día del Señor seremos como Noé y su familia. Tendremos la oportunidad de entrar “en la seguridad del arca”. Si estamos listos seremos reunidos por los ángeles a donde el Señor Jesús esté.

Luego, en cuanto estemos a salvo bajo las alas del Señor, la ira de Dios destruirá a los malvados. De hecho, los santos que hayan sido así designados por Cristo estarán involucrados—bajo Su autoridad y dirección—en la administración del juicio de Dios (Salmo 149:6-9).

La malvada, rebelde y pecaminosa masa humana no se dará cuenta de lo que estará sucediendo hasta que se abran repentinamente las tumbas y salgan unos seres resplandecientes destinados a gobernar el mundo. Inmediatamente después de este testimonio, los que se hayan opuesto al Evangelio del Reino serán visitados con la destrucción del Cielo.

Y a ustedes que sufren, les dará descanso, lo mismo que a nosotros. Esto sucederá cuando el Señor Jesús se manifieste desde el cielo entre llamas de fuego, con sus poderosos ángeles, para castigar a los que no conocen a Dios ni obedecen el evangelio de nuestro Señor Jesús. Ellos sufrirán el castigo de la destrucción eterna, lejos de la presencia del Señor y de la majestad de su poder, (2 Tesalonicenses 1:7-9 NVI)

El Día del Señor sobrecogerá al mundo como un ladrón, pero no tiene la intención de sobrecoger a los santos como un ladrón.

Ustedes, en cambio, hermanos, no están en la oscuridad para que ese día los sorprenda como un ladrón. (1 Tesalonicenses 5:4 NVI)
Por ello, como Pablo nos amonesta, “estemos siempre en nuestro sano juicio, protegidos por la coraza de la fe y del amor, y por el casco de la esperanza de salvación; pues Dios no nos destinó a sufrir el castigo sino a recibir la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo.” (1 Tesalonicenses 5:8,9 NVI)

Estarán dos hombres en el campo: uno será llevado y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo: una será llevada y la otra será dejada. (Mateo 24:40,41 NVI)

¿A quién se le permitirá la entrada al Reino?

Los ángeles, los mensajeros del Señor, reunirán a los elegidos de Cristo “de los cuatro vientos, de un extremo al otro del cielo”. En ese momento seremos separados de la gente malvada con quienes habremos trabajado en el mundo.

Dos personas estarán viviendo una al lado de la otra, pero una es mala hierba de Satanás y la otra es trigo del Señor. El trigo es reunido al Cordero sacrificado en las nubes. La mala hierba es dejada para ser echada al horno de fuego. Habrá llanto y rechinar de dientes en ese día.

Pero aún allí habrá los “Noés” y los “Lots”. Habrá quienes estén listos instantáneamente para responder el llamado de la trompeta, y habrá quienes, como Lot, tendrán que ser arrastrados por los ángeles para ser alejados de la ciudad que será destruida.

No volteemos hacia atrás a ese día. Recuerda a la esposa de Lot.

Recuerda también a las diez jóvenes solteras del vigésimo quinto capítulo de Mateo.

Se dio el grito a la medianoche, “¡Ahí viene el novio! ¡Salgan a recibirlo!“.

En ese momento alguna acción tuvo que ser tomada por cada una de las jóvenes solteras. Se levantaron y “se pusieron a preparar sus lámparas”. Hicieron una evaluación de sí mismas y se dieron cuenta de que la Hora de horas había llegado.

Inmediatamente las insensatas se dieron cuenta de que ellas no poseían suficiente gracia para reunirse con las elegidas. Su experiencia pasada de la vida ahora estaba siendo puesta a prueba. Ellas no habían estado viviendo bajo el Espíritu de Dios. La luz de su testimonio brillaba muy débilmente y estaba a punto de apagarse.

Debieron de haberse dado cuenta de esto mucho tiempo atrás, pero eran insensatas.

¿Cuántas personas hoy en día están a la deriva insensatamente con la idea de que podrán prepararse adecuadamente en el momento en que el Señor regrese?

Las insensatas creerán que pueden depender de que las prudentes las arranquen de la confusión en la que se hayan enredado. Pero entonces Dios Todopoderoso decretará algo diferente. Las prudentes sabrán dentro de sí que no pueden prestar un poco de aceite. Que no poseen gracia extra para la resurrección. “Si el justo a duras penas se salva, ¿qué será del impío y del pecador?” (1 Pedro 4:18).

Las insensatas saldrán a comprar. Intentarán arrepentirse y poner en orden sus casas espirituales, intentarán hacer las cosas que ellas siempre sabían en su corazón que les era requerido por el Señor Jesús.

Mientras ellas vayan a comprar aceite “las jóvenes que estaban preparadas entrarán con él al banquete de bodas.”

Nosotros debemos ocuparnos en estar preparadas el día de hoy. Si no lo hacemos, somos insensatos.

“Y se cerró la puerta.”

Esas cinco palabras son las palabras más terribles, más espantosas que jamás se hayan dicho en cualquier idioma. No existe otra declaración imaginada por la mente humana que se pueda comparar con el terror de escuchar: y se cerró la puerta.

El humanismo se ha adentrado tanto al pensamiento de la gente, que el concepto de que una puerta sea cerrada y que no pueda ser abierta por la voluntad del hombre no es concebible. El concepto actual es que si suficientes personas quieren algo con suficientes fuerzas entonces lo conseguirán. Lo tomarán a la fuerza, de ser necesario, pero lo lograrán de una forma u otra.

Pero esto no sucede en el Reino de Dios. Cuando una puerta es cerrada por el Señor ésta no puede ser abierta. Ningún razonamiento, ninguna cantidad de dinero, de fuerza, ni de acusaciones pueden alterar la situación de ninguna manera. Tales lugares como el Infierno, las tinieblas de afuera y el Lago de Fuego son ciertamente prisiones intensas. Son áreas de tormento espiritual y Cristo decide quién es puesto en ellas.

Todo individuo sobre la tierra debe considerar cuidadosamente la inflexibilidad de la Palabra de Dios. El reino espiritual es un mundo muy real. Es mucho más real, más claramente definido, de lo que es el reino físico, el cual es sólo una sombra débil del reino espiritual.

Entrar al reino espiritual como un rebelde que está en contra de Dios es el prospecto más terrible de todos que puede enfrentar un ser humano. Quien no se estremezca al pensar en ello ignora las realidades espirituales.

Hoy en día existen personas (y su número está continuamente aumentando) que están dispuestas a echarle la culpa a Dios por los males ocasionados por la gente misma. Están dispuestos a desafiar a Dios en cuanto a Su justicia. Debido a que no son fulminados instantáneamente suponen que la justicia está de su lado y en contra de Dios.

No tienen la menor idea del peligro al que se están metiendo. Dios es amoroso, paciente y razonable. Pero llegará el momento en el que Dios decidirá que el individuo ha cruzado la raya y el individuo mismo confirmará que es alguien que odia a Dios. Se habrá convertido en otro adversario, en otro satanás. Esta persona estará sellando su propia muerte.

Sus palabras son valientes ahora. Pero cuando se encuentre en la Presencia del Dios todopoderoso gritará de horror, dándose cuenta de que todos sus amigos que lo apoyaron en sus blasfemias ya no podrán apoyarlo. Él estará solo con su Creador y su Creador está enojado. Como Judas, habrá sido mejor para él que no hubiera nacido.

Dios es justo y Dios es amor. Pero Dios es un Espíritu, no un ser humano. Lo que Dios ha declarado que Él hará sucederá exactamente y completamente. Bendito el individuo que comprende esto.

Una vez que las enormes puertas espirituales de la salvación comiencen a cerrarse el destino de las multitudes será decidido. Los justos, los que han obedecido a Cristo y los que Lo aman, estarán seguros adentro del Reino de Dios. Ahí disfrutarán del Paraíso por siempre: de la Presencia de Dios y del Cordero; de los niños jugando; de los parques, árboles, flores y animales celestiales; y de los santos ángeles que moran en la Presencia Divina.

Afuera de las puertas estarán Satanás y sus siervos. Ahí morarán las personas que desprecian a Cristo; que fornican, mienten, maldicen, odian, roban y se burlan; que obstinada y perversamente siguen su propio camino. Parados en las tinieblas de afuera ellos podrán ver a la distancia la luz del Paraíso.

Habrá llanto, gritos, culpas, furia y maldiciones. La gente rechinará los dientes en agonía mental y espiritual. Habrá terror inimaginable conforme los lujuriosos, asesinos, idólatras y despreciadores de los justos contemplan que las puertas eternas se cierran en sus caras.

La irreversibilidad espantosa de la Palabra de Dios cerrará toda esperanza que albergaban sus almas. El prospecto aterrador de las tinieblas eternas se volverá una cruda realidad para estos individuos condenados.

Entonces los demonios se dirigirán hacia esas personas insensatas que han descuidado e ignorado la salvación que con tanto amor les fue ofrecida, la salvación que le costó al Hijo de Dios agonía desgarradora de espíritu, alma y cuerpo.

Las horripilantes y maliciosas caras y los grotescos cuerpos de las crías de Satanás entumecerán de terror a sus víctimas. Después de ser atormentados por sus captores los malvados serán arrastrados a diferentes áreas de la oscuridad—indefensos a manos de las criaturas deformadas que personifican lo que practicaban los malvados cuando estaban sobre la tierra.

En esos momentos no habrá santos que los puedan ayudar. No habrá una madre o un padre, una abuela o abuelo que ore, que vaya a Jesús en intercesión. Sólo existirá la negritud de la noche eterna que se experimenta en alguna parte del interior de la tierra, el confinamiento y el calor, sin saber qué esperar de Satanás, de los ángeles caídos, ni de los demonios.

Será una pesadilla de la cual no se podrá despertar. Dormir no será posible. Escapar por medio de la muerte no estará disponible. Para torturar aún más a los malvados, su memoria será muy buena y clara conforme recuerden su vida pasada sobre la tierra, conforme recuerden las oportunidades que tuvieron para hacer el bien.

Ellos habrán vivido para satisfacer su propio placer, y en esos momentos ya no podrán amar ni habrá nadie que los ame a ellos. Nada que se asemeje a la hermosura de la naturaleza se encontrará allí. Los árboles, el pasto, los pájaros y los animales vivirán sólo en la memoria. No habrá flores para oler, sólo el hedor amargo del azufre quemándose. No habrá música que acompañe el retumbe de los tambores de los demonios. La risa y la sonrisa de un niño no se volverán a ver. No habrá esperanza, ni un pequeño rayo de luz. Este será el destino eterno del ser humano que rechace el amor de su Creador.

Las Escrituras nos advierten claramente. Dios está enojado con los malvados todos los días. Él ha preparado una prisión para Satanás y para los que aman los caminos de Satanás. Los malvados estarán confinados en sus cuerpos. Los justos los verán con repulsión.

Entonces saldrán y contemplarán los cadáveres de los que se rebelaron contra mí. Porque no morirá el gusano que los devora, ni se apagará el fuego que los consume: ¡repulsivos serán a toda la humanidad! (Isaías 66:24 NVI)

No seamos engañados. De Dios nadie se burla.

Para entonces será demasiado tarde.

El pueblo de Dios debe preparase a sí mismo ahora, porque los días que se aproximan se volverán cada vez más oscuros y opresivos conforme Satanás y sus huestes impuras crean la maldad en los corazones de los desprevenidos.

Ninguna persona será salva o perdida en el Día del Señor en base a su creencia doctrinal. No encontramos que Jesús jamás haya hecho la pregunta de la creencia doctrinal al discutir el destino de la gente en el Día del Señor. Las doctrinas tienen valor en el Reino sólo al grado al que nos guíen hacia Él quien en Sí es la Resurrección y la Vida—hacia el Jesús real y no hacia el formado por nuestro pensamiento teológico.

El Señor Jesús siempre nos hace la pregunta de si estamos listos para caminar con Él demostrándolo con nuestro comportamiento y con nuestra fidelidad al servirle y manteniéndonos sin ser manchados por el mundo. Nuestra postura doctrinal no es de importancia. Lo que es importante es lo ferviente y la integridad de nuestro discipulado, nuestra comunión personal con el Señor y la rectitud de nuestro comportamiento.

Seremos salvos manteniéndonos firmes hasta el fin: llevando a cabo nuestra salvación con temor y temblor; cargando nuestra cruz; portando un testimonio verdadero, decidido y firme en cuanto a la Persona y voluntad de Dios y de Cristo para que la multitud de caminantes espirituales a nuestro alrededor puedan leer con claridad el mensaje de Cristo en la “biblia” de nuestra personalidad y conducta.

El éxito que tengamos de ser salvos, de ser reunidos con los elegidos en Cristo en Su Día, dependerá directamente de las preparaciones que estemos haciendo hoy.

En estos momentos—hoy—o estamos salvándonos a nosotros mismos y a quienes nos escuchan o nos estamos destruyendo a nosotros mismos y a los que nos escuchan.

Estamos reuniendo o esparciendo.

Cuando Cristo aparezca será demasiado tarde para que hagamos las preparaciones necesarias.

Por lo tanto, manténganse despiertos, porque no saben qué día vendrá su Señor. (Mateo 24:42 NVI)

Diligentemente manténganse despiertos y en oración.

“Mantenerse despiertos” significa orar, leer las Escrituras, reunirse con creyentes fervientes, abstenerse de involucrarse con gente mundana y estar listos siempre para dejar de hacer nuestras propias actividades para hacer la voluntad de Cristo. Mantenernos así de despiertos requiere que nos preparemos a nosotros mismos para la acción, que nos pongamos la armadura completa de Dios, que nos disciplinemos para la vida de obediencia portadora de la cruz, y que estemos listos para soportar durezas como un buen soldado de Cristo.

Debemos ser duros con nuestro cuerpo físico, sometiéndolo, rehusando obedecer sus lujurias, manteniéndolo bajo disciplina. De otra manera nuestro cuerpo se asegurará de que nuestro espíritu y nuestra alma estén preparados para el Lago de Fuego en lugar de que estén preparados para el Paraíso de Dios y del Cordero.

Nuestro cuerpo está muerto en pecado y nuestra mente humana es enemiga del Espíritu Santo. La tarea de nuestra naturaleza interior llena de Cristo es asegurarse de que nuestro cuerpo se someta a la obediencia de la Palabra de Dios y del Espíritu Santo.

Pero entiendan esto: Si un dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, se mantendría despierto para no dejarlo forzar la entrada. Por eso también ustedes deben estar preparados, porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperen. (Mateo 24:43,44 NVI)

Una repentina entrega de cuentas.

Cuando recibimos a Cristo por primera vez nos sentimos encantados con la salvación y nos mantenemos despiertos en oración. Conforme pasan los años y conforme atravesamos con dificultad los rigores de la vida, orando pacientemente y abriéndonos paso por lo que parece una jungla interminable de problemas, penas, confusiones y temores podemos tener la tentación de relajarnos y comenzar a disfrutar algunas de las comodidades del mundo actual.

Poco a poco podemos ser engañados a “construir otros graneros más grandes” donde podamos almacenar nuestras posesiones. Nuestros corazones comenzarán a preocuparse por cosas materiales.

Nuestro amor intenso por Cristo se enfriará. El mantenernos despiertos en oración se transformará en una rutina religiosa.

Cristo repentinamente se pondrá ante nosotros y nos exigirá que presentemos cuentas de nuestra vida. Nos quedaremos enmudecidos porque habremos desperdiciado el tiempo y los dones del Señor en la suciedad y la rebelión del mundo.

Cristo nos exigirá inmediatamente una explicación de nuestra conducta. Si hubiéramos sabido a qué hora iba a aparecer ante nosotros hubiéramos estado mejor preparados. Pero ahora nos ha encontrado descuidados, indulgentes de nuestro cuerpo, amando al mundo y siendo egoístas.

¿Qué le diremos al Señor? ¿Cómo le contestaremos? Él ha llegado a nosotros como un ladrón y nosotros hemos dejado las puertas y ventanas sin cerrojo y nos encontramos profundamente dormidos.

Cuando despertemos de nuestro letargo descubriremos que hemos perdido todo lo que tenía valor. Nuestra familia, que es nuestro mayor tesoro, no estará preparada para conocer a Dios. Habremos desperdiciado nuestra única vida en la escarcha de esta era. Seremos inundados por los retortijones del remordimiento y de la amargura que sentiremos por las oportunidades que ya se habrán perdido para siempre porque fuimos fríos e indiferentes hacia Cristo y hacia la obra de reunir almas para el Reino de Dios.

¿De qué nos servirán entonces nuestro dinero y nuestras posesiones? Habremos perdido nuestra alma y las almas de quienes estaban dependiendo de nosotros.

¿Quién es el siervo fiel y prudente a quien su señor ha dejado encargado de los sirvientes para darles la comida a su debido tiempo? Dichoso el siervo cuando su señor, al regresar, lo encuentra cumpliendo con su deber. Les aseguro que lo pondrá a cargo de todos sus bienes. (Mateo 24:45-47 NVI)

Las recompensas son para los santos victoriosos.

Existe una doctrina que debe ser proclamada clara y constantemente en los últimos tiempos. Se trata de que la recompensa de gobernar con Cristo es solamente para los santos que logren vencer.

Parece ser que muchos Cristianos están sentados plácidamente en la iglesia, suponiendo que repentinamente ellos se volverán reyes y sacerdotes de Dios—gigantes espirituales que avanzarán para juzgar a los hombres y a los ángeles.

Esto es ridículo. Es una ilusión. No es verdad. El que se nos asigne gobernar en el Día de Cristo dependerá de la fidelidad que mostremos en estos momentos al manejar las pequeñas responsabilidades que nos han sido asignadas. Nuestra fidelidad en las tareas pequeñas nos califica para un área de mayor servicio.

Pero ¿qué tal si ese siervo malo se pone a pensar: “Mi señor se está demorando”, y luego comienza a golpear a sus compañeros, y a comer y beber con los borrachos? El día en que el siervo menos lo espere y a la hora menos pensada el señor volverá. Lo castigará severamente y le impondrá la condena que reciben los hipócritas. Y habrá llanto y rechinar de dientes. (Mateo 24:48-51 NVI)

Lo que significa recibir a Cristo.

Observa en el pasaje anterior que la prueba de la salvación en el Día del Señor no es nuestra posición doctrinal. Hemos estado tan absortos en creer unos hechos teológicos que quizá hayamos olvidado las cosas de las que Jesús habló con respecto a la venida del Reino de Dios a la tierra.

Nosotros debemos por fe recibir a Cristo como nuestro Salvador, como nuestro sacrificio de pecado, y ser bautizados en agua. Luego debemos recibir a Jesús como nuestro Señor personal. ¿Cuántos de los que pertenecen al pueblo de Dios han recibido a Cristo como su Salvador pero nunca Lo han recibido como su Señor personal?

Después de recibir por medio de la sangre la expiación por nuestros pecados nosotros debemos hacer lo que Él nos diga. Si no lo hacemos, corremos el riesgo de ser arrojados a las tinieblas de afuera sin importar nuestra profesión doctrinal, nuestra postura religiosa, o a qué iglesia estemos afiliados.

Considera: Jesús no dijo, en aquel día todos los que no Me hayan recibido como Salvador estarán perdidos y quienes hayan profesado fe en Mí serán salvos sin importar sus acciones.

En ninguna parte de las profecías del regreso del Señor se presenta la salvación como algo basado en asentir con hechos teológicos. Más bien, creer verdaderamente en Él y recibirlo a Él siempre resultará en que deseemos cambiar nuestra conducta.

Manifestamos que verdaderamente Lo hemos recibido cuando no le hacemos daño a nuestros compañeros Cristianos y cuando no comemos y bebemos con borrachos; cuando comenzamos a llevar una vida recta y santa, saliendo de la suciedad moral del mundo.

¿Qué significa recibir a Cristo? ¿Acaso significa adoptar una postura teológica correcta con respecto a los hechos de la expiación y de la resurrección? ¿O acaso el recibir a Jesús como nuestro Salvador significa que comenzamos a hacer lo que nos dice?

¿Quién ha recibido a Cristo? ¿La persona que dice que cree que Jesús es la ofrenda de Dios por el pecado? ¿O la que siempre ora, “Señor Jesús, qué quieres que yo haga”?—¿y luego hace la voluntad de Cristo de corazón?

La cuestión importante del Reino de Dios es la de la condición del corazón y la manera en que el individuo se comporta.

Sabemos por los escritos de los Apóstoles que ninguna persona puede ser salva más que recibiendo a Cristo como Salvador y aceptándolo como Señor de todo. Sabemos también por las Palabras de Cristo en los Evangelios y en la Carta del Apocalipsis que nosotros seremos juzgados en ese día con respecto a nuestro comportamiento en el mundo.

A los hijos de esa mujer los heriré de muerte. Así sabrán todas las iglesias que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y a cada uno de ustedes lo trataré de acuerdo con sus obras. (Apocalipsis 2:23 NVI)
Porque pueden estar seguros de que nadie que sea avaro (es decir, idólatra), inmoral o impuro tendrá herencia en el reino de Cristo y de Dios. (Efesios 5:5 NVI)

No existe tal cosa como una salvación gracias a una “fe” abstracta. La fe sin obras está muerta. Una fe muerta, una fe que no se expresa por obras, no puede redimir a ningún ser humano.

Hemos llegado a la conclusión de que el Evangelio del Reino está siendo predicado hoy en día sin las obras necesarias del arrepentimiento.

La Palabra de Dios está siendo presentada como un medio para lograr éxito y prosperidad humana. No le estamos advirtiendo a toda la gente en todas partes que huyan de la ira que se aproxima, que se arrepientan para que puedan ser salvos en el Día de la Ira.

La Palabra de Dios no es una fórmula con la que podamos obtener las cosas que deseemos. La Palabra de Dios es la orden del Creador todopoderoso con respecto a Su voluntad para Sus creaturas. Es la ley y el testimonio de Dios.

No hagamos suposiciones sobre el amor de Dios. Su amor es mucho más grande de lo que jamás podremos expresar y Su misericordia perdurará por siempre. Pero la verdadera gracia de Dios nos enseña que nos arrepintamos, que nos alejemos de la maldad y las lujurias mundanas, y que vivamos en este mundo actual con tranquilidad, justicia y en obediencia estricta a Dios.

¿Cómo podemos ser salvos más que teniendo un arrepentimiento sincero ya que el arrepentimiento es la salvación? Ser libres de las ataduras de Satanás es en sí la redención. No hay duda de que la doctrina de Pablo sobre la gracia ha sido pervertida. La gracia está siendo presentada hoy en día como el medio Divino para salvar a la gente sin que tengan que tener un comportamiento santo. Salvar a alguien sin que tenga un comportamiento santo sería como salvar a alguien sin salvarlos, ya que la salvación es la redención del comportamiento malo.

El Evangelio de Cristo ya no es considerado una fuerza que cambia a la gente del comportamiento de pecado a la de justicia. La gracia se ha convertido en una alternativa al arrepentimiento. Esta interpretación de las Escrituras no nos está guiando a un comportamiento justo sino a creer en hechos teológicos.

Se enseña que creyendo en Jesús podemos ir al Paraíso sin importar cómo nos comportemos. Aquello que Pablo temía está sucediendo (Romanos 6:1). Pablo ahora es presentado como el promotor de una salvación que no requiere de que se haga la voluntad de Dios.

Las encuestas en Norteamérica están revelando que ser Cristiano no está resultando en un cambio en la conducta moral. Los que creen en Dios, en Jesús, todavía están practicando la fornicación. Está muy claro que la doctrina de la justificación está alejando la doctrina de la santificación.

¿En qué nos hemos equivocado? No es difícil de comprender. El Apóstol Pablo, escribiendo bajo la inspiración directa del Espíritu de Dios, anunció el plan Divino de la redención: el hombre no puede salvarse a sí mismo. Dios ha venido y nos ha salvado. Por ello debemos dejar de hacer nuestras obras religiosas y abrazar el regalo Divino que ha sido ofrecido tan libremente.

Como resultado del pensamiento humanista, la humanidad avanza en su rebelión contra las restricciones morales de Dios. Los intérpretes modernos de Pablo han considerado su doctrina y la interpretación que le han dado es que la redención Divina es ofrecida tan libremente que cualquier cosa que el hombre haga en respuesta serían obras muertas. Estas serían buenas noticias para el individuo influido por el humanismo pero la peor noticia posible para el Señor Jesús.

¿A qué conclusión podrían llegar los maestros y los creyentes por algunas de las enseñanzas actuales? La conclusión sería: el hombre no tiene que hacer nada. Cristo lo ha hecho todo. Aunque el hombre quizá tenga que soportar unas cuantas formalidades religiosas, y en algunos casos participar en obras religiosas, él principalmente está esperando morir para ir al Cielo para poder recibir la recompensa por creer que Cristo lo ha hecho todo.

Dado que la doctrina fundamental de que el creyente en Cristo no está obligado a cambiar su conducta para conformarse a las Palabras de Cristo y de Sus Apóstoles; y dado que la doctrina del humanismo en la que todo, incluyendo Dios, existe para el bien del hombre, siendo el hombre el centro de todas las cosas; y dado que la población de la tierra ha permitido la entrada de la hueste de demonios: el pecado está surgiendo por todos lados.

Las iglesias de Cristo, las que podrían ser potencialmente la luz del mundo, están llenas de miembros pecadores. Las naciones de la tierra, al intentar percibir las realidades espirituales por medio de esta luz tan tenue, se han embarcado en un curso que va directo a la destrucción.

Las iglesias Cristianas se han vuelto instituciones espectaculares, ridículas, egocéntricas y amantes del dinero que predican las tradiciones del hombre en lugar de la Palabra de Dios. La doctrina no bíblica de la “gracia incondicional” y la doctrina no bíblica de que la salvación es residencia en el paraíso espiritual en el Cielo han trabajado juntas para destruir el poder de la santidad. Existe una forma de santidad pero no la suficiente para tener el poder de salvar a la gente de los pecados que prevalecen.

¡No hay suficiente hierro para crear santos! El “palo”, la cruz de Jesús obrando en nuestras vidas, es el que crea la disciplina de hierro del Espíritu Santo.

—¿Dónde cayó?—preguntó el hombre de Dios. Cuando se le indicó el lugar, Eliseo cortó un palo y, echándolo allí, hizo que el hacha [hierro] saliera a flote. (2 Reyes 6:6 NVI)

El hierro de Dios nunca “flotará” hasta que las iglesias se arrepientan de la vida descuidada, mundana, carnal y divertida que están promoviendo.

La vida religiosa Cristiana de hoy en día es extraña al Reino de Dios. Nos encontramos en un terrible alejamiento de la fe. Han habido eras de apostasía en la historia de la iglesia. Los creyentes que vivieron en tales eras no pudieron detectar la apostasía de su propia época ya que supusieron que todo estaba bien y que era normal. Así sucede hoy en día también.

Nos debemos dar cuenta de que si la predicación del Evangelio del Reino de Dios no está obligando a la gente a que deje el mundo y se vuelva a Dios, como lo hicieron los santos del primer siglo, entonces algo está mal. Obviamente debe ser incorrecta cualquier interpretación de los escritos de Pablo que resulte en que se ignoren los numerosos mandamientos de vivir una vida justa y recta que se encuentran en los escritos de los Apóstoles.

Lo cierto es que la gracia no es el medio por el cual los pecadores que no han sido cambiados entren al Paraíso. La gracia es la Virtud y la sabiduría de Dios dadas a nosotros por medio de Jesús para que podamos alejarnos de nuestra forma de vida y abracemos el camino humilde y modesto de la paciencia que es buscada por los santos Cristianos de todas las épocas. La bondad y la misericordia de Dios nos conducen al arrepentimiento, no al Paraíso en nuestra rebelión y suciedad moral.

¿Podemos acaso percibir la diferencia entre estas dos formas de comprender la gracia? ¿Podemos percibir que un malentendido de la gracia puede destruir, y está destruyendo, el plan de Dios para Su Iglesia?

Si después de ser salvos comenzamos a pensar, “Cristo no está aquí todavía y probablemente no venga en mucho tiempo”, y luego nos volvemos hostiles hacia nuestros compañeros Cristianos y nos involucramos en las cosas del mundo, entonces ciertamente enfrentaremos a un Señor enojado cuando Él regrese. En ese caso, el que creamos en Su gracia y misericordia no nos ayudarán. Habremos permitido que se nos engañe. Debimos de haberlo sabido. Cristo nos lo ha advertido claramente.

Nuestra salvación en el grande y terrible Día del Señor no dependerá de nuestra declaración de fe en los hechos de la expiación y de la resurrección. Los demonios conocen estos hechos y tiemblan en terror. Cuando Cristo habla sobre Su venida nos advierte que practiquemos la justicia y que demostremos misericordia; nos advierte sobre la fidelidad y el servicio; nos advierte con respecto al uso de nuestros talentos y de la necesidad de trabajar y ser diligentes.

En las profecías de los Evangelios, Cristo pone énfasis en que nuestra conducta debe ser como si fuéramos peregrinos en vigilancia. Los Apóstoles también—Pablo, Pedro, Juan, Santiago, y Judas—ponen el mismo énfasis con respecto al Reino de Dios, como podremos comprobar si volvemos a leer lo que han dicho sobre la necesidad de una conducta de justicia y rectitud.

¿Cuál es la relación entre las enseñanzas de Cristo con respecto al Reino de Dios y las enseñanzas de los Apóstoles (especialmente Pablo) con respecto a la salvación por medio de la gracia?

La relación es la siguiente: Cristo nos instruyó con respecto a la conducta de justicia que siempre es requerida en el Reino de Dios. No existe pecado en el Reino de Dios. Las paredes y las puertas de la nueva Jerusalén, de la ciudad santa, evitarán que el pecado entre a la Presencia de Dios y del Cordero.

En el Sermón de las Bienaventuranzas, Cristo nos anunció cómo debemos vivir para complacer a Dios y parar morar en Su Presencia. Usando las habilidades que el Espíritu nos dé, nosotros debemos crecer en la perfección así como nuestro Padre es perfecto. Esta es la Palabra eternamente invariable del Hijo de Dios. No existen rutas alternas a la Presencia de Dios, al Reino de Dios—¡Ninguna!

Quienquiera que enseñe que los pecadores pueden morar en la Presencia de Dios es un engañador y forma parte del Falso Profeta. Está hablando por medio del espíritu del engaño religioso que domina el pensamiento de los creyentes de hoy en día.

No formen yunta con los incrédulos. ¿Qué tienen en común la justicia y la maldad? ¿O qué comunión puede tener la luz con la oscuridad? ¿Qué armonía tiene Cristo con el diablo? ¿Qué tiene en común un creyente con un incrédulo? ¿En qué concuerdan el templo de Dios y los ídolos? Porque nosotros somos templo del Dios viviente. Como él ha dicho: Viviré con ellos y caminaré entre ellos. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por tanto, el Señor añade: Salgan de en medio de ellos y apártense. No toquen nada impuro, y yo los recibiré. (2 Corintios 6:14-17 NVI)

Pablo no les está aconsejando aquí a los que no son salvos que acepten a Cristo para el perdón de sus pecados. Pablo les está escribiendo a los Cristianos de Corintio, advirtiéndoles que salgan del mundo y de sus malos caminos.

Y el Apóstol Juan también:

El que afirma: «Lo conozco», pero no obedece sus mandamientos, es un mentiroso y no tiene la verdad. (1 Juan 2:4 NVI)

Al escuchar la Palabra del Padre entramos en desesperación. Comenzamos a damos cuenta de nuestras debilidades. Si no conocíamos nuestras debilidades nos damos cuenta de ellas rápidamente al intentar vivir como Jesús vivió y enseñó.

La gracia de la que habló Pablo no es una ruta alterna al Reino de Dios, es el medio dado por Dios para perdonarnos y para luego ayudarnos a obedecer los mandamientos dados por Cristo y Sus Apóstoles. El perdón sin el esfuerzo que lo acompaña de salir del mundo y de sus caminos es de poca ayuda para el Reino de Dios. El propósito del pacto nuevo es producir personas que vivan con justicia.

Podemos considerar la gracia como una carretera de circunvalación mientras nuestra propia carretera “está bajo construcción”. Pero cuando la construcción ha terminado la carretera de circunvalación es cerrada y nosotros salimos directamente a la carretera del Rey.

El problema de hoy es que las carreteras no están bajo construcción. La carretera de circunvalación es considerada una carretera permanente. La gracia es concebida como una nueva manera de agradar a Dios en lugar de lo que es—una administración de misericordia que sirve mientras estamos lavando los mantos de nuestro comportamiento y volviéndolos blancos en la sangre del Cordero.

La gracia es la manera Divinamente ordenada por la cual logramos la personalidad y el comportamiento justo y recto requerido de los miembros del Reino de Dios. Somos perdonados por medio de la sangre de la cruz. Luego se nos da la Palabra de Dios llena de vida por medio del Espíritu Santo para que podamos aprender a caminar siguiendo los caminos justos de Dios. Además, Cristo Mismo es nacido en nosotros por medio del Espíritu Santo.

Esta es la relación entre el Reino de Dios como es predicado por Cristo y la gracia como es predicada por los Apóstoles del Cordero. La gracia es la Virtud Divina dada a nosotros para que podamos entrar a la justicia, la paz y el gozo del Reino de Dios. La Virtud Divina nos enseña y nos ayuda a comenzar a obedecer las leyes del Reino de Dios. El Reino de Dios es en primer lugar comportamiento justo, luego es la paz y luego es el gozo—todos en el Espíritu Santo. Este es el Reino de Dios.

Jesús puso el estándar. Luego, por medio de Sus Apóstoles, nos mostró las provisiones Divinas para alcanzar ese estándar.

¡Los Apóstoles no cambiaron el estándar de comportamiento anunciado por el Señor Jesús!

Nuestro sentido común y nuestra conciencia nos hacen saber que la gracia de Dios no es el medio por el cual circunvalamos el juicio de Dios sobre la mala conducta, a excepción de que sea por tiempo limitado en lo que somos “re-creados”. Las religiones tienen la tendencia a evadir las leyes de la conciencia y del sentido común y la religión Cristiana no es la excepción.

La ciudad santa no estará llena de ciudadanos que estén pecando y rebelándose contra Dios. ¿Qué tipo de ciudad santa sería esa? Lo cierto es que todos los ciudadanos de la ciudad santa serán santos en personalidad y conducta.

Debido al hecho de que los creyentes de hoy en día estén dispuestos a creer que Dios ahora está dispuesto a tener comunión con pecadores que no se han arrepentido y a no exigirles nada a excepción de que se suscriban a ciertos hechos teológicos y debido a nuestra disponibilidad de abrazar la herejía antigua del antinomianismo (gracia sin obligaciones) son indicaciones del grado al que los conceptos del humanismo han entrado al pensamiento Cristiano. “Sea cual sea la verdad, al hombre no debe permitírsele sufrir ni ser incomodado de ninguna manera”. Esta es la mentira del pensamiento Cristiano.

Bajo la ilusión actual se cree y se acepta que Cristo sufrió agonías inimaginables sobre la cruz, más sin embargo, el Cristiano no debe sufrir. Él no debe participar en los sufrimientos de Cristo. Sólo debe “creer” y luego esperar a que los ángeles lo carguen al lugar donde no se le impondrá exigencia de ningún tipo.

Hemos sido llamados a entrar al Reino de Dios por medio de mucha tribulación. Debemos sufrir, según lo decida Dios, para que seamos merecedores de tomar nuestro lugar con los santos de todas las eras (2 Tesalonicenses 1:5).

Por ello, corramos con paciencia (un aspecto importante del fruto del Espíritu) la carrera puesta ante nosotros, dándole gracias a Dios por cada bendición de la vida y no sorprendiéndonos cuando seamos llamados a soportar pruebas difíciles.

Asegurémonos lo mejor que podamos de estar listos para ser reunidos con los elegidos cuando nuestro Señor venga del Cielo.

UNA VISIÓN

Nuestra fe siempre debe basarse en la Palabra escrita de Dios. Hemos intentado presentar algunos pasajes de las Escrituras que tienen que ver con la venida de Cristo en las nubes del cielo con Sus santos y con los santos ángeles.

Confiamos en que el lector meditará en lo que se le dicho en el texto anterior, sometiendo su corazón y espíritu a Dios en oración para que el Espíritu Santo pueda iluminar su entendimiento. El resultado final deberá ser que comenzará a hacer los preparativos adecuados para el grande y terrible Día del Señor que se aproxima.

A continuación te diremos lo que nosotros pensamos que hemos visto del Señor. Que el lector juzgue.

Un Domingo en la mañana, muy temprano mientras preparábamos la clase dominical, nuestra atención se fijó en el segundo capítulo de la Segunda Carta de Tesalonicenses.

Comenzamos a examinar el versículo que habla sobre lo que detiene al hombre de maldad de ser manifestado (versículo siete).

En tiempos pasados hemos estudiado este pasaje, usando libros de comentarios, otras traducciones, y el texto en griego. Nada parecía encajar como cuando descubrimos la ilación del pensamiento apostólico. Nuestro entendimiento simplemente no encajaba con otros pasajes de las Escrituras que tienen que ver con el Día del Señor. Nuestra interpretación no nos era satisfactoria.

Habiéndolo hecho todo, nos dirigimos al Señor y le pedimos Su interpretación. ¿No es verdad que frecuentemente agotamos todos los demás tipos de ayuda antes de dirigirnos al Señor?

Repentinamente nos llegó la impresión de que la respuesta estaba en camino, y luego hubo un periodo de espera sigilosa. Sabíamos que la respuesta estaba ahí en el texto y que era sencilla. Parecía sentirse una risa celestial en el aire. ¿Alguna vez has experimentado la risa alegre, confiable y amorosa del Señor Jesús?

Luego las Escrituras parecieron abrirse y se presentaron una serie de impresiones. No decimos que estas impresiones fueran imágenes claras como las dadas a Daniel o a Juan. Pero fueron lo suficientemente claras como para que durante los años que ya han pasado nosotros sigamos recordado su sustancia.

Ahora presentaremos su sustancia según está en nuestra mente pero no alegamos que sea certero en detalle. No fue un grupo de imágenes detalladas sino una serie de impresiones bastante estructuradas y bastante vívidas.

Primero nuestra atención fue dirigida al tercer versículo del segundo capítulo de la Segunda Carta de Tesalonicenses. Tuvimos la impresión de que la influencia que detenía la plena manifestación del Anticristo era el ser ungido con poder, resultando en que la Iglesia pueda testificar del propósito de Dios en Cristo. Habrá una unción de poder especial en los últimos días para que el Evangelio del Reino pueda ser predicado a toda nación como testimonio.

Cuando esa unción especial sea retirada por el Señor, el Anticristo podrá “hacerles la guerra a los santos y vencerlos” (Apocalipsis 11:7; 13:3; Daniel 7:21; 12:7).

Gracias a la historia de la iglesia sabemos que de vez en cuando el Señor Jesús visita de manera especial la tierra por medio del Espíritu Santo para lograr la obra del Reino. De la Presencia del Señor surgen épocas para ser refrescados, avivados. El avivamiento del país de Gales en el siglo pasado y el avivamiento de los últimos tiempos en Indonesia son dos ejemplos de la intervención Divina. La Presencia del Señor se presenta entre nosotros de manera poderosa y luego se retira por una temporada para que los propósitos Divinos puedan lograrse.

Estos movimientos y esta fluidez de la Vida Divina suceden también en nuestro propio discipulado. Hacemos algunos cambios necesarios en nuestra vida cuando pasamos por bendiciones y gloria, y otros los hacemos cuando pasamos por épocas secas o por el fuego de la tribulación o la tentación.

Sabemos que después del primer siglo ese poder y esa revelación que reposaba sobre los Apóstoles se disiparon. Los hombres buscaron construir el Reino de Dios por sus propios esfuerzos y su propio entendimiento. ¿Qué sería la Iglesia de hoy si la unción Divina que reposaba sobre Pedro y Pablo hubiera permanecido sobre los líderes de las iglesias durante todos los siglos de la Era Cristiana?

La autoridad para dar un testimonio poderoso de Cristo por toda la tierra le será dada a los miembros del Cuerpo de Cristo en los días en que se cierre esta era. Mientras esa autoridad repose sobre la Iglesia no existirá enemigo que pueda interferir exitosamente con el testimonio (Apocalipsis 11:5,6).

Pero es necesario que el pecado llegue a la madurez para que pueda ser juzgado. Por ello la autoridad para dar un testimonio poderoso e irresistible será disipado de los santos. Inmediatamente el Anticristo comenzará a llenar las mentes y los corazones de la gente de la tierra con maldad sin precedente.

La disipación de la unción del Espíritu producirá una enorme ola de maldad—una rebelión a nivel mundial contra Dios y Su Cristo. La mayoría de quienes profesen creer en Cristo se volverán fríos y partícipes del espíritu del mundo. Los verdaderos creyentes serán obligados a dejar los centros de civilización para esconderse en las áreas desérticas de la tierra. Allí serán alimentados por el Señor hasta Su regreso en las nubes de gloria.

Algunos de los testigos de Dios caerán por la tentación y el temor. Otros serán torturados o sacrificados. Un remanente huirá de las ciudades y vivirá escondido. De esta manera el Evangelio será echado de las ciudades de la tierra.

La mayoría de los creyentes en Cristo permanecerá en las iglesias de las ciudades que serán subsidiadas por el Anticristo. A algunos de los pastores y líderes se les invitará a servir en el gobierno mundial, encargándoseles el bienestar material de las naciones más pobres. Debido a que el Anticristo hará hincapié en el bienestar de la humanidad y a que no atacará la doctrina de las iglesias, numerosas personas Cristianas serán engañadas. Los creyentes, así como sucede hoy, buscarán que la doctrina y las profesiones de fe sean correctas en lugar de que la Presencia de Dios y de Su Espíritu sea la señal del verdadero Cristianismo.

Los Cristianos se imaginan que el Anticristo será hostil hacia el Cristianismo de manera similar a un dictador Fascista o Comunista. Ellos no comprenden la sabiduría del enemigo. Más bien, lo cierto será que el Anticristo invitará a los Cristianos a que le ayuden con la tarea de mejorar la calidad de vida de las multitudes de la tierra.

El Anticristo no atacará las profesiones de fe de las iglesias porque Satanás sabe que las creencias religiosas en sí no pueden destruir su reino. El Anticristo atacará la manifestación del Espíritu de Dios. Desalentará la oración y todo lo que tiene que ver con la vida en el Espíritu, y les enseñará a los Cristianos (que son ovejas) a que hagan hincapié en lo “bueno” que pueden hacer en el mundo—que utilicen sus recursos y talentos para ayudar a la humanidad.

Lo que es positivo en cuanto a la gente será enfatizado y hablar sobre la venida del Reino y del Día del Juicio será evitado como algo que no es constructivo ni de ayuda. Las iglesias serán hospitales que “ayudarán a pecadores” en lugar de ser profetas que a gritos denuncien a la civilización y los anime a aceptar la crucifixión con Cristo. El Anticristo vencerá a muchos creyentes con palabras afables (Daniel 11:32).

Sólo un santo que se la pase en oración y que camine con Dios podrá ver a través de la máscara de los “amigos” mundanos de la iglesia y percibirá la cara infernal del querubín caído.

Las iglesias Cristianas en su condición actual no representan ningún peligro para Satanás. Es a Dios a quien Satanás teme. Mientras nosotros los de las iglesias nos concentremos en nuestras actividades, en nuestras ambiciones (“para el Evangelio”), en nuestros programas, en nuestros edificios, en nuestras metas, en nuestros seminarios, en nuestras reuniones y en nuestras convenciones Satanás estará seguro.

Satanás está seguro hasta que un santo se ponga de rodillas en oración, ponga su vida (religiosa y demás) a los pies de la cruz de Cristo, y luego se levante bajo el peso de su cruz personal y comience a caminar en justicia, santidad, y obediencia estricta a Dios Padre. Es entonces cuando el Infierno tiembla.

El acusador de los hermanos es vencido sólo cuando un santo confía en la sangre del Cordero, manifiesta la Palabra de Dios en su personalidad, sus acciones y sus palabras, y no ama tanto su vida como para evitar la muerte.

Este tipo de santo aprende de Dios Padre que no necesita la ayuda del mundo y que no debe buscarla. Su papel en el mundo no es resolver los problemas de la humanidad. Su papel es dar testimonio de la justicia de Dios en Cristo y del Reino de justicia que pronto llegará a la tierra.

El santo no debe hablar sobre un reino que los Cristianos traerán por sus propios esfuerzos, aunque sean por sus propios esfuerzos de oración y fe, sino sobre el Reino que vendrá por la mano de Jesús que regresa.

La apostasía que se presenta en la Segunda Carta de Tesalonicenses 2:3 en donde se elimina el verdadero testimonio Cristiano de las ciudades y las iglesias Cristianas abrazan al espíritu del Anticristo, es lo que hace falta que sea quitado de en medio y que actualmente evita la plena manifestación del hombre de maldad.

En cuanto el Anticristo haya alejado de las ciudades el testimonio Divino entonces entrará al Lugar Santísimo de un templo reconstruido en Jerusalén y se sentará sobre el Arca entre las alas de los Querubines de Gloria, diciendo que es el Dios vivo, la Gloria de Israel, y el Dios de todas las religiones de la tierra.

El alejamiento de la fe de los creyentes es lo que quitará de en medio la restricción puesta sobre el Anticristo. Este es el entendimiento que nosotros pensamos que nos fue dado por el Señor. Según las leyes sensatas de interpretación, el significado del versículo problemático fue encontrado en su propio contexto. El versículo tres explica el versículo siete. La apostasía mundial será que será quitado de en medio la influencia que restringe. Esto tiene sentido y vemos que está sucediendo en nuestros días. Es una explicación satisfactoria y parece conformarse con todos los pasajes de las Escrituras que discuten la venida del Señor.

Conforme meditábamos sobre esta impresión, la cual parecía tener las características genuinas de una revelación del Señor Jesús, se apareció el avivamiento actual. Hemos sentido por muchos años, basados en la carga del Espíritu más las palabras de los Profetas Hebreos con respecto a la lluvia tardía (de la cosecha), que ahora nos encontramos en el mayor avivamiento de todos los tiempos. El Evangelio del Reino deberá salir a todas las naciones sobre la tierra como testimonio para que toda la gente pueda ver el poder y pueda escuchar las Buenas Nuevas de la pronta venida del Reino de Dios a la tierra.

Los santos deben caminar con Jesús en poder apostólico, resucitando a los muertos, sanando a los enfermos, expulsando demonios, y predicando el Evangelio a los pobres. Si alguna ciudad, algún pueblo, o alguna aldea no los escuchan, la condenación de Dios reposará en ese lugar. Esta es la doble porción de los dos testigos, la plenitud del Espíritu Santo sobre la Iglesia de los últimos días (Apocalipsis, Capítulo 11).

Multitud tras innumerable multitud entrará al Reino conforme el más increíble de todos los avivamientos llene la tierra. Habrá un verdadero testimonio de la Persona, la voluntad, los caminos, y el propósito eterno de Dios. Un completo y perfecto testimonio de la misericordia y la ira de Dios en Cristo serán presentados para que el camino del Señor pueda ser enderezado.

En nuestro día, el que así lo decida puede tomar libremente del agua de la vida.

Cuando Dios declare que el testimonio ha sido completado, la hora de oscuridad caerá sobre la tierra. Una maldad sin precedente en la historia se suscitará. Como resultado, el amor de muchos de los creyentes en Cristo se volverá frío.

Al recibir esta palabra me alarmé. Pregunté, “Señor, ¿cuántos?” esperando que la respuesta fuera que aunque algunos quizá se volverían fríos, la gran multitud de quienes fueron introducidos al Reino en esos días permanecerían firmes en el Señor Jesús. En ese tiempo no sabíamos que la palabra “muchos”, como es usada en la versión Reina Valera y la Nueva Versión Internacional, es considerada “la mayoría” por otros traductores (Mateo 24:12).

La respuesta del Señor pareció llegarnos en forma de pregunta:

“En las iglesias en las que has adorado, ¿cuántos de los que están asistiendo mantendrían su testimonio si el llamado a su puerta llegara a las 2 AM y se les diera el siguiente ultimátum: ‘No seas tan ferviente en seguir a Cristo; no seas tan intenso y firme sobre el Cristianismo; no hables en lenguas en público o nunca volverás a ver a tu familia’?”

Conforme reflexionamos sobre esta pregunta planteada por el Espíritu pensamos en los miles de adoradores carismáticos, todos ellos con doctrinas sólidas y sensatas; todos ellos profesando creer en la expiación y la resurrección corporal de Cristo; todos ellos acostumbrados a las manifestaciones del Espíritu de Dios.

Quizá algunos sean lo suficientemente disciplinados como para ir a su martirio antes de negar a Cristo.

Pero ¿qué pasaría si el ultimátum de la madrugada estuviera expresado en tonos persuasivos y amistosos? ¿Qué tal si fuera dado por oficiales que habían atendido de vez en cuando nuestros servicios y que profesaran creer en Cristo? ¿Qué tal si fuera presentado como una molestia, una mera formalidad que estos oficiales debían hacer obedecer pero que por lo general se entendía que era un requisito ineficaz que “nadie lo está siguiendo”?

¿Qué tal si se nos requiriera que aminoráramos nuestro énfasis en las manifestaciones exteriores de la oración y la alabanza, especialmente en los servicios del Domingo por la mañana, y que pusiéramos más atención a ayudar a los necesitados del mundo? ¿Qué tal si algunos de los líderes de nuestra denominación ya hubieran sido invitados a servir en el gobierno que está ordenando estas restricciones?

¿Qué tal si el castigo de no dar por lo menos una señal de conformidad fueran duras multas económicas que dañarían a nuestros hijos pequeños? ¿Qué tal si nuestro pastor nos asegurara que no hay ningún daño en dar nuestro consentimiento a algunas leves restricciones en cuanto a nuestro fervor ya que el “arrebato” está por llegar en cualquier momento y entonces ya no importaría?

¿Cuántos carismáticos se aventarían a decir con claridad de mente y de corazón: “Yo soy un siervo del Señor Jesucristo; estoy dispuesto a dar mi vida por mis convicciones, a negarme a mí mismo y a mi familia lo necesario para existir antes de que yo disminuya de alguna manera mi servicio a Cristo—con todo lo que soy, todo lo que tengo, y todo lo que hago”?

¡Tuvimos nuestra respuesta!

Conforme la serie de impresiones continuaba, parecía como si la gran masa de creyentes se volviera fría en espíritu. Los verdaderos santos del Señor fueron obligados a huir al desierto. Ahí sobrevivieron por la provisión milagrosa del Señor. Fueron ayudados por algunas personas del mundo que temían al Señor lo suficiente como para asistir a Sus seguidores (Apocalipsis 12:14-16).

Las personas que ayudaron al remanente de santos en su aflicción, como Rajab, recibirán su recompensa en el Día del Señor (Mateo 25:31-46).

En nuestra visión surgió el líder mundial. Con mucha habilidad él unió a las más grandes naciones hasta que se logró la paz mundial. Introdujo una asistencia social que cubría a las personas desde el nacimiento hasta la muerte y trajo seguridad económica. Insistió que las iglesias y las escuelas Cristianas (“cuerpos muertos”) no fueran destruidas. Estas se localizaban por toda la tierra y seguían siendo atendidas por “creyentes” que poseían una forma de santidad pero sin el poder correspondiente.

Y gente de todo pueblo, tribu, lengua y nación contemplará sus cadáveres por tres días y medio, y no permitirá que se les dé sepultura. (Apocalipsis 11:9 NVI)

El poder y la Presencia del Espíritu Santo no se encontraban en ninguna de esas iglesias o escuelas. Más bien, el Espíritu Santo estaba morando en y sobre los santos en el desierto.

Parecía como si las obras del Anticristo se confinaran principalmente a las grandes ciudades sobre la tierra, o como si todas las ciudades se confinaran en una gran ciudad. Las tribus en las áreas desérticas de la tierra no fueron molestadas por el Anticristo. La maduración del pecado se centraba en las ciudades, en las áreas de mayor civilización.

Multitud tras multitud de gente Cristiana era engañada porque el Anticristo creó todo tipo de obra benevolente y socialmente constructiva. Los pobres, los enfermos, los ancianos, los retrasados—todos recibían cuidados en un “paraíso” de esfuerzo humanitario. Todo parecía ir de acuerdo con las mejores ideas del hombre.

Debido a que si alguien se resistía al orden mundial el resultado en algunas partes del mundo era ser reprochado, pasar incomodidades, recibir sanciones económicas y ser torturado o matado mucha gente Cristiana decidió que criarían a su familia en comodidad, seguridad, tranquilidad material y con acceso a ventajas educativas en lugar de esconderse con sus hijos en el desierto—especialmente ya que les permitieron conducir sus servicios religiosos como quisieran (de conformidad con ciertas regulaciones gubernamentales).

Esas iglesias eran de Laodicea. Eran tibias. Estaban ciegas, despreciadas, desnudas y desprovistas del Espíritu de Dios. Cristo las vomitará de Su boca a ellas, a sus coros, a sus órganos de tubos, a sus púlpitos de caoba y a sus estructuras costosas.

Prestemos atención. Laodicea está cerca.

La gente de la tierra, incluyendo los “Cristianos,” comenzaron a clamar, “Hay seguridad. Todo está en paz. La guerra ha sido abolida. Ya no hay hambre. Lo mejor que el mundo nos puede ofrecer nos ha llegado. Nuestro presidente profesa creer en Cristo. Los que así lo deseen pueden asistir a la iglesia de su preferencia. Los derechos de las personas están siendo preservadas con el mayor cuidado. El gobierno es benevolente hacia nuestra religión.”

El Apóstol Juan nos enseña que el Anticristo viene de las iglesias (1 Juan 2:19; ver también Judas 4). Judas fue uno de los doce Apóstoles. Y sin embargo, Judas fue el hijo de la destrucción, el precursor del Anticristo. Nosotros creemos que el Anticristo al principio será un Cristiano un tanto sincero.

Prevalecía la paz y la seguridad, o por lo menos eso aparentaba a esta gente cegada, pero en realidad era arruinada toda forma de empresa humana. Abundaba la desolación intelectual, artística, moral y espiritual (al igual que hoy en día en los Estados Unidos y en otras naciones afluentes supuestamente “Cristianas”). Cuando el hombre quiere reinar, esto siempre produce desolación. No hay excepción a este principio. Laodicea siempre estará empobrecida, desnuda, y cegada.

Repentinamente, en el apogeo de la oscuridad espiritual, apareció el Señor.

Las tumbas de los santos de todas las épocas se abrieron violentamente. Todos podían ver que esto estaba sucediendo. Los santos victoriosos recobraron su vida y estaban parados junto a sus tumbas.

Los testigos verdaderos de Dios que estaban vivos sobre la tierra fueron cambiados de mortalidad a inmortalidad en un instante. Se unieron a quienes acababan de ser resucitados.

Luego ocurrió, en mi visión, el más grande tiempo de alabanza, de regocijo y de comunión que jamás haya sucedido. Las verdaderas amistades fueron restauradas. La gente exclamaba, “Hemos recobrado nuestros cuerpos. Somos libres del pecado y de la muerte y estamos vivos por siempre en Cristo.”

La gente del mundo y sus líderes estaban observando la comunión y el regocijo y no podían prevenirlo. Estaban horrorizados. Se sentían desdichados en su ira, frustración y remordimiento; pero no podían prevenir esa celebración de victoria (Apocalipsis 11:11). ¡Estaban aterrorizados!

Luego llegó la Palabra del Señor, “Dios ha dispuesto ante nosotros un banquete en la presencia de nuestros enemigos.”

El Señor Jesús, comprendiendo la gloria y la bendición de ese momento, les permitió a Sus santos saborear y regocijarse en la maravilla y la gloria de estar nuevamente con vida sobre la tierra—y desde ese momento en un cuerpo incorruptible, libre de pecado y lleno de vida.

Luego (parecía como si hubiera una hermosa música de fondo) todo el cuerpo de santos comenzó a ascender de la faz de la tierra. Su elevación era elegante, magnífica—maravillosa más allá de palabras. El cielo estaba lleno de ellos. Eran como una nube de testigos ascendiendo a las nubes.

Los himnos de adoración a Dios y al Cordero sacrificado resonaron de un horizonte al otro como la música de un gran órgano. La increíble majestuosidad del momento superó cualquier escena que pudiera ser pintada por el artista más talentoso. Eran las primicias del Señor elevándose para estar con Él por siempre.

En su angustia y furor la gente de la tierra se volvió hacia sus líderes que los habían engañado.

Luego la Palabra del Señor llegó, “Si Dios no fuera a hacer nada más que a elevar a Sus santos de sus tumbas a la vista del mundo, los malvados se destruirían a sí mismos en su angustia al ver suceder la resurrección y ascensión y al darse cuenta de la consecuencia de estos eventos. Pero este es sólo el comienzo de su dolor.”

“Ahora las copas de oro llenas de la ira de Dios van a ser vaciadas bajo la administración del Señor y de Sus santos. En cuanto esa parte del juicio haya sido ejecutada, el Señor Jesús y Su ejército de santos fieles atacarán desde el cielo con tremendo poder y tremenda furia, aplastando a los líderes de la tierra en el irresistible poder del Espíritu de Dios.”

En este momento cesaron las impresiones.

Permítenos repetir que la visión no consistió de detalles precisos ni de la mayoría de las palabras que hemos puesto aquí. Pero la mayor parte de las impresiones, las ideas principales, y algunas de las palabras, fueron como hemos dicho.

Han pasado muchos años desde que se nos dio esa carga. Pensamos que ha sido probado que es bíblico ya que hemos tenido la oportunidad de revisar y volver a revisar las ideas que se dieron en ese tiempo.

Cada uno de nosotros debería de ponerse a sí y a su familia en orden conforme Dios lo permita.

Cada uno de nosotros debería dedicarse al servicio de Cristo para que nosotros y nuestros seres queridos seamos encontrados reuniendo para el Señor en todo tiempo. Como muchos de nosotros sabemos, esto no siempre es posible. Frecuentemente nuestros seres queridos se descarrían. Debemos permanecer fieles en oración para que a Dios le agrade tratar con ellos y que finalmente los traiga a Sí Mismo.

Falta por efectuarse una gran obra de cosecha. Conduzcámonos como verdaderos siervos de Cristo, trabajando mientras todavía haya luz.

Pronto vendrá la noche cuando nadie podrá trabajar.

Una última palabra: no debemos temer. El temor y la fe no pueden morar en nuestro corazón al mismo tiempo. Cuando veamos que estas cosas comiencen a suceder nosotros debemos elevar la vista. Estas serán las señales de que se acerca nuestra redención y el Reino de Dios (Lucas 21:28).

Los días que se aproximan serán de confusión y finalmente de destrucción para la gente que ha decidido no servir a Cristo. Los santos victoriosos deben regocijarse siempre debido a la venida del Señor a establecer Su Reino sobre la tierra.

No debemos temer. Las promesas de la Palabra de Dios siempre se mantienen ciertas para los que están morando en Cristo sin importar cuán severos los problemas del mundo se puedan volver. Seguiremos siendo guardados por el poder de la Palabra de Dios desde hoy hasta la eternidad sin importar nuestras circunstancias.

El ángel del Señor acampa en torno a los que le temen; a su lado está para librarlos. (Salmo 34:7 NVI)
Muchas son las angustias del justo, pero el Señor lo librará de todas ellas; (Salmo 34:19 NVI)
No serán avergonzados en el mal tiempo, Y en los días de hambre serán saciados. (Salmo 37:19 VRV)
Podrán caer mil a tu izquierda, y diez mil a tu derecha, pero a ti no te afectará. No tendrás más que abrir bien los ojos, para ver a los impíos recibir su merecido. (Salmo 91:7,8 NVI)

Los versículos anteriores siguen siendo verdad para nosotros en estos días. Seguirán siendo ciertos durante la gran tribulación. Seguirán siendo ciertos para nosotros durante cada día y cada noche desde ahora hasta que Jesús regrese. La Palabra de Dios no cambia con las circunstancias sobre la tierra.

No existe otro poder más grande que el de la Palabra de Dios. Las promesas de las Escrituras siguen siendo inquebrantablemente verdaderas para cada persona que le pertenezca a Cristo, esté o no el mundo en confusión, en angustia, en hambre o en colapso económico. Nosotros no somos del mundo. Nuestra protección y nuestras provisiones vienen de la mano de Dios, no de la habilidad del mundo de proteger y proveer.

Por ello honremos a Dios con nuestra fe constante. Dios nos guardará durante los días que se aproximan sin importar qué suceda, y nos presentará impecables ante Su Presencia con extremado gozo.

Ven pronto, Señor Jesús. Amén.

UNA REFLEXIÓN

La primera edición de LA VENIDA DEL SEÑOR fue terminada en Marzo de 1978. El texto actual fue terminado en Octubre de 1997 y revisado en el 2005. Los cambios que hemos hecho no son importantes. Nuestra perspectiva de la venida del Señor sigue siendo la misma. Nosotros pensamos que la visión vino del Señor Jesús. Las cargas y los entendimientos que hemos tenido subsecuentemente han estado en armonía con ella.

Los engaños que se han suscitado en las iglesias carismáticas desde 1978, como las enseñanzas de la “prosperidad”, la “fe”, y el “reino del dominio”, parecen corresponder con lo que el Señor nos enseñó con respecto a la entrada del razonamiento humanista (centrado en el hombre) en las iglesias.

Nuestra convicción de que el arrebato antes de la tribulación es una visión falsa se ha fortalecido cada año que pasa. Felizmente, parece ser que un cada vez mayor número de Cristianos está abandonando la enseñanza del arrebato a favor de un bosquejo más bíblico, más histórico y más realista de lo que podemos esperar experimentar antes de que Jesús regrese.

La primera resurrección incluirá sólo a los santos victoriosos.

Hay un aspecto de la venida del Señor que parece ser más claro para nosotros hoy de lo que fue cierto en 1978. El aspecto es que sólo será el real sacerdocio el que será resucitado de los muertos para ascender a encontrarse con el Señor Jesús a Su venida. Sólo los santos victoriosos participarán en la primera resurrección que es de entre los muertos.

No podemos aceptar la enseñanza de que todo individuo que recite los “cuatro pasos de la salvación” obtenga con ello la primera resurrección de los muertos y reciba un cuerpo glorioso como el del Señor Jesús. Ni tampoco podemos estar de acuerdo con la idea de que todos los que sean resucitados en la resurrección general al final del periodo de los mil años serán echados al Lago de Fuego.

Obviamente estas dos cuestiones merecen la seria atención de todo creyente Cristiano que espera ser resucitado de los muertos cuando Cristo aparezca.

Nos parece a nosotros que las Escrituras enseñan dos resurrecciones separadas. La primera resurrección sucede al comienzo del periodo de los mil años mientras que la segunda resurrección ocurre al terminar el periodo de los mil años—l momento del juicio de los muertos.

Además, creemos que la primera resurrección es una resurrección adelantada de entre los muertos y que está reservada para el real sacerdocio—para los santos victoriosos. La segunda resurrección es la resurrección general de los muertos. Cuando sea la hora de la segunda resurrección tanto los malvados como los justos serán resucitados. Los malvados serán arrojados al Lago de Fuego. Los justos entrarán a la vida eterna en el Reino de Dios.

Nunca hubiéramos presentado algo tan alejado del pensamiento Cristiano convencional a excepción de que sintiéramos que tenemos fundamentos bíblicos sólidos.

Existen dos ejemplificaciones en el Antiguo Testamento y dos pasajes en el Nuevo Testamento que nos hacen creer que la primera resurrección, la resurrección y ascensión que ocurrirá cuando el Señor regrese, es una resurrección especial de entre los muertos reservada para los santos victoriosos—para los que califican para caminar con el Señor Jesús vestidos de blancos.

La primera ejemplificación del Antiguo Testamento es cuando David y sus soldados valientes regresaron del desierto para gobernar sobre Judea. Este fue un reinado de siete años y seis meses. Después de eso, el resto de las tribus de Israel se unieron al Rey David, y David reinó por treinta y tres años adicionales (2 Samuel 5:5). Nosotros pensamos que esta ejemplificación sugiere que sólo una parte de Israel gobernará con el Señor durante el periodo de los mil años, seguido por la glorificación de todo Israel durante el reinado del cielo nuevo y la tierra nueva de Cristo.

La segunda ejemplificación del Antiguo Testamento que mencionaremos es cuando el Arca del Pacto fue quitada de la Tienda de Reunión. Cuando el Rey David regresó el Arca de la casa de Obed Edom no la regresó a Lugar Santísimo de la Tienda. En lugar de eso, David montó una tienda de campaña para el Arca en Sión, una ciudad dentro de las paredes de Jerusalén.

Nosotros pensamos que el hecho de que el Arca del Pacto haya sido puesta en una tienda de campaña en la ciudad de Sión, en lugar de ponerla en la Tienda que estaba en el lugar idolátrico de Gibeón, es una ejemplificación de un reinado especial de Cristo con Sus santos victoriosos durante el periodo de los mil años. Su reinado pleno, ilustrado por la unión del Arca con el resto de la Tienda en el Templo de Salomón, ocurrirá cuando el cielo nuevo y la tierra nueva sean creados.

El hecho que el Arca haya sido separada de la Tienda significa que la Gloria de Dios será quitada de la parte principal del cuerpo de Su Iglesia hasta que el enemigo haya sido vencido. El reinado de David se caracterizó por la conquista de los enemigos de Israel. El reinado de Salomón, el que sucedió cuando el Arca volvió a reunirse con la Tienda (en el Templo), se caracterizó por la paz, la prosperidad y la grandeza real.

El reinado de Salomón de paz y magnificencia no fue posible hasta que el enemigo hubiera sido conquistado. Por ello es verdad que la paz y la magnificencia del reinado de Cristo en el cielo nuevo y la tierra nueva no serán posibles sino hasta que el enemigo haya sido conquistado. La conquista del enemigo ha comenzado ahora en la Iglesia y continuará durante toda la Era del Reinado de mil años.

Por esto la Era del Reinado es el periodo de la expiación, de la reconciliación, la época en la que Cristo “será perfeccionado”. Durante esta era, que concluirá con el juicio del tribunal de Cristo, el pecado será eternamente removido de la creación y contenido en el Lago de Fuego. Esto dará entrada a la justicia eterna.

…y al tercer día terminaré lo que debo hacer [seré perfeccionado]. (Lucas 13:32 NVI)

Esta es una excelente representación del periodo de los mil años (el reinado de David, hablando figurativamente), seguido por el reinado de Cristo en la tierra nueva y el cielo nuevo (ejemplificado por el reinado de Salomón). Estas dos ejemplificaciones nos indican que el periodo de mil años, el cual será inaugurado con el regreso de Cristo de los cielos, señalará una glorificación parcial de Israel. Quienes sean resucitados para participar en este reinado parcial serán las primicias de Israel.

El primero de los dos pasajes del Nuevo Testamento es Filipenses 3:11. Aquí el envejecido Apóstol Pablo expresa su deseo de alcanzar la resurrección de (del griego—resurrección-de-entre) los muertos. Que Pablo se pusiera como meta alcanzar la resurrección de entre los muertos sugiere que: (1) es una resurrección adelantada y especial; y (2) sólo los santos más fieles del Señor pueden alcanzarla.

El segundo de los dos pasajes es Apocalipsis 20:4-6. Estos tres versículos merecen atención cuidadosa porque componen los únicos pasajes en todas las Escrituras que expresan directamente tener que ver con la primera resurrección de entre los muertos, la resurrección que ocurrirá cuando Cristo regrese.

Es obvio que la resurrección designada en Apocalipsis 20:4-6 es la asignación del real sacerdocio a los tronos de la creación. No hay lugar en la primera resurrección para los Cristianos débiles, los tibios, los indecisos, para el que es salvo como quien pasa por el fuego—para el “Lot” que escapa del fuego pero que pierde por completo su herencia.

Entonces vi tronos donde se sentaron los que recibieron autoridad para juzgar. Vi también las almas de los que habían sido decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios. No habían adorado a la bestia ni a su imagen, ni se habían dejado poner su marca en la frente ni en la mano. Volvieron a vivir y reinaron con Cristo mil años. Ésta es la primera resurrección; los demás muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron los mil años. Dichosos y santos los que tienen parte en la primera resurrección. La segunda muerte no tiene poder sobre ellos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años. (Apocalipsis 20:4-6 NVI)

Cuando comparamos Apocalipsis 20:4-6 con los capítulos dos y tres de la Carta del Apocalipsis podemos ver el paralelismo. Los sacerdotes de Apocalipsis 20:4-6 serán los santos que logren vencer. Apocalipsis 20:4-6 está de acuerdo con Apocalipsis 14:1-5, el cual describe los primeros frutos de la humanidad que son llamados de entre los muertos para reinar en el monte Sión con el Hijo mayor de David.

Luego miré, y apareció el Cordero. Estaba de pie sobre el monte Sión, en compañía de ciento cuarenta y cuatro mil personas que llevaban escrito en la frente el nombre del Cordero y de su Padre. (Apocalipsis 14:1 NVI)

Apocalipsis 14:1-5 revela el destino de los santos victoriosos. Estos le pertenecerán a Jesús de una manera especial. Estarán en el monte Sión, en la montaña de gobierno, con Cristo. Ellos serán columnas en el Templo de Dios. Recibirán nuevamente sus cuerpos por adelantado del resto de la masa de la humanidad. Ellos habrán alcanzado la resurrección que es de entre los muertos. (Esto nos recuerda a Pedro, Santiago y Juan que fueron llamados de entre los doce a estar con el Señor en el Monte de la Transfiguración.)

La segunda muerte no tendrá autoridad sobre el sacerdocio “bendecido y santo”. Debido a que la segunda muerte tiene autoridad sobre todo pecado, esto quiere decir que los miembros del sacerdocio han sido liberados de todo pecado. El que ellos hayan sido liberados de su egoísmo está indicado por la expresión, “No se encontró mentira alguna en su boca, pues son intachables” (Apocalipsis 14:5).

Los santos victoriosos estarán calificados y serán competentes para reinar sobre las naciones de personas salvas de la tierra. Habrán sido encontrados dignos de caminar con Cristo vestidos en la blancura de la justicia y la gloria.

Sin embargo, tienes en Sardis a unos cuantos que no se han manchado la ropa. Ellos, por ser dignos, andarán conmigo vestidos de blanco. (Apocalipsis 3:4 NVI)

Si estamos correctos en nuestras conclusiones, la primera resurrección, la resurrección y ascensión que ocurrirá cuando el Señor venga, debe ser alcanzada. No es verdad que todos los que profesen fe en Cristo serán resucitados de entre los muertos para ser reunidos con Él en el aire cuando el Señor aparezca.

La esperanza de una resurrección de salvación general a la venida del Señor acompañada de una ascensión para escapar la tribulación no tiene base en las santas Escrituras. Es un engaño fríamente calculado para que durante toda la eternidad las iglesias Cristianas se puedan mantener como bebés asegurando así que el reino de Satanás—su reinado sobre las naciones de la tierra—no sea puesto en peligro.

La parábola de las diez jóvenes solteras nos enseña que muchas “jóvenes solteras” (creyentes) no estarán preparadas para ir con el Novio cuando Él aparezca. La falta de preparación no tiene nada que ver con sus creencias (sus lámparas) sino con su vida interior espiritual (su aceite). El hecho de que uno será llevado y el otro dejado atrás indica que la primera resurrección será selectiva.

Alcanzando la primera resurrección.

Entonces, ¿cómo le hace uno para alcanzar la resurrección temprana de entre los muertos? Por favor mantén en mente que el propósito de la primera resurrección no es conducirnos a la vida eterna. El propósito de la segunda resurrección es el de conducir sólo a los justos a la vida eterna (Mateo 25:46; Juan 5:29).

Se asume que quienes hayan alcanzado la primera resurrección ya habrán logrado la vida eterna en ellos mismos antes de la venida del Señor, antes de la resurrección y ascensión que sucederá cuando aparezca. Ellos no necesitarán ser resucitados a la vida porque ellos ya habrán alcanzado la vida en Jesús.

El propósito de la primera resurrección no es resucitarnos a la vida sino resucitarnos a reinar. Esta doctrina está completamente de acuerdo con Apocalipsis 20:4-6, Apocalipsis 14:1-5, y con los capítulos dos y tres de la Carta del Apocalipsis.

Los capítulos dos y tres de la Carta del Apocalipsis dividen a las iglesias Cristianas en los santos victoriosos y los creyentes no-victoriosos. Todas las recompensas de vida eterna y reinado en el Reino de Dios van a los santos victoriosos. Los santos victoriosos son los que tienen el privilegio de comer del árbol de la vida.

La implicación es clara que a los creyentes no-victoriosos (que incluyen a muchos—si no es que a la mayoría—de los creyentes de nuestro día) no se les dará de comer del árbol de la vida, ni tampoco recibirán una corona de vida, ni reinarán sobre las naciones. Además, no andarán con Cristo vestidos en la blancura de su justicia (Apocalipsis 3:4).

Es evidente en los Capítulos Dos y Tres de la Carta del Apocalipsis que los Cristianos que no logren vencer las fuerzas de la muerte que batallan contra ellos están en peligro de ser lastimados por la segunda muerte, y también de que sus nombres sean borrados del libro de la vida (Apocalipsis 2:11; 3:5).

Hemos dicho que la primera resurrección debe ser alcanzada. Se asume que los santos que participen en la primera resurrección ya han alcanzado la vida antes de la venida del Señor. Al combinar estas dos ideas podemos decir que si uno quiere estar calificado para la primera resurrección, para recobrar su cuerpo cuando el Señor regrese, él deberá haber alcanzado la resurrección de su naturaleza espiritual antes de la venida del Señor.

Con esto estamos diciendo que la resurrección debe ser alcanzada ahora, aunque su manifestación en forma corporal no sucederá hasta que el Señor sea revelado desde el Cielo. Esto es eminentemente razonable. Lo que no es razonable es suponer que el Señor Jesús vestirá a una personalidad espiritual pecaminosa, rebelde y egocéntrica con un cuerpo glorificado de inmensa energía y capacidad.

El hombre consiste de tres partes: espíritu, alma y cuerpo. El hombre no ha alcanzado la vida eterna, la plenitud de la redención, la tierra de Dios de reposo prometida hasta que haya alcanzado la resurrección de su espíritu, la resurrección de su alma, y la resurrección de su cuerpo.

El último enemigo del hombre que debe ser vencido por medio de Cristo es la muerte física (1 Corintios 15:26). Si la muerte física es el último enemigo a vencer, es lógico que el que el cuerpo físico sea llenado con vida eterna no puede suceder hasta que primero el espíritu y el alma hayan sido resucitados a la vida eterna.

La resurrección del espíritu sucede, por lo menos en parte, cuando recibimos al Señor Jesús como nuestro Señor y Salvador y volvemos a nacer. En ese momento una primicia de nuestra naturaleza espiritual “muere” al espíritu del mundo y se vuelve uno con el Espíritu del Señor. Su resurrección ocurre porque se vuelve uno con la Vida de resurrección de Cristo. Nuestra nueva naturaleza interior que ha vuelto a nacer inmediatamente es sentada en Cristo a la derecha de Dios.

Pero el que se une al Señor se hace uno con él en espíritu. (1 Corintios 6:17 NVI)
Y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales, (Efesios 2:6 NVI)

Ahora ya tenemos vida eterna en nuestro hombre interior. Esto sucede inmediatamente cuando recibimos al Señor.

Todavía falta que alcancemos la vida eterna en nuestra alma y en nuestro cuerpo. Ya que el cuerpo recibirá vida eterna instantáneamente a la venida del Señor, es el alma el que es el problema. El que se le dé vida eterna a nuestro cuerpo dependerá de que nos aferremos a la vida eterna en nuestra alma, es decir, en nuestra voluntad y en nuestras emociones. Alcanzar la vida eterna en nuestra alma es la tarea de nuestro discipulado Cristiano, la razón por la que debemos poner a un lado nuestra vida, tomar nuestra cruz, y seguir a Jesús.

Alcanzar la vida eterna en nuestra alma es alcanzar la resurrección-hacia-afuera, la primera resurrección. Alcanzar la vida eterna en nuestra alma nos califica para recobrar el cuerpo cuando Jesús aparezca. Esto sucederá por adelantado de la resurrección general de los muertos, la resurrección que sucederá al final del periodo de los mil años.

Pablo ya tenía vida eterna en su espíritu. Él estaba buscando conocer el pleno poder de la resurrección de Jesús en su alma, en su naturaleza interior, para que pudiera estar calificado para ponerse inmortalidad en el cuerpo cuando el Señor regresara.

El fundamento de la primera resurrección.

Adquirir la vida eterna en nuestra alma es cambiar de un tipo de humanidad a otra, de pasar de un tipo de criatura a otra, de una raza a otra. Mientras la doctrina de la transformación de Adán a Cristo, de un alma viva a un espíritu que da vida, no sea comprendida y aceptada, es difícil para el discípulo soportar los tratos rigurosos del Señor en su personalidad (2 Corintios 3:18: 11 Corintios 15:45-49).

Para poder adquirir la vida eterna nuestra alma debe morir y ser resucitada nuevamente en Cristo. Uno mismo, el ego, el “yo” del individuo debe morir. En su lugar deben llegar el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Que el alma humana sea convertida de Adán a Cristo es una discusión filosófica interesante. Pero lograrla en la realidad de la existencia diaria ciertamente es una operación agotadora.

Los sufrimientos de la cruz son los que matan nuestra alma. Soportar la prisión en la que seamos echados y la aparentemente interminable y paciente obediencia portadora de la cruz que debemos soportar contribuyen a la muerte de nuestra alma.

Podemos observar la muerte del alma en el tercer capítulo de Filipenses cuando Pablo habla de sufrir la pérdida de todas las cosas y de considerarlas basura si con ello ganara a Cristo, para con ello tomar parte en la Vida de Resurrección que Cristo es.

Requerirá de algo de tiempo y de mucho sufrimiento para que un ser humano esté en la posición de considerar toda posesión y todo logro como basura. Mientras no llegue a esa posición su alma entonces aún no ha sido convertida. Se acostumbra en estos días decir que la conversión es la ocasión en la que estuvimos de acuerdo con los hechos con respecto a Jesús. Esta es sólo una conversión mental. La verdadera conversión sucede cuando el alma es crucificada y la Vida de Jesús surge.

Para poder experimentar el poder de la resurrección de Cristo nosotros debemos participar en sus sufrimientos. Estos sufrimientos aprisionan nuestra alma, dándole la oportunidad a Dios Padre a que entre en nuestra alma y la transforme de la muerte del egoísmo y la rebelión a la vida eterna de unión tranquila con Dios.

El fin es ser crucificados con Cristo. No existe forma de adquirir la Vida de Cristo más que siendo crucificados con Cristo.

Cristo vive en nosotros. Él vive en nosotros. Esto es lo que significa alcanzar la resurrección del alma.

Si soportamos pacientemente hasta el final de nuestras vidas poseeremos nuestra alma. Si cedemos a las tentaciones y lujurias del mundo, de Satanás, y de nuestra propia carnalidad y obstinación, perderemos la posesión de nuestra alma. Nuestra alma seguirá adelante siguiendo su propio camino y se alienará a Dios.

¿Cuántos creyentes de ahora en día pueden decir que ellos han sido crucificados con Cristo y que ya no están viviendo su propia vida, que están viviendo en y por la fe en Cristo quien está viviendo en ellos? Estos son los creyentes que están alcanzando la resurrección-hacia-afuera.

Al que se le dé la Estrella de la Mañana reinará sobre las naciones. La Estrella de la Mañana es Jesús viviendo en el trono de nuestra alma (Apocalipsis 2:26-28).

Cada Cristiano debe volverse la carroza de Dios. Para ser una carroza de Dios debemos ser transformados en nuestra alma para tener rostro humano, rostro de león, rostro de toro y rostro de águila. Cada uno de los cuatro seres vivientes tiene estos cuatro rostros porque los seres vivientes reflejan la imagen y la Gloria de Dios (Ezequiel 1:10).

El rostro de hombre es la imagen moral de Dios, la imagen de Cristo—la que puede entrar en unión con Dios.

El rostro de león es la personalidad conquistadora—la que reina con Dios.

El rostro de toro es la buena disposición y la fuerza para soportar las cargas de la obra del Reino, el vehículo de servicio y sacrificio.

El rostro de águila es la vida espiritual eterna volando en los cielos en lugar de aferrarse a la mortalidad de la tierra.

Estos constituyen la imagen de los hijos de Dios.

Además, debe haber “una rueda encajada dentro de la otra” (Ezequiel 1:16). La rueda es nuestra alma. La rueda encajada dentro de nuestra alma es Dios Padre.

Nuestra alma debe morir a su egocentrismo. Debe recibir otra “rueda”. Conforme lo haga, es transformada al hombre, al león, al toro y al águila. Durante la eternidad nuestra alma será hombre, león, toro y águila. Durante la eternidad no “rodará” en su propia dirección ni por su propio poder. Habrá una “rueda” encajada adentro de la cual recibirá personalidad, dirección y poder.

Nuestra alma debe soportar una muerte minuciosa. O adquirimos y poseemos nuestra alma por medio del sufrimiento paciente o la perdemos por no estar dispuestos a renunciar a nuestros instintos y deseos adámicos (Lucas 21:19).

Adquirir la vida eterna en nuestra alma es, como hemos dicho, ser transformados de un tipo de humanidad a otro tipo de humanidad. El primer tipo de humanidad es Adán, la criatura de cuerpo y sangre, el polvo de la tierra.

El segundo tipo de humanidad es Cristo. Él es muy Dios de muy Dios y muy Hombre de muy hombre. Cristo es más que un animal de cuerpo y sangre. Cristo es más que el polvo de la tierra.

Nosotros somos la Esposa del Cordero, el Cuerpo de Cristo. La Esposa del Cordero, el Cuerpo de Cristo, no consiste de animales de cuerpo y sangre, del polvo de la tierra. El Cuerpo de Cristo está formado de aquello que es tanto hijo de hombre como hijo de Dios. No puede haber una unión eterna de un tipo de humanidad con otro tipo de humanidad diferente.

Para que alguien sea transformado a la similitud de Cristo éste debe morir a lo que es para que pueda volverse otro tipo de humanidad. Debe volver a nacer si quiere ver y entrar al Reino de Dios.

La adquisición de la vida eterna en el alma, en la que se basa la primera resurrección, no puede ser lograda por la adherencia a doctrinas de la religión Cristiana. Esa transformación puede ser lograda sólo conforme recibimos la Vida de Cristo y conforme le permitimos al Espíritu Santo matar los impulsos de nuestra naturaleza vieja.

El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el día final. (Juan 6:54 NVI)
Pues a nosotros, los que vivimos, siempre se nos entrega a la muerte por causa de Jesús, para que también su vida se manifieste en nuestro cuerpo mortal. (2 Corintios 4:11 NVI)

No será nuestra doctrina la que nos resucite en el último día, será la carne y la sangre de Cristo. Su Vida en nosotros es la que ES en sí la Resurrección. Él ES la Resurrección. Él ES la vida eterna.

Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes. (Romanos 8:11 NVI)

Su Espíritu morando en nosotros es el que dará vida a nuestro cuerpo mortal. La resurrección de nuestro cuerpo vendrá de nuestra naturaleza interior resucitada. Si vivimos siguiendo los apetitos de nuestra carnalidad, nuestra naturaleza interior no se llenará con vida de resurrección. Por ello nuestra participación en la primera resurrección no será posible. La primera resurrección proviene de adentro de nosotros (por lo menos en parte) y no, como en el caso de la segunda resurrección, totalmente de afuera de nosotros.

El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. (Juan 6:56 NVI)

Conforme somos abatidos por las tribulaciones que soportamos, Dios envía a nuestra alma la carne y la sangre de Cristo. Morimos diariamente, y cada día somos resucitados. Lo que es resucitado no es nuestra naturaleza vieja sino la Vida eterna de Dios todopoderoso. Es la creación nueva. Es la resurrección de los muertos.

Así como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, también el que come de mí, vivirá por mí. (Juan 6:57 NVI)

Cristo vive por, con y en Dios Padre y el Padre en Él. Dios Padre es la Rueda en Cristo. Cristo es el Hombre, el León, el Toro, y el Águila, y Dios está en Él. Cristo es la Carroza de Dios. Nosotros estamos siendo creados a la misma imagen. Es la unión eternal de Dios y el hombre. Este es el Reino de Dios.

Quien busque salvar su vida, su alma, la perderá. El alma es parte de la primera creación, de la raza de Adán. La creación adámica llegó a su fin en la cruz del Calvario y desaparecerá por completo cuando la tierra y el cielo desaparezcan. La primera creación habrá concluido.

Lo que es de carne y sangre no pueden entrar al Reino de Dios. Cristo es el Primero de la nueva creación. Quien pierda su vida en el proceso de volverse una nueva creación, una carroza de Dios, salvará su vida a la eternidad.

Podemos observar la misma transformación en el Apóstol Pablo. Después de hablar sobre su constante muerte y resurrección, Pablo dijo:

Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento. (2 Corintios 4:17 NVI)

La gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento es nuestra casa del Cielo.

Aquí está la relación entre la resurrección del alma y la resurrección del cuerpo. Conforme los sufrimientos llevan nuestra alma a la muerte nosotros somos resucitados por la Vida eterna que Jesús Es. Una casa del Cielo, una gloria eterna que vale muchísimo, la cual es una parte integral de la primera resurrección, es creada como consecuencia de nuestra “muerte” por medio de la aflicción.

Si queremos comprender la resurrección de nuestro cuerpo debemos darnos cuenta de que esto involucra a dos cuerpos: (1) nuestro cuerpo celestial y (2) nuestro cuerpo físico.

Nuestro cuerpo celestial será nuestra recompensa por habernos sometido a la muerte por el bien de Jesús. Nuestra casa que está en el Cielo estará siendo creada como una contraparte espiritual e invisible (para nosotros ahora) de lo que esté sembrando nuestro cuerpo mortal y nuestra alma en la muerte que hay al seguir la voluntad de Jesús. Cuando nuestro cuerpo mortal sea resucitado de los muertos será revestido con nuestro cuerpo celestial—un cuerpo que habrá sido creado conforme nos hayamos sometido a la muerte de la cruz.

Nuestro cuerpo físico nació de nuestra madre. Cuando fallecemos físicamente, nuestro cuerpo regresa a los elementos de los cuales fue creado para ahí “dormir” hasta el Día de la Resurrección.

Cuando morimos somos un espíritu sin vestimenta. Si mientras estuvimos con vida sobre la tierra entramos a la vida de obediencia portadora de la cruz entonces en la Presencia de Cristo en el Cielo habrá sido formado para nosotros un cuerpo celestial. La “gloria eterna” de ese cuerpo dependerá del grado al que hayamos entrado a la Vida de Jesús durante los días de nuestro discipulado.

El Día del Perdón y la primera resurrección.

Existe otro aspecto de la resurrección del cuerpo que debemos introducir en este momento.

En los festivales de Israel hay tres fiestas solemnes que le siguen a la Fiesta de Pentecostés: la Fiesta de las Trompetas, el Día del Perdón y la Fiesta de las Enramadas.

El cumplimiento espiritual de la fiesta de Trompetas es la venida del Rey para hacerles la guerra a todos Sus enemigos y para organizar a sus santos en un ejército. El Rey, Jesús, se nos acerca para juzgar todo lo que hay en nuestra personalidad. Si somos Sus siervos Él nos limpiará del pecado y de la obstinación.

El Día Levítico del Perdón ejemplifica la limpieza de nuestra personalidad y que sea llevada a una unión total con Dios. Nosotros debemos confesar nuestros pecados. Debemos hacer todo lo que esté en nuestro poder por seguir al Espíritu Santo conforme nos conduce a una reconciliación completa a Dios por medio de Cristo.

Es una batalla contra el pecado y contra la obstinación que dura toda la vida. El Señor nos limpia de algunos de nuestros enemigos inmediatamente pero permite que batallemos con algunas de las otras maldades por muchos años. Dios permite esta guerra aparentemente interminable para determinar si lo serviremos o no (ver Jueces 2:21-23).

Nosotros nunca debemos ceder al enemigo. Todos los días de nuestro discipulado debemos salir con el propósito de llevar a cabo una batalla. Nunca debemos rendirnos. Esta voluntad decidida a conquistar es la que Dios está buscando en los miembros del real sacerdocio. Es la señal de los que alcanzarán la resurrección de los muertos.

¿Quién nos librará de este cuerpo mortal? Dios lo hará, en el día de la primera resurrección de los muertos. En ese día, Dios visitará a Sus santos victoriosos, los limpiará de los últimos vestigios del enemigo, y los vestirá en las ropas blancas de justicia inmortal. Esa será su recompensa por haber servido al Señor bajo las difíciles condiciones del mundo actual.

Después de que pasemos por el juicio del Día del Perdón, lavando nuestros mantos y haciéndolos blancos en la sangre del Cordero, el Padre y el Hijo entran a nosotros por medio del Espíritu Santo para hacer Su morada eterna en nosotros. Este es el cumplimiento espiritual de la fiesta de Enramadas del Antiguo Testamento.

Ahora la rueda se hallará encajada adentro de la rueda. Cristo habrá sido formado en nosotros. Dios Padre estará morando en nosotros. El Espíritu de Dios nos habrá entrenado, entrenado y entrenado en los caminos de Dios. Habremos demostrado ser dignos para el Reino de Dios respondiendo obedientemente, diligentemente, y con adoración a la disciplina del Señor.

El egocentrismo que teníamos ya no existe. Las lujurias de nuestro cuerpo serán mantenidas bajo un control estricto por nuestro hombre interior. Nuestra alma se habrá vuelto el Trono de Dios y del Cordero. Entonces nuestra alma se habrá vuelto parte de la nueva Jerusalén, de la ciudad santa de Dios (Apocalipsis 22:3). La hermosa e impenetrable pared de resistencia al pecado habrá sido construida alrededor de nuestra alma por habernos sometido a Dios y haber resistido al diablo.

Estaremos listos para la resurrección de nuestro cuerpo, para que sea revestido con vida eterna.

La resurrección del real sacerdocio.

Todos los miembros del Cuerpo de Cristo a quienes el Señor haya encontrado ser dignos de caminar con Él vestidos de blanco serán llevados a la perfección al mismo tiempo, en el momento en que el Señor regrese.

Cuando Jesús regrese, los miembros del real sacerdocio aparecerán con Él. Todo ojo verá al Cordero sacrificado. La gente de la tierra no verá a los miembros del real sacerdocio, a los que vienen con Él, ya que todavía serán espíritus invisibles.

Jesús permanecerá en las nubes sobre la tierra. Los santos invisibles descenderán a la tierra, dirigidos por Dios Padre que ahora mora en ellos. Con fe declararán la palabra que volverá a reunir los elementos de su armazón físico. Agachándose levantarán su armazón y entrarán en él, así como el Señor Jesús levantó Su cuerpo y volvió a entrar en él hace dos mil años.

La gente de la tierra no se dará cuenta de nada hasta que las tumbas sean abiertas violentamente. Entonces verán a los santos verdaderos de todas las épocas salir de sus tumbas, llenos de luz y gloria eterna. Estas personas inmortales serán el real sacerdocio de Dios. Ellas serán las columnas de la morada eterna de Dios, las primicias de la nueva Jerusalén.

Aquellos de nosotros que estemos vivos sobre la tierra en ese entonces sentiremos la atracción hacia el Cielo. Sabremos que si seguimos con fe esa atracción hacia arriba, perderemos nuestras funciones anatómicas normales y nos volveremos criaturas inmortales. Será en este momento en el que tendremos la tentación de volvernos atrás y considerar por última vez nuestra vida en el cuerpo mortal. Si lo hacemos, no participaremos en la primera resurrección.

La persona promedio que asiste a las iglesias no está preparada para la venida del Señor ni para la primera resurrección. Nunca ha entrado, a un grado que se pueda apreciar, al poder de la resurrección de Cristo y a participar en Sus sufrimientos.

¿Cuántos miembros de nuestras iglesias tendrán la suficiente fe como para aferrarse a la inmortalidad cuando les sea ofrecida? Si son indecisos ahora con respecto al grado al que deben comprometerse a Dios, con seguridad mirarán atrás, así como la esposa de Lot, y se les negará la entrada a la Gloria del Señor. No tendrán suficiente “aceite”.

Si hemos vivido de tal manera que estemos avanzando en la fe sin mirar atrás una sola vez entonces nos volveremos inmortales estando parados sobre nuestros pies. Nos pareceremos a los que han regresado con el Señor y que ya han salido de la tierra.

En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al toque final de la trompeta. Pues sonará la trompeta y los muertos resucitarán con un cuerpo incorruptible, y nosotros seremos transformados. (1 Corintios 15:52 NVI)

Los santos resucitados tendrán la oportunidad de saborear su victoria por algún tiempo (Jesús tuvo cuarenta días). Luego, los que brillan comenzarán a ascender hacia una Luz mayor en el cielo. Los malvados de la tierra se pondrán furiosos y maldecirán al contemplar la Gloria de Dios, porque sabrán que pronto tendrán que dar cuentas de sus comportamientos a jueces que no pueden ser sobornados ni amenazados.

En cuanto el testigo deje la tierra la ira de Dios caerá sobre los malvados. Según lo entendemos nosotros, los “Lots”, aquellos que serán salvos debido a las oraciones de los santos, serán llevados a un lugar seguro por el Señor. Todavía habrá seres humanos sobre la tierra, pero los santos victoriosos habrán participado en la primera resurrección. Ellos habrán recuperado sus cuerpos de entre los muertos y serán inmortales.

Nosotros entendemos que la mayor parte de la Iglesia de Dios, la mayor parte de Su pueblo que ha sido llamado a salir, no será resucitada sino hasta el final del periodo de los mil años, en ese momento entrarán a sus respectivos lugares en el Templo de Dios, en la nueva Jerusalén. Estos serán reconciliados al Señor Jesús durante el Día del Perdón mundial, que es el periodo de los mil años. Nosotros creemos que su reconciliación con Dios y Su Cristo es uno de los propósitos para el periodo de los mil años (Oseas 6:2).

Alguien puede cuestionar el uso que le damos a la palabra reconciliar, diciendo que somos reconciliados a Cristo cuando clamamos por primera vez en el nombre del Señor para recibir salvación.

Ciertamente somos reconciliados a Dios por la sangre del Cordero en lo que se refiere al pago de los pecados, pero todavía falta mucho en nuestra personalidad que todavía no es reconciliado a Dios. No somos totalmente reconciliados a Dios hasta que todo elemento de nuestra personalidad está reposando en Cristo y está encontrando su justicia, paz y gozo en Él; hasta que toda relación, toda situación, y toda cosa, incluyendo nuestra alma, está en el altar de Dios, para nunca ser removida.

Muchos Cristianos de las naciones prósperas parecen estar encontrando que es difícil darle a Jesús sus vidas. No están listos para dejar el mundo, para presentarse a sí mismos completamente y sin reservaciones a Dios para hacer Su voluntad. Hasta que esto sea verdad de nosotros no hemos sido reconciliados a Dios. No estamos listos para representarlo por toda Su creación.

Todo lo que somos debe morir y ser renovado en Cristo antes de que Dios pueda encontrar reposo en nosotros. Sólo hay lugar para una voluntad en el universo y esa voluntad es la de Dios. Los que aman a Jesús se regocijan de ya no tener que esforzarse ni de tener que idear la manera en que las cosas deben de ser, y están felices de entrar al reposo de Dios y de aceptar la creación de todas las cosas según Su voluntad. ¿Es cierto esto de ti? Pues es cierto de todos los que han sido completamente reconciliados a Dios y a Su Cristo.

Las Escrituras son claras en cuanto a que sólo los benditos y santos, los santos victoriosos, el real sacerdocio, recibirán sus cuerpos al comienzo del periodo de los mil años (Apocalipsis 20:4-6).

Si los Cristianos más débiles no reciben nuevamente sus cuerpos al comienzo del periodo de los mil años, y si ellos mismos serán reconciliados al Señor en el reino espiritual durante el periodo de los mil años entonces quizá sea verdad que ellos recibirán nuevamente sus cuerpos al final del periodo de los mil años y sin embargo no se les requerirá presentarse ante el tribunal de justicia y ser juzgados según sus obras.

No vemos ninguna razón por la que esto no pueda ser verdad. Además, está de acuerdo con la declaración de Pablo de que los elegidos del Señor han sido llamados, justificados, y glorificados desde la creación del mundo. Aunque muchos de ellos no estarán preparados espiritualmente para recibir nuevamente sus cuerpos y reinar con Jesús al comienzo del periodo de los mil años, su glorificación final ha sido asegurada por la promesa de Dios (Romanos 8:28-30).

El poder y la consistencia del plan predeterminado de Dios han dado testimonio por el hecho de que los nombres de los doce hijos de Jacobo, hombres muy alejados de la perfección en sus conductas, estarán inscritos por la eternidad en las puertas de la nueva Jerusalén.

Nosotros creemos que es posible de que alguno de los elegidos pierda su posición en el Señor y sea asignado al castigo eterno. Jesús nos dijo que si no dábamos fruto que seríamos cortados de la vid, es decir, del Señor Mismo. Una cosa es tener la esperanza de que los creyentes débiles algún día encuentren un lugar en la ciudad santa. Otra cosa es decir que sin importar cuánto un creyente descuide o abuse de su posición en Cristo que no puede perderse de los propósitos de Dios. Esta última postura es incorrecta, según lo vemos nosotros, y un punto de vista muy peligroso y destructivo.

Aunque ustedes ya saben muy bien todo esto, quiero recordarles que el Señor, después de liberar de la tierra de Egipto a su pueblo, destruyó a los que no creían. (Judas 1:5 NVI)

Mientras que la ira de Dios esté cayendo sobre la tierra (bajo la administración de los santos) el Señor Jesús les dará la bienvenida a Sus conquistadores y los preparará para el ataque de caballería, para la invasión de la tierra, que es la Batalla de Armagedón. Nuestro entendimiento es que no todos los santos que hayan resucitado tomarán parte en la Batalla de Armagedón sino sólo aquellos que han sido llamados para esa tarea. Estos serán los guerreros de Cristo. Son de corazón implacable y tienen dentro de sí el entrenamiento y la voluntad para Armagedón, para la terrible destrucción que removerá el pecado de la tierra.

Los malvados de la tierra sufrirán grandemente debido a que serán vertidas las copas de oro llenas de la ira de Dios.

Repentinamente los cielos se abrirán. Será recorrido el velo que escondía de los ojos de las personas de la tierra las realidades espirituales. Las naciones contemplarán un caballo blanco (Apocalipsis 19:11—compara Joel 2:4; Habacuc 3:15).

El descenso del ejército de Cristo será poderoso y violento. Hasta el profeta tembló de miedo y esperó encontrar reposo cuando el Señor apareciera con Su ejército (Habacuc 3:16).

¡Pobre de los malvados en ese día! ¡Pobre de los hipócritas en las iglesias en esa hora!

Toda la ira, la libertad y la gloria del periodo de los mil años serán distribuidas por los santos—por los que estarán viviendo por la Vida de Cristo. Dios estará en todos ellos y todos ellos estarán en Dios.

Nosotros creemos que lo anterior es una imagen verdadera de la venida, de la parusía (usando el término griego), del Señor.

En nuestra época no han estado balanceadas las predicaciones del perdón y de la gracia con la insistencia de la Biblia en una justicia de comportamiento como parte integral de la redención. La doctrina de la justificación ha sido engrandecida hasta el grado de que ha echado fuera la doctrina bíblica de la santificación. La presentación desbalanceada ha destruido el carácter moral de un gran número de personas Cristianas—creyentes que quizá hubieran sido verdaderos soldados de la cruz si hubieran sido instruidos correctamente.

Además, la doctrina anti-Semítica de que los creyentes Gentiles serán llevados al Paraíso mientras que los Judíos sin el Espíritu Santo serán dejados aquí para lidiar con la persecución, la tortura, y la muerte ha dejado a los creyentes sin preparación mental ni emocional para el movimiento Divino de nuestros días de la restauración del pueblo Judío.

Cuando una doctrina o un movimiento desprecia o hace a un lado la importancia que siempre tendrá el pueblo Judío en el plan de redención de Dios, esa doctrina o ese movimiento está siendo inspirado, por lo menos en parte, por Satanás.

No es bíblico y es anti-Semítico proponer que Dios dividirá a los elegidos en Judíos y Gentiles. Considerar esta doctrina destructiva revela ignorancia del Reino de Dios. Cuando uno ha vuelto a nacer en el Reino de Dios éste se vuelve una parte integral de Cristo. Su origen racial pierde importancia. El creyente se ha vuelto parte de la Semilla de Abraham.

La voluntad de Dios es que los santos victoriosos de hoy en día, los hermanos del Señor Jesús, se vuelvan en amor y amabilidad hacia los Judíos de raza y que los alienten a que regresen a la tierra de Israel (Miqueas 5:3). Les exhortamos a todos los Cristianos que deseen ayudar a los Judíos a que abandonen la doctrina del arrebato antes de la tribulación ya que obra en contra de la restauración de los Judíos a su Cristo. La doctrina del arrebato antes de la tribulación obviamente es hostil a los intereses de los Judíos elegidos.

En el día del Reino de Cristo los elegidos Judíos y Gentiles serán uno en las manos de Dios. Se pararán en el monte Sión y la Palabra del Señor saldrá de Jerusalén. El único y verdadero Rey de todos los reyes y Señor de todos los señores, Cristo, se sentará sobre el Trono de David. Todas las naciones Le servirán y obedecerán, y el Reino será del Señor.

Escuchemos al Profeta Isaías conforme describe la venida del Señor Jesucristo (compara el segundo capítulo de Joel; el tercer capítulo de Habacuc; el vigesimocuarto capítulo de Mateo; el cuarto capítulo de 1 de Tesalonicenses; el primer capítulo de 2 de Tesalonicenses; Judas 14, 15; y el diecinueveavo capítulo del Apocalipsis).

Ya he dado orden a mis consagrados; he reclutado a mis valientes, a los que se alegran de mi triunfo, para que ejecuten mi castigo. ¡Escuchen! Se oye tumulto en las montañas, como el de una gran multitud. ¡Escuchen! Se oye un estruendo de reinos, de naciones que se han reunido. El Señor Todopoderoso pasa revista a un ejército para la batalla. Vienen de tierras lejanas, de los confines del horizonte. Viene el Señor con las armas de su ira para destruir toda la tierra. ¡Giman, que el día del Señor está cerca! Llega de parte del Todopoderoso como una devastación. Por eso todas las manos desfallecen, todo el mundo pierde el ánimo. Quedan todos aterrados; dolores y angustias los atrapan: ¡se retuercen de dolor, como si estuvieran de parto! Espantados, se miran unos a otros; ¡tienen el rostro encendido! ¡Miren! ¡Ya viene el día del Señor—día cruel, de furor y ardiente ira—; convertirá en desolación la tierra y exterminará de ella a los pecadores! Las estrellas y las constelaciones del cielo dejarán de irradiar su luz; se oscurecerá el sol al salir y no brillará más la luna. Castigaré por su maldad al mundo, y por su iniquidad a los malvados. Pondré fin a la soberbia de los arrogantes y humillaré el orgullo de los violentos. (Isaías 13:3-11 NVI)

Esta es la verdadera visión de la venida del Señor Jesús.

Sin demora echemos a un lado nuestras fábulas y tradiciones y metámonos en las Escrituras. Oremos que podamos ser considerados dignos de escapar la destrucción espiritual y a presentarnos ante Cristo triunfantes.

El Día del Señor se aproxima. Él está preparando a Sus hombres valientes, a Sus santos victoriosos—a un pueblo fuerte, completamente armado y preparado para la guerra. Por medio de ellos la creación será liberada de la maldición Divina. La vida será restaurada sobre la tierra. Los “árboles de justicia” de Dios reconstruirán lo que el pecado ha destruido. Ellos volverán a construir aquello que ha sido tumbado y repararán las ciudades en ruinas.

Preparémonos para el grande y terrible Día del Señor, y para reconstruir el mundo que ha sido reducido a escombros por el deseo del hombre de ser su propio Dios.

Todos los “Templos de Herodes” por fin yacerán en ruinas. Pero el Templo eterno de Dios se levantará y permanecerá por todas las generaciones y por los siglos de los siglos. Amén.

(“La Venida Del Señor”, 4113-1)

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