OBEDIENCIA
De la galería de virtudes que deben caracterizar a los hijos de Dios, la obediencia a Dios quizá sea la mas importante. El amor, la fe, la valentía, la paciencia, la compasión, la esperanza, todos estos son necesarios si queremos crecer hacia el tipo de hombre que Dios desea. Pero quizá sea verdad que la obediencia a Dios es la base sobre lo que todo lo demás esta construido.
OBEDIENCIA
Samuel respondió: “¿Qué le agrada más al Señor: que se le ofrezcan holocaustos y sacrificios, o que se obedezca lo que él dice? El obedecer vale más que el sacrificio, y el prestar atención, más que la grasa de carneros”. (1 Samuel 15:22 NVI)
Después de estudiar por muchos años el error fundamental en la mentalidad Cristiana, he llegado a la conclusión de que el tema central es la obediencia a Dios. La postura del Cristiano es que somos salvos (calificados para ir al Cielo) en base a creer en los hechos con respecto a Jesucristo. Aunque esta postura parece bíblica, hay con certeza veneno en esa manzana.
Me atrevería a decir que lo que nos salva es la obediencia, no el creer; el creer tiene valor sólo si éste nos causa obedecer a Dios, para interactuar con el Señor Jesús constantemente y a cada momento.
Sobre lo que acabo de decir podrías decir que estás completamente de acuerdo, pero la realidad podría ser diferente. ¿Cuántos creyentes Cristianos están confiando en su creencia ortodoxa pero no están sirviendo a Cristo con todo su corazón?
Déjenme comentarles primero acerca de ser un discípulo.
Por definición, un Cristiano es un discípulo.
Y cuando lo encontró, lo llevó a Antioquia. Durante todo un año se reunieron los dos con la iglesia y enseñaron a mucha gente. Fue en Antioquía donde a los discípulos se les llamó «cristianos» por primera vez. (Hechos 11:26 NVI)
“A los discípulos se les llamó «cristianos»”.
¿Estaremos basándonos en las Escrituras cuando proclamamos que un discípulo es un Cristiano, y un Cristiano es un discípulo, o que los dos son sinónimos?
¡Pero observen en donde nos deja esto!
Si alguno viene a mí y no sacrifica el amor a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun a su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14:26-27 NVI)
Dirigiéndose a todos, declaró:—Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga. (Lucas 9:23 NVI)
De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14:33 NVI)
Ahora sustituyamos discípulo por Cristiano.
Si alguno viene a mí y no sacrifica el amor a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun a su propia vida, no puede ser Cristiano. Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser Cristiano. (Lucas 14:26-27 NVI)
De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser Cristiano… (Lucas 14:33 NVI)
Si un Cristiano es un discípulo, entonces lo anterior es verdad.
En la actualidad decimos que si una persona confiesa que Jesús es el Señor, ésta persona es salva y por lo tanto Cristiana.
Pero si la Palabra de Dios es verdad, la única persona que es Cristiana es aquella que se ha negado a sí misma, que lleva su cruz cada día, y que está siguiendo a Jesús.
Ahora bien, ¿cuántos Cristianos creyentes en los Estados Unidos están negándose a si mismos, sacrificando todo lo que tienen, poniendo a Cristo antes que a sus personas amadas, cargando su cruz personal y siguiendo al Pastor a donde quiera que Él vaya?
¿Cuál es tu respuesta a esto?
Yo declaro que sólo éstos son Cristianos. Los demás tal vez sean buenas personas, miembros excelentes de la iglesia, pero no son Cristianos.
¿Son salvos? Solamente Cristo lo sabe. Yo no veo en el pacto nuevo que alguien pueda ser salvo y no ser Cristiano. A lo mejor él o ella sí pueden verlo.
Todo lo que sé es que el Nuevo Testamento declara que sólo es Cristiano verdadero el individuo que se ha negado a sí mismo, ha tomado su cruz y sigue al Señor Jesús paso a paso durante todos los días de su vida.
Así que quizá sea posible que de entre los millones de creyentes Cristianos sólo haya unos cuantos miles de Cristianos. ¿Será esto posible?
Puede que estés indignado por esto. Simplemente no importa. Si vamos a complacer a Dios tendremos que avanzar de acuerdo a Su Palabra, no de acuerdo a las circunstancias o a lo que pensamos que sea verdad.
Ahora bien, ¿cómo pudimos llegar a tener una postura que no está basada en las Escrituras en donde creemos que una persona puede ser salva sin ser un discípulo de Jesús? Decimos que creemos en la Gran Comisión. Pero la Gran Comisión nunca nos ordenó que lográramos que las personas se salvaran sino que se volvieran discípulos, enseñándoles a obedecer los mandamientos de Jesucristo.
Nos metimos en este desorden por sacar de su contexto unos cuantos versículos del Nuevo Testamento y hacer una teología de ellos. Le decimos a la gente que si ellos siguen estos cuantos versículos que serán salvos e irán al Cielo. Pero no les decimos que para ser Cristianos deben ser discípulos del Señor. No les decimos que deben sacrificar todo y seguir a Jesús todos los días.
No estamos predicando la verdad, y es por eso que existe un caos moral en las iglesias y por consecuencia también en el mundo, pues las iglesias Cristianas son las únicas pautas morales que Dios ha dado al mundo. Somos la luz del mundo, y esta luz se esta volviendo más y más tenue en nuestros días.
Vayamos al tema de la presente redacción, el cual es la obediencia a Dios.
La teología Cristiana esta basada en las enseñanzas de Pablo con respecto al hecho de que Abraham le creyó a Dios y con esto fue constituido justo. Así que predicamos y enseñamos que para ser rectos y justos, todo lo que debemos hacer es creer en las cosas que Dios ha puesto en la Biblia.
Estamos ignorando todo lo que Pablo enseñó acerca de la necesidad absoluta de un comportamiento recto. Estamos ignorando lo que el Apóstol Juan declaró acerca de obedecer los mandamientos de Dios. Ignoramos lo que el Apóstol Santiago dijo acerca de que Abraham fue justificado por el hecho de que obedeció a Dios a través del ofrecimiento de Isaac.
Obviamente no entendemos lo que Pablo quiso decir al insistir que Abraham fue constituido justo en base a su creencia, ya que no existe contradicción en las Escrituras.
La razón por la que malentendemos a Pablo es porque cuando Pablo habla de “obras” asumimos que quiere decir comportamiento recto. Esto no es lo que Pablo quiso decir. Pablo estaba hablando de las obras de la Ley de Moisés.
El punto principal del que Pablo habla en el Libro a los Romanos (y estaba dirigiéndose principalmente a los Judíos—“Estoy dirigiéndome a los que conocen la Ley”—es que un individuo puede ser declarado justo sin tomar en cuenta las obras de la Ley de Moisés, una condición que fue y sigue siendo inconcebible para los Judíos ortodoxos. Este es el punto de Pablo, no que el comportamiento recto no sea un aspecto integral de la salvación del Cristiano.
Sí, podemos ser justos aunque no estemos obedeciendo la Ley de Moisés. Por un lado, todo lo que Dios requirió de Abraham fue que Abraham creyera en lo que Dios dijo. Porque Abraham le creyó a Dios, Dios lo declaró justo.
Después de esto, Dios le ordenó a Abraham que ofreciera a Isaac como holocausto a Dios. La obediencia de Abraham con respecto al sacrificio de su hijo fue considerado por Dios como un acto de justicia y dio como resultado mucho fruto. Abraham se convirtió en ese momento en el padre de todos los que creen en Jesucristo.
¿No fue declarado justo nuestro padre Abraham por lo que hizo cuando ofreció sobre el altar a su hijo Isaac? Ya lo ves: Su fe y sus obras actuaban conjuntamente, y su fe llegó a la perfección por las obras que hizo. Así se cumplió la Escritura que dice: «Le creyó Abraham a Dios, y esto se le tomó en cuenta como justicia», y fue llamado amigo de Dios. (Santiago 2:21-23 NVI)
¿Qué supones que habría pasado si Abraham se hubiera rehusado a obedecer a Dios en cuanto a ofrecer a Isaac? Esta es una pregunta crítica en referencia a la teología de hoy en día.
Tal vez podríamos decir que como Abraham fue justificado por su fe cuando se le dio la promesa original que es justo por la eternidad. Que a pesar de haberse rehusado a obedecer a Dios en el ofrecimiento de Isaac, él de todos modos iría al Cielo por haber tenido fe en Dios en una ocasión anterior.
Esto es precisamente lo que se está predicando en el presente. Nosotros los Cristianos enseñamos que podemos declarar nuestra fe en la sangre de la expiación, y que luego somos justos por la eternidad—aunque no vivamos una vida de obediencia a Dios.
Actualmente hablamos sobre amor incondicional, entendiéndose que no importando cuánto pequemos contra Dios, Él sigue amándonos y algún día nos llevará al Cielo. ¿Ama Dios a Abraham? ¿Qué pasaría si Abraham se hubiera rehusado a sacrificar a Isaac? ¿Aun así crees que Dios lo habría convertido en el padre de todos los que creen?
El hecho es que actualmente estamos predicando una fantasía. El “plan para la salvación” que hemos desarrollado no está basado en las Escrituras, a pesar de estar basado en algunos versículos tomados del Nuevo Testamento.
No estamos predicando la verdad de Dios. Lo que estamos anunciando no pasa la prueba cuando lo comparamos con las Escrituras.
No estamos informando a las personas que deben ser discípulos y que deben sacrificar todo lo que tienen para seguir al Señor. Estamos diciéndoles que pueden ser “salvos” independientemente de obedecer los mandamientos de Cristo. Por lo tanto, no estamos llevando a cabo la Gran Comisión. Estamos predicando una mentira.
Ahora bien, regresemos a Abraham para ver por qué por un lado fue declarado justo debido a que sólo tuvo fe, y por otro el lado por las acciones que tomó.
Ponemos a consideración que el común denominador no es creer sino obedecer. La obediencia es la que conlleva a la justicia, y no alguna declaración o acción religiosa aunque esté basada en las Escrituras.
Samuel regañó al Rey Saúl por no haber destruido completamente a todos los Amalecitas, como le había ordenado el Señor.
Así dice el Señor Todopoderoso: “He decidido castigar a los amalecitas por lo que le hicieron a Israel, pues no lo dejaron pasar cuando salía de Egipto. Así que ve y ataca a los amalecitas ahora mismo. Destruye por completo todo lo que les pertenezca; no les tengas compasión. Mátalos a todos, hombres y mujeres, niños y recién nacidos, toros y ovejas, camellos y asnos.” (1 Samuel 15:2-3 NVI)
Además de perdonarle la vida al rey Agag, Saúl y su ejército preservaron las mejores ovejas y vacas, los terneros más gordos y, en fin, todo lo que era de valor. Nada de esto quisieron destruir; sólo destruyeron lo que era inútil y lo que no servía. (1 Samuel 15:9 NVI)
Saúl tenía pensado ofrecer sacrificios a Dios en Guilgal.
—¡Yo sí he obedecido al Señor!—insistió Saúl—. He cumplido la misión que él me encomendó. Traje prisionero a Agag, rey de Amalec, pero destruí a los amalecitas. Y del botín, los soldados tomaron ovejas y vacas con el propósito de ofrecerlas en Guilgal al Señor tu Dios. (1 Samuel 15: 20-21 NVI)
De modo que Samuel le contestó:
… ¿Qué le agrada más al Señor: que se le ofrezcan holocaustos y sacrificios, o que se obedezca lo que él dice? El obedecer vale más que el sacrificio, y el prestar atención, más que la grasa de carneros. (1 Samuel 15:22 NVI)
En lo anterior, ¿puedes observar a lo que nos referimos cuando decimos que los ritos religiosos, aun los ordenados por el Señor, no le agradan al Señor tanto como Le agrada la obediencia?
Saúl estaba totalmente dispuesto a ofrecer en sacrificio las ovejas y las vacas al Señor. Pero no estaba dispuesto a obedecer totalmente al Señor.
Este es nuestro problema que enfrentamos hoy en día. Estamos dispuestos a recibir por fe la expiación de la sangre, estamos dispuestos a realizar nuestros deberes religiosos, pero no vemos la razón por la que debamos obedecer totalmente a Dios en todas las áreas de nuestra vida. ¿No es suficiente que hayamos recibido la sangre de Cristo como perdón de nuestros pecados?
¡Como nos gusta, a nosotros los humanos, convertir la salvación Divina de Dios en un programa que podamos manipular—que podamos llevar a cabo sin una obediencia sincera a Cristo! Toma los cuatro pasos hacia la salvación, haz tus deberes religiosos, y después eres libre de vivir tu vida como te plazca.
La Ley fue dada por Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron del Señor Jesucristo. De tal manera que la gracia no es una alternativa al discipulado obediente sino a la Ley de Moisés. Se está comparando la gracia y la Ley, no la obediencia a Dios y la gracia. El usar la gracia Divina como una alternativa a la transformación de nuestro carácter moral, la transformación exigida por el pacto nuevo, es intentar cambiar la gracia de Dios a algo que cubre las lujurias de nuestra naturaleza pecaminosa.
Con respecto a Abraham:
Luego el Señor lo llevó afuera y le dijo:—Mira hacia el cielo y cuenta las estrellas, a ver si puedes. ¡Así de numerosa será tu descendencia! Abraham creyó al Señor, y el Señor lo reconoció a él como justo. (Génesis 15:5-6 NVI)
Hasta este momento, Dios no requirió de Abraham ninguna otra cosa más que tuviera fe. Eso fue todo. Cualquier otra cosa que Abraham hubiera hecho para establecer esta promesa no hubiera añadido nada a la promesa. Así que la fe en este caso fue realmente obediencia a Dios basada en la fe que tenía en Dios.
Y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre. (Romanos 1:5 Versión Reina Valera)
Para la obediencia a la fe.
Abraham tuvo una fe muy profunda en Dios. Cuando Dios habló, Abraham obedeció a Dios creyendo en la promesa. La fe de Abraham en esta asombrosa promesa en realidad fue un acto de obediencia.
El Señor Jesús nos informó que la fe es una obra.
—Ésta es la obra de Dios: que crean en aquel a quien él envió (Juan 6:29 NVI)
Abraham no se ganó la justicia con su obediencia, Abraham recibió justicia a través de la obediencia.
Y posteriormente:
El ángel del Señor llamó a Abraham por segunda vez desde el cielo, y le dijo:—Como has hecho esto, y no me has negado a tu único hijo, juro por mí mismo—afirma el Señor—que te bendeciré en gran manera, y que multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena del mar. Además, tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos. Puesto que me has obedecido, todas las naciones del mundo serán bendecidas por medio de tu descendencia. (Génesis 22:15-18 NVI)
¿Crees que Abraham habría sido justificado por su fe si hubiera creído que Dios quería que sacrificara a Isaac y que después no hubiera hecho nada al respecto? ¡Claro que no! ¿Cómo es entonces que enseñamos que somos salvos “solamente por la fe” y usamos a Abraham como ejemplo de nuestra doctrina?
El usar el caso de Abraham como ejemplo de que podemos ser salvos únicamente teniendo fe, es ignorar otras declaraciones que Dios hizo con respecto a Abraham. Por supuesto que podemos usar la fe por sí sola de Abraham que dio como resultado la justicia como ejemplo de que es posible ser declarados justos independientemente de las obras de la Ley de Moisés. Pero para luego proceder a declarar que ahora Dios requiere sólo de la fe en los hechos y en las promesas que hizo Jesucristo, y como resultado no tener que caminar en obediencia estricta a Dios a fin de permanecer en buenos términos con Él, es salirse completamente de todo lo que Dios intenta cumplir con el pacto nuevo. La postura predominante con respecto a la justificación por medio de la fe, por sí sola, está definitivamente fuera de las Escrituras y como resultado crea inmadurez eterna en los creyentes.
La obediencia a Dios es el corazón mismo de la justicia.
El amor es importante. Pero el amor a Cristo debe ser expresado a través de la obediencia a Cristo. “Si me amas, obedece Mis mandamientos”. De modo que obedecer los mandamientos de Cristo y de Sus Apóstoles es una prueba de fuego, por así decirlo. Si no somos obedientes a Cristo, entonces no amamos a Cristo. Así que podemos ver que el amor no es un sentimiento sino una obediencia que viene de la fe verdadera en Dios.
La fe es importante. Pero la fe no es nada sin las obras de obediencia. La verdadera fe vive en las obras de obediencia a Dios.
Dios no nos está ordenando que obedezcamos la Ley de Moisés. Nos está ordenando buscar a Cristo para ser constituidos justos, para recibir por fe la salvación que hay en la sangre, y para después hacer lo que Cristo nos ha ordenado; si no hacemos lo que Cristo ha ordenado, entonces estamos desobedeciendo a Dios.
No podemos decir que creemos en Cristo y que por lo tanto somos constituidos justos. Somos justos mientras estemos obedeciendo a Dios. Cuando Dios nos dice que creamos, entonces somos constituidos justos porque estamos obedeciendo a Dios en cuanto a que estamos creyendo. Cuando Dios nos dice que nos neguemos a nosotros mismos, que carguemos nuestra cruz y que sigamos a Jesús, entonces somos constituidos justos cuando obedecemos a Dios cargando nuestra cruz y siguiendo a Jesús. No podemos decir, “Soy justo porque creo, aunque no estoy haciendo lo que Cristo y Sus Apóstoles ordenaron”.
Como ves, no somos constituidos justos en base a la creencia, sino en base a la obediencia.
Si decimos que creemos en Cristo, y luego no hacemos lo que Cristo ha ordenado, ¿somos constituidos justos en base a la creencia independientemente de la obediencia? Obviamente que no.
Desde los días de Adán y Eva el punto a tratar ha sido el de la obediencia contra la desobediencia.
Porque así como por la desobediencia de uno solo muchos fueron constituidos pecadores, también por la obediencia de uno solo muchos serán constituidos justos. (Romanos 5:19 NVI)
Noé fue constituido justo porque obedeció a Dios. El demostró su fe a través de obedecer a Dios construyendo el Arca.
Abraham fue constituido justo porque obedeció a Dios a través de creer en Dios, y luego a través de otros actos de obediencia.
Todos los profetas y patriarcas fueron constituidos justos porque obedecieron a Dios, entregando el mensaje que Dios les dio.
El Señor Jesús nos constituyó justos a todos nosotros porque obedeció a Dios en circunstancias increíblemente difíciles.
No es suficiente creer que Dios existe. Debemos creer además que Él recompensará a los que Lo siguen y hacen Su voluntad de corazón.
El Capítulo Once del Libro de Hebreos relata historias de personas que obedecieron a Dios, no de personas que se inscribieron a una postura teológica. No obstante, este capítulo está incluido en el Libro de Hebreos como una definición de “los justos vivirán por su fe”.
El Apóstol Pablo nos dice que si queremos heredar la vida eterna, debemos escoger la obediencia que lleva a la justicia. La vida eterna es la justicia que viene de la obediencia.
¿Acaso no saben ustedes que, cuando se entregan a alguien para obedecerlo, son esclavos de aquel a quien obedecen? Claro que lo son, ya sea del pecado que lleva a la muerte, o de la obediencia que lleva a la justicia. (Romanos 6:16 NVI)
En lo anterior observamos que la esclavitud a Dios, que es la obediencia estricta a Dios, es la que nos lleva a la santidad, y como resultado a la vida eterna.
Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor. (Romanos 6:23 NVI)
Nosotros los Cristianos de hoy en día nos hemos aprovechado del versículo anterior, Romanos 6:23, y hemos declarado que la vida eterna es un regalo que Dios nos da porque hemos declarado tener fe en Cristo Jesús. Ignoramos totalmente el contexto de Romanos 6:23, el cual dice que es la esclavitud a Dios lo que nos lleva a la vida eterna. De hecho, Romanos 6:23 no fue escrito para los que no son salvos, sino para los creyentes que habían sido bautizados en agua.
Hemos hecho lo mismo con todos los versículos que usamos para construir los “cuatro pasos para la salvación”. Los hemos modificado de su contexto y hemos creado una linda fórmula que permite que los Cristianos continúen su camino siguiendo los deseos de su naturaleza pecaminosa y aún así vayan al Cielo cuando mueran (o que sean reunidos antes de la tribulación en un “arrebato” que no es bíblico).
La vida eterna siempre es el resultado de la obediencia, ya sea que se nos haya ordenado a “sólo creer” o que se nos haya ordenado a tomar alguna acción.
El mundo se acaba con sus malos deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. (1 Juan 2:17 NVI)
Desde el inicio de todos los tiempos, aquellos que han hecho la voluntad de Dios portan un testimonio eterno. Noé, Abraham, Moisés, y Daniel siguen dando testimonio y seguirán dando testimonio de Dios, porque hicieron Su voluntad.
Pero aquellos que dicen “yo creo”, y luego caminan siguiendo la imaginación de su corazón maligno, nunca darán testimonio de Dios. Están viviendo en una decepción. Quizá sean salvados como quien pasa por el fuego, o bien quizá terminen en el Lago de Fuego aunque hayan hecho una declaración de fe en Jesucristo. Ellos no han obedecido a Dios, y la vida eterna es el resultado de obedecer a Dios cuando Él nos habla personalmente a través de la Palabra escrita.
A los que me desprecian les aseguran que yo digo que gozarán de bienestar; a los que obedecen los dictados de su terco corazón les dicen que no les sobrevendrá ningún mal. (Jeremías 23:17 NVI)
Esto es lo que se les está diciendo a los Cristianos: “No tienes que servir a Cristo. Dios te ama con amor incondicional. Puedes continuar en pecado por el resto de tu vida. No te sobrevendrá ningún daño. Has sido salvo por la gracia”.
Cuando el Señor Jesús aparezca, El les dirá a éstos “creyentes” al igual que a sus maestros: “Aléjense de mí, hacedores de maldad. Jamás los conocí”.
Esto es lo que se le dirá a una multitud de Cristianos a menos de que cambien sus malvados caminos y comiencen a vivir como discípulos del Señor Jesús.
Si no estás obedeciendo lo que sabes con certeza que es la voluntad de Dios para ti, entonces según Dios, no estás siendo constituido justo. Seguirás bajo condenación.
No tienes que quedarte de esa manera. Puedes escoger orar y presentar tu cuerpo como sacrificio vivo. Puedes cambiar tu condena a convicción, y luego empezar a servir a Dios como discípulo del Señor Cristo Jesús.
Pero si continúas en el típico modelo Cristiano, eventualmente te darás cuenta de que has sido engañado. Y será tu propia culpa, porque la Biblia esta disponible para que tú la leas. Lee el Nuevo Testamento y ve si enfatiza tener “sólo fe” o si enfatiza la obediencia a Cristo y a Sus Apóstoles. Aléjate de la gracia que no tiene que obedecer ninguna ley ni ningún fundamento, de la enseñanza a medias. Encuentra si puedes, discípulos serios. Convive con ellos y sirve a Cristo con todas tus fuerzas.
En esto consiste el amor: en que pongamos en práctica sus mandamientos. Y éste es el mandamiento: que vivan en este amor, tal como ustedes lo han escuchado desde el principio. (2 Juan 1:6 NVI)
Mostramos que amamos a Dios cuando obedecemos Sus mandamientos. Dios nos ha ordenado, entre otras cosas, a vivir en amor. ¡Esto es tan difícil! La mayoría de nosotros somos rápidos para juzgar, criticar y difamar a otros creyentes. Causamos separación por nuestro rencor y despecho. No estamos obedeciendo a Cristo haciendo esto. Debemos orar, orar, orar, hasta que superemos nuestro deseo de chismear, de criticar, y de hacer los demás actos de nuestra naturaleza pecaminosa. El Espíritu Santo nos ayudará a caminar hacia la victoria perfecta si es que oramos y pedimos Su ayuda.
Hay veces en que hay que tomar tragos amargos. Cuando esto suceda, debemos mantener nuestra fe en Dios; debemos permanecer en la prisión en que Dios nos haya puesto. Debemos mantenernos obedientes en las manos de Dios hasta que Él nos dé los deseos de nuestro corazón.
“Padre, si quieres, no me hagas beber este trago amargo; pero no se cumpla mi voluntad, sino la tuya”. (Lucas 22:42 NVI)
Hasta el Señor Jesús tuvo que someter Su voluntad a la voluntad del Padre.
Aunque era Hijo, mediante el sufrimiento aprendió a obedecer (Hebreos 5:8 NVI)
Frecuentemente Dios nos regaña, mandándonos sufrimiento, para que aprendamos a obedecer. No debemos quejarnos ni asombrarnos por la prueba ardiente que se nos ha requerido que aguantemos. Debemos mantener la fe, obedeciendo a Dios en cada detalle. Dios honra tales obediencias fieles y nos recompensa con vida eterna.
¿Acaso estamos ganándonos nuestra salvación por medio de nuestras obras? De ninguna manera. Simplemente estamos obedeciendo a Dios a medida que llevamos a cabo nuestra salvación con temor y temblor. El no hacer esto, el no obedecer a Dios en todo, es rebeldía. La rebeldía no esta permitida en el Reino de Dios. El Reino de Dios es el cumplimiento de la voluntad de Dios en la tierra así como es cumplida en el Cielo.
El pecado original consistió en rebeldía contra la voluntad del Padre. A nosotros como Cristianos se nos ha dado que portemos una cruz que nos puede sanar de nuestra naturaleza de rebeldía pecaminosa. Esta sanidad es la que por sí sola es la salvación. La salvación no es un lugar de residencia en el Cielo. El pecado inició en el Cielo alrededor del trono de Dios cuando Satanás se rebeló contra la voluntad del Padre. No, la salvación no es un lugar de residencia en el Cielo, es la liberación de nuestra naturaleza rebelde pecaminosa.
Ser salvo es ser liberado de desobedecer a Dios. La obediencia complace a Dios, le da a Dios alguien con quien tener comunión, y a nosotros nos da vida eterna.
Y estamos dispuestos a castigar cualquier acto de desobediencia una vez que yo pueda contar con la completa obediencia de ustedes. (2 Corintios 10:6 NVI)
Aunque Pablo aquí estaba hablando de la obediencia de los creyentes en las congregaciones locales, se puede aplicar también a una escala del tamaño del Reino. En cuanto la obediencia de los santos de Dios sea completa, el Señor Cristo Jesús regresará y destruirá la desobediencia de toda la tierra.
Nótese con cuidado el siguiente versículo:
En efecto, al recibir esta demostración de servicio, ellos alabarán a Dios por la obediencia con que ustedes acompañan la confesión del evangelio de Cristo, y por su generosa solidaridad con ellos y con todos. (2 Corintios 9:13 NVI)
Vemos que la obediencia acompañaba su confesión del evangelio de Cristo. La verdadera fe en Cristo siempre resulta en obras visibles de arrepentimiento.
Nótese también:
Al contrario, comenzando con los que estaban en Damasco, siguiendo con los que estaban en Jerusalén y en toda Judea, y luego con los gentiles, a todos les prediqué que se arrepintieran y se convirtieran a Dios, y que demostraran su arrepentimiento con sus buenas obras. (Hechos 26:20 NVI)
“Que demostraran su arrepentimiento con sus buenas obras”.
Compara esto con lo que ahora se dice: “Levanta tu mano y deja que Jesús entre a tu corazón e irás al Cielo por Su gracia”.
Pablo predicó el arrepentimiento, no sólo la fe. Demostrarán su arrepentimiento con sus buenas obras. Pablo no predicó la “fe por sí sola”, sino la fe que resulta de la obediencia severa a Dios. Su argumento en Romanos, como nosotros hemos declarado, era para demostrarle a los Judíos que la fe por si sola sí podría constituirlos justos independientemente de las obras de la Ley de Moisés, cuando tener fe era todo lo que Dios estaba requiriendo. A través de las epístolas, el Apóstol Pablo insistió en la absoluta necesidad de las obras de justicia.
La Biblia en su totalidad es un solo manto de Cristo que no tiene costuras. Nosotros, los Cristianos, no somos una “nueva disposición” en donde Dios requiere que sólo tengamos fe en una postura teológica. La intención de Dios desde los días de Adán y Eva hasta la fecha actual no ha cambiado. Dios siempre ha buscado y seguirá buscando fe en las personas, la fe que necesariamente da como resultado una obediencia estricta a Dios. Dios no tendrá hijos desobedientes. Dios nunca ha aceptado y nunca aceptará la desobediencia por parte de aquellos que quieran tener una relación con Él.
Si ahora ustedes me son del todo obedientes, y cumplen mi pacto, serán mi propiedad exclusiva entre todas las naciones. Aunque toda la tierra me pertenece, ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa. «Comunícales todo esto a los israelitas.» (Éxodo 19:5-6 NVI)
Desde el día en que hice salir a sus antepasados de la tierra de Egipto hasta el día de hoy, una y otra vez les he advertido: Obedézcanme. Pero no obedecieron ni prestaron atención, sino que siguieron la terquedad de su malvado corazón. Por eso hice caer sobre ellos todo el peso de las palabras de este pacto, que yo les había ordenado cumplir, pero que no cumplieron. (Jeremías 11:7-8 NVI)
Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo. (Mateo 28:19-20 NVI)
Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos. (Juan 14:15 NVI)
¿Por qué me llaman ustedes “Señor, Señor”, y no hacen lo que les digo? (Lucas 6:46 NVI)
Su madre dijo a los sirvientes:—Hagan lo que él les ordene. (Juan 2:5 NVI)
¡Amén!
(“Obediencia”, 4110-1)