MORIR UNA SOLA VEZ

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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional

Traducido por Carmen E. Álvarez


El Apóstol Pablo estaba esforzándose por alcanzar la resurrección de entre los muertos. Nosotros pensamos que ésta es la “primera resurrección” de la que se habla en el vigésimo capítulo del Libro del Apocalipsis. Creemos además que la primera resurrección es mucho más preferible que la resurrección general de los muertos y que hay una clave para poder lograrla.


Índice

Las Dos Resurrecciones
La Primera Resurrección es Preferible
La Clave para la Primera Resurrección


MORIR UNA SOLA VEZ

Las Dos Resurrecciones

Y así como está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio, (Hebreos 9:27—NVI)

Hemos hablado mucho en otros ensayos con respecto a las dos resurrecciones de entre los muertos, la resurrección que ocurre al comienzo de la Era del Reinado de los mil años y la resurrección al final de la Era de ese Reinado, cuando la tierra y el cielo huirán de la presencia de Dios.

En el comienzo de la Era de Reino:

Entonces vi tronos donde se sentaron los que recibieron autoridad para juzgar. Vi también las almas de los que habían sido decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios. No habían adorado a la bestia ni a su imagen, ni se habían dejado poner su marca en la frente ni en la mano. Volvieron a vivir y reinaron con Cristo mil años. (Apocalipsis 20:4—NVI)

A la conclusión de la Era del Reino:

Vi también a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante del trono. Se abrieron unos libros, y luego otro, que es el libro de la vida. Los muertos fueron juzgados según lo que habían hecho, conforme a lo que estaba escrito en los libros. (Apocalipsis 20:12—NVI)

La interpretación común de las dos resurrecciones es que toda persona salva participa en la primera resurrección y todo individuo que es resucitado en la segunda resurrección es echado al Lago de Fuego. En nuestra opinión esta interpretación presenta dificultades insuperables cuando se considera el contexto de toda la Biblia.

Nuestro punto de vista es que la primera resurrección es la resurrección del real sacerdocio solamente y que debe ser alcanzada. Nosotros pensamos que esta es la resurrección de entre los muertos que el Apóstol Pablo estaba tratando de alcanzar (Filipenses 3:11).

Creemos además que la segunda resurrección es la resurrección general de los muertos y que la mayoría de la gente resucitada en ese momento será llevada al Reino. Como ejemplo tenemos cuando se deja pasar al Reino a las naciones ovejas, como se describe en el Capítulo Veinticinco del Evangelio según Mateo.

Aunque algunos afirman que la división entre las naciones de ovejas y de cabras sucederá cuando el Señor regrese, durante la primera resurrección (y es posible que esto sea verdad), nuestra propia opinión es que las naciones de ovejas y de cabras serán divididas durante la segunda resurrección, durante la resurrección general de los muertos.

Las naciones de ovejas han asistido y bendecido a los hermanos del Señor, a Sus testigos. Las naciones de cabras son aquellas personas que han descuidado o perseguido a los hermanos del Señor durante la historia del mundo.

Si las naciones de ovejas y de cabras son divididas durante la primera resurrección entonces tendríamos a personas que son enviadas al Infierno de fuego antes del juicio del Trono Blanco.

Luego dirá a los que estén a su izquierda: “Apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.” (Mateo 25:41—NVI)

Para nosotros esto no parece probable.

Debemos recordar que el periodo de los mil años que divide las dos resurrecciones no fue mencionada por los Apóstoles antes de que el Libro del Apocalipsis fuera escrito, excepto por la implicación que tiene la mención del Apóstol Pablo sobre la resurrección de “entre” los muertos.

Si observas el siguiente pasaje de la Segunda Carta de Pedro.

Pero el día del Señor vendrá como un ladrón. En aquel día los cielos desaparecerán con un estruendo espantoso, los elementos serán destruidos por el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, será quemada. Ya que todo será destruido de esa manera, ¿no deberían vivir ustedes como Dios manda, siguiendo una conducta intachable, y esperando ansiosamente la venida del día de Dios? Ese día los cielos serán destruidos por el fuego, y los elementos se derretirán con el calor de las llamas. Pero, según su promesa, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habite la justicia. Por eso, queridos hermanos, mientras esperan estos acontecimientos, esfuércense para que Dios los halle sin mancha y sin defecto, y en paz con él. (2 Pedro 3:10-14—NVI)

Ahora bien, si piensas cuidadosamente en lo anterior verás que Pedro estaba exhortando a los santos a vivir vidas santas debido a la venida del día de Dios. Pero el día que Pedro describe sucederá al final de la Era del Reinado de los mil años. Es posible que Pedro no tuviera la menor idea de que fuera a haber una resurrección del real sacerdocio mil años antes del día de Dios que él estaba mencionando.

Es obvio por las Escrituras que la primera resurrección es la del real sacerdocio, y a excepción de que estemos listos para enviar a todos excepto a los miembros del real sacerdocio al Lago de Fuego, debemos aceptar el hecho de que la mayoría de la gente que ha vivido sobre la tierra será resucitada en la segunda resurrección. Tenemos la confianza de que Dios juzgará con justicia a cada persona. Los justos entrarán al Reino (como en el caso de las naciones de ovejas) y los malvados irán al Lago de Fuego.

Él les responderá: “Les aseguro que todo lo que no hicieron por el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron por mí.” Aquellos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna. (Mateo 25:45,46—NVI)

De hecho, las palabras usadas en el texto que describe el Trono Blanco de justicia implican que es una minoría cuyos nombres no son encontrados en el Libro de la Vida, y esto es lo que esperaríamos, a excepción de que imaginemos que Dios creó a billones de personas con la intención de que sufrieran tormento eterno en el Lago de Fuego.

Aquel cuyo nombre no estaba escrito en el libro de la vida era arrojado al lago de fuego. (Apocalipsis 20:15—NVI)

“Aquel cuyo nombre no estaba escrito.” Esto, a nuestra forma de pensar, implica que será la excepción el nombre que no estará escrito. ¿Qué piensas tú de esto?

Según se describe en el capítulo tercero de la Carta a los Filipenses descubrimos al Apóstol Pablo, hacia el final de su vida, haciendo a un lado todo lo demás para poder alcanzar la resurrección-hacia-afuera (pronombre Griego), la resurrección de entre los muertos en comparación con la resurrección de los muertos.

La enseñanza contemporánea es que todo creyente automáticamente participará en la primera resurrección, la resurrección que sucederá cuando Jesús regrese. Cuando leemos el tercer capítulo de Filipenses y observamos la extraordinaria declaración de consagración que el envejecido Apóstol estaba haciendo, y comparamos esto con la postura relativamente casual de los creyentes de hoy en día, esto nos conduce a creer que Pablo estaba buscando algo más de lo que nosotros entendemos a primera vista.

Yo sugeriría que la primera resurrección debe ser alcanzada con una consagración total, que una minoría de creyentes está avanzando hacia ese nivel, que quienes logren alcanzar la primera resurrección son las primicias a Dios y al Cordero y que reinarán con Jesús durante la Era del Reinado de los mil años.

En los Capítulos Dos y Tres del Libro del Apocalipsis, en la descripción de las siete iglesias de Asia, yo únicamente puedo apreciar que serán los santos victoriosos los que resucitarán de entre los muertos para reunirse y encontrarse con el Señor cuando Él aparezca.

Yo creo que quienes alcancen la meta de Pablo consistirán de un remanente santo, de los verdaderos santos de la historia. Yo no puedo ver en las Escrituras que la gran mayoría de los elegidos de Dios vayan a participar en la primera resurrección.

El Israel Judío y el Israel Cristiano incluyen una multitud de personas que han vivido o que están viviendo quedándose privados de la gloria de Dios, como notamos en las Escrituras y por nuestra experiencia. No parecen estar preparados para gobernar a las naciones. Tampoco creo que serán arrojados al Lago de Fuego. El Lago de Fuego es el hogar de los malvados, sean Cristianos o no, y no el hogar futuro de todos sino de unos cuantos elegidos de la humanidad.

La división del trigo y la mala hierba no es una división entre los Cristianos y los no-Cristianos, como quizá puedas notar (en Mateo, 13), sino entre los hijos del reino y los hijos del maligno.

Ya que lo anterior parece bíblico y razonable, quizá debamos pensar sobre la diferencia entre las dos resurrecciones para descubrir por qué el Apóstol Pablo tenía tanto empeño en alcanzar la resurrección de entre los muertos.

La Primera Resurrección es Preferible

Si estudias las dos resurrecciones mencionadas en el capítulo doceavo del Libro del Apocalipsis observarás unas diferencias increíbles. Una de las diferencias más sorprendente es que el individuo no es juzgado en la primera resurrección (tendremos más que decir sobre esto más adelante). Es más, quienes resucitan en la primera resurrección son jueces. Sin embargo, la apertura de los libros es el aspecto más conspicuo de la segunda resurrección, de la resurrección de los muertos, de la resurrección general de la humanidad.

Ahora bien, ¿qué significará esto para ti y para mí?

Imagínate esto. Haz muerto y tu cuerpo ha sido enterrado en alguna parte. Repentinamente escuchas la voz del Señor Jesús.

No se asombren de esto, porque viene la hora en que todos los que están en sepulcros oirán su voz, y saldrán de allí. Los que han hecho el bien resucitarán para tener vida, pero los que han practicado el mal resucitarán para ser juzgados. (Juan 5:28,29—NVI)

Escuchas esa voz y te levantas hasta pararte en el suelo. Vez a tu alrededor.

Si todo lo que puedes ver son santos vestidos de una gloriosa luz sabrás que haz alcanzado la primera resurrección. En poco tiempo estarás teniendo comunión con otros que al igual que tú estarán asombrados de despertar y repentinamente estar sobre la tierra.

Se te ocurre que ya no tendrás que pasar por un juicio. Habrás sido juzgado con anterioridad durante tu discipulado sobre la tierra y ahora estás siendo sentenciado a la vida eterna y a la inmortalidad en la Presencia de Dios.

Ya no tendrás miedo de los peligros que se encontrarán en la tierra porque estarás en un cuerpo incorruptible. El cielo sobre tu cabeza estará llameante de luz y gloria. Escucharás un grito militar de guerreros visibles e invisibles en el cielo. Luego escucharás lo que parecerá una voz como de truenos, una voz de mando. Inmediatamente habrá un toque de trompetas cuyo volumen irá aumentando hasta parecer que la tierra está temblando.

Luego te darás cuenta de que ya no estás parado sobre la tierra. Estarás siendo atraído hacia arriba y te encontrarás rodeado de multitudes de personas que abarcarán tan lejos como alcance tu vista. Poco a poco comenzarás a notar al ejército de los Cielos que está sobre sus caballos blancos, todos en posición, listos para invadir la tierra.

Estarás experimentando un increíble gozo y júbilo mezclado con asombro, admiración, y un tipo de miedo emocionante. Podrás sentir que estás siendo guiado a tu posición en el ejército aunque no podrás saber que es lo que te está dirigiendo.

Ahí, en el caballo hasta adelante estará Aquel a quien estabas esperando, el Campeón poderoso sobre Su enorme semental blanco, con Su manto inmerso en sangre. Aunque eres uno entre millones te das cuenta de que Él te está mirando directamente y que sabe todo sobre ti.

Los eventos se estarán moviendo tan rápidamente que casi ni tendrás tiempo de meditar en el hecho de que estarás comenzando una vida nueva de inmortalidad incorruptible en la Presencia misma de Dios. Has agradado al Señor. Has entrado a Su gozo.

Esto es lo que te sucederá en el futuro cercano si has logrado la resurrección de entre los muertos.

Pero digamos que escuchas la voz de Jesús y despiertas. Te levantas hasta pararte en el suelo. Conforme miras a tu alrededor puedes ver a personas de todo tipo que están siendo reunidas en grupos. Luego te das cuenta de que el suelo ha desaparecido y ya no existe un cielo sobre tu cabeza. En lugar de eso, hay un gigantesco trono blanco como de marfil.

Te encuentras con un grupo de personas que parecen ser como tú. Luego te das cuenta de que reconoces a alguien, a uno de tus amigos de la iglesia.

Los dos hablan y se preguntan por qué no están siendo atraídos hacia Jesús para regresar con Él, cada quien a su mansión en el Cielo. En lugar de eso, está este enorme trono que parece oscurecer todo.

Conforme discutes esto comienzas a pensar, “¿Dónde leí sobre un trono blanco? ¿Qué acaso el trono blanco no tenía algo que ver con los que no son salvos? ¿Con gente que es arrojada al Lago de Fuego?”

Lentamente te das cuenta de que los mil años han pasado y vas a ser juzgado por tus obras. Además sabes que la pena máxima que puede dar esta Corte es el encarcelamiento eterno en el lago que quema con fuego y azufre.

Ahora te encuentras peor que aterrado, te encuentras entumecido esperando que llamen tu nombre y que sean abiertos los libros que contienen todo lo que has pensado, dicho y hecho durante tu vida.

Ya no existe tierra sobre la que puedes pararte, ni manera de desmayarte o morir. Estás siendo detenido por la mano de Dios Todopoderoso. Ahora debes esperar para saber el veredicto de la Corte.

Por favor no consideres lo anterior como palabras infundadas. Son lo que las Escrituras enseñan. La fórmula actual Cristiana de cómo ser salvo carece mucho en sustancia y verdad. El error principal de la enseñanza Cristiana de hoy es que una vez que “aceptamos a Cristo” no es sumamente importante cómo nos comportemos.

¡Estamos enseñando y creyendo en un error!

Observa las palabras que el Señor Jesús dijo a los miembros de una iglesia:

A los hijos de esa mujer los heriré de muerte. Así sabrán todas las iglesias que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y a cada uno de ustedes lo trataré de acuerdo con sus obras. (Apocalipsis 2:23—NVI)

“Y a cada uno de ustedes lo trataré de acuerdo con sus obras.”

Estamos en un engaño tan abismal que cuando leemos las advertencias del Señor en el incambiable Libro del Apocalipsis pensamos “soy salvo por la gracia” y por ello estamos cegados a lo que estamos leyendo. No nos detenemos a pensar, “las personas a quienes el Señor se estaba dirigiendo y a quienes les estaba advirtiendo también eran Cristianos que habían sido ‘salvos por la gracia’”. ¡Hemos sido terriblemente y horrorosamente engañados!

La Clave para la Primera Resurrección

El punto principal de las dos resurrecciones es el juicio, de cuándo seremos juzgados y liberados del pecado.

Como mencionamos anteriormente, para poder lograr la primera resurrección tienes que haber sido juzgado por el Señor, y haber sido encontrado merecedor de estar con Él para siempre, antes de que suceda la resurrección. La primera resurrección es la sentencia que la Corte dará, ser resucitado, llenado con vida eterna e inmortalidad, y asignado un lugar en el ejército del Señor que descenderá del aire para instalar el Reino de Dios sobre la tierra.

Obviamente no es posible ser resucitado de los muertos, ser llenado con vida eterna e inmortalidad, y después ser juzgado.

Si no somos juzgados antes de la hora de la primera resurrección tendremos que esperar hasta que haya terminado la Era del Reinado de los mil años. Entonces seremos resucitados de los muertos y nos presentaremos ante Cristo y Sus santos en el gran Trono Blanco. Seremos juzgados justamente según nuestro comportamiento sobre la tierra, exactamente como lo describió el Apóstol Pablo.

Porque es necesario que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho mientras vivió en el cuerpo. (2 Corintios 5:10—NVI)

Si Cristo nos encuentra merecedores seremos admitidos al reinado de Su cielo nuevo y tierra nueva. En ese momento se nos dará vida eterna, así como en el caso de las naciones ovejas de Mateo, Capítulo Veinticinco.

Debemos además recordar que aparte del Lago de Fuego hay otros destinos que están reservados para los siervos del Señor, tales como las tinieblas de afuera y recibir golpes. Cómo y cuándo serán estos administrados no estamos seguros. Sin embargo, parece razonable que las tinieblas de afuera, la pérdida de nuestra moneda de oro, la salvación como quien pasa por el fuego, y los golpes no son lo mismo que ese castigo finalel encarcelamiento eterno en el Lago de Fuego.

Las Escrituras no sólo hablan sobre el Infierno y el Cielo sino también de una diversidad posible de destinos abarcando desde una posición alta en el Trono de Cristo hasta una baja en el Lago de Fuego. Según las Escrituras, nuestro destino es determinado por nuestro comportamiento, por cómo invertimos nuestra moneda de oro, por el hecho de si hicimos o no la voluntad del Señor, y así sucesivamente.

Al observar esto podemos notar que nuestra enseñanza contemporánea ha removido la gracia de su papel correcto en la redención Divina y la está usando como una cobija de amnistía, como una enorme cortina que evita que Dios vea nuestra conducta. La manera en que nosotros estamos usando la gracia está haciendo de Jesucristo el ministro de pecado, el destructor de la intención de Dios de hacer al hombre a Su imagen.

Ahora bien, cuando buscamos ser justificados por Cristo, se hace evidente que nosotros mismos somos pecadores. ¿Quiere esto decir que Cristo está al servicio del pecado? ¡De ninguna manera! (Gálatas 2:17—NVI)

No, el Nuevo Testamento en numerosos pasajes revela que nosotros decidimos nuestro destino en el Reino de Dios por cómo nos estamos comportando hoy. Si enseñamos algo diferente es como tomar unos cuantos versículos, deducir “otro evangelio” de ellos, e ignorar la gran mayoría de lo que la Palabra de Dios nos está diciendo.

El Señor va a recompensar a los Cristianos, así como a todos los demás seres humanos, exactamente según lo que merezcan sus obras. Aquellos que pacientemente practicaron la justicia lograrán la gloria y la inmortalidad. Aquellos que insisten en seguir conduciéndose con maldad cosecharán la indignación y la ira. Las Escrituras no pueden ser cambiadas.

Porque Dios pagará a cada uno según lo que merezcan sus obras. Él dará vida eterna a los que, perseverando en las buenas obras, buscan gloria, honor e inmortalidad. Pero los que por egoísmo rechazan la verdad para aferrarse a la maldad, recibirán el gran castigo de Dios. (Romanos 2:6-8—NVI)

Quizá leamos el pasaje anterior e inmediatamente lo rechacemos porque nuestro proceso perceptivo ha sido violado por la enseñanza actual sobre la gracia. Pensamos que este pasaje no se aplica a nosotros.

Pero lo anterior sigue siendo verdad hayamos o no recibido a Cristo. Los creyentes alcanzan la vida eterna perseverando en las buenas obras. Si este pasaje no está dirigido hacia los creyentes entonces estamos diciendo que los que no son creyentes pueden alcanzar la vida eterna perseverando en las buenas obras. Lo cierto es que Dios revelará a Su Cristo a aquellos que perseveran en las buenas obras, así como lo hizo con Cornelio y todos los que estaban en su casa.

Hemos dicho que la resurrección en la que participaremos dependerá de cuándo seamos juzgados. Si somos juzgados y aceptados por el Señor Jesús antes de la primera resurrección, entonces somos elegibles para ser resucitados y reunidos para encontrarnos con Cristo en el aire. Si no hemos sido juzgados para ese tiempo entonces tendremos que esperar la resurrección que sucederá ante el Trono Blanco. ¡Tarde o temprano seremos juzgados!

Puedes aferrarte a la “gracia” todo lo que quieras. Es tu futuro el que me preocupa. Si termino teniendo la razón, y no haces el esfuerzo por alcanzar la primera resurrección de entre los muertos, y al despertar te encuentras ante el Trono Blanco, ni siquiera te diré “te lo dije”.

“Pero ¿dónde estaré antes de ser despertado?” No lo sé, supongo que en un lugar que acepte tu tipo de comportamiento. Creemos en mucha mitología sobre lo que nos sucederá al morir, pero muy poca tiene apoyo claramente bíblico.

Lo más importante es en qué tiempo serás juzgado. La Biblia dice, “está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio”. Por ello sabemos que serás juzgado después de morir.

Yo propongo que la orientación correcta a la salvación Cristiana, una orientación que no siempre es presentada en nuestra época, es nuestra muerte y resurrección con Jesucristo.

Tenemos que considerarnos como muertos con Él y resucitados con Él. Hasta que no hagamos esto no somos un Cristiano verdadero sino simplemente una persona religiosa.

También propongo que Dios considera tu profesión de muerte como una muerte verdadera, y no en sentido figuradouna muerte más real que la muerte física, la muerte física que las Escrituras algunas veces llaman “dormir”.

La mayoría de los creyentes, aparentemente, están aferrados en salvar sus vidas. Cuando predicamos en contra de la mundanería, la lujuria, y la ambición egocéntrica quizá aparenten estar de acuerdo pero no tienen la intención de ir a esos extremos para servir al Señor. Ellos saben que van a seguir en sus caminos mundanos. Ellos saben que hay lujurias y pasiones en sus cuerpos a los que no están dispuestos a renunciar. Ellos saben que van a seguir su propio camino por la vida y no darle todo a Jesús.

Ellos no van a negarse a sí mismos, tomar su cruz personal, y seguir al Señor a dondequiera que Él los dirija.

Ellos no van a perder sus vidas en Él; ellos van a salvar sus vidas.

Si no me crees, mira a tu alrededor. ¿A cuántos creyentes conoces que verdaderamente están negándose a sí mismos, tomando su cruz para seguir a Jesús? Éstos son los únicos verdaderos Cristianos, los demás sólo son personas que van a la iglesia.

El punto es el siguiente: en cuanto morimos de esta manera, Dios tiene la libertad de juzgarnos, ya que está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio.

El fuego del juicio Divino cae sobre nuestro amor al mundo. Tenemos que confesar nuestro amor al mundo, juzgarlo como pecado, y pedirle a Dios que lo quite de nuestro corazón. Es un juicio eterno sobre nuestro amor al mundo.

El fuego del juicio Divino cae sobre las lujurias y pasiones de nuestro cuerpo y de nuestra alma. Tenemos que confesar estas lujurias y pasiones conforme el Espíritu nos dirija hacerlo, debemos juzgarlas como pecado y pedirle a Dios que las quite todas de nosotros. Éste es un juicio eterno sobre las lujurias de nuestro cuerpo y nuestra alma.

El fuego del juicio Divino cae sobre nuestra ambición personal, sobre nuestro deseo de lograr algo y ser importante, sobre nuestro deseo de tener preeminencia, sobre nuestra obstinación, sobre nuestro ego-centrismo, sobre nuestro amor a nosotros mismos. Tenemos que confesar como pecado nuestro egoísmo, nuestra rebelión en contra de la voluntad de Dios y nuestra terquedad. Tenemos que pedirle a Dios que los queme de nuestra personalidad. Es un juicio eterno sobre lo básico de nuestra naturaleza de Adán.

Nosotros debemos, por medio del Espíritu de Dios, poner a morir las acciones de nuestro cuerpo. Esto lo hacemos un paso a la vez. Cada día el Señor Dios nos presenta un reto con respecto a alguna área de nuestra personalidad. Cada día el Señor nos da la gracia para vencer esa maldad. Todas las promesas de poder y autoridad en el Reino de Dios fueron hechas para los que logren vencer, para los santos conquistadores.

Si sigues al Señor con diligencia y cuidado a través del programa del juicio eterno entonces estarás listo para la primera resurrección de entre los muertos, la resurrección que el Apóstol Pablo estaba buscando alcanzar.

El estar entre los primeros y mejores frutos del Señor, el ser resucitado de entre los muertos en el día de Su regreso y el ser reunido con Él por siempre son premios que valen la pena alcanzar.

Nota el siguiente versículo:

Entonces oí una voz del cielo, que decía: “Escribe: Dichosos los que de ahora en adelante mueren en el Señor.” “Sí—dice el Espíritu—, ellos descansarán de sus fatigosas tareas, pues sus obras los acompañan.” (Apocalipsis 14:13—NVI)

“Los que de ahora en adelante” se refiere al tiempo en el que comienza la adoración del Anticristo y su imagen. Desde ese momento aquellos que “mueren en el Señor” serán dichosos, pues sus obras los acompañan.

Nuestra opinión en cuanto al significado de este extraordinario versículo es que cuando las presiones del orden mundial se vuelvan demasiado grandes para que los Cristianos (o cualquier otra persona) las puedan resistir, los únicos que podrán mostrar obras de justicia serán aquellos que se han considerado muertos con Cristo y resucitados con Élme refiero a los que realmente han hecho esto. Muchas personas que sólo asisten a la iglesia dirán que ellos han muerto con Cristo y resucitado con Él pero ellos simplemente están afirmando que creen, ellos realmente no están viviendo de esa manera.

Además también nota lo siguiente:

… Vi también las almas de los que habían sido decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios… (Apocalipsis 20:4—NVI)

Ahora bien, piensa en lo siguiente. ¿Cuántos Cristianos han muerto porque se les cortó la cabeza? Muchos Cristianos han sido torturados y luego se les disparó, o colgó, o quemó en una hoguera.

¿Por qué sólo mencionar a los que han sido “decapitados”?

Muchas declaraciones del Libro del Apocalipsis, a diferencia de las Epístolas, son definitivamente alegóricas. Observa lo siguiente:

Tocó el quinto ángel su trompeta, y vi que había caído del cielo a la tierra una estrella, a la cual se le entregó la llave del pozo del abismo. (Apocalipsis 9:1—NVI)

Las estrellas no cargan consigo llaves y son muchísimas veces más grandes que nuestro planeta. Así que sabemos que Apocalipsis 9:1 es alegórico. Existen varios ejemplos de alegorías en el Libro del Apocalipsis.

Desde nuestro punto de vista, la referencia a “decapitados” es alegórica y se refiere al tipo de muerte al que nos hemos estado refiriendo. La mayor lucha que tenemos, cuando decidimos “morir en el Señor”, es con nuestra mente. Es la mente la que Satanás ataca cuando él se propone engañarnos.

Los verdaderos siervos del Señor están ciegos y sordos al mundo. Ellos ven lo que Dios está haciendo y escuchan lo que Dios está diciendo. Han muerto al impulso de juzgar a otras personas. Así como su Señor, ellos juzgan conforme escuchan de Dios. Si te imaginas que esperar a escuchar el juicio de Dios antes de ponerte a evaluar a la gente no es una verdadera “decapitación” entonces no lo has intentado.

Está establecido que la gente muera una sola vez y que luego venga el juicio. Si estamos dispuestos a considerarnos muertos con Cristo y resucitados con Él, Dios comenzará a juzgarnos. Comenzaremos a rehusarnos a vivir según nuestra naturaleza de Adán. Oraremos y seguiremos acercándonos cada vez más a Jesús para que nuestra naturaleza de Adán deje de tener poder y nuestra nueva naturaleza Divina que ha vuelto a nacer pueda prevalecer.

Seguiremos avanzando en este camino, muriendo y viviendo; siendo juzgados para que nuestros pecados sean perdonados y vueltos impotentes, quitándole así al pecado la “vida” gracias a la Presencia misma de Dios. Nunca cesamos pero en el momento de nuestra muerte física nos damos cuenta de que seguimos alejándonos del pecado y aferrándonos a Jesús.

El Señor no aceptará absolutamente nada menor a esto de los candidatos a la primera resurrección, la resurrección de entre los muertos.

La decisión es tuya. Tú tiene el control de la pelota. No vas a resucitar cuando el Señor regrese sólo porque tomaste los “cuatro pasos de la salvación”. Tienes que presentar tu cuerpo como sacrificio vivo. Tienes que tomar tu cruz y seguir a Jesús. Tienes que considerar cada logro de tu vida como basura para que puedas lograr a Cristo. Tienes que aprender a vivir experimentando el poder que se manifestó en Su resurrección y participando en Sus sufrimientos.

Habiendo hecho todo, tienes que seguir firme en la fe. Cuando el Señor venga Él quitará de ti todo vestigio de pecado y de voluntad propia, te llenará con Vida Divina, y te dará un cuerpo inmortal.

La primera resurrección era la meta hacia la que el Apóstol Pablo estaba avanzando con todas sus fuerzas. Él te invita a que te le unas en alcanzar el premio, el llamado celestial de Dios en Cristo Jesús.

Así que, ¡escuchen los perfectos! Todos debemos tener este modo de pensar. Y si en algo piensan de forma diferente, Dios les hará ver esto también. En todo caso, vivamos de acuerdo con lo que ya hemos alcanzado. (Filipenses 3:15,16—NVI)

(“Morir Una Sola Vez”, 4101-1)

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