MORANDO EN CRISTO
Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional.
Traducido por: Carmen Alvarez
Dios Padre ha plantado una Vid y Él la está observando y cuidando. La Vid es espiritual pero su fruto se hace visible en la tierra. El fruto de la Vid es justicia y alabanza, y el fruto aparecerá para ser visto por las naciones de la tierra. Cuando las naciones sean testigos del comportamiento justo de los santos, ellos glorificarán a Dios.
Cristo es la Vid. Nosotros los Cristianos somos las ramas. Dios está esperando que demos fruto en nuestras vidas, el fruto que es la imagen de Su Hijo, el fruto de comportamiento justo y recto. Si nosotros no mostramos justicia y alabanza en nuestra personalidad, Dios nos quitará de Cristo. “Toda rama que en mí no da fruto, la corta”.
La razón por la que Dios nos ha unido a Cristo es para que en nuestras vidas surja la justicia y la rectitud. Dios nos ha llamado para ser la luz moral del mundo.
MORANDO EN CRISTO
Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Toda rama que en mí no da fruto, la corta; pero toda rama que da fruto la poda para que dé más fruto todavía. (Juan 15:1,2)
Dios Padre ha plantado una Vid. Él la está observando y la está cuidando.
La Vid es espiritual pero su fruto se hace visible en la tierra. El fruto de la Vid es justicia y alabanza, y el fruto aparecerá para ser visto por las naciones de la tierra.
Porque así como la tierra hace que broten los retoños, y el huerto hace que germinen las semillas, así el Señor omnipotente hará que broten la justicia y la alabanza ante todas las naciones. (Isaías 61:11—NVI)
Cristo es la Vid. Nosotros los Cristianos somos las ramas. Dios está buscando en nuestras vidas el fruto de justicia, el fruto que es la imagen de Su Hijo. La imagen de Cristo es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, mansedumbre, templanza y fe. Estas son las características de Cristo y del Reino de Dios.
Conforme nosotros moramos en Cristo, su imagen santa comienza a aparecer en nuestra personalidad y también en las personalidades de aquellos a quienes estamos ministrando. Comienza a surgir desde nosotros la justicia, la alabanza y la santidad del Reino en nuestras propias vidas y en las vidas de los demás.
La razón por la que Dios nos ha unido a Cristo es para que en nuestras vidas surja la justicia y la rectitud. Cuando las naciones de la tierra sean testigos de nuestra conducta recta ellos glorificarán a Dios.
Dios nos ha llamado para ser la luz moral del mundo. Si nosotros no exhibimos justicia y alabanza en nuestra vida, Dios nos quitará de Cristo. “Toda rama que en mí no da fruto, la corta”.
Si la imagen de Cristo no se manifiesta en nuestra personalidad, podemos estar en peligro de ser cortados de la Vid de Dios.
Las enseñanzas de Cristo y Sus Apóstoles se enfocan en dos cosas: (1) alcanzar la vida eterna; y (2) lograr la salvación y obtener las recompensas en el Día del Señor, en el día en que Jesús aparecerá en las nubes del cielo.
Las Escrituras tienen muy poco qué decir en cuanto a lo que sucede cuando nos morimos. Más bien, el énfasis está en lo que nos sucede cuando el Señor Jesús regrese, y en vivir en justicia, santidad y obediencia a Dios en el mundo actual. Cuando los Apóstoles del Cordero predicaron sobre la salvación, ellos hablaban de no ser destruidos en el Día del Señor.
Al disertar Pablo sobre la justicia, el dominio propio y el juicio venidero, Félix tuvo miedo y le dijo: “¡Basta por ahora! Puedes retirarte. Cuando sea oportuno te mandaré llamar otra vez.”
Pero por tu obstinación y por tu corazón empedernido sigues acumulando castigo contra ti mismo para el día de la ira, cuando Dios revelará su justo juicio. (Romanos 2:5—NVI)
Nosotros no haríamos hincapié sobre este punto si no fuera porque tiene un peso directo y práctico en cuanto a cómo vivimos en el mundo. Si solo pensamos en la redención Cristiana como un plan para admitirnos en el Cielo cuando nos muramos, entonces no podemos entender la necesidad absoluta de morar en Cristo en nuestra vida actual.
Las enseñanzas actuales nos dicen que nos aferremos a nuestro “boleto” de creer en los hechos de la expiación y resurrección, con la idea de que esta postura doctrinal es la “fe que salva”. Hasta donde nosotros sabemos, no existe evidencia en las Escrituras de que la gracia opere durante el juicio que sucede después de que morimos.
La penalización por no morar en Cristo es que somos cortados de la Vid hoy. Tenemos que comprender que todos los días debemos trabajar en nuestra salvación con temor y temblor. Si pasamos por la vida esperanzados en ser admitidos al Paraíso cuando muramos (suponiendo que esta es la meta de la redención), pero no estamos morando cuidadosamente y consistentemente en Cristo, entonces nos perderemos el programa de la salvación.
Nosotros no tenemos que esforzarnos para hacer surgir el fruto. El fruto de santidad es el resultado natural de morar consistentemente y continuamente en Cristo. Morar en Cristo debe volverse el enfoque de nuestra atención.
Cada día de nuestro peregrinaje Cristiano, morar en Cristo es un poquito más difícil que el día anterior. ¿A qué se debe esto?
Cuando el Señor Jesús nos recibe a Sí mismo por primera vez, Él acepta toda nuestra personalidad. Experimentamos una sensación de no tener culpabilidad ante Dios, y las Escrituras confirman esta postura. Entonces quizá podamos imaginar que el Señor está completamente complacido con nuestra persona.
El hecho es este, Él nos ha recibido con toda nuestra manera de ser pecaminosa y egoísta. No estamos en ninguna posición de morar en la Presencia de Dios. Estamos desnudos y no lo sabemos. La sangre de Jesús es la que ha hecho que nuestra cálida bienvenida sea posible. Jesús ha recibido nuestra personalidad voluntariosa y pecadora a Su propio Ser. Él ha recibido discordia y rebelión a Sí mismo. Él hace esto porque nos ama—aún en nuestro estado pecaminoso.
Pero después, Cristo comienza a hacer que nuestra personalidad tenga armonía Consigo mismo. Cada día de nuestro peregrinaje hay un a lección en santidad que se nos presenta. Hay una maldad con que se debe tratar ese día. El programa de transformación es bastante doloroso porque cada pecado y cada rastro de amor propio y egocentrismo que hay en nosotros debe ser expuesto al fuego de Dios. Es una transformación eterna, una nueva creación. Esta es la razón por la que es cada vez más difícil morar en Cristo.
Es más difícil conforme pasan los días debido al aumento en las exigencias. Pero también es verdad que tenemos más sabiduría y fuerza espiritual con las que enfrentamos esas exigencias, y por lo tanto el siguiente paso es posible y hasta gozoso.
El Señor nos recibe hoy. Mañana, Él se hace un paso para atrás, por así decirlo, y dice, “¡Encuéntrame aquí!” Luego nosotros debemos seguir avanzando a esa nueva posición. Al día siguiente Él se pone todavía más atrás y dice, “Sígueme hasta aquí.” Y así sucesivamente hasta la plenitud de la estatura de Cristo.
Esto es lo que significa morar en Cristo.
La manera en que habitamos en Cristo hoy es diferente de como habitamos en Él hace un año. Más es requerido de nosotros cada día. Los pecados que practicábamos sin saberlo hace un año ya no nos son permitidos el día de hoy.
El amor a uno mismo con el que nos dimos gusto hace un año ya no es aceptado el día de hoy.
Todos los santos victoriosos reconocerán instantáneamente el patrón que acabamos de describir. El Señor Jesús nos reta cada día a morar más plenamente en Él. Él está purgando de Su propio Cuerpo el pecado y el egocentrismo que Él absorbió cuando nos recibió por primera vez.
Quizá sea cierto que la mayoría de los creyentes no esté morando en Cristo. La mayoría continúa estando de acuerdo con los hechos de la expiación y de la resurrección, llamando a Jesús Señor y Salvador bajo la suposición que este es su boleto hacia la vida y al mundo en que se encontrarán a sí mismos después de morir físicamente.
El tema en las Escrituras es la vida eterna. La vida eterna no es un lugar, sino que es una relación con Dios a través de Cristo. Nosotros tenemos vida eterna ahora. Estamos creciendo en vida eterna y nuestros cuerpos serán resucitados hacia la vida eterna cuando el Señor aparezca. La salvación es pasada, presente y futura.
Los verdaderos Cristianos son aquellos que están comenzando a mostrar la imagen de Cristo en sus vidas. La imagen de Cristo está siendo manifestada porque ellos están poniendo diariamente su atención en morar en Cristo, a seguirlo cuidadosamente venciendo la maldad de cada día. Ser un santo es un llamado de tiempo completo.
Si nosotros no moramos cuidadosamente en Cristo cada día sino que gastamos la mayoría de nuestro tiempo y de nuestras fuerzas en las cosas del mundo, sin morar en la oración, en la Palabra, en la comunión con santos fervientes, perderemos el importantísimo contacto con Jesús. Sin darnos cuenta, nos habremos vuelto fríos. Quizá todavía sigamos nuestros procedimientos de la iglesia, pero habremos dejado nuestro primer amor. Dios no habrá estado en todos nuestros pensamientos.
Cristo ya no será enfáticamente primero en nuestra vida. Cuando esto se vuelve verdad a cualquier grado significativo estamos en peligro de ser quitados de la Vid, quitados de Cristo. Entonces, ¿en qué estado estaremos cuando perezcamos físicamente?
Cristo nos recibe tal y como somos cuando venimos a Él como pecadores.
Ciertamente les aseguro que el que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna y no será juzgado, sino que ha pasado de la muerte a la vida. (Juan 5:24—NVI)
La interpretación tradicional de Juan 5:24 es que si hacemos una profesión de fe en Cristo, creyendo en Dios, nunca seremos juzgados. Se cree que el Juicio de Cristo será como un banquete deportivo de condecoración donde a algunos se les dará el primer lugar, a otros el segundo lugar y a otros una mención honorífica. Que nunca sufriremos dolor así que no hay una verdadera amenaza por ese lado.
Esta no puede ser la verdadera interpretación; ya que en Juan 15:2 somos amenazados con el destino más terrible—ser quitados de la Vid. Entonces, ¿cuál es la verdadera interpretación de Juan 5:24, la interpretación que está en armonía con todas las enseñanzas de Jesús y las enseñanzas de Pablo y de los otros Apóstoles?
Juan 5:24 está hablando ahora sobre pasar de la muerte espiritual a la Vida eterna del Espíritu de Dios—la vida que Jesús mismo Es. Este versículo, como es verdad también de Juan 15:2, está hablando de nuestra unión con Cristo.
Cuando un individuo escucha la Palabra de Cristo, y cree en Dios quien ha enviado a Cristo, pasa a la vida eterna. Cristo lo recibe, como hemos mencionado anteriormente, a pesar de lo pecaminoso y rebelde que ha sido su vida. Aunque el pecado y la voluntad propia todavía están presentes, la sangre expiatoria responde a las exigencias de la justicia Divina. Satanás acusa con el dedo en vano. El sentido de equidad de Dios ha sido satisfecha por completo. No existe y no puede haber ninguna condenación.
¿Qué sucede después? El individuo debe morar en Cristo. Mientras esté morando en Cristo, mientras se esté santificando (se esté separado para Cristo, viviendo una vida santa ante el Señor) él es aceptable para Dios. La sangre continúa cubriendo la diferencia entre las imperfecciones del creyente y la imagen moral de Cristo.
Porque con un solo sacrificio ha hecho perfectos para siempre a los que está santificando. (Hebreos 10:14—NVI)
“A los que está santificando.” A los que está separando como santos para el Señor.
Salgan de en medio de ellos y apártense. No toquen nada impuro, y yo los recibiré. (2 Corintios 6:17—NVI)
Permanecemos bajo la sangre siempre y cuando vivamos a la luz de la voluntad de Dios.
Pero si vivimos en la luz, así como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado. (1 Juan 1:7—NVI)
No dice que con un solo sacrificio he hacho perfectos para siempre a los que creen, sino a “los que está santificando,” a los que están siendo separados por Jesús; a los que están morando en Jesús; a los que están viviendo a la Luz de la Presencia de Dios en Cristo.
El argumento puede avanzar hasta decir que somos santificados por fe. Esto es cierto siempre y cuando nos estemos refiriendo a una fe viva y no a una creencia doctrinal muerta. La verdadera fe, la fe que resulta en vida eterna, produce una transformación en el creyente. La verdadera fe nos mantiene morando en Cristo y un fruto observable procede de estar morando en Él. La fe que no produce un comportamiento justo no es lo que el Nuevo Testamento quiere decir por fe.
Existe confusión hoy en día con respecto a la definición del término fe.
Algunos definen la fe como una adherencia a una doctrina fundamental (según su propio estándar). Otros definen la fe como una magia que te da lo que quieres. La fe da las Escrituras no es ni creencia en una doctrina ni magia. La verdadera fe es una confianza en Dios por medio de Cristo que logra que el creyente viva en y por el Señor Jesús. El resultado de vivir en y por el Señor Jesús es una transformación en la personalidad. Cualquier persona que está en Cristo, en ella está surgiendo una nueva creación. De otra manera, esa persona no está en Cristo.
Morar continuamente nos da libertad continua de la condenación.
Pero si vivimos en la luz, así como él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado. (1 Juan 1:7—NVI)
“Vivir en la luz” es morar en Cristo, es mantenerse a uno mismo en el centro de la voluntad de Dios. Mientras estemos morando en Cristo, permaneciendo sensibles a las sugerencias del Espíritu Santo, confiando en la sabiduría del Señor en lugar de en nuestra propia sabiduría, la sangre nos está limpiando. Estaremos sin condenación. Seremos “perfectos” ante el Señor.
Nuestra vida siempre debe ponerle primordial atención y energía al problema de morar en Cristo. ¿Por qué es un problema morar en Cristo? Es un problema, especialmente en una nación próspera (los ricos entran al Reino de Dios con mucha dificultad), porque muchas cosas trabajan constantemente en contra de que moremos en Cristo.
La televisión es una de estas fuerzas hostiles. La televisión busca conformar nuestros pensamientos y deseos a la manera de ser del mundo. Satanás, la lujuria de nuestra carne, y nuestro egocentrismo y amor propio también se esfuerzan por atraer nuestra atención. Satanás desea que nosotros lo adoremos. Satanás permanece alerta, buscando las maneras de alejar nuestra atención de Cristo.
Tanto la muerte eterna como la vida eterna están trabajando en el creyente. Cada día prevalece la muerte o prevalece la vida. La puerta es angosta y el camino resistente que lleva a la vida eterna. El Señor Jesucristo es el único Camino a la vida. Entramos a través de Él y luego comienza la lucha. La batalla que el santo pelea por lo general no es física, ni tampoco mental. Más bien es una lucha espiritual que se lleva a cabo por fe y paciencia.
Debemos dedicarnos a obtener la Vida de Cristo, siempre poniendo nuestra voluntad para hacer la voluntad de Dios. Si no resolvemos firmemente poner nuestra voluntad con la de Dios, no podemos lograr la victoria completa en nuestra vida en Cristo.
Debemos constantemente decidir hacer lo que sabemos que es la voluntad de Dios; y cuando no estemos seguros de la voluntad de Dios, debemos seguir escogiendo hacer lo que según nosotros es agradable a Cristo.
La vida Cristiana es una guerra. Nuestra meta es morar siempre en el centro perfecto de la Persona y voluntad de Cristo. Conforme lo hacemos, somos transformados a la imagen de Cristo; la voluntad de Dios comienza surgir en las personas y circunstancias que nos rodean; y nuestras oraciones mejoran grandemente en poder con Dios.
El tema principal es la vida—la vida eterna. Las naciones de la tierra están muriendo por carecer de la vida—la Vida que Cristo Es. Esa Vida es la verdad, la única vida y luz disponible a la gente.
En cuanto las ramas de la Vid verdadera hayan llegado a la perfección, al estándar que es la estatura de la plenitud de Cristo, la vida y luz eterna de Dios serán llevadas a las naciones de la tierra.
Para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. (Juan 17:21—NVI)
“Para que el mundo crea.”
El propósito de que las ramas de la Vid verdadera lleguen a la madurez es para que las naciones del mundo crean que Dios ha enviado a Jesús.
La Vida eterna fluirá de la Vid por medio de las ramas hacia la gente de la tierra, llevándoles vida y liberación.
Por donde corra este río, todo ser viviente que en él se mueva vivirá. Habrá peces en abundancia porque el agua de este río transformará el agua salada en agua dulce, y todo lo que se mueva en sus aguas vivirá. (Ezequiel 47:9—NVI)
Las naciones de la tierra se convertirán por la vida y la luz que les llegará por medio de las ramas de la Vid verdadera. Este es el clímax del cumplimiento de aquello que el Señor Jesús dijo: diciendo, “El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto.” (Juan 15:5)
Muchos pueblos vendrán y dirán: “¡Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob!, para que nos enseñe sus caminos y andemos por sus sendas.” Porque de Sión saldrá la enseñanza, de Jerusalén la palabra del Señor. (Isaías 2:3—NVI)
Las naciones de la tierra están esperando que las ramas aprendan a morar en la Vid. En cuanto las ramas estén establecidas en la Vid, la Vida de Dios en Cristo fluirá por medio de las ramas y liberarán a los prisioneros de la tierra de la cruel atadura en la que Satanás los tiene.
De que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. (Romanos 8:21—NVI)
La necesidad más grande de este tiempo es que el verdadero testimonio de Dios se muestre ante la gente del mundo. Existe abundancia de “ministerio” pero carencia de un verdadero testimonio. El testimonio de Dios es primero en justicia, y luego en poder. Es la justicia y el poder que sale del Espíritu Santo que les manifiesta a la gente la Persona, la voluntad, y los caminos de Dios del Cielo. Cuando hay poder sin justicia el testimonio es de Satanás.
Cuando las naciones contemplen la justicia y la adoración en los santos, y el poder sobrenatural del Espíritu, entonces glorificarán a Dios. Ellos verán nuestras buenas obras y glorificarán a Dios. Este es el verdadero testimonio que la gente está esperando.
Mantengan entre los incrédulos una conducta tan ejemplar que, aunque los acusen de hacer el mal, ellos observen las buenas obras de ustedes y glorifiquen a Dios en el día de la salvación. (1 Pedro 2:12—NVI)
La meta de Dios es llevar a la tierra la justicia, la paz y el gozo por medio del Espíritu Santo. Esta es la venida a la tierra del Reino de Dios, del Reino de los Cielos. Traer el Cielo a la tierra es el propósito Divino que se enfatiza en las Escrituras.
Para este propósito Dios ha plantado una Vid en la tierra. La Vid es Cristo. Cristo es donde mora Dios. Toda la Vida y la Plenitud de Dios moran en Él.
Pero en la “casa” de mi Padre hay muchas habitaciones. Las muchas habitaciones son las ramas de la Vid verdadera.
La única y verdadera Vid es la casa del Padre. Quienes moren en la Vid son las muchas habitaciones en la casa del Padre.
Cristo recibe a Sí mismo, a Su propio Cuerpo, a los elegidos bautizándolos por el Espíritu Santo de Dios. Después de eso, los elegidos tienen un objetivo supremo para el resto de sus vidas—quizá para el resto de la eternidad. Este objetivo es llevar, por medio del Espíritu, sus personalidades completas a Cristo, permaneciendo en Cristo en todo momento y en toda situación. Es un proyecto que dura toda la vida y que requiere de toda nuestra consagración y atención.
Uno a uno, los santos son perfeccionados en Cristo y luego son arrancados de la tierra. Estos incluyen a todos los justos desde Abel hasta el Cristiano victorioso que fue a reunirse con el Señor hace unos momentos. Todos ellos están morando en la Presencia del Señor, esperando a que suene la última trompeta para luego descender del Cielo como el ejército del Señor, como la Vida y la Luz de Dios Todopoderoso brillando a través de ellos, con el fin de lograr su objetivo de alejar de la creación el pecado y la muerte y de llenar la tierra con el conocimiento de la Gloria del Señor.
Dios ha plantado una Vid verdadera. Algún día, en el futuro no muy lejano, las ramas de esa Vid llenarán toda la tierra. Entonces las naciones de salvos contemplarán la justicia y la adoración de Dios, y al contemplarlas serán transformados a esa misma imagen.
Días vendrán en que Jacob echará raíces, en que Israel retoñará y florecerá, y llenará el mundo con sus frutos. (Isaías 27:6—NVI)
(“Morando En Cristo”, 4100-1)