DIOS ESTÁ CREANDO CARÁCTER
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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional
Antes de crear los cielos y la tierra, Dios tenía establecidos los papeles y las tareas que debían ser desempañados, así como las posiciones que debían ser ocupadas, por los miembros de Su Reino. Conforme nace en el mundo cada uno de estos miembros, Dios se dispone a crear en él o ella los rasgos de carácter necesarios para la ejecución exitosa del papel específico que tendrá en el Reino.
DIOS ESTÁ CREANDO CARÁCTER
—Ciertamente beberán de mi copa—les dijo Jesús—, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde concederlo. Eso ya lo ha decidido mi Padre. (Mateo 20:23—NVI)
Pues aunque el ejercicio físico trae algún provecho, la piedad es útil para todo, ya que incluye una promesa no sólo para la vida presente sino también para la venidera. (1 Timoteo 4:8—NVI)
“Eso (el sentarse a la derecha o izquierda) ya lo ha decidido mi Padre.”
Parece ser que Dios ya tiene decidido posiciones, papeles y tareas en Su Reino. Estas posiciones han sido preparadas para individuos específicos.
En tal reposo entramos los que somos creyentes, conforme Dios ha dicho: “Así que, en mi enojo, hice este juramento: ‘Jamás entrarán en mi reposo’.” Es cierto que su trabajo quedó terminado con la creación del mundo, (Hebreos 4:3—NVI)
El trabajo de Dios quedó terminado en seis días. El trabajo de Dios incluyó el que asignara lugares en Su reino para individuos específicos.
Sabemos por la parábola de las monedas de oro que es posible que nosotros perdamos nuestra posición asignada, y que nuestras monedas sean entregadas a otra persona. Dios no recibió el interés que estaba buscando, así que le dio las monedas a otro siervo más diligente.
Quítenle las mil monedas y dénselas al que tiene las diez mil. (Mateo 25:28—NVI)
Con esto podemos ver que Dios ha trazado por adelantado Su Reino y Él cumplirá Sus objetivos. Sin embargo, el que un individuo tenga éxito en llegar a su lugar preestablecido dependerá de ese individuo. La voluntad de Dios se hará; las monedas de oro se invertirán para que logren intereses; la Esposa del Cordero ya perfeccionada ciertamente descenderá del cielo nuevo algún día para establecerse por siempre sobre la tierra nueva.
Pero el papel que a final de cuentas desempeñará cada persona dependerá de la diligencia de esa persona en alcanzar aquello para lo que ha sido alcanzada por el Señor.
La razón por la que hemos sido puestos sobre la tierra en un cuerpo animal es para que Dios pueda formar nuestro carácter—hasta que llegue a ser el tipo de carácter necesario para funcionar efectivamente en el papel que nos ha sido asignado.
En nuestro estado actual estamos débiles. Frecuentemente estamos confundidos. Sufrimos dolor y tenemos miedo. Somos zarandeados y pasamos por varias situaciones de presión.
¿Por qué?
Porque si respondemos de manera correcta a nuestra variedad de sufrimientos, sin culpar a los demás sino contemplando siempre a Cristo para obtener la sabiduría y la fuerza para soportar nuestro dolor, entonces será creado en nosotros el tipo de carácter necesario para el cumplimiento exitoso de las tareas que Dios ha trazado para nosotros.
Además, Dios quiere saber qué es lo que haríamos si fuéramos tentados a alejarnos de Su voluntad. Dios está recopilando información sobre cada uno de nosotros. Dios quiere saber por adelantado qué es lo que haríamos si nos diera algún papel importante en Su Reino.
Pero ¿acaso Dios no sabe todo?
Según la Biblia, no.
Dios nos hace pasar por experiencias desérticas para averiguar qué es lo que hay en nuestro corazón.
Cumple fielmente todos los mandamientos que hoy te mando, para que vivas, te multipliques y tomes posesión de la tierra que el SEÑOR juró a tus antepasados. Recuerda que durante cuarenta años el SEÑOR tu Dios te llevó por todo el camino del desierto, y te humilló y te puso a prueba para conocer lo que había en tu corazón y ver si cumplirías o no sus mandamientos. Te humilló y te hizo pasar hambre, pero luego te alimentó con maná, comida que ni tú ni tus antepasados habían conocido, con lo que te enseñó que no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca del SEÑOR. (Deuteronomio 8:1-3—NVI)
Dios está formando nuestro carácter y nos prueba mientras estamos sufriendo los problemas y dolores del mundo actual. Su propósito es prepararnos para la maravillosa Era en la que Dios hará todas las cosas nuevas.
Nuestro carácter debe estar formado en cuanto a las exigencias que serán puestas sobre nosotros.
Además, debemos ser probados repetidamente para que Dios sepa lo que hay en nuestro corazón, para que sepa si obedeceremos Sus mandamientos cuando se nos encomiende una posición de responsabilidad en Su Reino.
El Señor Jesucristo personalmente y por medio de Sus Apóstoles promulgó numerosos mandamientos. Estos se encuentran en el Nuevo Testamento. Nosotros debemos obedecerlos. El Espíritu Santo nos ayudará a obedecerlos mientras continuemos presentándonos valientemente ante el Propiciatorio que está en el Cielo para recibir ayuda en nuestra hora de necesidad.
El pacto nuevo logra su obra en nuestra mente y en nuestro corazón sólo conforme obedecemos los mandamientos del Señor Cristo Jesús.
Es interesante que las predicaciones y las enseñanzas Cristianas de nuestro día afirmen que Dios está ofreciendo gracia Divina como una alternativa a que obedezcamos Sus mandamientos. El resultado predecible de estas declaraciones son iglesias Cristianas que están en bancarrota moral.
¿Cómo sabemos si hemos llegado a conocer a Dios? Si obedecemos sus mandamientos. El que afirma: “Lo conozco”, pero no obedece sus mandamientos, es un mentiroso y no tiene la verdad. (1 Juan 2:3,4—NVI)
A continuación presentamos dieciocho tareas y papeles que deben ser desempeñados si el Reino de Dios va a traer a la tierra el amor eterno, el gozo eterno y la paz eterna que el Padre desea para nosotros.
A fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra de servicio, para edificar el cuerpo de Cristo. De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo. (Efesios 4:12,13—NVI)
El propósito de los ministerios y dones del Espíritu de Dios es la perfección de cada miembro del Cuerpo de Cristo en los papeles y las tareas que tiene asignado según su llamado en particular:
Miembro de la Esposa del Cordero (Apocalipsis 21:9)
Parte de la Morada de Dios (Efesios 2:22)
Miembro del Cuerpo de Cristo (1 Corintios 12:12)
Sal de la tierra (Mateo 5:13)
Luz del mundo (Mateo 5:14)
Parte del medio por el cual se dará el avivamiento de los últimos tiempos (Isaías 60:1,2)
Restaurador del Paraíso a la tierra (Romanos 8:21)
Una fuente de vida eterna y sanidad para las naciones (1 Corintios 15:45)
Miembro del real sacerdocio (1 Pedro 2:9)
Testigo de Dios (Isaías 43:10)
Hijo de Dios (Apocalipsis 21:7)
Hermano del Señor Jesucristo (Romanos 8:29)
Vencedor del acusador (Apocalipsis 12:11)
Gobernador de las naciones (Apocalipsis 2:26,27)
Soldado en el ejército del Señor (Joel 2:11)
Juez de hombres y ángeles (1 Corintios 6:2,3)
La muralla de defensa alrededor de la Gloria de Dios (Apocalipsis 21:14)
Parte de la manifestación de Dios mismo—Dios en Cristo en los santos (Apocalipsis 3:12)
Ahora pensemos en los dieciocho papeles y tareas que acabamos de mencionar. ¿Qué tipo de carácter debemos tener para participar en ellos? Sabemos que cada creyente tiene una posición única asignado a él o ella, y que debe dejar a un lado todas las distracciones y avanzar hacia su propia meta.
En primer lugar comprendemos que como miembros de los elegidos de Dios debemos ser conformados a la imagen de Cristo. En segundo lugar, debemos entrar en reposo tranquilo en la Persona y voluntad de Dios. Es imposible desempeñar plenamente el papel que nos ha sido asignado, u ocupar de lleno nuestro lugar asignado, mientras no hayamos sido conformados a la imagen de Cristo o mientras no estemos en reposo en la voluntad del Padre. Ser conformado a la imagen de Cristo y reposar en la voluntad del Padre es un requisito de todo miembro del Cuerpo de Cristo.
Así como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, también el que come de mí, vivirá por mí. (Juan 6:57—NVI)
Miembro de la Esposa del Cordero.
Se acercó uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas con las últimas plagas. Me habló así: “Ven, que te voy a presentar a la novia, la esposa del Cordero.” (Apocalipsis 21:9—NVI)
¿Qué cambio debe suceder en nuestro carácter para ser miembros de la Esposa del Cordero?
Nuestra naturaleza de Adán debe ser destruida. Debemos volvernos una creación nueva formada del cuerpo y la sangre del Cordero.
El Cordero, siendo Hijo de Dios e Hijo de hombre, no puede unirse en matrimonio con aquello que es corrupto, con la naturaleza pecaminosa y carnal del hombre. El Cordero puede unirse sólo con aquello que es de Sí mismo.
Si Eva hubiera sido un ángel, o un animal, o si hubiera sido formada de cualquier otra manera, ella no habría podido unirse a Adán. Eva era Adán en otra forma porque cada milímetro de Eva fue extraído de Adán.
La unidad del Cordero con Su Novia es similar a la unidad de Dios con el Cordero. El Cordero vive, se mueve y tiene Su existencia por el Padre—todo por el Padre. El individuo que come el cuerpo del Cordero y bebe Su sangre vive por el Cordero así como el Cordero vive por el Padre.
La unión debe ser total.
Ser miembros de la Esposa del Cordero es perder nuestra individualidad en favor de volvernos uno con el Cordero. Nunca perdemos lo que nos hace únicos como persona creada. Pablo siempre será Pablo aunque él ya no viva sino que Cristo esté viviendo en Él. Pero cada miembro de la Esposa del Cordero es una parte integral del Cordero, consecuentemente, una parte eterna e integral de Dios.
Con esto podemos entender la totalidad a la que Dios nos está invitando.
Considera lo siguiente: el Verbo, el Cordero, siempre ha sido una parte integral de Aquel a quien llamamos Padre. Ahora estamos siendo invitados a pertenecer a esta Unidad. El cambio de carácter necesario incluye crucifixión total de nuestra primera personalidad y resurrección a la Persona del Cordero y de Dios.
En aquel día ustedes se darán cuenta de que yo estoy en mi Padre, y ustedes en mí, y yo en ustedes. (Juan 14:20—NVI)
Nada—absolutamente nada—que se quede corto de que nos convirtamos en una nueva creación podrá satisfacer este matrimonio eterno. Todos los elegidos de Dios tienen la oportunidad de dejar a un lado todo lo demás y aferrarse al Cordero. Esto es lo que Él desea.
Parte de la Morada de Dios.
En él también ustedes son edificados juntamente para ser morada de Dios por su Espíritu. (Efesios 2:22—NVI)
El plan de Dios es tener una casa viviente en la que Él pueda morar y a través de quien Él pueda gobernar y bendecir a Sus criaturas.
Los seres humanos han sido creados para ser la morada de Dios.
Al construir una casa, o al mudarnos a una, somos minuciosos en lo que queremos incluir en la casa. La casa reflejará nuestra personalidad después de que hayamos vivido en ella por algún tiempo.
Las cosas que no nos agraden las eliminaremos de la casa y le introduciremos artículos que nos son deseables.
Lo mismo hace Dios. Él es muy exigente en cuanto a Su casa.
En la casa de Dios existen muchas habitaciones. La casa de Dios es principalmente el Señor Jesucristo. Cristo es la habitación principal. En Él mora la plenitud del Padre en forma corporal.
Pero Dios ha elegido tener muchas habitaciones en Su gran casa. Así que ha hecho que el Señor Jesús sea la Piedra angular, el comienzo de muchas piedras vivientes.
Lo más importante que debemos recordar es que nosotros representamos al Señor. Ya que Dios está morando en nosotros, y quiere gobernar, bendecir, enseñar, y liberar a la gente por medio de nosotros, entonces nosotros no podemos ser mundanos, lujuriosos y obstinados. En especial, no debemos estar exhibiendo nuestra ambición personal ni nuestro deseo de engrandecimiento.
El día vendrá en el que las naciones de la tierra vendrán a la Iglesia, al Monte Sión, para ser enseñadas por el Señor. En aquel día no podremos estar manifestando nuestro propio pecado, nuestra propia avaricia, y nuestro egoísmo como sucede hoy en día en el ministerio Cristiano. Nuestro carácter deberá haber sido cambiado a la imagen humilde de Cristo. Cristo es reconocido por Su devoción a Su Padre sin ser egocéntrico, sin buscar lograr la fama ni tener riquezas para Sí mismo.
La personalidad humana debe ser transformada hasta ser un lugar donde puedan morar perfectamente y en paz el Padre y el Hijo.
Miembro del Cuerpo de Cristo.
De hecho, aunque el cuerpo es uno solo, tiene muchos miembros, y todos los miembros, no obstante ser muchos, forman un solo cuerpo. Así sucede con Cristo. (1 Corintios 12:12—NVI)
Quizá sea verdad que nosotros los Cristianos frecuentemente consideremos el concepto de la Cabeza y del Cuerpo de Cristo como una analogía interesante y pintoresca del cuerpo humano. Yo creo que el concepto abarca mucho más que esto. Realmente es verdad que Cristo, el Cristo, se compone de una Cabeza exaltada y también de un Cuerpo (puesto con mayúscula porque el Cuerpo es parte de Cristo) por medio del cual la Cabeza se expresa a Sí misma.
La Cabeza y el Cuerpo de Cristo componen el Siervo del Señor mencionado en el Libro de Isaías, son el gran Liberador que llevará justicia a las naciones.
El cambio en nuestro carácter que se requiere para realmente ser miembros de Cristo incluye, como hemos dicho anteriormente, que seamos a la imagen de Cristo y que estemos morando en reposo tranquilo en la Persona y voluntad del Padre.
Más específicamente, cada miembro del Cuerpo de Cristo debe hacer a un lado su propia voluntad para aprender a buscar en la Cabeza la respuesta a cada decisión de su vida—por grande o minúscula que sea.
Qué diferente hubiera sido la historia de la Iglesia si desde el principio los Cristianos hubieran buscado en la Cabeza la respuesta a cada decisión. ¡Que extraordinariamente diferente sería!
¡Qué diferentes serían hoy en día las actividades de la Iglesia si cada creyente buscara en la Cabeza la respuesta a cada decisión!
Pero el hombre es guiado por su propia voluntad.
En Norteamérica admiramos al individuo que toma control de su vida y “se mejora” a sí mismo. Aplaudimos al joven ambicioso que demuestra interés en alguna rama de la ciencia, o del arte, o de la tecnología, o de los negocios, o de la política, o de la medicina, o en el área militar, o que se propone lograr alguna posición de importancia. Quizá esto esté bien y sea bueno.
Pero si queremos volvernos miembros del Cuerpo de Cristo debemos mirar más allá de todos los motivos y de todas las ambiciones personales. Debemos volvernos la expresión de la voluntad de otra Persona, quien a Su vez es la Expresión de Dios mismo.
¿Puedes imaginarte al Señor caminando con nosotros y morando en nosotros? A cada momento del día y de la noche Él tiene cosas que desea hacer. Algunos de estos objetivos Él quiere lograrlos a través de nosotros como individuos.
¿Acaso estamos preparados, o por lo menos deseosos, de responder a la más mínima voluntad del Señor Jesús? ¿O acaso tenemos nuestros propios planes que entran en conflicto con, y nos distraen, de la voluntad del Señor para ese momento?
Quizá la mayoría de nosotros tiene que soportar el programa de una prolongada e intensa educación antes de poder responder a Cristo así como nuestro cuerpo responde a nuestra propia voluntad.
Si queremos ser miembro del Cuerpo de Cristo, del Cuerpo del Siervo del Señor, nuestro carácter debe ser transformado de ser un organismo independiente a ser una carroza de Dios.
Los elegidos han sido predestinados a ser miembros del Cuerpo de Cristo, del gran Sumo Sacerdote de Dios. Él es la Vid, nosotros somos las ramas. Él elige no dar fruto por Sí mismo y nosotros no podemos dar fruto por nosotros mismos. El fruto se da en las ramas cuando las ramas son parte viviente de la Vid.
El fruto es la imagen de Cristo.
Cada miembro de los elegidos de Dios, de la familia de Dios en el Cielo y en la tierra, tiene que elegir. Puede elegir vivir su propia vida buscando obtener misericordia y ayuda del Señor. O puede escoger perder su propia vida para servir como el medio para que se logre la voluntad de Cristo.
No es como si tuviéramos que deshacernos de las fuerzas de nuestra personalidad para volvernos una “vasija vacía”. Para nada. Nuestro cuerpo humano no es una vasija vacía. Nuestro cuerpo está lleno de músculos, nervios, y neuronas que están funcionando continuamente. Más bien tiene que ver con nuestra mente. Podemos elegir obedecer al Espíritu de Dios, o podemos elegir seguir nuestras propias inclinaciones.
Esforcémonos, pues, por entrar en ese reposo, para que nadie caiga al seguir aquel ejemplo de desobediencia. (Hebreos 4:11—NVI)
Dios jamás nos quita nuestra voluntad. Si queremos evitar ser pasivos, conforme buscamos entrar al reposo de Dios, nuestra voluntad debe permanecer bien afilada. De lo que estamos hablando no es de dejar de tener voluntad, sino de dirigir nuestra voluntad en la misma dirección de la del Espíritu.
Es como el volante en un automóvil. No sucede nada hasta que giramos el volante en una dirección o la otra. En el momento en que giramos el volante, el poder del motor gira las llantas delanteras del coche en esa dirección.
Podemos elegir seguir a Cristo o podemos seguir nuestras propias inclinaciones. Si giramos el volante en la dirección que Cristo nos indique, el poder del Espíritu Santo logra los propósitos de Dios. Si giramos el volante en la dirección propuesta por nuestra propia sabiduría y ambición, la voluntad de Cristo no se va a efectuar. Entonces seremos como un cuerpo humano que tiene espasticidad o que está paralizado porque no está obedeciendo las direcciones del cuerpo. En éste caso quizá creamos que Cristo es nuestro Señor y Salvador, pero nosotros no estaremos funcionando como miembros de Su Cuerpo.
La sal de la tierra.
Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee. (Mateo 5:13—NVI)
¿Qué cambios en nuestro carácter deben ocurrir si queremos ser la sal de la tierra?
La sal es lo que hace que la comida sepa deliciosa. Hay numerosos platillos que son insípidos cuando no contienen sal. Estos platillos se pueden comer y serán nutritivos. Pero no son apetecibles.
¿Acaso será la voluntad de Dios que los miembros de los elegidos, del real sacerdocio, sirvan para hacer que Su obra sobre la tierra le sea apetecible a Dios?
¿Cómo podemos hacer que la obra de Dios le sea apetecible?
Comportándonos con justicia y rectitud. Purificándonos de la suciedad de nuestro cuerpo y espíritu para que podamos ser santos ante Él. Obedeciendo cada uno de sus mandamientos diligentemente. Además, ofreciendo continuamente alabanza y oraciones de gratitud.
Cuando Dios mira hacia abajo a las naciones de la tierra Él ve gente siguiendo sus propios caminos sin pensar en Dios. Él escucha los gritos de violencia y odio. Él huele el hedor de la perversidad en la actividad sexual. Él es testigo del abuso de menores y del aborto de bebés en pleno desarrollo.
Si no hubiera creyentes que estuvieran obedeciéndole y continuamente ofreciéndole adoración, yo creo que Dios se daría por vencido de la humanidad. Todos los habitantes de la tierra serían destruidos—todo el pozo negro de suciedad inmoral y de rebelión.
Arrasaré por completo cuanto hay sobre la faz de la tierra afirma el Señor. Arrasaré con hombres y animales, con las aves del cielo, con los peces del mar, con ídolos e impíos por igual. Exterminaré al hombre de sobre la faz de la tierra afirma el Señor. (Sofonías 1:2,3—NVI)
Sólo se requieren de unas cuantas personas justas para salvar de la destrucción a una nación. Pero si no se puede hallar a una persona justa, el fin estará cerca para esa civilización.
Yo he buscado entre ellos a alguien que se interponga entre mi pueblo y yo, y saque la cara por él para que yo no lo destruya. ¡Y no lo he hallado! (Ezequiel 22:30—NVI)
En la era que vendrá, todo el pueblo de Dios será justo y recto. Quizá en ese tiempo ya no haga falta la sal. O quizá sea cierto que los elegidos de Dios servirán como sal para que Dios esté dispuesto a aceptar a los miembros de las naciones salvas quienes todavía estarán decidiendo si van a obedecer los mandamientos que Dios ha ordenado por medio de Sus Siervos.
Entonces todo tu pueblo será justo y poseerá la tierra para siempre. Serán el retoño plantado por mí mismo, la obra maestra que me glorificará. (Isaías 60:21—NVI)
De cualquier manera, cualquiera que desee servir como sal debe estar dispuesto a negarse a sí mismo, tomar su cruz, y seguir al Maestro cada día hasta que haya sucedido la transformación necesaria de carácter.
Luz del mundo.
Ustedes son la luz de mundo. Una ciudad en lo alto de una colina no puede esconderse. (Mateo 5:14—NVI)
El Señor Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida. Juan declara que la Vida de Cristo es la Luz de la humanidad.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. (Juan 1:4—NVI)
La Vida es la luz.
El Señor Jesucristo es la Luz del mundo y la única luz del mundo. Nosotros somos luz sólo conforme la Vida de Cristo esté morando en nosotros. La Vida de Cristo se forma en nosotros conforme vivimos por Su cuerpo y por Su sangre.
Vivimos por el cuerpo y la sangre de Cristo cuando nos rehusamos a ceder a las pasiones de nuestra naturaleza pecaminosa, a nuestro amor por el mundo, y a nuestra voluntad propia. Conforme tomamos decisiones de acuerdo a la voluntad del Señor en lugar de tomarlas según nuestra propia voluntad entonces somos alimentados con el cuerpo y la sangre de Cristo en el reino espiritual.
Vivir por el cuerpo y la sangre de Cristo resulta en cambios en nuestro comportamiento. Comenzamos a reflejar la naturaleza justa y santa de Cristo. Nos volvemos como el Monte Sión—una ciudad sobre una colina.
Vivimos en una hermoso planeta, un planeta que se ha acoplado perfectamente a las necesidades de los seres humanos. Hemos perfeccionado muchas artes y ciencias. Pero existe un arte en el que hemos fracasado miserablemente. Me refiero al arte de las relaciones humanas.
Estoy escribiendo este ensayo el 14 de Diciembre del 2001. Numerosas relaciones destructivas existen en donde vivimos en San Diego. Numerosas relaciones destructivas existen en el mundo entero, especialmente en la tierra de Israel. El mundo está en guerra en varios lugares.
En nuestra historia encontramos que ha habido guerras, guerras, y más guerras, asesinatos, violaciones y revoluciones. Hemos fracasado miserablemente en el arte de las relaciones humanas.
Si algún día en el futuro logramos establecer una escuela de astronomía en el planeta Marte, aun allá los celos y el deseo de tener preeminencia harían que la gente de esa escuela se pelee entre sí.
En otras palabras, estamos morando en casi total oscuridad en el reino de las relaciones.
El Señor Cristo Jesús, y sólo el Señor Cristo Jesús, es la respuesta al problema de las relaciones. Las varias religiones del mundo promueven paz y amor pero siguen estando llenas de conflictos. Esto es verdad aun de la religión Cristiana, como podemos observan en el norte de Irlanda y en otros lugares donde Cristianos pelean contra Cristianos o contra los miembros de otras religiones. El sólo hecho de pertenecer a la religión Cristiana no nos hace Cristianos verdaderos, no nos hace discípulos de Cristo.
Cristo, y sólo Cristo, es la respuesta al problema de la destrucción de las relaciones. Uno de los eventos más conmovedores que uno puede observar ocurre cada año durante la celebración de la fiesta de Enramadas en Jerusalén, auspiciada por la Embajada Internacional Cristiana en Jerusalén. Ahí uno puede contemplar que se reúnen en paz y amor los miembros de numerosas nacionalidades—todas en el nombre del Señor Jesucristo. Esta reunión incluye a Árabes y a Judíos que se han convertido al Cristianismo.
Si yo no lo hubiera visto con mis propios ojos no lo hubiera creído posible.
Así que, ¿cómo debemos cambiar para que podamos servir como la luz del mundo? Debemos estar tan llenos de la Vida de Cristo que nuestra actitud y conducta manifiestan la manera de establecer relaciones constructivas. Estas actitudes y comportamientos incluyen amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad, fe y dominio propio. Cuando las personas a nuestro alrededor contemplen estas actitudes y conductas en nosotros ellas serán influidas ha tener relaciones pacíficas y en amor, y alabarán a Dios. Así es como servimos como la luz del mundo.
Podemos profesar ser salvos y predicar el Cristianismo todo lo que queramos, pero si en nuestra personalidad y actitud exhibimos odio, miseria, enojo, impaciencia, severidad, maldad, engaño, arrogancia y conducta incontrolable, no serviremos como luz en un mundo presionado con la oscuridad de las relaciones destructivas.
Dios debe crear a Cristo en nosotros si queremos servir como la luz del mundo.
Parte del medio por el cual se dará el avivamiento de los últimos tiempos.
¡Levántate y resplandece, que tu luz ha llegado! ¡La gloria del SEÑOR brilla sobre ti! Mira, las tinieblas cubren la tierra, y una densa oscuridad se cierne sobre los pueblos. Pero la aurora del SEÑOR brillará sobre ti; ¡sobre ti se manifestará su gloria! (Isaías 60:1,2—NVI)
Cuando el Señor regrese habrá gran oscuridad espiritual en el mundo. Repentinamente la Gloria del Señor aparecerá sobre el remanente que ha sido fiel a Dios.
Cuando esto suceda, la gente de todas las naciones del mundo vendrá a estos que están resplandeciendo con la gloria de Dios. Los que participemos en la manifestación de esta gloria seremos llenados con amor hacia las razas y tribus que están siendo atraídas hacia nosotros por lo que ellas están viendo y sintiendo.
Sin embargo, debemos estar preparados por adelantado para esta cosecha. Hoy en día hay muchos pleitos y envidias entre los miembros del ministerio Cristiano. Cada ministro busca superar al otro conforme construye su propio reino privado.
Este egoísmo no será permitido durante el gran día de gloria Divina que está por llegar. Quienes estén preparados para recibir a las naciones habrán pasado por el agua a los tobillos, a las rodillas, a la cintura y habrán llegado al río que no puede ser cruzado caminando.
El agua hasta los tobillos simboliza la obra inicial de la salvación.
El agua hasta las rodillas simboliza la vida que es guiada por el Espíritu.
El agua hasta la cintura representa la experiencia de morir a nuestra voluntad propia para que se haga la voluntad de Dios.
El agua que solo se puede cruzar a nado, un río que no puede ser cruzado caminando, se refiere al lugar de madurez en Dios, a la plenitud de Dios, donde nuestra vida se pierde en Dios y en otras personas.
Entonces, y sólo entonces, estaremos preparados adecuadamente para recibir a las naciones de la tierra que quieran acercarse a Dios para ser bendecidas y sanadas; para que se les puedan enseñar los caminos pacíficos y productivos del Señor.
En los últimos días, el monte de la casa del Señor será establecido como el más alto de los montes; se alzará por encima de las colinas, y hacia él confluirán todas las naciones. Muchos pueblos vendrán y dirán: “¡Vengan, subamos al monte del SEÑOR, a la casa del Dios de Jacob!, para que nos enseñe sus caminos y andemos por sus sendas.” Porque de Sión saldrá la enseñanza, de Jerusalén la palabra del Señor. (Isaías 2:2,3—NVI)
Dios es amor. Él ama a la gran variedad de naciones que Él ha creado. Dios está creando un real sacerdocio a través del cual Él pueda exitosamente gobernar a Sus criaturas. Sin embargo, no somos aptos para servir como el medio que Dios puede usar hasta que hayamos cambiado en nuestro carácter de ser egocéntricos y egoístas a que todo en nosotros se centre alrededor de Cristo y busque agradar a Cristo.
Restaurador del Paraíso a la tierra.
De que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. (Romanos 8:21—NVI)
En algún momento en el pasado el Paraíso se localizaba sobre la tierra, probablemente en el territorio de Irak. Todo lo que el hombre pudiera desear en el sentido de un “cielo” se encontraba en un jardín al este del Edén.
El Paraíso fue llevado al reino espiritual. ¿Por qué? Debido al carácter de Adán y Eva. Ellos no habían sido cambiados en carácter al grado de que pudieran vivir exitosamente con el Señor Dios en el jardín del Edén.
La gente Cristiana añora ir al Cielo. ¿Quién no? La memoria de ese jardín todavía está en el subconsciente de nuestra mente.
De lo que quizá no nos hayamos dado cuenta es que mientras no cambiemos en carácter, mientras Cristo no haya sido creado en nosotros, nosotros no podemos vivir exitosamente con Dios en el Paraíso.
Suponemos que vamos a vivir en el Paraíso por la gracia; es decir, que Dios seguirá perdonando nuestra despreciable conducta aun si nosotros seguimos con nuestras relaciones destructivas. ¡Qué locura es esto! Mientras no seamos conformados a la imagen de Cristo seguiremos destruyendo todas las cosas buenas que Dios nos dé.
Nosotros aquí en el Sur de California vivimos en un ambiente natural al que no se le puede pedir nada. Pero la gente es ingobernable. Consecuentemente existe una abundancia de conducta destructiva de todo tipo imaginable. ¿Cómo podemos disfrutar la belleza del paisaje si tenemos que tener cuidado de que alguien no nos tire un balazo porque esa persona no aprueba nuestra forma de manejar?
Los niños están siendo abusados y violados. Ayer dos ladrones tiraron a un hombre de su silla de ruedas y le robaron su dinero. El carrusel de asesinatos y robos gira continuamente al ritmo alocado de la música contemporánea. Esto sucede en lo que se considera “la mejor ciudad de Norteamérica”.
Pero Dios está creando carácter en Sus hijos. Hasta este momento la obra del maestro Escultor está cubierto bajo un velo. Cuando Su obra haya sido terminada, Él quitará el velo para exhibir Su obra maestra.
Por medio de los hijos de Dios, Dios otorgará el Paraíso al que hemos estado añorando ir después de morir. El Cielo vendrá a la tierra por medio de los hijos de Dios. El Espíritu Santo cubrirá la tierra como las aguas cubren la mar. En todo habrá amor, gozo y paz. Una naturaleza muerta despertará de su largo sueño y gozosa aplaudirá sus manos.
Es fácil comprender que si vamos a servir como restauradores del Paraíso sobre la tierra, Dios debe transformarnos de un alma de Adán a un espíritu que da vida. Dios logra esta transformación formando a Cristo en nosotros.
Dios nunca volverá a permitir que el pecado entre al Paraíso. Si queremos comer del Árbol de la Vida en el Paraíso de Dios, primero debemos vencer, por medio de Cristo, todas las obras de los enemigos que se nos enfrenten.
El Paraíso es un ambiente perfecto. Ahora nosotros debemos volvernos perfectos para que podamos habitar el ambiente perfecto.
Una fuente de vida eterna y sanidad para las naciones.
Así está escrito: “El primer hombre, Adán, se convirtió en un ser viviente”; el último Adán, en el Espíritu que da vida. (1 Corintios 15:45—NVI)
Es obvio que la gente de las naciones de la tierra necesita vida eterna. También necesita sanidad, tanto espiritual como física.
Pero ¿de dónde vendrá esta vida y sanidad?
La Biblia nos dice que hay Árboles de Vida a la orilla del Río de la Vida. La Biblia también nos informa que el Espíritu y la Novia del Cordero invitan a quienquiera a venir y beber del agua de la vida sin que les cueste un solo centavo.
El Espíritu y la novia dicen: “¡Ven!”; y el que escuche diga: “¡Ven!” El que tenga sed, venga; y el que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida. (Apocalipsis 22:17—NVI)
¿Qué es lo que Dios nos está diciendo?
Dios nos está diciendo que Su respuesta, a esta necesidad que tienen las personas de las naciones de recibir la Vida y sanidad de Dios, es preparar a los elegidos que servirán como la fuente de vida y sanidad.
El Señor Jesucristo es el único Árbol de Vida eterna. Pero le ha complacido a Dios que de las raíces de Cristo crezcan otros árboles de vida—para que también puedan servir como la fuente de Vida y sanidad de Dios para el pueblo.
Pero nuestra naturaleza de Adán tiene muy poco que ofrecer a las naciones en el área de vida eterna y sanidad. Por ello nuestra naturaleza de Adán debe ser crucificada y Cristo debe ser formado en su lugar.
Dios lleva a Sus elegidos a tres importantes plataformas.
La primera plataforma es lo que podemos definir como salvación básica.
La segunda plataforma es la del Espíritu Santo, donde aprendemos a vivir bajo el control del Espíritu de Dios.
La tercera plataforma está representada por la fiesta Judía de Enramadas. El cumplimiento espiritual de la fiesta de Enramadas podría decirse que es el Reino de Dios, ya que conforme pasamos por la experiencia de “Enramadas” el Trono del Dios todopoderoso y de Su Cordero se establecen en nuestra personalidad. Nosotros nos volvemos el Trono de Dios.
El Río de Vida, el río del Espíritu Santo, siempre fluye desde el Trono de Dios—de ningún otro lado.
Luego el ángel me mostró un río de agua de vida, claro como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero, (Apocalipsis 22:1—NVI)
En el cumplimiento espiritual de la fiesta Judía de Pentecostés experimentamos al Espíritu Santo como lluvia cayendo del Dios del Cielo.
En el cumplimiento espiritual de la fiesta Judía de Enramadas experimentamos al Espíritu Santo como un río fluyendo desde nuestro ser interior, justo como el Señor Jesús prometió cuando Él estaba celebrando la fiesta de Enramadas.
En el último día, el más solemne de la fiesta, Jesús se puso de pie y exclamó:—¡Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba! De aquel que cree en mí, como dice la Escritura, brotarán ríos de agua viva. (Juan 7:37, 38—NVI)
El río que se encuentra dentro de nosotros fluirá hacia el mar muerto de la humanidad. Por dondequiera que el río corra la gente cobrará vida. Con cobrar vida me refiero a que serán tocados en la Vida eterna de Dios. Los seres humanos están muertos hasta que son tocados con la Vida eterna de Dios.
Por donde corra este río, todo ser viviente que en él se mueva vivirá. Habrá peces en abundancia porque el agua de este río transformará el agua salada en agua dulce, y todo lo que se mueva en sus aguas vivirá. (Ezequiel 47:9—NVI)
Conforme los santos ministren a la humanidad, la humanidad también será sanada. La mujer que fue abusada de niña será libre de todo daño psicológico. Las memorias dolorosas y destructivas, y la amargura que con el tiempo se ha asentado, serán borradas. Todas las necesidades físicas serán satisfechas. Se romperán todo tipo de cadenas.
Esta vida y sanidad saldrá de la Novia del Cordero. Por ello el Espíritu de Dios y la Novia proclaman una invitación a quien así lo desee para que venga y viva, y sea sanado.
Podemos ver como nuestra naturaleza de Adán sólo debe someterse a su propia crucifixión para que Cristo pueda llegar a la madurez en nosotros—madurez conforme a la medida de la plena estatura de Cristo.
Dios está creando carácter en nosotros. Dios está creando a Cristo en nosotros para que podamos cumplir la variedad de papeles y para efectuar las diversas tareas que son parte de la obra del Reino de Dios sobre la tierra.
Por medio de Cristo, Dios está volviendo nuevas todas las cosas—no está haciendo cosas nuevas, sino las cosas a las que estamos acostumbrados las está volviendo nuevas.
Él nos hizo conocer el misterio de su voluntad conforme al buen propósito que de antemano estableció en Cristo, para llevarlo a cabo cuando se cumpliera el tiempo: reunir en él todas las cosas, tanto las del cielo como las de la tierra. (Efesios 1:9,10—NVI)
Cristo es el Centro y la Circunferencia de la creación nueva de Dios.
Miembro del real sacerdocio.
Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. (1 Pedro 2:9—NVI)
A veces al pueblo Judío no le gusta que Dios lo haya elegido para ser un pueblo santo, separado del mundo para pertenecerle de manera especial a Él.
Lo mismo sucede con los Cristianos. A numerosos Cristianos les es insatisfactoria la idea de ser diferentes al mundo. Ellos desean ser como todos los demás.
Pero nosotros no podemos ser como todos los demás. Hemos sido llamados a ser santos, es decir, sagrados. Esto quiere decir que hemos sido llamados a salir del mundo para pertenecerle a Dios de manera especial.
El llamado al real sacerdocio es eterno. La muralla alrededor de la nueva Jerusalén simboliza el hecho de que los elegidos de Dios, la Novia del Cordero, el Trono de Dios y del Cordero, por siempre estarán separados del mundo. La separación de los elegidos de Dios comenzó cuando Abraham, el padre de todos los elegidos de Dios, fue llamado a salir de Ur de los Caldeos.
Yo creo que el propósito principal de los dos mil años de la Era de la Iglesia ha sido llamar de entre los rangos de la humanidad al Israel de Dios, es decir, al pueblo escogido de Dios, ya sea Judío o Gentil por nacimiento físico.
Dios tratará más adelante con las personas de las naciones a quienes Él salve, pero el énfasis ahora está sobre el real sacerdocio.
¿Qué cambios en nuestro carácter deben ocurrir si queremos ser miembros del real sacerdocio?
Nuestra relación con Dios debe ser perfeccionada y nuestra relación con la gente debe ser perfeccionada.
Para poder estar relacionados a Dios con justicia y rectitud debemos purificarnos de toda suciedad de nuestro cuerpo y espíritu, perfeccionándonos en santidad. Debemos salir del espíritu del mundo, de la dependencia en el dinero para nuestra supervivencia y seguridad. Sobre todo, debemos ser estrictamente y totalmente obedientes a Dios en cada decisión que tomemos, sin importar qué tan importante o qué tan insignificante pueda parecer la decisión.
Para poder estar relacionados a la gente con justicia y rectitud debemos actuar con integridad. Debemos ser honestos y pacientes en nuestros tratos con nuestros semejantes. También debemos ser misericordiosos y compasivos, pero no insensatos. Debemos ser reconocidas como personas íntegras, amigos fieles, como alguien de confianza. No debemos ser egoístas sino debemos estar siempre al pendiente de las necesidades y expectativas de los demás.
Si queremos ser un sacerdote de Dios, la gente debe pensar en nosotros como alguien que está listo para escuchar sus problemas y para ayudarle a tener éxito en su situación. Estaremos portando en nuestra personalidad el nombre de Dios y el nombre de la nueva Jerusalén. Por medio de Cristo seremos como la escalera de Jacobo comunicando la tierra con el Cielo.
El sacerdote tiene una mano sobre Dios y la otra sobre la gente. A veces comunica a Dios con la gente y a veces comunica a la gente con Dios.
Ningún hombre puede ver a Dios y seguir con vida. Cristo es nuestro Sumo Sacerdote. Cristo puede ver a Dios. Algún día nosotros podremos ver a Cristo.
Pero yo creo que las naciones salvas del mundo no podrán ver a Cristo. Más bien se encontrarán con Cristo en nosotros. Dios se encontrará con el hombre por medio de Cristo a través de nosotros.
La gente necesita sanidad, liberación de sus problemas, simpatía, instrucción y saber que están agradando a Dios. También necesitan ser gobernados con una mano amorosa pero firme—con puño de hierro.
La única herencia que vale la pena tener, fuera de Dios y Cristo, es la gente. La gente es la herencia de Cristo y la herencia de nosotros como coherederos con Cristo.
Pero cuando la gente venga a nosotros ellos no deben encontrarse con nuestra personalidad egoísta sino con Cristo. Nosotros debemos ser como el burro que carga a Cristo sobre su lomo, por así decirlo.
La gente clama: “Queremos ver a Jesús”. Así que el cambio esencial en nuestro carácter es de nuestro engrandecimiento personal al engrandecimiento de Cristo. Él debe ser glorificado y Dios en Él.
El carácter completamente maduro es aquel que encuentra su ser en Dios y luego en otras personas, en lugar de encontrarlo en su egocentrismo y voluntad propia.
Testigo de Dios.
Ustedes son mis testigos—afirma el SEÑOR—, son mis siervos escogidos, para que me conozcan y crean en mí, y entiendan que Yo soy. Antes de mí no hubo ningún otro dios, ni habrá ninguno después de mí. (Isaías 43:10—NVI)
Los Cristianos hablan mucho sobre dar testimonio. Supongo que no hay ningún daño en esto a excepción de que no se refieren a dar testimonio. Ellos se refieren a predicar y enseñar, a que debemos salir y decirles a otros lo que sabemos sobre Jesús.
El verdadero testimonio bíblico es algo diferente a predicar y enseñar. Existen Cristianos que quizá tengan el don de ser predicadores y maestros, pero debido a su comportamiento no son testigos de Dios.
El testigo de Dios conoce a Dios. El testigo de Dios manifiesta en sus palabras y acciones a la Persona, la voluntad, las maneras y los propósitos eternos de Dios en Cristo.
El Cristiano joven quizá hable a otros de lo que ha aprendido sobre Dios y de parte de Dios; quizá describa como su fe en Dios lo ha salvado de una manera de vida destructiva.
Entre más viejos nos hacemos, si hemos estado siguiendo de cerca al Señor, más efectivo se vuelve nuestro testimonio. Al paso de los años, y gracias a numerosas y a veces bastante dolorosas experiencias, Dios nos enseña sobre Su Persona, Su voluntad y Sus caminos. Llegamos a conocer, creer y comprender que el Señor es el único Dios verdadero. El resto de los dioses que son adorados son demonios o creaciones hechas de una u otra manera por el hombre.
¿Cuánto tiempo tarda Dios en hacer a un pescador de hombres, a alguien que gane almas para la justicia, a un testigo sobre la tierra (y quizá para el Cielo también) de Dios y Cristo Su Hijo? Tarda considerable tiempo para la mayoría de nosotros.
Los Estados Unidos de Norteamérica puede presumir de numerosos maestros y predicadores de la Biblia, pero el testimonio de Dios dado por algunos de ellos no es un testimonio verdadero. Muchos creyentes Norteamericanos ven a Dios como el gran Santa Claus de los cielos. Es probable que la población Norteamericana presienta que las payasadas de los predicadores en la televisión no tienen nada que ver con Dios sino que sólo están presentando otro proyecto para ganar dinero, otra manera de robarles sus ahorros a las viudas.
Hoy en día en Norteamérica se necesitan a profetas como Elías y Eliseo; o apóstoles verdaderos que sean enviados de parte de Cristo para declarar el énfasis actual del Espíritu de Dios. Estos deben ser hombres y mujeres de integridad total, no “estrellas” ambiciosas que están construyendo sus reinos personales.
Yo creo que vamos a tener a estos testigos verdaderos en un futuro cercano.
Para ser testigo de Dios un ser humano debe aceptar la dolorosa transición de la naturaleza de Adán a la naturaleza llena de Cristo. No podemos mostrar un testimonio de Dios hasta que Dios nos haya enseñado con respecto a Sí mismo. Debemos llegar a conocer al Señor, a ser juzgados y liberados del pecado hasta que podamos morar en el Fuego Consumidor de Israel.
El testigo del Señor surge del Fuego Divino y revela en sus palabras y acciones que vive en Dios y que está representando a Dios. Luego regresa a reposar en el Fuego hasta que otra vez haya necesidad de que Dios sea representado.
Nosotros podemos decir lo que sabemos sobre la religión Cristiana y lo que hemos aprendido sobre el programa de salvación, pero sólo podemos dar testimonio cuando Dios nos ha cambiado de ser un mortal con buenas intenciones a ser una epístola viviente. Nosotros mismos debemos volvernos el testimonio verdadero de Dios. Sólo entonces podremos vencer al acusador de los hermanos.
Cuando caminamos en el fuego con el Hijo de Dios y emergemos sin siquiera el olor a humo en nuestra ropa, entonces podemos dar un testimonio verdadero de Dios.
Cuando podemos dormir en la fosa con los leones sin sufrir daño, entonces podemos ofrecer una adoración contagiosa a Dios.
Todo testigo de Dios es eterno. Noé, Daniel y Job todavía nos están dando testimonio.
En estos tiempos Dios necesita testigos. Él está listo para hacer de cada uno de nosotros un testigo, pero debemos estar dispuestos a permitirle que haga los ajustes necesarios en nuestra personalidad.
Hijo de Dios.
El que salga vencedor heredará todo esto, y yo seré su Dios y él será mi hijo. (Apocalipsis 21:7—NVI)
Cada miembro de los elegidos de Dios ha sido llamado a ser hijo de Dios y heredero de todo lo que Dios ha hecho nuevo en Cristo. Este es nuestro destino. Podremos alcanzar aquello para lo que hemos sido alcanzados siempre y cuando podamos vencer todo aquello que busca alejarnos de la voluntad perfecta de Dios para nuestras vidas.
La enseñanza Cristiana actual deja la impresión de que todos los que toman los “cuatro pasos de la salvación” podrán, en base a eso solamente, ser grandes reyes en el reino de Dios y reinar con Cristo sobre las naciones de la tierra. Suponen que todos estos serán herederos de las obras de las manos de Dios; que todos recibirán las promesas de gloria y responsabilidad.
Esto es ridículo. ¿Cómo se supone que un feligrés promedio va a ascender a un trono de gloria como ese? ¿Acaso está preparado al tomar los cuatro pasos de salvación? Esto no es bíblico y es ilógico.
Tenemos a una dama en nuestra iglesia que está estudiando para ser contador público. Supongamos que ella todavía no haya asistido a la escuela para estudiar contabilidad pero que haya ido a una empresa de negocios para buscar empleo como contadora. Supongamos además que la empresa, por necesitar desesperadamente a un contador, tuviera la insensatez de no verificar sus credenciales y que la pusieran en una oficina y le dieran las cuentas de la compañía para que sacara una balanza.
Ya que ella no sabe nada sobre contabilidad, ¿qué sucederá cuando le den las facturas y cuentas por pagar de la compañía? La respuesta es que no podrá hacer el trabajo.
Si esto es verdad de un problema menor como el de ordenar los libros de una empresa, ¿qué será verdad de un individuo que es puesto en uno de los tronos en el aire para gobernar la vida sobre la tierra? Debido a que ha tomado los cuatro pasos de la salvación, confesando a Cristo como Señor y Salvador, ¿está preparado para ser mediador entre Dios y el hombre y llevar armonía y paz a la creación?
Como dije, nuestra enseñanza actual es ridícula, contradiciendo todo lo que sabemos sobre ser prácticos en nuestra forma de vivir y trabajar y contradiciendo además las Escrituras.
Si queremos administrar la creación, como herederos de Dios, debemos vencer las fuerzas de maldad que lleguen contra nosotros. Debemos aprender, con la ayuda de Cristo, a vencer la maldad y el potencial para la maldad que existirá por siempre. Y existirá por siempre ya que la gente y los ángeles tienen voluntades propias y podrán tomar sus propias decisiones y podrán escoger sus propios caminos.
Debemos absolutamente, como hemos dicho anteriormente, ser conformados a la imagen del Señor Jesucristo. También, debemos estar morando en reposo tranquilo en la Persona y voluntad del Padre. Además, debemos ser cambiados en personalidad en cuanto a la posición específica en el Reino que Dios ha marcado para nosotros.
Una transformación total de personalidad es lo que sucederá en los que heredarán todas las obras de las manos de Dios.
Hermano del Señor Jesucristo.
Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. (Romanos 8:29—NVI)
Ahora bien, aquí está una declaración impresionante. El Señor Jesucristo debe ser el Primogénito entre muchos hermanos. Seremos hermanos de Cristo debido a que tenemos al mismo Padre, Dios.
Observa, en el versículo anterior, que si queremos ser hermanos de Cristo debemos ser cambiados a Su imagen.
¿A qué crees que se deba esto? A que Dios está creando una familia. El Primogénito es Cristo. Dios está muy complacido con Cristo. Por ello Él quiere que todos nosotros pensemos, hablemos, actuemos y, en general, que nos parezcamos a Cristo.
Es imposible que la naturaleza de Adán imite a Cristo, aunque todos debemos comportarnos, lo más posible, como Jesús se comportaría.
Sin embargo, la nueva creación, aquella que se formó en nosotros cuando nos sometimos a la crucifixión y resurrección de Cristo, es la que realmente puede ser confeccionada a la imagen misma de Cristo.
“A fin de conocer a Cristo, experimentar el poder que se manifestó en Su resurrección, participar en Sus sufrimientos y llegar a ser semejante a Él en Su muerte”, clamó Pablo. De esta manera, al volvernos como Él en Su muerte, cada aspecto de nuestra personalidad es transformado al ser llenado con la incorruptible y eterna vida de resurrección—la Vida misma de Dios.
Con esto podemos apreciar que los hermanos de Jesucristo no son imitaciones de cartón. Ellos, al igual que Él, han nacido de Dios. La Vida Divina está aumentando en ellos. Ellos están siendo liberados de los espíritus del mundo y de las lujurias y pasiones del cuerpo y del alma de Adán. Ellos, al igual que Cristo, están aprendiendo la obediencia estricta al Padre por las cosas que están obligados a sufrir.
El Señor Jesús sigue siendo el Primogénito con todos los derechos del hijo primogénito. Dios lo ha hecho a Él Señor y, además, la magnífica Cabeza ungida del Cuerpo ungido.
Es de suma importancia que constantemente reconozcamos que Dios no está creando muchos Cristos. Sólo existe un Cristo. Nosotros somos miembros de Su Cuerpo. Somos ramas de la Vid verdadera. La unción del Espíritu Santo fluye desde la cabeza y luego por todo el Cuerpo hasta estar todo cubierto con la Gloria de Dios.
Podemos pensar en Jesucristo como el Arca del Pacto, y nosotros ahí junto con Él. La Gloria de Dios Todopoderoso reposa sobre la parte superior del Arca, morando entre las alas del Querubín guardián. El conjunto es una Entidad Divina. Esta Entidad está destinada a localizarse por siempre sobre la tierra nueva en la forma de la ciudad santa, de la nueva Jerusalén.
El Arca del Pacto original ya nunca volverá a mencionarse aquí, como profetizó Jeremías. Jerusalén misma será el Arca del Pacto, el Trono de Dios. Los miembros de las naciones salvas de la tierra vendrán a Jerusalén para recibir vida y liberación por la Gloria Divina morando en Cristo en los santos.
En aquellos días, cuando ustedes se hayan multiplicado y sean numerosos en el país, ya no se dirá más: “Arca del pacto del SEÑOR”. Nadie pensará más en ella ni la recordará; nadie la echará de menos ni volverá a fabricarla—afirma el SEÑOR—. (Jeremías 3:16—NVI)
Por esto podemos entender el cambio total que debe suceder en nuestra personalidad si queremos servir como el Trono de Dios, si queremos ser Emmanuel—Dios con nosotros. Así de grande es el destino al que los hermanos de Cristo han sido llamados.
Vencedor del acusador.
Ellos lo han vencido por medio de la sangre del Cordero y por el mensaje del cual dieron testimonio; no valoraron tanto su vida como para evitar la muerte. (Apocalipsis 12:11—NVI)
Generalmente no suponemos que algún día llegará el fin al pleito entre los santos y Satanás, pero el fin llegará. ¡Ciertamente llegará!
En los últimos días habrá santos que cumplirán los requisitos de Dios con respecto a confiar en la sangre del Cordero; que serán una representación exacta de la Persona, la voluntad, el camino y el propósito eterno de Dios en Cristo; y que no se echarán atrás al sufrir la muerte de la cruz. Cederán sus vidas para que la voluntad de Cristo pueda efectuarse.
Una vez que Dios posea un remanente como éste entonces Él ya no actuará con lentitud. Les dará al arcángel Miguel y a los ángeles guerreros que han actuado con justicia el poder para atacar a Satanás y a sus ángeles con tal poder, velocidad y furia que serán arrojados hacia la tierra. Esta victoria logrará gran regocijo en el Cielo, pero será tiempo de aflicción para la tierra.
¿Cual debe ser nuestro cambio si queremos servir como vencedores del acusador?
Debemos aprender a confiar en la perfecta autoridad clemente de la sangre del Cordero de Dios, de Cristo Jesús.
Debemos ser conformados a la muerte y resurrección de Cristo para que podamos dar un testimonio claro de Dios en nuestro comportamiento y en nuestras palabras, y además para dar testimonio de los dones del Espíritu que Dios nos ha dado.
Quizá lo más importante es que debemos ser fieles hasta la muerte. No podemos aferrarnos a ningún aspecto de nuestras vidas y luego vencer al acusador. Nuestra muerte en el Señor debe ser absoluta.
Entonces Dios se complacerá en echar a Satanás fuera de los cielos. Satanás ya no podrá obstaculizar nuestras oraciones. El Trono de Dios entonces podrá mudarse del Cielo a los corazones de Sus santos victoriosos. En ese momento la conclusión de la Era de la Iglesia estará cerca. Cristo regresará, llamará a Sus conquistadores a presentarse ante Él y procederá a establecer el Reino de Dios sobre la tierra.
No podemos ser parte en este glorioso clímax de la Era de la Iglesia hasta que se hayan hecho los necesarios cambios en nuestra personalidad.
Gobernador de las naciones.
Al que salga vencedor y cumpla mi voluntad hasta el fin, le daré autoridad sobre las naciones—así como yo la he recibido de mi Padre—y “él las gobernará con puño de hierro; las hará pedazos como a vasijas de barro”. (Apocalipsis 2:26,27—NVI)
El problema se suscitó cuando Satanás buscó poner su voluntad por encima de la voluntad del Padre. La historia de la tierra ha sido de tragedia y terror como resultado de la rebelión de los ángeles.
El Señor Jesús nos aconsejó que oráramos para que el Reino de Dios viniera; la voluntad de Dios llegara ha hacerse sobre la tierra así como en el Cielo.
La gran Cabeza de la Iglesia, el Señor Jesucristo, tuvo que ser completamente obediente antes de que se le pudiera dar total autoridad y poder sobre todas las obras de las manos de Dios.
La clave del Reino de Dios es la obediencia—obediencia absoluta y estricta al Padre. Cristo es estrictamente obediente a Dios. Nosotros debemos ser estrictamente obedientes a Cristo, ya que esto es lo que el Padre nos ha ordenado.
Ningún creyente Cristiano debe pensar que reinará con Cristo como gobernador de las naciones hasta que él o ella haya aprendido a obedecer estricta y totalmente a Cristo como su Señor personal.
Salir del mundo es un acto de dedicación de nuestra parte.
Logramos purificarnos del poder del pecado siguiendo cuidadosamente al Espíritu Santo conforme Él nos guía en poner a morir los actos de nuestra naturaleza pecaminosa.
Volvernos totalmente obedientes al Padre es otro asunto. Esto requiere que hagamos a un lado nuestra voluntad propia y nuestro egocentrismo. Ya que mi “yo” no puede vencerse a sí mismo, entonces Dios tiene que intervenir en la liberación de mi yo obstinado.
Dios conquista nuestra obstinación y nuestro egocentrismo poniéndonos en varios tipos de prisión y haciendo que suframos varios tipos de dolor.
Nosotros, como Cristo, aprendemos la obediencia por las cosas que sufrimos.
¡Sufrimos hambre! ¡Sufrimos sed! ¡Añoramos escapar de nuestra prisión!
Pero no podemos escapar sin romper las leyes de Dios.
Poco a poco nuestra voluntad propia es reemplazada por el Reino de Dios. El “yo” es quitado del trono de nuestra personalidad para que Dios y Cristo puedan reinar desde Su posición en nuestra personalidad.
La muerte a uno mismo y la resurrección al reinado de Dios son absolutamente necesarias si queremos servir como uno de los reyes de Dios.
“¿Podemos sentarnos a Tu derecha o a Tu izquierda?”
“Sí puedes, si Dios así lo ha concedido. Pero debes beber de la copa de sufrimiento que yo he bebido y ser bautizado con el bautismo con el que yo he sido bautizado.”
Conforme sufrimos con Él así también gobernaremos con Él.
Es completamente inconcebible que Dios diera simplemente a cualquiera la autoridad y el poder para gobernar a otras personas, en el Reino de Dios, si no pudiera Él estar completamente seguro de la obediencia estricta de ese individuo a todo deseo del Señor.
Los que vivimos en esta época hemos avanzado hasta la salvación básica por medio de la sangre y el bautismo con el Espíritu Santo. Ahora tenemos el reto de poner a un lado nuestra propia vida para que podamos obedecer perfectamente a Cristo sin pensar en nuestras propias consecuencias.
Durante años he dicho que el movimiento Carismático será dividido por el tema del sufrimiento. Un remanente militante aceptará el sufrimiento y aprenderá la obediencia a Cristo. La mayoría de los Cristianos rechazarán el sufrimiento intentando mejor hacer que Cristo sea su siervo. Este es el origen del Falso Profeta. El Falso Profeta es el Cristiano que mantiene intacta su voluntad propia y busca usar el poder de Cristo para su propio provecho.
Esto es lo que eran los llamados mensajes de “prosperidad” y de “fe”. Estos eran la cabeza del hombre sobre el Cuerpo de Cristo.
Si hemos sido llamados a un alto rango en el Reino, aun tan alto como el sentarnos a la derecha o izquierda de Cristo a Su regreso, puedes estar seguro que sufriremos años de prisión, de tentación, de pruebas y de frustraciones.
Este es un llamado a la elite de Dios. Sólo aquellos que han sido llamados y escogidos, y que luego han probado ser completamente fieles, podrán alcanzar aquello para lo que Dios los ha alcanzado. Los que son menos diligentes, los que tienen menor fe y los temerosos se irán quedando atrás en el camino durante este riguroso entrenamiento en liderazgo.
Soldado en el ejército del Señor.
Truena la voz del SEÑOR al frente de su ejército, son innumerables sus tropas y poderosos los que ejecutan su palabra. El día del SEÑOR es grande y terrible. ¿Quién lo podrá resistir? (Joel 2:11—NVI)
Para mí no está claro que todo creyente en Cristo esté destinado a ser un soldado en el ejército del Señor. Quizá no haya motivo para que lo sean; aunque Pablo nos exhorta a que soportemos dificultades como buenos soldados de Cristo.
La historia de Gedeón y sus 300 sugiere que las batallas climáticas de la Era de la Iglesia, quizá la Batalla de Armagedeón misma, serán peleadas por una pequeña minoría de personas elegidas por Dios.
De cualquier manera, quienquiera que desee ser un soldado de Cristo debe someterse a ser disciplinado.
El pueblo Cristiano de Norteamérica no es disciplinado. Más bien hace lo que le place. El pueblo Norteamericano como nación tiende a despreciar la autoridad. Siente que puede votar para que entre o salga quien no le complace. Además, muchos están listos para demandar, a la menor provocación, a quienes les causen molestias.
Esto no quiere decir que todos los Norteamericanos sean indisciplinados, pero hay suficientes para darle a toda la nación un ambiente de anarquía.
Recuerdo una vez que regresé de Islandia. Cuando aterrizamos en el aeropuerto, la atmósfera era como la de “Vanity Fair” comparada con la organización de la cultura de Islandia.
Esta idea de que el individuo sea libre de hacer lo que le place se ha pasado, yo creo, a las iglesias. El concepto de que Jesús debe ser Señor absoluto de nuestra vida quizá sea repugnante para algunos. Quizá estos estén dispuestos a que Jesús sufra por sus pecados, pero considerarse a sí mismos esclavos de Cristo es más de lo que pueden soportar.
El soldado en el ejército de Cristo es absolutamente obediente a Cristo y a quienes Cristo pone en autoridad. No desprecia ni ignora la autoridad. Marcha en una línea recta. No puede ser herido por la Palabra de Dios porque es una persona muerta–viviendo. Con esto quiero decir que ha muerto a su voluntad propia y ahora está viviendo en la Vida de Jesús.
Si queremos ser un soldado en el ejército del Señor debemos escapar completamente del espíritu Americano de hacer lo que nos plazca. Debemos aceptar el hecho de que está ocurriendo una batalla a muerte entre el Padre y Satanás; entre Cristo y el Anticristo; entre el Falso Profeta y el Espíritu Santo.
Las armas de nuestra guerra no son armas de este mundo. Ninguna victoria eterna es lograda cuando Cristianos adinerados se proponen con entusiasmo “hacer la obra de Dios”. Nuestras batallas no son ganadas con las riquezas ni los talentos de los seres humanos. Nuestras batallas son ganadas conforme el Espíritu de verdad en nosotros vence las mentiras de Satanás.
Debemos ser justos y rectos. Debemos ser santos. Debemos ser estrictamente obedientes a Dios si queremos tener éxito como soldado en el ejército del Señor. Todos nuestros impulsos carnales y nuestro entusiasmo deben ser expulsados de nosotros porque Satanás no es un ser humano y no puede ser conquistado por medios humanos. Satanás es vencido sólo conforme el Padre se mueve por medio del Hijo, y el Hijo por medio de nosotros.
Es importante comprender que Satanás finalmente será vencido. Todo pecado será expulsado de la creación. Pero esa victoria total no es posible para nosotros hasta que hayamos aprendido a marchar obedeciendo la voluntad del Señor para nosotros.
Además nunca, nunca, nunca debemos herir con críticas y difamaciones al soldado que está marchando junto a nosotros. Satanás nos saca ventaja cuando criticamos y difamamos a un compañero creyente.
Toda esa crítica, chismorreo y difamación debe ser completamente expulsada de nosotros o no podremos ganar victorias espirituales ahora ni en el futuro.
Juez de hombres y ángeles.
¿Acaso no saben que los creyentes juzgarán al mundo? Y si ustedes han de juzgar al mundo, ¿cómo no van a ser capaces de juzgar casos insignificantes? ¿No saben que aun a los ángeles los juzgaremos? ¡Cuánto más los asuntos de esta vida! (1 Corintios 6:2,3—NVI)
Dios ha creado a la humanidad para que sirva como juez y gobernante sobre las obras de las manos de Dios. El hombre juzgará también a los ángeles. Ciertamente este es un pensamiento increíble, y quizá hasta ni se le dé tanta consideración en los círculos Cristianos.
Sin embargo el juzgar y criticar a otras personas es una de las características principales de la naturaleza de Adán. Estamos llenos de un espíritu criticón. ¿Me pregunto si los ángeles se critican entre sí como lo hacemos nosotros?
La crítica, el chisme y la difamación son destructores de iglesias y han estado con nosotros desde el primer siglo.
En realidad, me temo que cuando vaya a verlos no los encuentre como quisiera, ni ustedes me encuentren a mí como quisieran. Temo que haya peleas, celos, arrebatos de ira, rivalidades, calumnias, chismes, insultos y alborotos. (2 Corintios 12:20—NVI)
Al Señor Jesucristo, en la imagen de quien estamos siendo creados, se le ha dado toda autoridad de juzgar. El Padre no juzga a nadie. Él le ha dado todo juicio al Hijo. ¡Este realmente es poder al que debemos temer!
El Señor, sin embargo, no juzga según lo que Él ve y escucha. Él espera hasta comprender lo que el Padre le indique que es correcto o incorrecto de una situación.
Cristo tiene la intensión de darles a Sus discípulos la autoridad de juzgar, de retener o liberar pecados. Pero Él no puede hacer esto hasta que nosotros seamos lo suficientemente maduros para esperar hasta que escuchemos de Cristo la verdad de lo que estamos confrontando.
No juzgar hasta escuchar del Señor es por mucho uno de los cambios de carácter más difíciles que se nos pide que hagamos. Es tan difícil no juzgar cuando nuestros ojos y oídos nos convencen de lo que es justo y de lo que es injusto.
Pero ¿no te has dado cuenta de que muchas veces estamos equivocados en nuestra valoración? ¿Cuántas veces hemos tomado sólo una parte de la evidencia y nos hemos apresurado a juzgar?
Como director de una escuela frecuentemente se me llamó a resolver diferencias entre niños. Algún niño entraba llorando a mi oficina con su historia de aflicción. Yo me enfurecía y estaba listo para castigar al ofensor.
Pero aprendí a esperar hasta escuchar el otro lado de la historia. El otro lado de la historia, con mucha frecuencia, lograba cambiar mi opinión dramáticamente.
A veces como pastor viene a verme una de las personas de una pareja y me explica como él o ella está siendo maltratada. Pero cuando la otra parte de la pareja viene y me da su punto de vista, la impresión es muy diferente. Frecuentemente, pero no siempre, las dificultades en el matrimonio son contribuidas tanto por el esposo como por la esposa—aunque es muy difícil que el esposo o la esposa aprecien cuánto del problema en realidad lo están ocasionando ellos mismos.
¡Qué paciencia! ¡Qué madurez! ¡Qué sabiduría se necesita si queremos servir como jueces de la humanidad y de los ángeles! Siempre debemos esperar hasta escuchar del Señor antes de tomar una decisión. Esto es verdad sin importar qué tan claro sea el tema para nosotros.
La verdad quizá sea muy diferente de lo que al principio parecía “obvio”. Si pudiéramos aquietar nuestra tendencia adámica de juzgar rápidamente, y esperáramos a que la verdad de Dios se filtrara en nuestra mente, nos evitaríamos a nosotros y a los demás los desatinos de las acciones que tomamos con información incompleta y con una percepción errónea.
La muralla de defensa alrededor de la Gloria de Dios.
La muralla de la ciudad tenía doce cimientos, en los que estaban los nombres de los doce apóstoles del Cordero. (Apocalipsis 21:14—NVI)
La muralla que rodea la nueva Jerusalén está siendo construida en ti y en mí. Aunque quizá exista una muralla literal alrededor de una ciudad literal, el hecho importante es que la muralla eterna que realmente mantiene afuera toda maldad existe dentro de la personalidad del santo transformado.
El problema que tenía el jardín al este del Edén es que no estaba protegido por una muralla. Satanás podía ir y venir cuando le placía. No había ninguna muralla literal alrededor del jardín y no había ninguna muralla en las personalidades de Adán y Eva.
Ya que siempre será posible que la gente y que los ángeles se rebelen en contra de la voluntad de Dios, Dios nunca volverá a permitir que al Paraíso le falte la protección de una muralla.
Pero ¿cómo se construye en nosotros la muralla contra el pecado?
Primero, debemos ser liberados del sentimiento de culpa aceptando por la fe el perdón logrado por la sangre del Cordero.
Segundo, Cristo debe nacer en nosotros.
Tercero, debemos tener al Espíritu Santo morando en nosotros.
Cuarto, debemos poco a poco enfrentar la mundanería, la lujuria y el egoísmo dentro de nuestra propia personalidad.
De ciudad en ciudad, por así decirlo, el Espíritu nos guía a que nos demos cuenta de alguna desfiguración en nuestra personalidad. Conforme cada área nos es revelada, debemos confesar, denunciar y renunciar esta área de pecado como algo no apto para ningún otro lugar que el Lago de Fuego. Debemos diligentemente denunciar y renunciar la actitud o conducta específica, mirando continuamente hacia el Señor para lograr la total liberación.
Conforme confesamos y renunciamos al pecado de esta manera, el Espíritu Santo le quita la vida que tiene. El Espíritu lo mata. Entonces Cristo crece dentro de esa área en particular de nuestra personalidad.
Cristo es la muralla de Dios contra todo pecado. Conforme Cristo es formado en nosotros una muralla en contra del pecado es formada en nosotros.
Si Adán y Eva hubieran comido del Árbol de la Vida, que es Cristo, ellos hubieran tenido vida eterna formada en ellos. Entonces Dios les hubiera dado permiso para comer del Árbol del Conocimiento del Bien y el Mal, que también es Cristo, la ley moral eterna de Dios, según lo entiendo yo.
Ellos hubieran reconocido que estaban desnudos; pero debido a la Vida de Cristo en ellos hubieran tenido la confianza y fuerza para ir ante Dios para recibir la ropa adecuada. Y así hubieran hecho con todo pecado con que hubieran sido tentados. Una muralla en contra del pecado hubiera sido construida en sus personalidades.
Entonces, cuando Satanás hubiera venido con sus malas sugerencias, como siempre lo hace, trayendo del Cielo su rebeldía, Adán y Eva hubieran tenido la fuerza y el conocimiento para rechazar a Satanás y correr a Dios para recibir fuerza y sabiduría adicionales.
Lo mismo debemos hacer hoy. Cuando enfrentemos a Satanás debemos rechazar sus sugerencias. Debemos correr a Dios para recibir valor y sabiduría adicionales.
Crecimiento en Cristo en realidad es crecimiento en la habilidad de diferenciar lo bueno y lo malo, así como tener la voluntad y la fuerza de rechazar lo malo y aceptar lo bueno. Esta madurez nos acerca cada vez más a un conocimiento de Dios, de Su santa Personalidad y de Sus caminos.
El mundo venidero se compondrá del Reino de Dios, que es la Iglesia Cristiana glorificada, la Novia del Cordero; y también de naciones de personas a quienes Dios ha salvado. Estas naciones son la herencia de Cristo y de Sus coherederos.
Los Cristianos tienen la idea de que no habrá pecado en el nuevo mundo de justicia. Lo cierto es que no hay nada que pueda evitar el pecado excepto la Presencia de Cristo. Los ángeles y la gente conservarán sus propias voluntades.
Esta es la razón por la que los santos gobernarán la nueva creación. Servirán como una muralla contra el pecado. A las personas no se les permitirá pecar. Serán enseñadas y entrenadas. Comprenderán que no pueden entrar a la nueva Jerusalén para beber del agua de la vida hasta que el pecado haya salido de sus personalidades.
Los santos son los que evitarán que haya pecado en el futuro. La muralla de defensa que fue construida en sus personalidades durante su discipulado sobre la tierra evitará que ellos pequen y les ayudará para evitar que pequen las personas a las que están gobernando.
El nuevo mundo al que nos estamos dirigiendo es mucho más práctico, mucho más claro y comprensible ¡de lo que quizá nos hemos imaginado!
Parte de la manifestación de Dios mismo—Dios en Cristo en los santos.
Al que salga vencedor lo haré columna del templo de mi Dios, y ya no saldrá jamás de allí. Sobre él grabaré el nombre de mi Dios y el nombre de la nueva Jerusalén, ciudad de mi Dios, la que baja del cielo de parte de mi Dios; y también grabaré sobre él mi nombre nuevo. (Apocalipsis 3:12—NVI)
Esto es de lo que se trata la historia de la humanidad. Dios está haciendo un templo viviente para Sí mismo.
Podemos entender que Dios tenga un gran templo en el Cielo. Pero Dios ha decidido hacerse a Sí mismo una casa viviente por medio de la cual podrá tener comunión con la gente que Él ha creado.
Cuando Adán y Eva fueron creados Dios no reveló inmediatamente que Su intención fuera habitar en la humanidad, hacer que el hombre fuera Su trono, Su carroza. Pero se nos está haciendo cada vez más claro que esto es precisamente lo que Dios está haciendo.
La fiesta Judía de las Enramadas, la última gran festividad del año ceremonial Judío, representa en forma simbólica la intención de Dios de morar en el hombre, no sólo con el hombre.
El nombre de la nueva Jerusalén será “aquí habita el Señor”. Dios va a venir a morar en nosotros, especialmente en la nueva Jerusalén, y también a estar con nosotros.
El perímetro urbano será de nueve mil metros. Y desde aquel día el nombre de la ciudad será: AQUÍ HABITA EL SEÑOR. (Ezequiel 48:35—NVI)
Ya no habrá maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad. Sus siervos lo adorarán; (Apocalipsis 22:3—NVI)
Es difícil imaginarlo, verdad, que Dios vaya a venir a vivir permanentemente sobre la tierra. La gente orará a Dios en Jerusalén en lugar de en el Cielo.
En aquel tiempo llamarán a Jerusalén: “Trono del Señor”. Todas las naciones se reunirán en Jerusalén para honrar el nombre del SEÑOR, y ya no volverán a obedecer ciegamente a su malvado corazón. (Jeremías 3:17—NVI)
Será Emanuel—Dios con nosotros.
La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel (que significa “Dios con nosotros”). (Mateo 1:23—NVI)
Observa en Apocalipsis 3:12 (anteriormente mencionado) que el creyente que logre vencer, es decir, que salga victorioso sobre los enemigos que se le presenten durante su discipulado en el mundo actual, ocupará una posición de suma importancia en la casa eterna de Dios. Será una “columna”, es decir, una parte integral de la fortaleza y belleza del templo.
Además, el nombre de Dios, el de la ciudad de Dios y el nombre nuevo de Cristo serán escritos sobre el creyente que logre vencer. Esto quiere decir que a dondequiera que vaya, ahí irá Dios; ahí irá la ciudad de Dios; ahí irá Cristo. Parece ser que la nueva Jerusalén es una ciudad viviente que estará dondequiera que el santo se encuentre. El santo nunca dejará la ciudad, la ciudad estará dondequiera que él esté. Esta es la manera en que yo lo entiendo.
Cuando hablamos sobre la manifestación de Dios en Cristo, nos referimos a la Encarnación. Y así es. Es la aparición de Dios en un cuerpo. Nosotros también, si salimos victoriosos en la batalla, seremos una parte integral de la encarnación de Dios, de hacer visible al Dios invisible.
Este concepto se consideraría blasfemia si no fuera uno de los conceptos centrales de la Biblia. “¿Qué trono Me construirás?” pregunta Dios. “¿Dónde está el lugar donde encontraré reposo?”
Luego nos es dada la respuesta.
Así dice el SEÑOR: “El cielo es mi trono, y la tierra, el estrado de mis pies. ¿Qué casa me pueden construir? ¿Qué morada me pueden ofrecer? Fue mi mano la que hizo todas estas cosas; fue así como llegaron a existir”—afirma el SEÑOR—. “Yo estimo a los pobres y contritos de espíritu, a los que tiemblan ante mi palabra.” (Isaías 66:1,2—NVI)
¿Quién se convertirá en la morada eterna donde reposará Dios?
El creyente que sea pobre y contrito de espíritu, aquel que tiemble ante la Palabra de Dios.
¡Vaya que si es interesante! Tanto de la religión Cristiana se caracteriza por su pomposidad y arrogancia—especialmente entre los líderes.
Dios, quien es inmensamente mayor que todo entendimiento, nunca está impresionado con nuestro estatus o con nuestros logros. Dios busca a los pobres y a los contritos, a los que tiemblan ante Él. Dios es humilde y modesto de corazón, como un niño. Él mantiene a distancia a los orgullosos.
Así que si tenemos la intención de cumplir en el Reino el papel de la manifestación de Dios, debemos ser cambiados en carácter hasta ser humildes, hasta estar afligidos y arrepentidos cuando ofendamos a Dios, y debemos temblar cuando Dios nos hable. Esto es tan diferente del temperamento Norteamericano. Los Norteamericanos son orgullosos, justificamos nuestras acciones cuando ofendemos, y no le tememos a Dios. Quizá estemos dispuestos a hacerle reverencia a Dios, pero somos demasiado orgullosos e independientes de espíritu para realmente temer al más grandioso de todos los Soberanos.
Decimos que amamos a Cristo pero no estamos dispuestos a obedecer Sus mandamientos.
Buscamos usar a Cristo para lograr nuestros propios propósitos. La idea de ser esclavos de Cristo nos es repugnante. No estamos dispuestos a ser esclavos de nadie. Debido a esto vivimos en las cadenas de Satanás sin siquiera darnos cuenta.
Debido a nuestra arrogancia y presunción religiosa, a estar tan seguros que somos mejores que otras personas y que estamos a punto de ser “arrebatados” al Cielo para evitar el sufrimiento que caerá sobre “los desafortunados que no son de nuestro grupo”, no estamos manifestando la verdadera Persona y voluntad de Dios. Estamos manifestando sólo los mitos de la secta a la que pertenecemos.
Volvamos a Dios con un espíritu contrito y humilde—en especial nosotros los Norteamericanos. Adoptemos la actitud del Apóstol Pablo quien buscó alcanzar aquello para lo que Dios lo había alcanzado.
Cada miembro de los elegidos de Dios ha sido llamado y justificado por adelantado. El nombre del individuo está escrito en algún lugar específico, en alguna tarea o papel, en el Reino. Ahora es su responsabilidad buscar entrar al reposo de Dios; es decir, dejar de hacer sus propias obras para que pueda alcanzar aquello para lo que fue alcanzado desde la creación del mundo.
Todo el poder de Dios en Cristo está preparado para asistir al santo a que luche para conquistar las fuerzas que están intentando arrebatar su corona con la que va a gobernar. Puede vencer todo obstáculo y toda distracción si mantiene su mirada en el Señor Jesús.
Pero si el creyente no es diligente, si debido a su cobardía, flojera o algún otro deseo propio no pone a un lado todo lo demás para alcanzar aquello para lo que ha sido alcanzado por el Señor, entonces sufrirá tremendo remordimiento en el Día del Señor. Cuando el Señor Cristo Jesús le pida cuentas de su administración, será encontrado infiel. Los dones que se le habían dado para que lograra su propio destino señalado le serán quitados y le serán dados a otro santo más fiel y diligente.
El ofensor será arrojado a las tinieblas de afuera, sin poder entrar a la luz y al gozo del Reino del Cordero.
Habrá perdido el Reino debido a su negligencia. Cristo sufrirá pérdida. El Cuerpo de Cristo sufrirá pérdida. La gente que hubiera sido su herencia sufrirá pérdida. Todos sufrirán pérdida debido a su infidelidad y engaño. Estaba dispuesto a entretenerse con las tonterías del mundo en lugar de llevar las cosas buenas de Dios a quienes lo rodeaban.
Habrá llanto y crujir de dientes debido al enojo y remordimiento de quienes siempre habían encontrado alguna manera de no sufrir repercusiones por sus acciones egocéntricas, pero quienes ahora se han enfrentado a la voluntad de hierro de Dios.
Amigo, Dios tiene algo maravilloso para ti. Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo que está aguardándote si pones a un lado todas las demás metas, considerándolas como basura, para que puedas alcanzar la posición en el Reino que Dios ha reservado para ti desde la creación del mundo.
(“Dios Está Creando Carácter”, 4098-1)