UN CONCEPTO BASICO

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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional, © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional.
Traducción de: Carmen Alvarez

El propósito de este ensayo es explicar los propósitos Divinos que tiene la redención y describir el Reino de Dios.

Estamos declarando que existen dos clases de personas salvas, la Iglesia y las naciones salvas, y que Dios tiene un plan específico para cada grupo.

Estamos definiendo a los elegidos, incluyendo a Judíos y Gentiles, como aquellos que han recibido a Cristo y que han vuelto a nacer del Espíritu de Dios.

Las naciones salvas no son parte de la Iglesia, no son parte de los elegidos de Dios, pero son personas a quienes Cristo ha elegido para que sean gobernados por Su Reino y quienes recibirán vida eterna gracias a los santos.


Contenido

Los Elegidos y las Naciones Salvas
El propósito que Dios tiene para las Naciones Salvas
¿Quiénes son los Elegidos?
Los objetivos inmediatos de Dios para Sus Elegidos
Ser la imagen del Señor Jesucristo
Estar en unión con Cristo y unos con otros así como Cristo es uno con el Padre
Los propósitos de Dios para Sus Elegidos
La Esposa del Cordero
El Templo de Dios
El Cuerpo de Cristo
El vehículo para el avivamiento de los últimos tiempos
Los restauradores del Paraíso sobre la tierra
El real sacerdocio
Los testigos de Dios
Los hijos de Dios
Los hermanos de Cristo
Los vencedores del acusador
Los gobernadores de las naciones
Los jueces de hombres y ángeles
La muralla de defensa alrededor de la Gloria de Dios
La manifestación de Sí mismo—Dios en Cristo en los santos
Repaso
Un Modelo de Salvación


El propósito de este ensayo es ayudar a que sea más clara la idea que tenemos sobre los propósitos Divinos que hay en la redención y a darnos un entendimiento del Reino de Dios. Estaremos describiendo dos tipos de personas salvas, la Iglesia y las naciones salvas, y lo que Dios tiene en mente para cada tipo.

Los siguientes términos son usados en forma sinónima en este ensayo: Iglesia, elegido, Esposa del Cordero, nueva Jerusalén, santos, Cuerpo de Cristo, Israel de Dios, hijos de Dios, hermanos de Cristo, morada de Dios, templo de Dios, tabernáculo de Dios, Sión y montaña del Señor. Las personas descritas de esta manera son aquellas que han recibido a Cristo y que han vuelto a nacer del Espíritu de Dios, incluyendo tanto a Judíos como a Gentiles.

La tierra actual de Israel y su gente son vistos por nosotros como los elegidos de Dios en un sentido físico, quienes en el futuro serán redimidos por medio de Cristo y llevados al reino espiritual-material de autoridad conocido como el Reino de Dios (Reino de los Cielos). En cuanto el pueblo de Israel reconozca a Jesús, a su Cristo, entonces serán una parte integral del único Reino, de la única Iglesia de Dios.

Las naciones salvas, el otro tipo de personas salvas, no son parte de la Iglesia, de los elegidos de Dios pero son naciones de personas a quienes Cristo ha escogido para ser parte de Su Reino y quienes recibirán vida eterna.


Los Elegidos y las Naciones Salvas

Nosotros no podemos entender el plan Divino de salvación, ni el Reino de Dios, hasta que entendamos el hecho de que hay dos tipos de personas salvas—los elegidos (la Iglesia) y las naciones salvas. También hay personas que no son salvas, es decir, que no son aceptadas por Dios por algún motivo y por lo tanto no entrarán a la vida eterna en el Reino de Dios. Ellos no serán parte del nuevo mundo de justicia.

Pero, según su promesa, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habite la justicia. (2 Pedro 3:13—NVI)

El propósito principal de que hayan transcurrido dos mil años de la Era Cristiana ha sido para llevar a los elegidos, a los santos, a la madurez que Dios desea. En cuanto los elegidos, o por lo menos una primicia de los elegidos, haya llegado a la unidad con Dios Padre al grado que Dios desea, muchas naciones del mundo creerán que Dios ha enviado a Cristo y se dirigirán hacia la luz espiritual que emana de Cristo—Cabeza y Cuerpo.

Para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. (Juan 17:21—NVI)

“Para que el mundo crea.”

Compáralo con el siguiente versículo:

Mira, las tinieblas cubren la tierra, y una densa oscuridad se cierne sobre los pueblos. Pero la aurora del Señor brillará sobre ti; ¡sobre ti se manifestará su gloria! Las naciones serán guiadas por tu luz, y los reyes, por tu amanecer esplendoroso. (Isaías 60:2,3—NVI)

El avivamiento que se presentará, según lo indican las dos estrofas anteriores, resultará en la salvación de una multitud de personas en la tierra. Otro versículo que nos indica el fluir del agua viva de la vida eterna desde los santos maduros es el siguiente:

Por donde corra este río, todo ser viviente que en él se mueva vivirá. Habrá peces en abundancia porque el agua de este río transformará el agua salada en agua dulce, y todo lo que se mueva en sus aguas vivirá. (Ezequiel 47:9—NVI)

El avivamiento más grande de todos los tiempos se encuentra todavía en el futuro. Esta manifestación futura del poder salvador de Dios está esperando que los santos lleguen a la madurez.

Durante mucho tiempo, el pueblo de Dios ha sido ignorante al hecho de que habrá personas salvas que no serán parte de la Iglesia, parte del Israel de Dios, así que te mostraremos algunos versículos al respecto. Es imposible comprender el Reino de Dios, de hecho comprender el significado de los elegidos, de la Iglesia, o el propósito de los elegidos, hasta que uno entiende claramente la diferencia entre la Iglesia y las naciones salvas.

A Abraham y a Sara se les prometió un hijo. Después de que llegó el hijo, Dios le pidió a Abraham que sacrificara al hijo de la promesa. Debido a la extraordinaria obediencia del fiel Abraham, Dios le dio algunas promesas adicionales. Una de estas promesas revela la intención que Dios tiene de bendecir a las naciones por medio de la Descendencia (la Semilla) de Abraham, la Descendencia siendo Cristo y aquellos que le pertenecen y son parte de Cristo.

Puesto que me has obedecido, todas las naciones del mundo serán bendecidas por medio de tu descendencia. (Génesis 22:18—NVI)
Así que los que viven por la fe son bendecidos junto con Abraham, el hombre de fe. (Gálatas 3:29—NVI)

La promesa es que todas las naciones serán bendecidas por medio de la Descendencia prometida.

“Todas las naciones del mundo serán bendecidas por medio de tu descendencia.”

Oí una potente voz que provenía del trono y decía: “¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. (Apocalipsis 21:3—NVI)

“Entre los seres humanos, está la morada de Dios.”

La “morada de Dios” es la Iglesia, la Esposa del Cordero, la nueva Jerusalén, el Tabernáculo eterno de Dios.

Se acercó uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas con las últimas siete plagas. Me habló así: “Ven, que te voy a presentar a la novia, la esposa del Cordero.” (Apocalipsis 21:9—NVI)
En él también ustedes son edificados juntamente para ser morada de Dios por su Espíritu. (Efesios 2:22—NVI)

La Morada de Dios es la ciudad santa, la nueva Jerusalén, la Iglesia de Cristo glorificada. Será llevada a la perfección en los Cielos. Después del Reinado de los mil años la Iglesia glorificada descenderá del Cielo a través del cielo nuevo para establecerse para siempre en la tierra nueva. Esto según lo proclamado por los Profetas Hebreos.

Presten atención, que estoy por crear un cielo nuevo y una tierra nueva. No volverán a mencionarse las cosas pasadas, ni se traerán a la memoria. Alégrense más bien, y regocíjense por siempre, por lo que estoy a punto de crear: Estoy por crear una Jerusalén feliz, un pueblo lleno de alegría. (Isaías 65:17, 18—NVI)

Si observas en Apocalipsis 21:3 (citado anteriormente) la morada de Dios está entre los seres humanos. Como hemos mencionado, la morada de Dios es la Iglesia glorificada. Los seres humanos son las personas salvas de la tierra, que son la herencia de Cristo—Cabeza y Cuerpo. Ellos son las naciones salvas.

Las naciones caminarán a la luz de la ciudad, y los reyes de la tierra le entregarán sus espléndidas riquezas, (Apocalipsis 21:24—NVI)

La Iglesia glorificada, la Esposa del Cordero, tiene como destino estar sobre la tierra por siempre para que Dios por medio de Cristo a través de los santos pueda ministrar a las naciones salvas.

Observa lo siguiente:

En los últimos días, el monte de la casa del Señor será establecido como el más alto de los montes; se alzará por encima de las colinas, y hacia él confluirán todas las naciones. (Isaías 2:2—NVI)

“En los últimos días” puede considerarse como el Reinado de los mil años o posiblemente el reinado de Cristo sobre el cielo nuevo y la tierra nueva. No parece probable que este versículo se trate de un tiempo antes de estos reinados.

“El monte de la casa del Señor” es el Monte Sión. El Monte Sión, de donde provendrá la ley moral de Dios hacia toda la tierra, es la Iglesia de Cristo.

Por el contrario, ustedes se han acercado al monte Sión, a la Jerusalén celestial, la ciudad del Dios viviente. Se han acercado a millares y millares de ángeles, a una asamblea gozosa. (Hebreos 12:22—NVI)

“Hacia él confluirán todas las naciones.”

Es obvio que las naciones que confluirán hacia él serán naciones salvas. Aquí vemos representado el reinado de Cristo y Sus elegidos desde Jerusalén, y las naciones salvas subiendo voluntariamente a Jerusalén a conocer los caminos de Dios.

Las naciones serán guiadas por tu luz, y los reyes, por tu amanecer esplendoroso. (Isaías 60:3—NVI)

Las naciones de personas salvas en la tierra llegarán a la luz del Espíritu de Dios en cuanto esa luz le haya sido dada a los elegidos del Señor. El derramamiento increíble que se muestra en Isaías, Capítulo 60 sucederá cuando “las tinieblas cubran la tierra, y una densa oscuridad se cierne sobre los pueblos”. Quizá esto ocurra al concluir la era actual y al comenzar la siguiente.

Isaías, Capítulo 60 describe a elegidos glorificados volviéndose el centro de interés de las personas salvas de la tierra.

Alza los ojos, mira a tu alrededor: todos se reúnen y acuden a ti. Tus hijos llegan desde lejos; a tus hijas las traen en brazos. Verás esto y te pondrás radiante de alegría; vibrará tu corazón y se henchirá de gozo; porque te traerán los tesoros del mar, y te llegarán las riquezas de las naciones. Te llenarás con caravanas de camellos, con dromedarios de Madián y de Efa. Vendrán todos los de Sabá, cargando oro e incienso y proclamando las alabanzas del Señor. (Isaías 60:4-6—NVI)

Compara con Apocalipsis:

Las naciones caminarán a la luz de la ciudad, y los reyes de la tierra le entregarán sus espléndidas riquezas. (Apocalipsis 21:24—NVI)

Las naciones que se rehusen a servir a los elegidos de Dios serán castigados.

La nación o el reino que no te sirva, perecerá; quedarán arruinados por completo (Isaías 60:12—NVI)

En cuanto Cristo—Cabeza y Cuerpo—se localice en Jerusalén y esté gobernando desde ahí la tierra, se le requerirá a las naciones de personas salvas de la tierra que vayan a Jerusalén anualmente para cumplir la fiesta solemne de las Enramadas. Las naciones salvas celebrarán la fiesta solemne de las Enramadas reconociendo y siendo bendecidas por el hecho de que Dios está morando en Cristo quien a su vez está morando en Su Cuerpo, Su Iglesia.

Entonces los sobrevivientes de todas las naciones que atacaron a Jerusalén subirán año tras año para adorar al Rey, al Señor Todopoderoso, y para celebrar la fiesta de las Enramadas. (Zacarías 14:16—NVI)

Aquí tenemos a Jerusalén, a los elegidos de Dios, y también tenemos a las naciones salvas de la tierra (“los sobrevivientes de todas las naciones”). Los Judíos se resistirán al Anticristo y resistirán los deseos de las grandes naciones, y además, ejércitos poderosos atacarán a Jerusalén.

También invadirá nuestro hermoso país, y muchos países caerán bajo su poder, aunque Edom y Moab y los jefes de Amón escaparán de sus manos. (Daniel 11:41—NVI)
Movilizaré a todas las naciones para que peleen contra ti. Te conquistarán, saquearán tus casas y violarán a tus mujeres. La mitad de tus habitantes irá al exilio, pero el resto del pueblo se quedará contigo. (Zacarías 14:2—NVI)

Ahora bien, cuando vean a Jerusalén rodeada de ejércitos, sepan que su desolación ya está cerca. (Lucas 21:20—NVI)

Jerusalén será capturada y desolada—una repetición de lo que sucedió bajo Nabucodonozor, y más tarde bajo el general Romano Tito en el primer siglo. En esta tercera ocasión, Jerusalén será atacada por “muchas naciones”. En cuanto esto suceda, el Señor y Sus santos descenderán en una increíble gloria y destruirán al Anticristo y a los ejércitos de maldad.

Entonces saldrá el Señor y peleará contra aquellas naciones, como cuando pelea en el día de la batalla. (Zacarías 14:16—NVI)
Entonces vi a la bestia y a los reyes de la tierra con sus ejércitos, reunidos para hacer guerra contra el jinete de aquel caballo y contra su ejército. (Apocalipsis 19:19—NVI)

Los malvados serán destruidos.

Pero la bestia fue capturada junto con el falso profeta. Éste es el que hacía señales milagrosas en presencia de ella, con las cuales engañaba a los que habían recibido la marca de la bestia y adoraban su imagen. Los dos fueron arrojados vivos al fuego y azufre. Los demás fueron exterminados por la espada que salía de la boca del que montaba a caballo, y todas las aves se hartaron de la carne de ellos. (Apocalipsis 19:20, 21—NVI)

La guerra que se describió anteriormente sucederá en cuanto el Señor regrese. Las naciones que sobrevivan a esta tremenda batalla, que es la Batalla de Armagedón, subirán a Jerusalén para dar reconocimiento y ser bendecidas por la morada de Dios en Cristo en los santos.

¿Cómo se salva una nación? Una manera en que las personas de una nación son salvadas es recibiendo al Señor Jesús como Señor y Salvador y siendo bautizados en agua.

Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. (Mateo 28:19—NVI)

Otra manera, que quizá suceda en el futuro, es siendo amables con los elegidos del Señor, con Sus hermanos.

Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: “Vengan ustedes, a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me dieron alojamiento; necesité ropa, y me vistieron; estuve enfermo, y me atendieron; estuve en la cárcel, y me visitaron.” Y le contestarán los justos: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos como forastero y te dimos alojamiento, o necesitado de ropa y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y te visitamos? El Rey les responderá: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí.” (Mateo 25:34-40—NVI)

No estamos diciendo que estas sean otras formas de ser salvos hoy en día. Si el Evangelio nos es presentado nosotros debemos recibir al Señor Jesús como nuestro Salvador o seremos condenados. Nosotros no podemos sólo ser bondadosos con los santos. Más bien, lo que estamos diciendo es que han existido y seguirán existiendo personas que ayudarán a los santos en su hora de angustia. Cuando el Señor venga en Su Reino, Él los dejará entrar a Su Reino. Rajab es un buen ejemplo de alguien que recibió las bendiciones de Israel ayudándole al pueblo de Dios en su hora de angustia.

Hoy en día hay algunas personas que tienen un corazón amable hacia los Judíos y los Cristianos, hacia los elegidos de Dios, hacia los hermanos del Señor. Hay otras personas que se están volviendo más hostiles hacia los Judíos y los Cristianos. Aquellos que muestren amabilidad no dejarán de tener su recompensa. Aquellos que sean hostiles hacia los elegidos del Señor serán alejados hacia el fuego de Gehena.

Quienquiera que le dé un vaso de agua fría a un profeta en nombre de un profeta recibirá una recompensa de profeta.

Nuevamente reiteramos que no estamos diciendo que podemos sustituir el ser hospitalario hacia un Cristiano con recibir a Jesucristo como Señor y Salvador. Cuando Cristo es presentado a un individuo, él o ella debe aceptarlo como Señor y Salvador. Si la persona no acepta a Jesús entonces cae bajo la condenación de Dios.

El que cree en él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios. (Juan 3:18—NVI)

El propósito que Dios tiene para las Naciones Salvas

La naciones salvas serán llevadas a la vida eterna en el Paraíso sobre la tierra. El Reino de Dios ha sido preparado para ellos.

Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: “Vengan ustedes, a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. (Mateo 25:34—NVI)
Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir. (Apocalipsis 21:4—NVI)

Las naciones salvas son la herencia de Cristo y de Sus coherederos.

Pídeme, y como herencia te entregaré las naciones; ¡tuyos serán los confines de la tierra! (Salmo 2:8—NVI)

Nosotros los Cristianos frecuentemente hablamos de mansiones, de zapatillas doradas, de hectáreas de diamantes y de otros bienes materiales que no nos satisfacen aquí y que tampoco nos satisfarán durante la era que vendrá. La única herencia que vale la pena tener es una herencia que consiste de personas.

Las personas son nuestra herencia—personas para amar y cuidar, para enseñar, para advertir y para bendecir por toda la eternidad.

Observa cómo la gente llega a la Iglesia:

Verás esto y te pondrás radiante de alegría; vibrará tu corazón y se henchirá de gozo; porque traerán los tesoros del mar, y te llegarán las riquezas de las naciones. (Isaías 60:5—NVI)

Nosotros tendremos un corazón henchido debido al amor que Dios nos dará por las naciones salvas. Comenzaremos a conocer el amor de Cristo que sobrepasa todo entendimiento.

En fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de Dios. (Efesios 3:19—NVI)

Permaneceremos en el amor de Cristo.

Así como el Padre me ha amado a mí, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. (Juan 15:9—NVI)

Nuevamente repito, la única herencia que vale la pena tener son personas.

Dios tiene la intención de llevar a las naciones salvas al Paraíso sobre la tierra. Estas naciones son la herencia, el gozo, la responsabilidad de los santos.

Hace algún tiempo el Paraíso estaba sobre la tierra. Estaba localizada en la región del Golfo Pérsico, en el país de Edén. La memoria de ese jardín, de ese parque maravilloso, está en el corazón de todo descendiente de Adán.

Debido a la rebelión del hombre, Dios quitó el jardín de la tierra y lo puso en los cielos. El hombre busca ir al Cielo al morir debido al recuerdo de este jardín al este del Edén.

No existe la muerte en el jardín de Dios, ni dolor, ni tristeza, ni llanto, ni dolores de espalda labrando entre hierbas e insectos destructivos. No existe peligro para los niños. Todo es gozo, paz, seguridad y felicidad eternas.

Todo esto va a ser restablecido a la tierra, junto con la Presencia de Dios, para que el hombre lo disfrute para siempre.

El lobo vivirá con el cordero, el leopardo se echará con el cabrito, y juntos andarán el ternero y el cachorro de león, y un niño pequeño los guiará. La vaca pastará con la osa, sus crías se echarán juntas, y el león comerá paja como el buey. Jugará el niño de pecho junto a la cueva de la cobra, y el recién destetado meterá la mano en el nido de la víbora. No harán ningún daño ni estrago en todo mi monte santo, porque rebosará la tierra con el conocimiento del Señor como rebosa el mar con las aguas. (Isaías 11:6-9—NVI)

El Paraíso será restablecido sobre la tierra gracias a los elegidos perfectos.


¿Quiénes son los Elegidos?

El término elegido significa “escogido” y su significado está relacionado con la “iglesia”—la gente convocada de entre la humanidad para lograr los propósitos de Dios.

Elección no es lo mismo que “salvación”.

Los elegidos son las personas que Dios ha escogido de entre los rangos de la humanidad para representarlo a Él ante la humanidad. No significa que los elegidos sean salvos y los demás estén perdidos. Los elegidos son los testigos de Dios cuyo papel en la economía de Dios es manifestar a Dios ante las personas.

Los elegidos son las primicias de la humanidad, no los salvos de la humanidad. Israel es el “primogénito” de Dios. Podemos considerar a los elegidos como los hermanos mayores que reciben una doble porción de la herencia para que puedan proveer para sus hermanos y hermanas menores. Los elegidos son los primeros en ser bendecidos por la Descendencia de Abraham. Después ellos se vuelven parte de la Descendencia misma para que por medio de ellos Cristo pueda bendecir al resto de la gente de la tierra.

Entonces tú le dirás de mi parte al faraón: “Israel es mi primogénito.” (Éxodo 4:22—NVI)
Por su propia voluntad nos hizo nacer mediante la palabra de verdad, para que fuéramos como los primeros y mejores frutos de su creación. (Santiago 1:18—NVI)

El Señor nos ha escogido no sólo para ser salvos sino también para dar fruto.

No me escogieron ustedes a mí, sino que yo los escogí a ustedes y los comisioné para que vayan y den fruto, un fruto que perdure. Así el padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre. (Juan 15:16—NVI)

No fuimos predestinados desde la creación del mundo para ser salvos sino para ser transformados según la imagen de Cristo.

Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. (Romanos 8:29—NVI)

El primer miembro de los elegidos fue Abraham. Abraham fue llamado a salir de Ur de los Caldeos. Abraham fue escogido por el Señor para ser el padre de la Iglesia, de los llamados de Dios.

El Señor le dijo a Abram: “Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, y vete a la tierra que te mostraré.” (Génesis 12:1—NVI)

El versículo anterior señala el comienzo de la Iglesia, de los escogidos de Dios de entre la gente de la tierra.

Las tribus de Israel eran las elegidas de Dios, Sus escogidas. Esto no significa que el resto del mundo estuviera perdido a Dios sino que por medio de Israel Dios manifestaría Su Presencia, Su voluntad y Sus propósitos eternos a las demás naciones.

“Si ahora ustedes me son del todo obedientes, y cumplen mi pacto, serán mi propiedad exclusiva entre todas las naciones. Aunque toda la tierra me pertenece, ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa.” Comunícales todo esto a los israelitas. (Éxodo 19:5, 6—NVI)

“Toda la tierra me pertenece.”

La elección Divina, el ser miembro del olivo cultivado, siempre es por promesa. La unción Mesiánica, el olivo, le fue dada a Isaac, a Jacob y a los hijos de Jacob. El Espíritu de Cristo habló por medio de los Profetas Hebreos.

Cuando el Señor Jesús vino, sólo un remanente de Israel lo reconoció. La unción, el olivo, le fue dada a un remanente de Judíos y luego se extendió a un remanente de Gentiles. La selección se dio por promesa, por una predestinación operada mediante el conocimiento del futuro que Dios tiene.

Sin embargo, antes de que los mellizos nacieran, o hicieran algo bueno o malo, y para confirmar el propósito de la elección divina, (Romanos 9:11—NVI)
Ésos somos nosotros, a quienes Dios llamó no sólo de entre los judíos sino también de entre los gentiles. (Romanos 9:24—NVI)

La nación escogida, el Cuerpo de Cristo, ahora incluye tanto a Judíos como a Gentiles.

Hoy en día la elección incluye tanto a Judíos como a Gentiles. En los días que están por llegar la promesa se quitará de los Gentiles y Dios nuevamente derramará la plenitud de Su promesa sobre la nación de Israel. La nación completa volverá a nacer “en un instante” del Espíritu de Cristo. La nación de Israel reasumirá su papel anterior como el elegido, como la nación escogida.

Para resumir lo que hemos dicho hasta ahora, la gente de la tierra puede ser dividida en tres grupos:

  • Las naciones salvas
  • Los elegidos de Dios
  • Los perdidos

El plan de Dios es llevar a las naciones salvas a la vida eterna, al Paraíso sobre la tierra nueva.

Los elegidos son aquellas personas, Judías y Gentiles, a quienes Dios ha escogido para ser la primicia de la humanidad para Sí mismo. El papel de los elegidos es llevar las bendiciones de Dios a las naciones salvas. Las naciones salvas son la herencia de los elegidos.

Los elegidos fueron escogidos desde la fundación del mundo. Ellos son los testigos de Dios, los siervos de Dios, el real sacerdocio de Dios, los gobernantes de Dios en la era que vendrá. Aunque ellos también disfrutarán de un medio ambiente paradisiaco, su destino y herencia principal es estar con Dios, es ser parte integral de Dios por medio de Cristo por toda la eternidad.


Los objetivos inmediatos de Dios para Sus Elegidos

Dios tiene dos objetivos inmediatos para Sus elegidos:

  • Que sean según la imagen de Cristo
  • Que estén en unión completa y perfecta con Dios y unos con otros por medio de Cristo.

Ninguno de los propósitos eternos de Dios para Sus elegidos es posible hasta que los dos objetivos inmediatos anteriores se hayan cumplido.

El ministerio Cristiano ha señalado el vivir en el Paraíso de Dios como la meta de la redención Divina. El Paraíso se perdió porque no había ninguna protección contra el pecado, ningún muro que pudiera mantener fuera la rebelión en contra de Dios.

Dios no tiene la intención de llevar a nadie de regreso al Paraíso sobre la tierra hasta que se haya hecho una provisión que asegure que no habrá más pecado y rebelión en el Paraíso.

La primera acción de Dios para asegurarse de que el Paraíso esté libre de pecado fue perfeccionar al Señor Jesús por medio del sufrimiento. Cristo aprendió la obediencia al Padre por las cosas que sufrió sobre la tierra.

La segunda acción de Dios es formar a Cristo en una primicia de Sus elegidos, de Su pueblo. Las primicias, los santos victoriosos, también aprenderán la obediencia por medio del sufrimiento. Cada uno de estos futuros guardianes de la paz debe vencer, por medio de la Virtud de Cristo, su amor por el mundo, su amor por el pecado y su voluntad propia. En cuanto la primicia haya vencido los tres aspectos de la naturaleza caída entonces serán sentados sobre los tronos del universo, los tronos que actualmente están ocupados por Satanás y sus seguidores.

Entonces vi tronos donde se sentaron los que recibieron autoridad para juzgar. Vi también las almas de los que habían sido decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios. No habían adorado a la bestia ni a su imagen, ni se habían dejado poner su marca en la frente ni en la mano. Volvieron a vivir y reinaron con Cristo mil años. (Apocalipsis 20:4—NVI)

La tercera acción de Dios será aumentar la victoria que han logrado los santos victoriosos hacia el resto de los elegidos hasta que todo el cuerpo de personas escogidas sea un gran tabernáculo de Dios. El Tabernáculo de Dios es la nueva Jerusalén, la ciudad santa. Cada miembro, desde el más pequeño hasta el más grande, conocerá al Señor.

La cuarta acción de Dios, en Su programa para prevenir rebeliones futuras, será emplear a Sus elegidos, a Su real sacerdocio, como maestros y jueces de las naciones salvas hasta que toda rodilla se haya doblado en sumisión a Cristo y que Dios Padre sea Todo en todos.

El programa Divino es posible lograrse sólo conforme una primicia de los elegidos, y luego todos los elegidos, haya logrado la imagen moral y la unidad en Cristo en Dios que Dios está buscando.

Ser la imagen del Señor Jesucristo. Los elegidos deben lograr ser todo lo que el Señor Jesús es en naturaleza moral y en carácter. El Señor Jesucristo es perfecto en justicia, perfecto en santidad, perfecto en obediencia al Padre.

Cristo es el León de Judá cuando un león es necesario. Cristo es un Cordero cuando un cordero es necesario. Cristo puede ser más astuto y feroz que cualquier emperador terrestre. Cristo puede ser más gentil que una madre amamantando. Cristo es un señor más poderoso e impresionante que cualquier gobernante humano. Cristo también es juguetón e inocente como un niño.

Cristo es tan libre como un águila, tan majestuoso como un león, tan paciente como un toro, y tan compasivo como un hombre.

Cristo es plenamente la imagen de Su Padre. Cristo es lo que Dios quiso decir cuando dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen.”

Cada miembro de los elegidos está siendo creado para ser perfecto en justicia, perfecto en santidad, perfecto en obediencia al Padre. Las demás características de Cristo serán forjadas en nosotros según nuestro llamado en el Reino de Dios.

Esta transformación en la naturaleza moral y en el carácter es posible sólo conforme Cristo es formado en nosotros. Los propósitos que Dios tiene para Sus elegidos se vuelven posibles sólo conforme el objetivo de la imagen transformada sea lograda en los elegidos.

Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. (Romanos 8:29—NVI)

Estar en unión con Cristo y unos con otros así como Cristo es uno con el Padre. Las primeras dos partes de la declaración Divina original con respecto al hombre es que sería a la imagen de Dios y que sería hombre y mujer. Si no hay imagen y no hay hombre y mujer entonces no puede haber fructificación ni dominio sobre la creación.

A diferencia de las demás criaturas de Dios (hasta donde nosotros sabemos), el hombre fue hecho a la mitad. La mitad de la humanidad es hombre y la mitad es mujer. Debido a que el hombre está incompleto la unión es posible—unión con Dios y unión con la gente.

De todas las áreas de la existencia humana, las relaciones que tenemos son las más importantes. Cada uno de los Diez Mandamientos tiene algo que ver con las relaciones. El mundo está en ruina hoy en día debido a relaciones destructivas.

El hombre fue hecho para estar en perfecta unión con Dios por medio de Cristo y en perfecta unión con la gente. La unión perfecta sólo es posible por medio del amor—no el amor humano ni la compasión humana ni los sentimientos humanos sino el amor y la compasión Divinos. Mucho de nuestro discipulado consiste en que el Señor nos quita relaciones destructivas instituidas por el hombre y las reemplaza con relaciones puras, apacibles e instituidas por Dios.

La unión perfecta de la que estamos hablando es la que existe en la Trinidad.

Para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. (Juan 17:21—NVI)

De todos los aspectos de la redención, la unión con Dios mediante Cristo es el más importante. Amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas es el primer mandamiento y el más importante. Ser a la imagen de Cristo no es suficiente. De hecho, la imagen sin la unión es el Anticristo. Satanás desea ser “como el Altísimo” pero no tiene ninguna intención de llegar a tener unión con Dios.

Satanás desea ser independiente de Dios. Satanás trabaja de día y de noche para convencer a las personas que deben ser su propio dios. Satanás sabe que el hombre no es más que polvo a excepción de que esté en unión con una realidad espiritual. Satanás comprende que el individuo que no llegue a estar en unión con Dios automáticamente estará en unión con Satanás y adorará a Satanás. ¡No hay término medio!

Por lo tanto tenemos los dos objetivos Divino inmediatos—que los elegidos de Dios sean a la imagen de Cristo en su naturaleza moral, en carácter, y finalmente en cuerpo; y que los elegidos de Dios estén en unión perfecta con Él por medio de Cristo y en unión perfecta unos con otros.

Ninguno de los propósitos eternos de Dios puede ser logrado sin que los elegidos, la Iglesia, llegue a la imagen y a la unión que Dios está buscando.


Los propósitos de Dios para Sus Elegidos

Hemos dicho que el hombre tiene un recuerdo del Paraíso—del jardín que se encontraba sobre la tierra en el país de Edén. Todo ser humano desea morar en el Paraíso de Dios, incluyendo los elegidos de Dios. El deseo de nuestro corazón es estar donde sólo haya gozo y paz.

También es el deseo de Dios que la gente que es Su herencia more en amor, belleza, gozo y paz. Pero Dios tiene un deseo adicional para Sus elegidos.

Uno de los mandamientos de la Ley era que el primogénito, tanto de hombre como de animal, fuera redimido porque le pertenecía al Señor.

Conságrame el primogénito de todo vientre. Míos son todos los primogénitos israelitas y todos los primeros machos de sus animales. (Éxodo 13:2—NVI)

La tribu de Leví fue seleccionada por el Señor de entre las tribus de Israel para ser Su primogénito.

Yo mismo he escogido a los levitas de entre los israelitas, como sustitutos de todo primogénito. Los levitas son míos, (Números 3:12—NVI)

Por lo tanto es verdad que los elegidos de Dios, Su Iglesia, son Sus primogénitos de entre la humanidad. Los elegidos son la herencia de Dios y ellos son la herencia de Él.

El Señor le dijo a Aarón: “Tú no tendrás herencia en el país, ni recibirás ninguna porción de tierra, porque yo soy tu porción; yo soy tu herencia entre los israelitas.” (Números 18:20—NVI)

Los miembros del real sacerdocio son la herencia especial de Dios y Dios es su herencia de ellos. Cada miembro de los elegidos disfrutará del medio ambiente del Paraíso. Pero los elegidos tienen un llamado mucho más alto que morar en el Paraíso: el llamado de los elegidos de Dios es estar con Dios y ser parte de Dios por medio de Cristo por los siglos de los siglos.

Observa cómo las promesas a los santos victoriosos que se describen en los capítulos dos y tres del Libro de Apocalipsis no hacen hincapié en residir en el Paraíso. Las promesas tienen que ver con vida eterna, con autoridad, con cercanía al Señor, con oportunidades de servicio.

Lograr la residencia eterna en el Paraíso pudo haber sido nuestra meta hasta este punto. Pero ahora comenzamos a ver que como miembros de los elegidos del Señor tenemos un llamado mucho más alto. Debemos buscar al Señor como nunca antes. Una transformación personal y una unión con el Señor sólo son posibles conforme vencemos nuestro amor por el mundo, nuestro amor al pecado y nuestra voluntad propia. Los propósitos eternos de Dios en Su universo serán posibles sólo conforme los elegidos experimenten transformación personal y unión con el Señor.

Pensemos en algunos de los propósitos de Dios. Dios satisfará Sus necesidades y deseos y las necesidades y deseos de Su creación creando a los santos a la imagen de Cristo y llevándolos a una unión perfecta Consigo mismo. Entonces ellos podrán servir en los siguientes papeles, como:

  • La Esposa del Cordero
  • El Templo de Dios
  • El Cuerpo de Cristo
  • El vehículo para el avivamiento de los últimos tiempos
  • Los restauradores del Paraíso sobre la tierra
  • El real sacerdocio
  • Los testigos de Dios
  • Los hijos de Dios
  • Los hermanos de Cristo
  • Los vencedores del acusador
  • Los gobernadores de las naciones
  • Los jueces de hombres y ángeles
  • La muralla de defensa alrededor de la Gloria de Dios
  • La manifestación de Sí mismo—Dios en Cristo en los santos

La Esposa del Cordero. De todos los propósitos de Dios quizá el más importante, el más santo, sea adquirir una esposa, una pareja y complemento para Su Hijo el Señor Jesucristo.

¿Cómo será esta Miss Universo? ¿De dónde vendrá?

¿Acaso las iglesias de la tierra son la Esposa del Cordero? ¡No completamente!

Sin embargo, tienes en Sardis a unos cuantos que no se han manchado la ropa. Ellos, por ser dignos, andarán conmigo vestidos de blanco. (Apocalipsis 3:4—NVI)

En la economía de Dios, semejante debe casarse con semejante. Las iglesias actuales consisten, en su mayoría, de personas carnales buscando calificar por medios carnales para entrar a un cielo carnal donde usarán zapatillas doradas, caminarán sobre calles de oro y vivirán en mansiones. Estas iglesias no son compatibles para ser la esposa del Cordero.

El Señor Jesús es Dios verdadero y Hombre verdadero. Su Naturaleza es Divina. Sin embargo, tiene un alma y un cuerpo humano nacido de una madre humana.

Semejante debe casarse con semejante. Quien se case con el Cordero también deberá ser de Divinidad y de humano. ¿Cómo se logra esto en nosotros que fuimos creados de barro?

Adán y Eva componen la imagen bíblica del Cordero y Su Esposa. Adán fue hecho del barro de la tierra. Eva fue hecha de una parte de Adán.

De este mismo modo, el Cordero vino de Dios, nació de Dios. La Esposa del Cordero está siendo hecha del cuerpo y la sangre del Cordero.

Adán no puede casarse con Dios. Adán debe ir primero a la cruz. Conforme Adán muere, entonces Cristo es formado. Nosotros comemos del Cordero de Dios y tomamos de Su sangre. Por este hecho nos volvemos la Esposa del Cordero.

Nosotros debemos aprender a vivir por la Vida del Cordero. Cuando el Cordero aparezca, los que vivimos comiendo y bebiendo del Cordero seremos atraídos hacia Él en el aire. Mientras no vayamos hacia Él, Él permanece incompleto porque somos una parte integral de Él.

Es imposible para nosotros comprender la intensidad del amor que el Cordero le tiene a Su Esposa. El Cordero creó a todas las personas y tiene autoridad sobre todas las personas. Pero la Esposa es especial y muy amada. El Cantar de los Cantares de Salomón nos da una pequeña noción del lugar que la Esposa tiene en el corazón del Cordero de Dios.

Es fácil darse cuenta que ningún individuo será parte de la Esposa del Cordero hasta que haya sido transformado de Adán a Cristo y que esté dispuesto a rendir su individualidad y su independencia para volverse uno con el Señor.

El Templo De Dios. Dios está buscando una casa en donde pueda vivir y moverse y tener Su ser. Él ha creado a una multitud de personas, pero Él no puede estar con ellas y bendecirlas porque no tiene un lugar adecuado donde morar, un lugar a donde los miembros de las naciones salvas puedan acercarse sin ser destruidos.

El Cielo es el trono de Dios. La tierra es el estrado de Sus pies. Ni el Cielo ni la tierra son la casa de Dios, el lugar de Su reposo.

Así dice el Señor: “El cielo es mi trono, y la tierra, el estrado de mis pies. ¿Qué casa me pueden construir? ¿Qué morada me pueden ofrecer? (Isaías 66:1—NVI)

Uno de los propósitos principales de Dios en Sus elegidos es tener una casa, una habitación donde Él pueda morar y a través de la cual Él pueda acercarse a la gente y bendecirlas. La Iglesia de Cristo se está moldeando en una casa viviente para Dios. El Señor Jesús es la Piedra angular. Los santos, los elegidos, son piedras vivientes en el Templo eterno de Dios.

En él también ustedes son edificados juntamente para ser morada de Dios por su Espíritu. (Efesios 2:22—NVI)

El Cuerpo De Cristo. Cristo es el Libertador Ungido anunciado por los Profetas Hebreos.

Éste es mi siervo, a quien sostengo, mi escogido, en quien me deleito; sobre él he puesto mi Espíritu, y llevará justicia a las naciones. (Isaías 42:1—NVI)

Cuando Cristo regrese, Él gobernará al mundo desde Jerusalén. Los humildes de corazón se regocijarán. Los santos danzarán de gozo. La rebeldía y la injusticia será eliminada de la tierra. Todos los problemas se resolverán cuando Cristo regrese.

Cuando el Señor Jesús vino, Él no cumplió las promesas del capítulo cuarenta y dos de Isaías. Él no llevó justicia a las naciones Gentiles. La razón de esto es porque Dios ha decidido que la liberación y restauración prometidas vengan por medio de la Cabeza y el Cuerpo. El Cuerpo se ha estado modelado durante dos mil años. En cuanto el Cuerpo haya sido preparado, la Cabeza y el Cuerpo serán manifestados. Entonces, Cristo completo cumplirá las maravillosas promesas de Isaías con respecto a la restauración del Paraíso sobre la tierra.

Es necesario que él permanezca en el cielo hasta que llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas, como Dios lo ha anunciado desde hace siglos por medio de sus santos profetas. (Hechos 3:21—NVI)
Cuando Cristo, que es la vida de ustedes, se manifieste, entonces también ustedes serán manifestados con él en gloria. (Colosenses 3:4—NVI)

Cristo vino y se dio a Sí mismo como sacrificio por los pecados del mundo, según se escribió de Él.

Todos andábamos perdidos, como ovejas; cada uno seguía su propio camino, pero el Señor hizo recaer sobre él la iniquidad de todos nosotros. (Isaías 53:6—NVI)

Cristo regresará nuevamente, pero esta vez en poder y gloria. Antes de que regrese Él debe estar formado en los elegidos.

A éstos Dios se propuso dar a conocer cuál es la gloriosa riqueza de este misterio entre las naciones, que es Cristo en ustedes, la esperanza de gloria. (Colosenses 1:27—NVI)

Cristo en nosotros. Este es el misterio que ha sido ocultado desde hace muchos años y generaciones.

Conforme Cristo es formado en nosotros, nosotros nos volvemos células de Su gran Cuerpo, del Cuerpo del Libertador Ungido. Cristo está formado por la Cabeza, y luego por el Cuerpo formado de la Cabeza.

De hecho, aunque el cuerpo es uno solo, tiene muchos miembros, y todos los miembros, no obstante ser muchos, forman un solo cuerpo. Así sucede con Cristo. (1 Corintios 12:12—NVI)

Cristo tiene una Cabeza, el exaltado Señor Jesucristo, el Hijo único de Dios. Los santos, los elegidos, el Israel de Dios, son miembros del Cuerpo. Cristo está en cada una de las células de Su Cuerpo, las células que han sido formadas de Su cuerpo y Su sangre.

Para que cualquier persona se vuelva parte del Cuerpo de Cristo ésta debe ser transformada en su naturaleza y carácter moral y ser llevada a una unión perfecta con la Cabeza. De otra manera, tendríamos a un cuerpo que no obedece a la Cabeza. Un cuerpo que no obedece a su cabeza está sufriendo de una enfermedad del sistema nervioso.

El vehículo para el avivamiento de los últimos tiempos. Como hemos mencionado anteriormente, del tiempo de la transición de la Era de la Iglesia a la Era del Reino habrá un tremendo derramamiento, en porción doble, del Espíritu de Dios sobre sus elegidos, según se describe en Isaías, Capítulo 60.

La doble porción de Gloria Divina y de juicio divino está ejemplificado por los dos tipos de ganchos (50 de oro y 50 de bronce) que conectaban las cortinas de la Tienda de Reunión (Éxodo 26:6,11). Los dos grupos de 50 ganchos estaban sobre la cortina que daba entrada al Lugar Santísimo, representando la transición de la Era de la Iglesia actual a la Era del Reinado de los mil años.

Cincuenta es el número de Pentecostés.

Tal derramamiento de Gloria Divina, y la recolección que resultará de las naciones salvas, no será posible hasta que una primicia de los elegidos haya logrado la imagen y unión deseadas. Dios no dará una Gloria de esta magnitud ni confiará a Sus amadas naciones a cualquiera que no esté dispuesto a vivir en justicia, santidad y obediencia o que no esté en perfecta unión con Él por medio de Cristo.

¡Dios no le dará Su Gloria a ningún otro! Nosotros debemos volvernos parte de Dios, debemos casarnos con Él, si queremos recibir la plenitud de la Gloria.

Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí. Permite que alcancen la perfección en la unidad, y así el mundo reconozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos tal como me has amado a mí. (Juan 17:22,23—NVI)

Los restauradores del Paraíso sobre la tierra. El Paraíso será restaurado a la tierra gracias a los hijos de Dios.

De que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. (Romanos 8:21—NVI)

La creación material será puesta en libertad cuando el Señor Jesús y Sus hermanos regresen en la Gloria del Padre.

El Día del Señor está siendo creado en los elegidos de Dios. El Lucero de la Mañana, Cristo, surge en nuestros corazones conforme servimos al Señor diligentemente durante nuestro discipulado.

Esto ha venido a confirmarnos la palabra de los profetas [las Escrituras], a la cual ustedes hacen bien en prestar atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día y salga el lucero de la mañana en sus corazones. (2Pedro 1:19—NVI)

El Lucero de la Mañana anuncia el Día del Señor. La característica principal del Día del Señor es que todas las obras de la carne serán humilladas y sólo el Señor será exaltado.

Los ojos del altivo serán humillados y la arrogancia humana será doblegada. ¡En aquel día sólo el Señor será exaltado! (Isaías 2:11—NVI)

Quizá estemos buscando una nueva era en la que la justicia y la gloria serán derramadas del Cielo y la naturaleza será vivificada en el Espíritu de Dios. Lo cierto es que la nueva era ya está siendo creada en los santos victoriosos de Dios. Cuando el Reino de Dios, el dominio de Dios y la voluntad de Dios hayan sido perfeccionados en ellos, entonces el Señor Jesús regresará a la tierra con Sus santos para que con ellos y por medio de ellos sea establecido Su Reino.

El Día del Señor, el Milenio, el nuevo mundo de justicia, el reino apacible, vendrá del interior de los elegidos. El león y el cordero deben acostarse juntos apaciblemente en nosotros queriendo decir con esto que el aspecto salvaje de nuestra personalidad (que es de Dios y de la imagen de Dios) debe estar en paz con el aspecto humilde de nuestra personalidad (que también es de Dios y de la imagen de Dios). Estos dos aspectos, el salvaje y el humilde, deben ser guiados por un niño. Debemos volvernos como niños en malicia si queremos entrar al Reino de Dios.

La maldición será levantada gracias a los hijos de Dios. La vida eterna será dada a la gente por medio de los hijos de Dios. Las áreas de la tierra que hayan sido destruidas serán reconstruidas por los hijos de Dios.

Reconstruirán las ruinas antiguas, y restaurarán los escombros de antaño; repararán las ciudades en ruinas, y los escombros de muchas generaciones. (Isaías 61:4—NVI)

La Gloria del Señor llenará la tierra debido a la Presencia de Cristo—Cabeza y Cuerpo.

El jardín de Dios no puede venir a la tierra para ser disfrutada por la humanidad hasta que los elegidos de Dios hayan sido renovados en imagen y sean llevados a la unión con Dios por medio de Cristo.

El real sacerdocio

También ustedes son como piedras vivas, con las cuales se está edificando una casa espiritual. De este modo llegan a ser un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por medio de Jesucristo. (1 Pedro 2:5—NVI)

Dios tiene la intención de que Israel sea una nación de sacerdotes. En los tiempos del Antiguo Testamento los Levitas servían en un oficio particularmente santo. El sacerdocio descendiente de Aarón había sido apartado a un grado mayor que los Levitas. Del sacerdocio descendiente de Aarón provenía el Sumo Sacerdote de Israel—un llamado progresivamente más santo. Sin embargo, toda la nación debía ser santa, un reino de sacerdotes.

Ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación santa. Comunícales todo esto a los israelitas (Éxodo:19:6—NVI)

El papel del sacerdote es comunicarle a la gente la Persona, los caminos, la voluntad, las leyes y los propósitos eternos que Dios tiene para los elegidos. El sacerdote es un maestro que guía a la gente en los caminos justos del Señor.

El Señor Jesús es el gran Sumo Sacerdote de Dios. El Señor Jesús es el único sacerdote de Dios para sus elegidos. No es del Señor que algunos de los elegidos sean sacerdotes sobre otros de los elegidos. En el Cuerpo de Cristo no hay “reverendos”, no hay clérigos. Debemos eliminar por completo el patrón clérigo-laico lo más pronto posible.

Pero no permitan que a ustedes se les llame “Rabí”, porque tienen un solo Maestro y todos ustedes son hermanos. Y no llamen “padre” a nadie en la tierra, porque ustedes tienen un solo Padre, y él está en el cielo. Ni permitan que los llamen “maestro”, porque tienen un solo Maestro, el Cristo. (Mateo 23:8-10—NVI)

“Todos ustedes son hermanos.”

Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, (1 Timoteo 2:5—NVI)

Jesús es el único sacerdote sobre los miembros de Su Cuerpo, de Su Iglesia. La Iglesia misma consiste en los sacerdotes de Dios que bendecirán y enseñarán a las naciones salvas de la tierra.

Pero a ustedes los llamarán “sacerdotes del Señor”; les dirán “ministros de nuestro Dios”. Se alimentarán de las riquezas de las naciones, y se jactarán de los tesoros de ellas. (Isaías 61:6—NVI)

No es posible que nosotros sirvamos como sacerdotes a las naciones salvas hasta que seamos a la imagen de Cristo y que estemos en unión con Dios. De otra manera, pondríamos un mal ejemplo a la gente, así como Elí y sus dos hijos lo pusieron. Además, también buscaríamos nuestra propia gloria, ocasionando discordia en la creación de Dios.

Debido a que Elí el sacerdote honró a sus hijos por encima de Dios, Dios le dijo a Elí lo siguiente:

Por cuanto has hecho esto, de ninguna manera permitiré que tus parientes me sirvan, aun cuando yo había prometido que toda tu familia, tanto tus antepasados como tus descendientes, me servirían siempre. (1 Samuel 2:30—NVI)

Ninguna persona puede decidir ser sacerdote; el sacerdote debe ser elegido por el Señor.

Nadie ocupa ese cargo por iniciativa propia; más bien, lo ocupa el que es llamado por Dios, como sucedió con Aarón. (Hebreos 5:4—NVI)

Ser miembro del Cuerpo de Cristo es el honor más alto que Dios puede otorgar. Sigamos al Señor hasta que Él nos haga merecedores del sacerdocio.

Dichosos y santos los que tienen parte en la primera resurrección. La segunda muerte no tiene poder sobre ellos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años. (Apocalipsis 20:6—NVI)

Los testigos de Dios. Desde que el hombre ha estado sobre la tierra, Dios ha tenido a Sus testigos. Desde los días de Abel han habido personas que han representado a Dios y Su justicia.

Todo testigo de Dios es eterno. Ya sea que nos refiramos a Noé, a Abraham, a Moisés, a Elías, o al apóstol Pablo, cualquiera de ellos está dando testimonio de la justicia de Dios hasta este día.

Ningún individuo puede ser considerado un testigo, en toda la plenitud de su significado, hasta que esté en la imagen del Señor y esté en unión con el Señor. Entre más se acerque la imagen a ser completa y entre más se acerque la unión a ser completa, más se acercará el testimonio a ser perfecto. El Señor Jesús es el testigo completo y perfecto de Dios.

Dios pasa mucho tiempo y esfuerzo confeccionando a un testigo.

Yo soy el Señor, tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador; yo he entregado a Egipto como precio por tu rescate, a Cus y a Seba en tu lugar. (Isaías 43:3—NVI)
Ustedes son mis testigos—afirma el Señor –, son mis siervos escogidos, para que me conozcan y crean en mí, y entiendan que Yo soy. Antes de mí no hubo ningún otro dios, ni habrá ninguno después de mí. (Isaías 43:10—NVI)

El testigo verdadero de Dios es aquel individuo que ha sido escogido por Dios, que conoce a Dios, que cree a Dios, que comprende que sólo Dios es Dios. Para que una persona llegue a conocer a Dios a este grado debe ser llevado a una multitud de experiencias—muchas de ellas dolorosas.

Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas. (Isaías 43:2—NVI)

Dios nos hace pasar por circunstancias dolorosas para obligarnos a acercarnos a Él, para que lo conozcamos de una manera personal, para conocer su fidelidad perfecta, Su amor infalible, Su formalidad, la inmutabilidad de Su Palabra, Su preocupación por los detalles de nuestra vida.

A veces pasan muchos años durante los cuales el Señor nos está instruyendo. Durante este periodo quizá sea verdad que los deseos más intensos de nuestro corazón no se cumplan. Toda relación, circunstancia y cosa es probada, probada y probada. Paciencia sin fin se requiere de nuestra parte.

El tesoro más importante que obtenemos durante nuestro peregrinaje sobre la tierra es el conocimiento del Santo. Se requiere de toda una vida para llegar a conocer al Señor. “A fin de conocerlo”, clamó Pablo.

Conforme buscamos al Señor, respondiendo fielmente a las cruces y a los desafíos, así como a las bendiciones que se nos dan, nos volvemos aun más eficaces como testigos del Señor. Ser un testigo del Señor muchas veces incluye más que “decirle a otros sobre Jesús”, aunque decirle a otros sobre Jesús tiene sus propio lugar en el plan de Dios.

El testimonio más fuerte que podemos dar es la expresión de toda nuestra personalidad conforme crecemos más y más en la imagen del Señor y en unión con Él.

La nueva Jerusalén es el pleno testimonio de Dios, la clara revelación de Su santo Ser. La nueva Jerusalén reflejará la Persona, la voluntad, y los caminos de Dios por toda la eternidad.

Existe una diferencia entre el ministerio y el testimonio. Los dones y ministerios del Espíritu Santo son dados por el Cristo ascendido a quien Él desee dárselos, independientemente de la madurez espiritual del que recibe el don. Cristo da testimonio de Su voluntad por medio de los dones y ministerios del Espíritu.

Sin embargo, existe un testimonio mayor que el de dones y ministerios. El verdadero testimonio de Dios es un “candelabro” que brilla sobre la noche de la tierra. Todo el Cuerpo de Cristo es el Candelabro Divino, una réplica del Candelabro del Tabernáculo de la Congregación. El propósito de los dones y ministerios es construir el Candelabro, el testimonio de Dios.

La luz del mundo es la conducta justa y santa de los santos.

Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo. (Mateo 5:16—NVI)

Hay abundancia de dones y ministerios el día de hoy. Sin embargo, en muchos casos no hay un testimonio moral. El ministerio frecuentemente ama al espíritu de este mundo y practica las lujurias de la carne. La mayor oscuridad de todas se encuentra en el egoísmo de muchos ministros de Dios. Cada uno está buscando su propia gloria, su propio reino y no las cosas que le pertenecen a Cristo.

Por todo el mundo el testimonio Divino se ha extinguido, tanto por la doctrina errónea con respecto al papel correcto de la gracia en la vida Cristiana como por la voluntad del pueblo de Dios por vivir en el mundo, en la lujuria de la carne, y en la voluntad propia y el egocentrismo.

La lámpara de Dios casi se ha extinguido pero Dios le está hablando a Sus Samueles.

El más grande testimonio de Dios jamás dado sobre la faz de la tierra, con la única excepción de los días en que Jesús de Nazaret caminó sobre la tierra, sucederá en el futuro cercano. Nos estamos refiriendo al avivamiento de las lluvias tardías del poder de Dios simbolizado por los dos testigos de Apocalipsis, Capítulo 11. Observa en el comienzo del Capítulo 11 que los testigos son juzgados antes de darles poder.

Se me dio una caña que servía para medir, y se me ordenó: “Levántate y mide el templo de Dios y el altar, y calcula cuántos pueden adorar allí.” (Apocalipsis 11:1—NVI)

Aquellos que están en el Altar de Incienso, hablando figurativamente, adorando a Dios y dedicándole sus vidas a Él, serán juzgados cuidadosamente y en detalle. Luego se les dará el poder para dar testimonio sobre la tierra vestidos de luto, es decir, vestidos de humildad.

El testimonio de los últimos días no será, como lo es hoy, una situación en la que “ministros” egoístas están acaparando oro para sí mismos, viviendo en gran lujo. Más bien, los santos que darán testimonio en los días en que cierre la era actual serán verdaderos discípulos del Señor, dando testimonio de la Persona y de los caminos santos de Dios desde su posición con Cristo en la cruz.

El mayor testimonio de todos está por suceder pero los testigos primero deben ser creados en la imagen moral del Señor y luego ser llevados a una unión completa con Él.

Los hijos de Dios. Dios es un Padre. Él ha creado a una multitud de personas, quienes, en un sentido general, son Sus hijos. Estos son los descendientes de Adán.

Ahora Dios está siendo el Padre de hijos de una manera más específica. Él ha provisto para que quienquiera que esté dispuesto a recibir a Cristo como su Señor y Salvador sea nacido de la Descendencia de Dios, teniendo así la Naturaleza Divina formada en él.

Mas a cuantos lo recibieron a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios. Éstos no nacen de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios. (Juan 1:12, 13—NVI)

Cada uno de los hijos que nacen de esta manera luego es desafiado a vencer, por medio de Cristo, el amor al mundo, el amor al pecado y finalmente a su propia voluntad. Cada creyente que sale victorioso en esta dura batalla se vuelve un hijo de Dios en un sentido finalmente triunfante.

El que salga vencedor heredará todo esto, y yo seré su Dios y él será mi hijo. (Apocalipsis 21:7—NVI)

La creación material esta aguardando con ansiedad ver la manifestación de los hijos de Dios; ya que cuando sean manifestados, la creación será puesta en libertad de las ataduras de la frivolidad y la corrupción y entrará a la gloriosa libertad de los hijos de Dios.

Cada hijo victorioso de Dios estará en la imagen de Cristo, estará en total y reposada unión con Él, y será guiado por el Espíritu de Dios.

Cuando los hijos de Dios hayan sido creados y sean uno en y con Cristo, en y con el gran Hijo de Dios, entonces serán señores sobre toda la creación de Dios—incluyendo a las criaturas angelicales. Ellos serán los herederos de todo lo que Dios es y lo que posee.

En efecto, a fin de llevar a muchos hijos a la gloria, convenía que Dios, para quien y por medio de quien todo existe, perfeccionara mediante el sufrimiento al autor de la salvación de ellos. (Hebreos 2:10—NVI)

Los hermanos de Cristo.

Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. (Romanos 8:29—NVI)

”¡El primogénito entre muchos hermanos!”

Aquí tenemos al Señor Jesús, al Hijo de Dios desde la eternidad rodeado de Sus hermanitos. Ellos son pequeños ahora pero crecerán en Cristo durante la incontable era que vendrá.

El Señor no nos menosprecia. Él nos considera sus verdaderos hermanos porque hemos nacido de Su Padre.

Tanto el que santifica como los que son santificados tienen un mismo origen, por lo cual Jesús no se avergüenza de llamarlos hermanos, cuando dice: “Proclamaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré.” (Hebreos 2:11, 12—NVI)
Por eso era preciso que en todo se asemejara a sus hermanos, para ser un sumo sacerdote fiel y misericordioso al servicio de Dios, a fin de expiar los pecados del pueblo. (Hebreos 2:17—NVI)

El mayor gozo del Señor es referirse a nosotros como Sus hermanos. Nosotros podemos escuchar esta expresión de gozo en el momento en que Él salió de la cueva de José de Arimateo.

–Suéltame, porque todavía no he vuelto al Padre. Ve más bien a mis hermanos y diles: “Vuelvo a mi Padre, que es Padre de ustedes; a mi Dios, que es Dios de ustedes.” (Juan 20:17—NVI)

¡“Ve más bien a mis hermanos”!

¡Qué maravilloso!

Pero si vamos a ser los hermanos del Señor Jesús nosotros debemos estar en Su imagen y en unión con Él. De otra manera nos causaríamos daño a nosotros mismos y a los demás si se nos pusiera en una posición tan exaltada de honor.

Los vencedores del acusador. Satanás acusa continuamente al justo ante el Trono de Dios, como podemos ver en la historia de Job. El acceso que Satanás tiene a Dios es una fuente continua de aflicción para los habitantes del Cielo.

Dios nunca les ha dado a Miguel y a sus ángeles suficiente poder para echar a Satanás del Cielo. La razón de esto es que Dios no ejecutará juicio sobre Satanás hasta que Dios le haya demostrado a Satanás y a los dignatarios espirituales rebeldes que el Espíritu de Cristo en los seres humanos es suficientemente justo para que ellos vivan en justicia y santidad sobre este planeta maldecido con pecado.

Dios ha sido vindicado ante los señores angelicales por la conducta de Su Hijo sobre la tierra, y seguirá siendo vindicado en Su justicia y juicio por el comportamiento de Sus hijos conforme la naturaleza de Adán de Sus hijos sea crucificada y Cristo viva en ellos.

Uno de los papeles principales de los santos es seguir a Jesús al grado que el Padre sea justificado para ejecutar juicio sobre Satanás. Hoy, como nunca antes quizá, el llamado está saliendo: ¿Quién está dispuesto a aferrarse a la sangre del Cordero, a ser perseverante en su testimonio de Dios, y a ceder su propia vida, hasta que el acusador de los hermanos haya sido completamente vencido?

A través de la historia han existido santos (y existen algunos hoy en día) que han servido a Dios y han permanecido fieles a Él mientras experimentan toda dificultad, todo dolor y toda negación concebible de sí mismos. Ellos han sido tentados de toda manera por los señores caídos del Cielo y a veces han sido alejados mediante el engaño. Sin embargo, el clamor de su corazón ha sido la justicia. “¡Guíame por los senderos de justicia por el bien de tu nombre!”

Cuando estos santos se dieron cuenta de que se habían alejado del camino, ellos regresaron a él. Ellos han confiado en la sangre del Cordero para que perdone sus errores, para lavarlos y que sean más blancos que la nieve.

La Palabra de Dios ha sido probada en ellos siete veces como en un horno de fuego. El Espíritu Santo ha hecho surgir en sus mentes, en sus bocas y en sus acciones el testimonio de Dios. Cada Palabra de Dios ha sido justificada y establecida en ellos. Cuando fueron arrastrados por el suelo ellos adoraron a Dios por Su fidelidad incambiable. Su esperanza se ha arraigado brillantemente, sabiendo que la justicia triunfará a final de cuentas.

Cuando llegó su momento de verdad ellos se angustiaron por la cruz. Su alma les fue arrancada. Pero continuaron adorando a Dios, sabiendo que en Su diestra hay placeres que durarán toda la eternidad.

Cuando los señores de las tinieblas hayan terminado de jugar con los conquistadores, Dios mirará a Satanás y le dirá “¿Qué más deseas intentar?”

Satanás no podrá decir una sola palabra. El Espíritu de Cristo en los elegidos ha vencido cada acusación de Satanás. Entonces el Padre dará la orden. Miguel y sus legiones serán llenados con poder irresistible. El ejército del Cielo avanzará contra Satanás y sus ángeles. Los ejércitos se enfrentarán. Satanás y sus fuerzas serán echadas del cielo hacia la tierra.

Los príncipes de las tinieblas nunca más volverán a tener acceso al Trono de Dios-¡Nunca! ¡Nunca! ¡Jamás!

Los himnos de adoración y gozo puro serán derramados desde cada esquina del Cielo:

…Han llegado ya la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios; ha llegado ya la autoridad de su Cristo. Porque ha sido expulsado el acusador de los hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios. Ellos lo han vencido por medio de la sangre del Cordero y por el mensaje del cual dieron testimonio; no valoraron tanto su vida como para evitar la muerte. (Apocalipsis 12:10, 11—NVI)

¡“Ellos lo han vencido”!

Ahora sí está cerca la victoria total. La lucha se está aproximando a su conclusión. Satanás será aplastado bajo los pies de los santos. Así está escrito. Así sucederá y ningún poder podrá evitarlo.

La victoria sobre todos los poderes de las tinieblas será obtenido por aquellos que han sido transformados según la imagen de Cristo y llevados a una unión total unos con otros y con el Padre por medio de Cristo.

Los gobernadores de las naciones. Muchos de los problemas del mundo de hoy en día surgen por un mal gobierno. Los gobernantes y los líderes frecuentemente están llenos con el espíritu del amor por el mundo, con la lujuria de su carne, y con egocentrismo. Ellos no están buscando a Dios ni son humildes ante Él. Ellos confían en el dinero, en la fuerza militar, y en la educación para que los salve. Están buscando su propia gloria y su propio beneficio.

Mientras tanto, aquellos que están siendo gobernados están sufriendo. Existen suficientes recursos en la tierra para alimentar y proteger muchas veces a la población actual. Debido a la avaricia de los gobernantes los recursos de la tierra sobreabundan en algunas regiones y escasean en otras.

El gobierno democrático está siendo proclamado en muchos lugares como la solución a los problemas de la gente. Sin embargo, la gente no ha sido creada con la habilidad de gobernarse a sí misma por lo que las llamadas naciones “libres” están encadenadas a todo tipo de corrupción inspirada por Satanás. Los sistemas totalitarios y del feudalismos son igual de malos, si no es que peor, en cuanto a cualquier tipo de aplicación equitativa a los recursos de la tierra.

Entre tanto, hay guerras, revoluciones, hambre y miseria económica mientras los gobiernos prometen liberación a quienes acepten sus filosofías.

En este momento, en los Estados Unidos de Norteamérica se acerca una elección presidencial. No importa quien sea elegido. El crimen y otras formas de desintegración social aumentarán a menos que la nación se humille y se vuelva a Dios.

Cuando comenzó el mundo, el hombre fue puesto en un jardín, en una situación que presentaba todo tipo de elemento necesario para una existencia totalmente gozosa. Antes de que el Señor regrese, toda la tierra se volverá como Sodoma y Gomorra—ciertamente mucho peor que Sodoma y Gomorra. Desde las grandes ciudades ascenderá a los cielos las carcajadas demoniacas, el llanto penetrante de los niños siendo molestados, el susurro agonizante de los fetos siendo abortados, el latido de la jungla por la música inspirada por las drogas y el hedor de hombres y mujeres ebrios, violentos y blasfemos.

Los gobiernos demoniacos entienden su papel en ser el placer de los ciudadanos. Pero el plan que Dios tiene para un gobierno civil es que éste considere al pecado como un crimen y que obligue a la obediencia mediante el uso de armas.

Porque los gobernantes no están para infundir terror a los que hacen lo bueno sino a los que hacen lo malo. ¿Quieres librarte del miedo a la autoridad? Haz lo bueno, y tendrás su aprobación, pues está al servicio de Dios para tu bien. Pero si haces lo malo, entonces debes tener miedo. No en vano lleva la espada, pues está al servicio de Dios para impartir justicia y castigar al malhechor. (Romanos 13:3, 4—NVI)

El gobierno civil “está al servicio de Dios para tu bien…para impartir justicia y castigar al malhechor.”

Al “malhechor” en cuanto a moralidad bíblica, no en cuanto a moralidad humanista y democrática.

Muchos de los gobiernos de nuestros días han perdido la voluntad de gobernar. Le temen a la gente porque son elegidos por el pueblo. Pero en realidad los políticos se sirven a sí mismos y no a Dios y a la gente. Ellos han sido puestos en la balanza y han sido encontrados faltos.

Dios ha establecido a Su Rey.

He establecido a mi rey sobre Sión, mi santo monte. (Salmo 2:6—NVI)

Y Dios ha establecido a sus reyes menores bajo el gran Rey, bajo el Rey de reyes.

Al que salga vencedor y cumpla mi voluntad hasta el fin, le daré autoridad sobre las naciones—así como yo la he recibido de mi Padre—y “él las gobernará con puño de hierro; las hará pedazos como a vasijas de barro”. (Apocalipsis 2:26, 27—NVI)

Dios comprende mejor que nosotros que las condiciones sobre la tierra son causadas por quienes están en autoridad. Por esto, es severo el entrenamiento de los futuros gobernadores.

Todos los reyes que Dios ha asignado deben sufrir, porque el sufrimiento rompe nuestra voluntad propia y desobediencia asegurando que en el futuro, cuando recibamos gran autoridad, seamos estrictamente obedientes al Padre.

Si resistimos, también reinaremos con él. Si lo negamos, también él nos negará; (2 Timoteo 2:12—NVI)

Debemos soportar pacientemente cuando somos puestos en una prisión, ya sea en una prisión literal o en una situación en la que no se nos permita vivir como nosotros escojamos.

No tengas miedo de lo que estás por sufrir. Te advierto que a algunos de ustedes el diablo los meterá en la cárcel para ponerlos a prueba, y sufrirán persecución durante diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida. (Apocalipsis 2:10—NVI)

Nosotros debemos sólo ver hacia el Señor, sin permitir que alguna persona nos quite nuestra corona de autoridad.

Vengo pronto. Aférrate a lo que tienes, para que nadie te quite la corona. (Apocalipsis 3:11—NVI)

Si le permitimos a otro individuo que nos quite nuestra corona, si permitimos que nos convenza de tomar otro camino diferente del que el Señor nos ha mostrado, un amigo, por ejemplo, o un esposo o esposa, o un jefe, o un agente del gobierno, o un maestro de las Escrituras, entonces no somos competentes para gobernar como uno de los reyes de Dios.

Si logramos vencer todas los desafíos que se nos presenten entonces seremos puestos en el trono más alto de todos.

Al que salga vencedor le daré el derecho de sentarse conmigo en mi trono, como también yo vencí y me senté con mi Padre en su trono. (Apocalipsis 3:21—NVI)

Dios tiene una gran necesidad de tener gobernantes para que gobiernen Su herencia. Pero si nosotros vamos a gobernar apropiadamente sobre la herencia del Señor debemos estar en la imagen de Cristo y en unión perfecta con el Padre por medio del Hijo.

Hoy en día los gobernantes de la tierra viven rodeados de lujos y mienten, roban, y hacen hasta lo imposible para mantener su elevada posición. Los pobres continúan usando harapos, con la esperanza que de alguna manera la justicia les llegará y tendrán suficiente para comer y un lugar para dormir con sus familias sin temor.

Cuando Cristo venga, los pobres de la tierra se regocijarán por la sobreabundancia de paz y seguridad. Pero quienes hayan estado viviendo rodeados de lujos, usando sus posiciones y dones para su propio beneficio, llorarán y gritarán en ira y angustia. En ese día no habrá quien los salve, ya que no habrán cuidado de los pobres como el Señor les ordenó a los ricos que hicieran.

Los justos no deben lamentarse de sí mismos. La justicia vendrá por la mano de Cristo—Cabeza y Cuerpo.

Los jueces de hombres y ángeles.

¿Acaso no saben que los creyentes juzgarán al mundo? Y si ustedes han de juzgar al mundo, ¿cómo no van a ser capaces de juzgar casos insignificantes? ¿No saben que aun a los ángeles los juzgaremos? ¡Cuánto más los asuntos de esta vida! (1 Corintios 6:2,3—NVI)

Hace muchísimo tiempo hubo una rebelión en contra del Padre y Sus leyes. Esa rebelión y pecado no ha sido vengado todavía. El Día de la Ira se encuentra más adelante.

En lugar de sentenciar inmediatamente a los rebeldes, el Padre determinó que se realizara un drama en el que Él demostraría a los señores del reino espiritual la justicia de Sus caminos.

Los 6,000 años de la historia humana es el drama, la obra en la que Dios está manifestando Su sabiduría y justicia a los ángeles y hombres. Los Diez Mandamientos son la palabra de justicia en contra de Satanás y sus seguidores y los espíritus malvados comprenden esto. Sin embargo, ellos todavía están intentando demostrar la justicia de su causa.

En el proceso de ilustrar Su justicia, Dios está creando un ejército de jueces. Los santos de Dios, Sus elegidos, son un ejército de jueces.

Dos ejércitos justos están involucrados en la guerra de Dios contra el mal. Miguel y sus ángeles son el ejército que se mueve con poder Divino. Los santos, Israel, son el ejército de jueces. El ejército de jueces debe dar la orden antes que el ejército de ángeles pueda moverse con poder.

Cuando Israel acampó ante las fronteras de la tierra prometida constituyeron un ejército de jueces porque estaban trayendo consigo los Diez Mandamientos, el juicio del Dios del Cielo contra Satanás.

Luego otro ejército se presentó. El Comandante del ejército espiritual se le apareció a Josué y le recordó la santidad de Dios.

El comandante del ejército del Señor le contestó: –Quítate las sandalias de los pies, porque el lugar que pisas es sagrado. Y Josué le obedeció. (Josué 5:15—NVI)

Se le ha dado a los santos que pronuncien la palabra de justicia en contra de Satanás. Son ellos los que tienen la autoridad, por medio de Cristo, de atar y de soltar. El Espíritu de Dios, a veces obrando por medio de los ángeles, es el que ejecuta la sentencia.

Es el baile de dos ejércitos.

El hombre le permitió a Satanás entrar a la tierra. Cristo ha venido con la plenitud de la autoridad Divina para habilitar al hombre para que eche a Satanás de la tierra.

Los santos juzgarán a los ángeles. Los santos también juzgarán a la humanidad.

Que se alegren los fieles por su triunfo; que aun en sus camas griten de júbilo. Que broten de su garganta alabanzas a Dios, y haya en sus manos una espada de dos filos para que tomen venganza de las naciones y castiguen a los pueblos; para que sujeten a sus reyes con cadenas, a sus nobles con grilletes de hierro; para que se cumpla en ellos la sentencia escrita, ¡Ésta será la gloria de todos sus fieles! ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor! (Salmo 149:5-9—NVI)

Los juicios Divinos sobre hombres y ángeles que sucederán en el futuro serán administrados por los elegidos de Dios, por Sus santos. Los santos serán los jueces de Dios por siempre, manteniendo orden en la creación—los ángeles y las naciones de los salvos estarán sujetos a sus decisiones.

No es posible que los santos reinen en juicio hasta que hayan sido creados a la imagen de Cristo y hayan sido llevados a la unión con el Padre por medio de Cristo.

Los santos, conforme son llenados con el Espíritu de Dios, decidirán a quien se le permite la entrada al Reino de Dios y a quien se le mantendrá bajo juicio. Son una autoridad y una responsabilidad terribles.

A quienes les perdonen sus pecados, les serán perdonados; a quienes no se los perdonen, no les serán perdonados. (Juan 20:23—NVI)

La muralla de defensa alrededor de la Gloria de Dios. De todo lo que a la gente le interesa con respecto a la nueva Jerusalén—lo que hacen sus habitantes, el tipo de vivienda y de parques, la música, los niños jugando en el pasto—el énfasis que hace la Biblia es con respecto a la muralla y sus doce cimientos. Se nos han dado dos capítulos cortos que describen nuestro destino eterno, y a Dios le ha parecido bien ocupar varios versículos con ¡la muralla!

Tenía una muralla grande y alta, doce puertas custodiadas por doce ángeles, en las que estaban escritos los nombres de las doce tribus de Israel. (Apocalipsis 21:12—NVI)
La muralla de la ciudad tenía doce cimientos, en los que estaban los nombres de los doce apóstoles del Cordero. (Apocalipsis 21:14—NVI)
Midió también la muralla, y tenía sesenta y cinco metros, según las medidas humanas que el ángel empleaba. La muralla estaba hecha de jaspe, y la ciudad era de oro puro, semejante a cristal pulido. Los cimientos de la muralla de la ciudad estaban decorados con toda clase de piedras preciosas: el primero con jaspe, el segundo con zafiro, el tercero con ágata, el cuarto con esmeralda, el quinto con ónice, el sexto con cornalina, el séptimo con crisólito, el octavo con berilo, el noveno con topacio, el décimo con crisoprasa, el undécimo con jacinto y el duodécimo con amatista. (Apocalipsis 21:17-20—NVI)

“Tenía una muralla grande y alta.” “La muralla de la ciudad tenía doce cimientos.” “La muralla estaba hecha de jaspe.”

La lección que aprendemos por el hincapié en la muralla y los doce cimientos es que el pecado y la rebelión permanecerán una posibilidad por la eternidad. La Gloria de Dios y la paz de Sus santos serán protegidas por una muralla impenetrable. Ningún ángel caído, ningún humano rebelde, podrá entrar a la ciudad para llevar tormento y muerte al lugar de la santidad de Dios.

Si el jardín del Edén hubiera estado rodeado por una muralla, Satanás jamás hubiera podido entrar.

Nunca más volverá a haber un paraíso sin protección.

Entonces el Señor creará una nube de humo durante el día y un resplandor de fuego llameante durante la noche, sobre el monte Sión y sobre los que allí se reúnan. Por sobre toda la gloria habrá un toldo. (Isaías 4:5—NVI)

Los nombres de los doce Apóstoles del Cordero están en los doce cimientos de la muralla y los cimientos están extraordinariamente decorados. Las joyas en los cimientos de la muralla simbolizan la creación de una resistencia al pecado en los Apóstoles del Cordero y en aquellos que siguen sus enseñanzas. La muralla en contra del pecado está siendo creada en nosotros, siendo establecido sobre los Apóstoles del Cordero.

Los hijos de Dios se colocarán como la muralla eterna en contra del pecado y la rebelión. Ninguna persona que practique la injusticia podrá entrar por las puertas de la ciudad.

Dichosos los que lavan sus ropas para tener derecho al árbol de la vida y para poder entrar por las puertas de la ciudad. (Apocalipsis 22:14—NVI)

Todo pecado se mantendrá afuera de la ciudad.

Pero afuera se quedarán las artes mágicas, los que cometen inmoralidades sexuales, los asesinos, los idólatras y todos los que aman y practican la mentira. (Apocalipsis 22:15—NVI)

La interpretación actual de la “gracia” ha cambiado la gracia verdadera de Dios a inmoralidad. La gracia Divina no es una alternativa a obedecer los mandamientos de Dios. La gracia Divina es la Presencia de Dios por medio de Cristo dada a las personas para que ellas puedan obedecer los mandamientos de Dios y entrar a la ciudad por las puertas.

El engaño supremo de Satanás es la enseñanza que nosotros estamos en una dispensación por “gracia” de tal manera que podemos entrar al Paraíso de Dios profesando fe en Jesús sin la necesidad de una transformación moral.

Ningún ángel ni ser humano podrá jamás en ningún momento entrar a la ciudad de Dios por medio de una gracia que evite que Dios vea la condición real de un individuo. El pecado nunca entrará ahí. Los abominables, las brujas, los inmorales, los pervertidos, los violentos, los que codician, los mentirosos nunca entrarán a la ciudad de Dios por gracia, por misericordia, por amor ni por ningún otro método.

Dios comenzó Su Reino con Cristo. Después de Cristo viene la primicia de los elegidos—aquellos que logran vencer el pecado por medio de Cristo. Luego el resto de la familia de Dios. Finalmente, las naciones salvas. Este programa no puede progresar hasta que la primicia de los elegidos haya vencido el pecado y haya sido formada en la imagen de Cristo y llevada a la unión unos con otros y con Dios por medio de Cristo.

La manifestación de Sí mismo—Dios en Cristo en los santos. Esta es una historia de amor.

Dios en Su gran amor ha elegido perder Su Vida, Su individualidad, para volverse uno con Cristo. A Dios nunca se le puede encontrar aparte de con Cristo. Dios y Cristo siempre están juntos. Este es el verdadero significado del matrimonio—la combinación de dos personas en una. El verdadero matrimonio, el matrimonio eterno, puede suceder sólo en el reino espiritual.

Dios y Cristo moran juntos en amor perfecto.

Cristo está repitiendo el patrón. Él ha escogido perder Su Vida, Su individualidad, para volverse uno con Dios y con nosotros.

Cuando el proceso de la imagen y la unión haya sido completada será verdad que Cristo no podrá ser hallado aparte de con nosotros. Nosotros siempre estaremos juntos. Nosotros estaremos con Cristo donde Él esté—en el Seno del Padre. Seremos uno en Cristo en Dios así como Cristo es Uno con el Padre.

Conforme maduremos en Cristo el patrón será repetido en nosotros. Nosotros escogeremos perder nuestra vida, nuestra individualidad, para ser uno con Cristo, y uno con otras personas según Dios nos dirija. Nosotros continuaremos en el amor de Cristo.

Así como el Padre me ha amado a mí, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor. (Juan 15:9—NVI)

La meta de Dios es crear una gloriosa ciudad santa que será la personificación de la Ley (el Tora) de Dios. La ciudad será el Trono de Dios y del Cordero, será la encarnación de Dios—Dios hecho carne en Cristo, Cabeza y Cuerpo.

La razón por la que el Nombre de Dios y el Nombre de la Ciudad de Dios estará escrito por la eternidad en los santos victoriosos es porque ellos son la ciudad; ellos son la Presencia del Señor; ellos son el carruaje de Dios; ellos son el Templo eterno de Dios; ellos son Emanuel—Dios con nosotros.

Aquí está el amor de Dios para Sus elegidos—que ellos estén casados con Él por siempre, que sean uno con Él, que sean la manifestación de Él a Su creación. La herencia de los santos es ser una parte integral de Dios por siempre.

La herencia de las naciones salvas es el Paraíso sobre la tierra gobernada por la Presencia de Dios en Sus santos. Este es el eterno Reino de Dios, el Trono de David.

La herencia de los elegidos incluye el Paraíso, pero principalmente—e infinitamente más importante—ser uno con Dios por medio de Cristo. Los elegidos están destinados a ser el Templo eterno de Dios, y los santos victoriosos son pilares en ese templo y nunca saldrán de ese templo—no por toda la eternidad.

Al que salga vencedor lo haré columna del templo de mi Dios, y ya no saldrá jamás de allí. Sobre él grabaré el nombre de mi Dios y el nombre de la nueva Jerusalén, ciudad de mi Dios, la que baja del cielo de parte de mi Dios; y también grabaré sobre él mi nombre nuevo. (Apocalipsis 3:12—NVI)

La humanidad nunca jamás estará sin el conocimiento de Dios, ya que Dios estará presente por toda Su creación por medio de Sus elegidos.

Repaso

El propósito de este folleto, dijimos anteriormente, es explicar el propósito Divino que hay en la redención, es describir el Reino de Dios.

Hemos mencionado los dos tipos de personas salvas, la Iglesia y las naciones salvas, y lo que Dios ha planeado para ellos.

Hemos definido a los elegidos, incluyendo tanto a Judíos como a Gentiles, como aquellos que han recibido a Cristo y que han vuelto a nacer del Espíritu de Dios.

Las naciones salvas fueron presentadas como naciones, que no son parte de la Iglesia, de los elegidos de Dios, sino de personas a quienes Cristo ha escogido para ser gobernadas por Su Reino y quienes recibirán vida eterna por medio de los santos.

Hemos sugerido que el propósito principal de los dos mil años de la Era Cristiana ha sido llevar a los elegidos de Dios a la “medida de la estatura de Cristo.” En cuanto la primicia de los elegidos haya llegado a la imagen y unión requerida con el Padre, las naciones de la tierra creerán que Dios ha enviado a Cristo y subirán a Jerusalén para ser bendecidos por la Gloria de Dios morando en Cristo—Cabeza y Cuerpo.

Hemos hecho hincapié en repetidas ocasiones que Dios no puede estar satisfecho ni las naciones pueden ser bendecidas hasta que los elegidos, el Israel de Dios, logren la imagen y la unión. Este es un concepto básico, un concepto muy necesitado en nuestros días. Si nos adherimos a esta idea observaremos una gran diferencia en cómo servimos al Señor personalmente, en nuestro ministerio en el Cuerpo de Cristo y en nuestra actitud hacia los que no son salvos.

Un modelo de Salvación

(Este modelo fue desarrollado con algunos jóvenes de Hunstville, Alabama en Octubre de 1992.)

LA DIMENSION NEGATIVA DE LA SALVACION

Ser librados de la ira. (Romanos 10:13) (1 Tesalonicenses 1:10)

LA DIMENSION POSITIVA DE LA SALVACION

La Dimensión Positiva Para La Iglesia (Apocalipsis 21:2)

Los aspectos principales.

  • Ser cambiados en espíritu, alma y cuerpo a la imagen de Cristo. (Romanos 8:29) (Filipenses 3:21)
  • Ser llevados a una unión con Dios y con todos los santos por medio de Cristo. (Juan 17:21-23)
    Los aspectos secundarios.
  • Ser miembros de la Esposa del Cordero. (Apocalipsis 21:9)
  • Ser parte del Templo de Dios. (Efesios 2:22)
  • Ser miembro del Cuerpo de Cristo. (1 Corintios 12:12)
  • Ser parte del vehículo del avivamiento de los últimos tiempos. (Isaías 60:1,2)
  • Ser restaurador del Paraíso sobre la tierra. (Romanos 8:21)
  • Ser miembro del real sacerdocio. (1 Pedro 2:9)
  • Ser testigo de Dios. (Isaías 43:10)
  • Ser un hijo de Dios. (Apocalipsis 21:7)
  • Ser hermano de Cristo. (Romanos 8:29)
  • Ser uno de los que logre vencer al acusador. (Apocalipsis 12:11)
  • Ser uno de los que reine sobre las naciones. (Apocalipsis 2:26,27)
  • Ser juez de hombres y ángeles. (1 Corintios 6:2,3)
  • Ser una muralla de defensa alrededor de la Gloria de Dios. (Apocalipsis 21:14)
  • Ser parte misma de Su manifestación—Dios en Cristo en los santos. (Apocalipsis 3:12)

LA DIMENSIÓN POSITIVA DE LAS NACIONES SALVAS. (Apocalipsis 21:24,26)

Durante la Era del Reinado de los mil años (Apocalipsis 20:6)

  • Vivir en el Paraíso en la tierra actual (Isaías 11:4-9)
    Durante el reinado de Cristo en el cielo y la tierra nueva (Apocalipsis 21:1)
  • Vivir en el Paraíso en la tierra nueva (Apocalipsis 21:4)

Cuando los miembros de la Iglesia de Dios, Sus elegidos, hayan logrado la dimensión positiva de la salvación entonces constituirán el Reino de Dios. Gobernarán la creación de Dios por siempre (Apocalipsis 22:5).

La dimensión positiva de las naciones salvas se realizará por medio del Reino de Dios. La creación espera la manifestación de los hijos de Dios. Los hijos de Dios no estarán listos para ser presentados como los libertadores de la creación hasta que hayan logrado la dimensión positiva de la gran salvación que el Señor Dios ha preparado para ellos (Romanos 8:19).

(“Un Concepto Basico”, 4092-1)

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