COMO FUNCIONA ROMANOS 8:2
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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional. Reservados todos los derechos.
Pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. (Romanos 8:2-NVI)
Romanos 8:2 realmente es el resumen del pacto nuevo.
La ley del pecado y de la muerte es la Ley de Moisés afectando nuestra naturaleza pecaminosa.
Nos encanta la justicia que se expresa en la Ley de Moisés, pero cuando la Ley nos señala que estamos pecando intentamos hacer el bien y luego fracasamos debido a nuestra naturaleza pecaminosa. Entonces nos sentimos condenados y se corta nuestra comunión con Dios. Esto es la muerte espiritual.
La Ley de Moisés bien que puede mostrarnos nuestros pecados pero no es acompañada con el poder para liberarnos del pecado. Aquí es donde difiere la Ley de Moisés del pacto nuevo.
Si somos capaces de guardar una parte de la Ley entonces otro pecado es revelado. Es como tratar de ponerle calcetines a un pulpo.
El Judío con más esmero se esfuerza extremadamente para guardar todos los puntos de la Ley, pero aun estos intentos no son suficientes. Además, tales esfuerzos fácilmente pueden crear sentimientos de justicia propia aun cuando desaprobamos estos sentimientos.
La persona que se cree justa por sus propios medios busca perfeccionar su personalidad. El individuo verdaderamente justo y recto busca conocer al Señor.
La Ley de Moisés es perfecta. Si pudiera existir una ley que hiciera perfectas a las personas, la ley de Moisés sería la candidata que iría a la cabeza. Pero ya que la ley no puede hacer más que advertir a nuestra naturaleza corrupta, es imposible alcanzar la justicia pura y santa que Dios requiere por medio de ella.
O personas miserables que somos! ¿cómo podremos algún día complacer a Dios?
La solución a nuestra lucha es la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús. Esta es la ley del pacto nuevo y nos libera de la ley del pecado y de la muerte. Esto lo hace atribuyéndonos justicia para ser libres de la condenación y luego nos cambia para poder guardar las leyes justas de Dios.
Observemos cuatro maneras en que la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús nos libera de la ley del pecado y de la muerte. La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús nos libera:
Atribuyéndonos la justicia obtenida por la obediencia perfecta de Cristo a la letra e intención de la Ley de Moisés.
El Señor Jesús, debido a que nació de una virgen, no heredó una naturaleza pecaminosa. El parentezco sanguíneo de José no afectó a Jesús. Su Padre es Dios. El Señor Jesús era lleno con la plenitud del Espíritu de Dios. El Padre moró en Jesús.
El carácter de Jesús era excelente, habiendo estado con el Padre desde el principio. Él es el Verbo de Dios hecho carne.
El Señor, cuando estuvo aquí, hizo algo que ninguna persona anteriormente había hecho o hubiera podido hacer. Él guardó la letra y la intención de la Ley de Moisés perfectamente. Habiendo escrito Él mismo la ley en el monte de Sinaí, Jesús pudo percibir la intención de la Ley y así cumplir todo su significado. Si los Fariseos hubieran creído a Moisés y a los Profetas, se hubieran dado cuenta que aunque aparentemente Jesús violó el Sábado sanando en el día santo, Él, realmente no lo violó.
En efecto, la ley no pudo liberarnos porque la naturaleza pecaminosa anuló su poder; por eso Dios envió a su propio Hijo en condición semejante a nuestra condición de pecadores, para que se ofreciera en sacrificio por el pecado. Así condenó Dios al pecado en la naturaleza humana. (Romanos 8:3-NVI)
Siempre es la voluntad de Dios que alguien bajo la Ley de Moisés, haga una buena obra en Sábado, un mitzvah, si la situación lo determina. Si alguien se estuviera muriendo de hambre o congelando de frío en el Sábado y tuviéramos que trabajar para alimentarlo y vestirlo, tal obra realmente no violaría el Sábado.
Cualquiera, con un corazón hacia Dios, como Jesús o el Rey David, siempre puede percibir la intención de Dios. Pero el individuo religioso, de corazón duro, tendrá éxito en encontrar lo malo en lo que se propone.
¿Qué ganó Jesús al observar perfectamente la Ley de Moisés? Jesús obtuvo justicia perfecta, la justicia que se obtiene por observar la Ley. Ahora Jesús tiene la autorización de atribuir la justicia que Él se ganó a quien Él escoja.
El recibir por fe la justicia de la Ley de Moisés, es el primer paso en la liberación de la ley del pecado y de la muerte. Pero recuerda, para estar sin condenación debemos de estar “en Cristo Jesús”. Estar “en Cristo Jesús” no significa que en algún momento determinado “hicimos una decisión de aceptación a Cristo” ni que tomamos los “cuatro pasos para la salvación”.
El estar “en Cristo Jesús”, y por consiguiente estar libre de toda condenación, significa que estamos viviendo cada minuto de cada día en la Presencia del Señor, viéndolo a Él para cada aspecto de la vida. Vivimos en Cristo al igual que uno viviría en una casa. Conforme vivimos en Él, buscando siempre conocerlo mejor y obtenerlo, traer cada detalle de la vida a Él, cada decisión, entonces, y solo entonces, podemos estar sin condenación.
El común Americano devoto no puede afirma que está libre de condenación porque no está viviendo “en Cristo Jesús”.
Debido a que las corrientes de maldad en los Estados Unidos son excesivamente poderosas y están creciendo aún más fuertes. Día con día, nos encontramos en una lucha continua contra la invasión de las tinieblas. Afortunadamente tenemos al Señor de nuestro lado haciéndonos más que vencedores. Pero no podemos arriesgarnos a ser descuidados o insensatos en ningún momento porque el enemigo sondea constantemente para encontrar algún punto en el que puede engañarnos y estafarnos de la protección del ángel del Señor.
Permítenos repetir la primera manera en que el Espíritu de vida en Cristo Jesús nos libera de la ley del pecado y de la muerte.
Atribuyéndonos la justicia obtenida por la obediencia perfecta de Cristo a la letra e intención de la Ley de Moisés.
¿Cuál es el segundo modo en que el Espíritu de vida nos libera?
Guiándonos punto por punto hasta quitar totalmente de nuestra personalidad todo lo que no es agradable a Dios.
Existen tres áreas de muerte espiritual en nosotros. La primera es la mundanería o el amor a las cosas materiales de este mundo. La segunda está compuesta del pecado que habita en nuestra carne. La tercera es la voluntad propia.
A fin de que las justas demandas de la ley se cumplieran en nosotros, que no vivimos según la naturaleza pecaminosa sino según el Espíritu. (Romanos 8:4-NVI)
Las tres áreas: la mundanería, la lujuria de la carne, y la voluntad propia deben de ser tratadas rigurosamente hasta que estén totalmente fuera de nuestra personalidad. Las tres son formas de idolatría.
La primera área, la mundanería, tiene que ver con estar involucrados con las cosas materiales del mundo.
Debido a que la cultura Americana es tan rica y variada, el creyente está muy tentado a involucrarse con el dinero, la lujuria, la violencia, el entretenimiento, y la brujería-para nombrar solo algunos de los problemas.
El Apóstol Pablo nos advirtió que ningún soldado de Cristo debe de enredarse con el mundo, pero sí debe de aguantar durezas. Sin embargo, esto no siempre se enseña en las iglesias. Quizá debido al énfasis excesivo de que la iglesia crezca, los pastores tienen cuidado de no dar órdenes demasiado fuertes a los creyentes. Decirle a un creyente que debe de negarse a sí mismo, tomar su cruz, y seguir a Jesús, quizá lo aleje de la asamblea. ¿No es verdad esto?
La mayoría de los creyentes Norteamericanos están más involucrados en el mundo de lo que deberían de estar. Dios dice que no amemos al mundo ni las cosas que están en el mundo. Quienquiera que sea amigo del mundo es enemigo de Dios, dice la Biblia. Sin embargo, seguimos involucrados suponiendo que Dios ha cambiado de parecer.
Estamos en el mundo pero no somos del mundo. Lo difícil en Norteamérica es evitar que las cosas interesantes del mundo nos robe de un andar cercano con el Maestro. ¡Esto puede suceder muy fácilmente! Me temo que el dinero, la lujuria, y las diversiones están a la orden del día para la mayoría de los feligreses. ¿Cómo quitamos el amor al mundo de nuestra personalidad? Nos bautizamos en agua, si es que no lo hemos hecho ya, asignamos nuestra personalidad a la cruz de Cristo y nos levantamos nuevamente a la vida nueva del Reino de Dios. Después leemos nuestra Biblia y oramos todos los días, reuniéndonos regularmente con creyentes fervientes.
Debe de llegar a ser obvio para lo que nos rodean que no somos “uno de ellos”. Somos diferentes. Pertenecemos al Señor Jesús. No somos hipócritas; genuinamente estamos caminando en el Señor e invitando a quienquiera a unírsenos.
¿Creerías que hay muchos de la Nueva Era y muchas brujas allá afuera que esperan ver a alguien que sea más que un feligrés casual, que verdaderamente conozca al Señor? La gente está hambrienta por conocer al Señor en América. Ellos no están rechazando al Señor Jesús, ¡ellos están rechazando lo que ven en las iglesias!
Nosotros, los de las iglesias criticamos a los de la Nueva Era, a las brujas, a los homosexuales, a los liberales, y a muchas otras personas. Pero la culpa yace dentro de nosotros. No estamos mostrando al mundo la profundidad de la realidad espiritual que existe en el Señor Jesús.
El mundo de la brujería, las drogas, los espíritus familiares, las luces psicodélicas, las mantras, etc., tratan de dar la ilusión de profundidad y de maravillas espirituales, pero detrás de este pseudo-paraíso hay guaridas de duendes esperando para rasgar y morder una vez descubiertos. El hermoso exterior disfraza el fuego ardiente del tormento eterno. ¡No seas engañado! ¡Es como te lo he dicho!
En el Señor Jesús hay profundidad verdadera, maravillas verdaderas, belleza verdadera, y una gloria conduce a otra, mundo sin fin.
Porque si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. (Romanos 8:13-NVI)
Recientemente un creyente de la Nueva Era observó una mímica efectuada por una miembro de nuestra congregación. Él la interrogó cuidadosamente para ver si ella realmente creía en la sangre de la cruz que ella había representado en la mímica. Era obvio que él era un buscador de la verdad, buscando ver si había algo de valor aquí. Él le preguntó a la persona indicada el porque Karen verdaderamente está viviendo lo que representó.
Los ciudadanos de nuestro país sienten cinismo con respecto al Cristianismo. Serían unos tontos si no fueran cínicos, considerando de lo que han sido testigos.
Nosotros los Cristianos podemos escoger salir del mundo y Dios nos ayudará a hacerlo con razonamiento y de forma práctica.
Deshacernos del pecado que mora en nuestra carne es otro asunto. El Espíritu Santo tiene que guiarnos un paso a paso. Cuando el Espíritu atrae nuestra atención a alguna impureza, entonces debemos de confesarla claramente, repudiándola en el nombre del Señor. Debemos de describir el comportamiento específico al Señor y después renunciar a él con toda la determinación de que somos capaces.
Tal confesión y renuncia son un acto de juicio. Nosotros los humanos somos los jueces designados de Dios. Traeremos justicia contra las obras de las tinieblas. Conforme lo hacemos los demonios son forzados a salir de nuestra personalidad.
Este tipo de experiencia debe de ser supervisado por líderes santos y con experiencia. Existen trampas y engaños de todos tipos. Sin embargo, en una asamblea donde hay tales personas, las personas pueden venir al altar y confesar sus pecados a Dios. Al hacer esto, ellos encontrarán una gran liberación.
De nosotros es la hora para la liberación moral. La hora del juicio ha comenzado. Dios está listo para bautizar a Sus iglesias con fuego
¿Estás dispuesto a que Dios te lleve punto por punto hasta de las profundidades del engaño de tu corazón? Es el día y la hora de hacerlo. Qué maravilloso es sacar esta basura de nosotros. He estado caminando en abierta confesión del pecado por cincuenta años y todavía sigo. ¡De seguro tuve un mal comienzo!
La voluntad propia es todavía otro asunto. La voluntad propia es el más profundo de los males que son parte de nuestra personalidad. Dios llega a nuestra voluntad propia negándonos nuestros deseos más fervientes y obligándonos a permanecer en situaciones detestables. ¿Te suena familiar?
Si estás dispuesto a permanecer en prisión tanto tiempo como sea necesario, recibirás la corona de la vida. Para poder soportarlo durante toda su duración vas a tener que poner tus tesoros en el Cielo. Vas a tener que poner tu esperanza más allá de la tumba.
Dices que esto es demasiado. Déjame decirte que Dios va a tener a un remanente santo, que vencerá al acusador, no valorando sus vidas como para evitar la muerte. Si quieres ser uno de estos, uno de los guerreros remanentes, tendrás que morir esta tercera muerte, la muerte a ti mismo.
Ellos lo han vencido por medio de la sangre del Cordero y por el mensaje del cual dieron testimonio; no valoraron tanto su vida como para evitar la muerte. (Apocalipsis 12:11-NVI)
El sufrimiento de negarse a uno mismo, de estar sedientos, de cargar nuestra cruz tras de Jesús es lo que nos lleva a producir fruto y a tener dominio. Es agua hasta la cadera y luego agua para nadar. El final debe de ser un árbol de vida plantado junto al río del Espíritu Santo.
Si te mantienes al nivel Pentecostés, agua hasta las rodillas, nunca segarás una recompensa completa.
La plenitud de la herencia va a los conquistadores, a los que vencen al acusador por la sangre del Cordero, por la palabra de su testimonio, y por no valorar sus vidas como para evitar la muerte. Si tienes escasez en una de estas tres áreas es imposible emprender exitosamente en la batalla final.
Dios sí tiene a unos cuantos que ascenderán a este tercer nivel de consagración. Tú puedes ser uno si lo deseas, pero si te retiras de la invitación, Dios no estará contento.
Yo creo que no estarías leyendo estas palabras si el Espíritu Santo no te estuviera retando con respecto a una de las tres áreas de pecado. Permíteme, como amigo, invitarte a probar de lo mejor de Dios. Es para ti, pero tendrás que tomarlo. La oportunidad no durará para siempre y una vez que pase, no creo que sea probable que se te vuelva a ofrecer.
Te costará todo el ir por el oro. Las cosas de gran valor tienen altos precios. La cumbre está ahí para que la tomes. ¿Qué dices?
Hemos mencionado dos de las maneras en que la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús nos libera de la ley del pecado y de la muerte. Estos son:
Atribuyéndonos la justicia obtenida por la obediencia perfecta de Cristo a la letra e intención de la Ley de Moisés.
Guiándonos punto por punto hasta quitar totalmente de nuestra personalidad todo lo que no es agradable a Dios.
El tercera modo en que la ley del Espíritu de vida nos libera de la ley del pecado y de la muerte es:
Cambiando totalmente la parte restante de nuestra personalidad incluyendo finalmente, a Su venida, nuestro cuerpo, a la imagen de la Personalidad de Cristo.
Dios se va a la guerra contra la mundanería, los pecados corporales, y la voluntad propia que son parte de nuestra personalidad. Esto es lo que el capítulo sexto del Libro de Romanos se refiere al decir “cuerpo del pecado” y debe de ser destruido de nosotros. Los ídolos deben de ser sacados de nosotros. Esto es mejor que tener a Dios ¡contestándonos de acuerdo a nuestros ídolos!
La parte de nuestra personalidad que queda debe de ser transformada. Es transformada dándole vida por el cuerpo y la sangre de Cristo, la Naturaleza Divina de Dios, que nace dentro de nosotros cuando hemos “vuelto a nacer”.
Nuestra personalidad, la parte que Dios escoja guardar, debe de ser transformada completamente y transfigurada al ser impregnada y unida junto con Cristo. No debe de haber el más mínimo elemento que no esté lleno con Cristo.
Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento. (2 Corintios 4:17-NVI)
Toda la personalidad anterior debe de desaparecer. Todo debe de ser hecho nuevo y por todo, quiero decir todas las cosas, deben de ser de Dios. Es una humanidad nueva. Adán debe de irse. Aquello que permanezca debe de volverse una creación nueva, perfectamente humana y perfectamente Divina, a una escala menor al Señor Jesús, ciertamente, pero exactamente igual a Él en esencia. De otra manera no puede haber ningún matrimonio. Dios no tendrá semilla mixta en Su Reino.
Conforme experimentamos cambio estando sobre la tierra, un cambio correspondiente está sucediendo en el cuerpo que está siendo preparado para nosotros ante el Trono de Dios. No hay concepto Bíblico con más necesidad de entendimiento hoy en día que el concerniente a la resurrección de entre los muertos.
Se habla mucho sobre que los santos serán arrebatados en las nubes, el llamado “rapto”, pero la ascensión es de poca importancia (excepto para el hombre adámico que desea escapar el sufrimiento). La gran meta es la resurrección. La resurrección es el final de la redención, el clímax de la redención.
Ya que la redención es la liberación de la presencia y las obras de Satanás y cambio a la imagen de Jesús, y la entrada al reposo tranquilo en el Padre a través del Señor Jesús, podemos ver instantáneamente que la resurrección de entre los muertos es una acción principal de la redención mientras que ser arrebatados en las nubes para encontrarnos con Jesús es una consecuencia de la redención, y no parte del proceso de la redención misma.
La ascensión es sumamente de menor importancia comparada con la obtención de la primera resurrección de entre los muertos. (¡Intenta decirle esto al Cristiano carnal!)
Nuestra carne y huesos serán levantados de entre los muertos al sonido de la trompeta. Entonces el Señor traerá nuestra recompensa consigo. Una gran parte de nuestra recompensa será nuestra morada, nuestro manto del Cielo. Nuestra morada, nuestro manto, está siendo moldeada de las decisiones que estamos tomando hoy. Vamos a ser vestidos con nuestras propias obras.
Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. La justicia de los santos victoriosos labrada en Cristo será descubierta para que el mundo vea. La corrupción y muerte segada por quienes han escogido los caminos de la carne también serán descubiertas en ese momento. Todo será descubierto en el Tribunal de Cristo.
¿Cómo es que la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús nos libera de la ley del pecado y de la muerte, la interacción de la Ley de Moisés con nuestra naturaleza caída?
Atribuyéndonos la justicia obtenida por la obediencia perfecta de Cristo a la letra e intención de la Ley de Moisés.
Guiándonos punto por punto hasta quitar totalmente de nuestra personalidad todo lo que no es agradable a Dios.
Cambiando totalmente la parte restante de nuestra personalidad incluyendo finalmente, a Su venida, nuestro cuerpo, a la imagen de la Personalidad de Cristo.
Le contestó Jesús: El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra vivienda en él. (Juan 14:23-NVI)
Hemos terminado de describir tres grandes pasos en el programa de redención. Ahora hemos llegado al cuarto paso.
Llenando completamente nuestra personalidad cambiada con la plenitud del Padre y la plenitud del Hijo a través de la plenitud del Espíritu Santo para estar viviendo en reposo y sin problemas en el Padre a través de Cristo.
Aquí está la meta del programa de redención. La meta es proveer una morada eterna, un trono, un carruaje a Dios.
Dios desea morar entre Sus hijos pero hay dificultades. Vemos las dificultades en el Jardín del Edén, en el Monte de Sinaí, en la manera en que Cristo fue tratado mientras vivió en la tierra.
Dios (como siempre) tiene una solución brillante. Esta es la de crear para Sí mismo un trono hecho de personas a quien Él está haciendo hijos, una Esposa para el Cordero, jueces de hombres y ángeles, reyes y sacerdotes con autorización y competentes para gobernar exitosamente, bendecir y sanar a los salvos de la humanidad. Esta es la Iglesia, el Árbol de Olivo. Este es el verdadero Israel de Dios, compuesto primero por Judíos y después por Gentiles.
Dios nunca mora en Adán, sólo en Cristo. Antes de que Dios habite en cualquier ser humano, Cristo debe de estar formado en él o ella.
Primero, debemos de ser perdonados. Después, nuestra naturaleza humana, ahora liberada de los ídolos y de las ataduras de todo tipo, debe de ser crucificada y resucitada en Cristo. Todos deben de morir y todos deben de volver a nacer en Cristo para que sean hijos de Dios e hijos del hombre, porque esto es lo que Cristo es, y el Cordero se casará solo con lo que ha sido engendrado de Sí mismo.
Eva fue moldeada de Adán y ella era Adán en otra forma. Ella estuvo casada con Adán debido a que fue formada de Adán. Eva no podía casarse con otro porque sería Adán casándose con otra.
La Iglesia está siendo moldeada de Cristo y es Cristo en otra forma. Ella está casada con Cristo debido a que es formada de Cristo. La Iglesia no puede casarse con otro porque sería Cristo casándose con otro personaje.
Al decir esto no estamos implicando que somos iguales a Cristo o que somos otro Cristo. Hay un sólo Señor Cristo Jesús y nosotros estamos en Él.
Los Cristianos de hoy están buscando el poder de Cristo. Esto es un error. No debemos de buscar el poder de Dios sino la Persona y la Presencia de Dios.
Satanás quiere ser como Dios pero nunca aceptaría ser parte de Dios. Satanás desea conservar su individualidad.
Los Cristianos de hoy quieren ser como Cristo pero no aceptan hacerse parte de Cristo. Ellos desean conservar su individualidad. Cuando lo logran, se convierten en Satanás, el acusador, el adversario, el enemigo.
Solo hay un Cristo en el plan de Dios y nosotros nos estamos haciendo una parte íntegra a Él. Él es la Vid y nosotros las ramas. Nuestra personalidad se pierde en Su Esplendor, pero lo que nos hace únicos se conserva y es mejorado, al igual que la individualidad de Cristo se pierde en el Esplendor del Padre pero Su unicidad se conserva y es mejorada.
No somos compañeros con Cristo. Estamos siendo creados parte de Cristo, hueso de Su hueso, y carne de Su carne.
La esposa no es una Reina. Ella es el Cuerpo de Cristo. Las reinas adquieren ideas propias y buscan su propia gloria. La verdadera Esposa del Cordero nunca busca su propia gloria. Ella misma es la gloria de Cristo.
El propósito de la Ley de Moisés es traernos a Cristo. Cristo, y sólo Cristo, puede liberarnos de la ley del pecado y de la muerte. Esto lo hace totalmente, completamente, y majestuosamente. ¿Eres un participante del programa majestuoso de redención? Si no, ¿en qué estás participando?
(“Como Funciona Romanos 8:2”, 4089-1)