ÉL NUNCA MORIRÁ
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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. ©1999 por la Sociedad Bíblica Internacional
Traducido por Carmen E. Álvarez
El Señor Jesús nos dijo que todo el que vive y cree en Él no morirá jamás. Sabemos que Él no se estaba refiriendo a la muerte física (que el Nuevo Testamento frecuentemente define como estar “dormido”). Pero de alguna manera, aparentemente, el concepto de que el santo verdadero nunca morirá ha sido enterrado bajo la tradición de “ir al Cielo”.
Quizá haya más sobre este asunto de seguir viviendo que sólo ir al Cielo a vivir para siempre. Quizá el énfasis esté en seguir viviendo sobre la tierra. ¡Quizá éste sea el significado de Juan 3:16!
ÉL NUNCA MORIRÁ
Entonces Jesús le dijo:—Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto? (Juan 11:25,26— NVI)
Quizá no exista en el Nuevo Testamento una declaración más profunda que ésta.
Debemos considerar el significado de vivir. Vivir es moverse de un lado a otro, pensar, hablar, imaginar, planear, amar, odiar, y todo lo demás que tiene que ver con ser una persona. La muerte física pone fin a todo esto—¡o por lo menos eso es lo que suponemos!
El concepto de obtener residencia eterna en el Cielo está tan profundamente arraigado en el pensamiento Cristiano que no podemos ver con claridad el mensaje del Evangelio. En nuestra mente morir e ir al Cielo no está asociado con vivir. En realidad no sabemos qué nos espera al morir. Hablamos sobre mansiones y sobre estar con Jesús y con nuestros seres queridos. Esperamos ser libres del pesar, del miedo, de la preocupación, del dolor, y de la enfermedad. Pero no asociamos esto con vivir en el sentido acostumbrado de la palabra.
Supón que perdamos a un hijo en un accidente automovilístico. Esperamos ver al hijo en el Cielo cuando nosotros lleguemos allí. ¿Tendrá la misma edad? Eso no lo sabemos. Nuestro amado hijo está en alguna parte más allá de las estrellas. ¡Él está muerto! ¡Muerto! El Señor Jesús puede hablar sobre que nuestro hijo solo está dormido, pero nosotros sabemos que nuestro querido “Timoteo” está muerto. ¿Por qué no podemos acostumbrarnos a la idea? ¡Nuestro amado se ha ido!
El pianista talentoso practica diligentemente durante cuarenta años para perfeccionar las sonatas de Beethoven. Luego sufre un ataque al corazón y se muere. Ahora nadie puede disfrutar de la rendición perfecta de la cual era capaz. ¡Está muerto! ¡Se ha ido! Sus días de tocar el piano han dejado de existir. El artista se está descomponiendo en la tierra. ¿Podemos aceptar esto? Bach ya no existe. Beethoven ya no existe. Rembrandt van Rijn es una calavera sonriente y una pila de polvo.
La muerte se burla de nuestros talentos y logros. Nos separa de quienes más amamos. Claro que ellos están en el Cielo, en alguna parte arriba donde suenan las campanas y están los ángeles. ¿Estarán en túnicas blancas flotando sobre el suelo? ¿Se verán iguales? Sabemos que realmente no podremos tocarlos. Suponemos que ellos serán muy diferentes, en realidad nada como los conocimos.
Cómo responderías si te dijera que esto no es el Evangelio del Reino de Dios. Es parte de la mitología de la religión Cristiana.
“Todo el que vive y cree en mí no morirá jamás.” ¿De qué estás hablando, Jesús?
“¿Alguna vez te dije que tener vida eterna es ir al Cielo?”
No.
“¿Qué fue lo que dije?”
Dijiste que todo el que crea en Ti no morirá sino que tendrá vida eterna.
“¿En esto de dónde obtienes ir al Cielo?”
Supongo que me lo inventé.
“Lo que quise decir es que quien cree en Mi tendrá vida eterna. Yo no dije nada sobre ir al Cielo.”
“¿Quieres morir?”
No.
“¿Quieres vivir?”
Sí.
“¿A qué te refieres con vivir?”
Me refiero a seguir casi como estoy ahora, pero en un mundo sin pecado, sin enfermedades, sin cansancio, sin temores, sin violencia, y cosas por el estilo—un mundo donde los niños puedan jugar sintiéndose seguros; un mundo donde no haya gente mala que destruya todo y mantenga a todos sintiéndose miserables.
“¿Preferirías vivir en el Paraíso en el mundo espiritual con los ángeles o sobre la tierra si fuera como la acabas de describir? ¿Preferirías ser un espíritu o tener un cuerpo de carne y hueso en una tierra restaurada?”
Yo preferiría vivir sobre la tierra en un cuerpo de carne y hueso, si ya no hubiera problemas sobre la tierra, y poder visitar el reino espiritual cuando yo quisiera.
“Tu deseo se te ha cumplido. Esto es a lo que me refiero cuando digo, ‘Todo el que vive y cree en Mi no morirá jamás’.”
Si hay algo de verdad en el diálogo anterior, entonces los que vivimos en esta época hemos alterado el Evangelio del Reino de Dios. Y el cambio no ha sido para mejor. Hemos perdido la esperanza de la vida eterna—la vida verdadera entre personas verdaderas.
Debido a la desobediencia de Adán y Eva, a la humanidad se le negó el acceso al Árbol de la Vida. El Árbol de la Vida es el Señor Jesucristo. Cuando tomamos de Él cambiamos de ser un animal mortal a ser una creación inmortal que ya no puede morir. Esta es la razón por la que es tan necesario que logremos la vida eterna en nuestra naturaleza interior venciendo la mundanería, la lujuria, y la voluntad propia. Si nuestra naturaleza espiritual interior no fuera renovada en Dios, y si luego se nos confiara un cuerpo inmortal, entonces ya no podríamos ser restaurados a la Presencia de Dios. Seríamos como Satanás y los ángeles caídos.
Desde la época del Jardín del Edén Dios ha estado perfeccionando un plan para restaurar al hombre a la tierra. La larga historia de los patriarcas, seguida por la del pueblo de Israel, y luego por la de la Iglesia Cristiana, ha sido necesaria para que Dios pueda construir el tipo de Reino que podrá mantener condiciones paradisíacas sobre la tierra.
Dios tiene la intención de que el hombre viva sobre la tierra, de que el hombre sea libre del pecado, de que la tierra te quite el aliento de lo hermosa y maravillosa que es, y de que ya no exista el pesar, el dolor y la muerte.
Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir. (Apocalipsis 21:4— NVI)
El versículo anterior no está hablando sobre el Cielo sino sobre la tierra. ¡Sobre la tierra!
Este es el Evangelio del Reino de Dios. No son las buenas nuevas de que si creemos en Jesús iremos al Cielo al morir. Son las buenas nuevas de que seremos resucitados de los muertos para vivir nuevamente sobre la tierra.
La salvación Cristiana está dirigida hacia la restauración de lo que se perdió en el Edén. No es un plan de cambiar todo y poner al hombre en el reino espiritual. Dios no está haciendo todas las cosas de nuevo. Él está volviendo todas las cosas nuevas—todas las cosas a las que estamos acostumbrados.
Ahora bien, ¿qué quiso decir el Señor Jesús cuando dijo que no moriríamos sino que seguiríamos teniendo vida en Él? Él quiso decir que estaríamos vivos como conocemos la vida, aunque temporalmente incapacitados para ocupar nuestro cuerpo de carne y hueso. Eso vendrá después.
Si estamos morando en Cristo (y numerosos miembros de la religión Cristiana no están morando en Cristo), si realmente estamos viviendo como parte de Su Vida Divina, entonces nunca moriremos. Cuando nuestro cuerpo duerma en la muerte física nosotros todavía estaremos vivos. Esto no significa que iremos al Cielo. Significa que todavía estaremos vivos.
El Señor Jesús quiso decir exactamente lo que dijo.
Entonces, todavía estamos vivos después de morir. Recuerda, no estamos hablando sobre todo miembro de la iglesia sino de quienes están viviendo en Jesús. Puedes “tomar los cuatro pasos de la salvación” y tener una doctrina perfecta y de todos modos no estar viviendo en Jesús. Vivir en Jesús es concientemente estar día con día tratando los temas de tu vida con el Señor. Debes estar conciente en todo momento de estar viviendo en Su Vida, de estar participando de Él en todo pensamiento, en toda palabra y en toda acción.
Seguimos viviendo después de que nuestro cuerpo se duerme, ¿pero dónde nos encontraremos? No importa donde nos encontremos. El punto es que estamos concientemente vivos en la Presencia del Señor, así como lo estamos sobre la tierra. Nada habrá cambiado.
¡Nada habrá cambiado! ¿Puedes escuchar esto? Nada habrá cambiado excepto el hecho de que temporalmente no estaremos habitando un cuerpo material.
“¿Qué podré hacer si todavía estoy vivo?”
Podrás hacer lo que quieras. Dios pondrá en tu corazón lo que Él quiere que hagas, y Su voluntad y la tuya serán la misma. Debemos estar cultivando ahora esta igualdad de voluntades. Es de suma importancia en el Reino que Dios esté obrando en nosotros para desear y hacer Su buena voluntad.
Estarás vivo y disfrutando de ti mismo sin la inconveniencia de un cuerpo que envejece.
No tengo la menor duda de que muchos o la mayoría de los muertos están sobre la tierra ayudando a sus seres queridos y de otras maneras haciendo la voluntad de Dios.
Piensa cuidadosamente sobre el siguiente versículo:
Por tanto, también nosotros, que estamos rodeados de una multitud tan grande de testigos, despojémonos del lastre que nos estorba, en especial del pecado que nos asedia, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. (Hebreos 12:1—NVI)
¿Quiénes son los testigos que componen la multitud?
Son las personas mencionadas en el capítulo anterior, al igual que una multitud de santos menos conocidos.
Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rajab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, (Hebreos 11:30-32—NVI)
Todos los personajes en el onceavo capítulo de la Carta a los Hebreos eran y son los testigos de Dios. Todavía estamos aprendiendo de Dios por medio de la historia de sus vidas. Cada uno de los testigos de Dios es eterno. El que hace la voluntad de Dios vive para siempre.
¿Dónde se encuentran estos testigos ahora? Nos están rodeando. ¿Están vivos? ¡Por supuesto!
¿Qué están haciendo? Según lo que está anotado en las Escrituras, ellos están aprendiendo de nosotros así como nosotros estamos aprendiendo de ellos. Todos vamos a llegar a la madurez juntos. Cada uno de los verdaderos testigos de Dios, desde el tiempo del justo Abel, está rodeando a los santos sobre la tierra para tomar parte con ellos de la Virtud de Cristo que nos está llevando a la madurez.
El Cuerpo de Cristo, el testigo de Dios, es un gran organismo. En cualquier momento su mayoría se encuentra en el reino espiritual. Pero el que los miembros estén en el reino espiritual o en un cuerpo humano sobre la tierra tiene muy poco que ver.
Sin embargo, sí existe una diferencia importante. Esta diferencia es que la revelación de Dios llega por medio de los santos sobre la tierra. Por ello si los santos que están en el reino espiritual van a ser edificados para llegar a ser el hombre perfecto, a la plenitud de la estatura de Cristo, entonces ellos deben rodear a aquellos de nosotros en los que Cristo está obrando.
El plan de la redención sigue desenvolviéndose. En el Monte de la Transfiguración Moisés y Elías discutieron la expiación con Cristo. Ellos querían comprenderla para poder beneficiarse de ella.
Ningún individuo puede ver o entrar al Reino de Dios hasta que haya vuelto a nacer. Pero ninguna persona pudo volver a nacer hasta que Jesús fue resucitado de los muertos, porque Él es el Primogénito de los muertos.
Por ello, para que Abraham, Isaac, y Jacob pudieran entrar al Reino de Dios ellos tuvieron que volver a nacer. Ellos volvieron a nacer después de que el Señor Jesús resucitó de los muertos. Ellos habían rodeado a Cristo y a Sus Apóstoles y aprendieron de ellos lo que era volver a nacer. Cuando la experiencia estuvo disponible, ellos la recibieron.
Recuerda, todo aspecto de la redención presenta una decisión. Podemos aceptarla o rechazarla. Nuestra fe en Dios tiene mucho que ver aquí. No importa si estamos sobre la tierra o en el reino espiritual. Siempre podemos y siempre podremos rechazar aquello que Dios pone ante nosotros. Esta idea puede atemorizar a quienes les gustaría que Dios hiciera imposible que ellos pecaran, a quienes les gustaría recostarse y dejar que Cristo lo haga todo por ellos. Sin embargo es verdad, siempre podremos pecar y rebelarnos contra Dios.
Los testigos de Dios quieren todo lo que Dios tiene para nosotros, toda sabiduría y toda Virtud Divina que nos llevarán a la madurez prometida. Por ello nos rodean para que ellos puedan crecer en el plan de redención. Ellos sin nosotros no pueden llegar a la perfección.
El conocimiento de la redención Divina se perdió al final del primer siglo de la Era Cristiana. El hombre, que no tenía el Espíritu de revelación de los Apóstoles, comenzó a aplicar razonamiento humano al estudio de la teología.
Pero durante el curso de los dos mil años de la Era Cristiana el verdadero conocimiento del Señor, aquello que sólo puede llegar por medio del Espíritu de revelación, ha estado aumentando. Aquello que fue dado tan fácilmente a los Apóstoles, ahora tiene que ser alcanzado por los santos que se han entregado en obediencia al Señor.
En esta época hemos sido llevados hasta el cumplimiento espiritual de la fiesta solemne Judía de Pentecostés. Quizá sea verdad que los testigos que nos están rodeando también han participado en el cumplimiento de Pentecostés.
Tres fiestas son las que le siguen—experiencias espirituales que llevarán al Cuerpo de Cristo a la madurez necesaria para su regreso con el Señor Jesús.
Las tres fiestas solemnes son las siguientes:
La Fiesta de las Trompetas, se refiere a que Cristo está ante los miembros de Su Cuerpo declarando guerra contra los aspectos de nuestra personalidad que son hostiles a la Persona y a los caminos de Dios.
Quizá pensemos, “¿Cómo podría suceder una confrontación como ésta en el reino espiritual entre los testigos que han muertos?”
¿Por qué no? Pedro dice que Dios juzga a los vivos y muertos—a los muertos como si todavía estuvieran vivos en el cuerpo.
Por esto también se les predicó el evangelio aun a los muertos, para que, a pesar de haber sido juzgados según criterios humanos en lo que atañe al cuerpo, vivan conforme a Dios en lo que atañe al espíritu. (1 Pedro 4:6— NVI)
La siguiente convocación es el Día del Perdón. El cumplimiento del Día del Perdón Judío sucede conforme todo aspecto de nuestra personalidad es reconciliada con Dios. La Fiesta de las Trompetas anuncia el Día del Perdón, por así decirlo.
Si queremos llegar a la madurez como miembros del Cuerpo de Cristo, toda mundanería debe ser echada fuera de nuestra personalidad.
¿Por qué no habría de ser así? ¿De dónde vino el amor al mundo si no fue de Satanás y de sus seguidores? Ciertamente puede ser posible estar en el reino espiritual y todavía tener el deseo de encontrar nuestra supervivencia y seguridad en el mundo espiritual.
Debemos comprender que la muerte física no cambia lo que somos. La única diferencia de vivir en el reino espiritual y de vivir sobre la tierra en el cuerpo mortal es que mientras vivimos en el reino espiritual no tenemos un cuerpo físico.
Esto nos da idea de lo que quizá sea verdad en el futuro al considerar que Enoc, Elías y el Señor Jesús todavía tienen cuerpos físicos aunque están en el reino espiritual. ¿Y por qué no habrían de tenerlos? Las cosas de los cielos son más similares que diferentes a lo que hemos experimentado.
Pero lo que somos como persona, es decir, nuestra vida, nuestra forma de vida, continúa si estamos viviendo y creyendo en el Señor Jesús. Beethoven sigue componiendo música. Rembrandt sigue pintando, si es que está viviendo y creyendo en Jesús. Esto es lo que el Señor dijo.
Si todo el Cuerpo de Cristo va a llegar al mismo tiempo a la perfección preparándose para descender con el Señor para establecer el Reino de Dios, el gobierno de Dios, sobre la tierra, entonces esos miembros que están muertos van a tener que rodearnos para que puedan aprender lo que Dios está requiriendo de nosotros en el cumplimiento espiritual del Día del Perdón Judío, del Día de la Reconciliación a Dios.
El amor al mundo debe ser expulsado de nosotros.
Las lujurias y las pasiones de nuestro cuerpo deben ser echadas de nosotros.
Pero ¿qué no vamos a dejar de sentir las pasiones de nuestro cuerpo una vez que fallezcamos?
¿Por qué crees eso? Los pecados de la carne como la inmoralidad, el mentir, el asesinar y la embriaguez son fuerzas espirituales que habitan en nosotros. Los que somos Cristianos con experiencia comprendemos muy bien la influencia de Satanás en nuestra personalidad.
Existen demonios de lujuria, demonios de alcohol y nicotina, demonios de celos y envidia, demonios de chisme y difamación, demonios de asesinato, demonios de perversión de menores. Estas fuerzas existen en el reino espiritual y buscan encontrar entrada al cuerpo humano para que puedan expresar las llamas que los queman por dentro. Cuando sucumbimos al espíritu que está buscando expresarse a sí mismo por medio de nosotros, el espíritu se siente satisfecho pero nosotros en el cuerpo sufrimos la angustia y a veces la enfermedad y la muerte que resultan del comportamiento ilegal.
Estas pasiones espirituales residen en nuestro cuerpo pero no son enterrados con nuestro cuerpo. No se descomponen en la tierra con nuestro cuerpo. Tendremos que tratar con ellos en algún momento. No existe versículo en las Escrituras del cual yo esté conciente que sugiera que la muerte física nos libera de los pecados del cuerpo.
Existe el siguiente:
Porque el que muere queda liberado del pecado. (Romanos 6:7— NVI)
Pero yo creo que esto significa, por su contexto, que debemos de considerar que nuestra naturaleza pecaminosa de Adán ha sido crucificada con Cristo, y por ello el que nosotros sigamos comportándonos según nuestra naturaleza pecaminosa no está de acuerdo con la profesión de fe que hemos realizado. Además, habiendo sido crucificados con Cristo, somos libres de la Ley de Moisés; y el poder del pecado es la Ley.
Yo no creo que la muerte física sea la que nos libera de la compulsión de pecar. De ser así, la muerte, el último enemigo, sería nuestro redentor. Es obvio que la población de demonios, aunque no poseen cuerpos, está llena con toda clase de lujuria imaginable. Por ello la entrada al mundo espiritual no necesariamente nos libera de la compulsión de pecar.
Quizá también por esto sea verdad que los testigos que nos están rodeando deben confesar sus pecados, renunciando y resistiéndose a ellos, así como lo hacemos nosotros. Tal confesión y resistencia es un acto de juicio en contra de Satanás, y los muertos así como los vivos siempre deben escoger seguir a Jesús en cada etapa del camino hasta la plenitud de la redención.
El santo que muere pero que ha estado sujeto a iras tan fuertes con deseo de matar debe confesar y renunciar a esta atadura tarde o temprano, porque este espíritu pecaminoso quizá vaya a tener acceso a su personalidad hasta que lo haga.
Además de tratar con el amor al mundo y las pasiones del cuerpo debemos tratar con el problema de la voluntad propia. La voluntad propia es la fuente principal de todo pecado. La voluntad propia se originó con Satanás cuando era uno de los dos querubines que protegían el Trono de Dios. ¿Puedes ver con esto que entrar al reino espiritual en sí no nos libera de la voluntad propia? La voluntad propia y todos los demás pecados comenzaron en el reino espiritual. La voluntad propia es una compulsión espiritual, no una fuerza física, aunque sea una parte integral de nuestra personalidad.
La voluntad propia es un monstruo. Es parte de nosotros hasta que la cruz que soportamos detrás del Señor Jesús mata esa tendencia en nosotros de seguir nuestros propios planes en lugar de esperar pacientemente en el Señor.
Me parece a mí que la voluntad propia y la desobediencia se pueden corregir mejor durante nuestra vida sobre la tierra. Aun nuestro fiel Señor Jesús aprendió la obediencia al Padre cuando estuvo sobre la tierra, y lo aprendió por medio del sufrimiento. Sin embargo, Jesús en la forma del Verbo ha estado con Dios desde la eternidad sin fin. ¿Por qué no fue perfeccionado en obediencia al Padre antes de que viniera a la tierra?
Quizá los testigos que nos están rodeando aprendieron la obediencia mientras estuvieron sobre la tierra. Piensa en lo siguiente:
Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor. (Hebreos 11:35-40— NVI)
Fíjate como en el pasaje anterior los testigos no estaban buscando ir al Cielo sino tener una mejor resurrección. Observa también como nosotros tenemos algo mejor así que ellos no pueden ser perfeccionados sin nosotros. Esta es la razón por la que ellos nos están rodeando. Ellos quieren ser parte de ese “algo mejor” para así tener una mejor resurrección.
En estos días estamos entendiendo que Dios quiere que toda mundanería, todo pecado, y toda voluntad propia sean expulsados fuera de nosotros para que podamos ser reconciliados completamente a Él; para que podamos descansar en unión tranquila con el Padre por medio del Señor Cristo Jesús.
Este entendimiento no siempre se ha podido difundir así como se está difundiendo en esta época. Los testigos a nuestro alrededor están aprendiendo de esto y, yo creo, están participando con nosotros. De esta manera todo el Cuerpo está creciendo hasta ser en todo como la Cabeza en preparación para aparecer con Él.
Más bien, al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. Por su acción todo el cuerpo crece y se edifica en amor, sostenido y ajustado por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro. (Efesios 4:15,16— NVI)
En una ocasión cuando yo era estudiante en un instituto bíblico, tuve un problema con perdonar a uno de los líderes de la iglesia local debido a algo que él había hecho. Así que me puse a orar, implorándole al Señor que me ayudara a perdonarlo.
En el momento en que hice esto, mis ojos espirituales se abrieron brevemente y pude ver que estaba rodeado de mucha gente que estaba a mi alrededor en algún tipo de anfiteatro.
Inmediatamente, la palabra vino: “Te has acercado al Monte Sión, a la Jerusalén celestial, la ciudad del Dios viviente.”
Por el contrario, ustedes se han acercado al monte Sión, a la Jerusalén celestial, la ciudad del Dios viviente. Se han acercado a millares y millares de ángeles, a una asamblea gozosa, a la iglesia de los primogénitos inscritos en el cielo. Se han acercado a Dios, el juez de todos; a los espíritus de los justos que han llegado a la perfección; (Hebreos 12:22,23— NVI)
Nota el tiempo verbal: “Se han acercado”.
No dice se acercarán sino se han acercado.
Todo el que vive y cree en Mí no morirá jamás. ¿Realmente creemos esto? ¿Realmente creemos que seremos una persona conciente con conocimientos y memoria y que estaremos rodeando a quienes están viviendo sobre la tierra, esperando el Día en que estaremos con ellos una vez más—no como un espíritu sin cuerpo sino como una persona?
“Un espíritu no tiene carne y huesos, como ven que los tengo yo.”
Jesús cocinó pescado y comió un panal de miel. Él estaba vivo sobre la tierra cuando hizo esto. Sin embargo, anteriormente había muerto sobre la cruz. Jesús tuvo cuarenta gloriosos días para pasarlos disfrutando de la tierra antes de que ascendiera al Cielo. Aun cuando ascendió al Cielo declaró que Él estaría con nosotros en dondequiera que nos reuniéramos en su nombre.
Miren mis manos y mis pies. ¡Soy yo mismo! Tóquenme y vean; un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que los tengo yo. Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos no acababan de creerlo a causa de la alegría y del asombro, les preguntó:— ¿Tienen aquí algo de comer? Le dieron un pedazo de pescado asado [y un panal de miel], así que lo tomó y se lo comió delante de ellos. (Lucas 24:39-43— NVI)
Ahora bien, ¿por qué supones que el Señor hizo tanto esfuerzo para mostrar que Él todavía era una persona, que todavía estaba “vivo” en el sentido convencional de la palabra?
“Miren mis manos y mis pies. ¡Soy yo mismo!” ¿Por qué Sus manos y pies? Porque mostraban las heridas.
Así que el Cristo resucitado fue identificado, no por Su naturaleza espiritual sino por Su cuerpo físico. Para ser tú mismo en el sentido completo tienes que haber recobrado tu cuerpo.
“Tóquenme y vean.” Parte de la vida como la conocemos es la habilidad de hablar con las personas y que ellas nos hablen a nosotros; de tocarlas y que ellas puedan tocarnos a nosotros. Nota que Cristo no hizo hincapié en que Él había regresado de la muerte en el sentido espiritual sino en el físico.
“Dicho esto, les mostró las manos y los pies.” Esta acción es típica de la vida como estamos acostumbrados a vivirla. “Y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás.”
“¿Tienen aquí algo de comer?” ¿Alguna vez te has imaginado que harías esta pregunta después de morir? Si no, ¿por qué no? ¿Acaso es porque tenemos una idea falsa de la vida después de la muerte?
“Le dieron un pedazo de pescado asado, así que lo tomó y se lo comió delante de ellos.”
¿Puedes imaginarte a una persona que había estado muerta regresar a la vida y comer pescado asado? Esto es lo que el Señor quiso decir cuando dijo, “Y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás.” Él no se estaba refiriendo a una existencia mística en una mitológica mansión en el reino espiritual. Él se estaba refiriendo a estar sobre la tierra a la orilla del mar, comiendo pescado asado, con una enorme pila de pescado a un lado. Esto es lo que significa vivir. Esto es lo que experimentaremos en el futuro si seguimos creyendo en Jesús.
Yo no sé sobre ti, pero habiendo crecido en la costa Oeste yo prefiero la idea de estar frente al océano comiendo pescado asado o langosta o cangrejo o sopa de almejas a la idea de estar flotando en el reino espiritual sin hacer nada de importancia.
La resurrección corporal de los muertos completará nuestro regreso a la vida normal. Si nuestro destino fuera la residencia eterna en el Cielo no habría necesidad de la resurrección de los muertos. El propósito de la resurrección de nuestro cuerpo de carne y hueso es para que podamos seguir una vida normal sobre la tierra.
La resurrección de los muertos es tan importante que el capítulo quinceavo de la Primera Carta a los Corintios está dedicado a ella.
La resurrección de entre los muertos es la bendita esperanza del Evangelio Cristiano, del Evangelio del Reino de Dios. Esta doctrina principal está siendo ignorada en favor de un “arrebato” al Cielo de los creyentes que no tiene ninguna base bíblica. Los que vivimos en esta época creemos que habrá una resurrección corporal de los creyentes, pero estamos muy confundidos sobre ella. No comprendemos siquiera la diferencia entre la resurrección de nuestro cuerpo de carne y hueso, y la del cuerpo del Cielo que está siendo formada por nuestro comportamiento.
La doctrina de la resurrección ha sido destruida. En realidad ya no creemos en ella y pensar en ella ya no influye en nuestra conducta. Esto es una lástima porque nuestro comportamiento hoy en día está determinando el tipo de resurrección que tendremos. Las iglesias Cristianas deben predicar la verdad porque los Cristianos Norteamericanos van a cosechar corrupción en el Día de la Resurrección. Muchos de ellos están viviendo en su carnalidad, sin darse cuenta de que están afectando lo que experimentarán en el Día de Cristo.
El Apóstol Pablo no valoraba el que viviéramos para siempre en el reino espiritual. Él creía que si no íbamos a resucitar que todo el plan del Evangelio de la salvación estaría perdido.
Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado. Y si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes es ilusoria y todavía están en sus pecados. En este caso, también están perdidos los que murieron en Cristo. Si la esperanza que tenemos en Cristo fuera sólo para esta vida, seríamos los más desdichados de todos los mortales. (1 Corintios 15:16-19— NVI)
El contexto del pasaje anterior revela que cuando Pablo dijo “si la esperanza que tenemos en Cristo fuera sólo para esta vida, seríamos los más desdichados de todos los mortales” no quiso decir que también tenemos la esperanza de Cristo en el Cielo. Él quiso decir que si no tenemos la esperanza de ser restaurados a la vida en la resurrección entonces seremos los más desdichados.
La mitología actual Cristiana de una residencia eterna en una mansión en el Cielo no era conocida por el Apóstol Pablo. Pablo gimió para lograr la inmortalidad de su cuerpo físico para que pudiera seguir viviendo sobre la tierra. Esta es la esperanza central del Evangelio del Reino—reanudar la vida sobre la tierra en un cuerpo inmortal libre de pecado.
Mencionamos anteriormente que los testigos que nos están rodeando están interesados en la revelación del significado de las últimas tres fiestas de los Judíos.
La fiesta de las Trompetas anuncia la venida de la guerra de Dios contra Sus enemigos que se encuentran en Su pueblo. En esta época estamos avanzando en darnos cuenta de la guerra espiritual que está comenzando a tomar parte.
El Día del Perdón habla sobre ser reconciliado a Dios en nuestro espíritu, nuestra alma, y finalmente en nuestro cuerpo cuando todos los demás enemigos hayan sido llevados a estar sujetos al Señor Jesús. Podemos estar seguros de que nunca resucitaremos en un cuerpo lleno con la abundancia de la Vida de Dios hasta que los enemigos en nuestra naturaleza interior hayan sido completamente sometidos. Se nos da de comer del Árbol de la Vida sólo conforme venzamos a los enemigos de Dios. El último enemigo que será destruido es la muerte física; los demás enemigos deben ser vencidos primero.
La última y más importante de las convocaciones Judías es la fiesta de las Enramadas. La fiesta de las Enramadas se cumple en nosotros conforme Cristo es formado en nosotros y luego el Padre y el Hijo vienen a habitar por siempre aquello que ha sido formado en nosotros. Debemos ser llenados con la plenitud de Dios.
Todo esto a final de cuentas habitará en nuestro cuerpo resucitado de carne y hueso. Luego nuestro cuerpo de carne y hueso será cubierto por dentro y por fuera con la Vida de resurrección de Dios. Este es el clímax de la redención, la perfección prometida a todos los testigos de Dios. Ellos están aprendiendo esto hoy en día conforme la revelación les es dada a los santos sobre la tierra.
Hemos aprendido gracias a los testigos del pasado. Ahora ellos están aprendiendo de nosotros. Todo el Cuerpo de Cristo está creciendo en la Cabeza, llegando juntos a la madurez—madurez de acuerdo a la plena estatura de Cristo.
Una vez que toda esta nube de testigos, incluyendo los que se encuentran en la tierra, haya llegado a la madurez, el Señor Jesús los llamará a todos a encontrarse con Él en las nubes. Luego toda la hueste, dirigida por el Comandante en Jefe, descenderá sobre los caballos blancos de guerra para liberar a Jerusalén del Anticristo y del Falso Profeta.
Esta es la venida del Señor, como se representa en el capítulo cuarto de la Primera Carta a los Tesalonicenses.
¿Acaso no creemos que Jesús murió y resucitó? Así también Dios resucitará con Jesús a los que han muerto en unión con él. (1 Tesalonicenses 4:14— NVI)
“Dios resucitará con Jesús a los que han muerto en unión con él.”
Y al sonido de la gran trompeta mandará a sus ángeles, y reunirán de los cuatro vientos a los elegidos, de un extremo al otro del cielo. (Mateo 24:31— NVI)
Cuando el Señor regrese Él reunirá de los cuatro vientos a Sus elegidos. Dondequiera que Sus testigos estén viviendo y trabajando, de ahí serán tomados para reunirse con el Señor.
Ahora nos estamos refiriendo a todos los testigos de Dios, desde los tiempos de Abel al presente.
Esta gran multitud de santos regresará con el Señor para luego descender de Su posición en el aire para reclamar sus cuerpos de la tierra o de dondequiera que estén enterrados.
El Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán primero. (1 Tesalonicenses 4:16— NVI)
Los muertos en Cristo resucitarán primero. Esta es la primera resurrección de entre los muertos, la resurrección a la plenitud de la Vida de Cristo. Esta resurrección debe ser obtenida, como Pablo nos dice.
Puedes imaginarte la consternación del Anticristo y de los malvados de la tierra cuando contemplen estos millones de guerreros brillantes. Luego los testigos que están con vida, relativamente un puñado comparado con aquellos que regresarán con el Señor, serán transformados mientras están parados, volviéndose también guerreros brillantes.
Se predica hoy en día que el propósito de que los creyentes sean reunidos es para liberarlos del peligro del Anticristo y de la gran tribulación. ¿Sabes que no hay ningún versículo en toda la Biblia que enseñe que el propósito de que los creyentes Cristianos sean reunidos es para liberarlos de peligro? No deberíamos estar predicando y enseñando aquello para lo cual no tenemos base bíblica.
No sólo no está en la Biblia la idea de que escaparemos en un “arrebato”, sino considera el poco sentido que tiene esta idea cuando consideramos lo que ha sucedido antes de que seamos reunidos y “arrebatados”.
Los muertos que han regresado con Cristo, la gran multitud de testigos, resucitarán primero. Esto no significa que ellos serán reunidos en el aire. Significa que volverán a vivir con vida de resurrección.
¿Puedes imaginarte el terror del Anticristo y de los ejércitos de los malvados cuando vean esta gran hueste?
Permíteme preguntarte, ¿quién estará en peligro en este momento—los santos o el Anticristo?
Puedes ver lo inapropiado que es la enseñanza que dice que los santos resucitados o los creyentes con vida que son transformados a la inmortalidad deben ser llevados al Cielo para escapar del Anticristo y de la gran tribulación.
La enseñanza de esta época sobre el “arrebato de los creyentes antes de la tribulación” para ser llevados al Cielo es un engaño. No existe base bíblica ni lógica para esta doctrina. Debe ser abandonada porque está dejando a los Cristianos con la idea de que en cualquier momento serán llevados al Cielo, así que no hay ningún motivo para que realmente se preocupen sobre prepararse para enfrentar la era de horrores morales a la que estamos entrando.
Ahora es tiempo para que los Cristianos se deshagan de las tradiciones Cristianas que no tienen ninguna base bíblica. El Evangelio original, predicado por Juan el Bautista, Jesucristo, y los Apóstoles del Cordero, es el Evangelio de la venida del Reino de Dios a la tierra, no la huida de la Iglesia al Cielo.
Después de la doctrina del perdón por la sangre, la doctrina central del Evangelio del Reino de Dios es la resurrección corporal de los muertos.
Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. (Juan 3:16— NVI)
“No se pierda.” ¿Qué quiere decir el Señor con “no se pierda”?
¿Cómo es usado el término en otros lugares en el Nuevo Testamento?
¿O piensan que aquellos dieciocho que fueron aplastados por la torre de Siloé eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén? ¡Les digo que no! De la misma manera, todos ustedes perecerán, a menos que se arrepientan. (Lucas 13:4,5— NVI)
Sólo una palabra Griega es usada en los cuatro Evangelios para perecer, y frecuentemente se refiere a la muerte física, como en el versículo anterior. Yo sugeriría que Juan 3:16 quiere decir que si creemos en Cristo Jesús nuestro cuerpo será llevado a un estado de inmortalidad por ser resucitado de entre los muertos.
Nosotros los Cristianos nos hemos alejado en nuestro pensamiento de las buenas nuevas que el Señor Jesús nos vino a dar. Él vino a nosotros, a los que estamos atados al temor de la muerte física. Él nos indicó que si nos mantenemos firmes en nuestra fe hacia Él que podemos olvidarnos de morir. Todo lo que es importante para nosotros en lo que se refiere a vivir será conservado para siempre.
Claro que seremos separados de nuestro cuerpo físico por una temporada. Pero la vida continuará como siempre. Seguiremos aprendiendo y madurando en Cristo. Él nos declara justos cuando Lo recibimos como nuestro Salvador. Luego somos perfeccionados en el Monte Sión, preparados para regresar con Él para gobernar a las naciones de la tierra.
Los hijos de Dios serán manifestados junto con el Señor Jesús. Ellos tendrán el gozo incomparable de eliminar la maldición sobre la tierra y de servir como árboles de vida para que la humanidad sobre la tierra pueda ser transformada de su existencia animal de carne y sangre a la libertad de la gloria de los hijos de Dios.
Los hijos de Dios estarán vivos como nunca lo han estado antes. Tendrán acceso al reino espiritual, pero fueron creados sobre la tierra y la tierra es su hogar.
Comencemos a pensar que viviremos para siempre como personas, no como espíritus sin cuerpos. Recordemos que a todo el que deje familia o propiedades o cualquier otra cosa por el bien de Jesús se le dará de regreso con intereses, en el mundo actual, todo a lo que ha renunciado. En el mundo que vendrá tendrá vida eterna, es decir, no sólo estará vivo sobre la tierra sino que también gobernará por el poder de la vida de resurrección incorruptible y eterna.
El Señor Jesús vino para que pudiéramos tener vida, y no sólo vida sino vida en abundancia, una corona de vida. Estaremos en la búsqueda de esta vida si somos un discípulo diligente del Señor.
Si en este mundo vivimos según nuestros deseos carnales cosecharemos corrupción en el Día de la Resurrección. Si en lugar de eso vivimos en la disciplina del Espíritu Santo cosecharemos vida eterna—no existencia eterna en el reino espiritual sino vida humana verdadera, aunque grandemente aumentada en calidad y cantidad, sobre una tierra perfecta.
Cristiano, pon tu corazón en vivir por la eternidad. Porque si vives y crees en el Señor Jesús ¡no morirás jamás!
(“Él Nunca Morirá”, 4083-1)