LA NATURALEZA DEL PECADO
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Texto bíblico tomado de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional. © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional
El pacto nuevo no es principalmente un desistimiento de las consecuencias del pecado. Más bien, es la oportunidad dada por Dios para salir del abismo, para liberarnos a nosotros mismos, por medio de la gracia de Dios, de las cadenas de las tinieblas.
Dios nos ha ordenado que busquemos primero el Reino de Dios y Su justicia. Poner nuestras necesidades materiales en primer término y el Reino de Dios en segundo es pecado. Con la ayuda del Señor Jesucristo podemos hacer que buscar el Reino de Dios y Su justicia sean la más alta prioridad de nuestras vidas. Podemos resistir la lujuria de nuestra carne. Podemos ser liberados del egocentrismo y entrar en unión tranquila con Dios.
Existen tres principios que gobiernan la vida eterna: vivir por la fe en Dios en lugar de vivir por la fe en lo que podemos ver o hacer; comportarnos según las leyes de justicia y santidad; y morar en unidad con Cristo, no como individuos separados. Si violamos estos principios, estamos pecando.
LA NATURALEZA DEL PECADO
La salvación Cristiana incluye vencer el pecado por medio del Señor Jesucristo.
El pacto nuevo no es principalmente un desistimiento de las consecuencias del pecado. Más bien, es la oportunidad dada por Dios para salir del abismo, para liberarnos por medio de la gracia de Dios de las cadenas de las tinieblas.
Toda desobediencia a Dios es pecado.
Dios nos ha ordenado que busquemos primero el Reino de Dios y Su justicia. Debemos vivir por la fe, creyendo que si escogemos diariamente poner primero los intereses de Dios, nuestras necesidades diarias serán provistas. Con esto no estamos sugiriendo que los Cristianos deban dejar de trabajar, deban mendigar dinero, o que deban ir de casa en casa “hablando sobre el Señor”, aprovechándose de aquellos que sí trabajan.
Satanás, el mundo y nuestra personalidad nos aconsejan que aseguremos nuestra tranquilidad adquiriendo tanto dinero y bienes materiales como podamos.
El poner nuestras necesidades materiales en primer término y el Reino de Dios en segundo es pecado. Cristo nos ayuda a poner a Dios primero en nuestras vidas cuando buscamos Su sabiduría y fuerza. Cristo nos da el poder para vencer a Satanás, al mundo y a nuestra propia personalidad, y para hacer la voluntad de Dios. Esto es la salvación. Esto es que se obre en nosotros el pacto nuevo.
Dios nos ha ordenado que resistamos el pecado de la carne. No debemos estar practicando pecados morales tales como el adulterio, la fornicación, el mentir, el robar, codiciar y la ebriedad. Debemos llevar una vida limpia y santa ante Dios. Debemos ser santos como Él es santo.
Satanás, el mundo y nuestra personalidad nos invitan a buscar el placer en la inmoralidad, en la impureza de la carne y del espíritu.
Romper las leyes morales de Dios es pecado. Conforme buscamos Su asistencia, Cristo nos ayuda a obedecer las leyes morales. Esto es la salvación del pecado.
Dios nos ha ordenado que seamos uno con el Señor Cristo Jesús. Debemos poner a un lado nuestra ambición personal y morar en unión tranquila con Cristo. Debemos vivir en unión con Él así como Él vive en unión con el Padre. Debemos hacer que la voluntad de Dios sea la nuestra.
Satanás, el mundo y nuestra personalidad nos impulsan a usar a Dios para nuestros propósitos. Nos sugieren que le demos a Cristo las llaves de algunas de las habitaciones de nuestro “hogar” pero que reservemos los manantiales más profundos de nuestro ser para ser usados por nuestro amor propio, nuestro egocentrismo y nuestra voluntad propia. Si podemos, debemos hacer de Cristo nuestro sirviente. Debemos buscar “principios espirituales” que nos ayuden a manipular a Dios y a Cristo según nuestro placer y conveniencia.
Vivir nuestra vida personal aparte de con Cristo es pecado. Cristo nos ayuda a morir a nuestra primera personalidad. Él vendrá a nosotros y hará Su morada en nosotros si le abrimos la puerta para que entre. Cristo nos liberará del destino más terrible—el ser independientes de Dios.
Existen tres principios que gobiernan vivir en vida eterna.
Vivir por la fe en Dios en lugar de vivir por la fe en lo que vemos y hacemos.
Comportarnos según la ley de justicia y santidad.
Morar en unidad con Cristo en lugar de como un individuo separado.
Satanás, quien es el autor del pecado y de la muerte, busca siempre evitar que vivamos según estas tres leyes del Reino de Dios. Su motivo de evitar que vivamos esta vida es que desea que lo adoremos a él y que seamos parte de su reino.
Satanás es un querubín que está en rebelión contra Dios. Está intentando construir un reino en oposición al Reino de Dios siendo él su centro. Satanás desea que su propia voluntad sea la que se haga sobre la tierra. Satanás hará todo en su poder para evitar que nosotros logremos la vida eterna en el Reino de Dios.
La situación actual del mundo refleja la personalidad de Satanás y nos da una idea del fruto de seguir su liderazgo.
Nuestra propia personalidad refleja la influencia que le fue permitida a Satanás, por las primeras personas, en el jardín del Edén. Nuestra personalidad se esfuerza continuamente por evitar que vivamos según los tres principios de la vida eterna. Nuestra personalidad corrupta siempre busca lograr la seguridad, el placer y el éxito pero sin Dios.
Ya que deseamos obtener seguridad, placer y éxito sin Dios, pero deseamos tener vida eterna también, hemos inventado doctrinas que nos ayudan a seguir nuestra personalidad corrupta y de todos modos lograr la vida eterna.
La doctrina Cristiana actual es un intento hecho por el hombre para que durante nuestra vida sobre la tierra logremos seguridad, placer y éxito sin la necesidad de Dios, y aun así calificar para recibir la plenitud de la herencia Divina cuando fallezcamos.
La salvación Cristiana es vencer, por medio de Cristo, a Satanás, al mundo y a nuestra propia personalidad para que podamos obedecer las tres leyes del Reino de Dios. Así nos volvemos elegibles para recibir vida eterna y también para poder participar en los otros aspectos de transformación personal que se establecen en los Capítulos Dos y Tres del Libro del Apocalipsis.
En la actualidad, se está enseñando que las leyes de la causa y el efecto, de cosechar lo que se siembra, se suspenden cuando aceptamos a Cristo. La gracia Divina es vista como una manera de desobedecer los tres principios de la vida y no cosechar la muerte como consecuencia.
La verdad invariable es que vivir según la voluntad de Dios traerá vida eterna, salud, gozo, amor, paz y cualquier otro don bueno y perfecto. Esto es verdad en el mundo actual (después de haber sufrido por un tiempo) y también en el mundo que vendrá (Isaías 1:19; 1 Timoteo 4:8; 1 Juan 2:17).
Vivir en desobediencia a Dios traerá muerte eterna, enfermedad, miseria, odio, inquietud, confusión, falta de armonía y cualquier otra condición estresante. Esto es verdad en el mundo actual y también en el que vendrá (Jeremías 17:5,6; Gálatas 6:8; Apocalipsis 21:8).
Quienquiera que esté enseñando una doctrina contraria al principio del Reino de cosechar lo que se siembra está atrayendo hacia sí, y hacia sus seguidores, muerte y tormento.
Las leyes de vida eterna proceden de y son una parte integral de la Personalidad del Padre. Cristo vino del Cielo para que por medio de Su muerte expiatoria y de Su Virtud de vida podamos obedecer las leyes que nos traen la Presencia y las bendiciones de Dios.
El pecado, que es la transgresión de cualquiera de las tres leyes del Reino, nos mantiene siempre bajo la autoridad de la segunda muerte. Nosotros podemos ser dañados por la segunda muerte mientras no hayamos vencido a Satanás y a nuestra propia personalidad y mientras no estemos viviendo en el Fuego de Dios y en la Vida Divina (Apocalipsis 2:11; 20:6).
Practicar el pecado (intentando vivir alimentándonos sólo de pan sin la fe en Dios, desobedeciendo las leyes morales y viviendo según nuestros propios impulsos en lugar de vivir según la Vida de Dios en nosotros) procede de una condición que trae la ira de Dios sobre nosotros. Esa condición es el descuido—descuido del plan y del propósito de Dios para la humanidad.
¿Cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande? Esta salvación fue anunciada primeramente por el Señor, y los que la oyeron nos la confirmaron. (Hebreos 2:3—NVI)
“¿Cómo escaparemos nosotros si descuidamos…?”
Quizá no veamos el descuido al plan de Dios como un pecado serio porque sólo pensamos en los pecados que son en contra de la ley moral, tales como fornicar y robar.
Ciertamente es verdad que las transgresiones de la ley moral son pecado. Pero también es verdad que Dios está disgustado cuando estamos arduamente ocupados sobre la tierra y no estamos constantemente viendo hacia Él.
Quizá le preguntemos a Dios, “¿Qué estoy haciendo mal?” Quizá Dios nos pregunte a nosotros, “¿Qué estás haciendo bien?”
Nuestros pensamientos giran en torno a la Palabra del Señor en donde leemos lo que sucedió en los días de Noé y de Lot:
Tal como sucedió en tiempos de Noé, así también será cuando venga el Hijo del hombre. Comían, bebían, y se casaban y daban en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y los destruyó a todos. (Lucas 17:27,28—NVI)
Comiendo, bebiendo, casando, dando en casamiento, comprando, vendiendo, plantando, construyendo—en sí estos no son comportamientos pecaminosos. El pecado está en ocuparnos en los negocios del mundo y no en Dios. Este es el pecado del descuido. Aquellos que descuiden buscar fervientemente a Dios, ocupándose en comer, trabajar y jugar pronto comienzan comportamientos malos e inmorales.
Los miembros de las naciones serán arrojados al fuego eterno si descuidan asistir a los hermanos de Cristo (Mateo 25:41).
El rico fue enviado a las llamas del Infierno porque descuidó compartir su abundancia con Lázaro (Lucas 16:23).
Un hombre fue echado a la oscuridad de afuera porque había descuidado vestirse apropiadamente (Mateo 22:13).
A las cinco vírgenes tontas les fue negada la entrada al matrimonio porque habían descuidado proveer de aceite para sus lámparas (Mateo 25:12).
El siervo del Señor fue echado a la oscuridad de afuera porque descuidó usar su talento diligentemente y con sabiduría (Mateo 25:30).
Obviamente es un pecado serio ocuparnos con nuestra propia seguridad, con nuestras lujurias y nuestra voluntad propia al grado de descuidar el propósito y el plan de Dios con respecto a nosotros.
No existe territorio neutral. O estamos buscando a Dios con todas nuestras fuerzas o comenzamos a practicar la maldad.
El malvado levanta insolente la nariz, y no da lugar a Dios en sus pensamientos. (Salmo 10:4—NVI)
Un verdadero Cristiano no es aquel que simplemente asiente mentalmente y verbalmente a los hechos de la expiación de Cristo y a su resurrección corporal. ¡Los demonios mismos hacen eso! Un asentimiento mental y verbal de la expiación y la resurrección corporal y creer en la existencia de Dios no son lo que las Escrituras quieren decir con tener fe.
El verdadero Cristiano, aquel que vive por la fe, es aquel que presenta a Dios su cuerpo como sacrificio vivo en todo momento y en toda circunstancia; aquel que siempre está viviendo en la Presencia de Dios; aquel que siempre está buscando primero el Reino; aquel que siempre está morando conscientemente en Cristo. Dios está en todos sus pensamientos.
Si no estamos siempre presionando hacia Dios estamos cometiendo el pecado del descuido.
Cientos de miles de creyentes Cristianos están creyendo erróneamente que pueden decir que Jesús es su Salvador y Señor y luego confiar en el dinero, cometer pecados y seguir su propio corazón. Ellos creen que no importa cómo se comporten en el mundo porque “aceptar a Cristo” es su boleto a un mundo mejor.
Nosotros debemos encontrar nuestra vida verdadera presionando hacia la Vida y los sufrimientos de Cristo. La Resurrección y la Vida son Jesús mismo. No debemos creer sólo sobre Jesús.
Estamos convencidos de que la negligencia de buscar vigorosamente a Dios ha socavado el testimonio Cristiano y destruido la “luz” de las obras justas.
Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo. (Mateo 5:16—NVI)
Dios nos ha dado una gracia que nunca antes, bajo ningún otro pacto, ha estado disponible para la humanidad. A cambio Él está pidiendo más de lo que Él jamás le había pedido a la gente. Dios está requiriendo que presentemos nuestro cuerpo como sacrificio vivo, un sacrificio de holocausto completo sólo para Él. Dios está buscando unión con el centro de nuestra voluntad y nuestro espíritu, no sólo con nuestras creencias y obediencia a los principios de la ley.
Con la ayuda del Señor Cristo Jesús podemos hacer que buscar el Reino de Dios y Su justicia sean la mayor prioridad para nuestras vidas. Por medio del Señor Jesucristo podemos resistir la lujuria de nuestra carne. Por medio del Señor Jesucristo podemos ser liberados del egocentrismo y entrar en unión tranquila con Dios.
Si nosotros, por medio de la Persona y la gracia de Cristo, practicamos las tres leyes de la vida, no seremos culpables de haber descuidado nuestra salvación. Heredaremos todas las cosas de este mundo y del mundo que vendrá.
Si elegimos morar por las enseñanzas Cristianas actuales, haciendo una profesión de fe en Cristo pero permaneciendo sin cambio en lo que somos y hacemos, confiando en las tradiciones que son populares hoy en día, cosecharemos lo que hayamos sembrado. Cosecharemos corrupción y muerte. Esto será verdad sin importar cuanto hayamos profesado fe en Cristo.
Cada uno de nosotros, cada día, debe escoger la vida eterna o la muerte eterna. Dirijámonos hacia Cristo ahora para que Él pueda ayudarnos de tal manera que Dios se plazca en ser nuestro Dios y que seamos elegibles para ser hijos de Dios y de heredar todas las cosas (Apocalipsis 21:7).
(“La Naturaleza Del Pecado”, 4082-1)